Este año se cumplen 30
del ajusticiamiento del escritor nigeriano Ken Saro Wiwa. Su delito
fundamental: oponerse a los métodos extractivos de la Shell. Métodos que siguen
vigentes. La lucha por la justicia ambiental es la lucha por la tierra y por la
vida.
La naturaleza como espacio de disputas
El Viejo Topo
30 junio, 2025
El 10 de
noviembre de 1995, el escritor nigeriano Ken Saro Wiwa murió ejecutado en su
propio país. En esos días yo vivía en Inglaterra y recuerdo un comercial que se
transmitía por la televisión. La pieza de publicidad comienza con una mujer en
sus 30s. Camina dentro de un bosque con botas y ropa de campo. Con el agua en
las rodillas porta su libreta de campo. Observa y toma notas. La voz en off dice:
“Ella está preocupada por la naturaleza, toma notas y colecciona datos que
ayudarán a proteger el bosque”. La mujer sale del bosque y camina hacia un
helicóptero. Mientras entra al mismo la voz dice: “Ella no está en contra de la
industria petrolera”. El helicóptero despega y se observa en la cola del mismo
el logo de Shell. La voz concluye diciendo “Ella ES la industria petrolera”.
El comercial no
era gratuito. En ese momento, el pueblo Ogoni que habita el delta del río
Níger, se encontraba en lucha contra esa misma empresa a la cual acusaba de
haber contaminado sus tierras, dañado sus cultivos y generado serios impactos a
la salud de las comunidades. Desde 1990, el Movimiento por la Sobrevivencia del
Pueblo Ogoni, liderado por el reconocido escritor nigeriano Ken Saro-Wiwa se
encontraba en una campaña no violenta en contra de las operaciones de la
empresa Shell exigiendo reparaciones por los daños sufridos. El conflicto
escaló al punto que el Gobierno del General Sani Abacha ordenó la detención del
poeta a quien, bajo falsas acusaciones, sentenciaron a morir en la horca junto
con 8 más de sus compañeros. Eso ocurrió en 1995 al tiempo que Shell mostraba
su elegante publicidad en la televisora británica.
Ese conflicto
no ha culminado. En 2011, el Programa de Naciones Unidas para el Ambiente
(PNUMA) publicó un informe en
el que se exponían los impactos de las operaciones petroleras en el Delta del
Níger y hacía recomendaciones para su limpieza y restauración. En 2020, según
reportó en su momento Amnistía Internacional, solo el 11% de los lugares
contaminados habían sido abordados por el programa de restauración y en el caso
de Hyprep, la empresa que dirige la limpieza, había sido acusada de tener
conflictos de intereses toda vez que Shell participaba en sus estructuras de
gestión y supervisión. Todavía en febrero de este año 2025, BBC reportaba que el
estado de contaminación del área estaba lejos de mejorar y sus comunidades se
mantenían carentes de agua potable, con suelos improductivos, imposibilidad de
pescar y serios problemas de salud causados, entre otros, por los altos niveles
de químicos presentes en aguas y suelos generados por la industria como
benceno, tolueno, etil-benceno y xilenos.
El caso que
relato es solo un ejemplo de los numerosos conflictos socioambientales en los
que empresas extractivistas transnacionales han estado y están involucradas. Es
un hecho que, para mantener el modelo económico dominante en crecimiento, se
hace necesario mantener operaciones extractivistas de manera constante. De
hecho, solo un 7% de la materia prima necesaria en la industria es producto del
reciclaje. Los insumos necesarios en la industria son extraídos directamente
del planeta.
Una fracción
importante de los proyectos extractivistas es llevada a cabo por empresas
transnacionales a través de las llamadas inversiones extranjeras directas (FDI
por sus siglas en inglés). De acuerdo a datos proporcionados recientemente
por UNCTAD,
dichas inversiones alcanzaron un monto de 1.4 trillones de dólares en 2024 y se
espera un crecimiento moderado en 2025. El sector extractivo (petróleo, gas,
minas) comprende una fracción importante de las inversiones, aunque también
habría que incluir al sector electrónica y telecomunicaciones, que no aparece
como actividad extractivista pero que depende en grado supremo de la extracción
de minerales y tierras raras.
