lunes, 29 de mayo de 2017

¡ HOLA MARX ! ¿QUE TAL?



150 aniversario de El Capital
 

La relevancia contemporánea de Marx




 Claudio Katz
Viento Sur
27/05/2017


Marx recupera interés. Su clarificación del funcionamiento del capitalismo contrasta con las simplificaciones neoclásicas y las ingenuidades heterodoxas. Indicó la lógica de la plusvalía que subyace en la agresión neoliberal y el tipo de superexplotación que prevalece en el trabajo precario. Esclareció el origen de la desigualdad y el sentido actual del beneficio.

El Capital permite refutar la identificación de la revolución digital con el desempleo. Cuestiona las explicaciones de la crisis por desaciertos gubernamentales o carencias de regulaciones. Remarca tensiones intrínsecas en la esfera del consumo y la rentabilidad.

Marx subrayó los determinantes productivos de las convulsiones financieras. Sugirió las conexiones de la mundialización con los patrones nacionales de acumulación. Anticipó las polarizaciones que generan subdesarrollo en la periferia y los enlaces del antiimperialismo con estrategias socialistas.

También conceptualizó la combinación de ilusiones y temor que propaga la ideología burguesa. Su proyecto igualitario resurge junto a nuevas síntesis de la acción política con la elaboración teórica.

Este artículo será publicado en 2018 en la revista Sociología histórica (http://revistas.um.es/sh), dentro de un número monográfico sobre el 150 aniversario de la publicación del Libro I de El capital.

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La conmemoración del 150 aniversario de El Capital ha renovado el debate sobre las contribuciones legadas por Marx a la comprensión de la sociedad actual. El texto continúa suscitando apasionadas adhesiones y fanáticos rechazos, pero ya no ejerce la enorme influencia que tuvo en los años 60 y 70. Tampoco padece el olvido que acompañó al desplome de la Unión Soviética. Ningún investigador de peso ignora actualmente el significado del libro y las relecturas traspasan la academia e influyen sobre numerosos pensadores.

El interés por Marx se verifica entre los economistas que resaltan su anticipación de la mundialización. Otros descubren una precoz interpretación de la degradación del medio ambiente y vinculan la ausencia de soluciones al desastre ecológico, con la crisis civilizatoria que previó el teórico germano.

Su obra es retomada con mayor frecuencia para caracterizar la etapa neoliberal. Varios autores indagan las semejanzas de ese esquema con el “capitalismo puro” y desregulado que prevalecía en la época de Marx.

En un período de privatizaciones, apertura comercial y flexibilización laboral se transparentan rasgos del sistema que permanecieron ocultos durante la fase keynesiana. Los diagnósticos del pensador alemán recuperan nitidez en el siglo XXI.

La gran crisis que estalló en el 2008 reubicó a El Capital en un lugar preponderante de la literatura económica. Ese desplome financiero no sólo desembocó en una impactante recesión. Precipitó además una expansión inédita del gasto público para socorrer a los bancos.

Marx recobra importancia en este escenario de agudos desequilibrios capitalistas. Por esta razón sus explicaciones del funcionamiento y la crisis del sistema son revisadas con gran atención.

Algunos analistas igualmente estiman que sus respuestas han perdido actualidad al cabo de 150 años. Es evidente que el régimen vigente es muy distinto al imperante en el período que conoció el escritor alemán. El registro de estas diferencias contribuye a evitar búsquedas dogmáticas de lo “ya dicho por Marx” sobre acontecimientos que lo sucedieron.

Pero conviene también recordar que el estudioso germano investigó el mismo modo de producción que opera en la actualidad. Ese régimen continúa regulado por las mismas leyes y sujeto a los mismos principios. Todas las denominaciones que ocultan esa persistencia (economía a secas, mercado, modernidad, pos-industrialismo) obstruyen la comprensión del capitalismo de nuestra era.

La obra de Marx mantendrá su interés mientras subsista una estructura económico-social gobernada por la competencia, el beneficio y la explotación. ¿Pero cuáles son los señalamientos más pertinentes de su teoría para clarificar el modelo neoliberal actual?

Refutaciones fallidas

Marx captó la especificidad del capitalismo corrigiendo las inconsistencias de sus antecesores de la economía política clásica. Mantuvo la indagación totalizadora de la economía que encararon Smith y Ricardo superando las ingenuidades de la “mano invisible”. Al descubrir las obstrucciones que afronta el capitalismo revolucionó el estudio de ese modo de producción.

El autor de El Capital comprendió que esas tensiones son inherentes al sistema. Destacó que los desequilibrios no provienen del comportamiento o la irracionalidad de los individuos, ni obedecen a la inadecuación de las instituciones.

Marx postuló que el capitalismo está corroído por contradicciones singulares y distintas a las prevalecientes en regímenes anteriores. Esa comprensión le permitió transformar las críticas intuitivas en una impugnación coherente del capitalismo.

La ortodoxia neoclásica intentó refutar sus cuestionamientos con burdos panegíricos del sistema. Concibió insostenibles fantasías de mercados perfectos, consumidores racionales y efectos benévolos de la inversión. Recurrió a un cúmulo de mitos inverosímiles que contrastan con las aproximaciones realistas asumidas por Marx.

Los precursores del neoliberalismo no lograron desmentir el carácter intrínseco de los desequilibrios capitalistas. Ensayaron una presentación forzada de esas tensiones como resultado de injerencias estatales, sin explicar por qué razón el propio sistema recrea tantos desajustes.

Los criterios neoclásicos de maximización -complementados con las sofisticadas formalizaciones para seleccionar alternativas- ignoran la lógica general de la economía. Reducen la indagación de esa disciplina a un simple adiestramiento en ejercicios de optimización.

El predicamento actual de ese enfoque no proviene por lo tanto de su solidez teórica. Es apuntalado por las clases dominantes para propagar justificaciones de los atropellos a los asalariados. Instrumentan esas agresiones alegando exigencias naturales de la economía. Subrayan, por ejemplo, la imposibilidad de satisfacer los reclamos populares por restricciones derivadas de la escasez. Pero omiten el carácter relativo de esas limitaciones presentándolas como datos atemporales o invariables.

La hostilidad de los neoclásicos hacia Marx contrasta con el reconocimiento exhibido por el grueso de la heterodoxia. Algunos autores de esa vertiente han buscado incluso la integración de la economía marxista a un campo común de opositores a la teoría neoclásica. Esa pretensión ilustra áreas de afinidad, pero olvida que la concepción forjada a partir de El Capital conforma un cuerpo contrapuesto a la herencia de Keynes.

La principal diferencia entre ambas visiones radica en la valoración del capitalismo. La heterodoxia acepta el carácter conflictivo del sistema, pero considera que esas tensiones pueden resolverse mediante una adecuada acción estatal.

Marx postuló, en cambio, que esa intervención sólo pospone (y finalmente agrava) los desequilibrios que pretende resolver. Con ese señalamiento colocó los cimientos de una tesis de gran actualidad: la imposibilidad de forjar modelos de capitalismo humano, redistributivo o regulado. Este planteo ordena todo el pensamiento marxista contemporáneo.

Plusvalia y superexplotados

Marx formuló observaciones sustanciales para entender el deterioro actual del salario. El modelo neoliberal ha generalizado esa retracción al intensificar la competencia internacional. La apertura comercial, la presión por menores costos y el imperio de la competitividad son utilizados para achatar los ingresos populares en todos los países. Los patrones recurren a un chantaje de relocalización de plantas -o a desplazamientos efectivos de la industria a Oriente- para abaratar la fuerza de trabajo.

Ese atropello obedece a las crecientes tasas de explotación que exige la acumulación. Marx esclareció la lógica de esta presión al distinguir el trabajo de la fuerza de trabajo, al separar las labores necesarias de las excedentes y al registrar qué porción de la jornada laboral remunera efectivamente el dueño de la empresa.

Con esa exposición ilustró cómo opera la apropiación patronal del trabajo ajeno. Señaló que esa confiscación queda enmascarada por la novedosa coerción económica que impera bajo el capitalismo. A diferencia del esclavo o el vasallo el asalariado es formalmente libre, pero está sometido a las reglas de supervivencia que imponen sus opresores.

Marx fundamentó este análisis en su descubrimiento de la plusvalía. Demostró que la explotación es una necesidad del sistema. Pero también remarcó que la caída del salario es un proceso periódico y variable. Destacó que depende de procesos objetivos (productividades, base demográfica), coyunturales (ciclo de prosperidad o recesión) y subjetivos (intensidad y desenlace de la lucha de clases).

Esta caracterización permite entender que el trasfondo del atropello neoliberal en curso es una generalizada compulsión capitalista a elevar la tasa de plusvalía. Indica también que la intensidad y el alcance de esta agresión están determinados por las condiciones económicas, sociales y políticas vigentes en cada país.

La teoría del salario de Marx se ubica en las antípodas de las falacias neoclásicas de retribución al esfuerzo del trabajador. También rechaza la ingenuidad heterodoxa de mejoras invariablemente acordes a la redistribución del ingreso.

Pero es un enfoque alejado de cualquier postulado de “miseria creciente”. El teórico alemán nunca pronosticó el inexorable empobrecimiento de todos los asalariados bajo el capitalismo. La significativa mejora del nivel de vida popular durante la posguerra corroboró esas prevenciones.

En la etapa neoliberal el salario vuelve a caer por la necesidad cíclica que afronta el capitalismo de acrecentar la tasa de plusvalía, mediante recortes a las remuneraciones de los trabajadores.

Marx postuló además un segundo tipo de caracterizaciones referidas a los desocupados de su época, que tiene especial interés para la actual comprensión de la exclusión. Este flagelo obedece presiones de la acumulación semejantes a las estudiadas por el pensador germano, en su evaluación de situaciones de pauperización absoluta.

El intelectual europeo quedó muy impactado por las terribles consecuencias del desempleo estructural. Ilustró con estremecedoras denuncias las condiciones inhumanas de supervivencia afrontadas por los empobrecidos. Esos retratos vuelven a cobrar actualidad en los escenarios de pérdida definitiva del empleo y consiguiente degradación social. Lo que Marx indagó en su descripción del “leprosario de la clase obrera”, reaparece hoy en el drama de los sectores agobiados por la tragedia de la subsistencia.

El neoliberalismo ha extendido la pauperización a gran parte de los trabajadores informales o flexibilizados. Esos segmentos soportan no sólo situaciones de sujeción laboral extrema, taylorización o descalificación, sino también remuneraciones del salario por debajo del valor de la fuerza de trabajo.

En las últimas décadas ese tormento no impera sólo en la periferia. La precarización se ha extendido a todos los rincones del planeta y se verifica en los centros. El nivel de los salarios continúa difiriendo en forma significativa entre los distintos países, pero la explotación redoblada se verifica en numerosas regiones. Es un padecimiento agudo en el centro y dramático en la periferia. Lo que Marx observaba en los desocupados de su época golpea también en la actualidad a gran parte de los precarizados de todas las latitudes.

Desigualdad y acumulación

Las ideas que expuso el autor de El Capital permiten interpretar la explosión de desigualdad que recientemente midió Piketty. Los datos son escalofriantes. Un puñado de 62 enriquecidos maneja el mismo monto de recursos que 3 600 millones de individuos. Mientras se desploma la seguridad social y se expande la pobreza, los acaudalados desfinancian los sistemas previsión, escondiendo sus fortunas en paraísos fiscales.

La desigualdad no es el fenómeno pasajero que describen los teóricos ortodoxos. Los exponentes más realistas (o cínicos) de esa corriente explicitan la conveniencia de la inequidad para reforzar la sumisión de los asalariados.

La fractura social actual es frecuentemente atribuida a la preeminencia de modelos económicos regresivos. Pero Marx demostró que la desigualdad es inherente al capitalismo. Bajo este sistema las diferencias de ingresos varían en cada etapa, difieren significativamente entre países y están condicionadas por las conquistas populares o la correlación de fuerza entre opresores y oprimidos. Pero en todos los casos el capitalismo tiende a recrear y ensanchar las brechas sociales.

Marx atribuyó esa reproducción de la desigualdad, a la dinámica de un sistema asentado en ganancias derivadas de la plusvalía extraída a los trabajadores. El Capital subraya ese rasgo en polémica con otras interpretaciones del beneficio, centradas en la astucia del comerciante. También objeta las caracterizaciones que subrayan retribuciones a la contribución del empresario, sin especificar en qué consisten esos aportes.

