lunes, 24 de noviembre de 2014

EL CONFLICTO QUE OCCIDENTE HA PROVOCADO EN UCRANIA


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La Vanguardia
Rebelión
24.11.2914

Curso impartido el 15 de noviembre en el Seminario para profesorado de Historia de IES. Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.


No son las fracturas y diversidades regionales de Ucrania, sino la geopolítica lo que explica el actual conflicto. Veinticinco años de incumplimiento del espíritu que acabó con la guerra fría y el avasallamiento hacia Rusia practicado desde entonces, provocaron una reacción defensiva e irreversible de Moscú que se presenta como ofensiva y esquizofrénica. Esa reacción supone un precedente de desafío intolerable para Occidente y es lo que suscita y motiva las sanciones contra Moscú, cuyo efecto va a ser, a la vez, dañino y estimulante de cambios para el sistema ruso. En esta partida Rusia no tiene marcha atrás sin arriesgarse a un derrumbe de su régimen de consecuencias incalculables. La torpe política exterior alemana, cuyo papel en los Balcanes ya fue nefasto hace una década, tiene una gran responsabilidad.

I) Pueblos hermanos

Se dice que rusos y ucranianos son “pueblos hermanos”, y es verdad. Siglos de vida en común, dos lenguas bien parecidas y una geografía sin obstáculos físicos, de llanuras surcadas por ríos mansos, que complica y difumina todo concepto de frontera. Al mismo tiempo, el parentesco fraternal no es incompatible con fuertes diferencias de carácter. Cuando una abuela dice sobre sus nietos, “¡Qué diferentes son, parece mentira que sean hermanos!” está formulando un tópico familiar de los más recurrentes. Veamos algunas de esas diferencias.

Como tantos otros países, Ucrania contiene una considerable diversidad regional entre el Oeste y el Este. Simplificando: cuanto más hacia Rusia, más ruso se habla, mayor influencia del cristianismo oriental adscrito al Patriarcado (ortodoxo) de Moscú y menos perceptible se hacen las diferencias fraternales. Cuanto más al Oeste mas fuerte es la identidad nacional ucraniana, el carácter mixto (oriental-occidental) del cristianismo, etc., etc.

A lo largo de su historia, Ucrania vivió varios procesos de integración, bien en la órbita rusa, bien en la polaca. Al colisionar con el poder superior ruso, el nacionalismo burgués ucraniano se vio condenado a colocarse bajo patronazgo extranjero. En el siglo XX sus efímeros gobiernos se afirmaron bajo la protección militar alemana (el del atamán Skoropadski) o polaca (Petliura). El nacionalismo popular ucraniano fue más antipolaco y antijudío que anti ruso. Políticamente fue frecuentemente socialista o social-revolucionario y al final, en un contexto de grandes convulsiones como los de la guerra civil rusa, tuvo que decantarse entre blancos y rojos en beneficio de los segundos.

El espacio ucraniano ha sido frecuente campo de batalla. En el siglo XVII conoció la revuelta de Bogdan Jmenitski contra la unión polaco-lituana, en el XVIII el zar Pedro I se impuso a los suecos en Poltava, y en el siglo XX fue uno de los principales escenarios bélicos tanto de la guerra civil rusa como de la Segunda Guerra Mundial.

El periodo 1917-1922 contiene en Ucrania un sinfín de conflictos. Parte de los nacionalistas ucranianos lucharon junto con los alemanes y austro-húngaros y otra parte contra ellos. La población ucraniana pro rusa se dividió en su lucha a favor de una Rusia unida, unos con los rojos y otros con los blancos. Otras fuerzas, como la del ejército campesino de Nestor Majno, con un gran componente social libertario y nacional ucraniano, lucharon tanto contra los rojos como contra los blancos.

Para comprender el actual mapa de Ucrania es ineludible hablar de tres regiones. En primer lugar Galitzia, zona occidental de claro dominio de la lengua ucraniana, con influencia católica mestiza (greco-católicos o “uniatas”), que en su mayoría nunca formó parte del resto de Ucrania ni estuvo sometida a Rusia hasta Stalin en los años cuarenta, después de dos siglos de sometimiento a regímenes polacos o austro-húngaros opresivos. De Galitzia partió en el siglo XIX el más fuerte impulso nacionalista. Ya en la época postsoviética desde allí se ha irradiado hacia el resto del país la ideología nacionalista más fuerte, con su particular narrativa histórica sobre la URSS: la revolución bolchevique como asunto “ruso” o “judío” (ignorando la larga lista de ucranianos presente en la dirección bolchevique), la mortífera hambruna de los años treinta con varios millones de muertos como “genocidio comunista-ruso contra el pueblo ucraniano” (ignorando que la misma hambruna de esos años devastó igualmente zonas rusas en el Don, Kubán,Volga, etc. y que esas mismas hambrunas eran crónicas en la época zarista), todo ello aspectos de la nueva historia adecuada a la nueva estatalidad adquirida en 1991 que debía enmendar la historia oficial soviética, igualmente repleta de omisiones y manipulaciones.

Desde sus orígenes a principios de siglo XX, las organizaciones armadas del nacionalismo ucraniano en Galitzia (que entonces actuaban contra el dominio polaco) estuvieron financiadas y teledirigidas por el Abwehr, el espionaje alemán. Durante la Segunda Guerra Mundial los invasores alemanes fueron recibidos como libertadores por muchos ucranianos occidentales que habían sufrido la cruda represión estalinista y las hambrunas. Una vez más, la invasión hitleriana dividió a los ucranianos en dos bandos; el mayoritario que luchó con el ejército soviético contra el fascismo, y el minoritario de nacionalistas de Ucrania Occidental que fue utilizado por los nazis como fuerza de choque, creó una división SS específica y actuó frecuentemente de una forma aún más cruel que sus amos contra judíos y comunistas, empuñando la bandera de la liberación nacional ucraniana.

