jueves, 31 de octubre de 2019
miércoles, 30 de octubre de 2019
INDEPENDENTISMO CATALÁN ¿CON MÁS FONDO POLÍTICO DEL QUE SE DICE?
La patronal catalana propone un ‘capitalismo inclusivo’ frente al auge las
movilizaciones populares.
DIARIO OCTUBRE/ 29.10. 2019
En cuanto el
pueblo de Chile saltó a la calle y en cuanto el terror policial no pudo
contener la marea de protestas, al gobierno de Piñera le faltó tiempo para
anular la subida del billete del metro de Santiago, subir los salarios y las
pensiones.
Varias empresas
chilenas ni siquiera quisieron esperar para hacer lo propio porque “más vale
prevenir que lamentar”.
Lo mismo ha
ocurrido en Catalunya, donde la patronal Foment del Treball ha desempolvado del
viejo baúl de los setenta eso que ahora llaman “capitalismo inclusivo”, a
saber, los pactos sociales, la renta básica, las subidas del salario mínimo…
Eso que se disfraza con un “mejor reparto de la renta”, más “equitativo” y bla
bla bla bla bla bla… Sólo les ha faltado proponer una nueva “reconciliación
nacional”, como en 1977.
¡Quién lo iba a
decir! La patronal sólo se acuerda de Santa Bárbara cuando oye los truenos, o
sea, cuando las barricadas bloquean las calles y se vuelve difícil lograr que
los descontentos vuelvan a sus casas.
Así están las
cosas: mientras Pedro Sánchez no le coge el teléfono a Torra, la patronal habla
de “pacto social” porque ha decubierto una de las claves de la situación en
Catalunya: da lo mismo lo que digan o hagan los partidos, dan lo mismo las
elecciones y los escaños, las instituciones no pintan nada (salvo las que
empuñan la porra)… El juego ha salido a la calle y hay que impedir que eso se
reproduzca.
¿Que podemos
decir de los exquisitos que andan por ahí diciendo que lo de Catalunya es una
lucha nacionalista y consiguientemente sinónimo de burguesa? Si fuera propio de
la burguesía salir a la calle a recibir palos de la policía no sería necesario
ningún pacto social.
Catalunya tiene
las mismas carcterísticas que otros países capitalistas al borde de un
estallido social, como los que han proliferado en este mes de octubre en todo
el mundo. No sólo acecha una galopante crisis económica sino, además, una
crisis política que la propia represión ha convertido en irreversible.
No hay más que
leer las pancartas que encabezan las manifestaciones en Catalunya para que
hasta el más inepto acabe de entender que lo que comenzó en 2017 con un inofensivo
referéndum se ha convertido una batalla antifascista en toda regla. Muchos
creyeron enfrentarse al centralismo y han descubierto el fascismo, la cárcel y
los palos en las costillas.
Ha sido el
propio Estado el que les ha quitado la venda de los ojos y, en efecto, si la
patronal no maniobra rápido, el descontento se les puede ir de las manos. En
Ecuador han maniobrado, en Chile han retrocedido… Pero aquí, ¿qué piensan
hacer?, ¿dejarlo todo como está para las próximas elecciones?
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martes, 29 de octubre de 2019
HAY VIDA DESPUÉS DEL CAPITALISMO
¿Solo nos queda el capitalismo?
Rebelión
Blog personal.
28.10.2019
Branko
Milanovic es el principal experto mundial en desigualdad global, es decir, de
las diferencias en ingresos y riqueza entre países y entre individuos en
diferentes países. Fue economista jefe del Banco Mundial. Después de abandonar
el banco, Milanovic escribió un estudio definitivo sobre la desigualdad global
que actualizó en un artículo posterior en 2013 y
finalmente salió como un libro en 2015, Global Inequality . En sus
documentos anteriores y en ese libro, Milanovic presentó su ahora famoso
«gráfico del elefante» (con forma de elefante) de los cambios en los ingresos
de los hogares desde 1988, de los más pobres a los más ricos del mundo.
Milanovic muestra que la mitad media de la distribución global de ingresos ha
ganado un 60-70% en ingresos reales desde 1988, mientras que los más cercanos
al grupo superior no han ganado nada.
Milanovic
descubrió que aquellos que han obtenido más ingresos en los últimos 20 años son
los que se encuentran en el ‘medio global’. Estas personas no son capitalistas.