Los neoclásicos nunca lograron refutar estos planteos, con su presentación de la ganancia como un premio a la abstención del consumo o al ahorro individual. Más insatisfactorias fueron sus caracterizaciones de retribuciones a un inanimado “factor capital” o a pagos de funciones gerenciales divorciadas de la propiedad de la empresa.

Desaciertos parecidos cometieron los keynesianos, al interpretar al lucro como una contraprestación al riesgo o a la innovación. Los pensadores más contemporáneos de esa escuela han optado por soslayar cualquier referencia al origen del beneficio.

Otros teóricos reconocen la inequidad del sistema, pero reducen el origen de la desigualdad a anomalías en la distribución del ingreso, derivadas de favoritismos o políticas erróneas. Nunca conectan esos procesos con la dinámica objetiva del capitalismo.

Las caracterizaciones convencionales de la ganancia son más insostenibles en el siglo XXI que en la época de Marx. Nadie puede explicar con criterios usuales, la monumental fortuna acumulada por el 1% de billonarios globales. Esos lucros están más naturalizados que en el pasado sin justificaciones de ninguna índole.

Las críticas en boga al enriquecimiento cuestionan a lo sumo las escandalosas ganancias de los banqueros. Ponderan en cambio los beneficios surgidos de la producción, sin evaluar las conexiones entre ambas formas de rentabilidad.

La relectura de El Capital permite recordar que la tajada obtenida por los banqueros, constituye tan sólo una porción de la masa total de beneficios creada con la explotación de los trabajadores.

Marx analizó también las formas violentas que en ciertas circunstancias asume la captura de ganancias. Evaluó esa tendencia en estudios de la acumulación primitiva, que han sido actualizados por los teóricos de la acumulación por desposesión (Harvey).

En El Capital investigó las formas coercitivas que presentó la apropiación de recursos en la génesis de capitalismo. Pero el sistema continuó recreando esas exacciones en distintas situaciones de la centuria y media posterior. Las guerras de Medio Oriente, los saqueos de África o las expropiaciones de campesinos en Asia ilustran modalidades recientes de esa succión.

Marx inauguró los estudios de formas excepcionales de confiscación del trabajo ajeno. Esa investigación sentó las bases para clarificar la dinámica contemporánea de la inflación y la deflación.

Al igual que sus precursores clásicos Marx postuló una determinación objetiva de los precios en función de su valor. Precisó que esa magnitud queda establecida por el tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de los bienes, en convulsivos procesos de extracción de plusvalía y realización del valor.

Esa caracterización no sólo permite refutar la ingenua presentación neoclásica de los precios como reflejos de la utilidad personal, o como espontáneos emergentes de la oferta y la demanda. También desmonta la absurda imagen del capitalista, como víctima de escaladas inflacionarias o deflacionarias ajenas a su conducta.

En las coyunturas críticas, la determinación turbulenta de los precios resitúa ganancias extraordinarias a los grandes patrones por medio de abruptas desvalorizaciones del salario. Esos mecanismos operan en la actualidad, con la misma intensidad que las expropiaciones virulentas de la época de Marx.

El Capital facilitó la identificación posterior de quiénes son los artífices y beneficiarios del nivel que asumen los precios. Esa caracterización no se limita a retratar situaciones de “pugna distributiva”. Subraya la desigualdad de condiciones en que diputan los trabajadores con sus patrones y resalta la consiguiente dominación que ejercen los formadores de precios.

Desempleo e innovacion

La masificación actual del desempleo constituye otra razón para releer a Marx. Algunos pensadores neoclásicos asumen esa calamidad como un simple dato. Otros difunden consuelos sobre la futura potencialidad de los servicios, para compensar la caída del empleo industrial. Esas previsiones no se corroboran en ningún país.

Muchos analistas afirman que la educación resolverá el problema. Pero olvidan mencionar el creciente número de desocupados con títulos universitarios. La destrucción de puestos de trabajo ya afecta severamente a los segmentos más calificados.

Distintas mediciones han comenzado a registrar que en el modelo actual el desempleo no se reduce en las fases expansivas, en proporción equivalente a su incremento en los periodos recesivos. Este flagelo se acrecienta con la rotación acelerada del capital y la reducción vertiginosa de los gastos administrativos.

La revolución digital es invariablemente mencionada como la principal causa de esta creciente pérdida de puestos de trabajo. Pero las computadoras son culpabilizadas omitiendo quiénes definen su utilización. Se olvida que esos instrumentos nunca actúan por sí mismos. Son gestionados por capitalistas que apuntalan sus beneficios sustituyendo mano de obra. La informática y la automatización no destruyen espontáneamente el empleo. La rentabilidad empresaria provoca esa demolición.

El Capital introdujo los principales fundamentos de esta caracterización del cambio tecnológico. Marx afirmó que las innovaciones son incorporadas para incrementar la tasa de explotación que nutre el beneficio patronal.

La revolución informática en curso se ajusta plenamente a ese postulado. Es un recurso utilizado por las grandes empresas para potenciar la captura del nuevo valor generado por los asalariados.

Tal como ocurrió en el pasado con el vapor, el ferrocarril, la electricidad o los plásticos, la digitalización introduce transformaciones radicales en la actividad productiva, comercial y financiera. Abarata el transporte y las comunicaciones y modifica por completo los procedimientos de fabricación o venta de las mercancías.

Un indicio de esa mutación es la influencia alcanzada por los “señores de las nubes”. Siete de las diez empresas con mayor capitalización bursátil actual pertenecen al sector de nuevas tecnologías de la información. Hace una década y media las firmas con mayor espalda financiera eran petroleras, industriales o automotrices. Actualmente son Google, Amazon, Facebook o Twitter.

Esta irrupción suscita presagios venturosos entre los pensadores que ocultan las consecuencias de la gestión capitalista de la informática. Omiten, por ejemplo, que la masificación de la comunicación digital reforzó la privatización del espacio virtual. Ese ámbito es controlado por pocas empresas privadas estrechamente asociadas con el Pentágono. El Capital permite entender los determinantes capitalistas de este perfil de la innovación.

Marx inició la indagación de la tecnología como un fenómeno social, abriendo un camino de estudios que floreció en las últimas décadas. Pero a diferencia de los teóricos evolucionistas o schumpeterianos demostró que el cambio tecnológico desestabiliza la acumulación y potencia la crisis.

La innovación guiada por principios de lucro impone una descarnada competencia que multiplica la sobreproducción. Induce además a jerarquizar el desenvolvimiento de ramas tan destructivas como la industria militar.

Marx explicó por qué razón el sistema actual impide una gestión social provechosa de las nuevas tecnologías. Señaló que ese manejo requeriría introducir criterios cooperativos opuestos a los principios de rentabilidad. Las potencialidades de la informatización como instrumento de bienestar y solidaridad, sólo emergerán en una sociedad emancipada del capitalismo.

Multiplicidad de crisis

Actualmente Marx suscita especial interés por los criterios que enunció para interpretar las crisis. El neoliberalismo no sólo genera crecientes sufrimientos populares. Cada quinquenio o decenio desencadena convulsiones que conmocionan a la economía mundial. Esos estallidos inducen a estudiar El Capital.

Las crisis del último período incluyeron la burbuja japonesa (1993), la eclosión del Sudeste Asiático (1997), el desplome de Rusia (1998), el desmoronamiento de las Punto.Com (2000) y el descalabro de Argentina (2001). Pero la magnitud y el alcance geográfico del temblor global del 2008 superaron ampliamente esos antecedentes. Su impacto obligó a revisar todas las teorías económicas.

Las crisis recientes son efectos directos de la nueva etapa de privatizaciones, apertura comercial y flexibilidad laboral. No son prolongaciones de tensiones irresueltas de los años 70. Emergieron al calor de los desequilibrios peculiares del neoliberalismo.

Ese modelo erosionó los diques que morigeraban los desajustes del sistema. Por esa razón el capitalismo actual opera con grados de inestabilidad muy superiores al pasado.

Los neoclásicos atribuyeron la crisis del 2008 a desaciertos de los gobiernos o irresponsabilidades de los deudores. Redujeron todos los problemas a comportamientos individuales, culpabilizaron a las víctimas y apañaron a los responsables. Justificaron además los socorros estatales a los bancos, sin registrar que esos auxilios contrarían todas sus prédicas a favor de la competencia y el riesgo.

Los heterodoxos explicaron las mismas convulsiones por el descontrol del riesgo. Olvidaron que esas supervisiones son periódicamente socavadas por las rivalidades entre empresas o bancos. Las normas que protegen los negocios de las clases dominantes son quebrantadas por la propia continuidad de la acumulación.

La relectura de El Capital permite superar esas inconsistencias de la economía convencional. Induce a investigar el origen sistémico de esos estallidos. Brinda pistas para indagar los diversos mecanismos de la crisis, recordando que el capitalismo despliega una amplia gama de contradicciones.

El cimiento común de esos desequilibrios es la generación periódica de excedentes invendibles. Pero esa sobreproducción se desenvuelve por varios carriles complementarios.

Marx resaltó la existencia de tensiones entre la producción y el consumo, derivadas de la estratificación clasista de la sociedad. Esta caracterización tiene gran aplicación en el escenario de agudos problemas de realización del valor de las mercancías, que ha generado el neoliberalismo.

Ese modelo propicia una ampliación de los consumos sin permitir su disfrute. Expande la producción estrechando los ingresos populares y precipita crisis derivadas del deterioro del poder adquisitivo. El enorme engrosamiento del endeudamiento familiar no atenúa la vulnerabilidad de la demanda.

Marx fue el primero en ilustrar cómo la competencia obliga a los empresarios a desenvolver dos tendencias opuestas. Por un lado amplían las ventas y por otra parte reducen los costos salariales. Esa contradicción presenta envergaduras y localizaciones muy distintas en cada época.

El neoliberalismo estimula en la actualidad el consumismo y la riqueza patrimonial financiada con endeudamiento en las economías centrales. Al mismo tiempo impone brutales retracciones del poder de compra en la periferia.

El Capital también pone el acento en los problemas de valorización. Indaga cómo opera la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Demuestra que el aumento de la inversión produce una declinación porcentual del beneficio, al compás de la propia expansión de la acumulación. El trabajo vivo que nutre a la plusvalía decae proporcionalmente, con el incremento de la productividad que impone la competencia.

Marx resaltó que las crisis emergen del crecimiento capitalista. No son efectos ocasionales del despilfarro o del uso inadecuado de los recursos. Explicó, además, cómo el sistema contrapesa primero y agrava después la caída periódica de la tasa de beneficio.

Esta tesis permite entender de qué forma el neoliberalismo incrementó la tasa de plusvalía, redujo los salarios y abarató los insumos para contrarrestar el declive del nivel de rentabilidad. También ilustra cómo el mismo problema reaparece al cabo de esa cirugía. La contradicción descubierta por Marx se verifica actualmente en las economías más capitalizadas que padecen desajustes de sobre-inversión.

La presentación marxista combinada de los desequilibrios de realización y valorización es muy pertinente para comprender la heterogeneidad de la mundialización neoliberal. Indica que contradicciones de ambos tipos irrumpen en los distintos polos de ese modelo y socavan su estabilidad desde flancos complementarios.

Finanzas y produccion

Marx siempre subrayó los determinantes productivos de las crisis capitalistas. En el marco de las enormes transformaciones generadas por la globalización, ese señalamiento permite evitar lecturas simplistas en clave puramente financiera.

Los grandes capitales se desplazan actualmente de una actividad especulativa a otra, en escenarios altamente desregulados que acrecientan las explosiones de liquidez. La gestión accionaria de las firmas potencia además los desajustes crediticios, la inestabilidad cambiaria y la volatilidad bursátil.

Ese proceso multiplica las tensiones suscitadas por los nuevos mecanismos de titularización, derivados y apalancamientos. Es evidente que el neoliberalismo abrió las compuertas para un gran festival de especulación.

Pero hace 150 años Marx demostró que esas alocadas apuestas son propias del capitalismo. La especulación es una actividad constitutiva y no opcional del sistema. Alcanzó dimensiones mayúsculas en las últimas tres décadas, pero no constituye un rasgo exclusivo del modelo actual.

Esta precisión permite observar las conexiones entre desequilibrios financieros y productivos que resalta El Capital. Marx describió las tensiones autónomas de la primera esfera, pero remarcó que en última instancia derivan de transformaciones registradas en el segundo ámbito.

