domingo, 3 de septiembre de 2023

Salvaguardar la unidad de Gran Bretaña, romper la unidad de la Gran Rusia

 

Hoy se cumplen 92 años del nacimiento de nuestro amigo Samir Amin. Lo recordamos con emoción con este extraordinario artículo, publicado en el número 322 de El Viejo Topo, en noviembre de 2014.


Salvaguardar la unidad de Gran Bretaña, romper la unidad de la Gran Rusia



Samir Amin

El Viejo Topo

3 septiembre, 2023 




Los medios de comunicación nos han obligado a seguir de cerca el referéndum escocés de setiembre de 2014, por una parte, y por otra, el conflicto que enfrenta a Rusia y a Ucrania desde la primavera del 2014. Todos hemos oído dos opiniones opuestas: la unidad de la Gran Bretaña tenía que ser salvaguardada por el interés mismo de los pueblos inglés y escocés, y por lo demás, los escoceses han elegido libremente, por un voto democrático, permanecer en la Unión; en cambio, la independencia de Donetsk, querida y elegida, según nos dicen, por el pueblo, es cuestionada debido a las ansias expansionistas pan-rusas del dictador Putin. Veamos estos hechos que nos presentan como evidencias indiscutibles para el observador de buena fe.

La formación británica

La Gran Bretaña (el Reino Unido) reúne a cuatro naciones (estos son los términos utilizados por David Cameron): la inglesa, la escocesa, la galesa y la irlandesa del Norte. Estas cuatro naciones tienen que continuar viviendo juntas en un solo Estado porque ello es de su interés. La elección de los independentistas escoceses ha sido, pues, presentada como irracional, emocional, sin fundamento serio. La independencia no habría aportado nada bueno a los escoceses.

Los recursos petrolíferos con los que cuenta Escocia se agotarán más pronto de lo que se piensa, y de su explotación se encargan unas compañías internacionales y extranjeras (se sobreentiende que podrían retirarse en la hipótesis de un voto a favor de la independencia). Los escoceses pretenden conservar determinadas ventajas sociales en materia de educación y de salud que el Parlamento de Westminster ha abolido por su adhesión a los dogmas del neoliberalismo adoptados e impuestos por la Unión Europea. David Cameron promete tener en cuenta estas reivindicaciones mediante una ampliación de los poderes locales (de cada una de las cuatro naciones del Reino Unido). Ahora bien, la decisión final  no está en sus manos sino en las del Parlamento de Westminster y en las de Bruselas. Una Escocia independiente tendría que negociar, si así lo desease, su adhesión a la Unión Europea; y el proceso  será penoso, largo y difícil. No se nos dice por qué ha de ser así, pues, a fin de cuentas, si Escocia conserva las legislaciones europeas mayores ya vigentes (que los independentistas no han cuestionado) no veo por qué no puede ser reconocida de entrada como un Estado más de la Unión Europea. No veo por qué este proceso de transferencia tendría que imponerle un recorrido tan penoso como aquel al que se somete a los países que vienen de lejos (Lituania o Bulgaria, por ejemplo), obligados a reformar en profundidad su sistema económico y social. Los medios de comunicación incluso se han atrevido a decir, sin una pizca de ironía, que una Escocia independiente ya no podría exportar su whisky, ni a Inglaterra ni a ninguna parte.

En este debate ha habido un gran silencio: nadie ha hecho la comparación con Noruega, un país del tamaño demográfico de Escocia, que comparte los mismos recursos petrolíferos del Mar del Norte. Noruega ha elegido, por añadidura, quedarse fuera de la Unión Europea y goza por ello de un margen de autonomía que le permite salvaguardar –si así lo desea– su política social. Noruega ha elegido, sin embargo, alinearse cada vez más con las políticas económicas liberales de la Unión Europea (cuyas consecuencias, negativas a mi modo de ver, no vamos a discutir aquí).

Más allá del debate centrado en los intereses de los escoceses tal como los perciben hoy unos y otros, se perfilan dos lecturas diferentes de la historia. Los escoceses, como los galeses y los irlandeses, eran celtas (y hablaban en estas lenguas) combatidos por los invasores ingleses (anglosajones), primero, y después anglonormandos de las islas británicas. Finalmente fueron vencidos e integrados en lo que ha sido una “Gran Inglaterra”. Una Inglaterra en la que la arrogancia de la monarquía y de la aristocracia respecto a los vencidos no ha sido borrada de la memoria de estos; aunque, según parece, esto ya se ha dejado atrás, si bien algo tarde, tal vez solamente después de la Segunda Guerra mundial, con el triunfo del Partido Laborista y los avances sociales que hizo posible.

De todos modos, los escoceses han sido totalmente integrados; han perdido definitivamente el uso de su lengua. Igual que los occitanos y los bretones en Francia. No sirve de nada felicitarse o lamentar estas evoluciones (anglicización o francización); se trata de un hecho histórico e irreversible. Los escoceses se habrían beneficiado de la Unión, gracias a la cual han tenido un acceso fácil a la emigración hacia las ciudades industriales de Inglaterra, las colonias y los dominios, los Estados Unidos; han aportado un montón de oficiales al ejército británico para dirigir a los soldados reclutados en las colonias (un poco como han hecho los corsos en Francia). No discutiré aquí los aspectos de estos hechos calificados de positivos o de negativos. Pero sobre todo, y este me parece que es el argumento más contundente, Escocia e Inglaterra han sido configuradas como una sola economía capitalista moderna perfectamente unificada (como el norte de Francia y Occitania). Sin duda, actualmente hay más escoceses (o personas de ascendencia escocesa tal vez algo más lejana) que viven y trabajan en Inglaterra que en su país de origen. Y es en esto que Escocia no puede compararse con Noruega.

Y sin embargo, pese a esta integración profunda, que, además hay que admitir que ya no es discriminatoria, los escoceses se consideran distintos de los ingleses. Las monarquía y la aristocracia inglesa habían inventado la versión anglicana de la “Reforma”, es decir, de hecho, un catolicismo sin Papa (sustituido por el rey de Inglaterra). Los escoceses eligieron otra vía, la de las Iglesias reformadas calvinistas. La diferencia ya no tiene importancia hoy, pero la tuvo en el siglo XIX e incluso en la primera mitad del siglo XX.

La lectura oficial de la historia, durante mucho tiempo aceptada por los pueblos implicados, no duda en calificar de “globalmente positiva” la unión de las cuatro naciones del Reino Unido contemporáneo. Es lo que David Cameron y los dirigentes británicos asociados a los principales partidos del Reino Unido, no han dejado de repetir. Pero es también la opinión que han expresado la mitad de los electores escoceses. Podría decirse: al precio de una fractura de la opinión difícil de cicatrizar aunque la mitad “independentista” ha hecho esta elección irracional (contraria a sus intereses) por romanticismo. Lo que no se dice es que se han movilizado sistemáticamente unos medios excepcionales para convencer a los electores. Calificar a estos medios de chantaje o de terrorismo intelectual no es exagerado. La elección, pese a ser formalmente perfectamente libre y transparente, no constituye por sí misma la prueba de la legitimidad, la credibilidad y la durabilidad de la elección que ratifica.

La historia de la formación y de la continuidad del Reino Unido no habrá sido, pues, finalmente, más que una hermosa historia solo manchada por su fracaso en Irlanda del Sur (Eire). La conquista de Irlanda por los arrogantes lords ingleses que se apoderaron de sus tierras y redujeron a los campesinos a una condición muy próxima a la servidumbre, con sus efectos demográficos desastrosos (hambrunas repetidas, emigración masiva, despoblación), no fue más que una forma particularmente brutal de colonización. El pueblo irlandés resistió aferrándose a su catolicismo y acabó por reconquistar su independencia en 1922. Pero sigue siendo un hecho que la colonización acabó por imponer, hasta hoy mismo, el uso dominante de la lengua inglesa. El Eire es actualmente un Estado de la Unión Europea cuyos lazos de dependencia con respecto al capitalismo británico solo se ven atenuados por los lazos de dependencia que le atan a otros socios mayores del mundo de la economía liberal contemporánea.

Resumiendo, pues, la conclusión que se nos sugiere es que las diferencias heredadas de la historia por las cuatro naciones del Reino Unido actual no imponen la desintegración de la Gran Bretaña. La historia del capitalismo británico se pinta de color rosa, no negro.

La formación rusa y después soviética

El discurso de los medios de comunicación respecto a la Gran Rusia –el antiguo Imperio Ruso de los zares– y después respecto a la Unión Soviética se dirige a nosotros de una manera muy distinta. En este caso nos imponen otra conclusión: las diferencias habrían sido tales que no había otra solución que la fragmentación en Estados independientes distintos y disociados los unos de los otros. Pero observemos la  cosa más de cerca. La formación de la Gran Rusia en el marco del Imperio Ruso de los zares y después su transformación profunda por la construcción de la Unión Soviética, ¿ha sido acaso, como se pretende hacernos creer, una historia negra regida exclusivamente por el ejercicio permanente de la violencia extrema?