Se trata principalmente de personas en India y China, anteriormente campesinos
o trabajadores rurales que han emigrado a las ciudades para trabajar en los
talleres de ensamblaje y en las fábricas de la globalización: sus ingresos
reales han aumentado desde una base muy baja, incluso si sus condiciones y
derechos no lo han hecho.
Los mayores
perdedores son los más pobres (principalmente agricultores rurales africanos)
que no han ganado nada en 20 años. Los otros perdedores parecen ser algunos de
los “más acomodados» a nivel mundial. Pero todo ello en un contexto global,
recuerda. Estos “más acomodados» son, de hecho, principalmente personas de
clase trabajadora en los antiguos países «comunistas» de Europa del Este, cuyos
niveles de vida se redujeron con la restauración del capitalismo en la década
de 1990 y la amplia clase trabajadora de las economías capitalistas avanzadas,
cuyos salarios reales han estado esencialmente estancados en los últimos 20
años.
Sin embargo, el
centro de estudios del Reino Unido, Resolution Foundation, ha sometido a la
prueba del algodón el gráfico del elefante de Milanovic. El crecimiento más
rápido de la población en países altamente poblados como China e India
distorsiona su conclusión de que las personas de ingresos medios en el mundo
fueron las que experimentaron tales avances. Si se tiene en cuenta el enorme
aumento de la población en China e India entonces la desigualdad entre la
persona promedio en las economías imperialistas de Occidente (¿Norte?) ha
aumentado, no disminuido, en comparación con las economías pobres de la
periferia global (¿Sur?). El elefante desaparece.
En su libro de
2015, Milanovic concluye que ya no hay ninguna base social o económica para la
lucha de clases de una revolución socialista. Por lo tanto, debemos buscar
formas de hacer que el capitalismo sea mejor y más justo. «La desigualdad
global puede reducirse con tasas de crecimiento más altas en los países pobres
y mediante la migración». Ahora, en su nuevo libro, Capitalism Alone, Milanovic
regresa este tema y su «solución». Nuevamente parte de la premisa de que el
capitalismo es ahora un sistema global con tentáculos en todos los rincones del
mundo, que expulsa a cualquier otro modo de producción como la esclavitud o el
feudalismo o el despotismo asiático hasta arrinconarlos en los márgenes.
Asimismo, el capitalismo no es solo un modo de producción, es el único futuro
para la humanidad.
Entonces dice: «El
capitalismo tiene muchos fallos, pero también muchas ventajas, y no va a
desaparecer. Nuestra tarea es mejorarlo”. Milanovic argumenta que el capitalismo
ha triunfado porque funciona. Ofrece prosperidad y satisface los deseos humanos
de autonomía. Pero tiene un precio moral que nos empuja a tratar el éxito
material como el objetivo final. Y no ofrece ninguna garantía de estabilidad.
En Occidente, el «capitalismo liberal» cruje bajo las tensiones de la
desigualdad y el exceso capitalista. Ese modelo ahora lucha por los corazones y
las mentes de lo que Milanovic llama el «capitalismo político», como lo
ejemplifica China, que muchos afirman que es más eficiente, pero que es más
vulnerable a la corrupción y, cuando el crecimiento es lento, a los disturbios
sociales.
Milanovic
condena la desigualdad “ Creo que es malo para el crecimiento. Es malo para
la estabilidad social, y es malo para la igualdad de oportunidades”. Y el
capitalismo es malo porque aumenta inherentemente la desigualdad. “ El
sistema, en la forma en que funciona hoy, está generando, y realmente
aumentando, la desigualdad. (Y pondré dos ejemplos). Y esa creciente
desigualdad conduce al control del proceso político por parte de los ricos. Y,
el control del proceso político por parte de los ricos es realmente
imprescindible para que los ricos transfieran o transmitan, más bien, todas
estas ventajas. Ya sea a través del dinero (ventajas financieras) o, mediante
la educación, a sus hijos. Lo que luego refuerza el dominio de lo que se llama
la clase alta”. Sí, eso suena a capitalismo.
Por lo tanto,
Milanovic favorece el aumento del gasto en bienes y servicios públicos
(incluida la educación) y la seguridad social, impuestos sobre la propiedad y
la riqueza para los ricos, poniendo fin a las dinastías heredadas, de modo que
solo sea posible enriquecerse por méritos y trabajando duro, ¡como si ello
bastara! Por lo tanto, su respuesta para un mejor capitalismo es la misma que
en su libro anterior, pero esta vez más optimista en cuanto a las posibilidades
de lograrlo: reducir la desigualdad y aumentar la migración de los países
pobres a los más ricos.
