lunes, 7 de marzo de 2022

EDITORIAL. Una gran farsa que necesitan renovar y una verdad como un puño.[Señor conde, que ya sabemos que cuando el monte se quema algo suyo se quema. Lo que no tenemos tan claro los trabajadores es que cuando los diferentes capitales organizan sus guerras somos los trabajadores los que las hacemos, para los capitales, naturalmente]

 

EDITORIAL. Una gran farsa que necesitan renovar y una verdad como un puño


La crisis que estalla en 2007-2008 en el corazón mismo del sistema capitalista nunca se ha resuelto. Han intentado exportarla, entre otras cosas, de la mano del endeudamiento y del sometimiento financiero de la periferia así como de la provocación de guerras más o menos regionales cada dos por tres.

Indurgente.org /6 marzo 2022

 

A mucha gente, incluso cercana, le ha sorprendido la inmediata agresividad a borbotones que gran parte de los gobiernos occidentales han mostrado a raíz de cómo se (les) han precipitado los acontecimientos en (toda) Ucrania. Ponemos paréntesis porque a las poblaciones del Donbass en el este de Ucrania los acontecimientos se les venían precipitando desde el 2014 cuando filonazis quemaban edificios de sindicatos y machacaban a comunistas en Kiev en el marco de un golpe de Estado pro y por occidental y se vieron obligados, en el Donbass, a proclamar repúblicas populares que durante 7 años no han dejado de ser asediadas con miles de víctimas. Y de cuyas lágrimas y desesperación, ninguna cadena libre de TV ha tenido a bien dedicarle un miserable instante. Les viene perfecto lo de “cadena”…

En esta puja occidental por ver quién es más duro con la bárbara Rusia, nuestra querida patria no iba a quedar atrás. Y vemos inflados de orgullo cómo España no solo no acaba en los Pirineos, sino que bien allende hemos dejado suelto por Bruselas al valiente Borell, hecho todo un valido va-t-en-guerre como el que más. ¡Qué bien lo ha reflejado en su última viñeta nuestro Malhumorgráfico insurgentiano!

Pero la verdad es que igual es más comprensible de lo que parece la histeria guerrera de ese flamante “alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y vicepresidente de la Comisión Europea” (ahí es nada). Porque algo sabe de economía el hombre que fue el segundón más brillante en las carteras del dinero de los primeros gobiernos de nuestro no menos apasionado pro-occidental Felipe González. Y es que en el fondo, y desde bien atrás, la que están (de)formándonos mediáticamente tiene que ver con que no se vea cómo va realmente la economía por estos lares capitalistas. Por partida doble: en cuanto al diagnóstico macroeconómico y en lo que se refiere a las medidas-ataque que se prestan a aplicar a las micropersonas de a pie. De ahí que asistamos a la renovación de una farsa en dos actos que, de alguna manera, tome el relevo tras la guerra que nos ha dado el virus.

Por un lado hay que seguir tapando la podredumbre del sistema capitalista y, dentro de él, la especial y veterana querencia estadounidense por incendiar todo con tal de prolongar su hegemonía. Y en esa carrera obliga a la propia UE a compartir el papel de Nerón aunque, en principio, la no menos imperialista UE partía con una agenda explícitamente menos guerrera.

Hay que seguir tapando miserias propias, sí. La crisis que estalla en 2007-2008 en el corazón mismo del sistema capitalista nunca se ha resuelto. Han intentado exportarla, entre otras cosas, de la mano del endeudamiento y del sometimiento financiero de la periferia así como de la provocación de guerras más o menos regionales cada dos por tres. Según el Instituto de Finanzas Internacionales, la deuda global alcanza cerca de 4 veces el PIB mundial, siendo la de los propios EEUU –campeón en la exportación de deudas y en la magia de inventarse el dinero- de cerca del 140% de su PIB, habiendo pasado de unos 5 billones de dólares en 2000 a 30 billones en 2022. Todo esto es insostenible y esa insostenibilidad es un factor de primer orden para tener al mundo en una constante desestabilización y provocación bélicas.

En este escenario, grandes países como Rusia que, de objeto del deseo de ser comidos a cachos, bien al contrario mantienen la potencia militar heredada de su pasado socialista, esos países como Rusia, sencillamente sobran. Y hay que cercarlos y minarlos hasta hacerlos implosionar (por segunda vez) como sea. Y hay que fabricarle enemigos hasta en la sopa. Jugando también con esta, con las cosas del comer.

Así, igual que utilizaron la pandemia, intentan ahora culpar de la crisis y la inflación al demoníaco y viral Putin. Hay que tapar entonces toda podredumbre del sistema capitalista mundial, no vaya ser que a cada vez más pueblos les den por preguntarse si no solo a los rusos les conviene sembrar futuro con buena parte de su pasado soviético.

En ese sentido -y he ahí el segundo aspecto de la farsa- nuestros enemigos de clase (ahora “amigos de la paz”) sueñan que cuando haya manifestaciones contra los recortes sociolaborales directos y los indirectos de la inflación que se desmadra, esas manifestaciones no se hagan contra el gobierno de turno y demás cómplices de la politiquería, sino que se realicen en las embajadas y consulados de Rusia porque “evidentemente” todo estas medidas de recortes que “nos vemos obligados a tomar” es por culpa del malvado Putin.

Para que no se hagan realidad esos sueños perversos de desviar la diana popular de su verdadero enemigo, la gente progresista en general no puede ir más a la defensiva y paralizarse. Habrá que ser decididos contra la farsa en curso. Y si es preciso, no solo hay que denunciar toda la demonización contra los rusos y la agresión mediática que están perpetrándonos. Habrá que tomar toda clase de distancia con los de arriba y hasta con los ninistas de al lado. Y que nos ladren lo que quieran cuando proclamemos bien alto: tras el desastre de la caída de la Unión Soviética, menos mal que allí… no cayó todo. Porque sencillamente es una verdad como un puño (sic).

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¿No a la guerra…? ¿Pero a qué guerra? :

 

¿No a la guerra…? ¿Pero a qué guerra?


DIARIO OCTUBRE / marzo 7, 2022

 


Petri Rekabarren.— Los y las vascas nos negamos a entrar en la OTAN pero el Estado español nos metió a patadas en esa organización terrorista y ahora el gobierno que dice ser el más «progresista» de la historia nos ha metido en la guerra que la OTAN ha iniciado en Ucrania con las repúblicas populares del Donbass, que también es contra la clase trabajadora ucraniana que rechaza el nazismo y el régimen corrupto impuesto por un golpe de Estado organizado por el imperialismo, y contra Rusia como primera frontera a destrozar para intentar llegar hasta China. Mientras tanto, al proletariado, al pueblo trabajador, se le impone el pacifismo absoluto como única forma lícita de responder a las injusticias que sufre cada vez más.

Recientemente, un editorial del diario El País se titulaba así: La legitimidad de las armas. No hace falta explicar aquí cómo retuerce la historia y qué «legitimidad» defiende: es «legítimo» armar a un régimen tirano impuesto por un golpe de Estado dirigido por la CIA para que consiga por fin y tras ocho años de ataques aplastar al pueblo del Donbass y hacer hincar la rodilla a Rusia para que, derrotada, no se resista al saqueo de sus recursos por el imperialismo. Este es uno de los cuatro frentes mundiales en los que el imperialismo está movilizando sus fuerzas, siendo los otros tres: Taiwan para provocar a China, Irán y Venezuela-Cuba, pero «la legitimidad de las armas» vale también para el resto de la casi inacabable lista de pueblos bajo presiones de Occidente.

Lo que ahora más nos interesa analizar es la belicosidad de la burguesía vasca y el pacifismo de algunas izquierdas a la luz de la experiencia histórica, del contexto y de la estrategia revolucionaria. La consiga abstracta «No a la guerra» favorece objetivamente a la OTAN porque oculta el hecho de que ya existía otra guerra anterior que continúa y continuará si no es parada por la intervención militar rusa y por la independencia del Donbass: las repúblicas populares del Donbass eran aterrorizadas con bombardeos indiscriminados durante ocho años, el pueblo ucraniano sometido a un régimen corrupto y de extrema derecha vendido a Estados Unidos y la OTAN, y Rusia y Bielorrusia cada vez más amenazadas económica y militarmente por el imperialismo otanista.

Que la burguesía vasca, integrada en la lógica imperialista franco-española, apoye el rearme masivo de los nazis ucranianos enseña qué modelo socio-económico y político quiere para Euskal Herria aunque no puede imponerlo del todo porque se lo impide el pueblo trabajador: la derechización y la violencia crecientes de sus fuerzas represivas en Vascongadas y Nafarroa, así como el peso de la derecha en Iparralde, lo confirma. El pacifismo de las fuerzas soberanistas y reformistas impide o retrasa la concienciación revolucionaria, facilita la pasividad ante la explotación y pulveriza la ética humana reduciéndola a una papilla insípida, inerme e inerte.

Nosotros ni estamos ni debemos estar contra «todas» las guerras: apoyamos las guerras defensivas de las clases y naciones explotadas, estamos a favor de las justas resistencias populares contra las opresiones e injusticias que sufren las clases trabajadoras, legitimamos el derecho y la necesidad de la resistencia, de la rebelión y de la revolución. Las repúblicas populares del Donbass tienen el derecho de defenderse, más aún, tienen la necesidad de defenderse con cualquier medio que estimen conveniente contra el terror ucraniano, contra su lengua y cultura, contra bombardeos indiscriminados, atentados selectivos, guerra económica permanente, mentira y manipulación sistemática… Esos y todos los pueblos agredidos tienen la necesidad y el derecho de recibir ayuda solidaria internacional, pero los nazis y contrarrevolucionarios no tienen en absoluto el derecho a asesinar y a recibir ayudas para que sigan asesinando.

Sin mayores precisiones ahora, asumimos el derecho de Rusia, Bielorrusia, Nicaragua, Siria, Venezuela, Argelia, Corea del Norte, México, Cuba, Palestina, Sáhara, Vietnam, Perú, China, Bolivia, Líbano, Kazajistán, Armenia, Irán, Honduras, Yemen, Irak, Mali…, todos ellos pueblos con Estado propio, para defenderse como crean necesario de ataques y amenazas exteriores y sus respectivas formas de agresión interna, de golpes militares, de provocaciones de toda índole, etc., organizadas por el imperialismo. Sobre todo asumimos la dialéctica entre derecho a la resistencia y necesidad de la resistencia para las naciones oprimidas a las que se les impide por la fuerza de las armas tener un Estado propio que garantice su independencia.

