jueves, 9 de octubre de 2025
Los culpables y sus cómplices
Reconocer al Estado de Palestina no es suficiente
Los culpables y sus cómplices
Rebelión
09/10/2025
Fuentes: Le
Monde diplomatique [Imagen: Youssef Nabil —No One Knows But the Sky (‘Nadie lo
sabe, salvo el cielo’), 2019]
Al no imponer realmente sanciones y mantener sus vínculos militares,
económicos y diplomáticos con Israel, Europa se ha convertido en cómplice de su
brutal campaña.
El presidente
francés Emmanuel Macron quería esperar “un momento útil” para reconocer el
Estado de Palestina. Cuando España, Irlanda y Noruega optaron por el
reconocimiento, en mayo de 2024, aún era demasiado pronto: Suecia solo hacía
diez años que había hecho lo propio, el bombardeo de Gaza llevaba apenas ocho
meses por entonces, Palestina solo hacía 36 años que había declarado su
independencia y únicamente tres cuartas partes de los países del planeta habían
dado el paso. Macron bien podía esperar unos meses más.
Le hicieron
falta dieciséis. El 22 de septiembre de 2025, subido a la tribuna de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU), anunció por fin el reconocimiento
francés, justo después de Canadá, el Reino Unido, Australia y Portugal, que le
ganaron por la mano la víspera, pero a la vez que Bélgica, Luxemburgo, Malta o
Mónaco… “Ha llegado el momento de parar la guerra, los bombardeos en Gaza, las
masacres y las poblaciones en fuga”, explicó con voz grave, aunque teniendo
buen cuidado de ahorrarle a Israel cualquier amenaza de sanciones y evitando
precisar qué fronteras serían reconocidas.
65.000 muertos
y 170.000 heridos, el 90% de las viviendas dañadas o destruidas… El momento
podía haber llegado antes. Ya el 26 de enero de 2024, el Tribunal Internacional
de Justicia (TIJ) hablaba de un “riesgo plausible de genocidio” en Gaza tras
constatar que el Ejército israelí mataba deliberadamente a civiles, se
esforzaba en destruir infraestructuras vitales y mantenía el territorio en
estado de sitio sin que se viera relación con el objetivo oficial de eliminar a
Hamás y liberar a los rehenes. En noviembre de 2024, fue el Tribunal Penal
Internacional (TPI) el que dio la voz de alarma por “crímenes de guerra” y
“crímenes contra la humanidad” y emitió órdenes de arresto contra el primer
ministro israelí Benjamín Netanyahu y su antiguo ministro de Defensa Yoav
Gallant. Los informes se acumulan desde el comienzo de la guerra: ya hablen de
destrucción metódica, exterminio o genocidio, todos coinciden en que el
propósito de Israel es eliminar al pueblo de Gaza (1).
Muy
recientemente, la comisión de investigación creada por el Consejo de Derechos
Humanos de la ONU llegó a la conclusión de que las masacres cometidas por
Israel cumplían cuatro de los cinco criterios que caracterizan un genocidio, de
acuerdo con la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de
Genocidio de 1948 (2). Al margen de consideraciones jurídicas,
las observaciones de los expertos de la ONU son elocuentes. Decenas de miles de
civiles han muerto mientras dormían en sus casas, en hospitales, escuelas,
mezquitas, refugios humanitarios o al acudir a un reparto de alimentos.
Centenares de periodistas, sanitarios y trabajadores humanitarios han sido
objeto deliberado de ataques.
Los
investigadores también informaron de numerosas víctimas mortales durante las
operaciones de evacuación: “Las fuerzas de seguridad israelíes tenían
conocimiento claro de la presencia de civiles palestinos a lo largo de las
rutas de evacuación y dentro de las zonas seguras designadas —escriben—. Sin
embargo, dispararon contra civiles y mataron a algunos (niños entre ellos) que
sostenían banderas blancas improvisadas. Algunos niños, incluidos muy pequeños,
recibieron en la cabeza disparos de francotiradores”. Además, el Ejército
israelí usa “bombas no guiadas”, muy destructivas y poco precisas, en barrios
densamente poblados. Ha destruido casi por completo las infraestructuras
sanitarias de Gaza, sus plantas desalinizadoras, sus maternidades y la mayor
parte de sus panaderías.
