viernes, 28 de julio de 2017

QATAR. OTRO DE TANTOS ASUNTOS COMPLEJOS


Oriente Medio
La crisis qatarí y la economía política del Golfo




 
Adam Hanieh
Viento Sur
25/07/2017

La decisión tomada el 5 de junio por Arabia Saudí, los Emiratos Árabes Unidos (EAU), Bahréin y Egipto de suspender las relaciones diplomáticas con Catar ha enviado ondas de choque a través de todo Oriente Medio. El bloqueo provocado ha interrumpido una gran parte del comercio marítimo y terrestre con Catar, lo cual hace temer que este pequeño estado pueda afrontar penurias alimentarias próximamente. Las principales líneas aéreas, entre las cuales se encuentran Emirates, Gulf Air, flydubai y Etihad Airways, han anulado vuelos. Los ciudadanos cataríes que viven en los países que participan en el bloqueo no han tenido más que dos semanas para volver a sus casas. Incluso los inmigrantes con permiso de residencia catarí han sido alcanzados por la ola de expulsiones.

Los EAU han prohibido toda expresión de simpatía hacia Catar (también en Twitter), y los transgresores han sido amenazados con penas de prisión de hasta 15 años. Los gobiernos que se encuentran estrechamente ligados a Arabia Saudí y a los EAU han expresado rápidamente su apoyo al bloqueo, entre los cuales se hallan la Cámara libia de Representantes de Tobruk, el gobierno yemení de Abd al-Rahman Rabbuh al-Mansur al-Hadi, apoyado por los saudíes, así como las Comoras, Mauritania y las Maldivas.

La ofensiva contra Catar llega tras varios meses durante los cuales los medios de comunicación estadounidenses y del Golfo publicaron artículos con citas de altos cargos de Estado que afirmaban que Catar estaría financiando a grupos islamistas y acercándose a Irán.

Yousef al-Otaiba, embajador de los EAU en los EEUU, ha jugado un rol importante en esta campaña. Desde el inicio de las revoluciones árabes de 2011, al-Otaiba ha recorrido los pasillos del poder en Washington, alertando de que dichas revueltas populares amenazaban el orden establecido en la región y declarando que Catar apoyaba movimientos e individuos hostiles tanto a Arabia Saudí como a los EAU.

Antiguos funcionarios del gobierno estadounidense, así como think-tanks de este país —y, de manera notoria, la Israel Foundation for the Defense of Democracies (FDD), neoconservadora e importante defensora de la invasión de Irak de 2003—, retomaron esta cruzada anti-catarí. El 23 de mayo, la FDD organizó un importante seminario para debatir sobre las relaciones de esta nación del Golfo con los Hermanos Musulmanes así como sobre la manera en la que la administración Trump debería reaccionar. En esta ocasión, el ex secretario de defensa Robert Gates apeló al gobierno estadounidense a trasladar su enorme base aérea de Catar si este país no cortaba sus relaciones con estos grupos.

Según varios e-mails publicados poco después de la conferencia, al-Otaiba habría repasado y respaldado los comentarios de Gates. Es esta filtración la que habría favorecido la activación del bloqueo, lo cual da cuenta de la íntima relación que mantenía el embajador con Gates, con la FDD y con otras figuras próximas de la administración Trump.

Tanto los EAU como Arabia Saudí han declarado igualmente que Catar habría intentado intensificar sus relaciones con Irán en los últimos meses. Una prueba sería que Catar habría pagado recientemente 700 millones de dólares a Irán para obtener la liberación de 26 miembros de la familia real catarí secuestrados en Irak en 2015 y detenidos en Irán durante un año y medio. Esta historia —relacionada también con una supuesta transferencia separada de alrededor de 300 millones de dólares a grupos próximos de al-Qaeda en Siria— ha sido negada por el primer ministro iraquí Haider al-Abadi, quien declaró el 11 de junio que el dinero se encontraba aun en el banco central iraquí.

Por su parte, Arabia Saudí denunció una declaración atribuida al emir catarí Tamim bin Hamad al-Thani, publicada por la agencia estatal Catar News. En un discurso pronunciado durante la entrega de diplomas a los oficiales de la Guardia Nacional en la base de al-Udeid, al-Thani habría elogiado a Irán y criticado a los estados del Golfo que consideran a los Hermanos Musulmanes como una organización terrorista. Catar explicó que la página web había sido pirateada —afirmación confirmada más tarde por el FBI— y que al-Thani no había hecho tales declaraciones.

En medio de todas estas afirmaciones y desmentidos, algunos observadores estiman que la visita de Donald Trump a Arabia Saudí el 20 de mayo fue un momento clave de la campaña contra Catar, y que Trump dio así luz verde a Arabia Saudí y a los EAU. Uno de los tuits de Trump parece confirmar esta hipótesis, ya que en él el presidente se jacta de que el bloqueo vendría de sus encuentros en Riad. Pero no todos apoyan en Washington a Arabia Saudí y a los EAU. Otras personas —especialmente Rex Tillerson [secretario de Estado de Asuntos Exteriores y antiguo director ejecutivo de ExxonMobil]— llaman a suavizar el bloqueo y a una solución pacífica. El secretario de Asuntos Exteriores del Reino Unido, Boris Johnson [que acaba de visitar los diferentes Estados del Golfo], intervino también, llamando a poner fin al conflicto, pero declarando sin embargo que Catar debería “incrementar sus esfuerzos en lo relativo a su apoyo a grupos extremistas”.

Las riñas internas no son nada nuevo para las indisciplinadas familias gobernantes del Golfo, pero la decisión de aislar a Catar constituye una escalada importante. ¿Cómo deberíamos entender el bloqueo en el contexto de los acontecimientos de mayor envergadura que han tenido lugar en Oriente Medio, especialmente en la estela de las revoluciones árabes? ¿Indican estos acontecimientos un cisma irreconciliable en la política del Golfo, o un importante desplazamiento de las históricas alianzas estadounidenses en la región?

Intereses compartidos y rivalidades

No se puede entender el conflicto actual sin analizar el proyecto más amplio de integración regional encarnado por el Gulf Cooperation Council (GCC) [Consejo de Cooperación del Golfo]. Arabia Saudí, los EAU, Kuwait, Catar, Bahréin y Omán crearon esta organización dos años después de la Revolución iraní de 1979 y al comienzo de la guerra entre Irak e Irán que duraría hasta 1988.