Yo estoy claramente en contra de este discurso: la unificación de los tres pueblos eslavos (pan-ruso, ucraniano y bielorruso) por los zares de Moscú, y después la expansión rusa más allá, en dirección al oeste del Báltico, al este y al sur de Siberia, de Transcaucasia y del Asia Central, no fueron más violentas ni menos respetuosas de la identidad de los pueblos afectados de lo que lo ha sido la formación del capitalismo histórico del Occidente atlántico (y en este marco, la del capitalismo británico) y de su expansión colonial. La comparación favorece incluso a Rusia. Recuerdo algunos ejemplos de los cuales el lector podrá encontrar desarrollos más extensos en otros de mis escritos.

 

1. La unificación de los tres pueblos “rusos” (pan-ruso, ucraniano y bielorruso) la llevó a cabo efectivamente la conquista militar de los zares, del mismo modo que la construcción de Francia o de la Gran Bretaña las llevaron a cabo las conquistas militares de sus reyes. Esta unificación política fue el vector mediante el cual la lengua rusa se impuso (“naturalmente”) a las lenguas locales. Estas, por otro lado, eran considerablemente más próximas unas a otra de lo que lo eran, por ejemplo, la langue d’Oil y la langue d’Oc en Francia; el inglés respecto a las lenguas celtas; o los dialectos italianos de Sicilia y Venecia. Presentar la rusificación lingüística como un horror impuesto exclusivamente por la violencia, por oposición a la expansión supuestamente amable del francés, del inglés o del italiano, es dar la espalda a la realidad de la historia. Una vez más, no me pronuncio aquí respecto a la naturaleza de estas expansiones lingüísticas: ¿enriquecimiento a largo plazo o empobrecimiento cultural? Son unos hechos históricos de idéntica naturaleza.

Los rusos no eliminaron a los señores del suelo (“feudales”) ucranianos y bielorrusos; estos se integraron en el mismo sistema que dominaba en la Gran Rusia. Y los siervos, y después de 1865 los campesinos libres de Ucrania y Bielorrusia, no recibieron un trato muy diferente del que recibían los de la Gran Rusia: igual de malo, si se quiere.

La  ideología comunista de los bolcheviques pintó con tonos sombríos la historia del zarismo, por buenas razones de clase. Debido a ello la Unión Soviética reconoció las diferencias (negadas en el Occidente “civilizado”) y creó unas Repúblicas distintas. Además, para combatir el peligro de ser acusados de chovinismo  pan-ruso, los soviéticos dieron a estas Repúblicas unas fronteras que sobrepasaban ampliamente las que habría inspirado una estricta definición etnolingüística. Un territorio –como la Crimea rusa– podía ser transferido a otra República (en este caso, a Ucrania) sin que ello representase ningún problema. La Novaia Rossia (la Nueva Rusia, la región de Donetsk), distinta de la Malaia Rossia (la Pequeña Rusia, Ucrania) podía ser confiada a la administración de Kiev antes que a la de Moscú, sin que tampoco esto provocase ningún problema. Los bolcheviques no habían ni imaginado que dichas fronteras podrían llegar a convertirse en las de unos Estados independientes.

2. Los rusos conquistaron los países bálticos en la misma época en que los ingleses se establecían en Irlanda. Los rusos no perpetraron horrores comparables a los cometidos por los ingleses; respetaron los derechos de los señores del suelo (en este caso de los barones bálticos de origen alemán); no discriminaron a los súbditos locales del zar, ciertamente mal tratados, pero no más de lo que lo eran los siervos pan-rusos. Los países bálticos rusos no han conocido nada comparable a la salvaje expropiación sufrida por el pueblo de Irlanda del Norte, expulsado por la invasión de los orangistas. Más tarde los soviéticos restablecieron los derechos fundamentales de los pueblos de las Repúblicas bálticas: el uso de su lengua y la promoción de sus propias culturas.

3. La expansión del Imperio de los zares más allá de las regiones eslavas no es comparable a la conquista colonial de los países del capitalismo occidental. La violencia ejercida por los países “civilizados” en sus colonias no tiene parangón. Pues se trataba en este caso del despliegue de la acumulación por expropiación de pueblos enteros, sin dudar a recurrir al exterminio puro y simple, es decir, al genocidio si se consideraba necesario (los indios de América del Norte, los aborígenes de Australia, exterminados precisamente por los ingleses…). O en última instancia, a poner bajo la tutela salvaje del poder colonial a la India, África y el Sudeste asiático. Los zares, precisamente porque su sistema no era todavía el del capitalismo, conquistaron unos territorios sin expropiar a sus habitantes. Algunos de los pueblos conquistados e integrados en el Imperio se han rusificado en diferentes grados, especialmente mediante el uso de la lengua rusa y a menudo con el olvido de la propia. Este fue el caso de lo que llegaron a ser muchas de las minorías de origen turco-mongol, pero que conservaron su religión musulmana, budista o shamanista. Otros han conservado su identidad nacional y lingüística, Transcaucasia y Asia central al sur del Kazajstán. Ninguno de estos pueblos fue exterminado como los indios de América del Norte o los aborígenes australianos. La administración autocrática brutal de los territorios conquistados y la arrogancia rusa prohíben pintar de color de rosa esta historia. Pero sigue siendo menos negra de lo que lo fue el comportamiento de los ingleses en Irlanda (no en Escocia), en la India, en América del Norte, o el de los franceses en Argelia. Los bolcheviques, por su parte, pintaron de negro esta historia, siempre por las mismas buenas razones de clase.

El sistema soviético ha aportado cambios, y para mejor. De entrada, ha devuelto a estas Repúblicas, regiones y distritos autónomos, constituidos en territorios enormes, el derecho a su expresión cultural y lingüística, despreciada por el poder de los zares. Estados Unidos, Canadá y Australia no han hecho nunca lo mismo con sus “indígenas” y no están precisamente dispuestos a hacerlo. El poder soviético ha hecho mucho más: ha organizado un sistema de transferencia de capital desde las regiones ricas de la Unión (Rusia occidental, Ucrania, Bielorrusia, y más tarde los países bálticos) hacia las regiones en desarrollo del Este y del Sur. Ha unificado el sistema de salarios y de derechos sociales a la escala de todo el territorio de la Unión, cosa que las potencias occidentales no han hecho nunca con sus colonias, por supuesto. Dicho de otro modo, los soviéticos han inventado una auténtica ayuda al desarrollo, que constituye un contrapunto a la falsa ayuda al desarrollo de los países llamados “donantes” de la actualidad.

Este sistema de una economía perfectamente integrada a la escala de la Unión no estaba llamado por naturaleza a tener que desintegrarse. No había ninguna necesidad objetiva que impusiese la desintegración de la Unión en Estados distintos, incluso en conflicto los unos con los otros. El discurso de los medios de comunicación necesario de los imperios” no convenía. Y pese a ello Rusia se desintegró. Hay que explicarlo.

La desintegración de la URSS: ¿fatalidad o coyuntura creada por la historia reciente?

Los pueblos de la Unión Soviética no eligieron la independencia. No hubo ninguna consulta electoral, ni en Rusia ni en ninguna parte de la Unión, anterior a las declaraciones de independencia, proclamadas por los poderes establecidos, que tampoco habían sido verdaderamente elegidos. Son, pues, las clases dirigentes de las Repúblicas, y en primer lugar las de Rusia, las que tienen la responsabilidad íntegra de la disolución de la Unión. La única cuestión que se plantea es, por consiguiente, la de saber por qué han hecho esta elección, cuando la han hecho. Pues los dirigentes de las Repúblicas del Asia central no querían separarse de Rusia; fue esta última la que las colocó ante el hecho consumado: la disolución de la Unión.

No me extenderé más sobre esta cuestión aquí, pues ya he desarrollado mis argumentos al respecto en otra parte. Yeltsin y Gorbachev, suscritos a la filosofía del restablecimiento integral e inmediato del capitalismo liberal mediante la “terapia de choque”, querían desembarazarse de las voluminosas repúblicas del Asia central y la Transcaucasia (beneficiarias en la Unión de las transferencias de capitales procedentes de Rusia). Europa, por su parte, se encargó de imponer la independencia de las Repúblicas bálticas, que fueron inmediatamente anexionadas a la Unión Europea. En Rusia y en Ucrania las mismas oligarquías salidas de la nomenklatura soviética se apoderaron tanto del poder político absoluto como de las principales riquezas constituidas por los grandes complejos de la economía soviética, privatizadas deprisa y corriendo en beneficio exclusivo suyo. Fueron ellas las que decidieron separarse en Estados distintos. Las potencias occidentales –Estados Unidos y Europa– no fueron las responsables del desastre en esta primera fase de su despliegue. Pero  comprendieron inmediatamente las ventajas que podían obtener de la desaparición de la Unión y se convirtieron enseguida en agentes activos interviniendo en los dos países (Rusia y Ucrania) y fomentando la hostilidad entre sus corruptas oligarquías.

