sábado, 29 de julio de 2017

EN DEFENSA DE VENEZUELA

 


No a la intervención extranjera
En defensa de Venezuela

Rebelion
29.07.2017


Venezuela vive uno de los momentos más críticos de su historia. Acompaño crítica y solidariamente la Revolución bolivariana desde el inicio. Las conquistas sociales de las últimas dos décadas son indiscutibles. Para comprobarlo basta consultar el informe de la ONU de 2016 sobre la evolución del índice de desarrollo humano. Dice este informe: “El índice de desarrollo humano (IDH) de Venezuela en 2015 fue de 0.767 –lo que colocó al país en la categoría de alto desarrollo humano–, posicionándolo en el puesto 71º de entre 188 países y territorios. Tal clasificación es compartida con Turquía. De 1990 a 2015, el IDH de Venezuela aumentó de 0.634 a 0.767, un aumento de 20,9 %. Entre 1990 y 2015, la esperanza de vida al nacer aumentó a 4,6 años, el período medio de escolaridad ascendió a 4,8 años y los años de escolaridad media general aumentaron 3,8 años. El rendimiento nacional bruto (RNB) per cápita aumentó cerca de 5,4% entre 1990 y 2015”. Se hace notar que estos progresos fueron obtenidos en democracia, solo momentáneamente interrumpida por la tentativa de golpe de Estado en 2002 protagonizada por la oposición con el apoyo activo de Estados Unidos.

La muerte prematura de Hugo Chávez en 2013 y la caída del precio de petróleo en 2014 causaron una conmoción profunda en los procesos de transformación social entonces en curso. El liderazgo carismático de Chávez no tenía sucesor, la victoria de Nicolás Maduro en las elecciones siguientes fue por escaso margen, el nuevo presidente no estaba preparado para tan complejas tareas de gobierno y la oposición (internamente muy dividida) sintió que su momento había llegado, en lo que fue, una vez más, apoyada por Estados Unidos, sobre todo cuando en 2015 y de nuevo en 2017 el presidente Obama consideró a Venezuela como una “amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos”, una declaración que mucha gente consideró exagerada, si no mismo ridícula, pero que, como explico más adelante, tenía toda lógica (desde el punto de vista de Estados Unidos, claro). La situación se fue deteriorando hasta que, en diciembre de 2015, la oposición conquistó la mayoría en la Asamblea Nacional. El Tribunal Supremo de Justicia suspendió a cuatro diputados por alegado fraude electoral, la Asamblea Nacional desobedeció, y a partir de ahí la confrontación institucional se agravó y fue progresivamente propagándose en las calles, alimentada también por la grave crisis económica y de abastecimiento que entretanto explotó. Más de cien muertos, una situación caótica. Mientras, el presidente Maduro tomó la iniciativa de convocar una Asamblea Constituyente (AC) a ser elegida el día 30 de julio y Estados Unidos amenaza con más sanciones si las elecciones se producen. Es sabido que esta iniciativa busca superar la obstrucción de la Asamblea Nacional dominada por la oposición.

El pasado 26 de mayo suscribí un manifiesto elaborado por intelectuales y políticos venezolanos de varias tendencias políticas, apelando a los partidos y grupos sociales en conflicto a parar la violencia en las calles e iniciar un debate que permitiese una salida no violenta, democrática y sin la injerencia de Estados Unidos. Decidí entonces no volver a pronunciarme sobre la crisis venezolana. ¿Por qué lo hago hoy? Porque estoy alarmado con la parcialidad de la comunicación social europea, incluyendo la portuguesa, sobre la crisis de Venezuela, una distorsión que recorre todos los medios para demonizar un gobierno legítimamente electo, atizar el incendio social y político y legitimar una intervención extranjera de consecuencias incalculables. La prensa española llega al punto de embarcarse en la posverdad, difundiendo noticias falsas sobre la posición del gobierno portugués. Me pronuncio animado por el buen sentido y equilibrio que el ministro de Asuntos Exteriores portugués, Augusto Santos Silva, ha mostrado sobre este tema. La historia reciente nos muestra que las sanciones económicas afectan más a ciudadanos inocentes que a los gobiernos. Basta recordar los más de 500 mil niños que, según el informe de Naciones Unidas de 1995, murieron en Irak como resultado de las sanciones impuestas después de la guerra del Golfo Pérsico. Recordemos también que en Venezuela vive medio millón de portugueses o lusodescendientes. La historia reciente también nos enseña que ninguna democracia sale fortalecida de una intervención extranjera.

Los desaciertos de un gobierno democrático se resuelven por vía democrática, la cual será tanto más consistente cuanto menor sea la interferencia externa. El gobierno de la Revolución bolivariana es democráticamente legítimo. A lo largo de muchas elecciones durante los últimos veinte años, nunca ha dado señales de no respetar los resultados electorales. Ha perdido algunas elecciones y puede perder la próxima, y solo sería criticable si no respetara los resultados. Pero no se puede negar que el presidente Maduro tiene legitimidad constitucional para convocar la Asamblea Constituyente. Por supuesto que los venezolanos (incluyendo muchos chavistas críticos) pueden legítimamente cuestionar su oportunidad, sobre todo teniendo en cuenta que disponen de la Constitución de 1999, promovida por el presidente Chávez, y disponen de medios democráticos para manifestar ese cuestionamiento el próximo domingo. Pero nada de eso justifica el clima insurreccional que la oposición ha radicalizado en las últimas semanas y cuyo objetivo no es corregir los errores de la Revolución bolivariana, sino ponerle fin, imponer las recetas neoliberales (como está sucediendo en Brasil y Argentina) con todo lo que eso significará para las mayorías pobres de Venezuela. Lo que debe preocupar a los demócratas, aunque esto no preocupa a los medios globales que ya han tomado partido por la oposición, es la forma en que están siendo seleccionados los candidatos. Si, como se sospecha, los aparatos burocráticos del partido de Gobierno han secuestrado el impulso participativo de las clases populares, el objetivo de la Asamblea Constituyente de ampliar democráticamente la fuerza política de la base social de apoyo a la revolución se habrá frustrado.

Para comprender por qué probablemente no habrá salida no violenta a la crisis de Venezuela, conviene saber lo que está en juego en el plano geoestratégico global. Lo que está en juego son las mayores reservas de petróleo del mundo existentes en Venezuela. Para el dominio global de Estados Unidos es crucial mantener el control de las reservas de petróleo del mundo. Cualquier país, por democrático que sea, que tenga este recurso estratégico y no lo haga accesible a las multinacionales petroleras, en su mayoría norteamericanas, se pone en el punto de mira de una intervención imperial. La amenaza a la seguridad nacional, de la que hablan los presidentes de Estados Unidos, no está solamente en el acceso al petróleo, sino sobre todo en el hecho de que el comercio mundial del petróleo se denomina en dólares estadounidenses, el verdadero núcleo del poder de Estados Unidos, ya que ningún otro país tiene el privilegio de imprimir los billetes que considere sin que esto afecte significativamente su valor monetario. Por esta razón Irak fue invadido y Oriente Medio y Libia arrasados (en este último caso, con la complicidad activa de la Francia de Sarkozy). Por el mismo motivo, hubo injerencia, hoy documentada, en la crisis brasileña, pues la explotación de los yacimientos petrolíferos presal estaba en manos de los brasileños. Por la misma razón, Irán volvió a estar en peligro. De igual modo, la Revolución bolivariana tiene que caer sin haber tenido la oportunidad de corregir democráticamente los graves errores que sus dirigentes cometieron en los últimos años.