“Israel está
lanzando [sobre Gaza] en menos de una semana lo que Estados Unidos lanzaba en
Afganistán en un año, en un área mucho más pequeña y mucho más densamente
poblada”, afirma un experto militar consultado por los investigadores. En dos
años, el territorio ha sido reducido a cenizas y su población (dos millones de
personas) se ha visto desplazada en su integridad, a menudo en varias
ocasiones.
Tel Aviv añade
a los bombardeos incesantes un asedio casi completo. Mientras los gazatíes
siguen atrapados en el enclave, las autoridades israelíes han cortado el acceso
al agua potable, la electricidad y el gas. También bloquean la entrada de
alimentos, carburante, medicamentos y material médico, además de impedir que
las organizaciones humanitarias ofrezcan auxilio a la población. Un cuarto de
los habitantes de Gaza vive en condiciones cercanas a la hambruna, y el 39% han
pasado ya varios días seguidos sin comer.
En cuanto al
carácter deliberado de estas acciones —una condición para ser calificadas de
genocidio—, a los investigadores no les cabe la menor duda. Los dirigentes
israelíes nunca han ocultado su deseo de arrasar la Franja de Gaza y a su
población. Es más, lo repiten sin descanso desde el 7 de octubre de 2023:
“Desde ahora tenemos un objetivo común: borrar la Franja de Gaza de la faz de
la tierra” (Nissim Vaturi, vicepresidente de la Knéset, 7 de octubre de 2023);
“Hemos ordenado un asedio total de Gaza. Ni electricidad, ni alimentos, ni
agua, ni gasolina. Todo está cortado. Nos enfrentamos a bestias humanas, así
que actuamos en consecuencia” (Yoav Gallant, ministro de Defensa, 9 de octubre
de 2023). Toda la cadena de mando está implicada: el presidente, el jefe del
Gobierno, los ministros, los responsables militares, los coroneles sobre el
terreno… Amnistía Internacional recopiló más de un centenar de declaraciones de
esta clase entre octubre de 2023 y junio de 2024. Y no han remitido desde
entonces. El pasado 19 de marzo, el nuevo ministro de Defensa, Israel Katz,
seguía con las amenazas: “Devolved a los rehenes y echad a Hamás. […] La
alternativa es la destrucción y la devastación totales”. Algo más tarde, el 6 de
mayo, el ministro de Finanzas y dirigente de ultraderecha Bezalel Smotrich
anunció que “Gaza será totalmente destruida”. Israel hace lo que dice y dice lo
que hace: “Gaza arde”, anunciaba orgullosamente Katz el 16 de septiembre.
Los dirigentes
europeos no podrán fingir que no lo sabían. Según el derecho internacional,
estaban en la obligación de evitar lo que el TIJ tal vez califique un día de
genocidio: “Una obligación de conducta y no de resultado”, aclara la
institución. ¿Y qué han hecho? Nada. La Unión Europea, que prevé emitir su
decimonoveno paquete de sanciones contra Rusia (solo dos meses después del
decimoctavo) para castigarla por su invasión de Ucrania, no ha adoptado la
menor medida de represalia contra Israel. Cierto es que solo Estados Unidos está
en condiciones de obligar de inmediato a Tel Aviv a que detenga la carnicería:
le bastaría con poner fin a sus entregas de armas, que constituyen el grueso
del arsenal israelí. Pero los países europeos podían haber actuado a la altura
de sus medios, habida cuenta de que no carecían de ellos.
Bruselas es el
principal socio comercial de Israel, su segundo proveedor de armas y unos de
los lugares favoritos de los israelíes para irse de vacaciones. Los dirigentes
del Viejo Continente habrían podido suspender la exención de visado de la que
se benefician los israelíes, imponer sanciones individuales a la mayoría de sus
autoridades, decretar un embargo sobre el material militar. También podrían
haber suspendido el acuerdo de asociación y libre comercio vigente entre
Bruselas y Tel Aviv (una medida, por lo demás, prevista en su artículo 2 en
caso de vulneración por una de las partes de los derechos humanos y los
principios democráticos). Pero no han hecho nada de eso. En su lugar, los
Gobiernos francés, italiano, griego y belga han autorizado que buques cargados
de armas con destino a Israel hicieran escala en sus puertos. Y Macron permitió
en dos ocasiones (febrero y abril de 2025) que Netanyahu atravesara el espacio
aéreo francés pese a la orden de arresto del TPI.
