No, no puedes descargar tu
conciencia en internet
Por Asier Arias
Rebelión
05/04/2021
Extracto
de Introducción
a la ciencia de la conciencia
Por alguna
extraña razón, parece haber gente interesada en «descargar» su conciencia en
cacharros computacionales. A ese deseo debe subyacer la asunción de que lo
mental y lo computacional tienen algo que ver. No obstante, lo cierto es que
ningún especialista en filosofía de la mente, psicología, inteligencia
artificial o neurociencia cognitiva ha logrado especificar qué clase de
relación cabría entender que guardan lo mental y lo computacional, ni tampoco
si guardaran de hecho alguna. Otra asunción sin la que el señalado deseo
resultaría por principio irrealizable sería la de que la actividad
neurobiológica responsable de la emergencia de la conciencia puede replicarse
por medios computacionales. Sin embargo, a día de hoy, no sabemos cuál es esa
actividad y, adicionalmente, replicar por medios computacionales no ya la
actividad del cerebro, sino su mera estructura, es algo que está muy lejos del
alcance de nuestras manos.
En abril de
2019 el Allen Institute for Brain Science celebraba la culminación de un
ambicioso proyecto de investigación: cartografiar cada una de las 100.000
neuronas y cada una de las 1.000 millones de sinapsis (puntos de conexión entre
neuronas) contenidas en un milímetro cúbico de corteza cerebral de ratón. Por
el momento, se trata del conectoma (así se llama este tipo de «mapa») a nanoescala
de mayores dimensiones, valga el oxímoron. Dentro de ese granito de arena había
unos cuatro kilómetros de fibras nerviosas. El equipo tomó imágenes de más de
25.000 secciones ultrafinas del tejido contenido en ese minúsculo volumen,
generando un conjunto de datos (dataset) de dos petabytes: suficiente
capacidad como para unos 50 millones de elepés en MP3 –el faraón
Mentuhotep III podría haberle dado al «play» en el año 2.000 a. C. y todavía no
se habría repetido una sola canción.
Si quisiéramos
mapear de forma análoga no ya un cerebro humano completo, sino sólo su corteza,
generaríamos un zetabyte: aproximadamente, la cantidad de información
actualmente registrada en todo el mundo. Si a esos datos meramente morfológicos
quisiéramos añadir datos más específicos, acerca de la tipología química de las
sinapsis, pongamos por caso, necesitaríamos múltiplos de esa cifra. Si además
quisiéramos añadir, por ejemplo, datos acerca del citoesqueleto proteico que
conforma la estructura interna de las neuronas, generaríamos por cada neurona
una cantidad de información similar a la requerida para mapear la anatomía
neuronal del cerebro completo. Si quisiéramos pasar de estas «fotos» al
«vídeo», incluyendo datos acerca de la actividad acaecida en cualquier fracción
de tiempo en cualquiera de estos niveles de organización, necesitaríamos,
sencillamente, elevar una cifra absurda a otra astronómica.
Se trata de
hechos que no debieran descuidar los que fantasean con «simulaciones
computacionales del cerebro» –los que fantasean con descargar su conciencia en
algún cacharro computacional tampoco harían mal en reparar en ellos.
Asier Arias . Profesor en el Departamento de Lógica y Filosofía Teórica de
la Universidad Complutense de Madrid
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