Sin injerencia externa, estoy seguro de que Venezuela sabría encontrar una solución no violenta y democrática. Desgraciadamente, lo que está en curso es usar todos los medios disponibles para poner a los pobres en contra del chavismo, la base social de la Revolución bolivariana y los que más se beneficiaron de ella. Y, en concomitancia, provocar una ruptura en las Fuerzas Armadas y un consecuente golpe militar que deponga a Maduro. La política exterior de Europa (si se puede hablar de tal) podría constituir una fuerza moderadora si, entre tanto, no hubiera perdido el alma.

Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez


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PODEMOS. HAY QUE PODER, PERO ASÍ NO PODREMOS (SIN MAYORIAS SOCIALES ORGANIZADAS PODEMOS SE CONVERTIRÁ EN UN PSOE bis FELIPOTE)

Tribuna viento sur
De la casta al gobernismo, de la cal viva al gobierno alternativo



Manuel Gari
Viento Sur
23/07/2017

Los tres movimientos tácticos que concurrieron en el seno de Podemos la pasada semana, inducen a reflexionar sobre la placa tectónica en la que se asienta Podemos como fuerza del cambio. Me refiero a los relacionados con la hipótesis de la entrada en gobiernos compartidos con el PSOE. Ha habido un sinfín de artículos y comentarios al respecto, muchos de ellos de naturaleza táctica y algunos menos de alcance estratégico cuando la cuestión requiere esta dimensión. Entre estos últimos conviene destacar el acertado trabajo de los diputados regionales madrileños de Podemos Isidro López y Raúl Camargo “El viaje y las alforjas: el error histórico de los pactos de gobierno con el PSOE” 1/. Desde la politología convencional podría aducirse que es natural que dos partidos convengan poder cogobernar, pero ello es simplemente olvidar el por qué del nacimiento de Podemos tras el “no nos representan” del 15–M y la propia naturaleza del PSOE que, pese a los cambios que han operado en el seno de su dirección, sigue siendo una pieza estabilizadora del régimen del 78 y muleta imprescindible de los elementos básicos de las políticas neoliberales.

Tocando en las puertas del Palacio de Fuensalida

El primer movimiento fue el anuncio sin precedentes ni síntomas previos de la voluntad de formar gobierno conjunto PSOE-Podemos en Castilla La Mancha (CLM) por parte de José García Molina, secretario general regional de la formación morada que cuenta con dos diputados en las Cortes regionales y que hace dos meses se oponía, sin mayor explicación, a votar los presupuestos regionales pese a las enmiendas que le habían sido aceptadas, y Emiliano García-Page, actual presidente de la Junta de Comunidades, auténtico adalid anti Podemos. De pronto García-Page considera un socio de gobierno fiable a García Molina y éste, pelillos a la mar, se fía de García-Page.

¿Qué ha cambiado presupuestariamente para tal giro de 180º? Diego Pacheco nos los resume perfectamente: “14 de las 17 enmiendas que quedaron vivas siguen sin recogerse en los nuevos presupuestos (que ahora sí son la ostia), ni hay límites salariales a los altos cargos –que era la medida estrella entonces de nuestras enmiendas–, ni se alteran conciertos educativos ni la asignación a la religión en la escuela. En cambio, lo que sí se altera, válgame, es la partida para edificios públicos en educación infantil primarias que nosotros pedíamos aumentar en más de 8 millones de euros y que finalmente se reduce medio millón. En fin...” 2/ O sea: nada o muy poco ha cambiado en el terreno presupuestario y, sin embargo, ahora las cuentas no solo merecen la aprobación de Podemos, sino que permiten (¡sin mediar programa de gobierno conjunto!) tomar consejerías en una correlación de fuerzas ultraminoritaria porque, según se dice, ello asegurará la capacidad de presión y vigilancia para que García-Page, discípulo de Bono, gobierne en clave progresista.

Ni con mejor correlación de fuerzas electoral, política y social y con un programa conjunto detallado y suscrito por escrito, logró Diego Valderas Sosa gobernar en clave progresista en Andalucía, lo que tuvo un importante costo en credibilidad y en votos para IU-CA. La experiencia andaluza forma parte de esa ley de cercanía abrasiva que pudieron también experimentar en su momento con la entrada en gobiernos de diversos ámbitos en los que eran minoría el PC francés, Die Linke en Alemania o la italiana Rifondazione Comunista.

Simplemente José García Molina ha entrado en la vieja lógica en política o gobiernas o no eres nadie y García-Page ha visto una ocasión de oro de neutralizar la presión que le podía hacer Podemos desde fuera del gobierno pues dependía de sus votos en las Cortes. Todos contentos.

Tras la presión democrática existente, el secretario general de Podemos CLM ha tenido que consultar a las y los inscritos aprisa y corriendo, sin deliberación previa y serena, mediante una pregunta que son dos en una, lo que la convierte en una pregunta-trampa. Si no me equivoco el texto a consulta es: "¿Crees que Podemos CLM debería votar Sí a los Presupuestos si con un acuerdo de Gobierno se garantiza la puesta en marcha y el control de políticas propias como la Renta Garantizada o el Plan de Garantías Ciudadanas?" En el momento de redactar este artículo no conozco el resultado de la consulta, que, como militante de Podemos, merecerá mi respeto democrático esté o no de acuerdo con el mismo.
Pero… de todo este embrollo, lo que me preocupa es que parece que no es una ocurrencia estival de García Molina y García-Page, sino que los secretarios generales de Podemos y PSOE auspiciaron este giro. Ello es lo que hace que no sea un asunto estrictamente castellanomanchego, sino, que por sÍ mismo y por sus avalistas tiene una implicación estatal y supone un giro en la relación con el PSOE al que se le da patente de fuerza del cambio al hacer la experiencia de empotramiento en su gobierno, sin programa ni proyecto, lo que dada la escasa fuerza supone aceptar, por parte de Podemos, una relación táctica subalterna y la subordinación estratégica.

¿Hacia un gobierno PSOE-Podemos?

El segundo movimiento es que tras un primer contacto entre las delegaciones de las direcciones estatales de Podemos y PSOE, reuniones que considero normales y necesarias, se presente el evento como prefigurador de un gobierno alternativo. Ello es algo más que un exceso verbal o una táctica para empujar a ir más allá al partido socialista, simplemente es un error. Porque ese gobierno hoy ni es posible ni es conveniente. Porque supone una renuncia a modificar la correlación de fuerzas. Porque crea desorientación y despiste entre la militancia y la base electoral y social de Podemos. Porque entre la "cal viva” y formar gobierno hay fórmulas estratégicas que poner en pie para ganar la hegemonía, y tácticas que verificar y concretar. En Podemos hemos comprobado que existe una gran habilidad táctica y una ausencia de proyecto estratégico. Ese es su talón de Aquiles.

Existe un campo de posibles acuerdos puntuales entre ambas formaciones políticas de relativo alcance como son: los del incremento efectivo, no el que de forma ridícula se efectuó por el PP con la aquiescencia de la gestora socialista, del salario mínimo; la necesidad de apoyar a las fuerzas sindicales para que logren aumentos salariales dignos; la revocación de las dos últimas reformas laborales -en el caso de que el partido socialista repudie su propia legislación-, lo que implicaría el diseño de una normativa alternativa para el encaje de todos los derechos en el marco de unas nuevas relaciones laborales o se quedará en agua de borrajas; o el impulso de medidas contra la corrupción u otras. Todo ello es necesario para impulsar la defensa inmediata de las condiciones de vida y trabajo de nuestra gente, de las clases trabajadoras, de la mayoría de la ciudadanía. Pero para ello no es necesario formar un gobierno y, en primer lugar, hay que comenzar a acosar conjuntamente y sin tregua al PP y a su ladilla Ciudadanos, beneficiaria actual en intención de votos del desgaste del gobierno de Rajoy.

