Entrevista a Costas Lapavitsas, profesor de economía en la Universidad de Londres
"Los gobiernos que quieran hacer políticas progresistas no podrán permanecer en el euro"
REBELIÓN
eldiario.es
03.02.2014
"Un Gobierno radical en Grecia debería dejar de pagar una parte importante de la deuda, que de otra manera es insostenible" |
"La estabilización de la economía europea se ha producido más bien por destrucción: la economía está destruida, el desempleo se incrementa", dice el economista griego Costas Lapavitsas.
Costas Lapavitsas es profesor de economía en la Universidad de Londres. Su último libro Profiting without producing constituye unaradiografía imprescindible para entender lo que llama la financiarización, el crecimiento incontrolado del sistema financiero y la imposición de sus intereses a toda la sociedad. En español ha publicado Crisis en la Eurozona,
donde carga contra las medidas de austeridad en la eurozona. Tiene
muchas esperanzas en Syriza, pero advierte de que su principio de
permanecer en la eurozona encuentra serias resistencias dentro de sus
propias filas. Lapavistas acaba de estar en Barcelona invitado por la Plataforma de Auditoría Ciudadana de la Deuda, el Observatorio de la Deuda y el Seminario Taifa.
En este momento hay mucho descontento y rabia, existe al mismo tiempo
desesperación y falta de capacidad organizativa. No sé si la gente en
Europa lo entiende, pero los griegos están muy frustrados pero también
muy desilusionados y se sienten débiles. Es posible que el Pasok –el
viejo partido de gobierno socialdemócrata– desaparezca completamente, y Nueva Democracia
–el partido de derechas en el poder– sufra importantes pérdidas. Es
probable que Syriza crezca y llegue a ser el más votado aunque no sé si
podría gobernar en solitario. Es de prever un crecimiento del partido
fascista hasta situarse como segundo o tercer partido.
Las
elecciones europeas combinadas con las municipales en Grecia –se
producirán al mismo tiempo– van a ser un acontecimiento político
significativo. Las elecciones europeas pueden suponer una transformación
completa del mapa político y
electoral griego. Si el voto de la coalición gobernante de la derecha y
el Pasok se desploma, será muy difícil para ellos seguir gobernando con
estabilidad y llevar a cabo las medidas que exige la Troika.
Y esto sumado a la candidatura de Alexis Tsipras, el líder de Syriza, a la presidencia de la Comisión Europea.
Creo que es un error que Tsipras acceda a la presidencia europea, es
muy peligroso. En cualquier caso, es extremadamente importante que
Syriza lo haga bien, especialmente si se convierte en el partido más
votado en Grecia, porque está generando mucha esperanza, tanto en Grecia
como en el resto de Europa. Esto se produce por algunas razones: la
izquierda por fin puede ser un
actor fundamental, no tiene que ser marginal. Es decir, puede
constituirse en una verdadera alternativa de gobierno. Pero hay que
tener claro lo que Syriza es capaz de hacer y lo que no.
Syriza
tendrá que enfrentar grandes dificultades si es elegida. En parte por su
propio funcionamiento interno, su composición, y también por algunos
problemas objetivos con los que se encontrará tanto en el país como
fuera. Si Syriza no cumple las expectativas, pierde el control sobre su
propia formación o no da la talla, la situación para la izquierda será
muy complicada. La apuesta es muy alta.
En el 2012, hubo en Grecia un default. A partir de los resultados de este proceso, ¿podemos deducir que el impago es una variable política?
La manera en que los griegos hicieron su default en 2012 es la peor manera posible. Ningún otro país de Europa, o del mundo, debería manejar un default
de esa manera. Si se da, ha de ser soberano y tiene que estar pensado
desde las necesidades del deudor, no desde las necesidades del
prestamista.