Los dirigentes
europeos no solo son cómplices por pasividad e inacción. También han
proporcionado apoyo material constante a Tel Aviv. En el marco del programa
Horizon Europe, Bruselas sigue concediendo subvenciones a universidades y
empresas israelíes que colaboran con su Ejército. Desde el 7 de octubre de
2023, el club comunitario ha dado su aprobación a más de 130 proyectos de este
género con la participación de Israel Aerospace Industries (uno de los mayores
fabricantes de armamento del país), el Weizmann Institute of Science
(responsable de la mayoría de trabajos sobre armas nucleares en Israel) o la
Universidad Ben-Gurión (que trabaja en tándem con la escuela de pilotos de la
Fuerza Aérea israelí) (3). Bruselas también financia empresas
europeas que venden material al Ejército israelí (BAE Systems, Leonardo, ThyssenKrupp
Rheinmetall o Rolls-Royce, entre otras).
Por último,
desde el principio de la guerra, Tel Aviv ha podido contar con un apoyo
político casi indefectible. Los dirigentes europeos empezaron por reproducir el
discurso israelí presentando de entrada el sangriento ataque del 7 de octubre
como un acto de terrorismo islamista y antisemita. A continuación, no dejaron
de afirmar el “derecho de Israel a la legítima defensa”, incluso cuando Tel
Aviv agredió unilateralmente y por sorpresa a Irán en junio de 2025. También
han seguido manteniendo relaciones cordiales con sus homólogos israelíes. El
presidente israelí Isaac Herzog, encargado de transmitir la buena nueva israelí
por todo el mundo, fue recibido con honores en el Elíseo en julio de 2024, y
sigue siendo recibido con los brazos abiertos en los países que tiene a bien
visitar: Hungría e Italia en febrero de 2025, Alemania en mayo, Letonia,
Lituania y Estonia en agosto, Reino Unido en septiembre.
Persecución de la sociedad civil
Muy diferente
es el trato que reciben los defensores de los palestinos, quienes denuncian un
genocidio y piden que se respete el derecho internacional. En Francia, Alemania
o Italia se han prohibido manifestaciones pacíficas, así como conferencias o
mítines de apoyo a Gaza. Activistas y diputados acusados de justificar los
ataques del 7 de octubre han recibido citaciones y han sufrido detención
preventiva y persecución por apología del terrorismo. El pasado 30 de abril, el
ministro del Interior francés, Bruno Retailleau, incoaba el procedimiento de
disolución del colectivo Urgence Palestine con la fantasiosa excusa de que
promovía la violencia. El 11 de septiembre, la policía registraba el domicilio
del director de publicación de la página web de la Unión Judía Francesa por la
Paz, de nuevo en el marco de una investigación por apología del terrorismo.
Días después, justo en el momento en que Macron anunciaba el reconocimiento
francés del Estado de Palestina, Retailleau instaba a los prefectos a recurrir
sistemáticamente al derecho administrativo para castigar a los concejales que
colgaran la bandera palestina en la fachada de sus ayuntamientos.
Cuando no son
acosados por la policía o los jueces, los defensores de Palestina son
calumniados por los medios de comunicación. Desde el 7 de octubre de 2023, los
diputados y militantes de Francia Insumisa han sido tachados casi diariamente
de antisemitismo, con total impunidad, en las cadenas del grupo Bolloré,
en Le Point y Le Figaro, a veces en France Inter y
en las columnas de Le Monde o de Mediapart. Una acusación injuriosa
que también han sufrido los humoristas Guillaume Meurice y Blanche Gardin, el
investigador Pascal Boniface, la filósofa Judith Butler… Nadie está a salvo:
una palabra, por insignificante que sea, puede desatar la conjura.
Por el
contrario, quienes orquestan estas campañas de difamación y reproducen la
propaganda israelí se hacen acreedores a todos los honores. La humorista de
France Inter Sophia Aram lleva dos años riéndose de los que denuncian un
genocidio en Gaza (el “guirigay de la indignación fácil”, la “buena conciencia
de la izquierda”, los “tontainas”…). Aram defiende la política israelí en toda
circunstancia (“Admito que estoy a favor de la desnuclearización de Irán por
parte de Israel”) y se dedica a propagar la equiparación entre antisemitismo y
antisionismo (“Quienes hablan de ‘antisionismo’, que no es sino antisemitismo,
a menudo son los mismos que tienden a llamar al jabón ‘gel de ducha sólido’”).
