Las garras del
FMI sobre Latinoamérica
21/01/2021
Fuentes: Rebelión
El
Fondo Monetario Internacional (FMI) aprovechó la grave crisis económica,
monetaria y social que ha provocado la pandemia de la Covid-19 en la mayoría de
las naciones de América Latina y el Caribe, para afianza su control financiero
sobre los países de la región que le solicitaron empréstitos.
La
cifra resulta desbordante: entre marzo y noviembre de 2020 el Fondo entregó 63
740 millones de dólares y es la región del mundo donde más se concentró el
financiamiento de emergencia de ese organismo internacional.
Según
informes del propio FMI, seis de cada 10 dólares de los 102 150 millones de
dólares que entregó en el año, fueron hacia los países latinoamericanos, los
cuales en su mayoría no se concentran en mecanismos de suspensión o alivio de
la deuda por considerarse de ingresos medios.
En
la región, 21 países obtuvieron un préstamo durante el mes de mayo del pasado
año y tres de los estos concentran el 80 %. A Chile le aprobaron 23 930
millones de dólares; a Colombia 16 948 millones y Perú 11 000 millones de
dólares, todos por la vía de créditos flexibles.
América
Latina fue testigo en los años 80 y 90 del siglo pasado de las duras
condiciones que imponía el FMI a cada gobierno de la región que accedía a sus
préstamos. En esta ocasión, en el contexto de la pandemia, no se ven los
efectos inmediatos pero la historia será otra a medida que avanzan los plazos la
flexibilización de los préstamos.
Recientemente
el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador acusó a organismos
internacionales como el FMI y el Banco Mundial (BM) de ser corresponsables de
las crisis que hubo en su país en sexenios pasados y agregó que la mayor culpa
fue de los “gobiernos serviles”.
Indicó
que ellos obligaban a los gobiernos neoliberales mexicanos a firmar las
llamadas cartas de intención donde se establecía lo que tenía que hacer el
Estado, “una violación flagrante de la autonomía, la soberanía de nuestra
nación”.
El
FMI y el BM, puntualizó López Obrador, recomendaban a los gobiernos mexicanos
privatizar empresas públicas, no aumentar empleos, incrementar el precio de los
combustibles como la electricidad y gasolina, directrices que seguían los
gobiernos subordinados.
Además
de Chile, Colombia y Perú, el Fondo entregó empréstitos mediante el método de
financiamiento rápido a Ecuador por 6 000 millones de dólares; República
Dominicana, 650 millones; Guatemala, 594 millones; Jamaica, 520 millones;
Panamá, 515 millones; Costa Rica, 508 millones; El Salvador, 389 millones;
Bolivia, 327 millones; Paraguay, 274 millones y Bahamas, 250 millones. Con
menos de 100 millones aparecen, Barbados, Santa Lucía, Granada, San Vicente y
las Granadinas y Dominica.
De
esta forma y durante el año, el FMI aprovechó la oportunidad que se le abrió
con la extensión de la pandemia para reiniciar el endeudamiento de la región,
tras un periodo en el que fue rechazado por imponer políticas económicas en
detrimento de las grandes mayorías del mundo.
El
Centro Latinoamericano de Geopolítica (Celag) asegura que la emergencia
mundial supone para los países latinoamericanos una urgente e imprevista
necesidad de liquidez externa no solo para enfrentar los gastos relacionados
con la pandemia sino también para enfrentar la fuga de capitales que viene
ocurriendo en la región.
Pero
desafortunadamente, en varias de esas naciones, los gobiernos utilizarán los
empréstitos para ayudar a las grandes empresas y negocios a solventar la crisis
y no van destinados a resolver los graves problemas de la población.
Tanto
el FMI como el Banco Mundial son organismos financieros creados en 1944,
durante la reunión celebrada en Bretton Woods, poco antes de terminar la
Segunda Guerra Mundial. Han estado dominadas desde un principio por Estados
Unidos y las potencias europeas occidentales, y actúan en contra de los
intereses de los pueblos.
Sus
programas de ajuste tratan de imponer la confianza de los mercados
internacionales de capital en el país deudor. Sin el visto bueno del Fondo, que
como censor determina la voluntad y capacidad de un país para pagar el servicio
de la deuda, no se abren generalmente las puertas para la entrega de
empréstitos.
Para
ejercer el control, las naciones que reciben este “beneficio” deben someterse a
condicionamientos que van desde recomendaciones no obligatorias hasta
inspecciones extremas con imposición de sanciones de carácter forzoso.
Como
las naciones están cada vez más endeudadas, son obligadas a seguir las
directrices financieras, económicas y sociales que determinen esas
instituciones para que paguen los compromisos adquiridos y poder tener accedo a
nuevos créditos que se convierten en cifras impagables.
En
consecuencia obligan a los gobiernos a impulsar las privatizaciones de empresas
y servicios públicos, rebajar los salarios y las jubilaciones, así como
aumentar precios del suministro del agua, electricidad y combustibles.
Esas
políticas de empréstitos han provocado que si en 2008 de deuda pública interna
y externa de Latinoamérica alcanzaba el 40 % del Producto Interno Bruto, once
años después, en 2019 ya ascendía al 62 % del PIB.
En
conclusión, los nuevos endeudamientos atenazarán más la soberanía e
independencia económica y política de varias de esas naciones si los diferentes
gobiernos lo permiten.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e
investigador cubano.
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