miércoles, 8 de febrero de 2017

SOBRE LA OBRA "FOUCAULT Y EL NEOLIBERALISMO"



SOBRE LA OBRA “FOUCAULT Y EL NEOLIBERALISMO”
 
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Entrevista a Daniel Vargas Zamora
 
Sociología crítica
06.02.2017
 
Indice: Estudios Marxistas Nº 109 Autor: Daniel Vargas Zamora Traducción: http://www.jaimelago.org, basado en traducción previa andoenpando.wordpress.com
 
Al centrarse en los “marginales” (los excluidos, los presos, los enfermos mentales, las minorías sexuales, los “anormales”, etc.), Foucault ¿no saca a la luz todas estas personas hasta entonces ignorada por el marxismo ortodoxo que sólo tenía ojos para las relaciones económicas?
Daniel Zamora: Está completamente en lo cierto. Lo diré de nuevo: su contribución en este punto es muy importante. Claramente sacó de las sombras todo un espectro de opresiones que habían estado invisible antes. Pero su acercamiento no solamente buscaba sacar a relucir estos problemas: buscaba darles una centralidad política que puede ser cuestionada. Para decirlo claramente: según su punto de vista, y el de muchos escritores de ese periodo, la clase trabajadora de hoy está “aburguesada”, está perfectamente integrada en el sistema. “Los privilegios” que obtuvo tras la II Guerra Mundial ya no la convierten un agente de cambio social, sino que, por el contrario contrario, suponen un freno a la Revolución. Esta idea estaba bastante difundida en aquel tiempo, y puede encontrarse en autores tan variopintos como Herbert Marcuse o André Gorz. Gorz va más lejos aún y habla de de la clase obrera como una “minoría privilegiada”.
El fin de esta centralidad – que también es sinónimo del fin de la centralidad del trabajo – encontraría su expresión en las “luchas contra la marginalización” de minorías sociales o étnicas. El lumpenproletariado, (o los “nuevos plebeyos”, para usar el término de Foucault), adquiere una nueva popularidad, y pasa a ser visto como un sujeto genuinamente revolucionario.
Para estos autores, el problema ya no es la explotación, sino no el poder, y las modernas formas de dominación. Como escribe Foucault, si “el siglo XIX estuvo preocupado sobre todo con las relaciones entre las grandes estructuras económicas y el aparato estatal”, ahora “el problema son los pequeños poderes y los sistemas difusos de dominación”, que “se han convertido en problemas fundamentales”.[vi]
El problema de la explotación y la redistribución de la riqueza fueron reemplazados por el de “exceso de poder”, que controla nuestras conductas. A comienzos de 1980, parece claro que para Foucault la pregunta ya no gira en torno a la redistribución de la riqueza. No tiene problemas en escribir: “Se podría decir que necesitamos una economía que lidie no con producción y la distribución, sino con las relaciones de poder”.[vii] Así, ya no se trata de una lucha contra el poder “como un agente de explotación económica”, si no sobre las luchas contra el poder cotidiano, encarnadas especialmente en el feminismo, el movimiento estudiantil, los detenidos, o los indocumentados. Déjeme ser claro, obviamente el problema no es haber puesto en la agenda todo un espectro de dominaciones que habían sido ignoradas, el problema viene del hecho de que pasan a ser teorizadas y pensadas fuera de las preguntas acerca de la explotación. Lejos de delinear una perspectiva teórica que considere las relaciones entre estos problemas, poco a poco pasan a enfrentarse los unos contra los otros, ¡siendo vistos incluso como contradictorios!
Esta descalificación del mundo del trabajo ha tenido consecuencias bastante sorprendentes. Se pondrá en el centro del debate público la “exclusión social” de los parados, los jóvenes de los suburbios y los inmigrantes como el principal problema político. Este desarrollo será el punto de partida de la centralidad que adquirirán – a izquierda y derecha – los “excluidos” y la idea de que a partir de entonces la sociedad “post-industrial” se divide entre los que tienen acceso al mercado el trabajo y los que, en mayor o menor medida, están excluidos – desplazando con ello el enfoque del mundo trabajo hacia la exclusión, los pobres o el paro. Este desplazamiento pondrá indirectamente a los trabajadores en el lado “de los que están empleados (del lado de los “privilegiados”, “de los intereses creados”)”.[viii]
Esta lógica redefine la cuestión social sobre la base de un conflicto entre dos fracciones del proletariado en lugar de entre el capital y el trabajo. En la derecha, esta redefinición tratará de limitar los derechos sociales de “los que sobran” movilizando contra ellos a “los activos”, y, en la izquierda, se tratará de movilizar a “los que sobran”, “a la población excedente” contra el aburguesamiento de “los activos”. Las dos posiciones aceptan desde aquel entonces la centralidad de las fracciones “excluidas” de los asalariados estables a expensas de la de los “obreros”. Cuando Margaret Thatcher opone la “subclase”, “que vive de subvenciones” y que está “protegida” a la de los británicos “que trabajan” ¿Acaso no expresa, de forma inversa, la tesis de Foucault o André Gorz?