El default griego fue organizado por la
Troika y por eso fue tan malo. Lo que pasó en Grecia es que el impago
fue de la deuda privada y no de la pública. Así que los grandes
perdedores fueron los prestamistas griegos, bancos griegos, propietarios
de bonos y fondos de pensiones griegos. Como consecuencia, el Estado
tuvo que endeudarse otra vez para rescatar a los bancos que estaban en
apuros tras el default. Esta debe ser la primera vez en la historia que un país hace un default
contra sí mismo, en vez de hacerlo contra prestamistas extranjeros con
el objetivo de restaurar su economía. Grecia reestructuró su deuda y
complicó aún más su situación. Es increíble. Por lo tanto, el default
es un elemento muy importante, pero tiene que ser organizado de otra
manera. Tenéis razón, la política aquí es muy importante. La forma
política de hacerlo es que sea en interés del deudor con presión desde
abajo.
En España la visión más generalizada ahora mismo es que estamos a salvo de esa situación. El Gobierno, basándose en algunos indicadores macroeconómicos positivos, afirma que la crisis ha terminado y que estamos creciendo.
Dos cosas han cambiado en Europa de
forma parecida en España y en Grecia respecto a 2010 e incluso a 2012.
La primera es que en la periferia el déficit en cuenta corriente ha
decrecido por la recesión. Las importaciones descienden, por lo tanto el
déficit exterior se ha reducido. Lo segundo es que el déficit
presupuestario también ha decrecido por la recesión. Entonces se ha
producido cierta estabilización por el lado fiscal y por el de cuenta
corriente. Además esta situación se reforzó gracias a la actuación del
Banco Central Europeo hace algo más de un año, cuando Draghi dijo que
haría lo que fuese necesario hacer. Entonces la combinación entre la
contracción del déficit y Draghi estabilizando los mercados financieros
ha dado como resultado que no hay una presión inmediata de default. Los mercados financieros se han calmado.
Pero si miramos la economía real podemos ver que en realidad, esta
estabilización se ha producido más bien por destrucción: la economía
está destruida, el desempleo se incrementa, la recesión está siendo muy
profunda. Esto es lo que está estabilizando a los mercados. No es una
situación sostenible porque es poco probable que haya un crecimiento
rápido que repare las pérdidas. Todas las evidencias indican que las
economías de la periferia se estancarán. Esto no es resolver la crisis,
sino transformar una aguda crisis financiera en una crisis duradera de
la economía real que es lo que han producido las medidas de austeridad.
En Grecia la situación es bastante turbia. La
Troika está presionando en favor de la suspensión de la moratoria para
que los bancos puedan deshacerse de algunas de sus inversiones
inmobiliarias. Dice que así podrán sanear sus balances para que cuando
lo hayan hecho puedan empezar a prestar otra vez. Esta lógica es tan
intrincada que no engaña a nadie: los bancos prestarán si les permitimos
que echen a la gente de sus casas porque esto es bueno para los
balances. Sólo el FMI podría inventar algo así. Es una idea demasiado
manufacturada.
El Gobierno griego no quiere suspender la
moratoria aunque está bajo presión. Y no quiere hacerlo, no porque
sienta simpatía por los propietarios o inquilinos, sino porque se da
cuenta de que suspender la moratoria sería dinamita política. Como
España, Grecia tiene una de las proporciones de propietarios más altas
de Europa. Es una cuestión cultural, asociada a la idea de éxito social.
Empezar a echar gente de sus casas porque se retrasan en sus pagos
implicaría un incremento enorme de la conflictividad política. Y el
Gobierno lo sabe, así que se está resistiendo. Esto demuestra la diferencia de posibilidades de acción política en contextos distintos como Grecia y España.
La posición de Syriza no es la mayoritaria dentro de la izquierda porque se opone a la austeridad pero con una fuerte apuesta por la moneda única y la UE. ¿Qué supone esta postura en el marco político de la UE?
