lunes, 1 de diciembre de 2025
La silenciosa crisis de la izquierda de cartón
La silenciosa crisis de la
izquierda de cartón
Por Jorge Majfud
Rebelión.org
01/12/2025
Fuentes: Rebelión
El pasado 26 de
noviembre de 2025, el presidente de Uruguay, Yamandú Orsi, se expuso nuevamente
a responder preguntas. Esta vez en un formato dialogado, relajado y con tiempo
para la reflexión. El programa, “Desayunos Búsqueda” comenzó a las 9:30 de la
mañana, por lo que no se puede alegar cansancio. Casi al final, se produjo el
siguiente diálogo:
Presidente: La seguridad es un tema del que hay que hablar…
Y yo creo que el ejemplo es Bukele. Es El Salvador… El ejemplo de un proceso.
Periodista: ¿Lo estás poniendo como ejemplo positivo o
negativo…?
Presidente: Ejemplo para analizar. Estuve con alguien, mano
derecha de Bukele, el otro día en La Paz, Bolivia… Son procesos raros ¿no? que
tienen esos países… Países que han sufrido guerras… Les pregunté cuántos
muertos en la guerra… 80 mil muertos, y no me acuerdo cuantos tantos
desaparecidos… Otro tanto en Guatemala. Procesos terribles…
¿Guerras?
Bueno, dejemos ese capítulo de lado. Quienes lo criticamos fuimos acusados de
tergiversar sus palabras. “El presidente sólo habló de un ejemplo para el
análisis”…
La primera
expresión no tiene nada de ambigua. Bukele y El
Salvador son “el ejemplo” para discutir la seguridad.
¿Necesitamos un teólogo para interpretar esto? Si hubiese dicho “en materia de
seguridad, Cuba es el ejemplo” no habría quedado duda. ¿Por qué no decirlo?
Cuba ha tenido una tasa de criminalidad históricamente muy baja. O Chile, cuya tasa
de homicidios es la mitad de la de Uruguay. ¿Por qué El Salvador? Más que El
Salvador, ¿por qué “el ejemplo es Bukele”, a pesar de que la dramática
reducción de los homicidios se produjo en el gobierno de Sánchez Cerén y sin
recurrir a los campos de concentración ―su pecado fue desafiar a las
corporaciones. Pero, no sin ironía, Bukele ofrece otro ejemplo de la
palestinización del mundo que estamos viendo, incluso en Estados Unidos:
brutalidad sin ley, cárceles coloniales y datos a la medida del consumidor,
como reportar asesinatos como suicidios o accidentes.
Cuando el
periodista intenta confirmar, Orsi se sale de la rotonda, una vez más, con una
anécdota banal. Como decían los GPS veinte años atrás, cuando uno erraba una
salida: recalculating… Al día siguiente, el presidente
debió llamar a una radio para aclarar sus oscuridades habituales. La misma
ambigüedad gesticular aplicada a “lo tremendo” de la “guerra en Gaza”.
Peor fueron las
justificaciones de muchos de sus votantes, las que expresan una desesperada
necesidad de confundir deseo con realidad. Algunos de ellos se enojaron con
nuestra crítica, diciendo de que hay una “izquierda insaciable” y que “todo
debe ser hecho como ellos quien”. No han entendido nada.
Primero: está
claro que no hay humanos perfectos y, mucho menos, un político, alguien que
cada día debe embarrarse con las contradicciones de la realidad.
Segundo: no por
esto, aquellos que no tienen poder político o económico, deben ser
condescendientes con quienes fueron elegidos para cargos públicos. Si no
resisten las críticas sin azúcar, que renuncien. El resto no les debemos nada.
Son ellos quienes se deben a sus votantes y demás ciudadanos. Es algo que ya lo
dejó claro el gran José Artigas, hace dos siglos y que, aparte de la adulación
vana, pocas veces se lo practicó.
Tercero: lo de
Orsi ya no son fallas circunstanciales de cualquier administrador, de cualquier
líder que debe negociar ante una pluralidad de intereses. Es (1) una consistencia en
su debilidad de análisis y, peor que eso, (2) una consistencia en
su alineamiento con los intereses económicos e ideológicos de la misma minoría
dominante, no solo a nivel nacional sino imperial, que es la que dicta el bien
y el mal en las colonias, inoculando la moral del cipayo, de lo que Malcolm X
llamaba “el negro de la casa”.
Orsi es una
versión desmejorada de José Mujica. A pesar de su “como te digo una cosa te
digo otra”, Mujica no sólo tenía una cultura y una lucidez que hoy es rara
avis, sino que, además, era un viejo zorro de la creación de su propio
personaje. Vivía como quería y no tenía ni hijos ni nietos por quienes
angustiarse en un despiadado mundo capitalista. Le faltó algo propio de un
líder, que es la capacidad de dejar seguidores a su altura.
Lo peor
que le puede pasar a una democracia es dejar a la política en manos de los
políticos. A los líderes hay que apoyarlos, pero no seguirlos como al flautista
de Hamelin. Menos cuando solo se es un presidente, no un líder. Lo primero
puede ser un accidente; lo segundo es otra cosa.
Otra contra
crítica (válida, como toda crítica) nos acusó: “Sigan criticando, que le están
haciendo el juego a la derecha”. Otra: “¿Qué están buscando, que tengamos un
Milei en Uruguay?”.
Una de las
condenas de nuestras pseudodemocracias (plutocracias neofeudales) es que
siempre estamos eligiendo el mal menor. Un ejemplo claro es Estados Unidos. En
América latina cada vez se reducen más las opciones reales debido a esta
lógica. Así, los ciudadanos pasan de “Detesto a este candidato, pero el otro es
mucho peor” a mimetizarse con el personaje y con sus ideas (que son las ideas
del “mucho peor” pero azuladas) sin exigirles nada.
El resultado no
es que nos estanquemos en un statu quo, sino que la resignación y
el apoyo acrítico al “menos malo” poco a poco va entrenando el pensamiento y la
sensibilidad de aquellos que entendían que era necesario un posicionamiento por
la expansión de los derechos de las mayorías, hacia un apoyo a sus propios
verdugos, a la poderosa minoría de los de arriba. Así es como trabajadores
precarizados y hambreados terminan apoyando con fanatismo a presidentes como
Javier Milei, quienes los han convencido de que hay que huir hacia la extrema
derecha y defender a los amos para evitar que los antiesclavistas, condenados
por Dios y las buenas costumbres, terminen por destruir la libertad y la
“civilización judeocristiana”.
A principios
del siglo XX, Uruguay era uno de los ejemplos para muchos países
latinoamericanos, desde la salud y la educación universal, la audacia de sus
leyes progresistas (voto femenino, divorcio) y la distribución razonable para
el brutal estándar de desigualdad en el continente colonizado por las
corporaciones imperiales. Su condición de país sin grandes riquezas naturales,
apetecidas por los imperios, y su ubicación lejana a estos centros de
depredación y depravación, lo mantuvieron con relativa independencia para
dedicarse a sus propios problemas. Este proceso fue interrumpido con la Guerra
fría en los años 50, la dictadura militar supervisada por la CIA en los 70 y la
consecuente imposición del neoliberalismo de la Escuela de Chicago. En las
últimas décadas, se recuperó algo de aquella tradición progresista con
políticas como la universalización de las laptops para niños, pero luego
comenzó un remedo vacío, autocomplaciente, un tic sin épica.
Luego de medio
siglo de existencia, el Frente Amplio también se está sumergiendo en una
silenciosa crisis. El parteaguas fue Gaza. No comenzó con una razón ideológica,
sino moral, pero este terremoto obligó a cientos de millones a estudiar historia,
lo que dejó al descubierto otras razones imperiales. Este terremoto tiene un
mismo epicentro en los sistemas de poder representados por las ideologías de
derecha, desde el sionismo, el fascismo, el evangelismo misionero de corbata y
pobres temblando en el piso de los templos, no por misterio divino promovido
por la CIA décadas atrás.
Todo de forma
simultánea al neoliberalismo que ahora agoniza en un postcapitalismo violento,
desesperado y sin ideas.
¡En la calle el Topo de Diciembre!
Artículo en abierto de
la Revista de El Viejo Topo nº455, diciembre de 2025. El retorno de la Sombra
por Antonio Monterrubio. Artículos de Manolo Monereo, Julen Bollain, Ignacio
Garay, Xulio Ríos, Higinio Polo, Javier Franzé y Miguel Candel. Entrevista a
César Rendueles por Javier Enríquez Román. Respuesta a Moreno Pasquinelli por
Ramón Franquesa. Más cine: Yorgos Lanthimos. Y reseñas de libros.