La burguesía borra la historia, tergiversa, falsea y descontextualiza las agresiones permanentes contra el Donbass y la multiplicación de sus amenazas contra Rusia y antes contra la URSS. No puede permitir que se conozca que la razón de sus crímenes no es otra que aumentar su capital a costa de estos pueblos. Además, les responsabiliza de los efectos terribles que esa prolongada estrategia está provocando en el agravamiento de la crisis mundial: la carestía, la inflación, el desabastecimiento creciente, el desempleo… no son debidos a una crisis que se arrastra desde 2007 provocada por la codicia del capital, sino a la resistencia del Donbass y ejercicio de Rusia del derecho de ayudarle y de defenderse a sí misma. Por lo tanto, dice la burguesía, hay que suprimir esos derechos, hay que seguir oprimiendo al Donbass y hay que obligar a rendirse a Rusia. Así están anunciando lo que nos espera si incrementamos nuestras movilizaciones y luchas para reconquistar los derechos que nos están arrebatando desde hace años.

El reformismo, el soberanismo «transformador», cierra ojos y oídos e intenta convencernos de que la diplomacia, la paz y los acuerdos en base a la legislación vigente es la única alternativa en este y en todos los demás «problemas», como si la opresión de los derechos fuera un mero «problema», y ocultando sobre todo que esa ley es la impuesta por el opresor para servirle a él. De esta forma, el reformismo se posiciona objetivamente en la defensa del capital, del imperialismo, de la OTAN. Independientemente de sus ilusiones y fantasías subjetivas, es un pilar del sistema como se aprecia en su apoyo al gobierno belicista español, que ha implementado el mayor gasto militar desde la llamada transición, que es el gobierno de la Unión Europea que más gasta en fuerzas represivas, que recorta derechos elementales, que es una pieza clave de la OTAN… Defensa de este gobierno y por tanto defensa del Estado español tanto más dañina para el pueblo cuanto que, además, este debe renunciar al derecho sacrosanto e inalienable a la rebelión contra la injusticia.

Nuestro SÍ contundente a la justa guerra defensiva de los pueblos va más allá que la simplona consigna de «OTAN no. Bases fuera» porque no va a la raíz del problema: las bases de la OTAN no pueden irse a ningún lado porque el Estado español es en sí mismo una base de la OTAN y porque el gobierno del Estado español es solo el despachito dentro de la base otánica para comunicar a los súbditos de su Majestad las órdenes provenientes del Pentágono o de cualquier cabo del ejército yanqui. «OTAN no. Bases fuera» solo tiene sentido si se transforma en «España no. España fuera».

Nos enfrentamos, por tanto, a una tarea dura, prolongada, peligrosa pero necesaria en su sentido pleno, es decir, de necesidad de practicar el derecho elemental a la libertad y a la vida. Mientras exista la OTAN y unida a ella la monarquía militar inherente al Estado español, no seremos libres y estará en peligro nuestra vida. Ahora bien, superar esta necesidad vital, que por ello es más que un simple derecho abstracto, nos exige una praxis comunista e independentista que, por un lado, se base en las más recientes expresiones de la lucha de clases y, por otra parte, integre las lecciones positivas y las victorias obtenidas durante la larga lucha nacional de clase de nuestro pueblo y especial en los últimos setenta años. Uno sin otro no se sostiene la praxis comunista.

Por ejemplo, de cara a la intensificación de la lucha de clases en respuesta al endurecimiento de la explotación, es necesario conocer mediante la práctica sostenida en el tiempo la complejidad de las fracciones del proletariado vasco, de sus niveles y ramificaciones que dan forma al pueblo trabajador en su conjunto, y a la vez conocer las formas que adquiere el movimiento popular en el capitalismo actual bajo la actual opresión nacional franco-española bajo la dominación imperialista. Cualquier confusión o dogmatismo en estas y otras cuestiones, resulta mortal.

De entre los muchos problemas que se han agudizado recientemente y sobre todo desde la intervención preventiva de Rusia en defensa del Donbass, adquieren más relevancia aún los de la solidaridad internacionalista, los de defensa del derecho a la rebelión y la denuncia teórica y ética del pacifismo y en especial de la mitología de la «mujer pacífica», los del papel de la cultura y la prensa en la guerra psicopolítica, los de la lucha contra el empobrecimiento y la represión, los de prefigurar prácticas proto-socialistas de emancipación que demuestren que el comunismo es una necesidad imperiosa y también un deseo factible, etc. Es urgente avanzar en estas reflexiones y en estas prácticas. Avancemos.

Petri Rekabarren Euskal Herria, 6 de marzo de 2022

FUENTE: boltxe.eus

 

Maelstrom

 

Estallaron las tormentas. Del drama de la guerra en Ucrania al sainete local de la crisis del PP. Putin ha decidido guerra con un cálculo político que siempre suele subvalorar la complejidad de las respuestas. Y el papel de la Unión Europea, penoso.


Maelstrom

Albert Recio

EL Viejo Topo

7 marzo, 2022 

 



Febrero caliente

En pleno anticiclón climático estallan las tormentas. Se venían larvando desde hacía tiempo y se han concentrado al final de febrero. En el plano nacional e internacional. Se trata de fenómenos inconexos, que obedecen a dinámicas específicas. Pero bajo estas historias independientes, desiguales en su dramatismo y consecuencias, subyace un contexto común, el de la crisis de un fin de período. Y aunque en ambos casos exigen también que la gente de izquierdas se plantee su papel, entienda como le conciernen cosas tan dispares como la crisis del principal partido de derechas y una guerra en un territorio lejano.

Del drama oriental…

Cuando escribo esta nota la guerra es ya una realidad. Y la ha declarado Putin. Y, sabemos por experiencia, que una vez se declara la guerra la información se trastoca en propaganda. Putin nos ha facilitado la información, con su insostenible justificación. Como hoy mismo ha explicado Rafael Poch, estamos ante un conflicto entre dos potencias decadentes que no pueden abandonar ni sus sueños de grandeza ni sus viejos hábitos militaristas. Y una vez más observamos que cuando se empieza una escalada verbal al final aparecen las armas. Y las muertes y los destrozos de vidas e infraestructuras. Y la proliferación de la cultura del amigo-enemigo. Solo nos queda esperar que el otro bando sea más sensato y no tome el órdago como una invitación a la respuesta brutal. Muchas de las grandes guerras empezaron así. Y muchos grandes fiascos han empezado con ideas equivocadas de la propia fuerza. He leído algo sobre guerras y una característica de todas ellas es que quién la lanza está convencido de su superioridad estratégica y de que la victoria es pan comido. No podemos influir en Putin, pero si en nuestros gobiernos para impedir que el conflicto vaya a más y se consiga frenar la acción militar. Putin es sin duda el primer responsable, pero llevamos meses con un bombardeo informativo que más bien parecía que había interés en que adoptara esta decisión que en ofrecer una salida pacífica.

La guerra es siempre un desastre. En primer lugar, para la población de Ucrania y en menor medida la de Rusia. Muertes, desplazamientos de población, desabastecimiento, ruptura de redes sociales, brutalidad son siempre efectos directos de las acciones bélicas. La gravedad de estos efectos depende de la extensión y duración del conflicto. Si, en lugar de la contención, Estados Unidos y sus aliados optaran por la respuesta bélica, aunque sea de “baja intensidad”, los impactos serían incalculables. Queda incluso la incógnita de ver si la guerra con armas se trastoca en una guerra cibernética que puede desestabilizar sociedades dependientes de unas tecnologías tan vulnerables. Y son seguros los efectos económicos directos (aumentos de precios de materias primas, caída del comercio internacional) e indirectos (adopción de políticas económicas antiinflacionarias, aumento del gasto bélico en detrimento del gasto civil, etc.).

Putin ha decidido guerra con un cálculo político que siempre suele minusvalorar la complejidad de las respuestas. No parece que en el plano militar se aprenda nunca. Hitler no entendió el peligro de invadir Ucrania. Los norteamericanos llevan una larga experiencia de guerras que han salido mal, y los mismos rusos olvidan el fracaso de Afganistán. El uso de la fuerza bruta y la autoconfianza de los altos mandos siguen llenando el planeta de desastres a cual más atroz.

No se puede perder de vista que más allá de la responsabilidad de la élite dirigente rusa se ha llegado a esta situación por un cúmulo de trayectorias e inercias históricas que vale la pena subrayar. Empezando por la larga tradición autocrática de la Rusia zarista, de la que Putin se siente heredero (y que los bolcheviques no supieron liquidar), y siguiendo por todo el desastre generado por la forma como se liquidó el régimen soviético con la clara intervención de las instituciones occidentales. El modelo de implantación de una economía de mercado de manual, lejos de facilitar una transición hacia un capitalismo regulado con instituciones de bienestar, devino en un saqueo privado y la implantación de una economía oligárquica centrada en la producción de materias primas. También la agresiva expansión de la OTAN, y la aceptación como democráticos de regímenes que negaban la nacionalidad a la población de origen ruso, han contribuido a reforzar los fantasmas paranoicos que atenazan a Putin. Ni se cerró el clima de enfrentamiento (que hubiera exigido disolver la OTAN y crear un nuevo espacio europeo de Cooperación y Seguridad) ni se propició la creación de economías en la búsqueda del bienestar.

El papel de la Unión Europea en toda esta historia ha sido penoso. Incapaz de tener una propuesta propia, siempre a remolque de Estados Unidos. Dando por buena la extensión de occidente sin miramientos ni reflexión. No es casualidad que alguno de los mayores problemas internos de la propia UE provengan de países como Polonia y Hungría, con gobiernos claramente autoritarios. Ni que, al menos a corto plazo, vayan a ser los países europeos los damnificados directos en aspectos económicos de la propia guerra. Estamos emparedados entre los restos de dos imperios declinantes (pero que conservan una enorme capacidad letal) y tenemos unos gobernantes incapaces de desarrollar una política que garantice de verdad paz, bienestar y democracia.

