La
celebración de la I Jornada de Políticas Lingüísticas dentro de una España
federal, organizada por Federalistes d’Esquerres, permite reseguir la evolución
de la intelectualidad progresista catalana sobre esta delicada cuestión.
La izquierda catalana ante la
cuestión lingüística
El Viejo Topo
18 marzo, 2023
Del Foro Babel a Federalistes d’Esquerres
La Jornada se
celebró el pasado sábado 11 de marzo en Hospitalet de Llobregat. Se trata del
segundo municipio por población de Catalunya que forma un continuum urbano con
Barcelona y que está habitado por trabajadores de origen meridional de lengua
castellana. La ciudad está gobernada por Núria Marín, una de las estrellas del
firmamento socialista catalán, y presidenta, en coalición con Junts per
Catalunya, de la poderosa Diputació de Barcelona.
El plato fuerte
de Jornada fue la presentación del manifiesto Llamamiento federal por
la entente lingüística, cuya presentación debía ir a cargo de Lluís Rabell
que, en el último momento, excusó su presencia. Rabell es miembro de la
Comisión de Lenguas de Federalistes d’Esquerres, expresidente de la Federación
de Asociaciones de Vecinos de Barcelona, cabeza de lista y exdiputado de los
Comunes y reciente fichaje de la candidatura del PSC Ayuntamiento de Barcelona,
encabezada por Jaume Collboni.
El contenido
del manifiesto federalista guarda notables semejanzas con los dos manifiestos
del Foro Babel de los cuales se cumplen poco más de 25 años. En ambos se
realiza una crítica de la política lingüística vigente en Catalunya,
especialmente en el ámbito de la enseñanza pública, basada en el concepto de
“lengua propia” e implementada con el modelo de inmersión lingüística
obligatoria. Es decir, todas las asignaturas se imparten en catalán, salvo la
dedicada a la enseñanza de la lengua castellana de dos horas semanales en
primaria y tres en secundaria. Ello, independientemente el idioma materno del
alumnado que, en casos como Hospitalet, es abrumadoramente el castellano. Una
práctica contraria a los principios de la UNESCO y al sentido común pedagógico
que insiste en la conveniencia de iniciar el aprendizaje de la lectura y
escritura en la lengua materna o vehicular del alumno y posteriormente
introducir la enseñanza de un segundo o tercer idioma.
Los contextos
políticos y sociales de Babel y del actual manifiesto federalista son desde
luego distintos. El Foro Babel surgió, desde la intelectualidad progresista del
país, tras cinco años de la aplicación de los decretos de inmersión (1992) y en
el contexto del debate parlamentario de la Ley de Política Lingüística. Una
norma que venía legalizar los decretos de inmersión y a implantar un modelo
monolingüe en catalán en todos los ámbitos de las relaciones de la
administración autonómica con la ciudadanía; incluida la educación obligatoria,
el tema más sensible del debate.
Federalistes
d’Esquerres se fundó hace una década y como reacción de sectores de la
intelectualidad progresista ante el ascenso del movimiento independentista
catalán y para combatir en el terreno ideológico, donde Antonio Gramsci decía
que se gestan las hegemonías políticas, y proporcionar alternativas al
secesionismo. En ambos casos, se trata de movimientos reactivos de la
intelectualidad progresista catalana, que se siente desamparada por sus
partidos de referencia. En un caso frente a la legislación monolingüe y contra
el procés soberanista en el otro.
Foro Babel fue
un fracaso político que no consiguió ni que PSC, ni ICV modificasen su posición
en esta delicada materia, lo cual constituía uno de sus objetivos estratégicos.
Quim Nadal, entonces alcalde socialista de Girona, y Rafael Ribó, entonces
líder de los ecosocialistas, ambos ahora en las filas del independentismo,
impusieron su criterio. Este fracaso político, al comprobar que con la
izquierda catalana no había nada que hacer en este terreno, fue de los factores
que condujo a la fundación de Ciudadanos (Cs), como ejemplifica la trayectoria
de Francesc de Carreras, uno de los principales impulsores de Babel y fundador
de Cs.
Por el
contrario, FdE, surgido de ámbitos semejantes, ha tenido un mayor éxito
político. En esta década se ha consolidado como uno de los principales foros de
“rearme” ideológico de la izquierda catalana federalista y contraria a la
secesión de Catalunya. El parlamento de Victòria Camps, impulsora de Babel y
miembro de FdE, en la clausura del acto marcó un tenue hilo de continuidad
entre ambos colectivos.