Aunque ambas
‘alternativas’ capitalistas están plagadas de corrupción de sus élites e
instituciones estatales, está claro que Milanovic confía más en lograr un
retorno al modelo ‘liberal democrático’ del imperialismo occidental (el
‘Norte’) que en el ‘ capitalismo político ‘de China. Pero, ¿tiene razón Milanovic
cuando describe la nueva guerra fría entre el capitalismo chino y el
estadounidense como una competencia entre modelos autoritario y liberal,
político y meritocrático?
¿Podemos
realmente aceptar este esquema cuando vemos la América de Trump? la cruel y a
menudo brutal hegemonía imperialista de los Estados Unidos; y la corrupta
‘democracia’ engrasada con dinero que opera allí, con su desigualdad extrema y
creciente. ¿Y podemos realmente describir a China, un régimen estatal
autoritario y corrupto, como ‘capitalismo político’?
Como sabrán mis
lectores habituales, no estoy convencido de que China sea
capitalista en absoluto, dado el poder económico dominante del
estado y su capacidad de planificación en comparación con el sector
capitalista. El estado y las empresas deciden mucho más sobre la vida de los
chinos que los caprichos e incertidumbres del mercado y la ley del valor. Como
dice Milanovic, China ha crecido en su PIB real y nivel de vida medio en los
últimos 70 años más rápido que cualquier otra economía en la historia humana.
¿Es esto realmente una demostración del éxito de una economía capitalista
(cuando todas las demás economías capitalistas solo lograron menos de una
cuarta parte de la tasa de crecimiento de China y estuvieron sujetas a caídas
regulares y recurrentes de la inversión y la producción)? ¿No podría la
diferente narrativa de China tener algo que ver con su revolución de 1949 y la
expropiación de su clase capitalista nacional y la eliminación del imperialismo
extranjero? Quizás el capitalismo no sea lo único que nos quede.
Si es así, la
dicotomía de Milanovic entre ‘democracia liberal’ y ‘capitalismo político’
parece falsa. Y se plantea porque, por supuesto, Milanovic comienza con su
premisa (no comprobada) de que un modo alternativo de producción y sistema
social, a saber, el socialismo, está descartado para siempre. En Desigualdad
global , Milanovic concluyó que la idea de un proletariado global unido
capaz de una revolución mundial está fuera de lugar porque ahora las
desigualdades reales son entre estadounidenses y africanos, no entre
capitalistas y trabajadores en todas partes. La revolución proletaria
internacional de Trotsky está obsoleta: «Esa era la idea detrás de la»
revolución permanente «de Trotsky. No había contradicciones nacionales, solo
contradicción de clase mundial. Pero si la situación actual del mundo es tal
que las mayores disparidades se deben a las brechas de ingresos entre las
naciones, entonces la solidaridad proletaria no tiene mucho sentido. La
solidaridad proletaria simplemente está muerta porque ya no existe el
proletariado global. Por eso nuestro mundo es un mundo claramente no
marxista».
Y, sin embargo,
la clase trabajadora, tanto los trabajadores industriales como los de las
llamadas industrias de «servicios», nunca ha sido tan numerosa en la historia
humana. A nivel mundial, había 2.200 millones de personas trabajando y
produciendo valor en 1991. Ahora hay 3.200 millones. La fuerza de trabajo
global ha aumentado en mil millones de trabajadores en los últimos 20 años. A
nivel mundial, la fuerza de trabajo industrial ha aumentado un 46% desde 1991,
de 490 millones a 715 millones en 2012, y será más de 800 millones antes del
final de la década. De hecho, la fuerza de trabajo industrial ha crecido un
1.8% al año desde 1991 y desde 2004 un 2.7% al año, ¡que ahora es una tasa de
crecimiento más rápida que la del sector servicios (2.6% al año)! A nivel
mundial, la participación de los trabajadores industriales en la fuerza de
trabajo total ha aumentado ligeramente del 22% al 23%. El capitalismo no está
solo; tiene un sepulturero, el proletariado.