TOPOEXPRESS
¡En la calle el Topo de Diciembre!
El Viejo Topo /
1 diciembre, 2025
Artículo en abierto de la Revista de El Viejo Topo nº455, diciembre de
2025. El retorno de la Sombra por Antonio Monterrubio. Artículos de Manolo
Monereo, Julen Bollain, Ignacio Garay, Xulio Ríos, Higinio Polo, Javier Franzé
y Miguel Candel. Entrevista a César Rendueles por Javier Enríquez Román.
Respuesta a Moreno Pasquinelli por Ramón Franquesa. Más cine: Yorgos Lanthimos. Y reseñas de libros.
El retorno de la sombra
por Antonio
Monterrubio
Algunos
pensaron que Trump, no siendo un candidato marioneta, podía ser más prudente y
menos belicista que otros presidentes. Sin embargo, hoy el mundo no es un lugar
más seguro que ayer. Son tiempos cada vez más oscuros.
Que la historia
está lejos de ser un largo río tranquilo, un proceso continuado de progreso y
perfeccionamiento, no requiere demostración. En múltiples ocasiones ha hecho
gala de su sobrada capacidad para echar el freno y dar marcha atrás. El colapso
del mundo micénico, en torno a 1200-1100 a.C., sumergió a Grecia en una Edad
oscura que se prolongó hasta la aurora de la época arcaica (s. VIII a.C.). Incluso
la escritura desapareció. La caída de Roma acarreó un serio retraso que duró
siglos. Hace ya mucho tiempo que la Edad media en su conjunto ha sido
rehabilitada de su condición de época tenebrosa sin el menor atisbo de luz.
Indudablemente, el eclipse no persistió mil años, pero existió.
No hace falta
que una civilización se derrumbe para que los infortunios de los más se
incrementen hasta límites que ni sospechaban años atrás. El establecimiento de
los Estados absolutistas en el oeste de Europa dio la puntilla al modo de
producción feudal y significó la desaparición de la servidumbre, a la par que
el desarrollo de una economía cada vez más urbana. En el este del continente,
sin embargo, «el Estado absolutista era la máquina represiva de una clase feudal
que acababa de suprimir las libertades tradicionales de las clases pobres»
(Anderson: El Estado absolutista).
En
consecuencia, al este del Elba, sucesivas generaciones de campesinos
consumieron sus vidas acechadas por la miseria, el hambre y las epidemias,
condenados a una muerte precoz. Así, la Amanda Woyke, cocinera de la
servidumbre, creada por Günter Grass en El rodaballo y real
como la historia misma. Nacida sierva en 1734, verá perecer de inanición a sus
tres hijas pequeñas, una más de las innumerables tragedias que jalonaron su
desdichada existencia.
Lloró durante
tres días de marzo limpios como la porcelana,
hasta que su
planto, filtrado, fue solo un iiih.
(Y también en
otras chozas
de Zuckau,
Ramkau y Kokoschken,
donde a alguien
se le había muerto alguien de hambre
se lloraba así:
ihhh…).
Nadie se
preocupaba por eso.
Como si no
pasara nada, echó brotes el sauce.
La Revolución
industrial puso las bases de un progreso material acelerado que culminó en la
Sociedad de Consumo y Espectáculo. Pero no todos disfrutaron de sus beneficios,
ni mucho menos. Y eso incluso en el mismo centro del proceso.
La clase media
triunfante y aquellos que aspiraban a emularla estaban satisfechos. No así el
trabajador pobre –la mayoría, dada la naturaleza de las cosas– cuyo mundo y
formas de vida tradicionales destruyó la Revolución industrial, sin ofrecerle
nada a cambio (Hobsbawn: Industria e imperio).
En nuestro día
a día, donde el tecnofeudalismo se va imponiendo mientras se eclipsan los
derechos sociales, laborales, ciudadanos y aun humanos, esta frase es de
palpitante actualidad. Y los paralelismos no se limitan a aspectos tangibles,
con una creciente legión de trabajadores abocados a la precariedad y la
estrechez. Igual que entonces, cualidades asociadas a determinados oficios como
el saber hacer, la tradición, el orgullo de la obra bien hecha, el valor de la
experiencia o una cierta moralidad se han evaporado. La monotonía y la rutina,
los ritmos impuestos son incompatibles con casi cualquier labor creativa y
gratificante. Ni siquiera la vocación es capaz ya de compensar el carácter
alienante del trabajo.
Sociedades al
completo pueden caer en una locura colectiva autodestructiva. El suicidio de
Europa culminado en el periodo 1914-1945 es una muestra excelente. En apenas
treinta años, dos guerras al por mayor y otras de extensión limitada segaron
millones de vidas de combatientes y civiles. La miseria se ensañó con las
poblaciones. Las epidemias hicieron su agosto, el hambre resultante del paro y
la guerra diezmó países enteros. Pero si la catástrofe material fue de
dimensiones desconocidas hasta entonces, el apocalipsis moral se reveló aún más
funesto. Proliferaron los fascismos, con el fervoroso apoyo de grandes masas.
La intolerancia y el odio se propagaron como la peste. Todas las líneas rojas
éticas fueron cruzadas, incluso borradas del mapa. Por si la monstruosa
cantidad de víctimas de tantos desmanes no fuera suficiente, se alcanzó
el non plus ultra de la abyección. Se puso en práctica un
programa destinado a exterminar a los miembros de una serie de minorías por el
simple hecho de pertenecer a ellas. Judíos, gitanos, homosexuales,
discapacitados, opositores políticos fueron perseguidos, cazados o aniquilados
ante la indiferencia distraída o el aplauso más o menos entusiasta del
populacho. No es creíble que no supieran. Sí que sabían, pero no les importó. Y
esto sucedió en países con altísimas cotas de alfabetización, notables niveles
educativos y culturas deslumbrantes. El experimento funcionó en su día; luego,
dadas condiciones similares, es perfectamente reproducible. Deberíamos andarnos
con cuidado. El Mal no habita ya en el lejano corazón de Mordor. Está cerca de
nosotros –en no pocos casos, dentro–.
Asistimos,
entre atónitos y desencantados, a un proceso de cristalización del mal que, a
corto plazo, parece imparable. De los trágicos fenómenos con los que nos toca
convivir, el más funesto a largo término es la propagación viral del espíritu
de la servidumbre voluntaria. Enloquecidos profetas hacen las delicias de
grandes y chicos profiriendo eslóganes ultraliberales que condenan a la pobreza
al grueso de la población mundial. Sabido es que la crítica inmisericorde de
las nuevas hornadas humanas por quienes dejaron muy atrás su mocedad es un
lugar común de venerable antigüedad. Aun así, es difícil negar que hoy una
porción no desdeñable de ellas –en particular masculina– enarbola ideas,
actitudes y conductas que solo pueden calificarse de nefastas. Cierto es que
tampoco en otras generaciones todos, ni siquiera la mayoría de sus miembros,
estuvieron movidos por los generosos valores que líricamente se atribuyen a la
juventud. Esto no quita que la situación actual sea extremadamente preocupante
y presagie, de no cambiar, un futuro poco halagüeño para el planeta y sus
pasajeros. Entre el enfervorecido público de los gurús del Egoísmo Salvaje se
sitúan en las primeras filas muchos de quienes sufrirán, tarde o temprano, las
consecuencias de sus actos. Pero nada parece capaz de detener la marcha hacia
el desastre de una humanidad atrapada en su bucle melancólico. Creencias
irracionales, prejuicios tribales o sumisiones incondicionales que creíamos
desvanecidos en las tinieblas de la historia aparentan haberse conservado en
nitrógeno líquido para resurgir ahora, tan frescos, en este invierno de nuestro
descontento.
La crisis de la
conciencia moral, la parálisis de la facultad de juzgar, la capitulación del
pensamiento, el agostamiento del sentido y la sensibilidad asedian la ciudadela
de la dignidad humana. Derribados sus muros, quedará a merced de los nuevos
bárbaros. Una audiencia cada vez más amplia y enardecida alterna las loas al
amo con el odio al desvalido, hace profesión de intolerancia, rinde culto de
latría al malismo. La ignorancia y la inhumanidad amenazan con
asfixiarnos, no solo metafóricamente. Es momento de actuar, y no de limitarse a
discutir sobre si estamos ante un renacer del fascismo o ante un totalitarismo
de nuevo cuño. Esto recuerda demasiado la discusión de los conejos acerca de si
sus perseguidores eran galgos o podencos. La cuestión es que el Mal con
mayúscula, a la par radical y banal, ha regresado, armado hasta los dientes.