Entonces, se consideraba ampliamente al GCC como una reacción apoyada por EE UU a estas turbulencias regionales, como un paraguas de seguridad que cubriese a los seis estados miembros, y se pensaba que EE UU animarían, equiparían y supervisarían el consejo.

Estos Estados no solamente tienen ricas reservas de petróleo y de gas —lo cual constituye la explicación definitiva del interés de EE UU por tal alianza—, sino que comparten también estructuras similares, marcadas por la presencia en el poder de familias autoritarias y una fuerza de trabajo compuesta principalmente de trabajadores migrantes temporales sin derechos. Este último aspecto ha sido olvidado a menudo a lo largo de estas últimas semanas, en plena efervescencia mediática en torno a la región del Golfo. El proyecto de integración del GCC reflejaba sus intereses colectivos, que se alineaban de manera singular con los de las potencias occidentales. Las relaciones entre EE UU, otras potencias occidentales y el GCC se han visto considerablemente fortalecidas desde 1981, como lo demuestra la instalación de la base aérea de al-Udeid en Catar hace catorce años. Esta base acoge más de 10 000 soldados estadounidenses y constituye la base aérea de los EE UU más importante en el extranjero. En calidad de cuartel general avanzado del Special Operations Central Command y del Air Forces Central Command, Catar ayuda a coordinar la presencia militar estadounidense en el conjunto de la región, inclusive en Irak y en Afganistán.

Asimismo, EE UU gestionan su principal base naval desde Bahréin, donde se hallan el Naval Forces Central Command y la Quinta Flota estadounidense. Más de 20 000 militares estadounidenses se encuentran posicionados en el resto del Golfo.

La venta de equipos militares al Golfo por EE UU y ciertas naciones europeas, particularmente el Reino Unido y Francia, está estrechamente ligada a esta presencia militar. La reciente visita de Trump a Arabia Saudí ha puesto en evidencia este aspecto de las relaciones entre EE UU y dicho país: según consta, se habrían firmado contratos por más de 100 000 millones de dólares. (El valor preciso sigue sin estar claro, dado que está basado en gran parte en declaraciones escritas y comprende también acuerdos a los que se llegó con la administración Obama).

Según el programa de gasto militar y en armas del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI por sus siglas en inglés), casi el 20 % de las importaciones militares a nivel mundial se dirigía a las naciones del GCC en 2015; Arabia Saudí y los EAU se encontraban en el primer y en el quinto puesto. Arabia Saudí y los EAU recibían el 80 % de todas las importaciones militares del GCC de ese mismo año, pero Catar, Kuwait y Omán se encontraban también en la lista de los cuarenta países importadores más importantes. La parte del GCC en el mercado mundial se ha visto más que duplicada desde 2011, y se ha convertido en el mayor mercado de armamento del mundo.

Estas compras reciclan una parte de los excedentes de petrodólares del Golfo hacia las compañías que producen material militar a escala mundial. El GCC no solamente alberga a las fuerzas estadounidenses, sino que además paga generosamente por este privilegio.

La economía política del Golfo

Pero la importancia del proyecto del GCC va más allá de la protección de un exclusivo club de monarquías ricas en petróleo y del mantenimiento de su rol regional de cuartel general avanzado para la potencia estadounidense en Oriente Medio, en Asia central y en África oriental.

A lo largo de los años 90 y 2000, el marco institucional instaurado por el GCC alentó en los seis Estados miembros la concepción de un acercamiento político y económico más estrecho, en un arreglo que a menudo se compara con el de la Unión Europea. En las últimas dos décadas, ha habido un avance considerable hacia esta meta: niveles superiores de flujos de capitales a través del GCC, un movimiento hacia la estandarización de tasas y tarifas para bienes importados, políticas que favorecen la libre circulación de los trabajadores que gozan del estatus de ciudadanos, así como un proceso de unificación de las instituciones políticas. Incluso se ha abordado la adopción de una moneda única, el khaleeji.

Este proceso de integración regional sirve de apoyo a la forma específica de capitalismo que comparten los Estados del GCC. Los grandes conglomerados (estatales y privados al mismo tiempo) que dominan la economía política del Golfo operan atravesando las distintas fronteras, y, como en la Unión Europea, están marcados también por la fuerte interpenetración de las estructuras de propiedad del capital a través de los diferentes estados del Golfo.

Pero hay que subrayar —y ello nos ayudará a entender los recientes conflictos de la región— que este proyecto de integración no ha conseguido poner fin a las rivalidades y a las tensiones competitivas entre los estados miembros. El GCC se caracterizó desde el principio por una importante jerarquización del poder político y económico, cuyo pivote principal se articula en torno al eje Arabia Saudí-EAU.

Estos dos países se han convertido en los primeros centros de acumulación de capital, y sus empresas dominan la economía del GCC en los sectores de la construcción, financiero, comercial, logístico, de las telecomunicaciones, petroquímico y manufacturero. Sin contar con la existencia de significativas inversiones transfronterizas entre Arabia Saudí y los EAU.
Este eje no carece de sus propias tensiones —como, por ejemplo, el rechazo emiratí del proyecto saudí de moneda única en 2009—, pero el alineamiento político de estos dos países ha surgido de la mano de sus lazos económicos.

Bahréin se encuentra estrechamente integrado a dicho eje en calidad de socio júnior. La monarquía al-Jalifa en el poder depende del apoyo de Arabia Saudí en los planos político y militar, hecho que se ha visto claramente demostrado durante las revoluciones de 2011.

Esta sub-alianza influye en la manera en la que los demás Estados del GCC establecen relaciones con el resto del mundo, como lo ilustra el modelo de transacciones comerciales regionales. Debido a los niveles relativamente bajos de producción de bienes no ligados a los hidrocarburos, así como a la pequeña talla de los sectores agrícolas, el GCC depende enormemente de las importaciones. El eje Arabia Saudí-EAU mediatiza estos intercambios: ambos países hacen entrar los productos y los reexportan hacia los demás estados, a veces con un valor añadido.

Las importaciones de comida son especialmente importantes. Los otros cuatro Estados del GCC importan más comida desde Arabia Saudí y los EAU que desde cualquier otro país del mundo. En 2015, Arabia Saudí y los EAU estaban o bien a la cabeza o bien en segundo lugar en las exportaciones de comida a cada uno de los demás estados del GCC.

Sorprendentemente —y aun más si se considera que los datos que siguen tienen en cuenta a los mayores exportadores de trigo y de carne, entre los cuales están los EEUU, la India, Brasil y Australia—, Arabia Saudí y los EAU eran responsables del 53 % de los valores totales de exportación de comida hacia Omán, del 36 % hacia Catar, del 34 % hacia Bahréin y del 24 % hacia Kuwait.