Milanovic
descarta esto. En su nuevo libro, “ Creo, en gran medida, que [el
capitalismo] es sostenible. Incluso si toda la desigualdad continúa, sin
control. Es sostenible, en gran parte, porque no tenemos un esquema de sistema
alternativo. Sin embargo, que algo sea sostenible, que algo sea eficiente, y
que algo sea bueno, son dos cosas diferentes”. A Milanovic no le gusta el
capitalismo, pero -para usar la frase de Margaret Thatcher al referirse a sus
políticas neoliberales para el capitalismo-, reconoce que no hay alternativa
(TINA) . Por lo tanto, el objetivo debe ser, tal como Keynes argumentó en la
década de 1930: “ hacer que el capitalismo sea más sostenible. Y eso es
exactamente lo que creo que deberíamos hacer ahora” .
El problema es
que las políticas de Milanovic para reducir la desigualdad de riqueza e
ingresos en las economías capitalistas y / o permitir que las personas
abandonen sus países pobres por un mundo mejor parece ser (si no más) un futuro
tan ‘utópico’ bajo el capitalismo que la «utopía socialista” que descarta como
imposible.
Publicado originalmente
en el blog de Michael Roberts.
Traducción de
G. Buster en Sin Permiso.
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domingo, 27 de octubre de 2019
CHILE, PERO PARA EL CASO, TAL QUE ESPAÑA:TRES ESCENARIOS A CONSEGUIR: 1º) LA RIQUEZA PARA QUIEN LA CREA, QUE ES EL TRABAJADOR; 2º) LA RIQUEZA PARA QUIEN LA CREA, QUE ES EL TRABAJADOR Y 3º) LA RIQUEZA PARA QUIEN LA CREA, QUE ES EL TRABAJADOR
Tres escenarios probables que se abren
26.10.2019
“No son 30 pesos, son
30 años”. Esta consigna, levantada entre cientos de pancartas durante
unas movilizaciones que tienen perplejo al país, expresa un clima, una
percepción temporal.
A casi una semana del estallido del 18 de octubre,
que algunos artistas y creadores han comenzado a llamar la Revolución de
Octubre, vemos pasar en nuestras conversaciones, en las lecturas y
declaraciones, los procesos e incidentes políticos y económicos de los
últimos 30 años. En una semana han caído máscaras, ídolos con pies de
barro, el discurso del mercado como el dogma religioso de un orden que
ha cruzado generaciones y demuestra, minuto a minuto, su impudicia y
falsa moral. El modelo de mercado, aquel dios ritualizado, parece yacer
derribado y humeante.
Hasta el momento, hay no pocos elementos que
hacen pensar que se trata de una movilización que expresa el rechazo a
un orden, a una institucionalidad degradada, y la demanda de mutaciones
radicales, de cambio de ciclo y de régimen. La fuerza y las demandas
públicas no apuntan a a reivindicaciones puntuales, lo que ha quedado en
evidencia tras la indiferencia y rechazo de la población al paquete de
medidas que ofreció Sebastián Piñera a inicios de este semana.
De ser así, y es muy probable que lo sea, a partir de estos días la
sociedad organizada debiera poner en marcha una estrategia para la
canalización de las fuerzas y elevarlas desde la acción social a la
política. Un primer paso ha sido la oportuna presencia e intervención de
las principales organizaciones sociales y sindicales bajo coordinadoras
y plataformas que este miércoles llamaron a manifestaciones en las
principales plazas del país y este jueves a jornadas de organización con
la creación de asambleas y cabildos que en un primer momento tienen un
carácter comunal y territorial. Juntas de vecinos, centros culturales y
barriales, clubes deportivos están convocados para recoger las
principales demandas de la población. La respuesta ha sido enorme pero
no incluye a todos ni se compara con la expansiva multitud en marchas y
concentraciones.
Junto a la incipiente instalación de asambleas
y trabajos de organización, las demandas han iniciado un proceso de
orden bajo la Mesa de Unidad Social, que agrupa a las mayores centrales
sindicales y organizaciones sociales. En este proceso inicial, qué es lo
fundamental se pregunta la población. Por qué parte comenzar el
desmantelamiento del orden de mercado.
De partida, levanta
Unidad Social, y con carácter de urgencia, fin de estado de excepción,
retiro de los militares de las calles, más una larga lista de soluciones
a problemas sociales básicos, que va desde el fin de las AFP, la
reducción de la jornada de trabajo, la congelación de todos los
proyectos de ley enviados por el gobierno que favorecen a las élites,
como la contrarreforma tributaria, hasta la instalación de una asamblea
constituyente para la redacción de una nueva constitución. Y hay también
otra demanda en crecimiento, que es la renuncia de Piñera que toma
cuerpo en estos días como acusación constitucional. En redes sociales y
en las calles la consigna que lidera a todas las otras es el retiro o la
renuncia del mandatario.
