La geopolítica
está reñida con la ética, al igual que la guerra. Y esto sucede también con las
izquierdas, que nacieron para poner en primer lugar a los seres humanos,
mientras las derechas se ocupaban de las ganancias materiales y del poder.
La razón geopolítica contra los pueblos
El Viejo Topo
18 agosto, 2023
Cada día se nos aparecen con más transparencia los horrores de la guerra de Ucrania, las terribles consecuencias de las armas sobre los cuerpos y su entorno de vida. Notable, sin embargo, que los medios mencionen, sobre todo, la destrucción material de edificios históricos y emblemáticos, de puentes y demás infraestructuras y de material de guerra, que siempre se lleva portadas y titulares.
Los seres
humanos apenas ocupan espacios marginales, porque son, cada vez más,
considerados como daños colaterales, ya que lo que realmente importa es el
valor de las cosas. Una actitud típica del capital que está siendo asumida cada
vez más por las izquierdas del sistema. Con la geopolítica sucede algo similar.
Es noticia, por
ejemplo, cuando una renombrada periodista de la televisión ucrania, Yanina
Sokolova, comparte el dolor de los soldados en sus redes sociales, el cuerpo
amputado de un herido de guerra, lleno de traumas físicos y lesiones. Se
siente mal las 24 horas del día, escribe (La Stampa, 21/7/23). Para
calmar los dolores y los daños en su cuerpo debe tomar opiáceos, que tienen
consecuencias también negativas.
Días atrás el
parlamento votó, con urgencia, la legalización de la mariguana para fines
medicinales, algo a lo que se había negado anteriormente, para aliviar el sufrimiento
terrible de soldados y civiles devastados por el conflicto, señala el texto
de La Stampa.
Agrega que uno
de los efectos de la guerra está siendo el crecimiento exponencial de la
demanda por cannabis y sustancias sicoactivas en Ucrania y Rusia, utilizadas
como tranquilizantes, anestesia contra dolores y alucinaciones, y aun como
estimulante en casos de depresiones profundas.
Al parecer, la
relación entre guerra y drogas es muy fuerte. Después de la guerra de Vietnam,
se constató un masivo uso de heroína entre ex soldados estadunidenses, a tal
punto que los sucesivos gobiernos debieron financiar programas para abordar las
dependencias.
Los relatos
actuales sobre la guerra buscan ocultar a los seres humanos. Abundan los datos
generales (ofensivas militares, tipo de armas utilizadas, fotos y videos sobre
la destrucción, cantidad de muertos y heridos), pero raras veces aparecen los
cuerpos mutilados y destrozados que son el pan de cada día en las zonas de
combate. La guerra es, como se dice estos días, una picadora de carne. Los
especialistas aseguran que la expectativa de vida de un soldado en el frente es
de apenas cuatro horas.
La geopolítica
también oculta a las personas. Enseña qué naciones se pueden beneficiar de la
guerra y cuáles pueden perder. Se empeña en analizar los resultados
estratégicos en el balance de poder global. Desde la izquierda latinoamericana,
no pocos se congratulan de una posible derrota del campo occidental y en
particular de Estados Unidos. Creen que un triunfo de Rusia y de China traerá
beneficios a las clases trabajadoras. Pasan por alto los sufrimientos de las
mujeres, de los jóvenes y de los pueblos de esos países, y se fijan apenas en
la escala macro de las relaciones internacionales.
La geopolítica
está reñida con la ética, al igual que la guerra. Y esto sucede también con las
izquierdas, que nacieron para poner en primer lugar a los seres humanos,
mientras las derechas se ocupaban de las ganancias materiales y del poder. Como
sabemos, las diferencias entre izquierda y derecha han desaparecido, siendo la
mayor derrota cultural y política imaginable.
Con ello no
pretendo decir que los datos y análisis que provienen de la geopolítica no
tengan ninguna importancia para los pueblos. Pero una cosa es tomarlos en
cuenta y otra muy diferente es subordinarse a su lógica, siempre estatal e
imperialista. Algo similar sucede con la economía: es necesario atender sus
aportes, pero la deriva economicista entre los de abajo supone una claudicación
ante las tecnocracias que la manejan.
Esa deriva
implica colocar en el centro del pensamiento y la acción las supuestas leyes
económicas, implacables, que conducirían a los pueblos a su liberación, en vez
de considerar el conflicto social como el corazón de la emancipación.
Ahora que la
geopolítica goza de tantos adeptos, parece importante señalar sus limitaciones,
más sociales que intelectuales. Voy con un ejemplo: creo que la caída del régimen
de Daniel Ortega en Nicaragua beneficiaría a Estados Unidos, razón por la cual
China y Rusia lo apoyan. Ninguno piensa en la población nica, esa que
sufre todos los días con un régimen intolerante y represor.
En este punto
no hay modo de equivocarse: se piensa desde y con los pueblos oprimidos o se
abraza la lógica del poder y de la maldita correlación de fuerzas. Ante
nosotros está sucediendo algo tremendo: se abordan todas las facetas de la vida
como si se tratara de un encuentro de futbol. Duele a quienes disfrutamos de
ese deporte. Pero duele muchísimo más, a quienes todavía creemos que vale
jugarse por los seres humanos de este mundo, más allá del lugar que habiten.
Fuente: La Jornada (México)
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