Debate
Dependencia y teoría del valor
Claudio
Katz
Vientosur
13.07.2018
Globalización productiva
El avance cualitativo registrado en la mundialización
modifica los términos del debate desarrollado hace varias décadas. Salta a la
vista el carácter globalizado de muchas actividades que no tenían ese perfil en
los años 70. Esa modificación consolida la tendencia de un gran segmento de la
economía a desenvolverse con precios y tasas medias de ganancia
internacionalizados.
La nueva división global del trabajo que despuntó en
el debut del neoliberalismo se ha consolidado con la actual relocalización
fabril. Se ha generalizado el desplazamiento de las empresas transnacionales,
que emigran a la periferia para lucrar con la baratura, disciplina o
sometimiento de los trabajadores. Ese cambio fue incluso percibido por los
autores que en los años 70, objetaban la vigencia de un status avanzado de
mundialización. En la década posterior reconocieron la nueva presencia de
campos de valorización regidos por barómetros internacionales (Mandel, 1996).
La preeminencia actual de ese segmento global es
notoria. No sólo los tradicionales límites a la movilidad del capital y las
mercancías fueron quebrantados por la mundialización financiera y los tratados
de libre comercio. También se debilitó la obstrucción interpuesta por la
multiplicidad de tipos de cambio a los patrones internacionales de precios y
ganancias. Algunas economías confluyeron en monedas comunes (Europa) y otras
dolarizaron sus movimientos o instauraron formas regionales de coordinación
cambiaria.
La ausencia de un sistema estatal planetario continúa
imposibilitando la vigencia de variables plenamente mundializadas. Pero las
empresas transnacionales operan a esa escala y los organismos que apuntalan su
actividad (BM, FMI, OMC), administran modalidades tendenciales de esa gestión.
Los mecanismos de mayor internacionalización han sido
particularmente introducidos en las cadenas globales de valor. Ese tipo de
estructuras incluye formas muy avanzadas de localización diversificada de los
procesos de fabricación. Las empresas aprovechan las diferencias de
rentabilidad que genera esa variedad de formas de explotación.
Las cadenas aseguran la captura de beneficios
extraordinarios por parte de las empresas ubicadas en la cúspide de la red. En
la industria del vestido, por ejemplo, las plusganancias quedan en manos de los
grandes compradores (marcas), en desmedro de los fabricantes textiles (plantas
automatizadas) y las firmas intensivas en mano de obra (Starosta; Caligaris,
2017: 237-276). El mismo principio de redistribución de la plusvalía opera en
el funcionamiento territorial de las empresas satélites. La subcontratación es
el principal dispositivo de transferencia de valor. La compañía rectora obtiene
ganancias superiores, fijando las condiciones de adquisición de los insumos
provistos por sus abastecedores.
En las cadenas ya opera un circuito unificado de
precios y ganancias medias internacionalizadas. Marini sólo observó en las
maquilas los anticipos de un mecanismo que remodela toda la dinámica del
intercambio desigual.
En la etapa actual la generación de plusvalía diverge
significativamente de su distribución geográfica. El proceso de transformación
de los valores en precios se consuma a escala internacional, acompañando el
divorcio entre mercancías producidas en un país y consumidas en otro. La
plusvalía gestada con bajos costos en las fábricas de Asia es plasmada en los
mercados de Estados Unidos y Europa, bajo la gestión de las empresas
transnacionales (Smith, 2010; 246-249). En esta nueva secuencia las
transferencias internacionales de valor asumen una escala sin precedentes.
El sentido del trabajo potenciado
Los desplazamientos mundiales de plusvalía que
fundamentan la dinámica del intercambio desigual han suscitado fuertes
controversias. Algunos autores impugnan su vigencia, señalando que las
diferencias entre economías desarrolladas y retrasadas derivan de la existencia
de productividades disímiles. Afirman que las horas de trabajo en ambos lugares
no son simplemente comprables. El contraste requiere considerar el nivel de
complejidad laboral en el centro y el consiguiente gasto superior en formación
de la fuerza de trabajo (Astarita, 2010: 140-145).