… al sainete local

Comparado con lo de Ucrania, la crisis del PP es un juego de niños. Pero, localmente, ha sido un espectáculo que nadie esperaba. Ha puesto en evidencia varias cuestiones. Que el PP sigue siendo un nido de corrupción y su opción prioritaria tratar de esconderla. Que tenían un liderazgo inepto, que le venía grande a Casado y a sus colegas, los cuales fueron incapaces de adoptar una línea coherente ni de aunar voluntades cuando saltó el escándalo. Que Ayuso y los suyos son este espécimen de personas tóxicas que están dispuestas a todo con tal de imponer sus intereses. Por desgracia este tipo de personas los encontramos también en otros muchos espacios: no son patrimonio exclusivo de la derecha. En el partido el único pegamento firme es la posibilidad de mantener o pillar cargo y la mayoría de decisiones se adoptan en función de esto. Que el deterioro orgánico del PP es importante y está relacionado con la pérdida de monopolio del espacio de la derecha y de la frustración por la existencia de mayorías alternativas en el país. El error de Casero cuando les había salido bien la maniobra de la reforma laboral puede haber ahondado esta frustración. La crisis del PP abre nuevas incógnitas sobre el liderato de la derecha y el crecimiento de Vox genera nuevas dudas sobre su línea política.

Se trata de una historia local, muy diferente a la anterior. Aunque, al igual que la crisis internacional, su situación se enmarca en una dinámica relacionada con toda la evolución social nacida de la globalización, el final del capitalismo keynesiano. La mayor parte de la derecha europea que primero rompió el capitalismo regulado de postguerra, se asoció al neoliberalismo y la globalización ha entrado en crisis por la propia dinámica que esta opción ha desvelado. La misma corrupción que ha salpicado en muchos países (aunque en el caso del PP ya venía de marca) es en parte producto del enfoque ultraliberal, depredador, que han propugnado los ideólogos neoliberales. Aprovecharon a lo bestia la crisis de 2008-2010 y a cambio generaron nuevos problemas y contradicciones. Ello se ha traducido en la emergencia de una nueva derecha antiliberal, antidemocrática, identitaria, que quizás no tiene la capacidad de ofrecer una alternativa creíble, pero si la de desestabilizar no sólo a la derecha sino al conjunto de la sociedad. Por esto, tras habernos reído y avergonzado de las trifulcas peperas de los últimos días, debemos preocuparnos de hacia dónde nos va a llevar su crisis. Los buenos deseos de la gente de orden es que vuelva un partido de orden que ayude al PSOE a “centrar la política”, a domesticar un poco el capitalismo más insensato a un precio módico. Pero el lastre de la corrupción endémica, las dudas ante Vox, los propios tics derechistas y el desconcierto ante un gobierno de coalición que no se rompe a la primera no garantizan ni que se pueda dar una recomposición pacífica ni que la próxima vez el terremoto no nos afecte. Lo que pueda pasar en los procesos electorales de otros países, por ejemplo Francia, puede también decantar dinámicas aquí.

Mirando a la izquierda

Se trata de dos conflictos ajenos al enfrentamiento izquierda-derecha. Nadie considera a Putin defensor de otros intereses que no sean los de su oligarquía (aunque no se pueden descartar despistados de los que siempre necesitan apuntarse a uno de los dos mandos en pelea). Y, por tanto, esta es una guerra en la que sólo tenemos que tomar partido en contra de ella misma y sus promotores (como ya lo hicimos antes en todas esas guerras que vienen sucediéndose desde el inicio del período neoliberal). Por esto ahora cuando nos insultan nos tratan de ingenuos, de indocumentados. Y por esto hay que saber dar respuestas en una sociedad europea que va a vivir traumatizada la invasión de Ucrania, como antes vivió traumatizada los atentados yihadistas. El «No a la guerra» necesita reforzarse con ideas claras acerca de cómo evitar la violencia, la carrera armamentística y los intentos de convertir a los países ricos en ciudadelas con muros reforzados.

La pelea del PP es cosa de los otros. Pero en una sociedad donde los bloques políticos están consolidados sus escándalos no van a provocar grandes movimientos sociales. Es posible incluso que acaben reforzando las tendencias más inciviles, reaccionarias, de la derecha. El desconcierto ante los efectos de la globalización, sobre el impacto de la crisis ecológica, sobre movimientos migratorios de origen diverso (refugiados bélicos y climáticos, efecto llamada de la crisis demográfica, etc.), o sobre la crisis del patriarcado constituyen las bases sobre las que esta nueva derecha construye su fuerza. Y tiene una nueva oportunidad de reforzar su predicamento. Por esto mejor que después de pasar un buen rato con las desventuras del club de Génova, empecemos a preocuparnos por encontrar líneas de propuesta, de acción, de formación, de iniciativa para conseguir que no se produzca una reacción social que empeore aún más la situación.

La sequía ha derivado en tormenta tropical. Urge desarrollar las respuestas para que no acabe en desastre. Se acabó el espectáculo. Porque los peligros y los problemas que han generado estas explosiones siguen presentes y amenazantes.

Fuente: Mientrastanto.org.

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domingo, 6 de marzo de 2022

El «subidón del azúcar» se desvanece en la economía. [El a, b, c de andar por casa sobre la guerra de Ucrania, que tampoco es que sea una guerra de Ucrania, sino un crimen mediante la guerra que mantienen entre sí diferentes grupos de capitales para apropiarse de los recursos que hay en Ucrania, es el siguiente: un billón es un inocente número 1 al que se le añade doce ceros a la derecha, aquí va casi todo de derecha, tal que así: 1.000.000.000.000. Y ahora para que no se me acuse de espía subcutáneo en tiempos de paz a favor del comuni y quede salva mi responsabilidad toquen madera contra el mareo, porque verdaderamente el asunto podría resultar mareante para las personas de sensibilidad mareosa, o sea, que son proclives al mareo. No me vengan luego diciendo que no lo avisé y que por mi culpa esto y lo otro. En España durante el año pasado los trabajadores produjeron bienes por un valor de UN BILLÓN CUATROCIENTOS VEINTE MIL DOSCIENTOS DOS NOVECIENTOS NOVENTA Y CUATRO NILLONES DE EUROS, o sea, 1.240.220.202.994 millones de euros, de los que por el alma la abuela los mismos trabajadores pagaron el 1,5% para financiar la compra de ristras de chorizos, zapatillas, escopetas, tanques, tancas, bombas de mano, bombas de pie, aviones, avionas, barcos, barcas, salarios, primas, primos, el Copón con ruedas para la OTAN, pagos a sus serviciales y que se me yo qué cuantas cosas más aparte de la propaganda de marketing, financiaciones financiadas, etc., etc., etc., etc. y otra etc. más que las etc. no tienen porque escasear, es decir, que para la guerra y autodestrucción de los propios trabajadores pagaron estos más de 21.000.000.000 millones de euros. Me cachis en la mar mi padre tiene un barco y yo de la Casa de Campo al gimnasio, del gimnasio a la Casa de Campo y que estoy hecho un mulo, con lo bien que nos habría venido a los trabajadores un partido de izquierdas que nos hubiera explicado, entre otras cosas, como utilizan la guerra los alicates del capital para enriquecerse a costa del trabajo, el sufrimiento y la sangre de los trabajadores, de modo que llegado un día y siendo el trabajador consciente del papel que desempeña en la vida, de pronto se pudiera presentar en la casa de la OTAN diciéndoles a sus habitantes: ¡Quietos paraos. Quedáis todos detenidos por alicates del capital en nombre de la justicia social! Que la justicia social es dar a cada cual lo suyo, que tampoco tiene más misterios.]

 

Las tasas de interés del mercado están aumentando, con el riesgo de una crisis de deuda corporativa. Según el FMI, la mitad de las economías de bajos ingresos están en peligro de incumplimiento de la deuda. ¿Se avecina otra recesión?


El «subidón del azúcar» se desvanece en la economía

 

Michael Roberts

El Viejo Topo

6 marzo, 2022 

 

A principios de enero, publiqué mi pronóstico económico para la economía mundial en 2022. Argumenté que, aunque era probable que las principales economías capitalistas crecieran durante 2022, también era probable que el PIB real, la inversión y el crecimiento de los ingresos fueran mucho más lentos que el rápido repunte en 2021 tras la caída de la pandemia global de 2020. El año pasado ha supuesto un salto en la recuperación, ya que las economías reabrieron después de la primera y segunda oleadas de COVID de 2020. En las principales economías, especialmente en los Estados Unidos, ese repunte se ha visto favorecido por una inyección significativa de crédito fácil, tasas de interés cero y un gasto fiscal considerable. Este rebote fue similar al «subidón del azúcar» que obtenemos si ingerimos una gran cantidad de cosas dulces para ponernos en marcha. Hay un gran impulso, pero no dura.

Y ese parece ser el caso a medida que entramos en 2022. Se habló mucho del crecimiento anualizado del 6,9% del PIB real en EEUU en el cuarto trimestre de 2021, mucho más alto que el 2,3%  del tercer trimestre y muy por encima de las previsiones del 5,5%. Fue el mayor crecimiento del PIB en cinco trimestres. Pero esta tasa de titular oculta algunos agujeros serios en la «historia del crecimiento». La mayor contribución a ese 6,9% provino del almacenamiento de inventario (4,9% pts) – aparentemente los concesionarios de automóviles de han reabastecido de vehículos que aún no se han vendido. El gasto de los hogares contribuyó con un 2,2 %  y la inversión empresarial solo un 0,28 %. Las exportaciones netas (exportaciones menos importaciones) no contribuyeron nada; y el gasto público hizo una contribución negativa del 0,5%  (ya que los impuestos superaron el gasto). Dejando de lado los inventarios, la economía estadounidense se expandió solo un 2% en el cuarto trimestre. Durante todo 2021, la economía estadounidense creció un 5,7% después de contraerse un 3,4% en 2020. El PIB real de los Estados Unidos es ahora un 3,1% más alto que antes del COVID en 2019, pero todavía un 1,2% inferior al PIB tendencial si no hubiera habido la crisis del COVID.