Pero, al hablar de gobierno, no conviene olvidar que el PSOE ni reformó, ni tiene intención de hacerlo, la Ley electoral que es un impedimento para el cambio político; ni ha dado pasos para desandar el camino de la reaccionaria reforma del artículo 135 de la Constitución que impide salir de la trampa de la deuda soberana y de las políticas de recorte del gasto social y la inversión pública; ni quiere llegar a acuerdos para asegurar las pensiones asumiendo los desafíos necesarios; ni se atreve a levantar políticas que dañen los intereses rapaces del oligopolio energético, los bancos o las multinacionales españolas del textil, la hostelería o las telecomunicaciones, pues los lazos PSOE-gran capital son más fuertes que los lazos PSOE-pueblo; por no mencionar la aversión que el partido socialista tiene a la libre expresión y decisión de los pueblos de las naciones sin estado que componen la actual realidad del Estado español; y finalmente la muy diferente posición que mantienen partido socialista y Podemos sobre la Unión Europea. El primero es realmente acrítico ante la arquitectura de Maastricht, el segundo, si bien todavía no ha definido una política de desobediencia activa ante los dictados de la Comisión o del Banco Central Europeo, es sumamente contrario a los mismos. Estas cuestiones son las estratégicas, las que delimitan quién está por mantener el statu quo, la estabilidad del régimen político, la lógica sistémica de la ganancia privada, por un lado, y, por otro, quienes estamos por la ruptura democrática, el impulso de un proceso constituyente, y, en el horizonte no inmediato, la formación de un gobierno de izquierdas capaz de enfrentar los retos al servicio de la mayoría social. No conviene banalizar la expresión formar parte de un gobierno y se banaliza si no se pone por delante el proyecto de país y el programa que lo posibilite.

El gobierno progresista

El tercer movimiento inmediatamente posterior a la reunión aludida, lo lleva a cabo Iñigo Errejón de forma que en declaraciones a Juan Cruz en El País ya no habla de ventana de oportunidad, gobierno del cambio, etc. sino de gobiernos progresistas -término que tanto ha dado de si para distintas políticas, por cierto- mediante el entendimiento con el PSOE y la mano tendida a Ciudadanos 3/ Con ello el debate va aún más allá de un gobierno entre formaciones de izquierda, nos devuelve a debates habidos hace un año y nos sugiere un interrogante ¿al final no son la tesis de Errejón las que se han impuesto? El resultado de Vista Alegre II inducía a pensar que se había zanjado el tema, pero justo es reconocerlo, pocos meses después se reabre el melón y pareciera que las tesis efectivamente triunfantes son las que las votaciones derrotaron.

En términos estratégicos, tal como plantea actualmente Manuel Monereo en “Carta a una amiga socialista”: “más claramente: pactar con el PSOE para intentar recuperar una cierta capacidad ofensiva que la realidad no da, me parece puro tacticismo e ir, a sabiendas, a un mal acuerdo que rebajaría nuestro programa y que agudizaría el conflicto con nuestra base electoral y social” 4/ Aspecto este último no baladí, pues, como recordaba en febrero de 1905 sobre algunos intentos inmaduros o improcedentes de unidad de acción el estratega Lenin, puede ocurrir que de esas experiencias solo se obtenga “el inevitable resultado de fricciones mutuas y amargos desengaños” 5/p>

Máxime si tenemos presente en primer lugar que no se puede dar por cerrada la ventana de oportunidad política, aunque es evidente que las posiciones restauracionistas han mejorado su posición en la parrilla de salida, todavía no ocupan la pole position en el presente cambio de ciclo político. En estos momentos algunos componentes de Podemos se están dejando llevar por un cierto impresionismo sobre el techo electoral de la formación morada, sin plantearse el conjunto de tareas que comporta abordar la lucha por la hegemonía.

A su vez, debemos tener en cuenta que la mejora de la situación económica en España no sólo no ha llegado a la mayoría social afectada por los recortes salariales y sociales de la austeridad impuesta, sino que la cacareada recuperación corre graves riesgos de quebrarse si en vez de mirar en corto, atendemos como recientemente señalaba Anwar Shaikh a Fernando Bercovich en una entrevista de la revista Crisis el pasado 30 de junio “lo cierto es que el sistema financiero sigue siendo muy débil y que podría desmoronarse dando comienzo a algo que es imparable e inmanejable. Esto es lo que yo llamo un segundo ataque al corazón del capitalismo producto de la crisis de 20086/.

Si la ventana de oportunidad se hubiera cerrado y la situación económica definitivamente estabilizado, no habría espacio para una fuerza alternativa como Podemos o, mejor dicho, o se homologaba o tendría duras condiciones de existencia que en todo caso le impedirían una política de grandes acuerdos con el PSOE. En caso de homologarse a las fuerzas sistémicas ¿para qué mantener el artefacto si ya existen otros comprobados? En el caso de que todavía haya oportunidades para trabajar por la ruptura democrática destituyente y/o que vengan nuevas convulsiones económicas, ¿para qué uncirse al yugo de las fuerzas del régimen y del sistema?

¿Qué se puede / debe hacer con PSOE?

Algo habrá que hacer. El PSOE ha recuperado transitoriamente una imagen de izquierdas tras la victoria de Pedro Sánchez y amplios sectores populares se reconocen en ese partido pese a sus traiciones e inconsecuencias, pese a que en sustancia nada cambió. Hay una parte de la mayoría social que tiene identidad socialista y que, a la vez, o tal vez por ello, quiere cambios profundos pese a que su partido de referencia se los niega. Pues bien, lo primero que hay que evitar es cualquier manifestación sectaria que impida la relación y diálogo con esos sectores populares. No más sobreactuaciones mediáticas que alejen la simpatía de las bases socialistas enredadas en lo menor sin atender lo importante. Lo segundo es acabar con los giros que pueden acabar quebrando las caderas de la propia base social de Podemos.

Y lo tercero es, en todos los campos en los que sea posible, pero especialmente en el acoso al PP y su muleta, recuperar la vieja orientación estratégica del mariscal Helmuth von Moltke durante el proceso militar de unificación del estado alemán impulsada por Prusia: Getrennt marschieren, vereint schlagen. Fórmula que desde Parvus la hizo suya el movimiento obrero socialdemócrata internacional, “marchar separados, golpear juntos”, al establecer las relaciones entre los sectores revolucionarios y el resto. Eso sí, teniendo en cuenta, el criterio de Marx en el “Mensaje al comité central de la Liga de los Comunistas” en marzo de 1850 por el que el revolucionario alemán también señalaba que en ocasiones la unidad de acción con los sectores de lo que denominaba “democracia pequeñoburguesa” podía concretarse en “marchar con” por objetivos comunes y en otras, sin embargo, podría suponer “marchar contra” en los casos en los que esos sectores “quieran consolidar su posición en provecho propio” 7/.

Por tanto, en mi opinión, la táctica de Podemos respecto al PSOE debería ser plantear las propuestas a defender conjuntamente a partir de las necesidades y conciencia populares y, a partir de ahí, que cada cual se coloque en el lugar que considere. Ese “marchar separados, golpear juntos” no se concreta de forma unívoca en una fórmula determinada e igual en toda circunstancia, sino que adopta formas diferentes, caso a caso, dependiendo del marco, el tema, la coyuntura y la correlación de fuerzas. Esa orientación exige de la concreción táctica.