Estas tendencias subrayan la importancia de situar al eje Arabia Saudí-EAU en el centro de nuestra comprensión sobre lo que ocurre en la región del Golfo, pero contribuyen igualmente a explicar los efectos potenciales del bloqueo actual.

Las correlaciones de fuerzas a escala regional

Dominados por el eje Arabia Saudí-EAU, los demás Estados, menos grandes, han jugado un rol más marginal en la economía política del Golfo. Con una población ciudadana minúscula (sólo 313 000 ciudadanos a partir de una población total de 2,6 millones, esto es, un sorprendente 12 % del país) y una enorme riqueza proveniente de sus vastas reservas de gas natural, Catar se encontraba especialmente contrariado por esta estructura jerárquica.

A nivel de los ingresos per cápita, es el país más rico del mundo, teniendo en cuenta que el 17,5 % de los hogares poseen una fortuna reconocida de un millón de dólares o más. Sin embargo, se le ha negado sistemáticamente un puesto en las estructuras políticas y económicas más amplias del GCC, de las cuales ha sido excluido por sus vecinos más grandes.

Limitados por la talla de sus mercados domésticos y rebosantes de excedentes de capital procedentes de casi 15 años de aumentación de los precios del petróleo y del gas, una consecuencia clave de estas jerarquías competitivas internas ha sido la tendencia de todos los estados del Golfo a intentar extenderse más allá de las fronteras del GCC. Grandes conglomerados privados o apoyados por el Estado han extendido sus operaciones a escala transnacional, con inversiones en la construcción, en instituciones financieras, en tecnologías emergentes, en la agroindustria y en otros sectores. Pero, aunque todos los miembros del GCC hayan participado en este proceso, Arabia Saudí, los EAU y Catar son los que han tomado la delantera.

Aunque los flujos de capital del Golfo estén mayoritariamente concentrados en Norteamérica y en Europa, Oriente Medio se ha convertido igualmente en un importante objetivo de estos. A medida que los Estados árabes abrían sus mercados y liberalizaban sectores económicos claves —un proceso dirigido por el Egipto de Mubarak, última criatura neoliberal del Banco Mundial—, los capitales del Golfo fueron adquiriendo un rol dominante a lo largo de los años 2000, comprando activos privatizados (a menudo mediante acuerdos corruptos con las élites estatales) y beneficiándose de la apertura del mercado provocada por las reformas neoliberales.

Entre 2003 y 2015, los estados del GCC constituyeron un impresionante 42,5 % de las nuevas inversiones extranjeras directas (IED) en el resto de naciones árabes. Durante este período, cerca de la mitad de todas las inversiones extranjeras en Jordania, en Egipto, en Libia, en el Líbano, en Palestina y en Túnez provenían del Golfo. Además, entre 2010 y 2015, los inversores europeos, del Golfo y de Norteamérica gastaron un poco más de 20 000 millones de euros en fusiones y adquisiciones en el mundo árabe. La parte del GCC era casi la mitad de esta suma: el 44,7 %.

Por impresionantes que parezcan, de hecho, estos datos no dan cuenta del nivel de internacionalización. No incluyen, por ejemplo, las partes considerables de ayuda bilateral de la parte del Golfo, ni consideran la cartera de inversiones de las compañías del Golfo en los mercados de valores regionales.

A medida que este proceso se extendía, el rol político del GCC fue ganando en importancia. Los Estados del Golfo no se han limitado a dirigir la construcción de un orden regional marcado por el autoritarismo estatal y el carácter liberal de la economía, sino que también han sacado provecho de ello. Todo esto ha tenido lugar bajo el patrocinio de las potencias occidentales y de las instituciones financieras internacionales.

Si bien este proceso ha contribuido al acercamiento de los Estados del GCC entre sí, al mismo tiempo ha intensificado sus rivalidades. Una de las manifestaciones más importantes de esta tensión se puso de manifiesto cuando Catar intentó adoptar una política regional autónoma, relativamente independiente de Arabia Saudí y de los EAU. Catar comenzó a financiar a diferentes fuerzas políticas —los Hermanos Musulmanes, Hamás y los talibanes— y a dar cobijo a toda una variedad de disidentes exiliados, como el imán egipcio Yusuf al-Qaradawi, que anima programas televisivos populares en las cadenas cataríes, o el intelectual palestino Azmi Bishara [comentarista habitual de la situación internacional y regional en la cadena Al Jazeera]. Catar ha utilizado igualmente su gran red mediática para afirmar su rol de potencia regional, particularmente con Al Jazeera y sus socios y, más recientemente, con el periódico y la cadena de televisión Al-Araby Al-Jadeed, lanzados a principios de 2015.

Las revoluciones árabes que comenzaron en Túnez a finales de 2010 acentuaron estas divisiones, pero también pusieron de relieve los intereses comunes de los países del Golfo. Al amenazar profundamente el orden regional y a sus regímenes autoritarios, estas revoluciones suponían un desafío mayor para los países del GCC: ¿cómo desviar los movimientos populares y reconstituir así el orden autoritario neoliberal? A cada uno de los Estados le interesaba de igual manera este proceso contrarrevolucionario, pero sus reacciones fueron distintas según lo expuesto más arriba.

Catar apoyó a las fuerzas aliadas a los Hermanos Musulmanes, mientras que Arabia Saudí y los EAU se inclinaban por personalidades como Abdelfatah al-Sisi en Egipto o el antiguo activo de la CIA, Jalifa Belqasim Haftar, en Libia. Una constelación de alianzas contradictorias y rápidamente cambiantes se formó en torno a los intereses comunes de los países del GCC y de sus rivalidades internas.

Catar apoyó la intervención dirigida por los saudíes en Bahréin, participó en la guerra contra Yemen y, en Siria, se opuso a su supuesto nuevo aliado, Irán. En Egipto, en Libia, en Túnez y en Palestina, sin embargo, Catar tiende a apoyar a facciones opuestas. Pero incluso en estos casos las líneas parecen desdibujarse: Catar expresó su apoyo a al-Sisi tras el golpe de 2013, a pesar de su clara alianza con los Hermanos Musulmanes egipcios.