A una semana del estallido asistimos a
un gobierno que observa, reprime y parece esperar que la multitud se
calme por sí misma. Así como ha sido incapaz de evaluar y anticipar la
explosión social, tampoco en estos días sabe cómo reaccionar. Ante un
pueblo indignado, que crece en sus niveles de agitación y masividad,
Piñera no logra ni respuesta ni entregar una señal política que conduzca
a una mínima calma.
En este momento, en un país en plena
ebullición, hay al menos tres escenarios probables. Eso, en la medida
que la correlación de fuerzas continúe en ascenso y nuevos grupos y
sectores comiencen a sumarse. Este jueves, por ejemplo, hubo una
protesta de camioneros en Valparaíso que se repetirá el viernes para
demandar el fin de las AFP y los abusivos peajes de las carreteras
concesionadas.
En este momento cambiante, y sin cursos claros,
el doctor en Ciencia Política Juan Carlos Gómez Leyton, observa, en una
primera instancia, un gobierno que aumenta el autoritarismo y avanza
hacia una dictadura de corte similar a la que desarrolló durante la
última década del siglo pasado Alberto Fujimori en Perú. Con la excusa
de neutralizar a la delincuencia y a los vándalos, Piñera podría
imprimirle más fuerza a la limitación de libertades. En ese escenario,
se pueden suprimir mucho más los derechos civiles, como censura a la
información y prohibición de reunión. Este sería un acuerdo con los
partidos de derecha y algunos hoy en la oposición que podrían apoyarlo
con la excusa de la gobernabilidad.
Un segundo escenario es que
sin alterar el orden constitucional actual se hagan reformas que
satisfagan algunas de las demandas de algunos sectores. Sobre la base de
la división, del aislamiento de los sectores más radicales, se
fragmenta el movimiento y Piñera logra mantenerse en el gobierno. Este
escenario es probable si las protestas entran en un proceso de
rutinización en tanto el gobierno gana tiempo para cansar a los líderes y
en especial a los manifestantes más esporádicos y no organizados.
Un tercer escenario consiste en un aumento de las movilizaciones hasta
que Piñera y su gobierno caiga. Esto sería lo que Gómez Leyton llama
“golpes civiles ciudadanos”. Una insurrección ciudadana, que no es una
insurrección revolucionaria, aclara, que no busque tomarse el gobierno
sino simplemente derribar al mal gobernante y a través de un gobierno
provisional se convoque a nuevas elecciones.
Precipitación de
hechos, pero plena incertidumbre en todos los actores involucrados. Una
gran confusión envuelve al gobierno, que desde el estallido ha entregado
señales confusas y contradictorias, toda la clase política y la
población, que responde en estos momentos en un proceso que puede
avanzar a cualquier parte. No hay en Chile hoy ni analista, ni gurú
político que pueda anticipar los hechos. El juego es día a día, incluso
hora tras hora.
Se puede afirmar que el gobierno de Piñera ha
terminado y que el orden neoliberal, sino ha colapsado, sí está
arruinado. El riesgo país, la fuga de capitales, la caída brutal de los
precios de las acciones, la salida de inversionistas es un hecho. Pero
el mayor golpe se lo ha dado la población, que solo se moverá si el
gobierno accede a sus demandas, todas abiertamente contrarias a la
doctrina neoliberal. Cualquiera de las principales demandas, como, por
ejemplo, desde subir las pensiones, elevar el salario mínimo, a
estatizar los servicios públicos, son un golpe mortal a las políticas de
libre mercado.
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CHILE. NUESTRAS PENSIONES SE ARREGLAN ASÍ. LAS MOCHILILLAS DE LAS PENSIONES (Para Pedro Sánchez, Rivera, Casado, el caballo de Abascal, etc.) SE EVITAN ASÍ. Y LA CORRUPCIÓN POLÍTICA SE ARREGLA ASÍ
Chile: Millones de corazones para cambiar la vida
tercerainformacion
26/10/2019
25 de octubre
de 2019, Santiago de Chile, octava jornada de movilización popular. Alrededor
de dos millones de personas en la capital y tres millones en todo el país,
marchando. Las grandes alamedas, avenida y espalda fundamental de esta plaza
austral que contiene 18 millones de seres humanos, se intimidaron ante tanto
mundo reunido.