De hecho, si consulta el nuevo rastreador semanal del PIB de la OCDE basado en los índices de actividad de Google, el PIB real de los Estados Unidos estaba cayendo en enero y la brecha entre el crecimiento actual y la tendencia anterior al COVID se estaba ampliando, a -2,8% por debajo del crecimiento de la tendencia anterior a COVID. Y ha estado retrocediendo desde noviembre de 2021 bajo la presión de la ola de Omicron.


Rastreador semanal del crecimiento de la OCDE

La semana pasada, el mercadode trabajo de los Estados Unidos aumentó en 467.000 empleados más según estimaciones oficiales, mucho más de lo esperado y en contraste con una encuesta sobre el empleo en el sector privado (llamada ADP), que perdió 301.000 empleos. Una vez más, la noticia era que la economía estadounidense estaba dando grandes pasos adelante para recuperarse de la recesión de la pandemia. Pero de nuevo, la cifrá principal ocultó algo de la verdad. La razón del fuerte salto en la cifra oficial fue una revisión de los datos del censo que había subestimado el número de estadounidenses que ya estaban trabajando en 2021. Pero se ajustó al aumentar las estimaciones de noviembre y diciembre. Después de explicar este ajuste único en el censo, los empleos en enero en realidad cayeron en 272.000 millones, mientras que la encuesta de hogares (otra medida de los puestos de trabajo) mostró una caída de 90.000, la peor caída desde el comienzo de la pandemia. La realidad es que solo el 80 % de los estadounidenses en el grupo de edad de trabajar principal (25-54 años) que tenían trabajo antes de COVID los siguen teniendo ahora.

Y las previsiones de consenso para el crecimiento del PIB real de los Estados Unidos en este primer trimestre de 2022 se han reducido drásticamente. El pronóstico GDPNow de la Reserva Federal de Atlanta se sitúa ahora en casi cero para el trimestre actual (aunque ese pronóstico sin duda aumentará a medida que lleguen más datos) y el pronóstico de consenso es solo de 2,5%.

El importante banco de inversión Goldman Sachs calcula que el crecimiento económico de los Estados Unidos se desacelerará a solo un 0,5% interanual en el primer trimestre de 2022. Eso es menos que su estimación anterior del 2,2% y GS también ha reducido su pronóstico para todo 2022 del 3,8% al 3,2%.

La historia es similar, pero peor para la eurozona. El PIB real de la eurozona aumentó un 0,3 % en el cuarto trimestre de 2021. Este fue el crecimiento trimestral más lento en 2021, cuando golpeó la ola de Omicron. Eso significó que el PIB real del cuarto trimestre de 2021 aumentó un 4,6 % en comparación con el cuarto trimestre de 2020. Para el año en su conjunto, el PIB real aumentó un 5,2% después de una contracción del 6,4% en 2020. Fue la expansión más rápida desde 1977, pero aún más lenta que el aumento del 5,7% de EEUU. Pero como en el caso de Estados Unidos, el aumento del PIB del cuarto trimestre fue principalmente por el almacenamiento de inventario y no por las ventas, por lo que la tasa de crecimiento caerá bruscamente en el primer trimestre de 2022. El crecimiento de la eurozona sigue rezagándose del de Estados Unidos. Estados Unidos está más cerca de su tendencia anterior al COVID del PIB (que ya era un débil crecimiento anual del 2,2%). La zona euro está un 2,5% por debajo de una tendencia mucho más débil del 1,2%.


Por ejemplo, Alemania está aproximadamente un 6 % por debajo de su tendencia anterior al COVID según la OCDE.

Así que las perspectivas de recuperación en 2022 ahora se estiman peores de lo previsto por el FMI en octubre pasado: los principales culpables, argumenta el FMI, son la variante Omicron Covid-19, la escasez de oferta y la inflación inesperadamente alta. La economía mundial se mantiene un 2,5% por debajo de su tendencia anterior al COVID y el FMI espera que el crecimiento global sea de alrededor del 4,4%, en EEUU solo del 4% (pero tenga en cuenta el pronóstico de GS anterior) y en China del 4,8%. Dados los datos actuales, estas previsiones parecen optimistas.

¿Por qué se está desvaneciendo el «subidón del azúcar»? No es solo el impacto de la ola Omicron. Las principales razones son las que describí en mi artículo de enero. En primer lugar, la pandemia de COVID ha dejado «cicatrices» significativas en las principales economías en puestos de trabajo, inversión y productividad del trabajo que nunca se podrán recuperar. Esto se refleja en un enorme aumento de la deuda, tanto del sector público como del privado, que pesa sobre las principales economías, como el daño permanente del «largo COVID» en millones de personas.

Estas «cicatrices» también implican una caída en la rentabilidad promedio del capital en las principales economías en 2020 a un nuevo mínimo, cuya reactivación en 2021 no fue suficiente para restaurar la rentabilidad incluso al nivel de 2019. Con la rentabilidad media en las principales economías en mínimos, no hay incentivos para aumentar la inversión lo suficiente como para impulsar la oferta. La inversión productiva de los Estados Unidos, aunque recuperada de la caída de la pandemia, todavía está por debajo de la tendencia anterior al COVID.

BEA, calcs de autor

Esto plantea un mayor riesgo de una crisis de la deuda en 2022 que implosionará la burbuja de activos financieros, alimentada por el crédito barato durante los últimos dos años. Tal es el tamaño de la deuda corporativa y el gran número de las llamadas «empresas zombi» que ni siquiera obtienen suficientes ganancias como para cubrir el servicio de sus deudas (a pesar de tasas de interés muy bajas), que podría producirse un colapso financiero.

Ya en enero, el enorme auge del mercado de valores se ha «corregido». En particular, las acciones de tecnología y medios que han impulsado el auge: Facebook, Alphabet, Microsoft y Netflix han caído junto con el fenómeno de los coches eléctricos de Tesla.

Y esa otra burbuja enloquecida del período COVID, las criptomonedas, también ha recibido un golpe.

El FMI ha señalado que la correlación entre los mercados de las criptomonedas y de valores ha estado aumentando fuertemente. «Las Cripto están ahora muy estrechamente vinculadas a lo que está sucediendo con las acciones. No podemos simplemente ignorarlo», dijo el director de mercados monetarios y de capitales del FMI, Tobias Adrian. Lo que esto muestra es que las criptomonedas no son una nueva forma de dinero, sino simplemente otro activo financiero especulativo que subirá y bajará con las acciones y los bonos.

En mi opinión, lo que ha llevado al enorme aumento de las tasas de inflación es la desaceleración de las principales economías y los continuos cuellos de botella de la oferta para satisfacer la demanda de los consumidores.

Eso se refleja particularmente en los precios de la energía, el principal motor de la inflación.

Y como he discutido antes, esto sitúa a los bancos centrales ante un dilema. ¿Suben sus tasas de interés políticas para tratar de controlar la inflación, pero corren el riesgo de una caída del mercado financiero y una recesión; o esperan que las tasas de inflación disminuyan este año y puedan evitar provocar una crisis? La respuesta es que no lo saben. Pero con las tasas de inflación todavía en aumento, los principales bancos centrales están invirtiendo a regañadientes sus políticas monetarias flexibles de los últimos diez años. La Fed está «reduciendo» sus compras de bonos y preparándose para aumentar las tasas de interés varias veces este año. El Banco de Inglaterra ya ha aumentado su tasa política dos veces mientras pronostica que la inflación alcanzará más del 7 %. E incluso el BCE está hablando de una política de «ajuste» a finales de este año.

La realidad es que los bancos centrales no tienen un control real sobre la inflación de todos modos. Pero aún así, lo están intentando. Como resultado, las tasas de interés del mercado ya están aumentando. El bono de tesorería de los Estados Unidos, el piso de referencia para el endeudamiento corporativo, está en aumento con rendimientos de hasta 50 pb.

Esto aumenta el riesgo de una crisis de deuda corporativa, dado el enorme sector de empresas en las principales economías que ya están en un estado «zombi» (es decir, no obtienen suficientes ganancias para «servir» sus deudas).

En cuanto a las llamadas economías emergentes, ya están en un estado desesperado. Según el FMI, alrededor de la mitad de las economías de bajos ingresos (LIE) están ahora en peligro de incumplimiento de la deuda. La deuda mundial ya ha alcanzado los 300 billones de dólares, o el 355% del PIB mundial. Se estima que un aumento de las tasas de interés del 1% aumentaría los pagos de intereses globales de los actuales 10 billones de dólares anuales a 16 billones de dólares, equivalente al 15% del PIB mundial. Y con un aumento del 2%, el coste de los intereses sería de 20 billones de dólares o el 20% del PIB. No solo varios países pobres se verán obligados a incumplir, sino que también muchas empresas más débiles en las economías avanzadas, causando un efecto rebote en el sector corporativo.

En los últimos 70 años, cada vez que la tasa de inflación de los Estados Unidos subía por encima del 5% anual, era necesaria una recesión para bajarla. Y los inversores financieros están tomando nota. Eso se refleja en lo que se llama la «curva de rendimiento» de los bonos del gobierno, es decir, la brecha entre la tasa de interés de los bonos a largo plazo (10 años) y los a corto plazo (3 m o 2 años). Esa «curva» se ha estado aplanando.

Históricamente, cada vez que la curva se aplana por completo o incluso se «invierte», es decir, la tasa de interés de los bonos a largo plazo es más baja que la de los bonos a corto plazo, generalmente sigue una recesión. La curva se está aplanando ahora porque los inversores esperan que la Reserva Federal suba bruscamente las tasas de interés este año. Si los inversores comienzan a pensar que la economía también se está desacelerando hacia el estancamiento, entonces comprarán bonos seguros a largo plazo y la tasa de interés caerá. La curva de rendimiento se invertirá. Será un indicador de que una recesión que se avecina.

Publicado originalmente en el blog de Michael RobertsTraducción de G. Buster en Sin Permiso.

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Kiev confirma muerte de un miembro de la delegación de negociación sin r...

El periodista Pablo González continúa detenido e incomunicado por el gobierno polaco

 

El periodista Pablo González continúa detenido e incomunicado por el gobierno polaco

 

KAOSENLARED / Por admin / 06.03.2022

 


Pablo González, lleva 6 días secuestrado por el gobierno polaco, detenido en condición de incomunicado. El gobierno del Estado español no reacciona ante esta afrenta a la libertad de informar y el libre ejercicio de comunicador.