Por supuesto que el desmoronamiento no fue el producto exclusivo de su causa inmediata: la elección desastrosa de las clases dirigentes realizada en 1990-1991. El sistema soviético estaba carcomido desde hacía por lo menos dos décadas. Y el abandono de la democracia revolucionaria de 1917 en beneficio de la gestión autocrática del nuevo capitalismo de Estado soviético está en definitiva en el origen de la glaciación de la era de Breznev, de la adhesión de la clase política dirigente a la perspectiva capitalista, y del desastre.

Pese a haber mantenido para su gestión económica interna el modelo del capitalismo neoliberal (en una versión tipo “Parque Jurásico”, para retomar la frase de Alexandre Buzgalin), la Rusia de Putin no ha sido adoptada por las potencias del imperialismo colectivo contemporáneo (el G7: Estados Unidos, Europa y Japón) como un socio igual. El objetivo de Washington y de Bruselas es destruir al Estado ruso (y al Estado ucraniano) para reducirlos al estatus de regiones sometidas a las exigencias de la expansión del capitalismo de los oligopolios occidentales. Y Putin se ha dado cuenta de ello tarde, cuando las potencias occidentales han preparado, financiado y apoyado lo que no puede sino calificarse como el golpe de estado eurofascista de Kiev.

La cuestión que se plantea ahora es nueva: ¿romperá Putin con el neoliberalismo económico para implicarse, como ya han hecho otros (la China en particular), en un proyecto auténtico de renacimiento económico y social, el de la alternativa “euro-asiática”, una alternativa que ha manifestado tener la intención de construir? En el bien entendido que esta construcción solo puede avanzar si se apoya sobre dos pilares: la conducción de una política internacional independiente y la reconstrucción económica y social.

¿Dos pesos, dos medidas?

Comparando el asunto escocés y el ucraniano, es inevitable constatar la duplicidad del discurso y de la acción de las potencias occidentales: dos pesos, dos medidas. La misma duplicidad que se da en multitud de otros ejemplos en los que no me extenderé aquí: “a favor” de la unidad alemana, pagada muy cara por los “Ostis” anexionados, pero “en contra” de la unidad de Yugoslavia, de Irak, de Siria… En realidad, detrás de esta apariencia se perfila el único criterio que rige las elecciones de los poderes del imperialismo colectivo (Estados Unidos, Europa, Japón): el punto de vista del capital financiero dominante. Pero para ver claramente cuáles son las opciones de este hay que proceder al análisis del sistema del capitalismo contemporáneo.

El Estado en el capitalismo contemporáneo

No voy a repetir aquí los aspectos más destacados de los análisis que he llevado a cabo en algunos de mis escritos más recientes, que permiten responder a la cuestión planteada en este artículo: por qué motivos (y con qué métodos) las políticas dominantes se dedican a reforzar al Estado en un lugar y a destruirlo en otros.

1. El sistema de producción capitalista se ha embarcado desde hace unos treinta años (a partir de 1980) en una transformación cualitativa que es posible resumir en una frase corta: la emergencia de un sistema de producción mundializado que sustituye gradualmente los sistemas de producción nacionales anteriores (en el centro de los sistemas autocentrados y de manera simultánea agresivamente abiertos, en las periferias de los sistemas dominados de formas y en grados variables), ellos mismos articulados entre sí en un sistema mundial jerarquizado (caracterizado entre otras cosas por el contraste centros/periferias y por la jerarquía de las potencias imperialistas).

En la década de 1970, Sweezy, Magdof y yo mismo avanzamos ya esta tesis, formulada por mí y por André Günder Frank en una obra publicada en 1978. Decíamos allí que el capitalismo de los monopolios estaba entrando en una nueva era, caracterizada por el desmantelamiento progresivo –pero rápido– de los sistemas productivos nacionales. La producción de un número cada vez mayor de mercancías ya no puede definirse con la etiqueta “made in France” (o en la Unión Soviética, o en EEUU), sino que debería llevar la etiqueta “made in the world”, porque su proceso de fabricación ha estallado y se ha fragmentado en segmentos localizados aquí y allí, o sea, por todo el planeta.

El reconocimiento de este hecho, que se ha vuelto banal, no implica una sola explicación relativa a la principal razón de la transformación en cuestión. Por mi parte, yo lo explico por el salto adelante del grado de centralización del control del capital de los monopolios, que he calificado de paso del capitalismo de los monopolios al estadio de los monopolios generalizados. En unos quince años (entre 1975 y 1990) un buen número de dichos monopolios (u oligopolios) localizados en los países de la tríada dominante (Estados Unidos, Europa, Japón) han llegado a ser capaces de controlar el conjunto de las actividades productivas, en su país y en el mundo entero, reduciéndolas al estatus de subcontratistas de iure o de facto, y por ello mismo de puncionar una porción importante de la plusvalía producida por estas actividades, engrosando así la renta de los monopolios dominantes en el sistema. Los medios que permiten la gestión de este sistema de producción esparcido por todo el mundo se han finalmente unificado gracias entre otras cosas a la revolución informática. Pero a mi modo de ver no se trata más que de unos medios puestos en práctica en respuesta a una necesidad objetiva nueva creada por el salto delante de la centralización del control del capital, mientras que para otros el medio –la revolución informática y la de las tecnologías de producción– es él mismo la causa de la transformación considerada.

El desmantelamiento de los sistemas productivos nacionales, ellos mismos producto de la larga historia anterior del desarrollo del capitalismo, afecta a todos los países del mundo (o casi). En los centros (la Tríada) este desmantelamiento de los sistemas productivos nacionales puede parecer relativamente lento y limitado por el peso del sistema heredado y siempre presente. Pero avanza cada día un poco más. En cambio, en las periferias que habían avanzado en la construcción de un sistema nacional industrial modernizado (la URSS, Europa del Este, y en un grado menor, aquí y allí, en Asia, África y América Latina), la agresión del capitalismo de los monopolios generalizados (que se expresa a través de la sumisión –voluntaria o forzosa– a los principios del llamado neoliberalismo mundializado) se ha traducido en un desmantelamiento violento, rápido y total de los sistemas nacionales en cuestión, y en la transformación de las actividades productivas localizadas en estos países en subcontratistas. La renta de los monopolios generalizados de la tríada, beneficiarios de este desmantelamiento, se convierte en renta imperialista. Yo he calificado esta transformación, vista desde las periferias, de “recompradorización”[1]. Esta ha afectado a todos los países del antiguo Este (la ex Unión Soviética y la ex Europa del Este) y a todos los países del Sur. China es la única excepción parcial.

La emergencia de este sistema productivo mundializado abolió la coherencia de las lógicas (diversas y desigualmente eficaces) del “desarrollo nacional”, pero no la ha sustituido por una nueva coherencia, que sería la del sistema mundializado. La razón de ello es, como diré más adelante, la ausencia de una burguesía y de un Estado mundializados. Por este motivo, el sistema de producción mundializado es incoherente por naturaleza.

Otra consecuencia importante de esta transformación cualitativa del capitalismo contemporáneo: la emergencia del imperialismo colectivo de la tríada que sustituye a los imperialismos nacionales históricos (de Estados Unidos, de la Gran Bretaña, del Japón, de Alemania, de Francia y de algunos otros). El imperialismo colectivo halla su razón de ser en la toma de conciencia, por parte de las burguesías de las naciones de la Tríada, de la necesidad de su gestión común y solidaria del planeta, y singularmente de las sociedades de las periferias sometidas o a someter.

2. Algunos extraen de la tesis de la emergencia de un sistema productivo mundializado dos correlatos: la emergencia de una burguesía mundializada y la de un Estado mundializado cuya base objetiva la constituye el nuevo sistema productivo. Mi lectura de las evoluciones y de las crisis en curso me ha conducido a rechazar estos dos correlatos.

No hay burguesía (o digamos, clase dominante) mundializada en curso de constitución, ni a escala mundial ni siquiera a escala de los países de la tríada imperialista. Se constata una aceleración de los flujos de inversión directos y de las inversiones de cartera procedentes de la tríada (y en particular de los flujos principales entre los socios transatlánticos). De todos modos, a partir de mi lectura crítica de los trabajos empíricos importantes que se han llevado a cabo sobre el tema, me he visto llevado a dar importancia al hecho de que la centralización del control del capital de los monopolios operaba en el interior de los Estados-nación de la Tríada (Estados Unidos, cada uno de los socios de la Unión Europea, Japón) con más fuerza que aquella con la que opera en las relaciones entre los socios de la Tríada, o incluso entre los de la Unión Europea. Las burguesías (o los grupos oligopólicos) están en conflicto en el interior de las naciones (y el Estado nacional gestiona esta conflictividad, al menos en parte) y entre las naciones. Es así como los oligopolios alemanes (y el Estado alemán) han asumido la dirección de los asuntos europeos, no para el beneficio igual de todos, sino en primer lugar para su propio beneficio. A escala de la tríada es evidentemente la burguesía de los Estados Unidos la que dirige la alianza, una vez más con un reparto desigual de los beneficios.