La hipótesis estratégica y sus consecuencias

Pero, aún más importante, esa orientación de “marchar separados, golpear juntos” y las fórmulas en las que se concreta, requiere su subordinación o, si se prefiere, su incardinación en un proyecto político y estratégico dotado de un programa que considere hacia dónde se quiere que camine la sociedad (¿sociedad de mujeres y hombres libres e iguales?) y cómo (¿autoorganización y empoderamiento?). Y ese proyecto debe tener en cuenta las circunstancias históricas en las que se realiza.

Pasada la falsa ilusión de Vista Alegre I de la conquista rápida del gobierno por parte de Podemos como panacea para cambiar desde arriba el estado de cosas y siendo evidente que el cambio en profundidad requiere de la puesta en pie de un gobierno de izquierdas basado en la autoorganización y movilización popular, conviene ahora huir de una versión adaptativa y moderantista de esa conquista, que se materializaría en el acceso al gobierno como sea y con quien sea, como única forma de influir en la situación, pugnar por mejorar la situación de las gentes y de dar sentido a la fuerza política. Esta versión conformista, que en el fondo parte de una sensación de derrota inexplicada, es el gobernismo, que desprecia por ignorancia la realidad y potencialidad que encierran los movimientos sociales y que reduce el campo de la acción política al institucional y la institucionalidad al ejecutivo y que desde luego no se plantea un cambio rupturista ni con el régimen político ni con el sistema económico.

Tras las primeras legislativas a las que se presentó Podemos, colectivamente se constató que el asunto era más complicado de lo supuesto por las tesis mayoritarias. Y bastante gente coincidimos en un análisis de las tareas que, empleando las metáforas militares usadas por Gramsci, se centraban en la necesidad de organizar / organizarse para una guerra de posiciones, “dura, difícil, en la que se requieren cualidades excepcionales de paciencia y del espíritu inventivo” 8/. Ello equivale, a mi entender, a huir de la trampa de las panaceas gobernistas, dada la actual correlación de fuerzas social y política, esta vez sin efecto sorpresa, ni glamour de nueva fuerza política y sin contar con suficiente textura en implantación social y propuesta política. Gobernar sí, en su momento, no de cualquier manera, a costa de lo que sea, sin programa, y cuando haya que hacerlo, hacerlo con, para y desde el pueblo organizado, y teniendo siempre en cuenta con Antonio Gramsci que en la política el error se produce por una inexacta comprensión de lo que es el Estado (en el significado integral: dictadura + hegemonía)<i 9/.

Hoy el dilema de las fuerzas del cambio es optar o bien por constituir una alternativa sólida, lo que requiere una combinación de firmeza, paciencia, iniciativa, espíritu unitario y constructivo para levantar un bloque político de las gentes de abajo, o bien convertirse en meras fuerzas de presión -eso sí progresista- sobre las fuerzas social-liberales, aún hoy hegemónicas en el seno de las clases trabajadoras. Ese dilema se traduce en el caso de Podemos en optar por convertirse en un partido más o suponer una alternativa al bipartidismo, el régimen y el sistema.

23/07/2017

Manuel Garí, economista y miembro del Consejo editorial de viento sur

1/ http://blogs.publico.es/otrasmiradas/9679/el-viaje-y-las-alforjas-el-error-historico-de-los-pactos-de-gobierno-con-el-psoe/ 2/ https://www.facebook.com/pacheco/posts/10211486977504673?notif_t=like&notif_id=1500723912545503
3/ El País, 16 de julio, 2017
4/ https://www.cuartopoder.es/ideas/opinion/2017/07/18/carta-a-una-amiga-socialista-
5/ [5] Ulianov, I. Lenin. “Un acuerdo de lucha para la insurrección”.
6/ http://www.revistacrisis.com.ar/notas/el-proximo-ataque-al-corazon-del-capitalismo
7/ https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/50_circ.htm
8/ Gramsci, A. Pasado y Presente, Granica, Buenos Aires, 1977, p 71
9/ Gramsci, A. Cuadernos de la cárcel, III, p. 113


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viernes, 28 de julio de 2017

QATAR. OTRO DE TANTOS ASUNTOS COMPLEJOS


Oriente Medio
La crisis qatarí y la economía política del Golfo




 
Adam Hanieh
Viento Sur
25/07/2017

La decisión tomada el 5 de junio por Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin y Egipto de suspender las relaciones diplomáticas con Catar ha enviado ondas de choque a través de todo Oriente Medio. El bloqueo provocado ha interrumpido una gran parte del comercio marítimo y terrestre con Catar, lo cual hace temer que este pequeño estado pueda afrontar penurias alimentarias próximamente. Las principales líneas aéreas, entre las cuales se encuentran Emirates, Gulf Air, flydubai y Etihad Airways, han anulado vuelos. Los ciudadanos cataríes que viven en los países que participan en el bloqueo no han tenido más que dos semanas para volver a sus casas. Incluso los inmigrantes con permiso de residencia catarí han sido alcanzados por la ola de expulsiones.

Los EAU han prohibido toda expresión de simpatía hacia Catar (también en Twitter), y los transgresores han sido amenazados con penas de prisión de hasta 15 años. Los gobiernos que se encuentran estrechamente ligados a Arabia Saudí y a los EAU han expresado rápidamente su apoyo al bloqueo, entre los cuales se hallan la Cámara libia de Representantes de Tobruk, el gobierno yemení de Abd al-Rahman Rabbuh al-Mansur al-Hadi, apoyado por los saudíes, así como las Comoras, Mauritania y las Maldivas.

La ofensiva contra Catar llega tras varios meses durante los cuales los medios de comunicación estadounidenses y del Golfo publicaron artículos con citas de altos cargos de Estado que afirmaban que Catar estaría financiando a grupos islamistas y acercándose a Irán.

Yousef al-Otaiba, embajador de los EAU en los EEUU, ha jugado un rol importante en esta campaña. Desde el inicio de las revoluciones árabes de 2011, al-Otaiba ha recorrido los pasillos del poder en Washington, alertando de que dichas revueltas populares amenazaban el orden establecido en la región y declarando que Catar apoyaba movimientos e individuos hostiles tanto a Arabia Saudí como a los EAU.

Antiguos funcionarios del gobierno estadounidense, así como think-tanks de este país —y, de manera notoria, la Israel Foundation for the Defense of Democracies (FDD), neoconservadora e importante defensora de la invasión de Irak de 2003—, retomaron esta cruzada anti-catarí. El 23 de mayo, la FDD organizó un importante seminario para debatir sobre las relaciones de esta nación del Golfo con los Hermanos Musulmanes así como sobre la manera en la que la administración Trump debería reaccionar. En esta ocasión, el ex secretario de defensa Robert Gates apeló al gobierno estadounidense a trasladar su enorme base aérea de Catar si este país no cortaba sus relaciones con estos grupos.

Según varios e-mails publicados poco después de la conferencia, al-Otaiba habría repasado y respaldado los comentarios de Gates. Es esta filtración la que habría favorecido la activación del bloqueo, lo cual da cuenta de la íntima relación que mantenía el embajador con Gates, con la FDD y con otras figuras próximas de la administración Trump.

Tanto los EAU como Arabia Saudí han declarado igualmente que Catar habría intentado intensificar sus relaciones con Irán en los últimos meses. Una prueba sería que Catar habría pagado recientemente 700 millones de dólares a Irán para obtener la liberación de 26 miembros de la familia real catarí secuestrados en Irak en 2015 y detenidos en Irán durante un año y medio. Esta historia —relacionada también con una supuesta transferencia separada de alrededor de 300 millones de dólares a grupos próximos de al-Qaeda en Siria— ha sido negada por el primer ministro iraquí Haider al-Abadi, quien declaró el 11 de junio que el dinero se encontraba aun en el banco central iraquí.