Las acusaciones disparatadas del gobierno polaco lo califican de “espía ruso”. Aducen que es un peligroso agente de inteligencia prorruso a favor de Putin. Ante ello, no solo hay silencio desde el gobierno español sino desde la mayoría de los medios masivos que a lo sumo se limitan a reproducir información de agencias. De esta manera,  acatan con total pasividad estas acusaciones y normalizan la detención de Pablo González.

En un  escueto comunicado del gobierno polaco, éste  asegura que el periodista arrestado el 28 de febrero en la localidad de Przemyśl, en la frontera polaca con Ucrania, permanecerá en prisión preventiva tres meses, pero puede ser sentenciado a 10 años de cárcel por actos de espionaje. El comunicado agrega que Pablo “Realizó operaciones en beneficio de Rusia, beneficiándose de su condición de periodista, lo que le permitió viajar libremente por el mundo y Europa, incluyendo zonas de conflicto militar y territorios marcados por tensiones políticas“.

Ante la suma de acusaciones, falsedades y difamación para justificar su detención numerosas organizaciones de derechos humanos, plataformas y asociaciones de periodistas, así como sindicatos de base, exigen su inmediata puesta en libertad. El colectivo editorial de Kaosenlared se suma a esta reivindicación que exige el cese de la injusta detención y su urgente liberación.

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Confederación Rusa del Trabajo: Los trabajadores «de ambos bandos» serán los más perjudicados por la guerra. [Hola, abuelito, dímelo tú: ¿por qué los sindicatos mayoritarios dentro de los sistemas capitalistas, aunque capitalismo se diga en ruso o en calagurritano, están en la práctica siempre a favor de los poderes establecidos?]

 

Confederación Rusa del Trabajo: Los trabajadores «de ambos bandos» serán los más perjudicados por la guerra


KAOSENLARED / Por admin

 


Ante el ataque a Ucrania, una confederación sindical rusa que cuenta con unos dos millones de miembros pidió el viernes el «cese de las acciones militares» y la «reanudación del diálogo pacífico» entre los dirigentes de Moscú y Kiev, argumentando que los trabajadores de ambos países son las víctimas de la guerra.

«La Confederación del Trabajo de Rusia [KTR], como parte del movimiento sindical internacional, considerando sus responsabilidades directas con los trabajadores de Rusia, Ucrania y el mundo entero, y reconociendo su papel en la promoción y garantía de la paz entre los pueblos, está extremadamente preocupada por los acontecimientos que se están produciendo», dijo en un comunicado la organización formada por más de 20 sindicatos.

«Todos los desacuerdos y contradicciones -por muy profundos y antiguos que sean- deben resolverse mediante negociaciones, sobre la base de la buena voluntad y la adhesión al principio de la paz mundial», continuó KTR. «Esta visión ha sido parte integrante de la perspectiva global y antimilitarista del movimiento obrero durante más de un siglo, y se ha hecho realidad mediante el establecimiento de instituciones y mecanismos internacionales encargados de garantizar la paz.»

KTR señaló «con gran amargura» que «es el pueblo trabajador de nuestros países, en ambos lados, el que está sufriendo como resultado directo del conflicto militar».

«La intensificación del conflicto amenaza con un choque devastador para las economías y los sistemas de asistencia social de nuestras naciones, y una caída del nivel de vida de los trabajadores», añadió KTR. «Abriría la puerta a una ola masiva de incumplimientos de los derechos laborales de los ciudadanos trabajadores».

A la luz de estas observaciones, KTR pidió «el cese de la acción militar, lo más rápidamente posible, y la reanudación del diálogo pacífico y la coexistencia entre los pueblos multinacionales de Rusia y Ucrania».

Sin embargo, como señaló en las redes sociales Jeff Schuhrke, profesor de historia de la Universidad de Illinois en Chicago, actualmente no existe un consenso antibélico entre los líderes del movimiento obrero ruso.

La Federación de Sindicatos Independientes de Rusia -una organización mayor de 120 sindicatos con unos 20 millones de miembros, que según Schuhrke está «estrechamente alineada» con el presidente ruso Vladimir Putin- emitió una declaración de apoyo a la invasión de Ucrania por parte de Moscú.

Fuente: Poder Popular

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sábado, 5 de marzo de 2022

Medios publican datos sin fundamento sobre el conflicto en Ucrania

Dos confrontaciones en Ucrania. [Las cuentas en Ucrania, en San Ucrania o en Ucrania sí Ucrania no, a los trabajadores (0iga, que los trabajadores constituimos la inmensa mayoría de la población en cualquier parte del Planeta) no nos van a salir hasta que el análisis (oiga, que se dice análisis no chinchorretada) de la realidad, de la que Ucrania es una parte, no parta del conocimiento del funcionamiento dl capitalismo, de donde se podrá deducir que la guerra, la guerra moderna, no la que hacia el ser humano primitivo, es el último recurso en manos del capital (del capital, americano, español, ruso, francés, alemán o de Villabolsadeltresporcien en caja B) para lograr que sus capitales sigan creciendo: único y último fin del capitalismo. Conociendo el funcionamiento del capitalismo (que digo su funcionamiento no algunos de los efectos que produce) se puede demostrar que a partir de al crisis de 2008 al capitalismo no lo puede salvar ni María Santísima en Santa comunión, y todos a una, con el Misterio de la Trinidad, y en consecuencia, y hasta que desaparezca, los recortes sociales, el saqueo directo de los bienes públicos y, la guerra, guerra, guerrita, son los únicos recursos que le quedan para poder seguir creciendo. En fin, que a los trabajadores nos hace falta como el comer, beber y dormir, un partido de izquierdas que, lógicamente, primeo sepan sus dirigentes como funciona el capitalismo para que después no los puedan explicar a los demás para que podamos intervenir en política (que digo intervenir en política y no solo votar una vez cada cuatro años) sabiendo qué es lo que hacemos y para qué lo hacemos. Ahora ya podemos empezar a cantar la canción de Putin sí Putin sí, Putin no Putin no, o esta otra canción que es también muy guay: OTAN sí OTAN sí, OTAN no OTAN no; la de Paquito el chocolatero tampoco es moco de pavo que viene como anillo al dedo para la ocasión. Cantemos, pues. Todos al canto mientras los trabajadores se matan unos a otros en Ucrania, pero no solo en Ucrania, que hay decenas más de guerras organizadas por los mismos capitales]

 

Tras los primeros días de la invasión la confrontación recién comienza. El gran interrogante es el propósito inmediato de Moscú. ¿Busca ocupar el país? ¿Intenta forzar la caída del gobierno? ¿Pretende imponer sus demandas a un presidente sustituto?


Dos confrontaciones en Ucrania

 

Claudio Katz

El Viejo Topo

5 marzo, 2022 

 


En los primeros días de la operación militar el avance del ejército ruso ha sido fulminante. Destruyó los blancos preestablecidos e inutilizó la infraestructura de un rival infinitamente más frágil. No hay punto de comparación entre ambos bandos y si el resultado final dependiera del desenlace bélico, el triunfo de Rusia estaría asegurado.

Pero la confrontación recién comienza y el gran interrogante es el propósito inmediato de Moscú. ¿Busca ocupar el país? ¿Intenta forzar la caída del gobierno? ¿Pretende imponer sus demandas a un presidente sustituto? Con los tanques rodeando a Kiev, el paso del tiempo juega en contra del operativo.

SORPRESAS, REACCIONES E IMPREVISTOS

La impotencia de Occidente ha sido el dato más llamativo del escenario creado por la ofensiva moscovita. La decisión de Putin paralizó a sus rivales, que no optaron por ningún curso de acción para socorrer a su protegido. El presidente Zelensky verbalizó abiertamente ese abandono de sus guardianes (“nos dejaron solos”).

La desorientación de Biden es patética. Conocía el plan ruso que sus voceros publicitaron con gran anticipación, pero no programó ninguna respuesta. Desechó la escalada militar y también las propuestas negociadoras de Putin, sin considerar otras alternativas.

Ese desconcierto confirma que los reflejos de Washington siguen afectados por la reciente derrota de Afganistán. El Departamento de Estado enfrenta serios límites para involucrar a los marines en nuevos operativos y la misma resistencia a comprometer tropas se verifica en Europa. Por eso la OTAN se ha limitado a emitir vagos pronunciamientos.

Es evidente que las sanciones económicas serán irrelevantes si Rusia logra un éxito político-militar. Cualquier bloqueo financiero o comercial quedaría deshecho en la práctica por esa victoria. Moscú se ha preparado para resistir las penalidades. Acumuló grandes reservas de divisas y multiplicó los convenios de intercambio para afrontar el aislamiento. Pero esas prevenciones sólo servirán si consigue una victoria en el corto plazo.

Rusia ha perfeccionando la política de sustitución de importaciones para lidiar con las sanciones y es muy incierto el impacto de su eliminación del sistema internacional de gestión bancaria (Swift). Si Putin negoció con Xi Jin Ping una compra- venta masiva de productos podría contrarrestar el boicot de Occidente. Pero nadie conoce cuál es la convergencia efectiva de los dos gigantes que desafían a Estados Unidos.

Las sanciones son un arma de doble filo y podrían transformarse en un boomerang para Occidente, si afectan a las propias empresas transatlánticas. Las penalidades dispuestas en Londres contra los oligarcas rusos, ya generan por ejemplo ruido en otras operaciones del paraíso financiero inglés.

La belicosidad comercial contra Moscú acrecienta, además, el encarecimiento de los combustibles y los alimentos y erosiona también la recuperación económica pos pandemia. Rusia provee gran parte del trigo comercializado en el mundo, suministra un tercio del gas utilizado por Europa y aporta la mitad del consumido por Alemania. Si Berlín prescinde de su principal proveedor energético: ¿Quién resultará más afectado? ¿El vendedor ruso o el adquiriente germano?

Algunos analistas estiman que Putin cayó en una trampa concebida por Biden, para empujar a Rusia al mismo pantano que agotó a la URSS en Afganistán[1]. Pero Washington no maneja los hilos del operativo y es muy improbable que su balbuceante mandatario haya programado esa emboscada. Si la invasión igualmente se estanca, Moscú podría repetir en Kiev la tumba que se cavó en Kabul.