Siguiendo esta pista se puede notar que la hegemonía actual de las finanzas constituye sólo un aspecto de la reestructuración en curso. No es un dato estructural del capitalismo contemporáneo. La clase dominante utiliza el instrumento financiero para recomponer la tasa de ganancia mediante mayores exacciones de plusvalía.

La globalización financiera está enlazada además con el avance de la internacionalización productiva. La multiplicidad de títulos en circulación es funcional a una gestión más compleja del riesgo. Permite administrar actividades fabriles o comerciales mundializadas y sujetas a inesperados vaivenes de los mercados.

También la expansión del capital ficticio está vinculada a esos condicionantes y evoluciona en concordancia con los movimientos del capital-dinero. Aprovisiona a la producción e intermedia en la circulación de las mercancías.

Estas conexiones explican la persistencia de la globalización financiera luego de la crisis del 2008. Los capitales continúan fluyendo de un país a otro con la misma velocidad y libertad de circulación, para aceitar el funcionamiento de estructuras capitalistas más internacionalizadas.

Es cierto que todos los intentos de reintroducir controles a los bancos fallaron por la resistencia que opusieron financistas. Pero esa capacidad de veto ilustra el entrelazamiento del mundo del dinero con el universo productivo. Son dos facetas de un mismo proceso de internacionalización.

El Capital aporta numerosas observaciones de la dinámica financiera que explican esos vínculos, a partir de una interpretación muy original de la lógica del dinero. Destaca el insustituible papel de la moneda en la intermediación de todo el proceso de reproducción del capital. Remarca que las distintas funciones del dinero en la circulación, el atesoramiento o el despliegue de los medios de pago están sujetan a la misma lógica objetiva, que regula todo el desenvolvimiento de las mercancías.

Ese rol ha presentado modalidades muy distintas en los diversos regímenes de regulación monetaria. El patrón oro del siglo XIX diverge significativamente de las paridades actualmente administradas por los bancos centrales. Pero en todos los casos rige un curso determinado por la dinámica de la acumulación, la competencia y la plusvalía.

El Capital contribuye a recordar estos fundamentos no sólo en contraposición a los mitos ortodoxos de transparencia mercantil, asignación óptima de los recursos o vigencia de monedas exógenas, neutrales y pasivas.

También pone de relieve las ingenuidades heterodoxas. Marx no presentó a la moneda como una mera representación simbólica, un mecanismo convencional o un instrumento amoldado al marco institucional. Explicó su rol necesario y peculiar en la metamorfosis que el capital desenvuelve, para consumar su pasaje por los circuitos comerciales, productivos y financieros.

Economia mundial y nacional

La centralidad que tiene El Capital para comprender la dinámica contemporánea de los salarios, la desigualdad, el desempleo o la crisis debería conducir a una revisión general de sus aportes a la teoría económica. Resultaría muy oportuno actualizar por ejemplo, el estudio de las controversias suscitadas por ese libro que realizó Mandel [http://www.vientosur.info/spip.php?article12526], en el centenario de la primera edición.

La obra del pensador germano no sólo esclarece el sentido de las categorías básicas de la economía. También sugiere líneas de investigación para comprender la mundialización en curso. Marx nunca llegó a escribir el tomo que preparaba sobre la economía internacional, pero esbozó ideas claves para entender la lógica globalizadora del sistema.

Esos principios son muy relevantes en el siglo XXI. El capitalismo funciona en la actualidad al servicio de gigantescas empresas transnacionales, que corporizan el salto registrado en la internacionalización. La producción de Wal-Mart es mayor que las ventas de un centenar de países, la dimensión económica de Mitsubishi desborda el nivel de actividad de Indonesia y General Motors supera la escala de Dinamarca.

Las firmas globalizadas diversificaron sus procesos de fabricación en cadenas de valor y mercancías “hechas en el mundo”. Desenvuelven todos sus proyectos productivos, en función de las ventajas que ofrece cada localidad en materia de salarios, subsidios o disponibilidad de recursos.

La expansión de los tratados de libre-comercio se amolda a esa mutación. Las compañías necesitan bajos aranceles y libertad de movimientos, para concretar transacciones entre sus firmas asociadas. Por eso imponen convenios que consagran la supremacía de las empresas en cualquier litigio judicial. Esos pleitos son decisivos en ciertas áreas como la genética, la salud o el medio ambiente.

Una relectura de El Capital permite superar dos errores muy corrientes en la interpretación de la internacionalización en curso. Un equívoco supone que el capitalismo actual se maneja con los mismos patrones de preeminencia nacional, que regían en los siglos XIX o XX. El desacierto opuesto considera que el sistema se globalizó por completo, eliminando las barreras nacionales, disolviendo el papel de los estados y forjando clases dominantes totalmente transnacionalizadas.

Marx escribió su principal obra en una etapa de formación del capitalismo muy distinta al contexto actual. Pero conceptualizó acertadamente cómo operan las tendencias hacia la mundialización en el marco de los Estados y las economías nacionales. Ha cambiado la proporción y relevancia comparativa de esa mixtura, pero no la vigencia de esa combinación.

El Capital mejoró las ideas expuestas en el Manifiesto Comunista sobre el carácter internacional de la expansión burguesa. En el primer ensayo Marx había retratado la gestación de un mercado mundial, la pujanza del cosmopolitismo económico y la veloz universalización de las reglas mercantiles. En su libro de madurez precisó las formas que asumían esas tendencias y remarcó su enlace con los mecanismos nacionales del ciclo y la acumulación.

Marx ajustó su mirada de la internacionalización objetando las tesis ricardianas de las “ventajas comparativas”. Resaltó el carácter estructural de la desigualdad imperante en el comercio internacional. Por eso rechazó todas las expectativas de convergencia armoniosa entre países y las visiones de amoldamiento natural a las aptitudes de los concurrentes.

Este enfoque le permitió notar la vigencia de remuneraciones internacionales más elevadas para los trabajos de mayor productividad. En el ini io del capitalismo Marx percibió algunos fundamentos de explicaciones posteriores de la brecha en los términos de intercambio.

El teórico germano también observó la secuela de desajustes generados por el desborde capitalista de las fronteras nacionales. Registró cómo ese proceso provoca crecientes fracturas a escala global.

Pero El Capital investigó esa dinámica en escenarios nacionales muy específicos. Indagó la evolución de los salarios, los precios o la inversión en economías particulares. Detalló puntualmente esa dinámica en el desenvolvimiento industrial de Inglaterra.

La lectura de Marx invita, por lo tanto, a evaluar la mundialización actual como un curso preeminente, que coexiste con el continuado desenvolvimiento nacional de la acumulación. Sugiere que ambos procesos operan en forma simultánea.

Polaridades con nuevo razonamiento

El Capital es muy útil también para analizar la lógica de la relación centro-periferia subyacente en la brecha global actual. Marx anticipó ciertas ideas sobre esa división, en sus observaciones sobre desenvolvimiento general del capitalismo.

Al principio suponía que los países retrasados repetirían la industrialización de Occidente. Estimaba que el capitalismo se expandía demoliendo murallas y creando un sistema mundial interdependiente.

Expuso esa visión en el Manifiesto Comunista. Allí describió cómo China e India serían modernizadas con el ferrocarril y la importación de textiles británicos. Marx realzaba la dinámica objetiva del desarrollo capitalista y consideraba que las estructuras precedentes serían absorbidas por el avance de las fuerzas productivas.

Pero al redactar El Capital comenzó a percibir tendencias opuestas. Notó que la principal potencia se modernizaba ampliando las distancias con el resto del mundo. Esta aproximación se afianzó con su captación de lo ocurrido en Irlanda. Quedó impresionado por la forma en que la burguesía inglesa sofocaba el surgimiento de manufactureras en la isla, para garantizar el predominio de sus exportaciones. Notó, además, cómo se aprovisionaba de fuerza de trabajo barata para limitar las mejoras de los asalariados británicos.

En esta indagación intuyó que la acumulación primitiva no anticipa procesos de pujante industrialización en los países sometidos al yugo colonial. Este registro sentó las bases para la crítica posterior a las expectativas de simple arrastre de la periferia por el centro. Con este fundamento se conceptualizó posteriormente la lógica del subdesarrollo.

Marx no expuso una teoría del colonialismo, ni una interpretación de la relación centro-periferia. Pero dejó una semilla de observaciones para comprender la polarización global, que retomaron sus sucesores y los teóricos de la dependencia.

Esta línea de trabajo es muy relevante para notar cómo en la actualidad el neoliberalismo exacerba las fracturas globales. En las últimas tres décadas se ampliaron todas las brechas que empobrecen a la periferia inferior. Esa degradación se intensificó con la consolidación del agro-negocio, el endeudamiento externo y el avasallamiento de los recursos naturales de los países dependientes. Estas confiscaciones asumieron modalidades muy sangrientas en África y el mundo árabe.

Las observaciones de Marx incluyeron también cierto registro de diversidades en el centro. Intuyó que el debut industrial británico no sería copiado por Francia y notó la presencia de cursos novedosos de crecimiento mixturados con servidumbre (Rusia) o esclavismo (Estados Unidos).

El autor de El Capital captó esas tendencias madurando un cambio de paradigma conceptual. En sus trabajos más completos reemplazó el primer enfoque unilineal -asentado en el comportamiento de las fuerzas productivas- por una mirada multilineal, centrada en el papel transformador de los sujetos.

Con este último abordaje la rígida cronología de periferias amoldadas a la modernización quedó sustituida por nuevas visiones, que reconocen la variedad del desenvolvimiento histórico.

Esta metodología de análisis es importante para notar la especificidad de las formaciones intermedias, que han irrumpido en forma persistente en distintos periodos de la última centuria y media. Con esa óptica se puede evaluar la dinámica de acelerados procesos de crecimiento contemporáneo (China), en etapas de gran reorganización del sistema (neoliberalismo).

Anticipos de antiimperialismo

Marx estudió la economía del capitalismo para notar su efecto sobre la lucha de clases que socava al sistema. Por eso indagó los procesos políticos revolucionarios a escala internacional.

Siguió con especial interés el curso de las rebeliones populares de China, India y sobre todo Irlanda e intuyó la importancia de los nexos entre las luchas nacionales y sociales. Por eso promovió la adhesión de los obreros británicos a la revuelta de la isla contigua, buscando contrarrestar las divisiones imperantes entre los oprimidos de ambos países.

A partir de esa experiencia Marx ya no concibió la independencia de Irlanda como un resultado de victorias proletarias en Inglaterra. Sugirió un empalme entre ambos procesos y transformó su internacionalismo cosmopolita inicial en un planteo de confluencia de la resistencia anticolonial con las luchas en las economías centrales.

En su etapa del Manifiesto el revolucionario alemán propagaba denuncias anticoloniales de alto voltaje. No se limitaba a describir la destrucción de las formas económicas pre-capitalistas. Cuestionaba a viva voz las atrocidades de las grandes potencias.

Pero en esos trabajos juveniles Marx suponía que la generalización del capitalismo aceleraría la erradicación ulterior de ese sistema. Defendía un internacionalismo proletario muy básico y emparentado con viejas utopías universalistas.

En su mirada posterior Marx resaltó el efecto positivo de las revoluciones en la periferia. Esos señalamientos fueron retomados por sus discípulos de siglo XX, para indicar la existencia de una contraposición entre potencias opresoras y naciones oprimidas y postular la convergencia de batallas nacionales y sociales. De esas caracterizaciones surgieron las estrategias de alianza de los asalariados metropolitanos con los desposeídos del mundo colonial.

Con este fundamento se forjó también la síntesis del socialismo con el antiimperialismo, que desenvolvieron los teóricos del marxismo latinoamericano. Esa conexión indujo las convergencias de la izquierda regional con el nacionalismo revolucionario, para confrontar con el imperialismo estadounidense. Ese empalme inspiró a la revolución cubana y ha sido retomado por el proceso bolivariano.

En una coyuntura signada por las agresiones de Trump ese acervo de experiencias recobra importancia. Los atropellos del magnate inducen a revitalizar las tradiciones antiimperialistas, especialmente en países tan vapuleados como México. Allí resurge la memoria de resistencias a los avasallamientos perpetrados por Estados Unidos.

Marx observaba cómo las grandes humillaciones nacionales desatan procesos revolucionarios. Lo que percibió en el siglo XIX vuelve a gravitar en la actualidad.

Adversidades e ideología

Marx debió lidiar con momentos de aislamiento, reflujo de la lucha popular y consolidación del dominio burgués. La escritura de varias partes de El Capital coincidió con esas circunstancias. Afrontó la misma adversidad que prevalece en la actualidad en las coyunturas de estabilización del neoliberalismo.