«Siempre después de una derrota y una tregua, la Sombra toma una nueva forma y
crece otra vez» (Tolkien: El señor de los anillos).
El atoramiento
de la indignación, último latido de la ética, parece una evidencia.
Presenciamos impasibles un desfile incesante de injusticias monstruosas,
estremecedoras catástrofes y masacres devastadoras, con o sin coartada bélica.
Dedicamos la misma indiferencia a las imágenes de ahogados en el Mare Nostrum
convertido en solar de la muerte líquida y las de cadáveres despanzurrados por
bombas, misiles y miseria moral. Nada tiene el vigor suficiente para sacarnos
de nuestra zona de confort, a la cual nos aferramos con uñas y dientes. Somos
la confirmación a gran escala de la validez del axioma neurocientífico que
sostiene que al cerebro no le importa la verdad, sino la supervivencia. Si
necesita crear un relato que justifique cualquier atrocidad, no le temblarán
las neuronas. Y en todo caso, no dudará en dirigir la atención hacia otro lado
con tal de ahorrarse el dolor o la angustia.
Allá donde mora
el emperador y donde, por ende, se corta el bacalao, comienzan a proliferar signos
de un autoritarismo con vocación autocrática. En apenas seis meses de
ejercicio, el gobierno Trump bis ha traspasado innumerables límites morales,
legales y constitucionales. Lo menos que puede decirse de la troupe circense
que escolta al César es que su virtud es de lo más distraída. Forofos de la
mentira, la calumnia, las fake news y los hechos alternativos,
habitan una realidad paralela a la cual pretenden teletransportar al grueso de
la población, idealmente a la sociedad en su conjunto. Una parte considerable
vive ya en esa Matrix corregida y aumentada que es el show de Trump,
mucho más falso (y letal) que el de Truman. El destino de los réprobos –a pesar
del biopoder, la psicopolítica y el tecnototalitarismo, los habrá– será poco
envidiable. Tenemos delante a un tipo que amenaza con detener a todo un
gobernador de California por el delito de no bailarle el agua. Los ignorantes
atrevidos son legión en su gabinete, desde el vicepresidente hasta los
inenarrables secretarios de Defensa o Sanidad. El antivacunas militante y
conspiranoico de Robert F. Kennedy ha despedido a los diecisiete miembros del
comité asesor sobre las vacunas para sustituirlos por expertos que
comparten su pensamiento mágico y su ideario paleopolítico. Pero seguramente el
elemento más representativo de la vileza de las políticas trumpianas sean los
pogromos contra los inmigrantes, persecuciones, arrestos y deportaciones
arbitrarias –y a menudo ilegales– que cuentan, no lo olvidemos, con el
beneplácito entusiasta de nutridos contingentes ciudadanos. Ya se sabe: primero
se llevaron a los mexicanos, pero como yo no era mexicano…
Creer que
estamos ante un simple puñetazo en la mesa, una subida de la testosterona, una
exhibición de fuerza de cara a la galería, sería pecar de ingenuidad. Todo esto
responde a una estrategia orquestada a fin de polarizar a la sociedad,
justificando así la implantación de medidas de excepción. El objetivo es
asentar un poder cada vez más autoritario y sin contrapeso alguno.
Apenas jurado
su cargo, el magnate-presidente ya insinuó que la prohibición constitucional de
un tercer mandato se le daba un ardite. El programa de control del poder
judicial sigue en marcha, al igual que los de establecimiento de un cuasi
monopolio mediático o el aplastamiento de la disidencia intelectual y
universitaria. Su olímpico desprecio a las reglas democráticas, las normas
legales y los imperativos éticos reflejan un insaciable apetito autocrático. Su
sueño poco secreto es convertirse en caudillo del MAGA de los mil años. A su vez,
esa es la pesadilla de millones de sus conciudadanos y de tantos en el resto
del mundo. Pues un gobierno autoritario en los Estados Unidos refuerza los que
ya existen en otros países, haciéndolos aún más atrevidos y opresivos. Y
facilita enormemente el advenimiento de otros destinados a durar. La sombra
amenaza de nuevo con devorarnos.
Muchas son las
entidades tenebrosas que se han dejado sueltas en los últimos tiempos. Pero la
Princesa de las Tinieblas es la Mentira. Los hechos se ocultan, se transforman,
se invierten. La historia se reescribe constantemente ante nuestras narices.
Hasta los testigos presenciales terminan creyendo a pies juntillas la versión
amañada y autorizada. Todo dato, suceso o cifra puede ser vilipendiado,
menospreciado, disimulado o negado si afecta a la imagen del poderoso.
Simétricamente, infundios sin pies ni cabeza mutan en dogmas de fe cuando
contribuyen a la eliminación de los réprobos. Por racionales y sapiens que
insistamos en creernos, confiar en las buenas artes del Sistema Nervioso
Central para actuar como estabilizador automático sería un error de bulto. Si
nuestro cerebro necesita relatos a modo de alivio, queda muy lejos de su ánimo
el contrastarlos con fuentes fiables.
Bajo el Sol
negro de la mentira prolifera una tenebrosa jungla de intolerancia y odio. A su
sombra se reúnen hordas cada vez más nutridas de orcos y demás criaturas
malignas. Todos ellos, incluidos los más orgullosos, como los horripilantes
Espectros del anillo, son meros sirvientes, piezas de ajedrez desechables en el
Gran juego del Señor Oscuro. Este cuenta con que sus sofisticadas artes
nigrománticas serán suficientes para hacerle dueño no ya de la Tierra media,
sino del planeta entero. Pero no descarta, si lo considera oportuno, recurrir a
terapias más agresivas. Estas vísperas recuerdan otras pasadas.
Oído en un
café: un joven nazi sentado con su novia […] está borracho. «Sí, sí, ya sé que
ganaremos, de acuerdo», exclama impaciente, «pero no basta». Y golpea la mesa
con el puño: «¡Tiene que haber sangre!». La muchacha le tranquiliza […]
«Pero claro que la habrá, cariño», le arrulla apaciguadora,
«el Jefe lo ha prometido».
Estas frases
proceden de «Diario berlinés (Invierno, 1932-33)», el capítulo que cierra Adiós
a Berlín de Christopher Isherwood. Unos días después, Hitler fue
nombrado canciller.
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Oscar Wilde: 125 años de su muerte
Oscar Wilde: 125 años de su muerte
kaosenlared
30 de noviembre de 2025
«Un mapa del mundo que
no incluya la Utopía, no merece una sola ojeada, pues deja fuera el único país
en que la Humanidad está completamente desembarcando…»
El escritor irlandés no
dejó indiferente a nadie, ni a tirios ni a troyanos, ni por su obra y menos
todavía por su comportamiento vital., siempre objeto de escándalo. Decía
caustico Fernando Pessoa, en su Libro del desasosiego, que por
la boca muere el pez y Oscar Wilde; opuesta posición defendía Jorge Luis
Borges: «Observa Stevenson que hay una virtud sin la cual todas las demás son
inútiles; esa virtud es el escándalo. Los largos siglos de la literatura nos
ofrece autores harto más complejos e imaginativos que Wilde: ninguno más
encantador. Lo fue en el diálogo casual, lo fue en la amistad, lo fue en los
años de dicha y en los años adversos. Sigue siéndolo en cada línea que ha
trazado su pluma». ¿ Y qué decía él?: «La única persona en el mundo que me
gustaría conocer a fondo; pero no veo ninguna posibilidad de conseguirlo a
corto plazo». Da por pensar que no lo logro, desde luego en una vida que
comenzó en 1854 y finalizó un 30 de noviembre de 1900.
Vaya por delante una
breve cronología de su ajetreada existencia:
1854: nace
en Dublín Oscar Fingal O´Flaherty Wills Wilde. Hijo de un afamado oftalmólogo y
de una patriota irlandesa.
1864: comienza
sus estudios en la Escuela Real de Portora, uno de los mejores colegios de
Irlanda.
1871: ingresa
en el Trinity College de Dublín, universidad protestante en donde conoce a un
helenista de pro.
1874: gana
le medalla de oro de Berkeley en griego, además de una beca para estudiar en
Oxford.