La idea según la cual la causa objetiva –la emergencia del sistema productivo mundializado– comporta ipso facto la de una clase dominante mundializada, se basa en la hipótesis subyacente según la cual el sistema ha de ser coherente. En realidad puede no serlo; y este es el motivo por el cual este sistema caótico no es viable.

En las periferias la mundialización del sistema productivo ha ido acompañada por la sustitución de los bloques hegemónicos de las épocas anteriores por un nuevo bloque hegemónico dominado por la nueva burguesía compradore, beneficiaria exclusiva del desmantelamiento de los sistemas anteriores (el medio por el cual esta transformación ha tenido lugar es bien conocido: la “privatización” de los elementos del antiguo sistema dislocado; en el bien entendido que los activos implicados han sido cedidos a un precio artificial sin relación alguna con su verdadero valor). Estas nuevas burguesías compradore no son elementos constitutivos de una burguesía mundializada, sino solamente aliados subalternos de las burguesías de la tríada dominante.

Del mismo modo que no existe una burguesía mundializada en fase de constitución, tampoco hay un Estado mundializado a la vista. La principal razón de ello es que el sistema mundializado existente no atenúa sino que acentúa el conflicto (ya visible o potencial) entre las sociedades de la tríada y las del resto del planeta. Digo bien “conflicto de sociedades” y por consiguiente, potencialmente, conflicto entre Estados. Pues las ventajas de la posición dominante de la tríada (la renta imperialista) permiten al bloque hegemónico constituido en torno a los monopolios generalizados beneficiarse de una legitimidad que se traduce a su vez por la convergencia de todos los grandes partidos electorales de derecha y de izquierda y su idéntico alineamiento en las políticas económicas neoliberales y en las políticas de intervención en los asuntos de las periferias. Por el contrario, las burguesías neo-compradore de las periferias no parecen a los ojos de sus pueblos ni legítimas ni creíbles (más adelante veremos por qué: porque las políticas a las que sirven no permiten la “recuperación” y provocan a menudo la caída en el impasse de un lumpen-desarrollo). La inestabilidad de los poderes existentes es entonces la regla.

No existe una burguesía mundializada ni siquiera a escala de la tríada, o a la de la Unión Europea, ni tampoco existe un Estado mundializado a estas escalas. Hay solamente Estados aislados, aceptando por añadidura la jerarquía que permite que su alianza funcione: la dirección general la ha asumido Washington; la de Europa la ha asumido Berlín. El Estado nacional sigue estando al servicio de la mundialización tal como es. Se trata en este caso de un Estado activo, pues el despliegue del neoliberalismo y de las intervenciones exteriores le exige serlo. Se comprende entonces que su debilitamiento debido a las eventuales fragmentaciones producidas por cualquier motivo de divergencia no sea del agrado del capital de los monopolios generalizados (y de ahí la hostilidad a la causa escocesa examinada más arriba).

En las corrientes posmodernistas circula la idea según la cual el capitalismo contemporáneo ya no tiene necesidad de un Estado para gestionar la economía mundial, y que por ello los sistemas de Estado están en vías de decaimiento en beneficio de la emergencia de la sociedad civil. No voy a repetir aquí los argumentos que he desarrollado en otra parte a modo de contrapunto de esta tesis ingenua, propagada por lo demás por los poderes dominantes y por el clero mediático que está a su servicio. No hay capitalismo sin Estado. La mundialización capitalista no podría desplegarse sin las intervenciones del ejército de Estados Unidos y sin la gestión del dólar. Ahora bien, ejército y moneda son instrumentos del Estado, no del mercado.

Pero como no existe un Estado mundial, Estados Unidos pretende cumplir esta función. Las sociedades de la tríada consideran legítima esta función; las otras sociedades no. Pero no importa. La “comunidad internacional” autoproclamada, es decir, el G7 más Arabia. Saudita, convertida sin duda en una República democrática, no reconoce la legitimidad de la opinión del 85% de la población del planeta.

Se da pues una asimetría entre las funciones del Estado en sus centros imperialistas dominantes y las del Estado en las periferias sometidas o a someter. El Estado, en las periferias compradorizadas, es inestable por naturaleza y, por ello, es un enemigo potencial, cuando no es ya un enemigo real.

Están los enemigos con los que las potencias imperialistas dominantes están obligadas a coexistir, por lo menos hasta hoy. Es el caso de China, porque esta ha rechazado (hasta hoy) el punto de vista neo-compradore y lleva a cabo su proyecto soberano de desarrollo nacional integrado y coherente. Rusia se ha convertido en un enemigo en la medida en que Putin rechaza el alineamiento político con la tríada y quiere cortar el paso a las ambiciones expansionistas de esta en Ucrania, si bien no imagina (¿todavía?) la posibilidad de salir de los carriles del liberalismo económico.

En su gran mayoría, los Estados compradore en el Sur (es decir, los Estados al servicio de sus burguesías compradore) son aliados, no enemigos, hasta el punto de que dan la impresión de que tienen el país en sus manos. Pero en Washington, en Londres, en Berlín y en París saben que estos Estados son frágiles. En la medida en que un movimiento popular de revuelta –con o sin estrategia alternativa viable– les haga tambalear, la tríada se considera con derecho a intervenir. La intervención puede entonces llevar a considerar la destrucción de estos Estados y, tras ella, de las sociedades afectadas. Esta estrategia está en marcha en Irak, en Siria y en otras partes. La razón de ser de la estrategia del control militar del planeta por parte de la tríada dirigida por Washington se sitúa por entero en esta visión “realista” que constituye un contrapunto a la visión ingenua –al estilo Negri– del Estado mundializado en fase de construcción.

3. ¿Ofrece la emergencia del sistema de producción mundializado a los países de la periferia mejores oportunidades de “recuperación”?

El discurso de propaganda ideológica de los poderes dominantes –por ejemplo, el expresado por el Banco Mundial– se esfuerza en hacerlo creer: entrad en la mundialización, jugad el juego de la competencia, registrad unos índices de crecimiento razonables e incluso fabulosos y acelerad vuestras posibilidades de recuperación. En los países del Sur, las fuerzas sociales y políticas alineadas con el neoliberalismo retoman evidentemente este discurso. Las izquierdas ingenuas –a lo Negri– también.

Ya lo he dicho y lo repito: si la perspectiva de una recuperación mediante métodos capitalistas y en el capitalismo mundializado fuese posible, ninguna fuerza social, política, ideológica podría cerrarle el paso, ni siquiera en nombre de otro porvenir preferible para toda la humanidad. Pero esto simplemente no es posible: el despliegue del capitalismo mundializado en todas las etapas de su historia, y hoy como ayer en el marco de la emergencia del sistema productivo mundializado, no puede sino producirse, reproducirse y profundizar el contraste centros/periferias. La vía capitalista es un callejón sin salida para el 80 por ciento de la humanidad. Las periferias siguen estando, por ello, en la “zona de las tempestades”.

¿Entonces? No existe otra alternativa que la opción a favor de la construcción de un sistema nacional autónomo basado en la implementación de un sistema industrial autocentrado asociado a una renovación de la agricultura en la perspectiva de la soberanía alimentaria. No diré nada más aquí, pues ya he ofrecido algunos desarrollos sobre el tema. No se trata de un retorno nostálgico al pasado –soviético o nacional popular– sino de la creación de las condiciones que permitan el despliegue de un segundo despertar de los pueblos del Sur que podría articularse con las luchas de los pueblos del Norte, víctimas igualmente del capitalismo salvaje en crisis, y para los que la emergencia del sistema productivo mundializado no tiene nada que ofrecer. Entonces la humanidad podrá avanzar por el largo camino que lleva al comunismo, etapa superior de la civilización humana.

Traducción de Josep Sarret

Nota:

[1] Con la expresión compradorización Samir Amin hace referencia a la complicidad de las burguesías nacionales con los intereses oligopolísticos e imperiales.

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sábado, 2 de septiembre de 2023

¿Eres un abducido por el Imperio Estadounidense?

 

Al Imperio muchos le hacen la pelota. No es del todo culpa suya; el Imperio tiene una sofisticada máquina de propaganda y la mayoría de nosotros nos hemos estado marinando en su salsa durante toda la vida. ¿A ti también te ha abducido?