En ese tipo de situaciones el pensador germano indagó cómo domina la clase dominante. Conceptualizó el papel de la ideología en el ejercicio de esa supremacía. En el estudio del fetichismo de la mercancía que encaró en El Capital hay varias referencias a esa problemática.

Es importante retomar esas consideraciones para notar cómo ha funcionado el neoliberalismo en las últimas décadas. Los artífices del modelo actual transmiten fantasías de sabiduría de los mercados e ilusiones de prosperidad espontánea. Presagian derrames del beneficio y recrean numerosas mitologías del individualismo.

Con esa batería de falsas expectativas propagan una influyente ideología en todos los sentidos del término. Marx destacó esa variedad de facetas de las creencias propagadas por los dominadores para naturalizar su opresión.

El credo neoliberal provee todos los argumentos utilizados por el establishment para justificar su primacía. Aunque el grado de penetración de esas ideas es muy variable, salta a la vista su incidencia en la subjetividad de todos los individuos.

Pero al igual que en la época de Marx el capitalismo se reproduce también a través del miedo. El sistema transmite creencias sobre un futuro venturoso y al mismo tiempo generaliza el pánico ante ese devenir. El neoliberalismo ha multiplicado especialmente la angustia del desempleo, la humillación frente a la flexibilidad laboral y la desesperanza ante la fractura social.

Esos temores son transmitidos por los grandes medios de comunicación con sofisticados disfraces y cambiantes engaños. No sólo configuran el sentido común imperante en la sociedad. Operan como usinas de propagación de todos los valores conservadores.

Los medios de comunicación complementan (o sustituyen) a las viejas instituciones escolares, militares o eclesiásticas en el sostenimiento del orden burgués. La prensa escrita, los medios audiovisuales y las redes sociales ocupan un espacio inimaginable en siglo XIX. Expanden las ilusiones y los temores que sostienen la hegemonía política del neoliberalismo.

Pero esos mecanismos han quedado seriamente erosionados por la pérdida de legitimidad que genera el descontento popular. Trump, el Brexit o el ascenso de los partidos reaccionarios en Europa, ilustran cómo ese malestar puede ser capturado por la derecha. Frente a este tipo de situaciones Marx forjó una perdurable tradición de concebir alternativas, combinando la resistencia con la comprensión de la coyuntura.

Proyecto socialista

Marx participó activamente en los movimientos revolucionarios que debatían las ideas del socialismo y el comunismo. Mantuvo esa intensa intervención mientras escribía El Capital. Nunca detalló su modelo de sociedad futura pero expuso los basamentos de ese provenir.

El acérrimo crítico de la opresión alentaba la gestación de regímenes económicos asentados en la expansión de la propiedad pública. También promovía la creación de sistemas políticos cimentados en la auto-administración popular.

Marx apostaba a un pronto debut de esos sistemas en Europa. Percibió en la Comuna de París un anticipo de su proyecto. Concebía el inicio de esa transformación revolucionaria en el Viejo Continente e imaginaba una propagación ulterior a todo el planeta.

Es sabido que la historia siguió una trayectoria muy diferente. El triunfo bolchevique de 1917 inauguró la secuencia de grandes victorias populares del siglo XX. Esos avances incluyeron intentos de construcción socialista en varias regiones de la periferia.

Las clases dominante quedaron aterrorizadas y otorgaron concesiones inéditas para contener la pujanza de los movimientos anticapitalistas. En los años 70-80 los emblemas del socialismo eran tan populares, que resultaba imposible computar cuántos partidos y movimientos reivindicaban esa denominación.

Pero también es conocido lo ocurrido posteriormente. El desplome de la Unión Soviética dio lugar al prolongado periodo de reacción contra el igualitarismo, que persiste hasta la actualidad.

Este escenario ha sido alterado por la resistencia popular y el declive del modelo político-ideológico que nutrió a la globalización neoliberal. En estas circunstancias la relectura de El Capital converge con redescubrimientos del proyecto socialista. Los jóvenes ya no cargan con los traumas de la generación anterior, ni con las frustraciones que pavimentaron la implosión de la URSS.

La propia experiencia de lucha es aleccionadora. Muchos activistas comprenden que la conquista de la democracia efectiva y la igualdad real exige forjar otro sistema social. Frente al sufrimiento que ofrece el capitalismo intuyen la necesidad de construir un horizonte de emancipación.

La llegada de Trump incorpora nuevos ingredientes a esta batalla. El acaudalado mandatario intenta recuperar por la fuerza la primacía de Estados Unidos. Pretende reforzar la preponderancia de Wall Street y la preeminencia del lobby petrolero, reactivando el unilateralismo bélico.

No sólo proclama que Estados Unidos debe alistarse para “ganar las guerras”. Ya inició su programa militarista con bombardeos en Siria y Afganistán. Exige, además, una subordinación del Viejo Continente que socava la continuidad de la Unión Europea. Trump no se limita a construir el muro en la frontera mexicana. Acelera la expulsión de inmigrantes, alienta golpes derechistas en Venezuela y amenaza a Cuba.

En esta convulsionada coyuntura Marx recobra actualidad. Sus textos no sólo aportan una guía para comprender la economía contemporánea. También ofrecen ideas para la acción política en torno a tres ejes primordiales del momento: reforzar la resistencia antiimperialista, multiplicar la batalla ideológica contra el neoliberalismo y afianzar la centralidad del proyecto socialista.

Actitudes y compromisos

Las teorías que introdujo Marx revolucionaron todos los parámetros de la reflexión y trastocaron los cimientos del pensamiento social. Pero el teórico alemán sobresalió también como un gran luchador. Desenvolvió un tipo de vida que actualmente identificaríamos con la militancia.

Marx se ubicó en el bando de los oprimidos. Reconoció los intereses sociales en juego y rechazó la actitud del observador neutral. Participó en forma muy decidida en la acción revolucionaria.

Ese posicionamiento orientó su trabajo hacia los problemas de la clase trabajadora. Promovió la conquista de derechos sociales con la mira puesta en forjar una sociedad liberada de la explotación.

Marx propició una estrecha confluencia de la elaboración teórica con la práctica política. Inauguró un modelo de fusión del intelectual, el economista y el socialista que ha sido retomado por numerosos pensadores.

Con esa postura evitó dos desaciertos: el refugio académico alejado del compromiso político y el deslumbramiento pragmático por la acción. Legó un doble mensaje de intervención en la lucha y trabajo intelectual para comprender la sociedad contemporánea. Continuar ese camino es el mejor homenaje a los 150 años de El Capital.

6-5-2017

Bibliografia básica

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-Grossman Henryk, 1979, La ley de la acumulación y el derrumbe del sistema capitalista, Siglo XXI, México.

-Harvey, David 1982 Los límites del capitalismo y la teoría marxista (México DF: Fondo de Cultura Económica).

-Hilferding Rudolf, 1973, El capital financiero, Tecnos , Madrid.

-Husson Michel, 2009, Capitalismo puro, Maia, Madrid

-Kohan, Néstor (1998). Marx en su (Tercer) Mundo: hacia un socialismo no colonizado, Biblos, Buenos Aires.

-Luxemburg, Rosa, 1968. La acumulación del capital. Editoral sin especificación, Buenos Aires,

-Mandel Ernest, 1978, El capitalismo tardío, Era, México.

-Mandel Ernest, 1985, Cien años de controversias en torno a la obra de Karl Marx. Siglo XXI, Madrid.

-Marx Carlos, 1973, El Capital, México, Fondo de Cultura Económica.

-Marx, Carlos (1967). El Manifiesto Comunista, Claridad, Buenos Aires.

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-Rosdolsky, Román, 1979, Génesis y estructura de El Capital, Siglo XXI, México.

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-Salama Pierre, Tran Hai Hac, Introduction a l’Economie marxiste, La Decouverte, Paris,

-Shaikh, Anwar, 1991, Valor, acumulación y crisis, Tercer Mundo Editores, Bogotá.

-Sweezy, Paul, 1973. Teoría del desarrollo capitalista, Fondo de Cultura Económica, México.



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PUBLICADO EN CRÓNICA DE ARAGÓN


PP–PSOE–Ciudadanos–Cebollinos–Cebolletas y resto de Berenjenas y el crecimiento económico que propugnan: ¡Adelante, la carretera nacional es vuestra! (he dicho vuestra)

29. mayo 2017 | Por | Categoria: El ojo atípico, Magazine, Opinión 
           


POR MANUEL SOGAS

Mi querido lector o lectora, si es que continua leyendo y para que no haya equívocos, ha de saber que lo que sigue no es producto de una luz cegadora procedente del más allá acompañada de una voz que me dijera: “Manolo, tú a lo tuyo, di lo que quieras que aquí estoy yo para ratificarlo, y ¡ay! de aquel que te desobedeciera o desobedeciese, o tan sencillo como esto: que hiciere o hiciese lo que le viniere o viniese en gana ignorando lo que tú dices, que es lo que yo digo. No perdamos más tiempo y escribe, Manolo”.

Lo que sigue, efectivamente es mío, pero sin más luz que la que me da la bombilla del flexo y el poco conocimiento que he podido extraer de las lecturas de las Obras de Marx (he dicho lecturas de las obras de Marx y no de titulares de prensa ni libracos sobre el marxismo escritos, incluso, por algunos que reconocen abiertamente no haber leído nunca a Marx, caso, por ejemplo, del señor Piketty, economista, profesor en París, ¡ahí es nada!, y hombre de gran prestigio, autor de un libro de más de 800 páginas con innumerables datos estadísticos que valen, eso sí, para explicar el capitalismo y sus consecuencias, pero que en absoluto desmiente a Marx, sino que en todo caso le da la razón).

El artículo que sigue, efectivamente, demuestra que la crisis de 2007 está superada o en vías de superación, pero desde el punto de vista del capital. El único objetivo que persigue el capitalismo es el acrecentamiento de los capitales. Las democracias, las acciones humanitarias que realiza (a base de amontonar muertos), etc., constituyen toda la furrufalla ideológica orientada en todo momento a lograr su fin: insisto, el acrecentamiento de los capitales.

La crisis se produce cuando el mecanismo que hace crecer los capitales se interrumpe. La crisis se supera (siempre desde el punto de vista capitalista) cuando ese mismo mecanismo vuelve a ponerse en marcha.

Hasta la crisis de los 70 del siglo pasado, el motor del crecimiento de los capitales se centraba casi exclusivamente en el proceso productivo (creación de productos materiales). Cuando éste por “agotamiento” (no porque los que los administradores del capitalismo y sus intereses lo administraran mal,… que lo hacían y lo siguen haciendo “muy bien”…), ya no era capaz de mantener el ritmo de crecimiento que los capitales invertidos necesitaban para seguir en pie, el capitalismo se ve necesitado, e imperiosamente obligado, a obtener por otros medios la parte de beneficios que ya no puede extraer directamente, por “agotamiento” del proceso productivo.

Y es en este momento cuando aparece la figura del “neoliberalismo” que llega hasta nuestros días, como método de obtener la parte de beneficios que necesita el capitalismo para seguir funcionando (es decir, para seguir acrecentando los capitales, que ya no pueden ser extraídos directamente del proceso de producción).

Con esto se inicia la preponderancia del capital financiero sobre el capital productivo, y esto es lo que explica (y así lo demuestra el análisis al que remitimos en este enlace) que los capitales crezcan (aumento del PIB, acrecentamiento de los capitales, salida del estancamiento que supuso la crisis de 2007, o sea, salida de la crisis desde en punto de vista del capitalismo), mientras la masa de salarios en manos de los asalariados disminuye.

Esto es consecuencia lógica de la dinámica de funcionamiento del capitalismo, que no puede ser cambiada mientras el capitalismo sea capitalismo, dando igual quien esté dirigiendo la política, sea Juan o Pedro, sea un político de 63 años o un chiquirritín de 27.

Mientras no se cambien las relaciones de producción basadas en la explotación, por otras relaciones de producción basadas en la colaboración (esto es, mientras no se pase del capital–ismo al social–ismo), no mejorará la suerte de los trabajadores. Hablamos, por supuesto, de los trabajadores que crean valor con su trabajo, no de los que “trabajan” robando al Estado (y por lo tanto, a los trabajadores) toda la riqueza que pueden.

Por ello, pedir y aceptar como fórmula para salir de la crisis (¿pero no se nos dice que ya hemos salido de la crisis?) un mayor crecimiento económico (que es lo que hace el capital de manera muy acertada, desde su punto de vista), significa para la clase obrera ganar menos, disfrutar cada vez menos de la riqueza que crea.