Para mí es exactamente lo que la clase dirigente
europea desea. Porque Syriza dice: “Nosotros queremos permanecer en el
euro y vamos a permanecer pase lo que pase y además vamos a ser
radicales”. Pero clase dirigente sabe que esta opción es imposible. Lo
realmente peligroso de Syriza es que contiene una corriente de izquierda
radical –un 40% de la coalición– que no está de acuerdo con esta
propuesta y que puede llegar a suponer un peligro de ruptura. En otras
palabras, Syriza no es un cuerpo político fiable. Es impredecible. Y es
esta posibilidad de una radicalización de la coalición lo que preocupa
realmente a la clase dirigente europea.
Por otra parte, si Syriza
resulta elegida, habrá un crecimiento de las demandas populares,
incluso aunque la gente esté pesimista y pasiva. Si hay un Gobierno de
Syriza, querrán medidas en relación a sus salarios, pensiones, trabajo,
etc, todo tipo de demandas. Esto sí supone una amenaza para la clase
dirigente europea. Además, otros países europeos pensarán: nosotros
podemos hacer lo mismo. Por eso Syriza encarna una promesa pero también
supone un riesgo enorme.
Parece que identifica “izquierda” con la postura que propugna salir del euro. ¿Por qué?
A mi entender, esta postura es la única que abre la posibilidad de
hacer políticas de izquierda radical que cambien la relación de fuerzas
en favor del trabajo y contra el capital; políticas que son necesarias
para restablecer el daño infligido a los países europeos en los últimos
años debido a la crisis. Son políticas sensatas, fundamentales, como
redistribución, control o nacionalización de los bancos, reorganización
de la producción. Estos cambios son imposibles, en mi opinión, dentro de
la unión monetaria y significan lo contrario de lo que significa hoy la
Unión Europea.
Puedo ser más específico: un Gobierno radical en
Grecia debería dejar de pagar una parte importante de la deuda, que de
otra manera es insostenible, así como cambiar las políticas fiscales y
monetarias. No podemos asumir la austeridad, no podemos apostar por
superávits fiscales. Tiene que haber políticas diferentes, que permitan
el crecimiento de la economía. Un Gobierno radical debería nacionalizar
la banca y crear bancos públicos que dieran soporte a la reorganización
de la producción. Si atendemos a estas propuestas, nos damos cuenta de
que no pueden darse dentro de la estructura de la unión monetaria hoy.
.¿No cree que si llegamos a la situación en la que un Gobierno pueda aplicar esas medidas, la situación política europea habrá cambiado tanto que podría pensarse en cambios en la propia arquitectura de la UE?
A veces la izquierda necesita al
Estado nación para proteger los derechos de los trabajadores y los
derechos democráticos, y no puede hacerse de otra manera. El Gobierno de
Grecia o de Portugal no puede cambiar la estructura de la Unión
Europea, pero sí puede intervenir en Grecia y Portugal. Por supuesto, el
mío no es un argumento nacionalista. En ocasiones puedes utilizar los
mecanismos del Estado nación para crear una corriente internacional.
Si en 2010 se hubiera dado la posibilidad de una serie de gobiernos de
izquierda en varios países de Europa hablaríamos, pero ahora ya llevamos
cuatro años de crisis. Y en estos cuatro años Grecia ha sido
destrozada, Portugal y España están muy mal. No estamos discutiendo
sobre casos ideales. Y sabemos que Syriza tiene una posibilidad real de
estar en el Gobierno y tiene que decidir qué hacer aquí y ahora.
Si llegas al poder sin un plan, pensando que vas a cambiar la UE, la
consecuencia será el caos. Pero sí hay una serie de cosas que puedes
hacer. Y tienes que preparar a tu gente, mantenerles informados de lo
que es posible. Puedes involucrar a la gente en este proceso, porque al
final de ahí es de donde proviene tu fuerza.
¿Cómo se pide que se enfrenten a las consecuencias negativas de un tipo de transición así, por ejemplo, con los costes de volver a una moneda nacional?