Estas alianzas divergentes se extienden igualmente a otros participantes en el actual bloqueo. Por ejemplo, el Egipto de al-Sisi apoya al régimen de al-Asad en Siria, alineándose así con Irán y contra Arabia Saudí, a pesar de su casi completa dependencia respecto al eje Arabia Saudí-EAU. El punto clave, dejado a menudo de lado en los comentarios mediáticos sobre el bloqueo, es que, en estas alianzas, no hay ninguna posición política de principio; no hay más que oportunismo calculado y una evaluación pragmática, por cada estado, de la posibilidad de extender su influencia regional de la mejor manera —eso sí, siempre en el marco de una reorganización de la región que sea compatible con el poder político y económico colectivo del GCC—.

Tenemos que tener presentes estas dos tendencias a la hora de analizar la actual situación. La fuerte comunidad de intereses apuntala la posición de los Estados del Golfo en lo alto del orden regional, situación que cuenta con el apoyo de —y que resulta un apoyo hacia— las potencias occidentales. De manera simultánea, el GCC se encuentra dividido por las rivalidades y la competición, lo cual se refleja en las diferentes concepciones de sus miembros sobre la cuestión de cómo mantener sus intereses compartidos.

La cuestión de Israel

En la estela de las revoluciones árabes, vemos hoy en día la afirmación de estas dos tendencias paralelas. Concretamente, el actual bloqueo es una jugada de Arabia Saudí y de los EAU cuyo objetivo es afirmar plenamente su hegemonía en la región y poner a Catar en su sitio. Pero lo que está en juego ahí no son sólo las políticas saudí y emiratí, sino el proceso contrarrevolucionario global existente desde el inicio de las revueltas, proceso cuyo objetivo es la restauración del statu quo de estos estados autoritarios neoliberales, tan útil desde hace décadas para el GCC en su conjunto (también para Catar). Por otro lado, todo esto ha de examinarse a través de las lentes de una alianza continua y cada vez más fuerte del Golfo con los EEUU y otras potencias occidentales.

En este proceso, Israel juega un rol clave. Desde los años 90, la política regional estadounidense intenta acercar al GCC y a Israel, normalizando las relaciones económicas y políticas entre estos dos pilares de la potencia estadounidense en la región. Desde las revoluciones árabes, este acercamiento parece cada vez más probable. No es casualidad que el primer viaje internacional de Trump fuese una visita a Arabia Saudí y después a Israel (en vuelo directo), un programa de viaje que ilustra perfectamente sus prioridades estratégicas en la región. A pesar del largo bloqueo de la Liga Árabe a las relaciones con Israel, la región del Golfo (especialmente el eje saudí-emiratí) e Israel están de acuerdo en lo relativo a cuestiones políticas clave, y las dos partes tratan de crear lazos más estrechos.

A finales de marzo de 2017, Haaretz informaba de que los EAU e Israel habían participado a ejercicios militares conjuntos en Grecia, junto con los EE UU y varios países europeos. Y no se trataba de su primera colaboración: un año antes, Israel, los EAU, España y Pakistán habían participado ya al Red Flag, un ejercicio de entrenamiento al combate aéreo que tuvo lugar en el estado de Nevada.

A finales de noviembre de 2015, Israel abrió una oficina diplomática en la capital de los EAU, Abu Dhabi, como parte de la Agencia Internacional de las Energías Renovables [IRENA en sus siglas inglesas]; era la primera vez que una estructura diplomática israelí oficial aparecía en el país. El Bloomberg Businessweek informaba en febrero de 2017 de que dicha oficina podría ejercer de embajada para las relaciones que se están creando en el Golfo.

Empresas israelíes habrían creado supuestamente infraestructuras de seguridad valoradas en 6 000 millones de dólares en los EAU; esto ocurre después de que Israel les haya vendido tecnología militar por un valor estimado de 300 millones de dólares en 2011.

Algunas empresas israelíes de alta tecnología militar y de seguridad están activas también en Arabia Saudí, donde parece que ayudan a Saudi Aramco a instalar un sistema de ciberseguridad, vendiendo sistemas de misiles avanzados e incluso realizando un sondeo de opinión pública para la familia real. Medios de comunicación israelíes han declarado que el país ha ofrecido a los saudíes su tecnología militar Iron Dome [“Cúpula de acero”] para defenderlos de los ataques provenientes de Yemen.

Estas relaciones, antes clandestinas, son abordadas abiertamente hoy en día. El Times of Israel informaba en junio de 2015 de que Arabia Saudí e Israel habían participado a cinco reuniones secretas desde principios de 2014. En mayo de 2015, Dore Gold, antes director general del Ministerio israelí de Asuntos Exteriores, se mostró públicamente acompañado del general saudí retirado Anwar Eshki. Al año siguiente, Eshki visitó Israel para reunirse con el antiguo portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel [el Tzáhal] y actual coordinador de las actividades del gobierno en los Territorios, el teniente general Yoav Mordechai.

Así pues, no debería parecernos sorprendente que Israel apoye el bloqueo contra Catar. Pero ello no quiere decir que Catar no haya intentado, también, normalizar sus relaciones con Israel. Como ocurre con los demás Estados del GCC, el sentido de la implicación de Catar en Palestina era obtener una mejor posición de poder —objetivo que los israelíes están dispuestos a favorecer cuando ello sirve a sus intereses—.

En 1996, Catar autorizó a Israel a abrir una oficina comercial en Doha, haciendo así de él por entonces el único estado del Golfo que mantenía relaciones oficiales con Israel. Esta oficina cerró tras el bombardeo israelí de Gaza en 2008, pero Catar ha propuesto numerosas veces restablecer las relaciones a cambio de poder aportar ayuda financiera y material a Gaza. Según fuentes, una delegación comercial israelí que visitó Catar en 2013 habría descubierto que este país estaría interesado en invertir en el sector de la alta tecnología israelí.

Catar es el único estado del GCC que autorizó visitas israelíes, así como la participación de atletas israelíes en eventos deportivos y culturales. En 2013, Catar presidía la reunión que modificaría la iniciativa de paz de 2002 para que Israel pudiera mantener sus bloques de colonias en el acuerdo final. Tzipi Livni, por entonces ministra de Justicia israelí, describió el acontecimiento como “muy positivo”. Y, a principios de febrero de 2017, Muhammad al-Imadi, jefe del Comité Nacional Catarí para la Reconstrucción de Gaza, declaraba que mantenía excelentes relaciones con oficiales políticos y militares israelíes.

Todas estas tendencias muestran que ninguno de los estados del Golfo (tampoco Catar) debería considerarse como un aliado o como un amigo fiable de la lucha del pueblo palestino. Pero las actuales tensiones en el Golfo tienen también implicaciones potencialmente importantes para el poder político en Palestina.