Obsérvese, sin embargo, que ningún partido político (de centro, centradito, centraloide, cebolleta, berenjena, o pendiente de centración) se declara formal y claramente a favor del capital y contra los trabajadores, al igual que ocurre con los sindicatos de consenso (dialogantes y buenas mariscadas, nada partidarios de la bullanga y violencia que demuestran de palabra y obra los que dicen claramente defender los intereses de los trabajadores), o con los economistas de mucho trapío y más postín que asoman por las televisiones, muy bien preparados, muy competentes, con muchos laureles y salarios en consonancia, pero sin cuestionar la economía capitalista, a la que dan como única, natural e inalterable, cuando ya se sabe que existen otros tipos de economías no capitalistas; por ejemplo, y tirando por lo bajo, la cooperativista, basada en los principios del Cooperativismo Inglés de 1843, hoy estrangulados y condenados al olvido por la legislación actual.

Obsérvese la cortesía de no considerar ahora la economía marxista para no asustar ni sofocar a la Tía Pascualina de don Luis del Val.

Por ello, quienes promueven o apoyan la idea de más crecimiento económico como antídoto para salir de la crisis, lo que en realidad hacen es proclamar que están de acuerdo con que el trabajador trabaje cada vez más por menos salario y en situación más precaria, porque a eso es a lo que conduce el “neoliberalismo”, como la realidad viene demostrando día sí y día también.

La clase trabajadora debería tener claro que no va a salir de la crisis, pues sus condiciones de vida, lejos de mejorar, empeorarán paulatinamente en intensidad y en extensión; y no porque los capitalistas ahora se hayan vuelto unos malvados (que en esto, la maldad o bondad tienen poco que ver), sino por la propia dinámica interna de funcionamiento del capitalismo, que le lleva inexorablemente a su fin, y a su sustitución por un modo de producción socialista (obsérvese que he dicho “socialismo”, no PSOE actual o futuro cuando se calmen las aguas de su superficie).

Y lógicamente, para concluir, de esta crítica no está excluido Unidos Podemos, y la razón de razones: no está de forma práctica y generalizada el funcionamiento de los CÍR-CU-LOS, que son la base del Podemos inicial, donde deben ser discutidos, entre otros muchísimos asuntos, el que aquí se viene tratando con el objetivo de ir formando la mayoría social necesaria para un cambio económico, político e ideológico, que como no salga de los CÍR-CU-LOS no saldrá de ninguna parte (ni siquiera del mejor y más genuino marketing político, por mucha marca de calidad que pudiera.

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domingo, 28 de mayo de 2017

PP-PSOE-CIUDADANOS-CEBOLLINOS-CEBOLLETAS-Y RESTO DE BERENJENAS Y EL CRECIMIENTO ECONÓMICO QUE PROPUGNAN: ¡ADELANTE, LA CARRETERA NACIONAL ES VUESTRA! (HE DICHO VUESTRA)



Mi querido lector o lectora, si es que continua leyendo y para que no haya equívocos, ha de saber que lo que sigue no es el producto mío como consecuencia de una luz cegadora procedente del más allá acompañada de una voz que me decía: "Manolo, tú a lo tuyo, di lo que quieras que aquí estoy yo para ratificarlo, y ¡ay! de aquel que te desobedeciera o desobedeciese, o tan sencillo como esto: que hiciere o hiciese lo que le viniere o viniese en ganas ignorando lo que tu dices, que es lo que yo digo. No perdamos más tiempo y escribe, Manolo".

Lo que sigue, efectivamente es mío, pero sin más luz que la que me da la bombilla de 60 vatios del flexo y el poco conocimientos que he podido extraer de las lecturas de las Obras de Marx (he dicho lecturas de las obras de Marx y no de titulares de prensa ni libracos sobre el marxismo escritos, incluso, por algunos que reconocen abiertamente no haber leído nunca a Marx, caso, por ejemplo, del señor Piketty, economista, profesor en París, ¡ahí es nada!, y hombre de gran prestigio, autor de un libro de más de 800 páginas con innumerables datos estadísticos que valen, eso sí, para explicar el capitalismo y sus consecuencias, pero que en absoluto desmiente a Marx, sino que en todo caso le da la razón).


El artículo que sigue, efectivamente, demuestra que la crisis de 2007 está superada o en vías de superación, pero desde el punto de vista del capital. El capitalismo el único objeto que persigue es el acrecentamiento de los capitales, la democracias, las acciones humanitarias que realiza (a base de amontonar muertos), etc., constituyen toda la furufalla ideológica que en cada momento necesita para lograr sus fines (el acrecentamiento de los capitales).


La crisis se produce cuando el mecanismo que hace crecer los capitales se interrumpe. La crisis se supera (siempre desde el punto de vista capitalista) cuando ese mismo mecanismo vuelve a ponerse en marcha.


Sin que el capitalismo haya perdido su esencia, ni la va a perder mientras sea capitalismo (el acrecentamiento de los capitales), hasta la crisis de los 70 del siglo pasado el motor del crecimiento de sus capitales se centraba casi exclusivamente en el proceso productivo (creación de productos materiales), cuando este por agotamiento, no porque los que los administradores del capitalismo y sus intereses lo administraran mal, que lo hacían y lo siguen haciendo muy bien, ya no era capaz de mantener el ritmo de crecimiento que los capitales invertidos necesitaban para seguir en pie, el capitalismo se ve necesitado e imperiosamente obligado a obtener por otros medios la parte de beneficios que ya no puede extraer directamente (por agotamiento) del proceso productivo. Y es en este momento cuando aparece la figura del "neoliberalismo" que llega hasta nuestros días, como método de obtener la parte de beneficios que necesita el capitalismo para seguir funcionando (seguir incrementando el acrecentamiento de los capitales) y que no pueden ser extraídos directamente del proceso de producción. Con esto se inicia la preponderancia del capital financiero sobre el capital productivo, y esto es lo que explica, y el artículo que sigue demuestra, que los capitales crezcan (aumento del PIB, acrecentamiento de los capitales, salida del estancamiento que supuso la crisis de 2007, o sea, salida de la crisis desde en punto de vista e intereses del capitalismo) mientras la masa de salarios en manos de los asalariados disminuye, y esto es consecuencia lógica de la dinámica de funcionamiento del capitalismo que no puede ser cambiada mientras el capitalismo sea capitalismo, dando igual quien esté dirigiendo la política, sea Juan o Pedro, sea un político de 63 años o un chiquirritín de 27.


Mientras no se cambien las relaciones de producción basadas en la explotación por otras relaciones de producción basadas en la colaboración, esto es, mientras no se pase del capitalismo al socialismo, la suerte de los trabajadores, que son los que crean con su trabajo (todos los trabajos, que no sean trabajos para robar al Estado, y a través de esto a los trabajadores, que esta es la esencia del "neoliberalismo") de manera efectiva, sin trampa ni cartón cuanta riqueza existe no mejorará.


Pedir y aceptar como fórmula para salir de la crisis (¿Pero no se nos dice que ya hemos salido de la crisis?) un mayor crecimiento económico, que es lo que hace el capital de manera muy acertada, desde su punto de vista, significa para el mundo del trabajo ganar menos, disfrutar cada vez menos de la riqueza que crea.

Los partidos políticos de centro, centraditos, centraloides y por centrar, puesto que ningún partido se declara formal y claramente a favor del capital y contra los trabajadores, al igual que los sindicatos de consenso, dialogantes y buenas mariscadas, nada partidarios de la bullanga y violencia que demuestran de palabra y obra los que dicen claramente defender los intereses de los trabajadores, al igual que los economistas de mucho trapío y más postín que se asoman a las televisiones o dejan oír su vos voz y muestran sus escritos (muy bien preparados, muy competentes, con muchos laureles y sueldos en consonancia, pero todo ello desde el punto de vista de la economía capitalista a la que dan como única, natural e inalterable, cuando ya se sabe que existen otros tipos de economías no capitalistas, por ejemplo, y tirando por lo bajo, la cooperativista, basada en los principios cooperativos del Cooperativismo ingles de 1.843, hoy estrangulados y condenados al olvido por la legislación actual, o sea, que hoy no existen cooperativas que estén basadas en aquellos principios. Obsérvese la cortesía de no considerar ahora la economía marxista para no asustar ni sofocar  a la Tía Pascualina de don Luis del Val, que este de Cooperativismo sabe, o al menos cobraba como si supiera) que piden, promueve o apoyan más crecimiento económico como antídoto para salir de la crisis, lo que en realidad es proclamar que están de acuerdo en que el trabajador cada vez trabaje más por menos salario y en más precariedad laboral, porque a eso es a lo que conduce el "neoliberalismo" como se viene desmotando un día sí y otro también.


Deberían tener los trabajadores más claro que el agua clara que de la crisis no se va a salir, es decir, que las actuales circunstancias de empeoramiento paulatino de las condiciones de vida, lejos de mejorar empeorarán en intensidad y en extensión, y no porque los capitalistas ahora se hayan vuelto unos malvados, que la maldad o bondad en esto no tiene nada que ver (aun cuando Paco Marhuenda, uno de sus más primeros y más acérrimo y ciego defensor del capitalismo no sea el pozo de donde se saca la bondad ni el agua que riega la sabiduría que lleva al Nobel), sino por la propia dinámica interna de funcionamiento de capitalismo que le lleva inexorablemente a su fin, por lo que inevitablemente ha de ser sustituido por el Socialismo (he dicho Socialismo, no PSOE actual ni el mismo PSOE cuando se tranquilicen formalmente las aguas de su superficie).


Y lógicamente, para concluir, de esta crítica no está excluido Unidos Podemos, y la razón de razones: no está de forma práctica y generalizada el funcionamiento de los CÍR-CU-LOS, que son la base del Podemos inicial, donde deben ser discutidos, entre otros muchísimos asuntos el que aquí se viene tratando y, para ir formando la mayoría social necesaria para el cambio económico, político e ideológico, que como no salga de los Círculos no saldrá de ninguna parte, ni siquiera del mejor y más genuino marketing político por mucha marca de calidad que pudiera llevar.


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LAS RENTAS DEL CAPITAL GANAN PESO EN EL PIB Y CRECEN YA CASI EL DOBLE QUE LOS SALARIOS

Rebelion
El Confidencial
27.05.2017





El buen ritmo de la recuperación en España está sorprendiendo a todos los economistas. El PIB creció un 4,1% interanual en el primer trimestre (a precios de mercado y desestacionalizado), un ritmo que no se había visto en toda la crisis. La recuperación es innegable en términos macroeconómicos, pero la realidad microeconómica es que no todos los ciudadanos se benefician por igual del crecimiento. De hecho, si se habla exclusivamente en términos de PIB, la crisis ya se ha acabado; sin embargo, con 4,2 millones de parados esperando su oportunidad para trabajar, nadie puede hablar del final de la crisis.

Lo que sí refleja es un cambio en el patrón de distribución de la renta en detrimento de los salarios y en beneficio del capital. Los datos de Contabilidad Nacional publicados el jueves por el INE reflejan que el ritmo de crecimiento del excedente bruto de explotación (EBE) y las rentas mixtas (que básicamente recogen los beneficios empresariales y las rentas de la propiedad) elevan hasta el 43% su peso en el PIB.


Las diversas rentas del capital conforman el segmento de la renta que más está creciendo, lo que muestra dónde se está yendo el grueso de la recuperación. El PIB del primer trimestre alcanzó los 285.000 millones de euros, con datos a precios de mercado y ajustados de estacionalidad. Creció un 4,1% respecto al mismo periodo del año anterior, que en términos totales son 11.000 millones de euros. Más de la mitad de este crecimiento se destinó a remunerar el capital, ya que el EBE y las rentas mixtas se incrementaron en algo más de 6.000 millones de euros.


La mitad restante se repartió entre incrementos de la masa salarial (4.000 millones de euros) y los impuestos a la producción y la importación, que fueron de 1.000 millones. En toda la recuperación económica no se había producido un crecimiento tan fuerte de las rentas del capital, lo que muestra que la inflación, unida a la contención de los salarios, está provocando que la mayor parte del crecimiento termine en beneficios empresariales y de la propiedad.