1876: muere
su padre. Primer premio en literatura griega y latina. Se comienza a declarar
esteta y a llamar la atención por su manera de vestir y de comportarse.
1877: Viaja
a Grecia con su antiguo profesor.
1878: más
premios y finaliza la carrera.
1880: vive
en Londres con su madre y su hermano. Escribe <<Vera o los
nihilistas>>, su primer drama.
1881: escribe
poemas y viaja a EEUU con el fin de dar conferencias. Se le recibe allá en
medio de una amplia expectación.
1883: tras
el año de conferencias y viajes, vuelve a Londres, luego a París y de vuelta a
Nueva York con el fin de asistir al estreno de <<Vera o los
nihilistas>>, que se representa con un fracaso. Vuelve a Londres en medio
de grandes apuros económicos.
1884: se
casa y se dedica al periodismo.
1885: nace
su hijo Cyril.
1886: nace
su segundo hijo Vyvyan. Comienzan los rumores sobre su doble vida.
1887-1889: primeros
cuentos publicados, colaboraciones en revistas. Comienza el escándalo.
1890: publica
en una revista El retrato de Dorian Gray, con gran éxito de público
y revuelo en los medios críticos.
1891: se
estrena en Nueva York La Duquesa de Padua, sin éxito. Tiempo de
numerosas publicaciones. Viajes a París; escribe Salomé. y El
alma del hombre bajo el socialismo.
1892: algún
estreno teatral en Londres con lo que cosecha gran celebridad y dinero. El
censor prohíbe por escándalo Salomé, al jugarla inmoral por tratar
de un tema bíblico.
1893: estreno
de Una mujer sin importancia con enorme éxito lo que supone
que Wilde comienza a convertirse en autor de moda.
1894: publicación
de Salomé con ilustraciones de Beadrsley. Viaja a Artgelia en
donde se encuentra con André Gide.
1895: en
el mismo momento en que triunfa, el padre de lord Alfred Douglas, lord
Queensberry, y Wilde intercambian denuncias por calumnia y por difamación.
Después de tres meses de escandalosos procesos, el juez dicta sentencia contra
Wilde por delitos de gross indecency y le condena a dos años
de prisión con trabajos forzados. En noviembre es finalmente conducido a la
cárcel de Raeding.
1896: muere
su padre. Estreno de Salomé en París.
1897: escribe
la famosa carta De Profundis dirigida a lord Alfred Douglas.
En mayo sale de la cárcel de Reading, cumplida la condena. Abandona Inglaterra
inmediatamente instalándose en Berneval, en la costa francesa, bajo el nombre
de Sebastián Melmoth. Empieza a escribir La balada de Reading Gaol.
Se reúne en Nápoles con lord Alfred Douglas. A finales de este año los dos se
separan casi definitivamente y Wilde se instala en un hotel en París.
1898: muere
su mujer. Primera edición de La balada…. Se traslada al Hotel
d´Alsace llevando una vida bohemia y absolutamente arruinado.
1899: viajes
por Francia e Italia, Muere su hermano. Publicación de varios libros.
1900: enfermo
en Roma, lo que hace que vuelva a París en donde es operado de una otitis
aguda. Agonía. El 29 de noviembre, se convierte el catolicismo en su lecho de
muerte.; es bautizado y recibe la extremaunción. Al día siguiente fallece a
causa de una meningitis en el Hotel d´Alsace. Tres días después es enterrado en
el cementerio de Bagneux.
1908: se
publica el primer volumen de las Obras completas.
1909: en
julio sus restos son trasladados del cementerio de Bagneux al de Père Lachaise
de París.
Hay escritores más célebres
por su vida y por sus andanzas que por su propia escritura; si esto es así,
Oscar Wilde quizá sea el ejemplo más destacado; ya lo decía él mismo a André
Gide: «he puesto todo mi genio en mi vida; no he puesto
más que mi talento en mis obras». 1) Su vida y su imagen
eclipsaba su obra, considerada sin más como frívola, superficial, insustancial,
deudora de la guía del arte por el arte, puro esteticismo. 2) Puro
esteticismo, olvidando que Wilde en sus obras mantiene ciertas prescripciones
morales contra la hipocresía, contra la demagogia, contra el espíritu gregario
o borreguil, además de las abundantes alabanzas de la belleza y de la verdad, de
la honestidad y también, cómo no, del individualismo y del egoísmo.
Cierto es que su tonos ex
cátedra invitan a la pasividad lectoras, que se siente dirigido en medio de
alusiones, dobles sentidos y ambigüedades. La escritura de Oscar Wilde muestra
que se se puede ser y al tiempo alegre, lúcido y divertido.
Pío Baroja tan crudo como
siempre sostenía :«Mire usted, señor Wilde ese problema de usted
nos interesa poco a nosotros. Tome usted el barco, vaya usted al continente e
instálese usted donde le parezca y viva usted donde quiera y como quiera»–
escribió esto, dando cuenta del encuentro de Baroja con Wilde- para zanjar el
tema de un plumazo alegando que es «un tema
de pensión de solteronas, una verdadera cursilería». Tampoco
se quedaba corto Eugenio D´Ors: « Byron
desafiaba la tempestad, Wilde ya no sabe desafiar más que a la chismografía»; yu
siguiendo con las opiniones sumarias, Ramón Gómez de la Serna mantenía que «Su vicio
es el vicio de Sócrates. El de los “otros” es el vicio del Gran Puerco [añadiendo
líneas después que] la gran libertad que se desprende de su obra y delatar que
el afán de ciertos propagandistas de “la noticia” es sólo malograr ese espíritu
y estrangular esa magnífica libertad…En Wilde hasta podríamos decir que ese
vicio se presenta como una flor perfecta, con su veneno, con su distinción, sus
colores brillantes y todos su atributos».
Abundando pelín añadiré la opinión de Chesterton:
«el
movimiento de aquellos a los que se ha llamado estetas…y el movimiento de a los
que más tarde se llamó los decadentes…tenían el mismo jefe de filas, o en todo
caso el mismo director de orquesta. Oscar Wilde marchaba en cabeza de la
primera procesión llevando una sombrilla, y en cabeza de la segunda procesión
llevando un clavel verde». Puede constatarse que el personaje no escandalizó
únicamente a los biempensantes tribunales sino también a sus pares, e impares.
Cárcel y censura
Algunas de sus obras fueron
censuradas y prohibidas por inmoralidad; de todos modos nada que ver tuvieron
con con los procesos coetáneos a Charles Baudelaire o Gustave Flaubert…Se ha de
añadir que su encarcelamiento nada tiene que ver con su obra ni con actividades
políticas consideradas delictivas -como fue el caso de Fiodor Dostoievski- sino
por cuestiones de índole moral (sodomía ,pederastia, prostitución
homosexual…). Comparaba Stefan Zweig ambos casos, sosteniendo que un rayo
parecido alcanzó a Oscar Wilde y a Dostoievski, al ir a parar entre rejas, si
bien la prueba no tuvo el mismo resultado en ambos sujetos: la prueba
pulveriza al primero como en un mortero, mientras que el segundo sale de la
prueba moldeado por el fuego como el bronce del crisol. Wilde envilecido por
este estigma, sintiéndose humillado en el baño de Reading Goal en
donde ha de meterse tras haberlo hecho antes que él diez prisioneros. La
cultura de los gentlemen se ve echada por tierra…Dostoievski
en cambio pretende integrarse al estar por encima de las clases como hombre
nuevo que pretende ser.
De su experiencia
carcelaria surgió una abierta denuncia de la hipocresía y de las condiciones de
las cárceles inglesas: De profundis y La
balada…El sistema carcelario tenía como objetivo destruir las facultades
mentales de los internos. Los trabajos consistían en hacer girar con los pies
la rueda de un molino, en dar diez mil vueltas diarias al crank, la
manivela de un cilindro metálico, y en desmenuzar sogas hasta convertirlas en
estopa. Las dos últimas tareas se ejecutaban en la celda; sólo había una hora
de ejercicio, consistente en caminar por el patio, y estaba prohibido bajo
severas penas intercambiar una palabra con nadie. La ración cotidiana -papilla
de avena, grasa de riñones y aga, complemento alimenticio- producía
diarrea incesante en los presos, sin que pudieran disponer de letrinas en
calabozos cuyo único mobiliario era un lecho de tablas.