La creciente influencia política de Mohammed Dahlan es una muestra de esta posibilidad. Dahlan, líder de una facción de al-Fatah, y en quien algunos ven al futuro reemplazante de Abu Mazen (esto es, Mahmud Abás, el actual líder de la Autoridad Nacional Palestina basada en Ramala), vive en Abu Dhabi, y los EAU lo apoyan política y financieramente desde hace tiempo. Posee estrechos lazos con Israel y con los EEUU, y se ha convertido en su candidato preferido a la sucesión del octogenario Mazen-Abás.

Aunque las rivalidades en el seno de al-Fatah podrían bloquear el ascenso de Dahlan, su creciente importancia muestra hasta qué punto las tensiones actuales en el Golfo podrían reestructurar la correlación de fuerzas en las regiones vecinas.

Futuras tendencias

No todos los ·stados del GCC ni todos los actores regionales apoyan el bloqueo actual. Mientras escribimos estas líneas, Omán ha permitido a los barcos con destino a Catar la utilización de sus puertos, y Kuwait se ha comprometido en frenéticos esfuerzos diplomáticos para intentar calmar las tensiones. Sólo Bahréin se ha posicionado enteramente con Arabia Saudí y los EAU, debido en gran parte a la ya conocida dependencia de la monarquía al-Jalifa respecto a Arabia Saudí.

Turquía ha propuesto enviar tropas a una base militar en Catar, e Irán se ha comprometido a enviar comida y agua para superar el cierre de la única frontera terrestre de Catar con Arabia Saudí. Mientras tanto, las tentativas de Arabia Saudí por ganarse a otros países con importantes poblaciones musulmanas, como Senegal, Níger, Yibuti o Indonesia, han fracasado en gran medida. Países árabes como Marruecos, Argelia y Túnez han rechazado igualmente el bloqueo.

A la luz de estas disputas, hemos de recordar lo que el GCC representa en su conjunto. Este bloque de Estados está plenamente integrado en una estructura de poder regional alineada con EE UU, ha beneficiado masivamente de las reformas neoliberales del mundo árabe, y se encuentra cada vez más enredado en las dinámicas políticas de la región.

Estos Estados poseen el interés común de querer preservar su posición regional y sus muy antiguas estructuras políticas. Estos compromisos pesan más que los potenciales beneficios derivados de una ruptura del proyecto. Asimismo, Occidente e Israel desean que el GCC permanezca unido, dado que ha servido muy bien a sus intereses a lo largo de las últimas décadas.

A pesar de los cismas actuales, la salida más probable es una solución negociada en la que Catar se sometería al eje saudí-emiratí y asumiría el hecho de ver disminuida su influencia regional. Un acuerdo tal reforzaría a largo plazo el eje saudí-emiratí y ayudaría a consolidar la contrarrevolución; provocaría también, muy probablemente, el realineamiento del poder político en lugares como Túnez, Libia o Palestina.

Pero la izquierda tiene que darse cuenta de que ninguno de los supuestos aliados de Catar —específicamente Turquía e Irán— representa una alternativa progresista para la región. Aunque puedan alinearse contra el frente saudí-emiratí en este contexto, estos países han participado en el proceso contrarrevolucionario posterior a 2011 de manera tan entusiasta como sus rivales.

Quizás, la lección más importante de la actual crisis sea que debemos evitar las lecturas simplistas de la situación en Oriente Medio, particularmente aquellas que se basan en la idea de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo.

Sería completamente ingenuo considerar a Catar, a Turquía o a Irán como representantes de un supuesto realineamiento progresista, sólo porque resulta que se encuentran —al menos por ahora— en el lado opuesto a Arabia Saudí, los EAU e Israel. Las peleas por el poder regional han desencadenado estas tensiones y provocado todo tipo de alianzas políticas contradictorias y tambaleantes, pero ninguno de los Estados involucrados representa una alternativa política que la izquierda pueda apoyar.
3/07/2017


Adam Hanieh enseña en la School of Oriental and African Studies (SOAS), en la Universidad de Londres. Es autor de Lineages of Revolt: Issues of Contemporary Capitalism in the Middle East (Haymarket, 2013), Capitalism and Class in the Gulf Arab States (Palgrave, 2011).

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CONDENADO PERIODISTA DERECHITO, DERECHITA DERECHIN DE ABC A LIMPIARSE LA BOCA CON UN ESTROPAJO DE A 12.000 EUROS LA UNIDAD

Condenado Hermann Tertsch por llamar "criminal" al abuelo de Pablo Iglesias 2 / 25
       
   
27.07.2017

El periodista Hermann Tertsch en una tertulia de televisión
© eldiario.es El periodista Hermann Tertsch en una tertulia de televisión 
 
Un juzgado de Zamora ha condenado a Hermann Tertsch a indemnizar al padre de Pablo Iglesias con 12.000 euros por intromisión al honor de la familia del líder de Podemos. La sentencia condena al columnista de ABC por acusar al abuelo de Iglesias de colaborar en el asesinato "de civiles inocentes" durante la Guerra Civil.

La jueza obliga también a que el fallo sea publicado en ABC y a que Tertsch lo difunda a través de su cuenta de Twitter. Es decir, que los medios que se emplearon para publicitar el artículo sirvan ahora para difundir la sentencia. El periódico tendrá que retirar el artículo de su web y Terstch se hará cargo de las costas del proceso. La cuantía de la indemnización es muy inferior a la solicitada inicialmente por el padre de Iglesias, que pedía una compensación de 50.000 euros, además de que el fallo se publicase también en diarios como El País, El Mundo y La Vanguardia.

La sentencia, a la que ha tenido acceso eldiario.es, resuelve la demanda presentada a finales de junio por Francisco Javier Iglesias, padre de Pablo Iglesias, en nombra de los familiares de Manuel Iglesias, abuelo del actual líder de Podemos. En esa demanda acusaba a Tertsch de vulnerar el honor del fallecido Manuel Iglesias por el artículo publicado en ABC el pasado 17 de febrero.

"Caza de civiles inocentes desarmados"

En ese artículo cuestionaba que la condena a muerte de Manuel Iglesias se debiese a que dictaba sentencias desde un tribunal militar republicano. "El abuelo de Pablo Iglesias fue condenado a muerte por participar en sacas, es decir en la caza de civiles inocentes desarmados en la retaguardia en Madrid", escribió Tertsch.