Faltan muchas secuencias para imaginar cuál será el desenlace del drama que vive Ucrania. Pero en cualquier caso los diagnósticos son secundarios frente a la caracterización del conflicto.

EL PRINCIPAL RESPONSABLE

Hay abrumadoras pruebas de la responsabilidad primaria del imperialismo norteamericano en la tragedia de Ucrania. En incontables ocasiones el Pentágono intentó sumar a Kiev, a la red de misiles montada por los nuevos socios de la OTAN en el Este de Europa. En 30 años la Alianza Atlántica se amplió de 16 a 30 miembros.

El cerco a Rusia fue iniciado por Clinton, violando todos los compromisos que restringían la presencia militar estadounidense a la frontera de Alemania. Ese límite fue corrido una y otra vez para reforzar una estrategia expansiva, que Bush alentó con la fracasada incursión bélica de Georgia (2008). Sus sucesores trabajaron para convertir a Ucrania en otro peón del dispositivo atlántico.

Washington ensayó múltiples vías para incorporar a Kiev a la OTAN y estuvo a punto de inducir un referéndum para forzar esa adhesión. De la revuelta de Maidán (2013) surgieron gobiernos enemistado con Rusia y el actual presidente Zelensky convirtió a Ucrania en un “socio de oportunidades mejoradas” de la OTAN (2020).

Putin señaló una y otra vez que la presencia de ese organismo en Ucrania representa una amenaza para la seguridad de Rusia. Ese país limita con sus principales socios europeos y comparte fronteras costeras con Turquía y los estados caucásicos. Mientras que los misiles emplazados en Polonia o Rumania pueden alcanzar a Moscú en 15 minutos, sus equivalentes en Ucrania lo harían en tan sólo 5 minutos. Rusia carece de cualquier instrumento equivalente en las cercanías del territorio estadounidense.

En los últimos años Ucrania recibió grandes suministros bélicos y el generalato reformó los rangos militares en línea con los estándares de la OTAN[2]. El país quedó ubicado en el tercer lugar de la “ayuda” económico-militar de Washington y recientemente adquirió misiles antiaéreos, diseñados para transformar el Mar Negro en una jurisdicción del comando occidental.

El Kremlin cuestionó durante años esa belicosidad y en las últimas seis semanas Putin propició un freno explicito a la conversión de Ucrania en una catapulta contra Rusia. Intentó negociar un nuevo status quo para proteger a su país del belicismo norteamericano, pero no obtuvo ninguna respuesta de la OTAN.

Las propuestas de Moscú contemplaban la exclusión de Kiev de ese organismo y el veto a la instalación de misiles. Promovía, además, un status de neutralidad para el país, semejante al que mantuvieron Finlandia y Austria durante la guerra fría.

Putin convocó también a consensuar otras medidas de distención global. Invitó a Washington a retomar un tratado anulado por Trump, que regula la desactivación de ciertos dispositivos atómicos (INF). El Departamento de Estado respondió con indiferencia, evasivas o insultos a esas ofrendas de paz. Rechazó especialmente la neutralidad de Ucrania, para evitar un precedente en el desmantelamiento de las baterías construidas por el Pentágono en Europa. Esa negativa intensificó el conflicto provocado por la agresiva expansión de la OTAN.

SOMETER A EUROPA

Washington alienta el belicismo en Ucrania para reforzar el sometimiento de Europa a su agenda. Repite su vieja receta de militarización para subordinar al Viejo Continente. Una funcionaria neo-conservadora del Departamento de Estado (Victoria Nuland) comanda esa estrategia desde el 2014[3].

El acecho a Rusia ya disciplinó a Bruselas y en pocas semanas el Pentágono impuso la movilización de tropas de España, Dinamarca, Italia y Francia. La crisis ucraniana ha servido para reforzar también el alineamiento pro-yanqui del Reino Unido pos-Brexit. Johnson difunde antes que Biden las sanciones económicas contra Moscú y fija el camino a seguir por sus ex socios del continente.

Francia perdió autoridad por la fracasada negociación que intentó Macron. Buscó crear un marco de tratativas distante del veto norteamericano, pero no consideró las propuestas de pacificación del Kremlin. En los principales temas -neutralidad de Ucrania y divorcio de la OTAN- mantuvo su total fidelidad a la Casa Blanca.

Alemania ha sido un premeditado blanco del belicismo norteamericano. El Departamento de Estado trató de bloquear la inauguración del gasoducto Nord Stream 2, que abastecería el combustible ruso por el mar Báltico, soslayando el actual tránsito por Ucrania. Washington enrareció el clima de toda la región, para impedir esa recepción germana de la energía provista por Moscú[4].

Estados Unidos toma en cuenta, también, la multiplicación por cinco del precio del gas natural en el último año. Busca desplazar a Rusia del mercado europeo para descargar sus excedentes de gas licuado, que ofrece a cotizaciones más elevadas que el competidor moscovita. Negocia incluso la construcción de un puerto en el Viejo Continente para recibir los delicados envíos de ese combustible. Su proyecto rivaliza abiertamente con el gasoducto ruso[5].

La maquinaria industrial germana necesita el abastecimiento energético externo y por esa razón Berlín intentó bajar el tono de la presión bélica estadounidense. Eludió la movilización de efectivos y sugirió que vetaría el uso de su espacio aéreo. Pero en ningún momento atenuó su enceguecido alineamiento con Washington y finalmente suspendió la inauguración del gasoducto. El efecto inmediato de la incursión de Putin ha sido la consolidación del bloque Atlántico bajo las órdenes de Washington.

LA ESCALADA DESDE KIEV

Europa ha jugado un papel complementario de Estados Unidos en el proyecto de convertir a Ucrania en un bastión de la OTAN. Tanto Washington como Bruselas propiciaron esa dinámica belicista desde la revuelta del Maidán (2013) y el posterior golpe contra el presidente Yanukovych.

Ese mandatario negociaba a dos puntas un auxilio financiero externo para paliar el quebranto fiscal del país. Su elección final del rescatista ruso en desmedro del salvador europeo desató la reacción de los manifestantes pro-occidentales, que precipitaron en las calles la caída del mandatario y la llegada de un presidente empeñados en acelerar el giro hacia a OTAN (Porochekno).

El Departamento de Estado motorizó ese viraje subiendo el tono de las tensiones con Rusia y fomentando en la población el apego liberal al sueño americano. Bruselas lucró, por su parte, con la ilusoria expectativa de transformar a Ucrania en una economía desarrollada por la mera adhesión a la Unión Europea. Alentó esa creencia para blanquear el brutal ajuste que en ese momento imponía a Grecia. Aprovechó el entusiasmo en Kiev con las banderas enarboladas de la UE (cuando eran detestadas en Atenas).

La euforia occidentalista que propagó el gobierno ucraniano repitió la norma de todos los procesos políticos recientes de Europa del Este. Pero añadió a ese patrón, una campaña anti-rusa y un nacionalismo exacerbado, que desembocó en provocaciones armadas contra la población ruso-parlante. Kiev estableció el ucraniano como único idioma oficial, afectando a todos los pobladores que no utilizan esa lengua. Inició, además, una andanada de acciones militares contra el sector afín a Rusia afincado en el Este.

Se suele computar que la mini-guerra interna de Ucrania ha generado 14.000 muertos y un millón y medio de desplazados en los últimos ocho años[6]. Pero el principal escenario de esas confrontaciones ha sido la región ruso-parlante del Donbass, como consecuencias de los atropellos perpetrados por los enviados de Kiev.

Esas agresiones son encabezadas por las corrientes ultra-derechistas que emergieron de la revuelta del Maidán. Todavía se discute si esa impronta reaccionaria estuvo presente desde el inicio del movimiento o emergió de su evolución posterior. Pero en cualquiera de las dos variantes el desemboque ultra-regresivo de ese proceso ha sido indudable.

Ucrania arrastra una dramática crisis económica por los adversos resultados de la restauración capitalista. Esa transformación fue completada con la misma intensidad que en Rusia y con el mismo modelo de apropiadores oligarcas provenientes de la vieja cúpula gobernante.

Pero las dos economías han seguido trayectorias muy diferentes. Mientras que las riquezas naturales de Rusia permitieron combinar los compromisos entre las elites con cierta estabilidad político-social, la declinación productiva de Ucrania agravó las desinteligencias por arriba y la insatisfacción por abajo. En un marco de estancamiento, retracción del consumo, endeudamiento público y deterioro fiscal, el PIB per cápita se asemeja a los años 90 y la gestión económica de Kiev está sometida a un estricto monitoreo del FMI[7].

Esa crisis profundizó la división previa de las clases dominantes del país entre sectores pro-occidentales del Oeste y pro-rusos del Este. El primer grupo ha buscado sumar al país a la Unión Europea ofreciendo mano de obra barata, primarización e irrestricta apertura comercial. Asumieron préstamos impagables y se comprometieron con ajustes irrealizables. La creciente integración a Europa (sin ingresar en la UE) acrecentó la dependencia de las finanzas de Bruselas y la atadura a las remesas que envían los emigrantes.

En el Este es escenario es distinto. Allí prevaleció el mantenimiento de la producción fabril junto al estrechamiento de los vínculos con Moscú. Los sectores gobernantes resistieron la demolición que auguraba el ingreso a la Unión Europea. Comprendieron que las fábricas de la región nunca podrían digerir los estándares de producción, tecnología y precios que exige Bruselas. Saben, además, que el acero ucraniano no podría sobrevivir sin la provisión del petróleo ruso.

Ucrania no pudo procesar esas tensiones regionales, conservado su unidad y la cohabitación de las dos zonas. El nacionalismo reaccionario anti-ruso alentado por el Pentágono destruyó esa coexistencia.

LA REACCIÓN DE MOSCÚ

La invasión a Ucrania ha sido la respuesta de Putin, a las incontables negativas que recibió su propuesta de negociar la neutralidad de ese país. Algunos pensadores consideran que se anticipó con una acción preventiva, al ingreso de su vecino a la OTAN[8]. Rusia acumula una terrible historia de sufrimientos por invasiones extranjeras y su población es muy sensible a cualquier amenaza. Después de lo ocurrido con Hitler la seguridad de las fronteras no es un tema menor.