El 14 de julio, el ministro francés de Exteriores la condecoró con la Legión de
Honor. Se trata de la recompensa oficial de un nuevo negacionismo que toda una
galaxia de influencers extiende por doquier a bombo y
platillo: “No hay intención genocida, pero es que tampoco hay efecto genocida”,
“No hay una hambruna en Gaza”, repite Bernard-Henri Lévy (Radio J, 29 de junio
de 2025).
Una visión
optimista de la marcha del mundo condena a los revisionistas al basurero de la
historia y promete, más tarde o más temprano, la liberación a los pueblos
oprimidos. Pero es a la aniquilación a donde Israel, su aliado estadounidense y
sus cómplices europeos y árabes están llevando a Palestina y a los palestinos.
En ausencia de acciones —no digamos ya de sanciones—, el reconocimiento de
París y las capitales occidentales suena como un viático para su viaje a los
infiernos. Como un adiós.
Notas:
(1) Véase Akram Belkaïd, “Israel, acusado de genocidio en Gaza”, Le
Monde diplomatique en español, enero de 2025.
(2) “Legal analysis of the conduct of Israel in Gaza pursuant to the Convention
on the Prevention and Punish of the Crime of Genocide”, Consejo de Derechos
Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), 16 de septiembre de
2025.
(3) Mark Akkerman y
Niamh Ní Bhriain, “Partners in crime. EU
complicity in Israel’s genocide in Gaza”, Transnational Institute, Ámsterdam,
junio de 2024.
Benoît Bréville es el director de Le Monde diplomatique
Fuente: https://mondiplo.com/los-culpables-y-sus-complices
La importancia de la clase trabajadora
La clase
trabajadora se siente abandonada, y en buena medida lo está. Terreno abonado en
el que crece la ultraderecha, sobre todo entre los jóvenes, que no conocieron
el dolor que antes causó. Mientras, el progresismo realmente existente sigue en
las nubes.
La importancia de la clase trabajadora
El Viejo Topo
9 octubre, 2025
Un espectro
acecha a Occidente: el espectro de una clase trabajadora a la que se le ha
cerrado el acceso a la política. A lo largo de decenas de años, seducidas por
los cantos de sirena de la «tercera vía» de Bill Clinton, Tony Blair y Gerhard
Schröder, las fuerzas de centroizquierda abandonaron el lenguaje de la lucha de
clases.
Pero en su
prisa por convertirse en respetables y demostrar que eran gestores más
eficientes y justos del capitalismo, dejaron de hablar de explotación y optaron
por ignorar el antagonismo inherente —incluso la violencia— de la relación
entre el capital y el trabajo. Eliminaron por completo del discurso político
las palabras, los gestos, la forma de ser y las aspiraciones de los
trabajadores. Y luego denigraron a sus antiguos electores calificándolos de
«deplorables».
Cuando la
movilidad descendente y la insolvencia se apoderan de grandes zonas del
interior, donde una clase trabajadora que antes se sentía orgullosa ahora se
siente abandonada y de las que los partidos establecidos apartan la mirada,
surge el anhelo de un nuevo proyecto de restauración de la dignidad, de un
relato que enfrente a un «nosotros» colectivo contra un «ellos» poderoso. Hace
una década, un narrador venenoso con un siglo de experiencia en llenar esos
vacíos entró en uno nuevo: la extrema derecha xenófoba.
Los movimientos
y líderes que los centristas tildaron torpemente de «populistas» no son quienes
crearon ese anhelo, sino que simplemente lo explotaron con el cinismo de un
monopolista experimentado que descubre un mercado sin explotar. Desde las zonas
obreras del sur del Pireo, a un tiro de piedra de donde escribo estas líneas,
hasta los antiguos suburbios «rojos» de París o Marsella, podemos ver cómo hay
bloques de votantes que pasan de los partidos comunistas y socialdemócratas a
aquellos creados por los herederos políticos de Mussolini y Hitler. Al igual
que sus antecesores, estos camaleones políticos se presentan como los
abanderados de una clase obrera marginada. Mientras tanto, en los Estados
Unidos, los supremacistas blancos, los fundamentalistas cristianos, los señores
tecnofeudales y los antiguos votantes demócratas ya hartos vibran juntos
apasionadamente en una coalición que se ha hecho ya dos veces con la Casa
Blanca.
La comparación
a la que se están entregando muchos con el período de entreguerras puede
llevarnos por mal camino si no tenemos cuidado, pero resulta pertinente. Y
aunque la tendencia de la izquierda a tildar de fascistas a todos los oponentes
conservadores o centristas resulta inexcusable, lo cierto es que el fascismo
está ahora en el aire. ¿Cómo podría ser de otra manera? Cuando quedó abandonada
la clase trabajadora en todo Occidente, resultó fácil devolverle su esperanza con
la promesa de un renacimiento nacional basado en una ficticia Edad de Oro.