El columnista le acusaba, en concreto, de llevar a una checa al Marqués de San Fernando y a su cuñado, para que fuesen asesinados. Recuerda en el texto que Manuel Iglesias fue condenado a muerte, pero su pena se conmutó por 30 años de prisión, de los que cumplió cinco. "No puso Manuel como podría pensarse una vela a sus benefactores Franco y Girón. Mantuvo viva la llama del odio en la familia", añadía.

El artículo terminaba criticando que Pablo Iglesias admirase a su abuelo, un "miliciano criminal". "Cuando los criminales se convierten en ídolos y ejemplo, alguien siempre cae en la tentación de emularlos", escribió.

Tertsch se opuso a la demanda. Alegó que el artículo trataba sobre temas de "evidente trascendencia pública" y buscaba "que no se olvide la historia, ya que conforme a Cicerón los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla". Su contenido procedía de "noticias difundidas y obtenidas rectamente", añadió.

Sin una mera comprobación de los hechos

La jueza no duda de la relevancia pública de los protagonistas del artículo, pero cuestiona si actuó "con la diligencia profesionalmente debida en la comprobación de la verdad".
Sentencia que sus expresiones "exceden de la crítica política desde el momento en que se basan en información que no resulta veraz, resultando vejatorias y con ánimo de injuriar, desacreditar y perjudicar".

No bastó el argumento de Tertsch durante el juicio, cuando dijo que no era un artículo de investigación, sino de opinión. Durante ese proceso, alegó que se basó un informaciones publicadas por La Gaceta, Navarra Digital o El Semanal Digital, además de otro artículo de internet. No hizo ninguna otra comprobación, "como hubiese sido lo propio dada la transcendencia y grave imputación de hechos contenida en la publicación".

Es más, la sentencia le reprocha que una mera comprobación le hubiese bastado para saber que Manuel Iglesias fue condenado por rebelión, no por asesinato.

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jueves, 27 de julio de 2017

MARIANO RAJOY. QUE ES UN EMBUSTERO Y UN CORRUPTO NO HAY DUDA. ¿POR QUÉ APOYA Y MAQUINA RAJOY PARA QUE LA DERECHA VENEZOLANA Y COMPARSA ACOMPAÑANTE META EN UN BAÑO DE SANGRE A LOS VENEZOLANOS PARA QUEDARSE CON SUS MATERIAS PRIMAS?

Hechos que demuestran que no hay golpe de estado en Venezuela

Isaías Rodríguez
Sociología Crítica
02.04.2017             
          
Más información para no caer en la guerra medíatica contra Venezuela:

 1. Venezuela no tiene un sistema parlamentario como los europeos
2. Tiene cinco poderes en lugar de tres (ejecutivo, legislativo, judicial, ciudadano y electoral)
3. Contrariamente a lo que ocurre en los regímenes parlamentarios el parlamento no tiene en Venezuela la misma significación que en los sistemas europeos
4. Se rige por una Constitución que le establece las funciones así como a los demás poderes públicos
5. El órgano contralor y máximo intérprete de la Constitución es la Sala Constitucional del Tribunal Supremo
6. Es de este órgano de donde han emanado las sentencias controversiales
7. Las sentencias han sido emitidas a solicitud de recurso de interpretación sobre los acontecimientos institucionales que vive el país a partir del momento en el cual la oposición pasó a ser mayoría en el parlamento venezolano

 8. El parlamento se ha extralimitado en sus funciones, ha desviado el poder y la autoridad que como institución tiene, ha usurpado en algunos casos las funciones del poder ejecutivo y desacata las medidas judiciales tomadas con competencia constitucional para ello por el Tribunal Supremo de justicia

 9. Desde el mes de enero de 2017 se ha declarado en rebeldía absoluta
10. Las sentencias pretenden ordenar jurídica e institucionalmente el estado frente a un poder que desobedece al Tribunal Supremo y crea conflictos con los otros poderes
11. En la última sentencia la Sala Constitucional ha establecido que temporalmente hasta cuando el Poder Legislativo vuelva a la normalidad algunas de las funciones de ese poder, necesarias para el funcionamiento del estado, serán asumidas por el Tribunal Supremo.
12. Las funciones parlamentarias se incumplen por omisión o por actos no ajustados a derecho. La sentencia pretende asumir las funciones que por omisión impidan el funcionamiento del estado (ejemplo aprobar inversiones petroleras con compañías privadas para lo cual es necesario un protocolo que debe ser aprobado conjuntamente por el poder ejecutivo y el legislativo)
13. La constitución está intacta, el parlamento no ha sido disuelto, hay total respeto a los derechos humanos, existe plena libertad de expresión dentro del país, la participación política es plural dentro del país, los partidos existen y hay libre acceso a la justicia. Estos hechos demuestran que no hay golpe de estado en Venezuela

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MARIANO RAJOY: POR EL MAR CORREN LAS LIEBRES Y POR EL MONTE LAS SARDINAS, QUE AHORA QUE TENEMOS TIEMPO VAMOS A CONTAR MENTIRAS


La esperpéntica comparecencia de Rajoy en clave de humor gráfico
Por Kaos. Humor anticapitalista
La esperpéntica comparecencia de Rajoy a la vista del humor crítico, ingenioso y creativo de varios humoristas gráficos.



































La escandalosa y esperpéntica comparecencia de Rajoy ante la Audiencia Nacional del 26 de julio como testigo en el juicio de la trama Gürtel ya ha recibido casi todos los análisis y calificativos posibles: desde la denuncia de la complicidad del juez con el “Presidente delincuente”, como la calificaron los manifestantes que se concentraron ante la sede judicial, hasta la prepotencia y desfachatez del inefable personaje compareciente.

Aquí sólo vamos a añadir algunas gotas del humor crítico, ingenioso y creativo que afortunadamente practican, en algunos casos a diario, varios humoristas gráficos. Que ustedes lo paladeen con buen humor e indignación movilizadora.





Kaos. Humor anticapitalista




















domingo, 23 de julio de 2017

REINO UNIDO. Y SU VECINO QUE ES ESPAÑA, DICE QUE NO PONE A REMOJAR SUS BARBAS PORQUE YA DESDE 2008 SE HA AFEITADO, OIGA



Reino Unido
Ya sabemos cuál es el coste real de la austeridad: el recorte de nuestras propias vidas

Rebelión
El diario/The Guardian
22.07.2017

Los recortes han frenado el aumento constante de la esperanza de vida. Nuestra estructura social está en ruinas. No solo necesitamos un nuevo Gobierno, necesitamos una manera nueva de organizar nuestra sociedad


 
En el año 2010 comenzaron los grandes recortes de la mano de David Cameron EFE


Está bastante claro que un programa de recortes motivado por la ideología nos está robando vida. El constante aumento de la esperanza de vida debería ser algo que todos diéramos por sentado. Después de todo, Reino Unido es una de las sociedades más acaudaladas que ha existido nunca en la historia de la humanidad. A esto se le suman también las continuas y espectaculares mejoras en medicina y tecnología.