Es evidente, además, que el imperialismo norteamericano sólo entiende el lenguaje de la fuerza. Basta observar el contraste reciente entre Afganistán, Irak o Libia con Corea del Norte, para confirmar ese predominio de códigos bélicos en las relaciones con Washington.

Después de amenazar una y otra vez a Pyongyang, ningún mandatario yanqui pasó a los hechos por el obvio temor que suscita una respuesta atómica. Rusia conoce esa dinámica y por esa razón algunos analistas sugirieron que Putin respondería al estancamiento de las negociaciones, con la instalación de misiles nucleares tácticos en Bielorrusia[9].

Pero el jefe de Kremlin optó por una invasión, que primero presentó como un operativo de protección de la población ruso-parlante. El Donabass volvió a recalentarse en los últimos meses, con nuevas oleadas de atentados derechistas que erosionaron el alto el fuego y forzaron la evacuación de la población civil.

Putin exagera cuando denuncia la existencia de un “genocidio” en esa región, pero alude a la comprobada violencia de las milicias reaccionarias. Se refiere a esos sectores cuando exige la “desnazificación” de Ucrania. Esa denominación no es una figura retórica vacía. Desde el 2014 las bandas ultraderechistas han impuesto una norma de violencia a todos los gobiernos de Kiev.

Esos grupos impusieron la prohibición del Partido Comunista, la erradicación del idioma ruso de la esfera pública y la purga de todos los vestigios de la era soviética (“descomunización”). Los derechistas desenvuelven una intensa actividad callejera y han creado unidades armadas con centros de entrenamiento, muy semejantes al modelo paramilitar fascista de los años 30[10].

En la primera línea de esas fuerzas se ubica el batallón neonazi Azov, que utiliza insignias calcadas de las SS del Tercer Reich. Reivindican las formaciones locales que colaboraban con Hitler contra a los soviéticos (OUN-UPA) esperando la concesión de una republica propia[11].

Estas vertientes fascistas han bloqueado todos los intentos de alcanzar una solución negociada, a partir del formato introducido en el 2015 con las tratativas de Minsk. Rechazan la reintegración del Este como región autónoma, con derechos reconocidos a la población rusoparlante. Como su principal bandera es la identidad nacional, objetan cualquier acuerdo que incluya el federalismo del Donbass.

Los derechistas observan esa solución como una capitulación inaceptable. Por eso sabotearon todos los armisticios para concertar amnistías mutuas y facilitar el libre tránsito de civiles. En sintonía con esa belicosidad, Zelensky cerró tres canales de televisión pro-rusos y aprobó una gran base de entrenamiento de los fascistas.

Pero la gran novedad del nuevo escenario es la decisión del propio Putin de enterrar los acuerdos de Minsk, que previamente alentaba como el marco más apto para avanzar hacia la neutralidad de Ucrania. En lugar de preservar ese contexto para reunificar al país, reconoció a las dos repúblicas autónomas del Este (Donestk y Lugansk).

Nadie sabe si esa solución es la preferida por ambas poblaciones, puesto que la consulta sobre su opción nacional sigue pendiente. Al igual que en Crimea, Putin define primero el status de una región, para complementar luego esa condición con algún procedimiento electoral.

Pero en este caso, el líder moscovita no se limitó a disponer el acotado ingreso de tropas para proteger a la población ruso-hablante. Una acción de ese tipo era compatible con la continuidad de las negociaciones de Minsk. Sólo reforzaba esas tratativas con garantías a la seguridad del sector más vulnerable. Optó por un curso totalmente distinto de invasión general al territorio ucraniano, asignando al Kremlin el derecho a derrocar un gobierno adverso. Esa decisión es injustificable y funcional al imperialismo occidental.

EL DESPRECIO AL PUEBLO

Estados Unidos comanda el bando agresor y Rusia el campo afectado por el cerco de misiles. Pero esa asimetría no justifica cualquier respuesta de los agredidos, ni determina el carácter invariablemente defensivo de las reacciones de Moscú. En el terreno militar, la validez de cada medida depende de su proporción. Ese parámetro es esencial para evaluar los conflictos bélicos.

Rusia tiene derecho a defender su territorio del hostigamiento del Pentágono, pero no puede ejercer ese atributo de cualquier manera. La lógica de los choques militares incluye ciertas pautas. No es admisible, por ejemplo, exterminar a un batallón rival por alguna violación menor a la tregua entre las partes.

Es cierto que la provisión de armas a Kiev por parte del Pentágono se incrementó en el último período, junto a peligrosas tratativas para sumar al país a la OTAN. Pero Ucrania no dio ese paso, ni instaló los misiles que atemorizan a Moscú. Las milicias fascistas mantuvieron su escalada, pero sin protagonizar agresiones de mayor alcance. La decisión de invadir Ucrania, rodear sus principales ciudades, destruir su ejército y cambiar su gobierno, no tiene ninguna justificación como acción defensiva de Rusia.

Putin ha exhibido un desprecio mayúsculo por todos los habitantes del Oeste ucraniano. Ni siquiera registra cuáles son los deseos de esa población. Incluso si Zelensky comandara el “gobierno de drogadictos” que ha denunciado, correspondería a sus representados decidir quién lo debe sustituir. Esa decisión no es una facultad del Kremlin.

Ninguna población del Oeste ucraniano simpatiza con los gendarmes que despachó Moscú. La hostilidad hacia esas tropas es tan evidente, que Putin ni siquiera intentó la habitual pantomima de presentar su incursión, como un acto solicitado por los ciudadanos del país invadido. Su ataque ha suscitado pánico y odio hacia el ocupante.

Ese mismo rechazo a la incursión rusa se verifica en todo el mundo. En incontables capitales se han realizado manifestaciones de repudio, mientras que en ningún lugar aparecen actos contrapuestos de apoyo al ejército moscovita.

Putin ha ignorado la principal aspiración de todos los involucrados en el conflicto que es el logro de una solución pacífica. Antes de la invasión el propio gobierno de Kiev afrontaba un gran rechazo interno a su escalada bélica. Hubo incluso indicios de gran oposición a la adhesión a la OTAN y a la consiguiente redefinición de la Declaración de Soberanía (1990) y la Constitución (1996) del país[12]. Esas metas pacifistas deben competir ahora con la derecha belicista, que convoca a la resistencia activa contra la invasión rusa.

Durante muchos años Washington, Bruselas y Kiev sabotearon la salida negociada, que actualmente atropella también Moscú. Putin se ha subido al carro belicista porque ignora los deseos de los pueblos involucrados en el conflicto. Guía su acción por los consejos de la alta burocracia, que gobierna en una conflictiva relación con los millonarios de Rusia.

Su invasión también apunta a regimentar a la población del Este ucraniano. Demoró ocho años el reconocimiento de esa autonomía, en contraste con la fulminante anexión de Crimea. Eludió la repetición de ese precedente por el protagonismo inicial del movimiento radicalizado de milicianos locales que derrotó a los derechistas[13]. Esos combatientes propiciaron la creación de una “república social” y actuaron muy brevemente bajo el mando de un líder apodado el Che Guevara de Lugansk. Enarbolaron estandartes de izquierda, reivindicaron al mundo soviético y retomaron la tradición bolchevique con recitados de la Internacional[14]. Para neutralizar esa radicalidad, Putin forzó desalojos de edificios y abandonos de barricadas, mientras monitoreaba el desarme de las milicias y la purga de sus dirigentes[15].

Cuando logró imponer su autoridad, congeló el status de las dos republicas (que mantuvieron la simbólica denominación de “populares”), a la espera de un resultado favorable de las tratativas de Minsk. Repitió la conducta de sus antecesores, que siempre negociaron en las cúspides desarticulando a los movimientos radicales. Después de varios años ha optado ahora por un nuevo curso de acción, tan inconsulto como el precedente. Con la invasión a Ucrania, el Kremlin favorece todos los mitos de la democracia occidental, que habían caído en desgracia por los fracasos que acumula el Pentágono. Putin le aportó a Washington lo que necesitaba, para reconstruir las falacias ideológicas deterioradas por lo devastación de Afganistán o Irak. Su aventura permite reavivar la contraposición entre la democracia occidental y la autocracia rusa. El Kremlin es nuevamente denostado con idílicas exaltaciones del capitalismo. El resurgimiento de esa ficción es una resultado directo de la incursión rusa.

Esa invasión ha brindado también un impensado impulso externo al nacionalismo ucraniano. Putin alimenta ese sentimiento, en una nación históricamente traumatizada por la presencia opresiva de los zares y las disputas con fuerzas austrohúngaras y polacas. Cualquiera sea el resultado geopolítico final de la invasión, su impacto sobre las luchas y la conciencia popular es terriblemente negativo. Y ese parámetro es la principal referencia que adoptan los socialistas para juzgar los acontecimientos políticos.

LA DENUNCIA DE LA OTAN

La incursión de Putin ha suscitado condenas que omiten la denuncia complementaria de la OTAN. Ambos planteos están presentes en muchos pronunciamientos de la izquierda, pero son posturas minoritarias frente al unilateral rechazo a la acción del ejército ruso.

Basta observar las consignas prevalecientes en las manifestaciones callejeras para corroborar ese clima. Los medios de comunicación son los principales artífices del blanqueo del imperialismo norteamericano. Subrayar esa culpabilidad es una prioridad del momento.

Los discursos en boga descargan toda la artillería contra “el expansionismo ruso”, ocultando la dominación imperial de los capitalistas. Se enaltece la democracia, la civilización y el humanitarismo de Estados Unidos, omitiendo que sus tropas pulverizaron a Irak y Afganistán.

Basta comprar el reducido número de bajas que prevalece hasta ahora en Ucrania, con las masacres inmediatas que consumaron los bombardeos del Pentágono en esos países, para mensurar el grado de salvajismo que acompaña a las acciones de la OTAN. Ese organismo demolió también a Yugoslavia hasta transformarla en siete repúblicas balcanizadas.

Francia no puede exhibir credenciales mejores, luego de la sangría que perpetró en Argelia. Y al cabo de su largo historial de matanzas en Asia y África, Inglaterra tiene poca autoridad para levantar el dedo.

