Balance político y perspectivas para el 2023
Rebelion
| 31/12/2022 |
Fuentes: Rebelión - Imagen: "América invertida"
(1943), Joaquín Torres-García
En el año que se va, en términos electorales, lo sobresaliente han sido los
triunfos de las fuerzas progresistas en Colombia y Brasil, llevando a la
presidencia a Gustavo Petro y por tercera vez, a Lula da Silva, luego de la
persecución judicial encarnizada de la que fue objeto.
De gran
importancia es el fortalecimiento del proceso de paz en Colombia y también el
cambio de signo en la relación entre Colombia y Venezuela, gobiernos que han
dado pasos concretos con la apertura de sus fronteras y la progresiva
normalización en sus relaciones.
También en Cuba
se produjo un avance relevante con la aprobación mayoritaria de un nuevo Código
de las Familias, que amplía y actualiza derechos de protección de niñas y
niños, adultos mayores, personas con discapacidad, condena la violencia
intrafamiliar y reconoce la diversidad de realidades que existe entre las
familias cubanas, entre otras cuestiones positivas.
En el Caribe
anglófono, destaca la re-elección de la laborista Mía Mottley como primera
ministra de Barbados, convertida en república independiente de la corona
británica, en un nuevo avance de descolonialización.
Tanto en
Granada como en San Cristóbal y Nieves, triunfaron las oposiciones, tratándose
en el caso del granadino Dickon Mitchell, del Congreso Nacional Democrático, de
una renovación generacional en el ambiente político de la isla.
La derecha pudo
también cosechar algunas victorias, como la obtenida por Rodrigo Chaves en
Costa Rica contra José María Figueres Olsen, candidato del ya vetusto Partido
de la Liberación Nacional, ex presidente e hijo del caudillo fundador de la
Segunda República.
Una de las
derrotas más dolorosas de este año ocurrió en el plebiscito constitucional de
salida en Chile, que debía ratificar el nuevo texto constitucional para dejar
atrás la herencia pinochetista y fue rechazado por una mayoría abultada.
En Uruguay,
pese al logro de la izquierda que cosechó 800.000 firmas para levantar la
consulta popular sobre la Ley de Urgente Consideración, la coalición
oficialista neoliberal de Lacalle Pou alcanzó un triunfo ajustado que abre la
puerta a un programa de restauración conservadora.
En otros
niveles de gobierno, se produjeron en México elecciones en algunos Estados que
arrojaron como resultado el fortalecimiento de Morena y la figura de Andrés
Manuel López Obrador, mientras que en términos municipales, el Frente
Sandinista ganó todas las alcaldías en Nicaragua sin mayor oposición y la
ultraderecha se hizo con la alcaldía central de Lima.
En lo que se
pensaba sería un eclipse político total a causa del mundial de fútbol en Qatar,
varios hechos políticos sacudieron el mapa regional.
En el Perú,
luego de repetidos e infructuosos intentos, la oligarquía centralista violentó
la voluntad popular derrocando al maestro rural y sindicalista Pedro Castillo a
menos de año y medio de su mandato.
En Argentina,
mientras la euforia popular se desataba ante la obtención de su tercera copa mundial
de fútbol, el campo popular sufrió un fuerte revés. Maniatado el país por una
deuda odiosa contraída por el gobierno de Macri y con claros visos
preelectorales, la mafia judicial-mediática, en su carácter de gestora de los
grupos de poder concentrado y de la estrategia de lawfare estadounidense,
logró – al menos de momento – sacar de la cancha a la principal referente
progresista, la actual vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner,
proscribiendo su posible candidatura mediante una sentencia viciada.
Mientras tanto,
en la convulsionada e intervenida Haití, los movimientos populares lograron un
acuerdo con el gobierno irregular de Ariel Henry, que estipula una salida
institucional ante las dificultades que atraviesa su población y la amenaza de
una nueva invasión de fuerzas multinacionales.
Asimismo, en
Chile se abre un nuevo capítulo para avanzar hacia un nuevo texto
constitucional. Constitución que emergerá (en el mejor de los casos) de una
modalidad “en la medida de lo posible” y destrabará algunas cuestiones, pero
dada la naturaleza cupular de este renovado intento, de ningún modo logrará
cumplir con las necesidades de cambio que expresó el “Despertar” chileno de
2019.
Ya en el
estertor del año, se efectúa la detención de uno de los principales agentes del
golpismo en Bolivia, Luis Fernando Camacho, quien en conjunto con las logias
cruceñas dominantes escenificaron este año una nueva intentona para conmocionar
al país, del mismo carácter racista y secesionista puesto de manifiesto en el
transcurso del proceso constitucional que llevó a la fundación del Estado
Plurinacional o con el desconocimiento de los resultados electorales en 2019.
Perspectivas para el 2023
Si se mantiene
el contexto de un sistema capitalista hiperconcentrado y financiarizado, son
pocas – o ninguna -, en este esquema, las válvulas de escape para los pueblos
latinoamericanos.
La rasante
tecnologización digital de la economía y las relaciones sociales promovida por
los mismos actores (corporaciones y fondos de inversión) sin control ni
incidencia social, se revela como falsa promesa de “innovaciones”, cumpliendo
la función de fetiche distractivo, de reconversión de las fuerzas productivas
sin progreso humano real y por ende, de postergación.