El PIB creció en el primer trimestre un 4,1% interanual, pero el ritmo del EBE y las rentas mixtas fue superior, alcanzando el 5,3%. Hay que remontarse a 2008 para ver un ritmo de crecimiento de los beneficios empresariales y del capital superior al actual. Las rentas salariales crecen mucho menos, apenas superaron el 3% en el primer trimestre, un ritmo inferior al vivido en los dos últimos años. Por su parte, los impuestos crecieron un 3,9%, también por debajo de las rentas del capital.


La economía competitiva


España es capaz de producir lo mismo que antes de la crisis, pero empleando para ello 2,3 millones menos de trabajadores y gastando 30.000 millones menos en salarios. Esta situación refleja una clara ganancia de competitividad de las empresas del país que ha sido útil para corregir los excesos de la crisis, pero que también carga el coste sobre los asalariados. Una buena parte del factor diferencial está en el sector de la construcción, que es muy intensivo en mano de obra y que antes del estallido de la burbuja pagaba salarios superiores a los actuales.

Antes de la crisis, el peso total de los salarios sobre el PIB se situaba en el entorno del 50%. Esto significa que la mitad de la renta producida se la quedaban los trabajadores. Sin embargo, la crisis cambió este patrón de reparto en favor del capital. En concreto, el peso de los salarios cayó por debajo del 46% en el primer trimestre del año, mientras que el EBE y las rentas mixtas superaron el 42,8%, de modo que la brecha entre rentas del trabajo y del capital se sigue estrechando.

En el primer trimestre de 2008, los salarios superaban en más de 24.000 millones a las rentas del capital. A día de hoy, esta brecha se ha reducido por debajo de los 12.000 millones, esto es, menos de la mitad.

Este fenómeno es lo que se conoce como transferencia de rentas desde el factor trabajo hacia el capital. Desde el año 2008 se han perdido 30.000 millones de euros de masa salarial anual y, en su lugar, este dinero se ha ido a remunerar el capital, con un incremento de 14.000 millones, y a pagar impuestos, 25.000 millones. De esta forma, el sector productivo español ha ganado en competitividad para competir con las empresas del resto del mundo, ya que los costes de mano de obra son mucho menores. Sin embargo, esta situación genera los problemas de desigualdad que vive actualmente el país y que llevan a plantear soluciones como la renta básica universal que ha propuesto la OCDE esta misma semana.

Las rentas del capital hace tiempo que recuperaron los niveles precrisis, pero para los salarios todavía queda un amplio camino. Si se toma el promedio de crecimiento de los dos últimos años (0,8% trimestral) y se prolonga hacia el futuro, la masa salarial no volverá a los niveles de 2008 hasta 2019.

El cambio de modelo

La descomposición de los salarios muestra a la perfección el cambio de modelo productivo español. La burbuja de la construcción disparó la masa salarial debido a que es un sector muy intensivo en mano de obra y muy poco productivo, pero, tras su pinchazo, la economía española no ha tenido otro remedio que apoyarse en otras actividades.

En concreto, el sector de la construcción ha destruido 35.000 millones de euros en remuneración anual, esto es, genera hoy la mitad de masa salarialque antes de la crisis. Esta situación es lógica, ya que la inversión inmobiliaria del país se ha hundido. Lo que sorprende más es que también la industria ha perdido 32.000 millones de euros en salarios. El cierre de empresas y, sobre todo, el ajuste de la remuneración a los trabajadores están detrás de esta caída.


Los únicos sectores que compensan el deterioro de la masa salarial son los de los servicios y la Administración pública. La recuperación de la economía española se basa en el sector terciario, donde la inversión ha sido más intensa y ha podido aprovechar el capital humano con el que cuenta el país. La masa salarial de este sector es actualmente 20.000 millones superior a la que había antes de la crisis. Además, hay que añadir los 2.500 millones que ha sumado el sector turístico, que trimestre a trimestre marca récords históricos. En cuanto a la Administración pública, pese a todas las dificultades que ha atravesado España, la masa salarial ha aumentado en 10.000 millones de euros.



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sábado, 27 de mayo de 2017

CONSECUENCIAS DE LAS PRIMARIAS DEL PSOE (ANÁLISIS)


El fiasco susanista debilita a Rajoy


Antonio Antón
Profesor Honorario de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid
Sociología Crítica
24.05.2017

El plan liderado por Susana Díaz para atar al PSOE a la gobernabilidad de Estado ha fracasado estrepitosamente. Sin llegar al 40% de votos, dejando aparte Andalucía no ha conseguido llegar a una media del 30% de la afiliación que ha votado en el resto de federaciones socialistas. Pedro Sánchez ha alcanzado algo más de la mitad (50,2%), con una ventaja significativa de más de diez puntos. La posición intermedia de Patxi López ha sido avalada por menos del 10%.

El fracaso no es solo ni principalmente de la Presidenta de Andalucía, sino del aparato institucional socialista imbricado con el poder establecido (barones territoriales, gestora, líderes históricos –González, Guerra, Almunia, Zapatero, Rubalcaba…). Desde su prepotencia y su soberbia elitista, no han conseguido suficiente legitimidad entre la militancia socialista. Se ha desbaratado el nefasto golpe palaciego de octubre pasado que forzó la dimisión del Secretario General y nombró la Comisión Gestora que facilitó la investidura de Rajoy, con la abstención socialista, y garantizaba la estabilidad del Gobierno del PP.

El PSOE tiene un carácter doble. Por un lado, el núcleo dirigente dependiente de los poderosos, que ha perdido. Pierde también Rajoy y su proyecto normalizador. Por otro lado, la mayoría de la militancia que propugna el distanciamiento y la oposición clara a la derecha, y que ha ganado. Ganan las posibilidades de acercamiento a Podemos y sus aliados, aunque sea limitado y exija finura política. La pugna de poder interno refleja la doble opción por la estabilización o no del consenso liberal-conservador de la triple alianza (PP-Ciudadanos-PSOE). El ropaje social-liberal ha salido cuestionado.

Lo que la mayoría de la base socialista ha deslegitimado es la resignación socialista ante el cierre inmovilista y corrupto del entramado de poder derechista. Su proyecto consistía en neutralizar la dinámica del cambio político, subordinar al Partido Socialista y aislar a Unidos Podemos y sus aliados. Pretendía consolidar la restauración del nuevo bipartidismo (ahora con Ciudadanos) con la normalización institucional y de la política socioeconómica y territorial. Todos los grandes poderes fácticos, económicos, financieros, institucionales y mediáticos, con la bendición de Bruselas, Berlín y Frankfurt, están tras ese objetivo, en el marco de la incorporación decidida de la dirección de la socialdemocracia europea a ese continuismo estratégico dominante. El PSOE, con Susana Díaz, debía consolidar el plan restaurador, socioeconómico, del sistema institucional y, además, de la cuestión nacional. El fiasco ha sido total.

El apoyo institucional y de los grandes medios a este plan liderado por Susana Díaz ha sido impresionante; incluso ha llegado a coacciones y prácticas antidemocráticas en la recolección avales, corregidas en el voto secreto de muchos militantes (ha recibido, con mayor participación, mil votos menos que avales). Su discurso vacío, solo con el gancho de ser ‘ganadora’, no ha convencido a su base afiliada. Pero incluso su credibilidad ganadora está en entredicho. En las elecciones autonómicas de Andalucía el PSOE ha bajado desde el 50,4% de 2004, al 40,7% en 2012, y al 35,4% en 2015; en total un descenso de quince puntos. Además, el conjunto del Partido Socialista ha perdido desde 2008 la mitad de sus electores, casi seis millones.

Es cierto que Sánchez ha tocado suelo, no ha conseguido levantar la amplia desafección social hacia el PSOE y tampoco garantiza la remontada. Pero su NO a Rajoy ha sido alto y claro. Además, frente a la idea victimista, la mayoría de la pérdida de votos (4,3 millones) ya se había producido en 2011. Su orfandad representativa se generó antes de la existencia de Podemos; la representación de las fuerzas del cambio ha contribuido a consolidar este nuevo campo sociopolítico y electoral. La causa de la crisis socialista de legitimidad ciudadana, nunca reconocida ni rectificada, fue por la regresiva e impopular gestión gubernamental de Zapatero-Rubalcaba desde 2010, que han aparecido junto con Felipe González, como los apoyos fundamentales de Susana Díaz. La defenestración autoritaria de Sánchez en el Comité Federal de octubre, a manos de los notables, profundizaba su callejón sin salida y su crisis identitaria y electoral. El pasado (selectivo) no ofrece solución; para la experiencia mayoritaria de su afiliación es el síntoma y la causa del debilitamiento discursivo, social y electoral. Se impone una profunda renovación.

Por tanto, el proyecto susanista y del aparato institucional de un supuesto PSOE ganador y autónomo de la derecha no tiene credibilidad. Los gestos autónomos del poder establecido han sido superficiales e insuficientes. La vuelta al bipartidismo gobernante (corregido por Ciudadanos) es imposible e implica un duro sectarismo contra el amplio campo alternativo. La subordinación a la estabilidad y la hegemonía del partido más corrupto de Europa, el PP, con una dinámica regresiva y autoritaria, ha quedado más deslegitimada. El descrédito del Gobierno de la derecha y sus políticas se incrementa.

En sentido contrario, la campaña de cerco y descalificación a las fuerzas del cambio, estrategia de contención articulada por su aparato político y mediático e impulsada por los poderosos, ha quedado dañada. Ese sectarismo de la mayoría de barones territoriales que, para más inri, se han beneficiado del apoyo de Podemos para sus investiduras frente al PP, ha quedado desautorizado. Se abre la necesidad de un nuevo reequilibrio, partidario e institucional, en los congresos territoriales en esas Comunidades Autónomas.

Los límites del proyecto de Sánchez

El éxito de Pedro Sánchez, menos dependiente de ese aparato institucional y mediático, abre posibilidades de cambio. Queda todavía un trecho difícil. En primer lugar, hasta dónde va a alcanzar su hegemonía organizativa en los procesos de congresos socialistas (federal y territoriales) que están en marcha en los dos próximos meses. Por tanto, está por dilucidar su grado de control partidista (incluido el grupo parlamentario cuya composición no se renueva y donde es minoritario) o, dicho de otra manera, el nivel de renovación de las viejas estructuras de poder interno y su conexión económica y mediática.

En segundo lugar, está la incógnita del alcance del giro hacia la izquierda de Sánchez y su equipo o, como él dice, su reafirmación como ‘referencia de la izquierda’ o de nueva socialdemocracia. Se trata del carácter de su proyecto de fondo, de los nuevos equilibrios con los poderes fácticos y el grado de compromiso unitario con las fuerzas transformadoras.
De todo ello hay gestos retóricos positivos, algunos de ida y vuelta, pendientes de concretar. Entre ellos, poner el foco en la acción contra las desigualdades sociales y establecer puentes con Unidos Podemos y las fuerzas nacionalistas. El principal, su discurso de oposición más clara al Gobierno del PP, incluida la presentación de una posible moción de censura, siempre que tenga ‘posibilidades de ganarla’ y a medio plazo. Ello supone descartar la colaboración con la estrategia de oposición actual de Unidos Podemos y sus aliados respecto de una moción de censura inmediata.

No obstante, actualmente, hay suficientes motivos (corrupción, degradación de la democracia, políticas impopulares…) que la justifican. Aunque no está asegurado el poder echar al PP del Ejecutivo, su moción tiene sentido cívico y político. Es un instrumento democrático (institucional y participativo) para denunciar la involución social y democrática del gobierno conservador y fortalecer entre la ciudadanía la idea de cambio de progreso frente a la resignación o la ‘normalización’ del continuismo. En todo caso, es un buen comienzo el respetar las respectivas estrategias de oposición y favorecer el entendimiento.

La victoria de Sánchez ya ha cuestionado la credibilidad de la gestora y los ‘notables’ implicados en la involución política y democrática del PSOE. Ha generado una grieta de legitimidad en el bloque de poder al poner por delante la oposición y alternancia al gobierno del PP y desplazar sus principales valedores en el Partido Socialista. Así, está obligado a diferenciarse mejor de la derecha del PP (y Ciudadanos) y oponerse al simple continuismo de su gobernabilidad. Especialmente, está comprometido en exigir responsabilidades políticas a Rajoy, por su corrupta y autoritaria gestión y pedir su dimisión.

En tercer lugar, aparece la tarea de colaborar con las fuerzas transformadoras para construir una alternativa de progreso. El nuevo Secretario General electo y, especialmente, algún componente de su equipo como Pérez Tapias, han reconocido que el pacto de PSOE-C’S de hace un año impedía, por su contenido neoliberal y la exigencia de completa subordinación, el acuerdo con Unidos Podemos, En Marea, En Comú Podem y Compromís. La propuesta para negociar un Gobierno de Progreso, con un programa intermedio y una gestión gubernamental compartida, es una solución razonable, aunque rechazada oficialmente por el PSOE, desde su pretensión hegemonista.