Sus tendencias socialistas
«Los
filántropos pierden toda noción acerca de la humanidad. Es su rasgo distintivo» (El
retrato de Dorian Gray, 1891 )
«La
desobediencia, a los ojos de cualquiera que haya leído historia, es la virtud
original del hombre»( El alma del hombre en el socialismo,
1891)
«Las
personas que hacen mayor daño son justamente aquellas que tratan de hacer mayor
beneficio» (Ibidem)
Afirmando que toda
autoridad es igualmente mala, se declaró anarquista en repetidas ocasiones;
desde luego más cercano a Max Stirner y su El único y su propiedad,
que a la Ayuda mutua de Pietr Kropotkin..
Parte de la obra que
generalmente escapa al lector; sin embargo esta es en la que habla sin personajes
intermediarios, habla él en persona…textos sobre la reforma penitenciaria, ya
nombrados, o las condiciones de vida de los niños en las prisiones. Es claro
que, contra lo que pudiera parecer por lo que dicen los demás de él, los
problemas sociales le interesan sin dudar. Un texto de una generosidad tal que
roza los pagos de la utopía; «el
Progreso es el resultado de la realización de las utopías» Lo
que propone es un socialismo individualista, aunque algunos pasajes cobre la
plusvalía, que despieza el maquinismo, por ejemplo, son deudoras de las ideas
de Marx.
Para Wilde no se trata de tener,
ni de existir sino de vivir. La abolición de la
propiedad, del matrimonio, de los gobiernos (<<el poder envilece>>
frente a los “honores” de los que hablaba Flaubert como camino de perdición),
la socialización de los medios de producción y la liberación del hombre del
yugo de las máquinas, que deberían ser sus esclavas y no al contrario,
permitirá al hombre desarrollarse. Suprimiendo los castigos se suprimirán los criminales
(ciertas resonancias de aquello que se dice que dijo Sócrates: menos cárceles
más escuelas, como antídoto para la delincuencia)
Ciertos tonos deudores del
verdadero cristianismo que se combinaban con un esteticismo desbordante,
plasmado en su Annus mirabilis de 1891, si bien podrían
atisbarse ciertos aires de familia con el socialismo utópico de
Ruskin o de William Morris que ese mismo año publicó su novela Noticias
de ninguna parte. En una carta a un amigo, fechada dos años después
comentaba: «tanto mis estudios históricos como mis continuos
conflictos con el fariseísmo de la sociedad moderna me han “impuesto” la
convicción de que el arte no puede tener una vida y un desarrollo auténticos
bajo el actual sistema de comercialización y búsqueda del beneficio. He
intentado desarrollar esta teoría, que no es otra cosa sino el socialismo visto
por un artista, en varias conferencias, la primera de ellas pronunciada en 1878». En
tales textos se cruzaban la búsqueda de del socialismo cuidando la estética a la
vez. Según se dejaba ver en la última obra citada, señalaba que existía una
revolución que la humanidad debía afrontar: la revolución del individualismo,
añadiendo que en un futuro el estado habrá abolido l propiedad privada mientras
que cada cual podría desarrollar su creatividad, su ser, su conciencia de
individuo, que casase con el individualismo de los demás, conllevando la
realización como ser humano y la consiguiente felicidad. Aun siendo un texto u
tanto caótico, rebosa ideas subversivas, como no podía ser de otro modo,
perlado de paradojas. Queda claro que embiste contra el comunismo autoritario,
profetizando que la sociedad ideal que vendrá, desaparecerá el crimen, que se
cometen empujados generalmente por la insatisfacción y la miseria, que se codea
con una cerrada defensa del arte y declarando que la forma de gobierno residirá
en la ausencia de éste…en una vuelta deseada al Renacimiento y el helenismo,
con calros tintes de anarquismo organizativo y paganismo. Estos textos no
tuvieron muchos lectores, pero sí disgustó sobremanera a muchos de los que
reían las ocurrencias del dandy…al no parecerse al frívolo habitual sino a un
entregado rebelde, a un revolucionario.
Concluiré este acercamiento
echando una mirada a una obra suya, de 1880, que no gozó, ni goza, de excesiva
atención: Vera o los nihilistas. En su La
decadencia de la mentira de 1891, se leía: «El
nihilista , ese extraño mártir sin fe que sube al cadalso sin entusiasmo y que
muere por algo en lo que no cree, es un puro producto literario. Lo inventó
Turguénev y lo perfeccionó Dostoievski»; añadía en
su Un marido ideal de 1895: «Es el amor, y no la
filosofía alemana, lo que realmente puede explicar este mundo, sea cual sea la
explicación del otro», señalando a la vez cuál era la guía de su quehacer: «El
propósito del arte es sólo crear un estado de ánimo»( El
crítico artista, 1895).
Wilde pensaba que el éxito
le podía llegar a través del teatro, pues tenían cantidad de relaciones entre
artistas y demás gente de la farándula…De ahí que escribiese este primer
drama, Vera o los nihilistas, que representa una historia de amor
en el seno de una asociación de nihilistas. La obra se publicó en Nueva York en
una edición limitada en 1882, un años después de su puesta en escena, que de
hecho resultó un verdadero desastre de improvisación. Si se estrenó allá es
debido a que en Londres no fue permitida debido al parentesco que unía a la
familia real inglesa con la zarina rusa, cuyo marido, Alejandro II, falleció al
ser alcanzado por la bomba que le arrojó un nihilista en marzo de 1881.
Se ve a un Wilde que está
familiarizado con los autores rusos del momento, queriendo describir el
ambiente un poco convencional de la Rusia de finales del siglo XIX, y exaltar
la violencia motivada por los sufrimientos de muchas vidas en esclavitud, como
la de los nihilistas, jugando el amor el rol de fuerza moderadora. Asoman
con frecuencia frases y filosofías de Príncipe Paradoja…como si el mismo
escritor asistiese entre atento y divertido a las reuniones de enmascarados
“bolcheviques”…Las conversaciones son algo más que meras ocurrencias
wildianas…bajo ellas se siente la amargura, la pasión, el conocimiento de la
vida y de la humanidad…Recurre a caricaturescos, y esquemáticos retratos hasta
rozar el panfleto o la insustancialidad: la autoridad, los
rebeldes y sus maniobras, el conformismo campesino y su único interés
por sacar pelas y pasar de todo…Algo inverosímil: el hijo del zar ¿nihilista?
La cohorte del zar plagada de pequeños aprovechados y
pequeños maquiavelos…con no disimulados resabios evangélicos,
siendo presentados, los nihilistas por los popes como la encarnación del
mismísimo diablo. En el centro el motor de la revolución encarnado por Vera
-considerada como peligor número uno-, que considera que el asesinato es un
acertado medio de reforma política, titubeando la protagonista y sus camaradas
entre el uso de la violencia o los medios de combate no-violentos, en medio del
pueblo que no se entera de nada y los nihilistas que se campanean al elogiar su
propia labor:«le hemos hecho comer el fruto del árbol de la
ciencia y la época del sufrimiento mudo ha pasado para Rusia»;
seres entregados aun a riesgo de la muerte, el suicido o la muerte lenta en las
prisiones siberianas. Se echan pestes con respecto al palacio, y a sus dueños,
los zares y familia, del mismo modo que Francia queda a la altura del barro.
Indudablemente se puede
ver que Oscar Wilde estaba al tanto del am biente de la época en Rusia: los
atentados, algunos personajes como Vera Zasulich que en 1879n hirió a Trepov,
gobernador militar de san Petersburgo, hechos que sirvieron de mecha para el
surgimiento de la asociación secreta Tierra y Libertad para organizar la
Voluntad del pueblo (Narodnya Volia), cobrando el nombre de Vera alcance
mundial, al ser considerada como una verdadera heroina.
Por cierto, da por
pensar que la elección por parte de Wilde del nombre de la protagonista no es
casual, ya que, por una parte, la palabra significa en ruso fe, además de
abundar el nombre en varias luchadoras de aquellos años: la revolucionaria rusa Vera Figner(1852-1942),
luciendo también la protagonista de la novela de Chernichevski: ¿Qué
hacer?. El nombre de Vera Gontcharova, era el nombre de la sobrina de
Puskin, si bien la protagonista del libro de Wilde fue inspirada de la mentada
Vera Zazulich…por cierto, el libro, Padres e hijos, de Ivan
Turguénev iba a titularse originalmente Vera Vorontsova.
No seguiré, mas sí que
queda bien claro que Oscar Wilde era algo más que frivolidad, dandismo,
esteticismo y escándalo…su conciencia social salta a la vista en los ejemplos
expuestos en el texto, lo cual también es verdad que creaba revuelo y
escándalo.