Es obvio que el contenido político de estas declaraciones de la derecha son radicalmente diferentes de las de los autores de finales de los 70. En efecto, ¿cómo podemos no ver una extraña coincidencia entre la “no clase” de Gorz y la “infraclase” tan usada por el ideólogo ultra conservador Charles Murray?. Pero de una u otra manera, para ambos, quienes “sobran” – el excedente, – se convierten en el sujeto político central, y ya no la clase obrera. Tanto para Gorz como para el movimiento neoliberal el problema no es tanto el hecho de estar explotado, si no las relaciones en el trabajo. Gorz considera que el estilo de vida de la población excedente como una “liberación” del trabajo y Thatcher como el “vicio” de la pereza que se debe combatir. Uno eleva a rango de virtud “el derecho a la pereza”, mientras que la otra lo convierte en una injusticia a destruir. Como describe certeramente la filósofo marxista Isabelle Garo, esta transición ayudará a “remplazar la exploración y su crítica por el enfoque en la víctima a quien se niegan los derechos, los prisioneros, disidentes, homosexuales, refugiados, etc.”.[ix]
¿Cómo se explica que Foucault pueda seducir a tantos entornos radicales, que, sin embargo, argumentan con fuerza que desean terminar con la era neoliberal?
Daniel Zamora: Es una pregunta muy interesante pero no tengo una respuesta satisfactoria. No obstante, se debe en gran parte a la estructura de campo académico. Tendríamos que regresar a Bourdieu y los excelentes trabajos de Louis Pinto para entender mejor esta evolución.
No hay que olvidar que unirse a una “escuela”, o asociarse con cierta perspectiva teórica, significa asociarse a un campo intelectual, en el que hay una lucha importante por poder acceder a las posiciones dominantes. En última instancia, llamarse a sí mismo marxista en la Francia de los años 60 – cuando el campo académico estaba en parte dominado por autoproclamados marxistas – no tenía el mismo significado que denominarse marxista hoy.
Los conceptos y autores canónicos son claramente instrumentos intelectuales, pero también se corresponden con diferentes estrategias para volverse parte del campo y luchar en él. El desarrollo intelectual está en parte determinado por las relaciones de poder dentro de ese campo.
Además, me parece que las relaciones de poder dentro del campo académico han cambiado considerablemente desde el fin de los años 70: después del declive del marxismo, Foucault adquiere un papel central. Ocupa una posición cómoda que le permite introducir un cierto grado de subversión sin empañar los códigos de la academia. Movilizar a Foucault es algo bastante valorado, y en ocasiones permite a sus defensores que les acepten publicaciones en prestigiosas revistas, unirse a amplias redes de trabajo intelectual, publicar libros, etc.
Amplios grupos del mundo intelectual se refieren a Foucault en su trabajo y ponen en su boca algo y lo contrario. ¡Se puede ser asesor de la patronal francesa MEDEF y editar sus conferencias!. Diría que Foucault abre puertas. Y no puedes decir lo mismo de Marx en la actualidad.
Esta crítica a los “márgenes” como centro del combate político podría terminar siendo del agrado de contra-revolucionarios en Francia o Bélgica. ¿No tiene miedo de caer en su juego?
Evidentemente también existe una crítica “conservadora” de Foucault – y más ampliamente, de lo que representa el Mayo del 68 en la historia social francesa. Esta crítica ya no es marginal: se puede ver entre los ideólogos de la derecha conservadora como Eric Zemmour o dentro del Frente Nacional. Critican abiertamente todo el legado feminista, antirracista y cultural de Mayo del 68 mientras dicen poco acerca de los estragos económicos del neoliberalismo. Es como si el problema fuera el liberalismo político que surgió en los 80, y solamente volviendo atrás sobre estas evoluciones sociales podremos “construir la sociedad”.
Se suelen escuchar este tipo de ideas, que plantean que la destrucción de los valores familiares o las formas comunitarias de lazos sociales permitieron la expansión del neoliberalismo, visto como una evolución negativa del viejo buen capitalismo de antes de la mundialización. Aunque pueda haber algo de verdad en estos análisis, son totalmente ingenuos al proponer regresar a estilos de vida más “tradicionales”. Estaríamos yendo a un liberalismo de tipo más autoritario, con el regreso a los valores familiares, una cultura nacional totalmente idealizada, y el viejo capitalismo pre-globalización.
Y sobre la idea de “caer en su juego”, no creo que sea un problema. Si hay algún problema con algunos aspectos del legado de Mayo del 68, el rol de la izquierda no consiste en cerrar los ojos frente a ellos porque la extrema derecha lo ataque, o Soral o Zemmour, sino al contrario, ofrecer un análisis propio, hacer un balance propio, para no perder por completo la batalla ideológica. Necesitamos entregarnos a esta tarea para empezar a reconstruir una izquierda que sea a la vez radical y popular.
Notas:
[i]Critiquer Foucault. Les années 1980 et la tentation néolibérale, ouvrage collectif dirigé par Daniel Zamora, Aden, 2014. http://eu.wiley.com/WileyCDA/WileyTitle/productCd-1509501762.html
[ii]Noam Chomsky, Michel Foucault, Sobre la naturaleza humana: comprender el poder, Aden, Bruxelles, 2006.
[iii]Lionel Stoléru, Vaincre la pauvreté dans les pays riches, Flammarion, Paris, 1974, p. 237.
[iv]Ibid. pp. 286-287
[v]Ibid
[vi]Michel Foucault, « Michel Foucault.
Las respuestas del filósofo», novembre 1975, dans Dits et Écrits I, 1954-1975, no 163, Gallimard, Paris, 2001, p. 1674.
[vii]Michel Foucault, « La filosofía analítica de la política », op.cit., p. 536.
[viii]Stéphane Beaud, Michel Pialoux, Retorno sobre la condición obrera, 10/18, Paris, 2004, p. 424.
[ix]Isabelle Garo, Foucault, Deleuze, Althusser y Marx, Demopolis, Paris, 2011, p. 70.
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