Por su parte, Arabia Saudí denunció una declaración atribuida al emir catarí Tamim bin Hamad al-Thani, publicada por la agencia estatal Catar News. En un discurso pronunciado durante la entrega de diplomas a los oficiales de la Guardia Nacional en la base de al-Udeid, al-Thani habría elogiado a Irán y criticado a los estados del Golfo que consideran a los Hermanos Musulmanes como una organización terrorista. Catar explicó que la página web había sido pirateada —afirmación confirmada más tarde por el FBI— y que al-Thani no había hecho tales declaraciones.

En medio de todas estas afirmaciones y desmentidos, algunos observadores estiman que la visita de Donald Trump a Arabia Saudí el 20 de mayo fue un momento clave de la campaña contra Catar, y que Trump dio así luz verde a Arabia Saudí y a los EAU. Uno de los tuits de Trump parece confirmar esta hipótesis, ya que en él el presidente se jacta de que el bloqueo vendría de sus encuentros en Riad. Pero no todos apoyan en Washington a Arabia Saudí y a los EAU. Otras personas —especialmente Rex Tillerson [secretario de Estado de Asuntos Exteriores y antiguo director ejecutivo de ExxonMobil]— llaman a suavizar el bloqueo y a una solución pacífica. El secretario de Asuntos Exteriores del Reino Unido, Boris Johnson [que acaba de visitar los diferentes Estados del Golfo], intervino también, llamando a poner fin al conflicto, pero declarando sin embargo que Catar debería “incrementar sus esfuerzos en lo relativo a su apoyo a grupos extremistas”.

Las riñas internas no son nada nuevo para las indisciplinadas familias gobernantes del Golfo, pero la decisión de aislar a Catar constituye una escalada importante. ¿Cómo deberíamos entender el bloqueo en el contexto de los acontecimientos de mayor envergadura que han tenido lugar en Oriente Medio, especialmente en la estela de las revoluciones árabes? ¿Indican estos acontecimientos un cisma irreconciliable en la política del Golfo, o un importante desplazamiento de las históricas alianzas estadounidenses en la región?

Intereses compartidos y rivalidades

No se puede entender el conflicto actual sin analizar el proyecto más amplio de integración regional encarnado por el Gulf Cooperation Council (GCC) [Consejo de Cooperación del Golfo]. Arabia Saudí, los EAU, Kuwait, Catar, Bahréin y Omán crearon esta organización dos años después de la Revolución iraní de 1979 y al comienzo de la guerra entre Irak e Irán que duraría hasta 1988.

Entonces, se consideraba ampliamente al GCC como una reacción apoyada por EE UU a estas turbulencias regionales, como un paraguas de seguridad que cubriese a los seis estados miembros, y se pensaba que EE UU animarían, equiparían y supervisarían el consejo.

Estos Estados no solamente tienen ricas reservas de petróleo y de gas —lo cual constituye la explicación definitiva del interés de EE UU por tal alianza—, sino que comparten también estructuras similares, marcadas por la presencia en el poder de familias autoritarias y una fuerza de trabajo compuesta principalmente de trabajadores migrantes temporales sin derechos. Este último aspecto ha sido olvidado a menudo a lo largo de estas últimas semanas, en plena efervescencia mediática en torno a la región del Golfo. El proyecto de integración del GCC reflejaba sus intereses colectivos, que se alineaban de manera singular con los de las potencias occidentales. Las relaciones entre EE UU, otras potencias occidentales y el GCC se han visto considerablemente fortalecidas desde 1981, como lo demuestra la instalación de la base aérea de al-Udeid en Catar hace catorce años. Esta base acoge más de 10 000 soldados estadounidenses y constituye la base aérea de los EE UU más importante en el extranjero. En calidad de cuartel general avanzado del Special Operations Central Command y del Air Forces Central Command, Catar ayuda a coordinar la presencia militar estadounidense en el conjunto de la región, inclusive en Irak y en Afganistán.

Asimismo, EE UU gestionan su principal base naval desde Bahréin, donde se hallan el Naval Forces Central Command y la Quinta Flota estadounidense. Más de 20 000 militares estadounidenses se encuentran posicionados en el resto del Golfo.

La venta de equipos militares al Golfo por EE UU y ciertas naciones europeas, particularmente el Reino Unido y Francia, está estrechamente ligada a esta presencia militar. La reciente visita de Trump a Arabia Saudí ha puesto en evidencia este aspecto de las relaciones entre EE UU y dicho país: según consta, se habrían firmado contratos por más de 100 000 millones de dólares. (El valor preciso sigue sin estar claro, dado que está basado en gran parte en declaraciones escritas y comprende también acuerdos a los que se llegó con la administración Obama).

Según el programa de gasto militar y en armas del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI por sus siglas en inglés), casi el 20 % de las importaciones militares a nivel mundial se dirigía a las naciones del GCC en 2015; Arabia Saudí y los EAU se encontraban en el primer y en el quinto puesto. Arabia Saudí y los EAU recibían el 80 % de todas las importaciones militares del GCC de ese mismo año, pero Catar, Kuwait y Omán se encontraban también en la lista de los cuarenta países importadores más importantes. La parte del GCC en el mercado mundial se ha visto más que duplicada desde 2011, y se ha convertido en el mayor mercado de armamento del mundo.

Estas compras reciclan una parte de los excedentes de petrodólares del Golfo hacia las compañías que producen material militar a escala mundial. El GCC no solamente alberga a las fuerzas estadounidenses, sino que además paga generosamente por este privilegio.

La economía política del Golfo

Pero la importancia del proyecto del GCC va más allá de la protección de un exclusivo club de monarquías ricas en petróleo y del mantenimiento de su rol regional de cuartel general avanzado para la potencia estadounidense en Oriente Medio, en Asia central y en África oriental.

A lo largo de los años 90 y 2000, el marco institucional instaurado por el GCC alentó en los seis Estados miembros la concepción de un acercamiento político y económico más estrecho, en un arreglo que a menudo se compara con el de la Unión Europea. En las últimas dos décadas, ha habido un avance considerable hacia esta meta: niveles superiores de flujos de capitales a través del GCC, un movimiento hacia la estandarización de tasas y tarifas para bienes importados, políticas que favorecen la libre circulación de los trabajadores que gozan del estatus de ciudadanos, así como un proceso de unificación de las instituciones políticas. Incluso se ha abordado la adopción de una moneda única, el khaleeji.

Este proceso de integración regional sirve de apoyo a la forma específica de capitalismo que comparten los Estados del GCC. Los grandes conglomerados (estatales y privados al mismo tiempo) que dominan la economía política del Golfo operan atravesando las distintas fronteras, y, como en la Unión Europea, están marcados también por la fuerte interpenetración de las estructuras de propiedad del capital a través de los diferentes estados del Golfo.

Pero hay que subrayar —y ello nos ayudará a entender los recientes conflictos de la región— que este proyecto de integración no ha conseguido poner fin a las rivalidades y a las tensiones competitivas entre los estados miembros. El GCC se caracterizó desde el principio por una importante jerarquización del poder político y económico, cuyo pivote principal se articula en torno al eje Arabia Saudí-EAU.

Estos dos países se han convertido en los primeros centros de acumulación de capital, y sus empresas dominan la economía del GCC en los sectores de la construcción, financiero, comercial, logístico, de las telecomunicaciones, petroquímico y manufacturero. Sin contar con la existencia de significativas inversiones transfronterizas entre Arabia Saudí y los EAU.
Este eje no carece de sus propias tensiones —como, por ejemplo, el rechazo emiratí del proyecto saudí de moneda única en 2009—, pero el alineamiento político de estos dos países ha surgido de la mano de sus lazos económicos.