Hay que decir que los ucranianos occidentales no fueron los únicos “colaboracionistas”: también los rusos del ejército de Vlasov, tártaros, chechenos, cosacos, etc. tuvieron representantes en el ejército alemán.

A los colaboracionistas de Ucrania Occidental, cuya relación con los nazis no fue fluida e incluyó episodios de enfrentamientos armados, se les conoce como “banderovski” por el nombre de su principal líder, Stepan Bandera. Con la victoria soviética y la incorporación definitiva de Galitzia a la URSS en 1945, los banderovski mantuvieron una guerrilla muy brava contra el NKVD de Stalin, recibiendo apoyo de la CIA en armas y lanzamiento de paracaidistas. Su cuartel general en Europa estaba en Munich, donde Bandera fue eliminado por un agente de Stalin en 1959…

Esta corriente, con la que en la época de la Perestroika solo se identificaba un sector minoritario del nacionalismo ucraniano, es reconocida hoy por un sector mucho más amplio como símbolo de la liberación nacional, o por lo menos como inspiradora de su principal ideología y narrativa nacionalista.

En el sur y el Este de Ucrania, la llamada Novorossia, siempre se rechazó con toda claridad cualquier glorificación de los fascistas banderovski. Se trata de un arco que va desde Járkov, en el norte, hasta la región de Odesa en el sur-oeste, mayoritariamente ruso parlante y con gran población que se define como “rusa”. Ese arco no formó parte de Ucrania hasta la guerra civil de los años veinte (era la parte más industrial y a los bolcheviques les interesaba tener una base obrera en el gran universo campesino que era Ucrania), conserva una fuerte memoria soviética de la Segunda Guerra Mundial, y, al mismo tiempo, desde la nueva independencia de 1991 tendía hacia una cierta lenta ucrainización, o, por lo menos, a acentuar sus diferencias sutiles y difusas con Rusia. A grandes rasgos, Novorossia (la “Rusia nueva”) fue objeto de la reconquista imperial rusa en los siglos XVII y XVIII.

Mención especial merece la península de Crimea, tierra ancestral rusa, poblada por rusos y rusoparlante en un 80%, por donde llegó el primer cristianismo a la Rus de Kiev (¿el primer estado ruso fue ucraniano, o es el primer estado ucraniano se llamaba Rusia?, eh aquí un interesante objeto de disputa entre besugos), reconquistada por Catalina II a los tártaros del janato Crimea -el último vestigio de la Horda de Oro heredero del imperio de Chingiz Jan, para entonces un satélite del Imperio Otomano. Crimea fue escenario de glorias militares rusas y soviéticas, tanto durante la guerra de Crimea del XIX (todos contra Rusia) como durante la Segunda Guerra Mundial, con heroicas batallas en Sebastopol, Kerch y Odesa. La caprichosa entrega de Crimea a Ucrania por Jruschov en 1954, desgajándola de la República Socialista Federativa Soviética de Rusia (RSFSR) en una época en la que las diferencias entre repúblicas era completamente irrelevante, tuvo un carácter simbólico. A partir de la disolución de la URSS eso se convirtió en un problema.

Otra diferencia entre rusos y ucranianos tiene que ver con su tradición política, con las formas, símbolos y héroes en los que unos y otros se sienten identificados. Aquí el contraste entre los hermanos es importante. Ucrania fue un país situado geográficamente en el límite y la confluencia de grandes imperios (turcos, polacos, rusos). Su propio nombre, “U-kraine”, significa algo así como “junto al límite”, “en la frontera”, un espacio al que la autoridad imperial de unos y otros, y sus relaciones de servidumbre, apenas llegan o se perciben como algo lejano y difuminado. Esa posición determinó cierta holgura y libertad, un “arréglatelas tu mismo como puedas y sin gobierno” que asociamos al espíritu de frontera del “Far West”.

Los héroes de esa tradición política son líderes cosacos “libres” que luchan; ahora contra los turcos, ahora contra los polacos o contra los rusos, absorbiendo rasgos de unos y otros (Maidán -plaza- es una palabra turca). Todo eso es muy diferente de la tradición rusa, que es una galería llena de cuadros de grandes zares y caudillos absolutistas tanto más grandes cuanto más Estado e Imperio construyen.

Esa diferencia ha influido en la diferente evolución que ha tenido la formación de los estados postcomunistas pese a su común régimen oligárquico.

Mientras en Rusia tras una época turbulenta se ha recuperado la “vertical de poder” con su vector tradicional autocrático con considerable facilidad (eso es lo que representa Putin), en Ucrania el Estado ha sido mucho más débil. Eso ha hecho que la sociedad haya sido mucho más suelta, incontrolada e independiente hacia el poder que en Rusia, lo que ha tenido ciertas ventajas para la autonomía social y también serios inconvenientes para estabilizar un gobierno efectivo independiente de intereses externos…

Dicho todo esto y situados ya un poco ante el mapa, hay que decir que por más que esas semejanzas y diferencias sean importantes para comprender el universo ruso-ucraniano y para entender la diversidad interna de Ucrania, apenas aportan una explicación concreta a lo que tenemos hoy encima de la mesa: una verdadera fractura que explota en una guerra civil. ¿Cómo ha podido podrirse tanto la situación para que los hermanos se tiroteen y bombardeen?

Para comprender eso, no hay más remedio que fijarse en los regímenes políticos -igualmente emparentados- de Rusia y Ucrania.

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