Reseña de Los caminos del
Comunismo Libertario en España (1868-1937) (Vol. I), de la gimenóloga
Myrtille Gonzalbo
El anarquismo en España antes de la CNT
Por Jesús Aller |
Rebelion / España
20/09/2022 | España
Fuentes: Rebelión
Esta historia en tres volúmenes del movimiento ácrata en nuestra piel de
toro fue publicada originalmente en francés por Divergences y aparece ahora en
castellano en un proyecto conjunto de Pepitas y la Fundación Anselmo Lorenzo
(trad. de Diego Luis Sanromán).
Su autora es Myrtille Gonzalbo, integrante de los “gimenólogos”, historiadores libertarios que tratan de “estudiar las andanzas de los ilustres y utópicos desconocidos”. El grupo inició sus labores en 2009 con la edición de las memorias del italo-francés Bruno Salvadori (1910-1982), participante en la guerra y revolución de España con la columna Durruti bajo el nombre de Antoine Giménez.
El prólogo de
la obra presenta el plan general que se va a seguir en el análisis de los
acontecimientos. Se trata de exponer la historia y las claves ideológicas de un
movimiento que a partir de julio de 1936 logró liderar una amplia revolución
social y un ensayo de abolición del capitalismo en varias regiones de España.
El fracaso de la tentativa se estudia considerando los límites intrínsecos del
proceso y la situación política y económica, aunque sin esquivar el rol de los
individuos y organizaciones en las diversas fases. El primer volumen, que
reseñamos aquí, abarca desde el comienzo de la propaganda anarquista en el país
hasta 1910, año en que nace la CNT.
Cuando el anarquismo se hizo español
El avance de la
industrialización y el capitalismo en España durante la primera mitad del XIX
fue acompañado de una incipiente organización de campesinos y obreros que
reivindicaban mejoras en sus duras condiciones de vida, al tiempo que las ideas
de carbonari y socialistas utópicos no dejaban de extenderse. Así, en 1855 fue
ejecutado, tras una farsa de juicio, José Barceló, representante de lo que por
entonces se llamaba “intransigencia obrera”, y ello dio lugar a la primera
huelga general en España, que afectó a gran parte de Cataluña. Pocos años
después se producen insurrecciones en Andalucía y Extremadura.
La revolución
palaciega de 1868 catalizó la dinámica del asociacionismo proletario, y además
a finales de ese año viajó a España un colaborador de Bakunin, Giuseppe
Fanelli, que participó en la constitución de secciones de la Internacional
(AIT) en Madrid y Barcelona. En 1870 se creó la Alianza (de la Democracia
Socialista), una sociedad secreta inspirada en la organización internacional
bakuninista de igual nombre, y ese mismo año y como una sección nacional de la
AIT, fue fundada la Federación Regional Española (FRE), que aglutinaba a unos
cuarenta mil trabajadores. Esta asociación defendía como meta un colectivismo
de raíz bakuninista, a alcanzar por medio de la huelga general, pero la
sangrienta represión de la Comuna de París en mayo de 1871 puso de manifiesto
el antagonismo irreductible entre burguesía y proletariado y dio argumentos a
los sectores más exaltados, que abogaban por una sublevación.
En el año
revolucionario de 1873, la FRE trató de distanciarse de procesos que
consideraba “políticos”, como el cantonalismo de Cartagena, aunque algunos
reconocidos ácratas tuvieron allí un papel relevante, anticipando tal vez el
gesto de los ministros anarquistas de noviembre de 1936. Sí se apoyaron
abiertamente, sin embargo, insurrecciones netamente obreras, como la de Alcoy.
La represión que siguió a estos intentos y el golpe de estado de Pavía en enero
de 1874 cambiaron las tornas y dieron paso a una fase de clandestinidad,
independencia de las secciones y llamamientos a la acción directa. En 1878 y
1879 fueron provocados numerosos incendios en latifundios andaluces, y dos
anarquistas, Juan Oliva y Francisco Otero, atentaron contra Alfonso XII. A
finales de 1881, en Le Révolté, la revista de Kropotkin, se reconoce que: “El movimiento obrero regresa a Europa con fuerzas
renovadas, (…) Pero es sobre todo en España donde en este momento conoce un
serio desarrollo.”
Progreso de la organización con una discusión recurrente:
comunismo o colectivismo
La autora
discute ampliamente la utopía social defendida por los ácratas. Hasta 1876, el
sistema colectivista de Bakunin-Guilllaume, expresado en la fórmula: “a cada
uno según su trabajo”, se consideraba inevitable en un primer estadio tras la
revolución, aunque se admitía como objetivo final el ideal comunista de “a cada
cual según sus necesidades”. No obstante, a partir de este año crucial, marcado
por la muerte de Bakunin y la llegada de Kropotkin a Europa occidental tras su
fuga de Rusia, el último sistema pasa a ser propuesto para organizar la nueva
sociedad desde el primer momento, tal y como planteaba Kropotkin. Va a ser en
España donde este ideario encontrará mayor resistencia.