La guerra de Ucrania ya convulsiona nuevamente Europa en un traumático escenario de refugiados. Para frenar esa tragedia se impone retomar un camino de paz, basado en la desarticulación de la principal maquinaria bélica del continente.

Ninguna distensión será perdurable, mientras la OTAN continúe moldeando a Europa, como una gran fortaleza de bases militares. Estados Unidos define acciones, perpetra operaciones secretas y maneja dispositivos bélicos, como si el Viejo Continente formara parte de su propio territorio. El fin de esa injerencia, el retiro de los marines y la disolución de la OTAN son demandas insoslayables para todos los defensores de la paz.

Los servidores del imperialismo norteamericano acallan esas exigencias y utilizan el rechazo a la invasión de Ucrania, para intensificar su campaña contra los “conquistadores rusos”. En América Latina denuncian la “infiltración” de Moscú, con un libreto extraído de la guerra fría. La derecha ya motoriza en Washington una nueva ley de “seguridad hemisférica”, para aumentar la presencia del Pentágono al sur del Rio Grande. Proponen afianzar el status de Colombia como principal aliado extra-OTAN.

Todas las fantasías que difunde la Casa Blanca sobre la arrolladora influencia de Rusia carecen de asidero. La presencia económica de Moscú en América Latina es irrelevante, en comparación al dominador estadounidense y al pujante rival chino.

Las contadas misiones militares de esa potencia fueron intranscendentes frente a los habituales ejercicios de los marines con los ejércitos de la zona. Ni siquiera las ventas de armas rusas han alcanzado en América Latina la gravitación que tienen en otras periferias del planeta. La incidencia de los comunicadores afines a Moscú es también irrisoria frente al colosal predomino informativo de Washington.

Pero el Departamento de Estado pretende aprovechar la conmoción creada por la invasión a Ucrania, para relanzar su ofensiva contra los gobiernos que incumplen sus órdenes. Aspira a recomponer el Grupo Lima, resucitar la OEA, neutralizar la CELAC, revertir las derrotas electorales de la derecha, contrarrestar el desprestigio de Estados Unidos durante la pandemia y retomar las conspiraciones contra Venezuela y Cuba.

En lo inmediato, Washington alienta las denuncias de la incursión rusa sin ninguna mención de la OTAN. Sus diplomáticos trabajan para lograr esos pronunciamientos de las cancillerías latinoamericanas. Cuentan con el caluroso sostén de los gobiernos derechistas (empezando por Colombia, Uruguay y Ecuador), pero buscan también la adhesión de los progresistas más sensibles a su presión. Las primeras declaraciones de Boric se encarrilan en la dirección propiciada por la Casa Blanca y contrastan con la neutralidad sugerida por Lula y López Obrador.

Argentina es un caso aparte. Alberto Fernández despotricó contra Estados Unidos en su entrevista con Putin, luego adoptó una postura equidistante y finalmente se sumó a la condena de Rusia sin ninguna mención de la OTAN. En muy pocos días adoptó todas las posturas imaginables, confirmando que carece de brújula y amolda su política exterior a las tratativas con el FMI. Por ese sometimiento al Fondo es una presa fácil de Washington.

LAS CONDICIONES DE LA AUTODETERMINACIÓN

La crítica al operativo de Putin es insoslayable en cualquier pronunciamiento de la izquierda. Pero ese posicionamiento debe ser antecedido por una contundente denuncia del imperialismo norteamericano, como principal responsable de la escalada bélica. Esa agresión no justifica la respuesta militar del Kremlin, que es muy contraproducente para todos los proyectos de emancipación. El apoyo a ese operativo es auto-destructivo y conspira contra la batalla por la democracia, la igualdad y la soberanía de las naciones.

Putin no se limitó a justificar su incursión como una acción defensiva frente a la OTAN. Ese argumento es insuficiente para explicar la desproporcionada respuesta de la invasión, pero cuenta con un algún basamento válido. El jefe del Kremlin fue más allá de esa evaluación y señaló que Ucrania no tiene derecho a existir como nación. Esa caracterización sitúa su operativo en otro plano más inaceptable de impugnación del derecho de un pueblo a decidir su destino.

El mandatario moscovita considera que Ucrania nunca conformó una real nación separada de la matriz rusa. Afirma que asumió ese artificial carácter por obra de los bolcheviques, que en 1917 concedieron un maligno derecho de separación. Ese atributo adoptó posteriormente un formato constitucional de unión voluntaria de repúblicas soviéticas. Putin culpabiliza a Lenin por ese quebranto del territorio ruso y considera que Stalin convalidó el mismo desacierto, al preservar una norma que toleraba la autonomía federativa de Ucrania[16].

Esta mirada de Putin contiene una implícita reivindicación del modelo opresivo previo del zarismo. Ese esquema se asentaba en la dominación ejercida por los gran- rusos sobre una vasta configuración de naciones. Lenin combatió esa “cárcel de los pueblos” que impedía a numerosos minorías manejar sus recursos, desarrollar su cultura, utilizar su idioma y desenvolver su senda nacional.

La resistencia contra esa opresión alimentó la gran batalla que desembocó en el surgimiento de la Unión Soviética. El derecho de las naciones oprimidas a su propia autodeterminación fue una exigencia confluyente, con los reclamos de paz, pan y tierra que desencadenaron la revolución de 1917. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas fue proclamada como una convergencia libre y soberana de esas naciones.

Ahora Putin rechaza esa tradición y desconoce la identidad de Ucrania, que se ubica en las antípodas del artificio objetado por el jefe del Kremlin. Ese país arrastra una larga y dramática trayectoria nacional, alimentada por las tragedias vividas en las guerras mundiales y en la colectivización forzosa.

Al igual que en otras zonas del mundo, la autodeterminación nacional discutida en Ucrania no es una aspiración sagrada, suprema, ni de mayor validez que las demandas sociales y populares. Es claramente utilizada por la derecha para potenciar el nacionalismo y los enfrentamientos entre pueblos. Pero Putin no objeta esa manipulación reaccionaria, sino el propio derecho a la existencia de un país.

Esa postura retrata la faceta más regresiva de su operativo militar. Pone de relieve que su incursión no está sólo determinada por la pulseada con la OTAN, ni obedece únicamente a motivaciones defensivas o geopolíticas. También deriva de un atributo despótico, que Moscú se auto-asigna alegando la pertenencia de Ucrania a su radio territorial.

Los ucranianos del Oeste y del Este tiene el mismo derecho que cualquier otro pueblo a decidir su futuro nacional. Pero la autodeterminación será un enunciado meramente declamatorio, mientras fuerzas las asociadas con la OTAN y las tropas rusas mantengan su presencia en el país.

La primera condición para avanzar hacia la soberanía real de Ucrania es la restauración de las negociaciones de paz, para acordar la salida de los gendarmes extranjeros de ambas partes y la posterior desmilitarización del país, con un status internacional de neutralidad. La izquierda de muchas vertientes y países se ha comprometido en esa doble batalla contra la OTAN y la incursión rusa.

Notas

[1] Marcetic, Branko. Basta ya de juegos peligrosos con Rusia, 31-12- 2021 https://vientosur.info/basta-ya-de-juegos-peligrosos-con-rusia/

[2] Tooze, Adam. El desafío de Putin a la hegemonía occidental 29/01/2022, https://www.sinpermiso.info/textos/el-desafio-de-putin-a-la-hegemonia-occidental

[3] Rodríguez Olga ¿Fuck the European Union? 03/02/2022 https://www.eldiarioar.com/mundo/fuck-the-european-union-diez-anos-politicas-coherentes-eeuu-ucrania_129_8709451.html

[4] Hudson, Michael. Ucrania los Estados Unidos quiere evitar que Europa comercie con China y Rusia 12/02/2022 https://rebelion.org/con-el-pretexto-de-la-guerra-en-ucrania-los-estados-unidos-quiere-evitar-que-europa-comercie-con-china-y-rusia/

[5] Reed Stanley. Crisis con Ucrania: ¿qué pasa si Rusia le corta el gas natural a Europa? 01/02/2022 https://www.clarin.com/mundo/crisis-ucrania-pasa-rusia-corta-gas-natural-europa-_0_4xZCm7RUll.html

[6] Montag, Santiago. Ucrania en el tablero mundial, 2-1-2022, https://www.laizquierdadiario.com/Ucrania-en-el-tablero-mundial

[7] Kagarlitsky, Boris on Ukraine interviewed by Antoine Dolcerocca & Gokhan Terzioglu http://democracyandclasstruggle.blogspot.com/2015/05/boris-kagarlitsky-on-ukraine.html May 24, 2015

[8] San Vicente, Iñaki Gil «Es el primer golpe de una política defensiva rusa», 24-2-2022 https://www.resumenlatinoamericano.org/2022/02/24/ucrania-inaki-gil-de-san-vicente-es-el-primer-golpe-de-una-politica-defensiva-rusa/

[9] Poch de Feliu.  Rafael. La invasión de Ucrania 22/01/2022 https://rebelion.org/la-invasion-de-ucrania/

[10] Ishchenko, Volodymyr, Ucrania se enfrenta a una crisis, pero la guerra no es inevitable». 13/02/2022. https://www.jacobinmag.com/2022/02/us-russia-nato-donbass-maidan-minsk-war

[11] Burgos, Tino. Tambores de guerra 08/02/2022 https://vientosur.info/tambores-de-guerra-se-oyen-por- el-este/

[12] Ishchenko, Volodymyr Ukrainians Are Far From Unified on NATO: Let Them Decide for Themselves, 1 ene 2022, https://lefteast.org/ukrainians-far-from-unified-on-nato/

[13] Kagarlitsky, Boris. (2016) Ukraine and Russia: Two States, One Crisis, International Critical Thought, 6:4, 513-533.

[14] Williams, Sam. Is Russia Imperialist? jun. 2014 https://critiqueofcrisistheory.wordpress.com/is-russia-imperialist/

[15] Kagarlitsky, Boris. New Cold War.Ukraine and beyonde, April 13, 2014 newcoldwar.org/category/articles…/boris-kagarlitsky

[16] Putin. Vladimir. https://www.sdpnoticias.com/opinion/el-discurso-completo-de-vladimir-putin-contra-ucrania-culpa-a-lenin/ 23-2-2022

Fuente: Blog de Claudio Katz.

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