En términos
geopolíticos, la cada vez más dura puja de los Estados Unidos por detener el
avance de un mundo más multipolar genera un marco de tensión permanente contra
las aspiraciones de soberanía y autodeterminación de los pueblos de la región,
los que tendrán que fortalecer alianzas intrarregionales de signo emancipador
(como por ejemplo la CELAC) y extra-regionales (como el BRICS+) para no ser
arrastrados por las intenciones neocolonizadoras.
En este marco,
es previsible que las derechas continúen usando todas las estratagemas a su
alcance para evitar, minimizar los alcances, aislar e incluso liquidar nuevas
experiencias progresistas o de izquierda en América Latina y el Caribe.
De este modo,
no habrá que extrañarse ante una combinación de estrategias de demonización
mediática, proscripción judicial, bloqueos parlamentarios, medidas coercitivas
comerciales y financieras unilaterales, nuevos intentos de golpe o incluso
magnicidios hacia gobiernos proclives a producir cambios a favor de sus
poblaciones. Es decir, el repertorio completo de artimañas del poder
establecido para frenar las demandas populares.
Por otra parte,
es evidente que persiste una extendida y justa insatisfacción popular, lo que
no deja mucho margen para procesos de mediano plazo. Los pueblos exigen de sus
representantes electos coherencia y rapidez en la solución de las graves
problemáticas que atraviesan, coherencia y velocidad que encuentra barreras
difíciles de superar en la cerrada oposición del poder económico y mediático –
principales ejecutores de la crueldad capitalista.
De este modo,
habrá también nuevas protestas masivas, paros, rebeliones populares y también
represión ante las pretensiones de gobiernos conservadores de mantener y
profundizar el decrépito y asfixiante sistema establecido.
En general, el
mapa político se ha vuelto algo más favorable a las transformaciones, haciendo
eje en tres bloques. Por una parte, el “hexágono moderado” de inclinación socialdemócrata,
que conforman México, Brasil, Argentina, Colombia, Honduras y Chile, gobiernos
fruto de la unidad en la diversidad. Por otro lado, el “cuadrado” formado por
Cuba, Venezuela, Nicaragua y Bolivia, cuyo carácter antiimperialista es mucho
más definido. Finalmente, el archipiélago de naciones anglófonas del Caribe,
cuyo signo, por necesidad del presente y pasado compartido, es en general de
actuación colectiva en pos de una mayor autodeterminación.
Frente a ello,
persisten enclaves reaccionarios como Paraguay, Guatemala, Ecuador, Uruguay, El
Salvador, Costa Rica o Panamá, que atestiguan con el incremento de la violencia
en su interior, la imperiosa necesidad de cambio de dirección en el timón
político.
En síntesis, el panorama de 2023 presenta retos similares al del año que
culmina.
Ante el
deterioro de la democracia formal, es preciso avanzar hacia una democracia real
de carácter multidimensional, es decir, de distribución progresiva del poder en
todos los ámbitos, fortaleciendo las capacidades de decisión de la base social.
En esa
dirección, la conquista de una comunicación plural, la redistribución de
ingresos, la descentralización creciente del poder político, la elección
directa del poder judicial, la democratización del espacio digital, la colaboración
para la resolución conjunta de los desafíos comunes a través de la integración
regional, la ampliación y cumplimiento de derechos humanos y
sociales, la inclusión plena de las demandas generacionales, la
transformación del modelo de consumo que genera endeudamiento y depredación
medioambiental, la supresión de la gestión corporativa multinacional de los
recursos naturales comunes, la desmercantilización de la salud y la educación,
son algunas de las medidas a encaminar en lo inmediato.
Sin embargo,
para que estas transformaciones adquieran nuevamente un carácter de revolución,
es preciso incluir en la concepción de la misma, en simultáneo con las
conquistas sociales, poner energía en promover cambios en la interioridad
humana.
Es impensable
creer que la lucha histórica colectiva hacia la liberación podrá acometerse sin
modificar los sentidos comunes que guían el actual accionar de los grandes
conjuntos humanos.
Desde la
perspectiva de un nuevo humanismo, para ahondar la inacabable e indetenible
ruta desde el campo de la determinación al campo de la libertad, es
imprescindible la reflexión sobre el sentido más profundo de la existencia y
sobre la necesidad de modificar en cada hogar, cuadra y vecindario, hábitos
impuestos por la violencia, que dificultan, enlentecen o retrotraen el
avance.
Se necesita una
revolución que acople a la transformación del mundo exterior, la del mundo
interior de cada persona, que estructure en una misma unidad ambos mundos,
dotándola de coherencia entre el pensar, el sentir y la acción. En definitiva,
una revolución integral, afuera y adentro, cuyo advenimiento no dependerá de
fuerzas mecánicas sino de la intencionalidad de los pueblos.
¡Ojalá el nuevo
año y la marea de la historia nos encuentre fortalecidos en la tarea de
humanizar y humanizarnos, de aprender sin límites, de superar el resentimiento
y las contradicciones y de amar la realidad que construimos, día a día, de
todxs y para todxs! Entonces, el nuevo año será realmente nuevo.
(*) Javier Tolcachier es investigador del Centro Mundial de Estudios
Humanistas y comunicador en agencia internacional de noticias con enfoque de
paz y no violencia Pressenza.
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