Cuando la FRE
salió de la clandestinidad en 1881, decidió cambiar su nombre a Federación de
Trabajadores de la Región Española (FTRE). La estrategia insurreccionalista
propugnada en el Congreso anarquista de Londres de ese mismo año, al que
asistieron Kropotkin y Malatesta, contrastaba con la más gradualista de muchos
libertarios españoles, partidarios de la lucha a cara descubierta apoyándose en
los gremios, los futuros sindicatos. El número de integrantes de la asociación
creció rápidamente, desde unos tres mil en 1881 a cerca de cincuenta mil al año
siguiente, repartidos sobre todo por Cataluña y Andalucía.
En sus
congresos, la federación siguió definiéndose como colectivista y legalista, y
debió enfrentar la resistencia de los que vivían las condiciones más duras en
el sur de la península y defendían la vía insurrecional. Los Desheredados, el
grupo disidente organizado allí estará activo hasta 1886, en años marcados por
el famoso caso de La Mano Negra, represión indiscriminada que se cebó sobre el
movimiento a partir de 1882 con el pretexto de crímenes eficazmente
instrumentalizados. Cuando la FTRE se desmarcó de los autores de delitos
comunes y abandonó a su suerte a los seis anarquistas de Jerez ejecutados en
1884, ello tensó aún más las relaciones con los grupos dominantes en Andalucía,
que comenzaron a defender tesis comunistas contra el colectivismo imperante.
Las discrepancias se suavizaron a finales de esa década con la propuesta de
Tarrida del Mármol de un “anarquismo sin adjetivos”, pero ésta no satisfizo a
algunos en ambos bandos.
Contra la
opinión bastante extendida de que entre 1888 y 1910 el anarquismo fue un
movimiento sin apenas incidencia social más allá de la actividad terrorista,
Gonzalbo sintetiza trabajos recientes de Francisco Fernández Gómez, que
muestran la vitalidad por entonces de grupos anarco-comunistas como los de
Gràcia y los medios de expresión con que contaban, al tiempo que recuerda la
trayectoria de hombres y mujeres comprometidos en aquellas luchas, como Martí
Borràs y Francesca Saperas. La organización de estos militantes se basada en
grupos de afinidad autónomos que se adaptaban a la libre espontaneidad de los
individuos. Se pasa revista luego a la difusión de estas ideas por toda la piel
de toro.
Tras la
disolución de la FTRE en 1888, se observa un cierto acercamiento de los que
defendían el colectivismo al ideario comunista dominante en Europa. Aparte de
esto, la década de 1890 va a estar marcada por el incremento de la represión y
la radicalización de los grupos anarquistas. En enero de 1892 los campesinos revolucionarios
logran hacerse con la ciudad de Jerez por unas horas y son perseguidos después
con una dureza que será la tónica tras los frecuentes atentados con bomba de
esa época. Los procesos y ejecuciones de Montjuic (1896-1897) deben entenderse
como un intento de aniquilación del movimiento que resultará infructuoso, pero
hará renacer la acerba división entre legalistas e insurreccionalistas.
Los aires del
nuevo siglo traen una proliferación de huelgas por toda España. Así, en el
verano de 1907 surge en Barcelona una agrupación de secciones, tanto
anarquistas como socialistas, que adopta el nombre de Solidaridad Obrera y ese
mismo año comienza a editar un periódico homónimo, convertido pronto en tribuna
de las más respetadas voces libertarias. Tras la Semana Trágica de 1909, que
actúa como revulsivo, las asociaciones obreras optan por dotarse de una robusta
estructura federal para defender sus intereses en las luchas sindicales del día
a día, aunque sin renunciar a la meta revolucionaria. Con esta perspectiva nace
la CNT en 1910.
Gimenología en acción
El texto viene
enriquecido con dos apéndices, uno con un fragmento de Kropotkin contra el
colectivismo, tanto autoritario como libertario, y otro de Élisée Reclus
llamando a los campesinos a hacerse dueños de las tierras que cultivan.
Incorpora también una cronología y una interesante selección de fotografías y
documentos.
Una de las
virtudes del libro es que analiza en detalle las conexiones entre el anarquismo
que eclosiona en España en el siglo XIX y los sucesos acaecidos paralelamente
al otro lado de los Pirineos, como las vicisitudes de la internacional o la
Comuna de París. De este modo, la evolución inicial del movimiento ácrata que
habría de protagonizar algunos de los acontecimientos revolucionarios más ambiciosos
registrados en el solar europeo, puede entenderse en su contexto y de forma más
coherente.
Es importante
señalar además que Los caminos del
Comunismo Libertario en España se aplica generosamente a la misión que se
impusieron a sí mismos los fundadores de la gimenología. Myrtille Gonzalbo ha
sabido rebuscar y reunir los datos aportados por un gran número de autores,
antiguos y recientes, para construir un relato en el que un aspecto esencial es
la reivindicación de los protagonistas peor conocidos de las movilizaciones que
se estudian. La obra nos acerca así, rigurosa y empáticamente, a una abigarrada
multitud de personajes casi olvidados que dedicaron su vida a combatir los
desmanes del capital y abrieron camino para las luchas de hoy.
Blog del
autor: http://www.jesusaller.com/.
En él puede descargarse ya su último poemario: Los libros muertos.
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