Una vez que
mordieron el anzuelo, el siguiente paso fue desviar su ira de las fuerzas
socioeconómicas que los habían llevado a la pobreza hacia una nebulosa
conspiración: los «globalistas», el «Estado profundo» o algún complot dirigido
por George Soros para «reemplazarlos» en su propio terruño. Aprovechando el
entusiasmo así inspirado, los políticos de ultraderecha comienzan a apuntar
contra las élites liberales, los banqueros, los extranjeros ricos en el
extranjero y los extranjeros pobres en el país, personas a las que se puede
retratar como usurpadores de la Edad de Oro y obstáculos para el renacimiento
nacional.
Entonces (y
sólo entonces) llega el rechazo de la lucha de clases, descartando la
representación política de los intereses económicos de la clase trabajadora. La
ira dirigida a los propietarios norteamericanos que cierran la fábrica local y
la trasladan entera a Vietnam se redirige contra los trabajadores chinos. La furia
dirigida al banco que embargó la casa familiar se convierte en odio hacia los
abogados judíos, los médicos musulmanes y los jornaleros mexicanos. Cualquiera
que les recuerde que el capital se acumula devorando, desplazando y,
finalmente, deshaciéndose del trabajo de personas como ellos, viene a ser
tratado como traidor a la patria.
En la década de
2020, al igual que en la de 1920, la ultraderecha ha surgido a raíz de este
proceso. No ocurrió de la noche a la mañana. El proceso de pérdida de las
clases trabajadoras, inicialmente hacia la desesperanza y finalmente hacia la
mentalidad fascista, comenzó con el fin de Bretton Woods en 1971. Pero, ¿qué es
lo que desencadenó la transformación de la extrema derecha de un movimiento de
protesta dentro de la política conservadora a una fuerza autónoma que toma el
poder, arrasa sin pudor las instituciones liberales burguesas y se embarca en
un proyecto de aniquilación del «bolchevismo cultural», término tan caro al
corazón de Joseph Goebbels?
Hay dos
acontecimientos que llaman la atención. En primer lugar, la crisis financiera
mundial de 2008, el momento 1929 de nuestra generación, llevó a los centristas
en el poder a imponer una dura austeridad a la clase trabajadora, al tiempo que
extendían la solidaridad «socialista» patrocinada por el Estado a las grandes
empresas. En segundo lugar, al igual que en los años 20 y 30, los centristas y
los conservadores no fascistas temían y detestaban más a la izquierda
democrática que a la derecha autoritaria.
La lección para
la izquierda resulta dolorosamente clara. Centrarse exclusivamente en la
identidad —en la raza y el género— mientras se ignora la realidad material de
las clases constituye un error estratégico catastrófico. Significa desarmarse
ante un enemigo que ha convertido en arma la historia misma a la que han
renunciado los partidos de centroizquierda.
La tarea
consiste en integrar las luchas vitales contra el racismo y el patriarcado en
una crítica renovada y sólida del poder de clase. Debemos recuperar el
vocabulario de la solidaridad y la explotación, demostrando que el verdadero
enemigo de los trabajadores no es el inmigrante, sino el rentista, el señor
tecnofeudal, el patrono monopsonista y el financiero que trata su futuro como
un derivado sobre el que especular. Líderes nuevos como el candidato a la
alcaldía de Nueva York, Zohran Mamdani, deben contribuir a encontrar una
síntesis que se transmita a la totalidad de la persona.
La alternativa
supone seguir siendo espectadores de nuestra propia tragedia política, viendo
cómo se despacha a las personas olvidadas por la izquierda a luchar en una
fantasía derechista de pureza nacional. La clase trabajadora es importante. Es
hora de empezar a actuar en consecuencia.
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miércoles, 8 de octubre de 2025
Tarde o temprano,
Europa tendrá que elegir si sigue en el vagón de cola del imperialismo
estadounidense y su vocación por la guerra, o si decide jugar sus cartas en el
marco de la cooperación multipolar. Por ahora la cosa no pinta bien.
Las líneas del frente
El Viejo Topo
8 octubre, 2025
No sé cuánta
cobertura mediática ha recibido este asunto, pero Israel y Estados Unidos
claramente están preparando un nuevo ataque contra Irán.