Puede haber algunas variaciones de ese estatus quo de relativa paridad representativa. De hecho, actualmente, existen dos millones de votantes con relativa orfandad representativa, inclinados hacia la abstención y en espera de la evaluación de cada gestión y proyecto: uno, el que perdió Unidos Podemos entre el 20-D y el 26-J; otro, el que ha perdido adicionalmente el Partido Socialista, según las encuestas, en este último periodo de crisis. La tentación de Sánchez es que la pugna por la hegemonía electoral relativa se convierta en su estrategia principal y a toda costa. Su insistencia en no caminar juntos con Podemos y sus aliados y ser “la” referencia de la izquierda, apenas esconde su aspiración hegemonista para sacar suficiente distancia en las próximas elecciones y negociar, en todo caso, con ventaja (programática y de gestión) un posible acuerdo con las fuerzas del cambio.

Pero ello supone priorizar la pugna competitiva y el aislamiento de las fuerzas transformadoras. Incluso está por ver que ese reequilibrio a la portuguesa, sin suficiente garantías de ganar autónomamente a las derechas, sea admisible por los notables y el bloque de poder económico y mediático. El diario El País ya amenaza con una crisis y ruptura a la francesa, es decir, la construcción de un gran centro, la irrelevancia del ala izquierda socialista y el acoso a las fuerzas alternativas. Y, desde luego, con Rubalcaba en su cocina, su apuesta por la escisión es más creíble que la alianza (podemización) con el llamado populismo izquierdista. Por tanto, las presiones a Sánchez se van a redoblar, su margen todavía es escaso y, de momento, ni siquiera es un Hamon o un Corbyn.

La perspectiva española, dentro del debilitamiento general de la socialdemocracia, es distinta a la portuguesa (una gran ventaja socialista sobre el Bloco y el PCP), la griega (derrumbe socialista con hegemonía de Syriza), la alemana (coalición con la derecha, con peso de La Izquierda y Los Verdes) y a la francesa (división socialista con pase del aparato socialista al centrista Macron y una Francia Insumisa triplicando al PSF). La paridad representativa con las fuerzas transformadoras, la justa respuesta a la gravedad socioeconómica y la cuestión nacional, así como la existencia de una arraigada cultura democrática y de justicia social entre la mayoría popular ofrecen una especificidad en nuestra dinámica del cambio político.

La victoria de Sánchez debilita al Gobierno de Rajoy, facilita cierta colaboración con Unidos Podemos y convergencias, pero su proyecto está lejos de forjar una deseable alianza de progreso. Para ello, además de un mínimo de confianza y lealtad es imprescindible avanzar en un programa mínimo compartido de giro socioeconómico progresista y democratizador, de regeneración democrática y respecto de la problemática territorial. En ese marco, con un talante democrático y unitario, es legítima la competencia y el debate de ideas y proyectos. El camino es priorizar los objetivos comunes de un cambio auténtico de progreso, ensanchar el campo alternativo y progresista e incrementar la participación ciudadana en detrimento del espacio de las derechas y su proyecto autoritario y regresivo. Se hace camino al andar.

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viernes, 26 de mayo de 2017

SOBRE VENEZUELA




La derecha venezolana exporta su violencia al Estado Español
26.05.2017

"La derecha venezolana es una cobra de dos cabezas que serpentea al ritmo de la flauta de Estados Unidos"
(Laila y Basem Tajeldine)


Nuestro país se ha convertido, desgraciadamente, en el estercolero de la derecha venezolana (en expresión de Marcos Roitman), dando argumentos al Presidente Nicolás Maduro en sus frecuentes ataques a nuestro indecente Gobierno. El PP y Ciudadanos, y un amplio sector del PSOE, se han empeñado en promover en nuestro territorio las bondades de la "oposición" venezolana, y en presentarla como víctima de la "dictadura chavista" de la Revolución Bolivariana. Es un proceso que no es nuevo, ya se viene dando de forma activa desde la colaboración de Aznar en el intento fallido de golpe de 2002, durante la etapa de Hugo Chávez. Los medios de comunicación dominantes nos presentan cada día la cara oscura y caótica de las calles venezolanas, mostrándonos un paisaje de cuasi guerra civil. No entran a detallar las verdaderas causas de dichas movilizaciones, ni a explicar los verdaderos motivos del desabastecimiento de productos básicos. Esconden la extrema violencia de los "opositores" al chavismo, y nos presentan, como siempre, una visión sesgada e interesada de la realidad venezolana. Su alianza con la extrema derecha norteamericana es evidente, así como con el resto de países donde el sistema neoliberal campa a sus anchas. Es ese mismo sistema el que quiere volver a sus fueros, derrotando todas las conquistas populares del chavismo, que lógicamente disminuyen los privilegios de los más ricos y poderosos.

Pero incluso todo ello ha llegado a expresarse en nuestras ciudades, en forma de una nueva escalada en las estrategias desestabilizadoras, donde también cortan el tráfico, agitan pancartas, persiguen a los diplomáticos, boicotean manifestaciones de los que defienden el gobierno venezolano, abortan actos públicos, amenazan de muerte a los que no se alinean con sus tesis, y promueven la violencia para derrocar al régimen chavista. Nuestro gobierno y muchos líderes políticos de la derecha, así como los ex Presidentes Aznar y González, han celebrado numerosos actos de acogida y expresión de ciertos personajes de la derecha venezolana, tales como el padre del golpista Leopoldo López, su mujer Lilian Tintori, o María Corina Machado, así como algunos líderes de la MUD. Como ejemplo de todo ello, el pasado jueves 11 de mayo se perpetró un ataque a la sede de la Embajada de Venezuela en nuestro país, donde se celebraba un acto informativo del Comité de Víctimas de la Guarimba y el Golpe Continuado. Dicho local como es lógico goza de inviolabilidad diplomática, pero sin embargo, las fuerzas de seguridad del Estado permanecieron pasivas ante el ataque de los violentos manifestantes (de hecho, se confirmó que la Delegación del Gobierno había dado órdenes de no intervenir).
A raíz de todo ello, más de 100 organizaciones sociales han denunciado en un Manifiesto que la oposición venezolana está exportando su violencia callejera al Estado Español, al sentirse perfectamente acogida por nuestras autoridades (con algunas excepciones, claro está, como por ejemplo la Alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, ejemplo de tolerancia en la inmensa mayoría de asuntos).

A todo este clima de acoso al legítimo Gobierno de Maduro se unen por supuesto los medios de comunicación dominantes, propiedad de los grandes grupos económicos y financieros, que no sólo hacen continuo eco de la tensión vivida en las calles de Venezuela, sino que además insisten en su manipuladora campaña de presentar al gobierno bolivariano como corrupto y autoritario, mientras difunden el papel de una oposición que únicamente desea para su país libertad y democracia. Nada más lejos de la realidad. Lo que se está viviendo en Venezuela es lo más álgido de un proceso de desestabilización conspirado a nivel internacional por las derechas de los países latinoamericanos (auspiciados por la OEA, de la cual Venezuela ha salido recientemente), y bajo el paraguas de la derecha imperialista norteamericana. Y nuestro país, por supuesto, bajo el Gobierno del PP y de sus aliados de la triple alianza, participa de forma entusiasta en la desestabilización del régimen, bajo indecentes proclamas que dicen interesarse "por un país amigo como Venezuela". La derecha no tiene amigos en ningún sitio, sólo obedece a intereses. Y cuando dichos intereses se ponen en juego, son capaces de desatar la violencia más extrema para revertir los procesos democráticos y populares que los amenacen. Como se indica en el manifiesto de referencia, estamos ante una actuación absolutamente coordinada con las campañas de injerencia del PP contra la República Bolivariana de Venezuela, junto con otros partidos políticos del arco parlamentario neoliberal, y la constante manipulación de los medios de comunicación.

Resulta muy significativo comprobar hasta qué punto Nicolás Maduro tenía razón cuando indicaba al eje "Madrid-Caracas-Miami-Washington" como el responsable de la desestabilización que sufre Venezuela, no como consecuencia de un Gobierno represor y antidemocrático, como la derecha mediática nos cuenta, sino como consecuencia de la constante ofensiva de las derechas políticas española, latinoamericana y estadounidense. Hoy más que nunca hemos de pedir solidaridad con la Revolución Bolivariana, y denunciar tanta falacia y tanta hipocresía, porque el interés de la derecha española por la cuestión venezolana no tiene nada que ver con la defensa de los Derechos Humanos, de la democracia y de la libertad, sino con la clara injerencia política y el intervencionismo, y con la intoxicación mediática permanente, bajo un proceso de apoyo a los sectores más violentos para el derrocamiento del Gobierno del Presidente Nicolás Maduro. Y es que bajo una sarta de mentiras amplificadas con la inestimable colaboración de la prensa dominante, se vierten un conjunto de acusaciones sin fundamento, y se teje toda una construcción absolutamente falseada de la realidad. Se nos presenta a los manifestantes como inocentes disidentes políticos, injustamente encarcelados por un gobierno represor. Pero esto no es cierto. Lo que se esconde detrás de la "oposición" venezolana es toda una organización dedicada a alterar por la fuerza el orden constitucional vigente en su país, y a derrocar mediante la violencia a un gobierno elegido democráticamente. Para ello cuentan con la colaboración de mercenarios sufragados por Estados Unidos, y con el patrocinio de otros ex Presidentes latinoamericanos, que son los mismos que aparecen de vez en cuando firmando colectivamente documentos que hacen llamamientos al respeto a los derechos humanos en Venezuela. Toda una auténtica farsa puesta al servicio de las fuerzas de la ultraderecha más retrógrada.

¿Por qué todo esto en Venezuela? ¿Por qué este clima de terror callejero, de violencia continua y extrema? ¿Por qué el desabastecimiento de comercios, de alimentos y productos básicos? ¿Por qué tanto eco mediático, cuando otros puntos del planeta resultan más calientes para la destrucción de los derechos humanos? Está bien claro, pero ofrece varias vertientes: Venezuela está en el punto de mira porque desde la llegada al poder de Hugo Chávez representa un mensaje que postula democracia frente a dictadura de los mercados, que postula fraternidad contra racismo, que postula cooperación y solidaridad contra discriminación, que postula servicios públicos frente a privatización, que postula patriotismo frente a entreguismo, que postula paz frente a violencia golpista y terrorista, y que postula educación, salud y asistencia social para todos, y de forma gratuita, frente a recortes y "planes de ajuste estructurales". Y a su vez, Venezuela es un país rico en petróleo y recursos naturales, esencial para controlar la geopolítica de la región, pero que se niega a servir a los intereses de las grandes corporaciones y empresas transnacionales, representantes del gran capital, cuyos siervos son estos indignos políticos de tres al cuarto que dicen "luchar por los derechos humanos". Por último, Venezuela, sobre todo durante los mandatos de Chávez, ha conseguido sembrar esa semilla, la semilla del Socialismo del siglo XXI, por muchos sitios de América Latina, desmontando las organizaciones que servían a los intereses imperialistas norteamericanos, y avanzando en la auténtica integración regional de los pueblos latinoamericanos y caribeños. Todo eso es lo que pretende ser destruido. No lo permitamos. ¡Hasta la Victoria Siempre!

Blog del autor:
http://rafaelsilva.over-blog.es

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RAJOY, ¡AGUANTA RAJOY! (VE TRANQUILO AL JUZGADO QUE AL MARHUENDA TE LO SUJETO YO. NO PUEDES MENTIR PORQUE TE LA BUSCAS - p´ami que te la vas a buscar ¡ojalá Dios!- EN LA DECLARACIÓN TIENES QUE ESTAR TRANQUILO, COMO SI NO FUERA LA COSA CONTIGO. TIENES QUE EMPEZAR DICIENDO: ¡QUÉ DISCOS NI QUÉ DISCOS! QUE ME SÉ YO DE DISCOS NI QUE SI LOS JODIERON A MARTILLAZOS NI QUÉ NIÑO MUERTO Y TAL. LUEGO TIENES QUE CONTINUAR: NO SÉ NADA, NO ME ACUERDO DE NADA, NO ME CONSTA NADA, ESO ERA COSA DE MI MARIDO. ESO FUNCIONA PUTA MADRE, RAJOY. CREEME. Y EN CASO DE APURO REMÍTETE DE MI PARTE A LA INFANTA, QUE LO MÁS SEGURO SERÁ QUE NO SE ACUERDE DE MI, PORQUE YA SABES QUE A ESTA MUJER DE TODO LO QUE SEA CONSTAR NO LE CONSTA NADA.