¿Eres un abducido por el Imperio Estadounidense?



Caitlin Johnstone

El Viejo Topo

2 septiembre, 2023 


 

Aquí hay 30 indicadores que te indicarán su estás o no abducido por el Imperio

1. Te pones nervioso cada vez que alguien destaca las bien documentadas provocaciones occidentales que allanaron el camino a la guerra en Ucrania.

2. Crees que Putin invadió Ucrania simplemente porque es malvado y odia la libertad y que Estados Unidos está introduciendo armas en la nación ucraniana porque ama a los ucranianos y quiere proteger su libertad y democracia.

3. Estás más interesado en la foto policial de Trump que en las atrocidades respaldadas por Occidente en Yemen o en el hambre en Siria.

4. Puedes escuchar a Anthony Blinken sin querer tirarle un ladrillo a la cabeza.

5. Sabes que la última vez que hubo una amenaza militar extranjera creíble cerca de la frontera de Estados Unidos, Estados Unidos respondió de manera tan agresiva que casi acabó con el mundo, pero exiges que Rusia y China acepten las amenazas militares de Estados Unidos en sus fronteras.

6. Crees que Estados Unidos está llenando a Australia de maquinaria de guerra porque ama a los australianos y quiere protegerlos de China.

7. Cree que la fuerza militar más destructiva del mundo está rodeando a su rival geopolítico número uno con maquinaria de guerra como medida defensiva.

8. Vives en la población más propagandizada del mundo y haces bromas sobre la propaganda norcoreana.

9. Vives en la población más propagandizada del mundo y pasas tu tiempo preocupándote por la propaganda rusa.

10. Crees que el título de régimen más asesino y tiránico del mundo pertenece a cualquier gobierno además del de Washington.

11. Vives bajo la estructura de poder más asesina y tiránica del mundo y, sin embargo, pasas el tiempo gritando sobre la tiranía en los países asiáticos.

12. Quieres ver a Vladímir Putin juzgado por crímenes de guerra antes que a George W. Bush.

13. Cree que el intervencionismo occidental alguna vez ha tenido algo que ver con la difusión de la libertad y la democracia o la protección de los intereses humanitarios.

14. Encuentras las protestas en lugares como Irán, Venezuela o Cuba mucho más interesantes que las protestas en lugares como Francia, Haití o Chile.

15. Irónicamente, llamas a la OTAN “alianza defensiva”.

16. Te desgarras la ropa cuando dices que China se está preparando para tomar el control de Taiwán mediante la fuerza militar, sin reconocer que el imperio estadounidense se está preparando para hacer exactamente lo mismo.

17. ¿Alguna vez has creído, aunque sea por un segundo, que al gobierno de Estados Unidos le importan un carajo los musulmanes en China?

18. Te opones a las armas, excepto cuando se utilizan para matar extranjeros en el extranjero.

19. Afirmas que te opones por igual a las fechorías de todos los gobiernos, pero pasas la mayor parte de tu tiempo gritándole a las personas que critican la política exterior de Estados Unidos en la red.

20. ¿Alguna vez has acusado a cualquiera que critique la política exterior estadounidense de trabajar en secreto para Rusia o China?

21. ¿Alguna vez has acusado a alguien que critica a Israel de ser antisemita?

22. Crees que estar en contra de la guerra significa poner una bandera de Ucrania en tu biografía de Twitter.

23. Crees que “las tropas” han luchado alguna vez por tu libertad en algún momento desde que estás vivo.

24. Crees que la invasión de Iraq tuvo algo que ver con la liberación del pueblo iraquí.

25. Crees que la destrucción de Libia tuvo algo que ver con la protección de los libios.

26. Crees que el hecho de que Occidente haya armado a Al Qaeda en Siria tuvo algo que ver con la defensa de los intereses de los sirios.

27. Crees que las escaladas de Estados Unidos contra Rusia y China tienen algo que ver con su “seguridad nacional”.

28. Crees que el Departamento de Defensa tiene algo que ver con la defensa.

29. Crees que está bien que Estados Unidos siga librando guerras, destruyendo naciones, matando de hambre a poblaciones civiles con sanciones económicas, instigando guerras por poderes, armando a neonazis y yihadistas violentos, organizando golpes de Estado y persiguiendo a periodistas, porque si no lo hace, el mundo podría ser tomado por tiranos malvados.

30. Te molestó algún elemento de esta lista.

Fuente: https://caitlinjohnstone.com.au/2023/08/26/30-signs-you-might-be-an-empire-simp/

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Los grupos de presión climáticos censuran un artículo científico ‘incómodo’

 

Los grupos de presión climáticos censuran un artículo científico ‘incómodo’

 

Diario octubre / agosto 31, 2023

 


 

No es un fenómeno nuevo, pero no deja de sorprender que la censura reaparezca en los medios académicos como en las peores épocas de la Edad Media. En 2009 se descubrió que los caciques de la unidad del clima de la Universidad británica de East Anglia se dedicaban a censurar y desacreditar a sus oponentes.

Los correos electrónicos que se destaparon mostraban a miembro de ese clan, Phil Jones, indicando a Michael Mann los artículos que se debían referenciar en los informes del IPCC y los que no.

Ahora han vuelto a la carga para censurar un artículo publicado por cuatro científicos italianos, respaldado por pares, cuya conclusión es que el clima extremo y los desastres natgurales relacionados con él no están aumentando.

El artículo se titulaba “Una evaluación crítica de las tendencias de eventos extremos en los tiempos del calentamiento global” y se publicó en la revista científica European Physical Journal Plus (1).

Así comenzó la caza de brujas. Los celosos defensores de la inquisición pasaron al contrataque, tanto en el terreno académico (2) como en el político, donde han formado un holding mediático de 500 cadenas de intoxicación, llamado Covering Climate Now (CCN), que es capaz de llegar a más de 2.000 millones de lectores (3). Su misión es difundir la ideología del calentamiento y denostar a los herejes.

Periódicos generalistas, como The Australian (4) y el Guardian (5), se sumaron a la ofensiva porque el asunto del cambio climático, desborda ampliamente el mundillo académico. Más bien forma parte de la política económica del moderno capital monopolista.

Los inquisidores decían que el artículo de los científicos italianos se había basado en el Quinto Informe del IPCC en lugar del Sexto. Los autores les aclararon que lo presentaron antes de que se publicara el Sexto Informe, pero la aclaración no importó a nadie. La caza había empezado. El estudio era “defectuoso”, incluía “afirmaciones desacreditadas” y “datos extremadamente manipulados”.

En el terreno académico el objetivo era la retractación y por eso empezaron las presiones a la empresa editora Springer para que se sumara a la caza de brujas. La semana pasada lograron su objetivo.

Por su parte, en una loable actitud de abierto desafío, los científicos italianos no se callaron la boca y a principios de este mes han publicado una versión actualizada de su artículo, también revisado por pares, en una revista científica diferente. Se titula “¿Está aumentando el número de desastres naturales mundiales?” Los autores no vacilan en criticar abiertamente a dos organismos de la ONU (FAO y UNDRR) que predicen un número creciente de desastres a causa del calentamiento global. “Nuestros análisis refutan rotundamente esta afirmación, así como las extrapolaciones publicadas por la UNDRR basadas en esta afirmación”, concluyen (6).

(1) https://ui.adsabs.harvard.edu/link_gateway/2022EPJP..137..112A/doi:10.1140/epjp/s13360-021-02243-9
(2) https://phys.org/news/2022-09-scientists-urge-publisher-faulty-climate.html
(3) https://coveringclimatenow.org/
(4) https://www.theaustralian.com.au/news/latest-news/scientists-urge-top-publisher-to-withdraw-faulty-climate-study/news-story/5cff166471a1b774afa74f8ed980ccf8
(5) https://www.theguardian.com/environment/2022/sep/22/sky-and-the-australian-find-no-evidence-of-a-climate-emergency-they-werent-looking-hard-enough
(6) https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/17477891.2023.2239807

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Cuevas de ladrones

 

Cuevas de ladrones

 

DIARIO OCTUBRE / agosto 30, 2023

 

Lynx "El Lince" pardinus


Por relajar un poco la cosa, y a la espera de Níger y de cómo se resuelve el cada vez más claro componente anticolonial de lo que está pasando allí, una historia de las cuevas de ladrones, como con acierto Rafael Alberti calificaba a los museos de las metrópolis que exhiben sin pudor muchas muestras culturales robadas a los pueblos que estuvieron bajo su colonización, los demócratas y “civilizados” que “salvaban” esos tesoros del salvajismo de los bárbaros e ignorantes. La práctica totalidad de esas obras aún siguen robadas, sin devolver a sus pueblos.