El traslado
masivo de aviones estadounidenses de reabastecimiento a bases cercanas a
territorio iraní, el despliegue del 38% de todos los sistemas antimisiles
estadounidenses (THAAD) para cubrir territorio israelí y el ultimátum –que se
supone inaceptable– que la administración estadounidense ha dado al gobierno
iraní, exigiendo no solo el cese de todas las actividades de enriquecimiento de
uranio, sino también la eliminación de todos los misiles iraníes de alcance
medio (aquellos capaces de alcanzar Israel), parecen ser el preludio de la
continuación de la «Guerra de los Doce Días».
Este frente se
está reabriendo, mientras que el frente venezolano pende de un hilo, con la
flota estadounidense frente a las costas de Venezuela, el bombardeo cíclico de
barcos que, según Estados Unidos, son buques de contrabando y las peticiones de
renuncia de Maduro.
Todo esto
ocurre mientras la administración estadounidense se encuentra en un «cierre
patronal», deteniendo todas las actividades gubernamentales no esenciales y
amenazando con despidos masivos.
Como se ha
dicho repetidamente, al menos en esta página, la profunda crisis de la
hegemonía estadounidense, el proceso de desdolarización y la aparición de
competidores capaces de despojar a Estados Unidos de sus ventajas económicas
tradicionales lo están empujando a ejercer sin restricciones el único poder en
el que aún goza de una clara ventaja global: el poderío militar.
Estamos
entrando en la fase más peligrosa, y probablemente la más sangrienta, de la crisis
del imperio estadounidense.
En este punto,
Europa debe decidir si sigue a Estados Unidos en su desesperado y letal
aventurerismo –diseñado en última instancia solo para beneficiar a la potencia
hegemónica– o si se forja un papel de tercero en un marco multipolar.
Por ahora, las clases dominantes europeas se han alineado sin dudar con el
liderazgo estadounidense, con la esperanza de que el tiburón al mando les deje
parte de su cadáver.
En cuanto a las
poblaciones europeas –deshabituadas desde hace tiempo a pensar políticamente–,
el juego sigue abierto, sobre todo porque el frente pasa por Gaza. En el
atolladero mental general que caracteriza a las poblaciones acostumbradas a
razonar con esquemas sensacionalistas, los trágicos acontecimientos en Gaza han
logrado (laboriosamente) romper el muro de la negación mediática y ahora
desafían los patrones internalizados de pertenencia. Algunas de las certezas
previas se han puesto en duda: la de estar «del lado correcto de la historia»,
del lado de los «derechos humanos», del «derecho internacional», de la
«libertad de prensa, expresión y pensamiento», etc.
El frente está claro para cualquiera que tenga ojos para ver.
EE. UU.,
Israel, con el Reino Unido y Alemania inmediatamente detrás, en un lado.
Del otro lado
se encuentran China, Rusia, inmediatamente después de Irán y Venezuela, y, como
fuerza simbólica, apoyada por los dos anteriores, Palestina.
El primer
grupo, que atraviesa una crisis en su modelo económico-industrial, busca,
ejerciendo la superioridad militar que le queda, un margen para la «extracción
de valor» que le permita mantenerse a flote (ya sean recursos naturales rusos,
venezolanos o iraníes, la Franja de Gaza, etc.).
El segundo
grupo, en expansión económica y tecnológica y con vastos recursos naturales, no
tiene interés en fomentar el conflicto y busca estrategias para consolidar su
seguridad regional, enmarcándolas en el marco de la cooperación multipolar.
Este es el
verdadero juego en marcha; este es el juego en el que pronto tendremos que
decidir qué lado tomar.
Y, en cualquier caso, habrá un precio que pagar.
Fuente: Andrea Zhok
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martes, 7 de octubre de 2025
La ocupación israelí lanzó 131 ataques sobre Gaza en 48 horas matando a 94 civiles
La
ocupación israelí lanzó 131 ataques sobre Gaza en 48 horas matando a 94 civiles
kaosenlared
7 de octubre de 2025
Los datos oficiales
publicados por la Oficina de Prensa en la Franja de Gaza indican que la
ocupación israelí lanzó 131 ataques aéreos sobre la Franja durante las últimas
48 horas, matando a 94 civiles.
La oficina de prensa dijo en
un comunicado de prensa recibido por el Diario Al-Quds Libération el domingo
por la noche que la ocupación continúa su genocidio contra civiles en la Franja
de Gaza, a pesar de los llamados a detener los bombardeos por segundo día
consecutivo.