RAJOY, TESTIGO BAJO SOSPECHA

Eco Republicano
24.05.2017

 
 Rajoy, testigo bajo sospecha
Rajoy está citado por la Audiencia Nacional para que comparezca como testigo en una de las causas judiciales que se siguen en relación con la financiación irregular del partido que preside desde el año 2003, en total catorce años lleva Rajoy como máximo responsable del Partido Popular. Si se le cita como testigo es por que se supone que su declaración puede aportar luz a la investigación, a la instrucción de la causa. También se supone que como testigo debe decir la verdad, está obligado bajo pena de incurrir en perjurio si no lo hace. Lo malo para Rajoy es que si dice la verdad corre serio peligro de entrar en la Audiencia como testigo y salir como imputado.





Pensar, imaginar, que Mariano Rajoy no es conocedor de la procedencia del dinero que entra en su partido nos lleva automáticamente a pensar que, en el mejor de los casos, no quiso saberlo. El presidente ha pedido a los jueces que su declaración se postergue hasta finales del próximo mes de julio, las razones esgrimidas para justificar tal retraso son inaceptables, más aún que pretender que su comparecencia se efectué a través de una pantalla, sin acudir al Tribunal. Rajoy necesita tiempo para meditar lo que va a declarar en la Audiencia Nacional, necesita estar seguro de que nadie le va a dejar en evidencia, es decir que nadie pueda demostrar que esta mintiendo bajo juramento, que lo hará. Si esto llega a producirse sería el fin automático de Rajoy, no solo como presidente también como politico. Así las cosas, Rajoy necesita tiempo para consolidar adhesiones y asegurar silencios, un tiempo que los jueces le van a regalar, en lugar de hacerle comparecer de forma inmediata para evitar así esas maniobras orquestales en la oscuridad que a buen seguro ya están llevándose a cabo en Genova,13.

Vayámonos preparando para el "no me consta" o el "no me acuerdo" tantas veces repetido últimamente en los juzgados, pero ojo, Rajoy no declara como imputado/investigado, lo hace como testigo, no puede mentir, y decir que no le conste algo puede ser considerado como perjurio si finalmente se demuestra que si le constaba, que era conocedor de ello y además lo era y lo es desde la más alta posición jerárquica y ejecutiva dentro del partido.

Me resulta difícil de comprender como siendo Rajoy el máximo responsable del partido, y beneficiario de esa financiación más que cuestionada, no se le haya citado como investigado. No olvidemos que el dinero cuya procedencia se considera ilícita se utilizó para financiar campañas electorales en las que Rajoy era la estrella rutilante.

Espero que la comparecencia de Rajoy en la Audiencia Nacional se retransmita en directo por las televisiones, será todo un espectáculo, claro que tal y como están las cosas lo mismo las cámaras se tienen que quedar en la calle. A nadie le extrañaría.

Benito Sacaluga

Fuente: Bailando con ratas
 

15 M: NO LO INVENTÓ PARTICULARMENTE NADIE. PODEMOS NO PUEDE SER PARTICULARMENTE DE NADIE. PODEMOS ES LO QUE SEAN SUS CÍRCULOS, O TODO O NADA



Año 6 del 15M
Lucha por la democracia desde dentro y fuera de los gobiernos

Mundo Obrero
Rebelión
17.05.2017

El futuro del 15M que mutó en proyectos electorales pasa en buena medida por lo que suceda en las ciudades donde gobierna


¿Qué queda del 15M? Está fue una pregunta recurrente por parte de diferentes medios de comunicación en su primer y segundo aniversario. Su quinto aniversario en 2016 supuso un punto de inflexión en la atención mediática recibida. Los resultados electorales de las elecciones municipales habían llevado al gobierno de diferentes ciudades españolas a personas que de un modo u otro se podían relacionar con el periodo de movilización que emergió el 15 de mayo de 2011. Eso sirvió para establecer vínculos muy directos entre la movilización en las plazas y el acceso a la política institucional. Pero ni el 15M había desaparecido los años anteriores, ni todo el 15M buscaba ese paso a la política institucional. Ahora llega el sexto aniversario y convine seguir pensando sobre qué es el 15M hoy.

Democracia real, para no ser lo que no queremos ser. Las acampadas de 15M fueron ante todo un grito de indignación, de denuncia y reivindicación ética que consiguió extenderse hasta donde otras movilizaciones no habían llegado. ¿Suficiente? Seguramente siempre hace falta más, pero no se puede minusvalorar su dimensión. Eso explica muchos de sus efectos. Y ese grito compartía diferentes características. Una esencial: la reivindicación de una democracia real y la voluntad de hacerla efectiva. El lema de “Democracia real ya” hay que sumarlo al de “No somos mercancía en manos de banqueros y empresarios” y al de “No nos representan”. Somos personas que no queremos ser como aquellas que nos representan, o dicen hacerlo. No somos personas que queremos desarrollar nuestra actividad laboral como aquellas que se nos presentan como figuras destacadas de nuestra sociedad. Buscamos otra política, otra economía, otro mundo del trabajo, otro sector financiero… No podemos ser como aquellas personas que nos han conducido a esta situación. Esto no debería cambiar con el paso del tiempo y en este sexto aniversario sería necesario hacer balance de si se está consiguiendo avanzar en la construcción de esta democracia real, tanto desde las administraciones como desde la movilización.

La vieja nueva política. Parece que lo nuevo acaba vendiendo siempre. Se insistía en que el 15M era una movilización de gente nueva. Muchas de las personas implicadas en el 15M no eran nuevas, tenían trayectorias políticas más o menos largas que no se pueden obviar. Seguramente gracias a esas trayectorias el 15M fue posible. El 15M enlaza con las reivindicaciones de una democracia real y de calidad que se están dando desde el franquismo (por poner un punto de inicio) hasta hoy. Y es por eso que podemos encontrar en esta movilización personas que desde el antifranquismo buscaron construir una sociedad que respondiera a sus objetivos democráticos (y les defraudó la Transición) hasta jóvenes de hoy que consideran que en esta sociedad en la que vivimos lo llaman democracia y no lo es. El 15M no hubiera sido lo mismo sin estas personas que no ceden en su empeño desde hace décadas para construir una democracia que todavía no existe. Me parece que también podemos decir que el 15M no hubiera sido igual sin personas mucho más jóvenes que venían de otras movilizaciones, ni sin las personas de todas las edades que se politizaron durante esos meses. El 15M nos muestra, en parte, una vieja nueva política no atendida, que no había conseguido tener la ocasión de llegar a tanta gente como en ese momento. Una política, compartida por gente politizada recientemente o con trayectorias más largas, que se intenta fundamentar en el principio de que la vida en este planeta es el bien principal. En el año 6 del 15M y en el año 2 de la llegada a los ayuntamientos es bueno preguntarse si se sigue así. Es bueno preguntárselo en toda actividad política que se hace cada día, en las plazas o en las administraciones.

La centralidad. El 15M en 2011 tuvo más de movilización que de movimiento social. Fue una movilización en la que participaron personas y colectivos vinculados a diferentes movimientos y que tuvo algunas características excepcionales que han marcado lo que fue y lo que vino después. Tal vez una de sus características más importantes, a mi entender, es la capacidad para extender unas ideas que salieron de los márgenes para situarse en un espacio de mayor centralidad. Evidencias de eso las tenemos en los datos demoscópicos que mostraban el apoyo popular a las reivindicaciones de las acampadas o, posteriormente, de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. En el año 6 del 15M esa capacidad de estar en el centro podemos ver que tiene efectos limitados y que puede desaparecer porque constantemente hay quien está trabajando por colocar otras ideas y otros proyectos en esa centralidad. La movilización que emergió con tanta vitalidad en aquel momento respondía a un malestar creciente por la crisis político-económica y la indignación ante las respuestas que se estaban dando desde la política institucional. Hoy continúa habiendo motivos para la indignación pero por diferentes razones la movilización se concentra en ámbitos más limitados. Es necesario pensar cómo ganar constantemente esa centralidad y no olvidar que cuando se ganó se hizo desde la movilización, siendo movilización. No hay olas que esperar a cabalgar como surfistas. Hay que crear las olas, hay que ser olas, mareas.

Las mutaciones del 15M. El 15M nació como una mutación y continúa mutando. El 15M nació como una evolución de luchas anteriores, aunque con características novedosas. Las mutaciones significan cambios importantes, pero también persisten elementos de continuidad. Con motivo del segundo aniversario del 15M había preguntas por parte de periodistas sobre la desaparición de las personas de las plazas. Difícilmente podemos imaginar una ocupación constante de las plazas. Lo que sí hemos visto desde 2011 ha sido la dinamización de otros espacios de reivindicación y construcción de alternativas. La PAH es un ejemplo con sus más de doscientos núcleos en toda España, ha sido uno de los espacios que ha dado continuidad a esa movilización con su trabajo cotidiano para garantizar aquello que consideran justo. No solo es pedir, es hacer. La PAH tiene una gran repercusión, pero podríamos pensar en otros proyectos de implantación exclusivamente local. En algunos casos (como el de la PAH) eran pre15M y el 15M los dinamiza o se crean posteriormente. En el año 6 del 15M lo que de ahí surgió está en lugares muy diferentes. Incluso partidos para los que el 15M no era algo en lo que fijarse o impulsar también han recibido sus influencias. Partidos no afines al 15M han decidido cambiar de alguna manera para adecuarse a algo de lo que allí se reivindicaba, otra cosa es que hay quien pensará que cambian para que nada cambie. A partir de 2015 entramos en una nueva fase cuando desde proyectos que se pueden vincular directamente a estas movilizaciones se llega a diferentes gobiernos municipales. A mi entender, las elecciones municipales de 2015 abren una nueva fase el 15M. El 15M entra en los espacios de gobierno y tendrá que plantearse cómo se hace eso de acuerdo con la naturaleza de la que nació. El 15M no nació para gobernar, ni siquiera para lo electoral. Los resultados de las elecciones municipales de 2011 y las posteriores autonómicas y generales así lo pueden demostrar. Pero hay que valorar lo que puede significar llegar a gobernar, y hacerlo en ciudades como Madrid y Barcelona. El futuro del 15M que mutó en proyectos electorales pasa en buena medida por lo que suceda en las ciudades donde gobierna. A los dos años de gobierno ya es necesario un análisis de su impacto en profundidad.

Dimensión internacional. El 15M nació entre lo local y lo global y así sigue. Nació en las calles y plazas de nuestras localidades pero pensando en el conjunto del país y teniendo presente lo que ocurría ese año en Islandia, Túnez, Egipto, Estados Unidos… 2011 fue un año de movilización global, con causas y resultados diferentes, pero con algunos elementos compartidos. La democracia, por ejemplo. Podemos compartir que Islandia, Túnez, Egipto, España o Estados Unidos son sociedades diferentes por diversos motivos. Pero en todas ellas había, hay, deseo de democracia. Más democracia, más profunda, más extensa, de más calidad… Hoy, 6 años después, poco ha cambiado. Son muchas las evidencias de que nos encontramos en una especie de cruce de caminos, nuestra encrucijada particular, donde hay que elegir entre opciones que buscan crear más y mejor democracia y las que buscan controlar los excesos de la democracia restringiéndola en el mejor de los casos para una ciudadanía limitada. Lo vemos en elecciones y movilizaciones que están teniendo lugar en diferentes países. El 15M surgió como una movilización de confrontación en una lucha hegemónica por la definición de la democracia. Está en juego quién define lo que es democrático. Es lo que ocurrió en el proceso de tránsito de la dictadura a una sociedad que se quería democrática y continúa pasando hoy en lo local y lo global. El 15M se enraizó en los barrios porque de ahí había nacido y por eso las candidaturas municipales se vieron como una evolución muy natural. Pero el 15M también nacía de movilizaciones como la altermundista que siempre tiene al planeta como objetivo, su sostenibilidad y la justicia global. El 15M en su sexto año intenta trabajar cada vez más lo global consciente de que en Europa está en juego nuestro futuro local y buscando alianzas en todas las partes del planeta posibles para construir desde lo local el otro mundo que continúa siendo posible, necesario e imprescindible.

Fuente:
http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=7047

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