Donostia a 30 de noviembre
domingo, 30 de noviembre de 2025
El lenguaje como arma
El lenguaje como arma
Por Iñaki Urdanibia
kasenlared
28 de noviembre de 2025 /
Barbara Cassin
(Boulogne-Billancourt, 1947) es helenista, filóloga, traductora, filósofa,
psicoanalista, siempre entregada al compromiso cívico, ya sea en el terreno de
la enseñanza, en los tratamientos hospitalarios, luchando por los derechos de
los inmigrantes, y…miembro de la Académie française. Sus trabajos
sobre pensadores griegos son ya clásicos, destacando su acercamiento a los
sofistas, sin obviar suVocabulaire européen des philosophes,
publicado en 2004,que contó con una treintena de colaboradores, y en el que
presentaba cuatro mil términos o expresiones en una quincena de lenguas
principales (la presencia del euskera da cuenta de la
exhaustividad del trabajo).
Ahora se presenta en
Éditions Flammarion su «La guerre des mots. Trump, Poutine et l´Europe».,
en donde reivindica la cultura y la crítica como formas de resistencia, en
favor de la verdad y contra la tergiversación de las palabras que si sigue la
tendencia actual acabará por no poder decir: esto es una mentira. El libro
supone en este orden de cosas un grito de alerta ante la degeneración en
marcha.
El trabajo es de
hondura, lo que no entra en contradicción con la accesibilidad en lo que hace a
su lectura, ya que la cantidad de referencias a los modos y maneras de emplear
las palabras por parte de los dos personajes nombrado nen el propio título del
libro, están presentadas con tino y con una meridiana claridad; diré más, una
serie de recuadros destacan algunas de las características y el uso de
diferentes expresiones manipuladas, o eliminadas, utilizadas por los dos
autócratas visitados, que a la hora de presentar la realidad inventan una neolengua,
variando los significados habituales de las palabras, y eliminándolas si es
menester con el fin de pintar su realidad. Como no podía ser
de otros modo, a las primeras de cambios salen a la palestra los nombres de
Victor Klemperer, y su encomiable trabajo sobre la lengua del Tercer
Reich, y George Orwell y su 1984, sirviéndose de su
compañía para desvelar los términos desterrados y las inversiones de sentido de
las palabras con el fin de asentar sus ansias de dominación y violencia. El
lenguaje como arma que acompaña al armamento bélico o político e ideológico, o
ambas esferas a la vez.
Los comportamientos
lingüísticos de los dos sujetos nombrados, usan el poder performativo del
lenguaje (Austin pace), con el uso de una retórica simplista, que
no es que enuncie el mundo sino que lo fabrica, mensajes cortos, Trump y sus
uso de la red Twiter es el paradigma de la transmisión breve y directa, usando
técnicas propias de la publicidad…indica Cassin las similitudes de ambos
personajes en lo referente a su exhibición de sus cuerpos, buscando poses
que, vellis nolis, alientan la homofobia, ya que pretenden destacar
sus masculinidad, su potencia, su hombría. El empeño en anunciar lo que van a
hacer es otras característica subrayada, usando a troche y moche las amenazas,
fanfarronadas, demagogia y chantajes, que acompañan a sus gestos. En este orden
de cosas se presenta el discurso en Munich de Vance que hablando en nombre del
pueblo, aleccionó a los europeos acerca de qué es la democracia y como ellos,
los europeos, no la respetan.
Trump se presenta como
el más: rico, más poderoso que el americano medio, más exitoso, más espontáneo
y capaz de desdecirse de una frase que acaba de pronunciar, muestra de su capacidad
de rectificación, inmediata; él es la representación genuina del pueblo
americano, él es el pueblo. Las redes sociales le sirven para comunicar con
inmediatez, y la difusión de palabras clave que en su repetición tienden a
calar en el vocabulario de los ciudadanos. No elude poner algunos ejemplos que
implican a Macron o a Chirac, alardeando de la sencillez, evitando altura
cultural, al usar, y ensalzar las virtudes, del lenguaje llano, accesible a
todo el mundo. Trump, precisamente, acusa a los demócratas de hablar para
listos y no para el pueblo. Tanto él como Putin se presentan como encarnación
de la gloria tradicional del pasado de sus países, mirando al pasado como faro
del futuro. El storytelling, el contar bellas historias que pueden
modificarse adecuándola a la situación vertebra los discursos de ambos
personajes, es presentado con ejemplos de Trump, Le Pen o del gobierno chino.
Todo lo anterior se completa con una re-escritura al gusto de los nombrados:
Putin da lecciones de historia sobre Ucrania, denunciando la falsificación de
la memoria de la Segunda guerra mundial, señalando como culpable a Polonia,
vendiendo la unidad entre rusos y ucranianos, poseedores de la misma lengua,
los lazos históricos traicionados por Lenin; y la invasión no es una guerra
sino una intervención especial. Revisión igualmente presente en las versiones
trumpistas, publicando, en marzo de este mismo años, un decreto titulado:
«Restaurar la verdad y el buen sentido de la historia», atacando abiertamente a
instancias culturales, a museos, centros de enseñanza, etc. que emplean
criterios de diversidad, contra las discriminaciones; suspendiendo exposiciones
e interviniendo en los programas científicos de las universidades, utilizando
la suspensión de subvenciones y ayudas a quienes no respeten sus
normas…operación que supone una flagrante falsificación de ls historia,
escribiendo otra…la imposición de tales criterios son la retirada de
inversiones y el silencio forzado.
La empresa de suprimir
palabras, y ningunear los significados consagrados de ellas, marcha a toda
máquina. La guerra, como queda dicho, se convierte en operación
especial, dándose un remplazo de palabras por palabras vagas, y ahí entra
la proliferación de siglas, ofreciendo casi cuarenta en el caso ruso; en el
caso de EEUU se ofrece la lista de palabras o cosas que ya no existen en el
país, siguiendo la idea expuesta abiertamente por Donald Trump: «las palabras
son muy importantes y pueden tener consecuencias inesperadas»…un amplio
abecedario de palabras en las que se niegan evidencias relacionadas con la
diversidad sexual, el feminismo, la homosexualidad, las cuestiones raciales, o
los inmigrantes (los mexicanos son delincuentes y terroristas), de
género,…todo ello queda fuera de uso, estando prohibida su utilización; todo lo
encuadrado en la palabra-maleta (mot-valise), woke,
que sirve lo mismo para un descosido que para un zurcido, siempre metiendo en
tal saco todo lo que desentona del karaoke del poder. Tampoco faltan los
acrónimos trumpistas como MAGA o TACO . Esta conducta funciona igualmente en el
caso de Netanyahu cuando habla de restauración de la tierra de Israel,
para referirse a la invasión de Gaza o habla de plan de paz que
no es otra cosa que la anexión del 30% de Cisjordania, que en su vocabulario
es Judea Samaria. Otros casos afines son presentados de Erdogan
Orban o Meloni. Entra Barbara Cassin en el terreno de la plutocracia de la que
son muestra Trump y Putin en sus inmensas mansiones, riquezas, recurriendo a
estimaciones acerca del patrimonio de ambos dos.
También se da repaso a
la prohibición de lenguas, (por cierto, no mostrando ninguna sensibilidad con
respecto a otras lenguas hexagonales que no sea el francés, ya que según señala
estas lenguas minoritarias se mantiene gracias a las reivindicaciones
nacionalistas…el francés se impone, por los visto, gracia a la grandeur
de la France) , en el caso Rusia/Ucrania, y el caso del español en EEUU, ya
que el inglés fue declarada lengua única oficial en marzo de este año.
Reflexiona, con la ayuda de los anteriormente nombrados Klemperer y Orwell,
acerca de la neolengua, enfatizando en el lenguaje neo-adolescente de
Trump, y la escasez de léxico empelado (3000 palabras), la pobre sintaxis que
es contraria al logos y una semántica tergiversada. En el caso de Putin, aun
teniendo en cuenta las diferencias con respecto al anterior, su habla se basa
en los eslóganes, la repetición, emoción, patriotismo, nacionalismo…usando la
lógica de que de una afirmación falsa se sigue cualquier resultado,
deteniéndose igualmente en las lecciones de Putin convertido en singular
sociolingüista.