Sin embargo, una nueva investigación llevada a cabo por un exconsejero del Gobierno, Sir Michael Marmot, sugiere que el aumento de la esperanza de vida –una tendencia que se ha mantenido constante durante cientos de años– se ha estancado desde 2010. ¿Qué pasó ese año exactamente? ¿No fue ese año cuando David Cameron, George Osborne y sus secuaces liberal demócratas comenzaron a recortar los servicios públicos con un falso pretexto económico?

No, no es que la esperanza de vida esté disminuyendo. Algo así sería realmente un signo de desastre social en un país avanzado como este. Sin embargo, de lo que estamos hablando es de privación de años de vida. Las vidas de la gente se han visto truncadas porque no están viviendo tanto como deberían haberlo hecho si la tasa de crecimiento hubiera continuado. Y, terriblemente, esta tasa de crecimiento está "muy cerca de haberse estancado", dice Marmot. Comenta también que está "profundamente preocupado" y "espera que esto empiece otra vez a mejorar".

Marmot no dice directamente que los recortes sean los responsables. Lo que sí que dice es que, en 2010, los ministros tomaron una "decisión política" para recortar el gasto. Y destaca que el gasto reciente en cuidados sociales y de salud es "miserable".

Detengámonos un momento para reflexionar sobre lo que los tories han hecho a este país. Se han dedicado a hacer avisos apocalípticos sobre lo que pasaría si no acababan con el déficit para 2015. Ni siquiera se acercaron, y ahora el objetivo se ha esfumado y será inalcanzable hasta mediados de la próxima década. Sumaron más deuda que cada Gobierno laborista. Golpearon a las personas con diversidad funcional con recortes y frenaron todo tipo de apoyos destinados a los trabajadores pobres. Ellos han presidido el apretón salarial más largo desde el siglo XIX y el peor registro en la construcción de viviendas en tiempos de paz desde los años 20. Y ahora también sabemos que han presidido una caída en la tasa de crecimiento de la esperanza de vida.

Y sí, los efectos combinados del colapso bancario y de la austeridad mataron en el Reino Unido. Hasta el momento de la quiebra de Lehman Brothers, el número de hombres que se suicidaba estaba disminuyendo a un ritmo constante. Entonces empezó a aumentar de nuevo: cientos de personas que murieron hoy estarían todavía entre nosotros si la tendencia hubiera continuado. Y a finales de 2015 el Reino Unido superó el mayor aumento en las tasas de mortalidad registradas durante casi medio siglo. Tal como apuntó el doctor Mark Green de la Universidad de Liverpool: "Es factible que los efectos de los recortes en los servicios públicos estén empezando a materializarse".

¿Existe alguna prueba más clara que demuestre lo absolutamente en bancarrota que se encuentra nuestra estructura social? El progreso humano y social está a punto de paralizarse en el Reino Unido. La vida es cada vez más precaria y más pobre para millones –pronto, puede que incluso sea más corta-. Esto es por lo que no solo necesitamos un cambio en el Gobierno del Reino Unido, necesitamos un cambio en cuanto a cómo organizar nuestra sociedad. Hace mucho tiempo que necesitamos una revolución pacífica y democrática en el Reino Unido, por el bien de nuestras condiciones de vida, por nuestra salud y por el bien de nuestras propias vidas.


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viernes, 21 de julio de 2017

QATAR. PARA COMPRENDER LA "CRISIS DEL GOLFO"


Oriente Medio
Comprender las raíces de la "crisis del Golfo"



Gilbert Achcar
Viento Sur
17/07/2017

Para comprender la violenta campaña lanzada por los gobiernos de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Baréin y Egipto contra Catar, hay que dirigir la mirada más allá de las trivialidades como el rescate que los cataríes habrían pretendidamente entregado en Irak [a grupos chiitas para liberar a más de 20 cazadores que practicaban la caza con halcón en territorio iraquí] y las acusaciones según las cuales Catar apoyaría el terrorismo. Tales acusaciones pierden toda credibilidad pues son planteadas por actores que han hecho exactamente eso desde hace decenios. Hay que remitirse al contexto anterior a la Primavera árabe y cómo ha sido afectado por el Gran Levantamiento.

Durante el reinado del emir Hamad Bin Khalifa al Thani, el emirato de Catar adoptó una planteamiento que no era muy diferente del adoptado por Kuwait después que este último declarara su independencia frente a Gran Bretaña, en junio de 1961. El anuncio había indignado a la República de Irak que exigió que el emirato le fuera entregado en tanto que fracción de su territorio. Pero Kuwait se aprovechó de las tensiones que existían entre Irak -bajo la dirección de Abd el-Karim Qasim (de julio de 1958 a febrero de 1963)- y el Egipto de Gamal Abdel Nasser, para obtener que los países árabes aceptaran la independencia de Kuwait, que gozaba además de la protección de Gran Bretaña. Para enfriar las ambiciones de anexión cultivadas por su vecino iraquí, Kuwait adoptó posteriormente una política de neutralidad árabe, manteniendo buenas relaciones con los dos polos en lo que se llamaba “la guerra fría árabe”; a saber, Egipto y el reino saudita.

Como se sabe, de forma similar, Catar mantenía una relación históricamente tensa con su vecino saudita, en particular desde que declaró su independencia frente a Gran Bretaña en 1971. Tras haber tomado el poder, el emir Hamad llevó a cabo una política que intentaba compensar el pequeño tamaño del emirato reforzando sus lazos con los dos principales ejes del conflicto regional tal como emergieron tras el amplio despliegue de tropas estadounidenses en el Golfo: Estados Unidos y la República de Irán. Catar logró así, simultáneamente, acoger (y financiar) la base regional aérea más importante de Estados Unidos (Al-Udeid) y cultivar relaciones cordiales con Irán y el Hezbolá libanés. La política de buenas relaciones con fuerzas opuestas se manifestó igualmente en el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel, a la vez que apoyaba a Hamás.