Tienen que entender que hay que elegir entre una muerte lenta, que es
lo que han estado experimentando, o un shock controlado del que vamos a
salir después. Si ese es el caso, el shock y su gestión serán más
fáciles: podrás intervenir sobre la circulación monetaria, nacionalizar
los bancos y ponerlos bajo control público e imponer medidas para
impedir la fuga de capitales. Intervenir en los mercados de petróleo,
medicinas y alimentos. Habrá que hacer provisión para cubrir las
necesidades inmediatas por un corto periodo de tiempo hasta que la
demanda vuelva a normalizarse. Todo esto se puede implementar de forma
controlada si el Gobierno de izquierdas está seguro de que tiene que
hacerlo.
Gran parte de su trabajo se centra en la financiarización. ¿Puede explicar qué significa y qué consecuencias tiene en el capitalismo contemporáneo?
Financiarización es un término que hace referencia al crecimiento del
sistema financiero que podemos ver en el mundo capitalista desarrollado
en las últimas tres o cuatro décadas. Un crecimiento enorme de las
finanzas, relacionado con el resto de la economía. Al mismo tiempo, hay
un aumento del beneficio financiero. Una enorme, inusitada proporción de
beneficios proviene ahora de las finanzas. Lo podemos comprobar en los
EEUU y en otros países donde lo hemos medido. También sabemos que el
tipo de estrato social que obtiene estos beneficios financieros es ahora
muy diferente del anterior. Sabemos que hay una pequeña minoría de
gente asociada con el sistema financiero que obtiene una buena parte de
estos beneficios a través de bonos, salarios y demás, no por prestar
dinero, sino como remuneración por trabajar en las finanzas. Esto cambia
la estratificación social porque este grupo de gente tiene un gran
poder de influencia sobre las políticas públicas.
Mi visión es
que esto se produce de forma más profunda de lo que parece y que supone
una transformación histórica, una transformación estructural del
capitalismo. Podemos descubrir básicamente tres tendencias. Primero,
negocios no financieros industriales y comerciales se han
financiarizado, lo que supone que no se apoyan tanto en los bancos para
sus inversiones y que obtienen beneficios de su participación directa en
el sistema financiero. Segundo, los bancos también se han transformado y
han empezado a obtener beneficios de otros bancos, tanto apostando en
los mercados financieros como prestando dinero a individuos y familias. Y
el tercer elemento es que las propias familias e individuos –la gente
trabajadora de países desarrollados– también se han financiarizado. Se
endeudan más y tienen más activos financieros.
Hay un problema
importante y es que los servicios públicos como la educación, la salud,
las pensiones o la vivienda –la fundamental– han sufrido recortes, y
ahora hay una gestión privada de estos servicios públicos que está
mediada por las finanzas. Y por supuesto, no puedes dejar a las finanzas
gestionar derechos o necesidades básicas. Por tanto, los salarios están
financiarizados, los ahorros están financiarizados y el sistema
financiero obtiene beneficios de ellos.
¿Entonces si la financiarización significa un gran cambio en el capitalismo, cómo deben adaptarse las luchas a este cambio?
Esta es una buena pregunta sobre la que la izquierda tiene que empezar a
pensar. Porque la historia es importante, tenemos que construir sobre
lo que hubo, pero debemos adaptar las luchas a las condiciones presentes
y a las transformaciones que ha sufrido el capitalismo. Tenemos que
pensar en cómo oponernos a la financiarización y como revertirla.
Necesitamos pensar en maneras de restaurar los servicios públicos. Por
supuesto, hay que planear cómo revertir la financiarización y cómo crear
banca pública, y encontrar maneras de controlar los flujos de capital,
poniendo restricciones a su circulación. Y también hay que pensar en
formas de reorganizar la economía productiva. Para mí, luchar contra la
financiarización, revertirla, es la forma fundamental de luchar hoy
contra el capitalismo.
Fuente: http://www.eldiario.es/economia/gobiernos-quieran-politicas-progresistas-permanecer_0_223978150.html
*++
No hay comentarios:
Publicar un comentario