En medio de estas dos
políticas se encuentra Europa, que es el enemigo tanto para uno como para el
otro, siendo presentada por ellos como un peligro y como una banda de
aprovechados, y ante ello Barbara Cassin reivindica una Europa que, frente a
los valores religiosos que algunos pretenden presentar como valores fundadores
del Viejo continente, no sea únicamente la reivindicación de su pasado ni, por
supuesto, la imagen de su decadencia…Barbara opina que lo esencial es la
cultura europea como ara de resistencia, sin caer en posturas esencialistas…«hay
cosas que oír, libros que leer», y… Kyiv y Gaza sobre la que los dedos de rosa
puedan levantarse sobre ellas.
En el libro de Barbara
Cassin se acude en repetidas ocasiones al concepto orwelliano de neolengua,
además de otras cuestiones relacionadas con la degeneración del idioma, muy en
concreto inglés. Página Indómita publicó una recopilación de textos de Eric
Arthur Blair (Motihari, India, 1903 – Londres, 1950), adoptando el nombre de
George Orwell para su escritura: «La corrupción del lenguaje. Ensayos
sobre propaganda, mentira y manipulación en la política». Cinco ensayos
son presentados. En el primero se analiza en idioma inglés,
subrayando su sencillez y alertando ante la invasión de bastantes palabras del
habla americana al idioma inglés lo que empobrece el idioma, además de que,
según señala, cada vez más se recurre a un lenguaje estándar, que no hace sino
perder matices al lenguaje. Mucho peso tiene en ello el habla que habitualmente
usan los políticos y los contagiados medios de comunicación. En el segundo
capítulo, se afea la presencia del lenguaje panfletario que,
en especial, invade el lenguaje usado, en especial, por la izquierda, lo que
hace que proliferen palabras muy llamativas y descontextualizadas que hacen que
el discurso no resulte comprensible para el común de los mortales. En el
tercero se habla del lenguaje coloquial subrayando que no
consiste solamente en usar un léxico y unas construcciones sintácticas, sino
que cuenta igualmente el acento con que se habla. Reitera en el cuarto, el empleo
de palabras con un significado claro y determinado, permitiéndose dar algunos
consejos que pondría solución al desbarajuste: no emplear metáforas por
haberlas visto escritas, usa palabras cortas si puedes evitar las largas, si
una palabra se puede suprimir no dudes en hacerlo, si hay palabras en el inglés
cotidiano no recurras a palabras extranjeras, ni a términos propias de otra
jerga, ya sea científica u otra, y, por último, concluye diciendo que se puede
incumplir estas reglas antes de decir algo disparatado. El último ensayo, Principios
de la neolengua, es un Apéndice a 1984, en donde enumera
el reglamento impuesto en Oceanía, indicando que la puesta en práctica de
la neolengua, viendo la complejidad de la empresa que suponía
supresión de palabras, cambios de unas por otras y una labor inmensa de
traducción de obras clásicas, no hará posible su adopción hasta 2050.
«El lenguaje político
está diseñado para hacer que las mentiras suenen veraces, […] y para dar una
apariencia de solidez al puro humo.». Queda por otra parte subrayada la
autoridad de la palabra del líder, que diga lo que diga siempre es verdad, todo
ello conduce a una creciente degradación del lenguaje, técnica empleada en los
regímenes autoritarios con el fin de manipular con su propaganda y mentiras a
los ciudadanos que acaban convertidos en meros súbditos, entregados a obedecer.
Afirmaba Christopher
Hitchens en su Por qué es importante Orwell: «Él, a través de su
compromiso con el lenguaje como compañero de la verdad, nos mostró que las
“opiniones” en realidad no cuentan; que lo importante no es lo que se piensa,
sino cómo se piensa; y que la política tiene una trascendencia
relativa, mientras que los principios logran perdurar, al igual que lo hacen
los pocos individuos irreductibles que se mantienen fieles a ellos.»
Christopher Hitchens, Por qué es importante Orwell: «Él, a
través de su compromiso con el lenguaje como compañero de la verdad, nos mostró
que las “opiniones” en realidad no cuentan; que lo importante no es lo que se
piensa, sino cómo se piensa; y que la política tiene una
trascendencia relativa, mientras que los principios logran perdurar, al igual
que lo hacen los pocos individuos irreductibles que se mantienen fieles a
ellos»…Orwell fue un ejemplo destacado de esto último, manteniéndose a lo largo
su ajetreada vida ajeno al espíritu gregario.
En fin, la presentada
es una antología que no tiene desperdicio, más en estos tiempos de ampliación
de la presencia de gobernantes charlatanes que no hacen sino convertir la
mentira en verdad, en un generalizado arte de birlibirloque.
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Algunos otros textos sobre el tema:https://kaosenlared.net/el-poder-del-lenguaje.
Por Iñaki
Urdanibia para Kaosenlared
MAGA y sus filósofos
Esta reseña de Furious Minds: The Making of the MAGA New Right, de Laura K. Field) publicada en Jacobin da cuenta de un libro sobre algunos intelectuales de la derecha estadounidense que apoyan MAGA, aportando una base filosófica a las políticas de Trump.
MAGA y sus filósofos
Orlando Reade
El Viejo Topo
30 noviembre, 2025
LOS FILÓSOFOS
DE LA CORTE DE MAGA
Por Orlando
Reade
En un concierto
de Beyoncé el verano pasado, me encontré pensando en el filósofo de derecha
Harry V. Jaffa. Mientras la cantante interpretaba «Ameriican Requiem», la
primera canción de su álbum Cowboy Carter, la letra aparecía en las
enormes pantallas detrás de ella: «Las grandes ideas están enterradas aquí».
Este eslogan parecía sugerir que los afroamericanos deberían reivindicar los
valores fundacionales de los Estados Unidos como propios. Curiosamente, me
recordó a Jaffa, quien utilizó esas mismas ideas para revitalizar a la derecha.
Este eco reflejaba algo sobre nuestra época polarizada: tanto los liberales
como la derecha hablan de la refundación de Estados Unidos.
Nadie se toma
esto más en serio que los pensadores que rodean a Donald Trump en la Casa
Blanca, tema de un inesperado y apasionante libro de la teórica política Laura
K. Field, Furious
Minds: The Making of the MAGA New Right. Se trata de una
importante contribución al estudio de la derecha, un campo en evolución en el
que participan John Ganz, Quinn Slobodian y Matt Sitman y Sam Adler-Bell,
presentadores del podcast Know Your Enemy.
Field está en
una posición idónea para escribir este libro, ya que ha sido formada por
seguidores del filósofo conservador Leo Strauss. Ofrece un relato personal de
su alejamiento de sus maestros, así como de su continuo respeto por algunos de
sus argumentos. Los pensadores de Furious Minds creen que la derecha ha sido
marginada en la vida intelectual y están tratando de hacer algo al respecto,
creando revistas y universidades. Adoptan lo que Field denomina un enfoque de
«las ideas primero», insistiendo en que «las ideas tienen consecuencias» y «la
política es consecuencia de la cultura». Aunque se muestra escéptica sobre esta
«nueva patología de la derecha» que privilegia las ideas sobre la economía,
Field admite que le atrae. Esto la convierte en una guía inestimable para
comprender sus bromas y disputas internas.
Los orígenes
intelectuales del posliberalismo
La floreciente
colección de libros y podcasts sobre el pensamiento de derecha también da
testimonio de su creciente atractivo. Field describe el impulso entre los
liberales, predominante durante la primera administración Trump, de burlarse de
los «intelectuales trumpistas» como «erróneo y contraproducente», señalando
que, desde su reelección, se ha vuelto aún más importante comprender de dónde
provienen sus políticas, los pensadores que hay detrás de ellas y toda la
historia intelectual de la derecha.
Furious Minds traza el movimiento en tres bandos: «los claremontianos idolatran la
fundación de Estados Unidos, los posliberales una concepción particular (de
inspiración religiosa) del ‘bien común’ y los conservadores nacionales el mito
de una nación estadounidense tradicional».
El primer
capítulo comienza con el discurso de Barry Goldwater en la Convención Republicana
durante su campaña de 1964 para la nominación presidencial. Jaffa escribió el
pasaje más famoso del discurso: «El extremismo en defensa de la libertad no es
un vicio, y la moderación en la búsqueda de la justicia no es una virtud». La
idea, tomada de Cicerón, muestra cómo la filosofía puede ayudar a candidatos
populistas aparentemente poco sofisticados.