Bahréin se encuentra estrechamente integrado a dicho eje en calidad de socio júnior. La monarquía al-Jalifa en el poder depende del apoyo de Arabia Saudí en los planos político y militar, hecho que se ha visto claramente demostrado durante las revoluciones de 2011.

Esta sub-alianza influye en la manera en la que los demás Estados del GCC establecen relaciones con el resto del mundo, como lo ilustra el modelo de transacciones comerciales regionales. Debido a los niveles relativamente bajos de producción de bienes no ligados a los hidrocarburos, así como a la pequeña talla de los sectores agrícolas, el GCC depende enormemente de las importaciones. El eje Arabia Saudí-EAU mediatiza estos intercambios: ambos países hacen entrar los productos y los reexportan hacia los demás estados, a veces con un valor añadido.

Las importaciones de comida son especialmente importantes. Los otros cuatro Estados del GCC importan más comida desde Arabia Saudí y los EAU que desde cualquier otro país del mundo. En 2015, Arabia Saudí y los EAU estaban o bien a la cabeza o bien en segundo lugar en las exportaciones de comida a cada uno de los demás estados del GCC.

Sorprendentemente —y aun más si se considera que los datos que siguen tienen en cuenta a los mayores exportadores de trigo y de carne, entre los cuales están los EEUU, la India, Brasil y Australia—, Arabia Saudí y los EAU eran responsables del 53 % de los valores totales de exportación de comida hacia Omán, del 36 % hacia Catar, del 34 % hacia Bahréin y del 24 % hacia Kuwait.

Estas tendencias subrayan la importancia de situar al eje Arabia Saudí-EAU en el centro de nuestra comprensión sobre lo que ocurre en la región del Golfo, pero contribuyen igualmente a explicar los efectos potenciales del bloqueo actual.

Las correlaciones de fuerzas a escala regional

Dominados por el eje Arabia Saudí-EAU, los demás Estados, menos grandes, han jugado un rol más marginal en la economía política del Golfo. Con una población ciudadana minúscula (sólo 313 000 ciudadanos a partir de una población total de 2,6 millones, esto es, un sorprendente 12 % del país) y una enorme riqueza proveniente de sus vastas reservas de gas natural, Catar se encontraba especialmente contrariado por esta estructura jerárquica.

A nivel de los ingresos per cápita, es el país más rico del mundo, teniendo en cuenta que el 17,5 % de los hogares poseen una fortuna reconocida de un millón de dólares o más. Sin embargo, se le ha negado sistemáticamente un puesto en las estructuras políticas y económicas más amplias del GCC, de las cuales ha sido excluido por sus vecinos más grandes.

Limitados por la talla de sus mercados domésticos y rebosantes de excedentes de capital procedentes de casi 15 años de aumentación de los precios del petróleo y del gas, una consecuencia clave de estas jerarquías competitivas internas ha sido la tendencia de todos los estados del Golfo a intentar extenderse más allá de las fronteras del GCC. Grandes conglomerados privados o apoyados por el Estado han extendido sus operaciones a escala transnacional, con inversiones en la construcción, en instituciones financieras, en tecnologías emergentes, en la agroindustria y en otros sectores. Pero, aunque todos los miembros del GCC hayan participado en este proceso, Arabia Saudí, los EAU y Catar son los que han tomado la delantera.

Aunque los flujos de capital del Golfo estén mayoritariamente concentrados en Norteamérica y en Europa, Oriente Medio se ha convertido igualmente en un importante objetivo de estos. A medida que los Estados árabes abrían sus mercados y liberalizaban sectores económicos claves —un proceso dirigido por el Egipto de Mubarak, última criatura neoliberal del Banco Mundial—, los capitales del Golfo fueron adquiriendo un rol dominante a lo largo de los años 2000, comprando activos privatizados (a menudo mediante acuerdos corruptos con las élites estatales) y beneficiándose de la apertura del mercado provocada por las reformas neoliberales.

Entre 2003 y 2015, los estados del GCC constituyeron un impresionante 42,5 % de las nuevas inversiones extranjeras directas (IED) en el resto de naciones árabes. Durante este período, cerca de la mitad de todas las inversiones extranjeras en Jordania, en Egipto, en Libia, en el Líbano, en Palestina y en Túnez provenían del Golfo. Además, entre 2010 y 2015, los inversores europeos, del Golfo y de Norteamérica gastaron un poco más de 20 000 millones de euros en fusiones y adquisiciones en el mundo árabe. La parte del GCC era casi la mitad de esta suma: el 44,7 %.

Por impresionantes que parezcan, de hecho, estos datos no dan cuenta del nivel de internacionalización. No incluyen, por ejemplo, las partes considerables de ayuda bilateral de la parte del Golfo, ni consideran la cartera de inversiones de las compañías del Golfo en los mercados de valores regionales.

A medida que este proceso se extendía, el rol político del GCC fue ganando en importancia. Los Estados del Golfo no se han limitado a dirigir la construcción de un orden regional marcado por el autoritarismo estatal y el carácter liberal de la economía, sino que también han sacado provecho de ello. Todo esto ha tenido lugar bajo el patrocinio de las potencias occidentales y de las instituciones financieras internacionales.

Si bien este proceso ha contribuido al acercamiento de los Estados del GCC entre sí, al mismo tiempo ha intensificado sus rivalidades. Una de las manifestaciones más importantes de esta tensión se puso de manifiesto cuando Catar intentó adoptar una política regional autónoma, relativamente independiente de Arabia Saudí y de los EAU. Catar comenzó a financiar a diferentes fuerzas políticas —los Hermanos Musulmanes, Hamás y los talibanes— y a dar cobijo a toda una variedad de disidentes exiliados, como el imán egipcio Yusuf al-Qaradawi, que anima programas televisivos populares en las cadenas cataríes, o el intelectual palestino Azmi Bishara [comentarista habitual de la situación internacional y regional en la cadena Al Jazeera]. Catar ha utilizado igualmente su gran red mediática para afirmar su rol de potencia regional, particularmente con Al Jazeera y sus socios y, más recientemente, con el periódico y la cadena de televisión Al-Araby Al-Jadeed, lanzados a principios de 2015.

Las revoluciones árabes que comenzaron en Túnez a finales de 2010 acentuaron estas divisiones, pero también pusieron de relieve los intereses comunes de los países del Golfo. Al amenazar profundamente el orden regional y a sus regímenes autoritarios, estas revoluciones suponían un desafío mayor para los países del GCC: ¿cómo desviar los movimientos populares y reconstituir así el orden autoritario neoliberal? A cada uno de los Estados le interesaba de igual manera este proceso contrarrevolucionario, pero sus reacciones fueron distintas según lo expuesto más arriba.

Catar apoyó a las fuerzas aliadas a los Hermanos Musulmanes, mientras que Arabia Saudí y los EAU se inclinaban por personalidades como Abdelfatah al-Sisi en Egipto o el antiguo activo de la CIA, Jalifa Belqasim Haftar, en Libia. Una constelación de alianzas contradictorias y rápidamente cambiantes se formó en torno a los intereses comunes de los países del GCC y de sus rivalidades internas.

Catar apoyó la intervención dirigida por los saudíes en Bahréin, participó en la guerra contra Yemen y, en Siria, se opuso a su supuesto nuevo aliado, Irán. En Egipto, en Libia, en Túnez y en Palestina, sin embargo, Catar tiende a apoyar a facciones opuestas. Pero incluso en estos casos las líneas parecen desdibujarse: Catar expresó su apoyo a al-Sisi tras el golpe de 2013, a pesar de su clara alianza con los Hermanos Musulmanes egipcios.