 

La historia viene a cuento porque la cueva de ladrones conocida como Museo Británico reconoció a mediados de mes, un poco después de irme unos días, que han sido robadas o dañadas unas 2.000 piezas de sus colecciones. Según ellos mismos son “reliquias culturales de incalculable valor”. De inmediato muchos países que sufrieron el expolio de sus “reliquias culturales de incalculable valor” por los británicos repitieron por enésima vez la petición de que les sean devueltas, a lo que los británicos se han vuelto a negar. Lo absurdo es que argumentan que lo hacen “por motivos de seguridad”. Y lo hacen escudándose en una ley de 1963.

¿Qué países son? Principalmente tres, Egipto, Grecia y China, aunque la cueva de ladrones conocida como Museo Británico tiene también bienes robados de Australia, Chile, Etiopía, India, Irán, Irak, Nigeria y Tayikistán.

Es la nostalgia imperial de Occidente, ese Occidente que habla de democracias y valores que solo valen lo que a ellos les beneficia. Pero no, eso de nostalgia imperial es falso. Ellos son “custodios del patrimonio mundial” (sic).

Que los frisos del Partenón estén en esta cueva de ladrones es un insulto a Grecia y a la humanidad. Que pase lo mismo con la Piedra Rosetta es un insulto a Egipto y a toda la humanidad. Que las más antiguas pinturas sobre seda del mundo, robadas del palacio imperial de Beijing durante la guerra del opio, estén en esta cueva de ladrones es un insulto a China y a toda la humanidad.

Llámese como se quiera, pero esto es una muestra más del neocolonialismo occidental. Habrá golpes de pecho, tal vez, declaraciones falsas y educadas para que el Sur Global no se cabree más de lo que ya lo está con Occidente, pero no habrá ninguna acción práctica.

Es la arrogancia occidental otra vez la que se manifiesta cuando se dice, como la cueva de ladrones conocida como Museo Británico, que “las reliquias culturales pueden ser robadas en algún momento si son devueltas” (sic). Es ridículo el argumento cuando el Gran Museo Egipcio es uno de los más grandes del mundo y uno de los más avanzados y la Piedra Rosetta está mejor en él que en esa cueva de ladrones británica. Lo mismo vale para el resto de países que reclaman sus bienes robados.

Por ejemplo, Colombia lleva años reclamando a España la devolución del tesoro Quimbaya. Angola tiene reclamaciones con Portugal. Egipto con Alemania por el busto de Nefertiti. México con Austria por el Penacho de Moctezuma. Turquía con Alemania. Indonesia con los Países Bajos. Malí con Francia. Y así con la práctica totalidad de potencias colonizadoras.

La descolonización está en pleno auge en África. No es de extrañar que llegue también aquí. La descolonización de las cuevas de ladrones está a punto de comenzar también.

P.D.- s8a, un amigo de esta página, ha elaborado un interesante cuadro comparando los BRICS con el fantasmagórico G-7. Sacad vuestras propias conclusiones.


El Lince

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viernes, 1 de septiembre de 2023

Se oferta ir a primera línea del frente ucraniano por 2.800 euros al mes

 

Se oferta ir a primera línea del frente ucraniano por 2.800 euros al mes

 


INSURGENTE.ORG / 01.09.2023  

 

 


Una  empresa de seguridad leridana  recluta a combatientes para luchar en la guerra de Ucrania, y, como mediadora, ofrece contratos con el ministerio de Defensa ucraniano con sueldos entre los 2.800 y los 3.400 euros al mes. Tal y como ha avanzado el diario Segre este miércoles, la compañía GOA Tactical, tiene autorización del Ejército ucraniano para reclutar personal por la Legión Internacional -buscan unas 200 personas- y ya ha recibido una treintena de peticiones para recibir formación e ir al frente.

 

Las opciones que ofrecen la compañía leridana y el ministerio de Defensa ucraniano son estar en primera línea, con un sueldo, de 2.800 euros mensuales, a tareas administrativas en la retaguardia, con un sueldo de unos 1.800, o en las unidades de élite , con un sueldo de hasta 3400 euros al mes. Como si de un trabajo normal se tratara, cualquiera de las partes podrá rescindir el contrato en cualquier momento. Además, la empresa leridana ofrece cursos de cinco días, con un precio de 700 euros, para las personas que quieran formarse militarmente para ir a combatir.

 

Sin embargo, los requisitos incluyen tener un mínimo de dos años de experiencia en el sector de la seguridad privada, en algún cuerpo policial o experiencia militar. Además de carecer de antecedentes y superar una entrevista. Una vez superado el curso de formación, en el que se aprenden a utilizar drones y conocer tácticas militares, los reclutas serán enviados a combatir en el frente a partir de septiembre. Por el momento, ya ha habido una treintena de solicitudes.

 

elnacional

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APDHA denuncia que la Junta de Andalucía da nuevos pasos hacia la privatización de la Sanidad. [Bueno, pues que aquí los cursillistas canterburianos del capital (porque no son ni demócratas y mucho menos representantes del pueblo) de la Junta de Andalucía, pues que van y se arrejuntan, y tomando los bienes particulares de cada trabajador puestos en manos del Estado como es la sanidad pública, entre otros, como si fuera patrimonio individual de cada uno de dicho arrejuntados ganado con el trabajo de cada uno de ellos, y deciden mediante chufletazo de privatización (esto de la privatización es un robo mondo, lirondo, grandecito, voluminoso de unos chiquichentos mil de millones, que para que no parezca un robo le llaman privatización. Ya ven, cuestión de lenguaje. Pero en mi pueblo, es un robo como una catedral de esas grandes, que también le roba el Estado extranjero de El Vaticano al patrimonio particular de todos los españoles puesto en manos de Estado español) ponerlo a disposición de los grandes ladrones canterburiquis del capital, a los que los arrejuntados de la Junta de Andalucía y en perjuicio y contra los intereses de los andaluces sirven más bien que Dios. Hala, pues. Daos fraternalmente la mano. Pero por el amor de Dios, no me sus vayáis en paz que esto es un robo. Id por lo menos al cuartelillo de la Guardia Civil a denunciarlo, ¡qué menos!]

 

 

APDHA denuncia que la Junta de Andalucía da nuevos pasos hacia la privatización de la Sanidad


TERCERAINFORMACION / 31.08.2023


El proyecto de orden publicado el pasado 22 de agosto abre la puerta a la cesión de espacios públicos para ejercer la medicina de forma concertada.

La entidad andaluza ha formulado alegaciones al proyecto de regulación del ejecutivo andaluz en las que sostiene la «total falta de justificación» de la medida.

 


La Consejería de Salud y Consumo de la Junta de Andalucía ha anunciado en pleno mes de agosto un proyecto de orden que abre la puerta a permitir el uso de las de las instalaciones sanitarias públicas por parte de empresas sanitarias privadas con las que mantiene conciertos. Por tal motivo, la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) ha mostrado su firme oposición a “este nuevo intento de privatizar la sanidad andaluza”, realizando alegaciones contra la orden y animando “a entidades y personas a que también lo hagan”, pues el plazo permanece abierto para ello hasta el próximo 12 de septiembre. APDHA entiende además que “no es casual que este documento vea la luz en estas fechas, con el claro objetivo de limitar las movilizaciones de las Mareas Blancas y asociaciones en defensa de la sanidad pública, sin cuyo empuje el gobierno de la Junta habría dado más pasos aún en la dirección de privatizar nuestros servicios públicos”.

En sus alegaciones, la entidad andaluza recuerda que el proyecto de orden se enmarca en un “programa de transformación de la normativa autonómica” que puso en marcha el actual gobierno de la Junta de Andalucía durante la pandemia de la Covid-19. Esa transformación normativa tiene como principal objetivo reducir los controles administrativos para, en palabras del Consejería de la Presidencia, convertir a Andalucía “en el lugar más fácil, seguro y rápido donde crear empleo”. A pesar de que la estrategia adoptada por el gobierno de Juan Manuel Moreno Bonilla fue criticada por el Defensor del Pueblo por “establecer un modelo vertical y descendente de reformas”, el Partido Popular ha continuado la hoja de ruta iniciada en 2020.

En esta ocasión, la APDHA solicita que no se apruebe esta orden, ya que no está justificada “ni por su legalidad ni por su oportunidad”. Desde la organización andaluza defienden un modelo de titularidad y gestión sanitaria íntegramente público. No obstante, a juicio de la asociación andaluza, la norma que ahora intenta aprobar el gobierno autonómico no encuentra ningún tipo de justificación porque “tal y como se advierte en el propio proyecto, el único motivo que esgrimió la Junta de Andalucía para aprobar esta medida residía en la situación provocada por la pandemia de la Covid-19”. Dado que la Organización Mundial de la Salud declaró el fin de la pandemia el pasado 5 de mayo, “no existe ninguna razón que justifique esta norma”, sostienen desde la asociación. Por ello, afirman que la única finalidad que tiene este proyecto de orden es “aumentar el beneficio de las empresas privadas”.