Sin embargo, durante el reino del emir Hamad, Catar no se limitó a cultivar buenas relaciones con diferentes fuerzas como hacía Kuwait que, por su parte, permaneció neutral y pasivo. Catar utilizó también sus considerables riquezas para jugar un papel activo en la política regional, en particular apadrinando a los Hermanos Musulmanes. El reino saudita, que apadrinó a los Hermanos desde el inicio, en 1928, canceló este apoyo, en particular a causa de la oposición de estos últimos a la intervención estadounidense en la crisis entre Kuwait e Irak en 1990. El peso del papel político de Catar aumentó fuertemente con el establecimiento de la red televisiva Al Jazeera, que tuvo un eco importante entre las poblaciones árabes dando la palabra a voces árabes de la oposición, en particular a los Hermanos Musulmanes.

La evolución política de Catar ante los levantamientos de 2011

Así pues, cuando el volcán del Gran Levantamiento árabe hizo irrupción en 2011, Catar pudo jugar un papel muy importante tanto a causa de su apadrinamiento de los Hermanos Musulmanes como del papel de la cadena de TV Al Jazeera. Por consiguiente, los dos polos del conflicto que domina el mundo árabe desde entonces -el antiguo régimen y la oposición fundamentalista islamista dirigida por los Hermanos Musulmanes- han obtenido también el apoyo del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). Mientras que Arabia Saudita apoyó al antiguo régimen en toda la región -con excepción de Libia frente a la que permaneció neutral y de Siria donde los elementos sectarios (confesionales) llevaron a una alianza entre el régimen de Bachar al-Assad e Irán- Catar apoyó los levantamientos, sobre todo allí donde estaban implicados los Hermanos Musulmanes, salvo en Baréin, otro miembro del CCG, por razones evidentes [en 2011 estalló un levantamiento popular y no ha dejado de ser reprimido]. El conflicto entre el emirato y el reino se hizo evidente desde el comienzo de la Primavera árabe; el apoyo de Catar al levantamiento tunecino contrastó con el asilo político concedido por Arabia Saudita al presidente depuesto de Túnez, Zine el Abidine Ben Alí.

La administración Obama veía a Catar como un medio para descartar el peligro de una radicalización del levantamiento árabe que habría amenazado los intereses de Estados Unidos. Por tanto, Estados Unidos apostaba en los dos lados, apoyando a veces al antiguo régimen con los saudíes (como en Baréin) y, a veces, intentando contener el levantamiento con Catar a través de los Hermanos Musulmanes y sus aliados (como en Túnez y Egipto). Pero el papel jugado por Catar, que animaba a Washington a adoptar una política de seducción hacia los levantamientos, suscitó la indignación de Arabia Saudita y escandalizó a los Emiratos Árabes Unidos, que habían designado a los Hermanos Musulmanes como el enemigo público número uno. La presión ejercida por los dos países del Golfo se intensificó cuando la apuesta por los Hermanos Musulmanes sufrió un revés; es decir, cuando el presidente Mohammed Morsi fue derrocado [julio de 2013] por el ejército egipcio y los Hermanos Musulmanes fueron violentamente reprimidos. Fue entonces cuando el emir Hamad decidió dimitir en favor de su hijo Tamim, el emir actual; la presión del Golfo alcanzó su primer pico en 2014 a fin de forzar al nuevo emir a cambiar de dirección.

Tras esta cumbre, parecía que el conflicto del Golfo había llegado a su fin. Pero el acuerdo de los tres Estados del Golfo para apoyar a la oposición siria contra el régimen de Assad tensó las relaciones entre Catar (y con él los Hermanos Musulmanes) e Irán. Más tarde, Catar participó en la campaña militar contra la alianza establecida entre Ali Abdalá Saleh [en el poder de 1990 a 2012] y los hutíes en Yemen. Esto en el contexto de la llegada de un nuevo rey al trono saudita; lo que parecía demostrar que era posible un acuerdo entre los miembros del CCG. Esta tendencia se reforzó por la búsqueda, durante un cierto tiempo, por el reino saudita de un consenso sunita contra Irán, que incluyera a los Hermanos Musulmanes. Lo que coincidía con la tensión entre Riad y El Cairo. Este desarrollo se correspondía perfectamente con la política de la administración Obama.

Sin embargo, la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos modificó la ecuación. El nuevo presidente se muestra favorable a una política de confrontación y de oposición tanto a los cambios como a la revolución en el área árabe. Es igualmente muy hostil a Irán y se afirma como un amigo próximo de Israel. Según la correspondencia de su embajador en Washington, algunos de sus principales consejeros quieren poner a los Hermanos Musulmanes en la lista de los grupos terroristas, de acuerdo, en este punto, con los Emiratos Árabes Unidos. Este cambio fundamental en la ecuación llevó a los Emiratos Árabes Unidos a reconciliarse con al-Sissi en Egipto. Juntos, acompañados por los Emiratos y Baréin, han lanzado el actual ataque frenético contra Catar para imponer un cambio radical de su política.

Este último episodio traduce de forma casi completa el retroceso del Gran Levantamiento árabe y el contraataque contra el levantamiento lanzado por el antiguo régimen en toda la región, apoyado en la mayor parte de los países por el eje del Golfo; y por Irán en Siria y en Yemen. Pero, tarde o temprano, surgirá inevitablemente una nueva ola de revolución (sus signos premonitorios son ya visibles en Marruecos y en Túnez). Cuando estalle, nadie la podrá contener y Riad y Abu Dabi podrían lamentar haber eliminado a Catar en este terreno.
19/06/2017


Traducción: Faustino Eguberri para viento sur
P. S. Este 20 de junio, en declaraciones ante la prensa hechas por el portavoz del Departamento de Estado, Heather Nauert, la administración Trump manifiesta “dudas” sobre las razones invocadas por Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Baréin y sus aliados; razones relacionadas en lo esencial al “apoyo al terrorismo” de Catar. Lo que ha desencadenado un serio bloqueo aéreo y naval. ¿Se anuncia así un cambio en la actitud de la administración estadounidense? Como informa la cadena Al Jazeera en inglés, sería impropio olvidar que Estados Unidos disponen de la base militar de Al-Udeid, que alberga más de 100 aviones operativos y más de 11 000 militares estadounidenses y aliados. La BBC, por su parte, el 15 de junio de 2017 anunciaba la compra por Catar a Estados Unidos de quince aviones de combate F-15 por una suma de 12 mil millones de dólares. Un poco más que el rescato por los cazadores con halcón [unos 1 000 millones de dólares]. El embajador de Catar en Estados Unidos, Meshal Hamad al-Thani, saludó las declaraciones del Departamento de Estado, añadiendo en un tweet: “Confiamos en la capacidad de Estados Unidos para resolver esta crisis” (Red. A l´Encontre).

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