De acuerdo a
los economistas del Fondo Monetario Internacional, dichas inversiones son
positivas en tanto utilizan tecnologías más limpias, así como técnicas y
procedimientos más eficientes que benefician al país receptor tanto a sus
comunidades locales como a la naturaleza. Una visión opuesta expone que dichas
inversiones solo buscan oportunidades en países con ventajas competitivas,
leyes ambientales flexibles, mano de obra más barata y facilidades tributarias.
El resultado son impactos tanto ambientales como sociales que incluyen
desplazamientos forzados, represión, encarcelamiento y asesinato de líderes
comunitarios que, como Berta Cáceres en Honduras o Chico Méndes en Brasil, se
enfrentaron a estas empresas la mayoría de las veces protegidas por gobiernos
débiles y subordinados a los intereses transnacionales.
Recientemente
un estudio realizado por Marcelo Llavero-Pasquina de
la Universidad Autónoma de Barcelona, España, hace revelaciones muy
interesantes sobre el papel de las corporaciones multinacionales como agentes
en los principales conflictos socioambientales que se registran en el mundo. En
dicho estudio el investigador consultó la base de datos del Atlas Global de
Justicia Ambiental (EJAtlas), el mayor repositorio de información sobre
conflictos socioambientales disponible. Allí tuvo acceso a 3.388 conflictos y
5.500 corporaciones involucradas. 73% de los conflictos empezaron después del
año 2000 y solo 4% registraban fecha de culminación indicando que la mayoría de
los conflictos seguían activos.
El análisis
realizado reveló que la mayoría de los conflictos se produjeron en países de
ingreso bajo a medio del Sur Global y en los mismos se vieron involucradas
corporaciones cuyos domicilios se encontraban en países de alto ingreso (Norte
Global). Destacan 104 corporaciones involucradas en el 20% de los conflictos,
encabezadas por la empresa con más conflictos en su espalda, la Royal Dutch
Shell (98 conflictos), seguida de Total Energies (58) y Chevron (51). Destaca
entre las primeras 10 la empresa petrolera Exxon Mobil, involucrada en serios
conflictos en Mozambique y, actualmente, como agente proxy que intenta exacerbar
un conflicto entre Venezuela y Guyana.
Los impactos
tanto sociales como ambientales son mayores en los países del Sur Global. En
dichos países se evidencian problemas que van desde destrucción de fuentes de
agua, deforestación, contaminación hasta enfermedades y violaciones a los
derechos humanos. Adicionalmente se registra que los programas de remediación
suelen ser incompletos e ineficientes como es el caso relatado aquí en el delta
del río Níger. La información analizada muestra que esto es así especialmente
en los casos en los que las corporaciones involucradas son extranjeras,
poniendo en evidencia la profunda injusticia de un sistema que basa su
funcionamiento en la extracción continua de recursos de la tierra, produciendo
inmensas ganancias a dichas corporaciones, pero que externalizan los costos de
dicha actividad, que son subsumidos por los países del Sur Global. Es un ciclo
que implica un flujo constante de riquezas desde el Sur Global al Norte Global.
Luchas como las
que llevó adelante el pueblo Ogoni de Nigeria tienen mucho sentido y apuntan a
los verdaderos responsables de los múltiples conflictos socioambientales de los
que somos testigos. Este año se cumplirán 30 años de la ejecución de Ken Saro
Wiwa. Que su sacrificio nos recuerde que la lucha por la justicia ambiental es
la lucha por la tierra, por la independencia de los pueblos y por un mundo
donde la vida y no el capital sea la prioridad.
Fuente: Globetrotter.
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