La masiva manifestación en Plaza Italia / Biobio
Todos los
géneros nacidos y por nacer, todo el amanecer agrupado. Nadie hegemonizó. Ni un
partido político ni muchos partidos políticos. Ningún grupo de interés ligado
al poder. Ni líderes de ocasión, ni ex líderes, ni post líderes. Los átomos
diversos de tanta humanidad constelada no hicieron ni escucharon discursos.
Simplemente se reconocieron como iguales y únicos. Contradictorios, frágiles,
veteranos, recién brotados. Mestizo, mapuche, pálido, feminista, ambientalista,
crítico absoluto, crítico parcial, combatiente contra el régimen capitalista,
antimilitarista rabioso, luchador por los derechos sociales y humanos.
Aventurero, tímido, nostálgico, futurista, huraño, besador. Combinado y
asimétrico. Tal cual la realidad cuando se expresa plenamente.
(La televisión
de los pocos dueños de todo, dice que “habló la calle”. Donde pone “calle” debe
ir “pueblo”. Releva hasta el hartazgo que se trató de “la marcha más grande de
la historia de Chile”, pero, premeditadamente, convierte el medio en el fin.
Fetichiza el instrumento popular. El objetivo, la justicia social y las
transformaciones estructurales para vivir con la dignidad que aún no existe, lo
rezaga a un lugar anecdótico. No importa, porque al menos tres millones de
corazones saben la verdad.)
La encuesta
Pulso Ciudadano de Activa Research “Crisis en Chile”, realizada los días martes
22 y miércoles 23 de octubre pasados, reveló que las movilizaciones cuentan con
un 83 % de aprobación popular. El rechazo al gobierno de Sebastián Piñera
alcanzó el 80 %. El ministro del Interior y primo-hermano de Piñera, Andrés
Chadwick, tuvo apenas un 5% de aprobación. El 61,5 % de los consultados consideró
que las medidas anunciadas por Piñera no son suficientes para resolver la
crisis devenida, principalmente y según el 56 %, de la desigualdad social. Casi
el 89 % de los sondeados estima que es preciso aumentar el salario mínimo,
mientras el 77,5 % que los servicios básicos deben bajar de precio.
¿Qué banderas
hubo? Dos: de Chile y del Pueblo Nación Mapuche. Es majaderamente necesario
reiterar que nadie condujo la marcha. Esto es, nadie puede “capitalizar”
electoralmente la movilización millonaria. Cuando la gente grita que “Chile
despertó”, se quiere significar que la población mayoritaria de las clases
populares y trabajadoras ya no está dispuesta a sobrevivir como lo ha hecho
hasta ahora. Que las relaciones sociales, el orden establecido, deben modificarse
orgánicamente. Este es uno de los procesos históricos en que la magnitud, la
cantidad, alcanza un nivel capaz de dar un salto de cualidad respecto de una
situación determinada. La inflexión de calidad es histórica. Por tanto, las
cosas ya no pueden mantenerse como hasta ahora se desenvolvían. Lo público
cuestiona lo privado; el protagonismo de la sociedad critica en la práctica el
régimen de la oligarquía y la ganancia; el derecho a la vida subordina el
derecho a la propiedad.
Las y los
jóvenes, como los no tanto, exigieron la renuncia de Piñera, el fin del estado
de emergencia, la vuelta de los militares a los cuarteles, justicia para los
asesinados, malheridos, desaparecidos, violadas y torturados por uniformados
durante estos días. Y también entonaron las canciones del grupo de rock Los
Prisioneros, el más popular del país desde que lanzaron su placa “La voz de los
80” en plena dictadura pinochetista. Los temas más coreados fueron ‘El baile de
los que sobran’, y ‘No necesitamos banderas’. Al respecto no es necesario
abundar en explicaciones. Igualmente se vitoreó el estribillo del
internacionalmente conocido “El pueblo unido”, y “El derecho de vivir en paz”
del asesinado artista los primeros días de la tiranía, Víctor Jara. La canción
de Víctor Jara fue creada en el marco de la solidaridad con el pueblo de
Vietnam que entonces decidía su libertad e independencia, combatiendo contra
las tropas estadounidenses.
La marcha que
divide la realidad social entre un antes y un después, fue reprimida en puntos
mínimos. Gases químicos y agua mezclada con gases químicos fueron profusamente
lanzados sobre los manifestantes que se encontraban a una cuadra de La Moneda.
No importa. Desde hace ocho días es el aire natural que se respira en
Santiago.
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