Esa desigualdad se resume en la noción de trabajo
potenciado, que Marx utilizó para caracterizar las modalidades laborales
avanzadas. Como la periferia carece de esas calificaciones comercia desde un
status diferente, sin generar transferencias en el intercambio de mercancías
(Astarita, 2011). Los capitales del centro no sustraen valor de las economías
relegadas. Sólo producen mercancías más valorizadas con mejores técnicas y
menor cantidad de horas de trabajo (Astarita, 2013b).
En los años 70 los debates sobre este mismo problema
se plantearon en otros términos. Bettelheim señaló que era incorrecto comparar
los salarios de las distintas economías omitiendo las diferencias de
productividad. Pero introdujo esa observación sólo para revisar el alcance del
intercambio desigual. Buscó enmendar esa tesis sin invalidarla. Conectó la
gravitación de los salarios a sus diferentes productividades, pero en ningún
momento cuestionó las transferencias internacionales de valor, en que se
asienta el funcionamiento del capitalismo mundial.
Su señalamiento permite entender que el trabajo
potenciado no desmiente los desplazamientos internacionales de plusvalía.
Simplemente incorpora distintas complejidades del trabajo a una estructura de
funcionamiento global, modificando las magnitudes en juego.
El trabajo potenciado es un concepto relevante, en
relación al tiempo de trabajo socialmente necesario que rige en cada rama de la
producción. El análisis de esa categoría se ubica en ese plano determinante del
valor de las mercancías.
Pero los bienes no se intercambian por esas
magnitudes, sino en función de los precios de producción que adopta cada
producto, al cabo de un proceso de conformación de la ganancia media. Esa
dinámica involucra transferencias de valor entre distintas ramas en una
circulación intermediada por el dinero. A través de ese eslabón, las mercancías
elaboradas con calificaciones diferentes y productividades diversas quedan
convertidas en unidades intercambiables.
En este segundo terreno de transferencias de plusvalía
se sitúa el estudio del intercambio desigual. A esa escala del mercado mundial
y de la totalidad de las mercancías, no existe ninguna incompatibilidad con los
parámetros del trabajo potenciado, que definen previamente el valor de las
mercancías en cada sector.
Esta diferencia de niveles analíticos ha sido
subrayada por los investigadores, que recuerdan por qué razón la noción de
trabajo potenciado fue introducida en el primer tomo de El Capital.
Allí se indaga la formación del valor de las mercancías.
En las observaciones sobre el mercado mundial añade
otro concepto, para resaltar las diferencias existentes entre productos
gestados con disímiles niveles de acumulación. A esa brecha alude con el
concepto de remuneración internacional diferenciada del trabajo más productivo
(Machado, 2011). Esta segunda categoría -situada en un plano más
empírico-concreto- fue el punto de partida de los debates sobre el intercambio
desigual.
En un ejemplo contemporáneo de estas distinciones, se
podría señalar que el trabajo potenciado se verificó cuando Microsoft desplazó
a IBM. Allí fijó un nuevo parámetro de valor en el universo informático. La
dinámica de transferencias de plusvalía se observó en cambio en otro plano y a
otra escala, cuando la misma empresa absorbió valor -en concepto de renta
tecnológica- a múltiples firmas de distintos sectores. El despegue del índice
NASDAQ en Wall Street ilustró esa captación.
En esta segunda dimensión y en la órbita internacional
se ubica la problemática inicialmente estudiada por el intercambio desigual.
Comenzó a conceptualizar los flujos internacionales de plusvalía provenientes
de las economías retrasadas. Esos países exportan bienes elementales y
participan en tareas básicas de la fabricación internacionalizada de las
mercancías. El trabajo potenciado es un componente y no una refutación de ese
proceso.
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