Por Grup Antimilitarista Tortuga
KAOSENLARED
22 de julio de 2025
Más de mil asociaciones de
todo el territorio español han suscrito un comunicado que, bajo el título «Ni violencia
racista, ni criminalización colectiva», reflexiona sobre los graves
hechos sucedidos recientemente en Torre Pacheco a raíz del atentado sufrido por
un hombre mayor de la localidad. El Grup Antimilitarista Tortuga, al mismo
tiempo que apoya el manifiesto, quiere ofrecer nuestro punto de vida sobre este
hecho y otros semejantes que están ocurriendo en el estado español y en otras
partes del mundo.
Pensamos que el racismo, y
cualquier acto de discriminación, ponen en evidencia la ignorancia y el absurdo
más grande en que podemos incurrir las personas. Al rechazar a cualquier ser
humano por ser distinto, desconocemos su importancia, su dignidad y cualquier
valor que posee. Por otra parte, quien discrimina o considera menos a otra
persona, tira por tierra su propia dignidad. El ser humano manifiesta lo que es
en su relación sana y respetuosa con sus semejantes.
Al mismo tiempo, el racismo
niega que la vida, el crecimiento y el avance de la humanidad, en todos los
sentidos, es fruto y consecuencia del intercambio, comunicación y enriquecimiento
mutuo entre razas y culturas. Lo que es una persona, un pueblo o una nación, no
tiene explicación sin la buena relación, apertura e intercambio con toda la
especie humana.
Lo que hemos escrito
anteriormente podría quedarse en una bonita teoría con poca relación con la
realidad y con la vida. Ser racista, discriminar y atacar a los migrantes es
ignorar por completo que España ha sido, y sigue siendo, una nación de
migrantes. Muchos miles de personas y familias pudieron salir adelante porque
emigraron de nuestro país a otras naciones para buscar trabajo, vender sus
productos o encontrar algún medio de vida. Una persona mayor de nuestro
colectivo nos relata: «Mis abuelos y toda mi familia, todos, han sido
emigrantes. Yo he sido inmigrante; he viajado a otros países para trabajar y
ganarme la vida». El crecimiento que en su día experimentó la economía española
no se explica sin las aportaciones de quienes salieron a trabajar a otros
países. Pero esto de las migraciones no es un hecho del pasado. Leemos en medios de
comunicación que en el 1 de enero de 2023, había 2.790.319 españoles fuera de
nuestras fronteras, según los datos del Padrón de Españoles
Residentes en el Extranjero (PERE). De estos, 1.789.451 se encuentran en la
edad laboral, lo que supone un 64%. Esta cifra supone el aumento del 1,7%
(47.712 personas) respecto a los datos de principios del año anterior.
Rechazar a los migrantes
evidencia ignorancia acerca del país en que vivimos. También podríamos rechazar
a los 98 millones
de turistas que se prevé que vendrán a España en el 2025. Se les
recibe con los honores más grandes, porque dejan mucho dinero inmediato. No
tanto dinero en metálico dejan los migrantes que vienen a trabajar en la
agricultura, la construcción, la atención a personas mayores y los servicios
del turismo. Pero su aportación a nuestra economía es muy importante. No
sabemos qué sería de la agricultura en España, de la construcción, la
hostelería y del trabajo a domicilio sin la aportación de las personas que han
venido de otros países. Asimismo, lamentamos que las condiciones de trabajo que
tienen gran parte de las personas migrantes que viven entre nosotros y nosotras
no sean las adecuadas, siendo frecuente la explotación laboral y que, en
general, dejen mucho que desear.
Al mismo tiempo que nos
damos cuenta del absurdo del rechazo y de la criminalización de los migrantes,
constatamos que las migraciones que actualmente experimenta el estado español
constituyen una realidad que necesita ser afrontada por la sociedad. Está
pendiente mejorar y humanizar la terrible situación de los centros de acogida a
migrantes, la distribución de los niños en las distintas comunidades para
evitar hacinamiento, la regularización de las situaciones laborales injustas,
el problema de la vivienda, la creación de espacios culturales donde las
personas migrantes puedan cultivar su identidad… El tiempo va pasando y los
problemas continúan sin resolverse.
Además de los conflictos
que muestran los medios de comunicación, surgen muchos interrogantes sobre esta
realidad que nos interpela cada día: ¿Cómo una sociedad humana y civilizada
habría de afrontar el paso de las pateras y la muerte de tantas personas al
cruzar el Mediterráneo o los pasos fronterizos de Ceuta y Melilla? ¿Qué tipo de
relación diplomática, económica y cultural, debería establecer con los países
de donde proceden quienes llegan al territorio español, con el fin de
garantizar la seguridad de su viaje y regularizar el proceso de acogida? ¿Cómo
trabajar en una mayor justicia social entre naciones, con el fin de que emigren
las personas que lo deseen, no las que se vean forzadas por sus malas
condiciones de vida?
No es bueno dejar este
problema en manos de los partidos políticos y gobernantes. Darle una respuesta
justa y humana es tarea de todas y todos.
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