En caso de que no se atendiera a su petición, la APDHA solicita en sus alegaciones que estos conciertos sean “una estrategia transitoria” y que tengan como horizonte “un sistema de titularidad y gestión sanitaria totalmente públicos”. Aunque la organización andaluza teme que esta estrategia constituya una transición hacia un modelo totalmente opuesto, insisten en la necesidad de auditar los costes reales de las subcontrata y en que se garantice la calidad de los servicios concertados en iguales condiciones que se exige a los servicios públicos, garantizando la transparencia de esta información. Por último, exigen que se hagan públicas las declaraciones de intereses de las entidades que concierten su actividad con la administración con cualquier cargo con poder de decisión dentro de la Administración Pública.

APDHA señala que este proyecto de orden constituye “el enésimo intento de este gobierno andaluz de abrir vías para la privatización de la sanidad pública en Andalucía”. En esta ocasión, tal privatización se efectúa por medio del uso privado de infraestructuras públicas que solo revertirá en el deterioro aún mayor del derecho al acceso a la Sanidad que tienen todas las personas. Desde la entidad andaluza concluyen que el marco normativo que intenta construir la Junta “está sentando las bases para que la población andaluza deje de tener una Sanidad pública de calidad”.

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Salió el Topo de septiembre

 

Este mes el número viene cargado de polémica: desde el dossier “Ideología Woke” hasta un interesantísimo artículo-entrevista sobre el “caso Bukele”, sin olvidarnos –¡cómo hacerlo un mes de septiembre!– de Salvador Allende. ¡Ah, y estrenamos sección de cine!

 

Salió el Topo de septiembre

 


Silvio Salas

El Viejo Topo

1 septiembre, 2023 

 


Wokismo: delirios ideológicos y conflictos importados

Introducirnos al wokismo exige comprender el contexto histórico que ha propiciado su aparición. El autor se remonta a sus orígenes y rastrea su recorrido para mostrar que, detrás de su exhibicionismo moral, se halla un proyecto político formulado para disgregar la sociedad.


 

«(…) nadie merece derechos especiales, protecciones o privilegios sobre la base de su excentricidad.»  Camille Paglia

 

El wokismo emana de los Estados dominantes, las talasocracias mercantiles y liberales: Estados Unidos principalmente, aunque también es un fenómeno propio en los demás países desarrollados del mundo anglosajón (Canadá, Reino Unido, Australia…). En particular de sus centros académicos y, más específicamente, de figuras como Judith Butler (autora fundacional de la teoría queer), Peggy McIntosh (popularizadora de la hipótesis del «privilegio blanco») o Kimberlé Crenshaw (creadora del concepto «interseccionalidad»). Y aunque haya sido caracterizado como una ideología de subordinación en la medida que está siendo introducido en otras sociedades políticas, lo cierto es que es impulsado con mayor fuerza puertas adentro.

El wokismo ataca toda noción de frontera; bien sea la que separa biológicamente al hombre de la mujer (negación de las diferencias sexuales), lo público de lo privado (a la manera de la proclama feminista «lo personal es político») y, en sentido más concreto, a unas naciones de otras (cosmopolitismo globalista). En suma, busca establecer la primacía de un individuo aislado, un «sujeto hidropónico» [Alicia Melchor] con raíces débiles y suspendidas en el aire, que no deba nada a la naturaleza y posea la capacidad de «autoengendramiento» [Alain de Benoist].

Se impone a través del método de la censura o cancelación (cancel culture). Cancelar el pasado, la tradición, los vínculos sociales… Todo con un sentido aparentemente reivindicativo (por ejemplo, derribar una estatua porque al personaje histórico se le atribuyen actitudes racistas, o reescribir una novela para así contener elementos sexistas que puedan ser hirientes para la sensibilidad del lector). Más allá de la reivindicación nominal, su intención es disociar al hombre de toda cultura moral orgánica y natural. Sacarlo de su ser histórico. Un barbarismo ilustrado, si cabe la contradicción, pues su cuerpo militar se encuentra en Oxford, Harvard y Berkley.

Es el ideario perfecto para una época en la que, como escribió Theodore Dalrymple, parecer bueno es más importante que hacer el bien. Por eso halla su expresión en el «alardeo moral» o «postureo ético» (virtue-signalling): una solidaridad irreflexiva y cuasi automática, mezclada con preocupación impostada, por cualquier causa buenista que domina la agenda noticiosa. Y esa agenda de «causas actuales» puede ser cualquier cosa: el viral Kony 2012, la movida Welcome Refugees, el #StandWithUkraine, etcétera.

Etimología y significado político

El término woke («despertó») ha tenido un largo periplo desde las luchas en favor de los derechos civiles hasta el actual activismo hashtag. Por lo que, de remontarnos al origen de la expresión, debemos mencionar el discurso titulado Remaining Awake Through a Great Revolution: ante el Oberlin College, el reverendo Martin Luther King instó a sus seguidores a «permanecer despiertos» (stay awake) durante la gran revolución social que estaba «barriendo el viejo orden colonial».

Más recientemente, en el año 2008, la expresión fue retomada por la cantante de neo-soul Erykha Badu en el coro de su canción Master Teacher. Y luego, en el año 2012, en un tuit que dedicó a la banda rusa Pussy Riot tras la detención de sus miembros. Badu, echando mano de su inglés afroestadounidense vernáculo (un dialecto social conocido coloquialmente como «ebónico»), cambió la palabra awake por woke. Su renovado stay woke adquirió gran relevancia en 2014, con las protestas por la muerte del joven negro Michael Brown a causa de los disparos de un policía en la ciudad de Ferguson, en el estado de Misuri.

La diferencia entre las versiones de King y Badu no se reducen a la conjugación (stay woke es una incorrección gramatical). El mensaje del doctor King tenía que ver con trascender las aspiraciones individuales y desarrollar una perspectiva mental que estuviera a la altura de las circunstancias históricas, porque, como decía, «estamos atrapados en una red inescapable de mutualidad» (ergo, tenemos un «destino común»). Para Badu, en cambio, «lo despierto» se aplica a muchas facetas de la vida y no es algo explícitamente político. «Se trata de ser consciente, de estar alineado con la naturaleza», dijo al respecto de su aporte lexicográfico, y de forma un tanto divagante, en el canal de televisión MSNBC. Y apostilló: «al estar alineado con la naturaleza, serás consciente de lo que pasa con tu salud, en tus relaciones, en tu casa, en tu coche…».

Así pues, más que ante una etiqueta política, estamos ante un llamado: permanecer alertas frente a los cambios sociales, no ser indiferentes a las injusticias (sobre todo aquellas dirigidas a las minorías, pues se ha trascendido el componente racial). Incluso en el pico de las protestas Black Lives Matter y grupos afines, pocos activistas se presentaban a sí mismos como woke. Hoy virtualmente ninguno lo hace.

Entonces, ¿quiénes son los wokes?

No está clara la relación de la nueva izquierda indefinida de matriz anglosajona con su hijo natural: el woke. Parece que prefiere mantenerlo en la discreción de lo implícito, o peor aún, negar rotundamente su vinculación con él. Ya sea porque ser abierta al respecto mancilla su imagen pública, y con ella su credibilidad; o porque, al puro estilo de las ideologías de control social, sirve mejor a sus propósitos si mantiene su verdadera imagen en un segundo plano.

El wokismo ha llegado a ser uno de esos significantes enemigos que se vuelven útiles porque describen un fenómeno político relevante y con ciertas características novedosas, al margen del número de quienes lo enarbolan como seña de identidad. Por ejemplo, el neoliberalismo no es una mera ficción, aunque el nobel Vargas Llosa asegure, intentando parecer ingenioso, que nunca ha conocido a un neoliberal. Como reza el tópico baudeleriano, «el mayor truco del diablo es hacernos creer que no existe».

En los entornos de las redes sociales, el woke tiene su contraparte en el based (basado). Basado es aquel que resulta transgresor en tiempos de moralina, aquel que desafía el totalitarismo blando de lo políticamente correcto. Tiende a relacionarse con cierta derecha iliberal, pero también incluye a la izquierda de viejo cuño. Pueden ser considerados «basados» tanto Diego Fusaro –por defender las soberanías nacionales frente al globalismo– como Michel Houellebecq –por advertir contra los efectos de la islamización de Francia–.

Para los defensores de la «basadez», lo woke da grima (cringe). El clivaje woke-based es, sobre todo, muy propio de Twitter, donde hasta autoproclamados nacionalistas de los más diversos países hacen uso de neologismos internáuticos de inequívoco sello estadounidense. Lo que vemos aquí es que la guerra cultural estadounidense se traslada al resto del mundo, multiplicando su alcance en forma de memes y cacaposteo.

