M. CARACOL. Trump y Von der
Leyen: crupieres del caos, el chantaje y la guerra
Diario octubre / abril 13, 2025
Las crisis del
sistema capitalista no son una estafa. Sin embargo, sus representantes sí que
son a menudo estafadores profesionales. En Argentina, los gurús del mercadeo
digital han caído en desgracia, después de que Milei aplicara su criptoestafa;
pero Trump ha ido mucho más lejos. Wall Street es para él lo que el casino de
Montecarlo fue para los duques arruinados: un lugar donde la ruleta siempre
favorece al amigo del dueño. En apenas horas, los valores bursátiles de
sectores clave se desplomaron tras sus anuncios arancelarios. ¿Qué mejor
momento para comprar con información privilegiada, justo antes de que el
magnate… retirara los aranceles? ¿Y qué podía esperarse cuando quien apuesta es
también el crupier?
Cuando Marx
escribió que la historia se repite “una vez como tragedia y otra como farsa”,
no conocía todavía a Donald Trump, pero sin duda habría reconocido en él a un
Napoleón III posmoderno. Los ingenuos creían que el magnate se replegaría hacia
dentro, que su nacionalismo era un “America First” genuino. Pero Trump no
quiere encogerse: refleja la bravucona esquizofrenia de un imperialismo que
está perdiendo preponderancia. Europa ya ha sido domesticada —entre chantajes y
«Javelins»—, pues Ucrania la mantiene ocupada. El verdadero teatro se traslada
ahora al Pacífico: el viejo “Pivot to Asia” de Obama, que Trump ha llevado a su
definitivo paroxismo imperial. América Latina como patio trasero, Europa como
peón disciplinado y China y Rusia (sí, también Rusia) como enemigos
estratégicos a batir. Bienvenidos al desierto de lo real.
Los aranceles
de Trump no son política comercial: son amenazas mafiosas cuyo verdadero
objetivo es abrir mercados por la fuerza. No se trata de proteger a la industria
norteamericana (que para nada se está fomentando), sino de obligar a otros
países —Europa, sobre todo— a firmar tratados de libre comercio en condiciones
asimétricas. Bruselas, cómo no, se ha dejado intimidar, pero Pekín… no.
Responde con firmeza, fortalece sus alianzas en Asia y América Latina y le
recuerda a Washington que ya no estamos en 1991. El magnate neoyorkino presume
de dominar el “arte del trato”, pero en realidad actúa como un usurero
desesperado por mantener el control de la partida. Trump efectúa gestos para
hacer creer que compadrea con Putin (mientras la progresía europea simula
creerse que de verdad ambos son “amigos” e incluso percibe su “afinidad
ideológica”), cuando lo que busca es fracturar el bloque euroasiático, como si
la nueva Ruta de la Seda y la Organización de Cooperación de Shanghái fueran a
venirse abajo al más mínimo canto de sirena de un matón de patio de colegio. El
objetivo real de Trump es acabar con los BRICS, y en particular destruir a
China… y a Rusia. Quien no lo vea ha caído en la propaganda de la “Academia de
las Ciencias de Twitter”.
Pero Trump no
solo es un peligro para el equilibrio global, sino también el peor enemigo de
la clase trabajadora estadounidense. En nombre de la “eficiencia
gubernamental”, Elon Musk y él han recortado fondos públicos, despedido a
empleados estatales y eliminado programas sociales que sostenían a millones de
personas que viven por debajo del umbral de pobreza. Mientras tanto, se
enriquece, privatiza y reparte contratos a dedo entre sus socios. Un gobierno
de oligarcas para oligarcas. A diferencia de este magnate de gorras rojas, la
República Popular China (roja pero de verdad) ha sacado a más de 700 millones
de personas de la pobreza en apenas cuatro décadas. ¿Cuál es entonces el modelo
a seguir? ¿Y qué ha hecho Trump, además de encarecer y aplicar su motosierra
oligárquica?
Los pueblos del
mundo no tienen por qué tomar partido en una «dialéctica entre imperios» en
decadencia, cuando hay nuevos actores emergentes dando una lección al mundo
desde Asia y en alianza con el Sur Global. Ni Trump ni Bruselas representan una
salida: uno es la caricatura de un César decadente, la otra una vasalla sin
interés por edificar algo diferente. El vonderleyenismo no es mejor que el
trumpismo: aquí en Europa la amenaza de guerra se multiplica, las desigualdades
se profundizan y la «democracia» vaciada de contenido convence a cada vez menos
gente. ¿En nombre de qué supuestos “valores europeos” nos mandan sacrificarnos,
cuando China está demostrando la superioridad objetiva de la economía
planificada? Los pueblos de Europa debemos rebelarnos contra la guerra
imperialista en la que quieren meternos, porque, si no damos guerra a la
guerra, la historia volverá a repetirse. Y esta vez no será solo como farsa.
Fuente: insurgente.org
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