viernes, 27 de julio de 2018

SOBRE CHINA. LO MEJOR DE CHINA ES QUE ES LA PARTE DEL MUNDO DONDE MÁS CHINOS Y CHINAS HAY, ADEMÁS DE QUE EL PELO DE LAMÓN NO TIENE LABO



China

Geopolítica china: continuidades, inflexiones, incertidumbres
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Pierre Rousset
Vientosur
25.07.2018
Para Pekín, la época durante la que las potencias europeas han dominado el mundo no ha sido más que un paréntesis antes de que la historia recupere su curso normal, sinocéntrico. China se ha convertido en la segunda potencia mundial. La geopolítica china, sin embargo, ha entrado en una fase de adaptación a un mundo incierto. El conflicto entre EE UU, potencia establecida, y China, potencia ascendente, estructura hoy, en gran medida, la geopolítica mundial. El despliegue de la potencia china se produce en tres espacios históricos y geoestratégicos diferentes y a la vez interdependientes:

• Extremo Oriente/Pacífico Norte. Una zona privilegiada para las ambiciones imperialistas de EE UU en el siglo XIX, frente a Japón. El actual conflicto coreano se inscribe justamente en este espacio histórico, en particular con dos diferencias importantes: la desaparición de las potencias europeas y el papel propio de China.

• La marcha al Oeste. Iniciada por Xi Jinping y concretada en las nuevas Rutas de la Seda, su horizonte se sitúa en la totalidad de Eurasia, Oriente Medio y África del Norte y del Noreste. Simbólicamente, el nuevo imperialismo chino recorre a contrapelo las vías de la expansión inicial, desde el Viejo Mundo, de los imperialismos europeos tradicionales.

• El espacio mundial. La China capitalista se ha convertido estos últimos años en un actor principal en todos los continentes y en (casi) todos los terrenos, diplomáticos o económicos. La ambición se pretende global, incluida la influencia del modelo político y cultural del que China es, a los ojos de Xi Jinping, portadora.

Vista desde China, la época durante la que las potencias europeas han dominado el mundo no ha sido más que un breve paréntesis antes de que la historia recupere su curso normal, a saber, la centralidad china. Esta visión sinocéntrica que prevalece en China constituye una base cultural sólida para el expansionismo del nuevo imperialismo chino, a imagen y semejanza de la visión eurocéntrica para los imperialismos conquistadores de hace dos siglos. Se trata de proyectar la civilización china como antaño la civilización europea. Para Xi Jingping, el siglo XXI será el siglo chino.

I. La geopolítica de Asia Oriental

Desde que accedió al poder, Xi Jinping se propuso como objetivo fundamental afirmar la hegemonía china en Asia Oriental en todos los terrenos: económico y financiero, diplomático, político y militar. La expansión internacional ha de basarse en la consolidación de su poder regional. La influencia china puede afirmarse en su frontera septentrional (Mongolia), aunque se ve limitada por la potencia rusa (Siberia), mientras que en el oeste choca con la competencia de India, que es bastante ruda en todo el subcontinente (especialmente en Sri Lanka).

Xi Jinping ha abandonado las concepciones estratégicas defensivas que prevalecían durante la era maoísta: cualquier invasor se enfrentaría a una guerra popular en la inmensidad del territorio chino; entonces la clave estaba en el ejército de tierra y en la capacidad de movilización popular. Ahora se han vuelto ofensivas: para asegurar la expansión del nuevo imperialismo, la clave está en la fuerza naval, la marina, tanto por razones generales (toda gran potencia necesita asegurar su presencia marítima en el mundo) como específicas: China posee una inmensa fachada marítima y necesita asegurarse un acceso seguro a los océanos Pacífico e Índico, y este no es el caso actualmente. De la península coreana a la península malaya, una serie de archipiélagos (japonés, filipino, indonesio) constituyen otros tantos obstáculos. Los estrechos de salida al océano se hallan bajo la estricta vigilancia de EE UU.

El espacio marítimo llamado mar de China (un término que rechazan los demás países ribereños) es, desde este punto de vista, vital para Pekín. Una de las primeras decisiones estratégicas de Xi Jinping fue la de hacerse con el control de su parte meridional, declarando que se trata de un mar interior bajo autoridad china. Cabe distinguir tres fases en la batalla por el control del mar de China.

En primer lugar, la fase de conquista, en que Pekín aprovechó la parálisis temporal de Washington. Barack Obama quiso recentrar la potencia estadounidense convirtiendo el espacio de Asia-Pacífico en su pilar, pero no pudo librarse del cenagal de Oriente Medio. Poco después de la elección de Donald Trump, Washington se retiró de la asociación transpacífica (TPP), un acuerdo multilateral en curso de constitución, dejando el campo aún más libre para las ambiciones chinas. En esta situación, Pekín ha sabido utilizar todos los registros disponibles para atraer y/o neutralizar a los países ribereños del mar de China Meridional: potencia militar aplastante, dependencia económica objetiva, incitaciones financieras, influencia política (el modelo de desarrollo capitalista dirigista y autoritario conviene a varios regímenes de la región).

Pekín ha construido pieza a pieza siete islas artificiales que albergan actualmente importantes instalaciones (pistas de aterrizaje, baterías de misiles tierra-aire y antinavales, hangares fortificados, radares, sistema de distorsión de las comunicaciones…). En conjunto constituyen un complejo coherente que controla toda aproximación desde todos los puntos cardinales. Allí ya han aterrizado bombarderos estratégicos H-6K (con capacidad nuclear), un gesto político en respuesta a los B-52 de EE UU. La militarización del mar de China Meridional es una realidad, y lo es en beneficio de China. Sin duda, Pekín no puede prohibir el paso a la VIIª flota de EE UU y bloquear el tránsito internacional, pero Washington tampoco puede hacer retroceder la presencia china sin poner en marcha un conflicto de muy alto voltaje.

Pekín ha ido más allá. El régimen ha reivindicado posesiones históricas más al norte, contestando de manera muy activa el control ejercido por Japón sobre el pequeño archipiélago de Senkaku/Diaoyu (con el envío a la zona de navíos y aviones, la creación de zonas de exclusión aérea…), con el fin de probar al mismo tiempo los medios de resistencia de Tokio y la determinación de EE UU.

Trump ha elevado finalmente la apuesta en el terreno militar, utilizando con este fin la cuestión norcoreana: amenaza de intervención (incluso nuclear), implantación de baterías de misiles antimisiles THAAD en Corea del Sur (que neutralizan la parte principal del dispositivo nuclear desplegado en China continental), refuerzo de la VIIª flota y utilización de la base de Jeju en el sur de la península… China ha tenido que retroceder efectivamente en el terreno militar de esta parte del Pacífico Norte. Ha estado marginada durante mucho tiempo, política y diplomáticamente, en relación con la crisis coreana, que ha sido gestionada entre Washington, Pyongyang y Seúl.

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