Agregó: «La ocupación
continúa su brutal agresión contra nuestro pueblo palestino en la Franja de
Gaza, ignorando los llamados a un alto el fuego anunciados por el presidente
estadounidense Donald Trump, ni la respuesta positiva ofrecida a la propuesta».
Explicó que desde el
amanecer del sábado 4 de octubre de 2025 hasta el final del domingo 5 de
octubre de 2025, la ocupación llevó a cabo más de 131 ataques aéreos y de
artillería contra zonas densamente pobladas por civiles y desplazados en varias
gobernaciones de la Franja de Gaza, cometiendo claras masacres.
Afirmó que los bombardeos
israelíes provocaron la muerte de 94 civiles, incluidos mujeres y niños, y 61
mártires sólo en la ciudad de Gaza.
Subrayó que «este crimen en
curso se enmarca en el genocidio en curso contra nuestro pueblo palestino y
confirma que la ocupación ignora todos los llamamientos internacionales a la
calma e insiste en continuar la matanza sistemática de civiles y la destrucción
de los cimientos de la vida en la Franja de Gaza».
La oficina de prensa
responsabilizó plenamente a la ocupación por estos crímenes y pidió a la
administración estadounidense y a la comunidad internacional que adopten
medidas serias, efectivas y urgentes para detener la agresión y establecer el
verdadero significado de un alto el fuego en la Franja de Gaza.
https://www.alquds.news/2025/10/la-ocupacion-israeli-lanzo-131-ataques.html
El luminoso oficio de la dignidad
Nos dejó, tras larga
enfermedad, Pablo Guerrero. Un hombre bueno. Un destello en el mundo amargo y
esperanzado del posfranquismo. Una voz que hablaba, y cantaba, con verdad. Un
artista inmenso. Rebelde y poeta, no lo olvidaremos.
El luminoso oficio de la dignidad
El Viejo Topo
7 octubre, 2025
Eran otros
tiempos. Los que se vivían cuando pensábamos que su final –el de esos tiempos–
era posible. El último franquismo había seguido cultivando la represión a
destajo. El país se encendía y los estados de excepción, las huelgas, los
asesinatos a manos de la policía y la Guardia Civil, las torturas en las
comisarías… eran lo normal en un paisaje que la dictadura ya tromboflebítica se
negaba a abandonar. El dictador murió matando. Los últimos
crímenes: el asesinato de cinco jóvenes antifascistas el 27 de septiembre de
1975. “Este tiempo
acabará…”, cantaba Elisa Serna en
1974. Eso pensábamos. La muerte del dictador en noviembre de 1975 se abría a
ese tiempo nuevo que anunciaba la autora de Brasa viva. Las
ilusiones. Los sueños. La seguridad de que algo iba a cambiar en los nuevos
tiempos. En EEUU los había cantado antes Bob Dylan. Aquí también se
vivía la sensación de un cambio necesario. Y entonces llegó Libertad
sin ira y mucha gente torcimos el morro porque a los nuevos tiempos ya
les habían puesto música. La consigna: no mirar atrás. Y aún menos con ira.
Pues vaya…
El cambio. Lo
que pensábamos que iban a ser los nuevos tiempos y lo que en realidad fueron.
Las canciones habían abierto una luminosa brecha en la oscuridad del
franquismo. Las cantábamos. Las hacíamos nuestras. No era fácil porque la
censura las asediaba, asediaba también a quienes las cantaban. Pero se llenaban
auditorios, espacios al aire libre, hasta estadios de fútbol en algunas
ocasiones. Recuerdo cómo Luis Pastor cubría, en la ciudad de València, una
semana entera el aforo del Valencia Cinema. Las madrugadas del miedo en la voz
de Maria del Mar Bonet. Cómo la férrea arquitectura de la dictadura
se resquebrajaba en la vorágine de L’estaca, la mítica canción
de Lluís Llach. Las lenguas que eran patrimonio de lo común, nada
enemigas unas de otras como les gusta a las extremas derechas. Al Tall en
mi tierra. Hay que salir a la calle, cantaba Paco Muñoz. La calle.
