Peter Burke: «La estrategia del miedo para evitar
la revuelta es una constante histórica»
Entrevista
Paco
Cerdá
Sociología
Crítica
20.11.2013
Catedrático
emérito de Historia cultural de la Universidad de Cambridge y especialista en
historia cultural moderna, Peter Burke (Londres, 1937) analiza la situación
actual y asegura que tiene semejanzas con la crisis de 1929, pero también
diferencias “en la respuesta de los políticos”.
-Sostiene
que la Historia no puede escribirse de forma objetiva. ¿Por qué?
-¡Porque
somos humanos! Y como humanos, tenemos unas actitudes y valores que nos
condicionan. Eso puede observarse de forma cotidiana. Si tres personas
presencian el mismo hecho, tendrán versiones distintas del mismo. Así pues, a
lo más que podemos aspirar es a tratar de ser justos. Además, el esfuerzo de
objetividad máxima implica sacrificar ciertas cosas, como la claridad. Evitar
el punto de vista del historiador para ser lo más imparcial posible produce, en
ocasiones, un relato difícil de entender.
-¿Quiénes
serán los ganadores de la Historia actual y cómo la contarán a la siguiente
generación?
-Es
más fácil valorar eso en una guerra que en la política. Pero se puede apreciar
que el cambio en el equilibrio de poderes con el ascenso de China y la
creciente presencia de la voz de los musulmanes tendrá su correlación en la
versión de la Historia que se escriba. Además, podemos predecir que en la
cuestión medioambiental todos seremos perdedores.
-¿Qué
grandes manipulaciones de la Historia sigue sufriendo hoy la población?
-¡Hay
tantas?! Una de ellas es el uso de un doble lenguaje con el que cada bando
narra un conflicto. Cuando alguien pone una bomba, si son los otros, son
‘terroristas’; si son los nuestros, son una ‘guerrilla urbana’ u otro término
menos duro. Además, todos distorsionamos nuestro propio recuerdo del pasado.
Tendemos a mitologizar el pasado. Es como la entropía de la naturaleza: podemos
detectarla, pero no escapar de ella.
-El
olvido de la gente común y corriente, eclipsada por los grandes personajes y
las grandes gestas, es una lacra de la Historia. ¿Hay que reivindicar al hombre
normal?
-La
mayor revolución historiográfica en los últimos doscientos años ha sido la
inclusión en la Historia de las personas ordinarias y de todas las actividades
humanas, y no solo la guerra y la política. Hay que recordar que en la famosa
expedición por África, David Livingstone no iba solo, sino que formaba parte de
una expedición más amplia. Ese enfoque es una revolución.
-En
la actual crisis económica y su repercusión en los más pobres, ¿qué grandes
pautas observa que hayan servido en otros periodos?
-Hay
semejanzas con la crisis de 1929, pero también diferencias en la respuesta de
los políticos.
-Me
refería a la gestión política. ¿Tal vez la estrategia de infundir miedo a la
población para que no se rebele?
-Sí,
la estrategia del miedo para evitar la revuelta es una constante en la historia
de la humanidad. Pero me interesa más, como constante histórica, la teoría de
por qué la gente se rebela. Las primeras teorías afirmaban que la población se
rebela cuando las cosas van a peor. Por ejemplo: sube el precio del grano y
estalla la Revolución Francesa. Sin embargo, tanto los historiadores como los
teóricos sociales han subrayado, más recientemente, que las rebeliones se
asocian a la ruptura de las expectativas crecientes. Cuando las cosas dejan de
ir a mejor y se habían creado grandes expectativas, es cuando la gente se
siente más insatisfecha. Más todavía que si las cosas van a peor de forma lenta
y progresiva. Por tanto, las expectativas defraudadas son el contexto más
propicio para que estallen las revueltas. Eso significa que el momento más
peligroso para un Gobierno es cuando aplica reformas que no contentan a la
población, porque la gente quiere otro tipo de reformas o a otro ritmo.
-Expectativas
frustradas y reformas criticadas por la población. Está describiendo España.
¿Augura aquí una revuelta?
-No
conozco suficiente el clima de la opinión pública española como para hacer
vaticinios. Pero la teoría de las generaciones explica un hecho de España: hace
cuarenta años hubo una generación que creyó que la Transición era buena y se
movió al grito de ‘nunca más una Guerra Civil’. Ese consenso se ha roto. La
generación en el poder se arriesga más en su relación con el pasado.
-Una
parte de España se niega a recuperar la memoria histórica del franquismo para
no reabrir heridas. ¿Es eso justificable?
-La
reconciliación es importante y no se puede luchar la misma Guerra Civil
generación tras generación. Pero entiendo que eso es más fácil de decir para un
británico desde la distancia que para un español.
-En
un mundo obsesionado por el futuro y las tecnologías, ¿por qué hay una búsqueda
de los orígenes y las raíces?
-Son
dos fenómenos ligados. En los últimos 200 años hemos vivido un proceso de
aceleración de la Historia. La gente tiene la sensación de haber perdido sus
raíces y de sentirse desorientada. Y el tipo de pasado que la gente quiere
conocer es el pasado que ha vivido o que le han contado en su casa.
-Usted
ha afirmado que hay tres obstáculos a la democratización del conocimiento: los
intereses de las grandes compañías, la censura de los gobiernos y el aislamiento
de los expertos. ¿Cuál le preocupa más?
-En
la actualidad, el más peligroso es la censura gubernamental.
-¿Por
qué sigue siendo útil?
-Ningún
Gobierno puede operar sin secretos. Todo Gobierno aspira a silenciar a las
personas que quieren revelar esos secretos, y los casos de Wikileaks y Snowden
son paradigmáticos. En un mundo ideal podría existir una transparencia completa
y no tendría sentido la existencia de servicios secretos. Pero en el mundo
real, a ningún Gobierno se le ocurriría suprimir su espionaje.
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