Palabras que pierden valor y sentido

La noción política de «despertar» aparece, como se ha visto, con un uso bastante legítimo. Transcurrido el tiempo, sin embargo, ha degenerado considerablemente. Ya no remite a la consecución de derechos elementales, sino a un identitarismo fanático. Black Lives Matter, que según el Centro Pew llegó a contar el apoyo de casi tres cuartas partes de los estadounidenses tras la muerte de George Floyd, hoy posee apenas un cincuenta por ciento de valoración favorable. Las olas de vandalismo y saqueos desatadas en su nombre causaron dos mil millones de dólares en daños solo en 2020, y han minado seriamente la imagen de la que gozaba.

El movimiento Black Lives Matter hacía un llamado a «estar despiertos» ante esa lacra que afectaría a los afroamericanos: los prejuicios raciales, que serían la causa de los encuentros fatales entre policías y civiles negros desarmados. No obstante, este planteamiento ha sido rechazado, entre otros estudios, por las publicaciones de la abogada Heather Mac Donald, quien en su testimonio ante el Congreso de Estados Unidos en 2019 ofreció datos que respaldan este otro planteamiento: el verdadero riesgo para las personas negras no es la brutalidad policial, sino el crimen de negros contra negros (black on black crime), a la vista del casi centenar de heridos de bala que en una ciudad como Chicago se pueden registrar en un fin de semana.

Nueva Izquierda y guerra fría cultural

Como antecedente directo del wokismo no se puede perder de vista la «oposición controlada», aupada en Occidente en el marco de la Guerra Fría, que condujo a la configuración de una «izquierda» que aceptaba el mercado en el plano económico y se alineaba a los intereses atlantistas en el plano geopolítico.

La estrategia para combatir el comunismo soviético por parte de Estados Unidos no solamente se sirvió, como es obvio, de medios militares, políticos y financieros. También lo hizo de una gran ofensiva cultural e ideológica. El primer gran esfuerzo en esa dirección se puso en marcha en la era Truman con la denominada «Campaña por la Verdad» (Campaign for Truth) que, en palabras del presidente demócrata, consistía en responder dondequiera que se difundiera «la propaganda comunista» con «información honesta sobre la libertad y la democracia». El ariete encubierto de esta iniciativa fue el Proyecto Troya (Project Troy), una operación que contó con figuras de la talla del físico Edward Mills Purcell, y que cimentó una buena relación entre la naciente CIA y universidades como el MIT y Harvard. Su fin primordial era magnificar el impacto en el bloque del Este de Voz de América (VoA), el más grande órgano de radiodifusión financiado por el Gobierno estadounidense.

Nadie entendería mejor la importancia del poder blando en el choque bipolar que el sucesor de Truman, el general Dwight Eisenhower. Para «Ike» vencer a la URSS no consistía meramente en «conquistar territorio» o «sojuzgar por la fuerza»La guerra militar era secundaria frente a la «guerra psicológica», a la que definía como una «disputa por las mentes y las voluntades de los hombres».

En esa peculiar guerra fría ideológico-cultural dentro de la Guerra Fría, el combate contra el realismo socialista se realizó mediante la promoción del expresionismo abstracto en las artes pictóricas y la atonalidad en la música. Incluyó, asimismo, otras manifestaciones y corrientes artístico-culturales. Entes subsidiarios de la CIA y el Departamento de Estado financiaron desde exposiciones de Jackson Pollock hasta giras de Louis Armstrong y Benny Goodman (al respecto de esto existe extensa bibliografía, y algunos de los autores que mejor lo han tratado son Frances Stonor Saunders y Gabriel Rockhill).

En el año de 1951 se establece formalmente el que quizá sea el órgano más importante de la cruzada cultural de Washington: el Congreso por la Libertad de la Cultura (CCF, por sus siglas en inglés). El CCF fue extraordinariamente hábil en reclutar a la intelligentsia izquierdista desafecta con la URSS, en particular a la bujarinista-trotskista. «Denme cien millones de dólares y mil personas dedicadas, y yo les garantizaré una ola tan grande de agitación democrática entre las masas del imperio de Stalin que todos sus problemas por un largo tiempo serán internos», fue la promesa de su fundador Sidney Hook.

El CCF y otras organizaciones fachadas mantuvieron a flote revistas de la izquierda anti-estalinista estadounidense como The New LeaderEncounter Partisan Review, subsidiándolas cuando sus bajas suscripciones las habían hecho económicamente inviables.

En el ámbito hispánico destacó la publicación Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura. Editada, entre otros, por Luis Araquistaín (quien había sido ideólogo de Largo Caballero), se trataba de un espacio que reunía a intelectuales que habían renegado del marxismo con anticomunistas de toda la vida, como Jorge Luis Borges. Sus artículos exaltaban los valores liberales y el rol de Estados Unidos en el mundo.

Entre los nombres señeros que recibieron directa o indirectamente fondos de la inteligencia estadounidense están la feminista Gloria Steinem y el gurú de las drogas psicodélicas Timothy Leary. La Nueva Izquierda vendió trasgresión, ruptura y prestigio intelectual sin amenazar demasiado al sistema capitalista. Su objetivo era la desregulación moral por encima de cualquier otra cosa. No abandonó, a contrapelo de una visión muy extendida, a los trabajadores en favor de las minorías. O al menos no inicialmente. Según explica Paul Gottfried en La extraña muerte del marxismo, desplazó su sujeto cliente a las clases medias que, tras la ebullición contracultural de los años sesenta, empezaron a desechar sus viejos valores.

Sustrato angloprotestante

Podría decirse que la ideología woke no es una deriva orgánica del protestantismo, pero sí se ha aprovechado de una serie de condiciones que están presentes en él. Es decir, toma fuerza dentro del contexto protestante sin ser su corolario inevitable. De hecho, no puede omitirse el amplio apoyo gubernamental y corporativo que recibe el wokismo en las sociedades protestantes.

Un rasgo evidente del wokismo es su supremacismo moral, clave en la cultura protestante, que mira desdeñosa al «oscurantismo católico». Donde esto se puede observar con mayor facilidad es en la vertiente evangélica literalista, que propugna que cada quien puede interpretar la Biblia por su propia cuenta, aun desprovisto de claves hermenéuticas. Por lo que, en la cultura protestante, el individuo es garante de la fe y tiene una relación directa con Dios, dado que no pasa por ninguna mediación. De igual manera, el woke se basta a sí mismo –a su reivindicación como víctima o como oprimido– para atribuirse la verdad.

El pueblo estadounidense, y el mundo protestante en general, se siente elegido por la Providencia para llevar un mensaje de «libertad». Dicho mensaje hoy se encarna en la ideología woke que, con el pretexto de emancipar a la liga global de «oprimidos», convierte a todos los partidos de la izquierda genérica en franquicias del Partido Demócrata y del poder blando anglosajón.

El desmoronamiento de la arcadia feliz progresista

No es fácil reconciliar las aspiraciones de grupos tan dispares como las mujeres, los inmigrantes y la denominada comunidad LGBT. La interseccionalidad –más que una mera herramienta analítica– es el débil pegamento que busca mantener unida a esta coalición, como imbricación de opresiones y convergencia de desigualdades.

Más allá de cualquier esfuerzo aglutinador, es muy probable que la ideología woke, al estar dirigida a un sujeto político múltiple y fragmentario, acabe descendiendo y dando lugar a una guerra de particularismos, a una guerra fundamentada en intereses particulares contrapuestos. De hecho, ya presenta varias fracturas…

Se ha evidenciado una enconada enemistad entre grupos feministas surgidos de la nueva izquierda: los colectivos queer y las radfems se han enfrentado dialéctica e incluso físicamente en las marchas del 8M de este año. De igual manera, recientemente se han producido conflictos entre padres musulmanes y transactivistas a cuenta de la enseñanza de «ideología de género» en escuelas de Canadá: ¿Qué reivindicación debe priorizarse, la de las minorías religiosas o la de las minorías no heterosexuales?

La articulación política y electoral desde lo minoritario a priori parece tener sentido en sociedades occidentales cada vez más diversas. Ocurre, sin embargo, que muchas de las identidades woke, sean colectivas o individuales, buscan un carácter particular, singular, minoritario… No se construyen a partir de la percepción social, sino que emanan de la «cultura nihilista de la autoidentificación ilimitada» [Rusell Reno]. No suman, disgregan.

Es por ello que el imperio anglosajón contemporáneo es el primer imperio en la historia que promueve lo que podríamos llamar una anticultura, es decir, una cultura basada en la disgregación de los vínculos sociales, en el desarraigo y en el puro presentismo del individuo. Se encuentra en guerra consigo mismo, y arrastra a quienes adoptan sus modas ideológicas junto con él.

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A mi padre. Mi Viejo - Piero (Letra/Lyrics) (Letra Con Vídeo)