Las calles. Y también la lluvia aliviando la sequedad de unos rastrojos que
llevaban casi cuarenta años malviviendo con las cicatrices del barro. La lluvia
a cántaros que lo inundaría todo. La voz de Pablo Guerrero. Tantas
veces repetidos sus ecos hasta ahora mismo: “Tú y yo, muchacho, estamos hechos
de nubes. / Pero ¿quién nos ata? / Pero ¿quién nos ata?”. Ecos de una
Transición que no sería lo que habíamos imaginado. Como si la lluvia se hubiera
convertido en una torrentera donde se ahogaban los sueños. “Este tiempo
acabará”, en la voz de Elisa Serna. No sé. Qué quieren que les diga. Pues que
no acabó del todo. Que siguió a su marcha casi triunfal por los caminos
“modélicos” de la Transición. Modélicos, dicen todavía algunas voces. No sé
modélicos de qué.
Tenía pinta
Pablo Guerrero no sólo de artista inmenso sino, y a lo mejor sobre todo, de
hombre bueno. Siempre me pareció con más años encima de los que en realidad
tenía. Ese pelo lacio, la barba limpia, una manera tranquila de andar por el
mundo. Era como el “serio” de la pandilla, la mirada profunda sobre
lo que nos rodeaba, la voz de una conciencia que no se apagaría nunca. Ni
siquiera ahora, cuando hace unas horas como quien dice que se ha muerto. Grabó
canciones sueltas en discos de pocas canciones. Algunos álbumes de larga
duración a los que iría dando la vez el más conocido de todos: A
cántaros. Escribió libros de poemas (casi fue lo que más hizo: escribir
libros de poemas) que son –como todo lo mejor– acciones de coleccionista.
Recibió la tira de premios institucionales en esa extremeña patria suya que
compartía con Luis Pastor. Recibió homenajes de sus propios
compañeros. Y lo más importante: siempre fue nuestro ídolo.
Los nuevos
tiempos no fueron tan nuevos. Y ahí estaban los cantautores para dejar bien
claro que si no cambiaban las palabras lo nuevo sería imposible. Los años
setenta del pasado siglo se cantaron con los hombres y mujeres que nos
acompañaban para propiciar un cambio político, ideológico y cultural de verdad,
una libertad que no admitía –ni admite– adjetivos trileros. La libertad en los
versos de René Char: “La libertad se encuentra en el corazón de
quien nunca ha cesado de quererla, de soñarla, de quien la ganó contra el
crimen”. A esa libertad cantaban esos cantautores que
protagonizaron una época y uno de los textos más hermosos que se han escrito
nunca sobre su oficio: ¿Qué fue de los cantautores?, las palabras eternas de
Luis Pastor para que el tiempo no se convierta en una engañifa. La lluvia que
derramó Pablo Guerrero sobre la tierra quebrada de las ilusiones, unas
ilusiones de ruptura con las que intentaron acabar la libertad sin ira y la
jugada maestra de una Movida que quería apartar al desván de lo kitsch el
tiempo de nuestras canciones de lucha y resistencia. Al mismo tiempo que surgía
como por arte de magia esa Movida (¡ay, querido profesor!), seguía otra bien
distinta: el compromiso de quienes seguían en el frente de una cultura que no
sólo no desechaba lo político sino que lo amparaba y lanzaba a los cuatro
vientos del pueblo, como años atrás había cantado Miguel Hernández,
tan presente en algunas de las obras musicales de aquel tiempo.
Ahora, hace
unas horas como quien dice, se ha muerto Pablo Guerrero. Sacar de entre todos
los discos, los suyos. Sus poemas, Volver a vivir la lluvia bajo las nubes que
nos juntaban cuando los sueños aún no se habían convertido en una emboscada.
Las canciones de amor que escribió Pablo Guerrero. No las olvidemos.
El amor como arma en el campo de batalla. Amarnos como ellos, aquellos del
orden castrense en tiempos de democracia recién alumbrada, no querían. Las
miradas de dos enamorados en tiempos de revuelta. Una de las canciones de Pablo
que más quiero: Buscándonos. “Qué de temblor de vida / hay en
nosotros…”. La vida en las canciones de Pablo Guerrero. Lo que nos deja esa
vida para que la encaremos como él la encaraba. Los tiempos que esperábamos no
fueron tan distintos. Pero nos quedan sus canciones. Ahí Pablo Guerrero con las
suyas. Ese pelo lacio, la barba limpia, la pinta de ser el “serio” de la
pandilla… Gracias por la vida, Pablo. Por esa voz tan
particularmente tuya. Por la lluvia que nos armaba con palabras de libertad y
contra el crimen… Gracias.
Fuente: infoLibre
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