Dos manifiestos
Una comparación
entre los contenidos del Primer Manifiesto de Foro Babel, Documento sobre
el uso de la lenguas oficiales de Catalunya (abril 1997) y el reciente
manifiesto federalista puede resultar útil cara a reseguir la evolución de la
intelectualidad progresista catalana respecto a la cuestión lingüística.
Foro Babel
defendía el “bilingüismo” real en las comunicaciones de la Generalitat con la
ciudadanía, en correspondencia con la composición sociolingüística del país. El
bilingüismo constituía un principio clave que se extendía a la enseñanza. Por
tanto, ambos idiomas oficiales habían de ser las “lenguas vehiculares en todos
los ciclos de la enseñanza obligatoria”, en una proporción similar que podría
variar según el “entorno lingüístico y cultural” de cada centro. Se excluía
expresamente la separación de los alumnos en función de su lengua materna o
vehicular.
El manifiesto
federalista no utiliza el concepto de bilingüismo, término que ni siquiera se
menciona. Se propugna una suerte de inmersión atemperada según el cual “la
proporción de las materias impartidas en los distintos idiomas siga criterios
pedagógicos, adaptándose a las necesidades del alumnado y al entorno
sociolingüístico de cada centro. Tampoco parece discutible que, pese a la
centralidad vehicular del catalán, el castellano no puede convertirse en algo
marginal, ajeno a la adquisición viva de conocimientos”.
El manifiesto
federalista sobre la concordia lingüística se difunde tras el fracaso del
procés soberanista y cuando se ha producido en el movimiento independentista
una especie de agresivo repliegue identitario en torno a la lengua. Del énfasis
por el ejercicio al derecho a la autodeterminación y a la independencia, se ha
pasado a las campañas en favor del catalán, considerado un idioma amenazado de
muerte sin una acción radical de las administraciones públicas, pero también
sin el compromiso personal de sus hablantes.
En el cuarto de
siglo entre ambos manifiestos se aprecian notables diferencias respecto a la
percepción de la vitalidad del catalán. El manifiesto de Babel partía de la
percepción que, después de más dos décadas de democracia y autogobierno, el
futuro de la lengua catalana no corría peligro y había entrado en una
“situación de plena normalidad después de un periodo de grave excepcionalidad”.
No obstante, se propugnaban medidas de “discriminación positiva” en el terreno
cultural derivadas de su condición de lengua minoritaria y largamente
perseguida por las dictaduras de los generales Miguel Primo de Rivera y
Francisco Franco.
El manifestó
federalista comparte el criterio de “protección especial” del catalán y señala
fenómenos nuevos como que “el catalán se ha convertido en antipático para un
número creciente de alumnos. La lengua de Pompeu Fabra reina en las aulas… y el
castellano es la lengua franca del patio y del grupo de amigos”. Asimismo, se
indica que el impulso al conocimiento del catalán como un factor del “ascensor
social” para los trabajadores castellanohablantes “ha dejado de funcionar”.
Además, se muestra la preocupación por el aumento de la “segregación escolar”,
no solo entre los alumnos de las lenguas oficiales, sino por la creciente
presencia en las escuelas de niños y jóvenes procedentes de las “oleadas
migratorias de la globalización” de otros ámbitos lingüísticos. También, se
advierte del peligro que en el país se formen “comunidades etnolingüísticas
separadas”. Un proceso favorecido por el procés, que ha llegado a
calificar de “colonos” a los trabajadores españoles que emigraron a Catalunya a
mediados del siglo pasado.
Batallas en los tribunales
Otro aspecto
que separa a ambos manifiestos radica en la prolongada guerra judicial, a raíz
de la sentencia del Tribunal Constitucional del 2010 sobre l’Estatut
d’Autonomia del 2006 que cuestiona el carácter monolingüe de la legislación
lingüística autonómica que vacía de contenido la cooficialidad de la lengua
castellana en Catalunya.
Estas batallas
en los tribunales llegaron a su punto de inflexión, tras años de sentencias,
recursos, incumplimientos y estrategias dilatorias de la Generalitat con la
ratificación por parte del Tribunal Supremo de la sentencia del Tribunal
Superior de Justicia de Cataluña según la cual todos los centros docentes
estaban obligados a impartir como mínimo el 25% de las clases en castellano
que, en la práctica, sería una asignatura en este idioma, a partir del curso
escolar 2022-2023.
Justamente,
para orillar este escollo, PSC, Comunes, ERC y Junts a regañadientes aprobaron
por la vía de la máxima urgencia y a contrarreloj la reforma de la Ley de
Política Lingüística, la misma que había sido criticada por Babel, para evitar
el cumplimiento de esta sentencia que abría una fisura en la práctica de la
inmersión. Así se distinguía entre lengua vehicular (catalán) y lengua
curricular (castellano) sin precisar qué significa en la práctica esta
diferenciación y se prohibía establecer porcentajes en el uso de las lenguas. Esto
condujo a que el TSJC suspendiera cautelarmente la ejecución de la sentencia
del 25% y la elevara al Tribunal Constitucional que aún no se ha pronunciado.