Estas alianzas divergentes se extienden igualmente a otros participantes en el actual bloqueo. Por ejemplo, el Egipto de al-Sisi apoya al régimen de al-Asad en Siria, alineándose así con Irán y contra Arabia Saudí, a pesar de su casi completa dependencia respecto al eje Arabia Saudí-EAU. El punto clave, dejado a menudo de lado en los comentarios mediáticos sobre el bloqueo, es que, en estas alianzas, no hay ninguna posición política de principio; no hay más que oportunismo calculado y una evaluación pragmática, por cada estado, de la posibilidad de extender su influencia regional de la mejor manera —eso sí, siempre en el marco de una reorganización de la región que sea compatible con el poder político y económico colectivo del GCC—.

Tenemos que tener presentes estas dos tendencias a la hora de analizar la actual situación. La fuerte comunidad de intereses apuntala la posición de los Estados del Golfo en lo alto del orden regional, situación que cuenta con el apoyo de —y que resulta un apoyo hacia— las potencias occidentales. De manera simultánea, el GCC se encuentra dividido por las rivalidades y la competición, lo cual se refleja en las diferentes concepciones de sus miembros sobre la cuestión de cómo mantener sus intereses compartidos.

La cuestión de Israel

En la estela de las revoluciones árabes, vemos hoy en día la afirmación de estas dos tendencias paralelas. Concretamente, el actual bloqueo es una jugada de Arabia Saudí y de los EAU cuyo objetivo es afirmar plenamente su hegemonía en la región y poner a Catar en su sitio. Pero lo que está en juego ahí no son sólo las políticas saudí y emiratí, sino el proceso contrarrevolucionario global existente desde el inicio de las revueltas, proceso cuyo objetivo es la restauración del statu quo de estos estados autoritarios neoliberales, tan útil desde hace décadas para el GCC en su conjunto (también para Catar). Por otro lado, todo esto ha de examinarse a través de las lentes de una alianza continua y cada vez más fuerte del Golfo con los EEUU y otras potencias occidentales.

En este proceso, Israel juega un rol clave. Desde los años 90, la política regional estadounidense intenta acercar al GCC y a Israel, normalizando las relaciones económicas y políticas entre estos dos pilares de la potencia estadounidense en la región. Desde las revoluciones árabes, este acercamiento parece cada vez más probable. No es casualidad que el primer viaje internacional de Trump fuese una visita a Arabia Saudí y después a Israel (en vuelo directo), un programa de viaje que ilustra perfectamente sus prioridades estratégicas en la región. A pesar del largo bloqueo de la Liga Árabe a las relaciones con Israel, la región del Golfo (especialmente el eje saudí-emiratí) e Israel están de acuerdo en lo relativo a cuestiones políticas clave, y las dos partes tratan de crear lazos más estrechos.

A finales de marzo de 2017, Haaretz informaba de que los EAU e Israel habían participado a ejercicios militares conjuntos en Grecia, junto con los EE UU y varios países europeos. Y no se trataba de su primera colaboración: un año antes, Israel, los EAU, España y Pakistán habían participado ya al Red Flag, un ejercicio de entrenamiento al combate aéreo que tuvo lugar en el estado de Nevada.

A finales de noviembre de 2015, Israel abrió una oficina diplomática en la capital de los EAU, Abu Dhabi, como parte de la Agencia Internacional de las Energías Renovables [IRENA en sus siglas inglesas]; era la primera vez que una estructura diplomática israelí oficial aparecía en el país. El Bloomberg Businessweek informaba en febrero de 2017 de que dicha oficina podría ejercer de embajada para las relaciones que se están creando en el Golfo.

Empresas israelíes habrían creado supuestamente infraestructuras de seguridad valoradas en 6 000 millones de dólares en los EAU; esto ocurre después de que Israel les haya vendido tecnología militar por un valor estimado de 300 millones de dólares en 2011.

Algunas empresas israelíes de alta tecnología militar y de seguridad están activas también en Arabia Saudí, donde parece que ayudan a Saudi Aramco a instalar un sistema de ciberseguridad, vendiendo sistemas de misiles avanzados e incluso realizando un sondeo de opinión pública para la familia real. Medios de comunicación israelíes han declarado que el país ha ofrecido a los saudíes su tecnología militar Iron Dome [“Cúpula de acero”] para defenderlos de los ataques provenientes de Yemen.

Estas relaciones, antes clandestinas, son abordadas abiertamente hoy en día. El Times of Israel informaba en junio de 2015 de que Arabia Saudí e Israel habían participado a cinco reuniones secretas desde principios de 2014. En mayo de 2015, Dore Gold, antes director general del Ministerio israelí de Asuntos Exteriores, se mostró públicamente acompañado del general saudí retirado Anwar Eshki. Al año siguiente, Eshki visitó Israel para reunirse con el antiguo portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel [el Tzáhal] y actual coordinador de las actividades del gobierno en los Territorios, el teniente general Yoav Mordechai.

Así pues, no debería parecernos sorprendente que Israel apoye el bloqueo contra Catar. Pero ello no quiere decir que Catar no haya intentado, también, normalizar sus relaciones con Israel. Como ocurre con los demás Estados del GCC, el sentido de la implicación de Catar en Palestina era obtener una mejor posición de poder —objetivo que los israelíes están dispuestos a favorecer cuando ello sirve a sus intereses—.

En 1996, Catar autorizó a Israel a abrir una oficina comercial en Doha, haciendo así de él por entonces el único estado del Golfo que mantenía relaciones oficiales con Israel. Esta oficina cerró tras el bombardeo israelí de Gaza en 2008, pero Catar ha propuesto numerosas veces restablecer las relaciones a cambio de poder aportar ayuda financiera y material a Gaza. Según fuentes, una delegación comercial israelí que visitó Catar en 2013 habría descubierto que este país estaría interesado en invertir en el sector de la alta tecnología israelí.

Catar es el único estado del GCC que autorizó visitas israelíes, así como la participación de atletas israelíes en eventos deportivos y culturales. En 2013, Catar presidía la reunión que modificaría la iniciativa de paz de 2002 para que Israel pudiera mantener sus bloques de colonias en el acuerdo final. Tzipi Livni, por entonces ministra de Justicia israelí, describió el acontecimiento como “muy positivo”. Y, a principios de febrero de 2017, Muhammad al-Imadi, jefe del Comité Nacional Catarí para la Reconstrucción de Gaza, declaraba que mantenía excelentes relaciones con oficiales políticos y militares israelíes.

Todas estas tendencias muestran que ninguno de los estados del Golfo (tampoco Catar) debería considerarse como un aliado o como un amigo fiable de la lucha del pueblo palestino. Pero las actuales tensiones en el Golfo tienen también implicaciones potencialmente importantes para el poder político en Palestina.

La creciente influencia política de Mohammed Dahlan es una muestra de esta posibilidad. Dahlan, líder de una facción de al-Fatah, y en quien algunos ven al futuro reemplazante de Abu Mazen (esto es, Mahmud Abás, el actual líder de la Autoridad Nacional Palestina basada en Ramala), vive en Abu Dhabi, y los EAU lo apoyan política y financieramente desde hace tiempo. Posee estrechos lazos con Israel y con los EEUU, y se ha convertido en su candidato preferido a la sucesión del octogenario Mazen-Abás.