El alineamiento
de PSC con los Comunes y los independentistas, ambos firmes defensores de la
inmersión, para impedir el cumplimiento de la sentencia del 25% cayó con un
jarro de agua fría en los colectivos que como, Asamblea por una Escuela
Bilingüe, había impulsado la vía judicial.
Límites políticos
La alcaldesa
Núria Marín, en su intervención de bienvenida e inauguración de la Jornada,
fijó claramente su posición, la oficial del PSC, sobre las cuestiones a debate.
Defendió la inmersión como un “modelo de éxito” y una garantía del “ascensor
social”. En un municipio como Hospitalet, con la inmensa mayoría de niños y
jóvenes de familias y barrios de lengua castellana, la escuela es el único
lugar donde tienen contacto con la lengua catalana. Esto les proporciona una
igualdad de oportunidades respecto a los alumnos de otras zonas geográficas y
clases sociales. “El castellano ya lo aprenderán en la calle” –aseguró. No
obstante, se mostró partidaria de una “inmersión asimétrica” mediante la cual
los alumnos de las comarcas mayoritariamente catalanohablantes pudieran tener
más horas en castellano.
Las
exposiciones de algunos ponentes constituyeron una refutación de las tesis de
la alcaldesa y fueron muy críticos con la inmersión. Silvia Carrasco y Ana
Losada aportaron numerosos datos sobre el fracaso escolar que cuestionan la
tesis de la inmersión como modelo de éxito. El abandono de los estudios
obligatorios es de una media del 20%, un porcentaje que se dispara entre el
alumnado de renta baja y castellanohablante de los barrios de la periferia del
Área Metropolitana de Barcelona. Joaquim Coll manifestó que la política
lingüística de la Generalitat es “nacionalista”, pues busca la creación de una
comunidad monolingüe y que abunda en argumentos hispanófobos. En consecuencia,
apeló a la izquierda para que se desprenda de esa orientación ideológica y construya
un modelo lingüístico federal basado en el bilingüismo y que libere a la lengua
catalana de la patrimonialización que hacen de ella los
nacionalistas/independentistas. Por su parte, Mireia Esteva, presidenta de FdE,
apuntó a la necesidad de transformar las relaciones de competencia, cuando no
de hostilidad, entre ambas lenguas por una relación de “fraternidad” entre
ellas.
La intervención
de Marín y la ausencia de Rabell puede interpretarse como un indicio de hasta
dónde está dispuesto a llegar el PSC en este tema. De hecho, en su último
congreso se aprobó una moción para flexibilizar la inmersión en función del
entorno sociolingüístico, en sintonía con las declaraciones de Josep Bargalló,
entonces conseller de Enseñanza de ERC.
Tareas pendientes
La mera
celebración de este debate indica que algo se está moviendo en los medios
intelectuales del entorno del PSC. La inmersión lingüística se ha convertido en
una posición ideológica fortificada la cual los nacionalistas/independentistas
y los Comunes no abandonarán sin presentar batalla en todos los ámbitos de la
vida pública. Ello a pesar de las crecientes evidencias que cuestionan que sea
un “modelo de éxito”, así como los mantras ideológicos en los cuales se
sustenta.
Al PSC le
aterra verse expulsado del consenso lingüístico, ahora propiedad de los
nacionalistas, y que se cuestione su condición de partido catalanista. Ello a
pesar de que tanto sectores importantes de sus bases sociales como de sus
intelectuales se muestren muy críticos con las políticas lingüísticas en vigor.
Por todo ello y ante el ciclo electoral en ciernes, no parece que quieran ir
más allá de una suerte de atemperación, una flexibilización de la inmersión. A
la espera de la resolución del Tribunal Constitucional sobre el tema que podría
reabrir el debate y el conflicto político en torno a la lengua.
Mientras tanto,
queda pendiente la tarea de elaborar un modelo lingüístico alternativo al
vigente que respete los derechos lingüísticos de los hablantes de las dos
lenguas oficiales y que se adecue a la realidad sociolingüística de los centros
docentes. No es posible que habiendo dos idiomas oficiales y vehiculares en el
país, la Generalitat solo emplee uno de ellos para dirigirse a la ciudadanía.
Ello sin menoscabar el apoyo a la cultura catalana y la exigencia de su
reconocimiento como idioma oficial en las instituciones del Estado español y de
la Unión Europa.
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