Aunque las rivalidades en el seno de al-Fatah podrían bloquear el ascenso de Dahlan, su creciente importancia muestra hasta qué punto las tensiones actuales en el Golfo podrían reestructurar la correlación de fuerzas en las regiones vecinas.

Futuras tendencias

No todos los ·stados del GCC ni todos los actores regionales apoyan el bloqueo actual. Mientras escribimos estas líneas, Omán ha permitido a los barcos con destino a Catar la utilización de sus puertos, y Kuwait se ha comprometido en frenéticos esfuerzos diplomáticos para intentar calmar las tensiones. Sólo Bahréin se ha posicionado enteramente con Arabia Saudí y los EAU, debido en gran parte a la ya conocida dependencia de la monarquía al-Jalifa respecto a Arabia Saudí.

Turquía ha propuesto enviar tropas a una base militar en Catar, e Irán se ha comprometido a enviar comida y agua para superar el cierre de la única frontera terrestre de Catar con Arabia Saudí. Mientras tanto, las tentativas de Arabia Saudí por ganarse a otros países con importantes poblaciones musulmanas, como Senegal, Níger, Yibuti o Indonesia, han fracasado en gran medida. Países árabes como Marruecos, Argelia y Túnez han rechazado igualmente el bloqueo.

A la luz de estas disputas, hemos de recordar lo que el GCC representa en su conjunto. Este bloque de Estados está plenamente integrado en una estructura de poder regional alineada con EE UU, ha beneficiado masivamente de las reformas neoliberales del mundo árabe, y se encuentra cada vez más enredado en las dinámicas políticas de la región.

Estos Estados poseen el interés común de querer preservar su posición regional y sus muy antiguas estructuras políticas. Estos compromisos pesan más que los potenciales beneficios derivados de una ruptura del proyecto. Asimismo, Occidente e Israel desean que el GCC permanezca unido, dado que ha servido muy bien a sus intereses a lo largo de las últimas décadas.

A pesar de los cismas actuales, la salida más probable es una solución negociada en la que Catar se sometería al eje saudí-emiratí y asumiría el hecho de ver disminuida su influencia regional. Un acuerdo tal reforzaría a largo plazo el eje saudí-emiratí y ayudaría a consolidar la contrarrevolución; provocaría también, muy probablemente, el realineamiento del poder político en lugares como Túnez, Libia o Palestina.

Pero la izquierda tiene que darse cuenta de que ninguno de los supuestos aliados de Catar —específicamente Turquía e Irán— representa una alternativa progresista para la región. Aunque puedan alinearse contra el frente saudí-emiratí en este contexto, estos países han participado en el proceso contrarrevolucionario posterior a 2011 de manera tan entusiasta como sus rivales.

Quizás, la lección más importante de la actual crisis sea que debemos evitar las lecturas simplistas de la situación en Oriente Medio, particularmente aquellas que se basan en la idea de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo.

Sería completamente ingenuo considerar a Catar, a Turquía o a Irán como representantes de un supuesto realineamiento progresista, sólo porque resulta que se encuentran —al menos por ahora— en el lado opuesto a Arabia Saudí, los EAU e Israel. Las peleas por el poder regional han desencadenado estas tensiones y provocado todo tipo de alianzas políticas contradictorias y tambaleantes, pero ninguno de los Estados involucrados representa una alternativa política que la izquierda pueda apoyar.
3/07/2017


Adam Hanieh enseña en la School of Oriental and African Studies (SOAS), en la Universidad de Londres. Es autor de Lineages of Revolt: Issues of Contemporary Capitalism in the Middle East (Haymarket, 2013), Capitalism and Class in the Gulf Arab States (Palgrave, 2011).

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CONDENADO PERIODISTA DERECHITO, DERECHITA DERECHIN DE ABC A LIMPIARSE LA BOCA CON UN ESTROPAJO DE A 12.000 EUROS LA UNIDAD

Condenado Hermann Tertsch por llamar "criminal" al abuelo de Pablo Iglesias 2 / 25
       
   
27.07.2017

El periodista Hermann Tertsch en una tertulia de televisión
© eldiario.es El periodista Hermann Tertsch en una tertulia de televisión 
 
Un juzgado de Zamora ha condenado a Hermann Tertsch a indemnizar al padre de Pablo Iglesias con 12.000 euros por intromisión al honor de la familia del líder de Podemos. La sentencia condena al columnista de ABC por acusar al abuelo de Iglesias de colaborar en el asesinato "de civiles inocentes" durante la Guerra Civil.

La jueza obliga también a que el fallo sea publicado en ABC y a que Tertsch lo difunda a través de su cuenta de Twitter. Es decir, que los medios que se emplearon para publicitar el artículo sirvan ahora para difundir la sentencia. El periódico tendrá que retirar el artículo de su web y Terstch se hará cargo de las costas del proceso. La cuantía de la indemnización es muy inferior a la solicitada inicialmente por el padre de Iglesias, que pedía una compensación de 50.000 euros, además de que el fallo se publicase también en diarios como El País, El Mundo y La Vanguardia.

La sentencia, a la que ha tenido acceso eldiario.es, resuelve la demanda presentada a finales de junio por Francisco Javier Iglesias, padre de Pablo Iglesias, en nombra de los familiares de Manuel Iglesias, abuelo del actual líder de Podemos. En esa demanda acusaba a Tertsch de vulnerar el honor del fallecido Manuel Iglesias por el artículo publicado en ABC el pasado 17 de febrero.

"Caza de civiles inocentes desarmados"

En ese artículo cuestionaba que la condena a muerte de Manuel Iglesias se debiese a que dictaba sentencias desde un tribunal militar republicano. "El abuelo de Pablo Iglesias fue condenado a muerte por participar en sacas, es decir en la caza de civiles inocentes desarmados en la retaguardia en Madrid", escribió Tertsch.

El columnista le acusaba, en concreto, de llevar a una checa al Marqués de San Fernando y a su cuñado, para que fuesen asesinados. Recuerda en el texto que Manuel Iglesias fue condenado a muerte, pero su pena se conmutó por 30 años de prisión, de los que cumplió cinco. "No puso Manuel como podría pensarse una vela a sus benefactores Franco y Girón. Mantuvo viva la llama del odio en la familia", añadía.

El artículo terminaba criticando que Pablo Iglesias admirase a su abuelo, un "miliciano criminal". "Cuando los criminales se convierten en ídolos y ejemplo, alguien siempre cae en la tentación de emularlos", escribió.

Tertsch se opuso a la demanda. Alegó que el artículo trataba sobre temas de "evidente trascendencia pública" y buscaba "que no se olvide la historia, ya que conforme a Cicerón los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla". Su contenido procedía de "noticias difundidas y obtenidas rectamente", añadió.

Sin una mera comprobación de los hechos

La jueza no duda de la relevancia pública de los protagonistas del artículo, pero cuestiona si actuó "con la diligencia profesionalmente debida en la comprobación de la verdad".
Sentencia que sus expresiones "exceden de la crítica política desde el momento en que se basan en información que no resulta veraz, resultando vejatorias y con ánimo de injuriar, desacreditar y perjudicar".

No bastó el argumento de Tertsch durante el juicio, cuando dijo que no era un artículo de investigación, sino de opinión. Durante ese proceso, alegó que se basó un informaciones publicadas por La Gaceta, Navarra Digital o El Semanal Digital, además de otro artículo de internet. No hizo ninguna otra comprobación, "como hubiese sido lo propio dada la transcendencia y grave imputación de hechos contenida en la publicación".

Es más, la sentencia le reprocha que una mera comprobación le hubiese bastado para saber que Manuel Iglesias fue condenado por rebelión, no por asesinato.

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