Leo Strauss
ocupa un lugar destacado en el libro. Nacido en Alemania en 1899, emigró a
Estados Unidos en 1937 y finalmente se estableció en Chicago. Conocido sobre
todo por su teoría de la «escritura esotérica», Strauss sostenía que los
filósofos ocultaban verdades secretas en sus obras publicadas. Enseñó a sus
alumnos a recuperar estas verdades antiguas, entre las que se encontraba un
escepticismo profundamente arraigado sobre la democracia. Muchos de esos
alumnos se convirtieron en profesores, intelectuales públicos y políticos en
las administraciones de Reagan y Bush.
Jaffa, que fue
uno de los primeros doctorandos de Strauss, extendió los métodos straussianos a
los pensadores políticos estadounidenses. En su obra magna, Crisis of the House
Divided (1959), Jaffa interpreta una serie de debates entre Abraham Lincoln y
Stephen Douglas durante su contienda por el Senado en 1858. Jaffa sostiene que
Lincoln había basado los Estados Unidos en el «principio sagrado» de la
igualdad, refundando efectivamente América. «Para que la república viva»,
escribe Jaffa, «el acto de creación o fundación debe repetirse».
Sus alumnos se
tomaron esto muy en serio. En 1972, cuatro de ellos crearon el Claremont
Institute, un think tank en un suburbio de Los Ángeles, cerca del Claremont
McKenna College, donde enseñaba su mentor. Apartándose de Jaffa, fallecido en
2015, los hombres de Claremont promueven un concepto radicalmente derechista de
la igualdad, tratándola más como un privilegio que como un derecho natural.
Esta es la lógica que subyace a la política migratoria de Trump.
Uno de sus
colaboradores más destacados es Michael Anton, ahora director de políticas de
la Casa Blanca. Describe la ideología de Claremont como «fronteras seguras,
nacionalismo económico y política exterior que antepone los intereses de
Estados Unidos». Al igual que Jaffa hizo con Goldwater, Anton escribió una
defensa histriónica de Trump, «The Flight 93
Election» (Las elecciones del vuelo 93). Publicado de forma anónima
en The Claremont Review of Books, el ensayo comparaba las
elecciones de 2016 con el avión del 11-S, en el que los pasajeros se
abalanzaron sobre la cabina y evitaron heroicamente la catástrofe. Anton fue
recompensado con un puesto en la nueva administración.
En parte
gracias a Strauss y Jaffa, se valora tanto la filosofía clásica en el
archipiélago de universidades y colegios de derecha, sobre todo en el Hillsdale
College de Míchigan y el New College of Florida. Charlie Kirk realizó más de
treinta cursos en línea en Hillsdale, lo que le ayudó a proporcionar las citas
de Aristóteles y Aquino que utilizó en sus debates públicos con estudiantes
universitarios. Los pensadores de la Nueva Derecha no tienen la moderación
académica de Leo Strauss y hacen que incluso el repulsivo Jaffa parezca liberal.
Field es una
gran conocedora de la tradición clásica, lo que le permite ver cómo la derecha
hace un mal uso de sus propias autoridades intelectuales. En un brillante
pasaje, muestra cómo Anton hace un mal uso del discurso de Lincoln sobre la
decisión Dred Scott, que en 1857 dictaminó que los afroamericanos
no eran ciudadanos. En su ensayo «Toward a Sensible, Coherent Trumpism» (Hacia
un trumpismo sensato y coherente), Anton cita a Lincoln diciendo que las
personas «no son iguales en todos los aspectos» para argumentar en contra de la
migración masiva. Field escribe: «Anton, como un sofista, tomó la descripción
de Lincoln de la realidad empírica (pero, en opinión de Lincoln, muy mala) de
la desigualdad y la utilizó para defender los ideales normativos de la
desigualdad y la exclusión».
Las otras dos
facciones parecen más respetables que los claremontianos, pero Field muestra
cómo han colaborado con la Nueva Derecha y han permitido sus excesos. El
principal pensador posliberal es el profesor de Notre Dame Patrick Deneen,
autor de Why
Liberalism Failed (Por qué fracasó el liberalismo), un
libro que, irónicamente, se hizo famoso gracias a la lista de lecturas de
Barack Obama de 2018. Deneen sostiene que la fundación de Estados Unidos fue
una expresión del liberalismo, una tradición que ha fracasado, y pide una nueva
«teoría épica» para imaginar una sociedad posliberal. Otro posliberal, el
profesor de Derecho de Harvard Adrian Vermeule, criticó a Deneen por su falta
de ambición y pidió un movimiento que pudiera «cooptar y transformar el régimen
en decadencia desde su propio núcleo». Esta petición fue respondida por la
revolución de la derecha en la segunda administración Trump.
Los
conservadores nacionales —asociados a la conferencia del mismo nombre que reúne
a líderes de derecha de todo el mundo, entre ellos Viktor Orban, de Hungría, y
Nigel Farage, de Gran Bretaña— comparten muchas de las políticas y algunos de
los miembros de los dos primeros grupos. Critican los valores liberales,
defienden el retorno a la ética cristiana y piden un gobierno más autocrático.
Una parte fundamental de su estrategia es el ataque a las universidades. En una
escena extrañamente contemporánea, Field describe cómo un usuario de Clubhouse
—una aplicación utilizada durante la pandemia para actividades sociales como
karaoke y concursos de gemidos sexuales— encontró una sala en la que un grupo
de conservadores nacionales, entre ellos Christopher Rufo, proponían elevar el
discurso marginal de la teoría crítica de la raza a una amenaza global para la
nación. Esto avivó las guerras culturales que desempeñaron un papel importante
en la reelección de Trump.
Mirando al
espejo
Field rastrea
las interacciones entre estos grupos aparentemente discretos, describiendo sus
diferencias y su causa común. En algunas de sus conferencias, se sienta en la
primera fila; muchas de las figuras de las que habla son personas que ha
conocido en persona. Sin embargo, no se contiene. Ofrece una defensa franca,
apasionada y, en ocasiones, conmovedora de los valores liberales y seculares
frente a las diatribas, a menudo histéricas, contra la América liberal. En
respuesta al argumento de Deneen de que las personas seculares carecen de
brújula moral, escribe: «Al leer esto desde el sótano de mis suegros en
Wichita, con mi recién nacido y mi hijo de tres años correteando a mi
alrededor, no pude evitar reírme».
Aunque Field
discrepa de las políticas de la derecha, admite simpatizar con algunos aspectos
de su programa educativo, como el estudio de los clásicos de la tradición
occidental para reflexionar sobre lo bueno, lo verdadero y lo bello. Está de
acuerdo con algunos de sus teóricos más liberales, en particular con Allan
Bloom, autor de The Closing of the American Mind, en que «los
liberales han aceptado durante demasiado tiempo una autocomprensión minimalista
que evita toda conversación sobre la virtud y la visión ética». Una de las soluciones
a la polarización, argumenta, es un plan de estudios híbrido y bipartidista,
que permita pensar críticamente sobre diferentes visiones del mundo.
Junto a los
tres principales grupos de la Nueva Derecha, hay un cuarto, al que Field
denomina «la extrema derecha». Este incluye las cuentas semianónimas de Twitter
Raw Egg Nationalist y Costin Alamariu (también conocido como «Bronze Age
Pervert»), que tienen un gran número de seguidores entre los jóvenes y los
adictos a Internet. Field no se atreve a clasificarlos, pero ofrece comentarios
perspicaces sobre su formación intelectual. La tesis doctoral straussiana de
Alamariu, publicada como Selective Breeding and the Birth of Philosophy (La
cría selectiva y el nacimiento de la filosofía), fue condenada como obra nazi
por uno de sus directores de tesis, pero elogiada por el profesor de Harvard
Harvey Mansfield Jr, quien la calificó de «llena de chispas y fuego».
Field no se
detiene en el atractivo estético de estas figuras. Pero esta es, al menos en
parte, la razón de su popularidad en Internet y entre los escritores poswoke
asociados con Dimes Square, en Nueva York. Este atractivo tiene que ver, en
parte, con el desafío de la derecha a la cultura de la hegemonía liberal, que
tradujo la política del antirracismo en códigos elitistas, burocráticos y
puritanos. Durante un tiempo, decir lo inaceptable se convirtió en algo
estéticamente interesante, y escritores de derecha como Alamariu explotaron
esto y desempeñaron su papel en una guerra cultural que, tras las elecciones de
2024, parecen haber ganado.
Field describe
cómo el podcast Red Scare, los habitantes más notorios de Dime
Square, que pasaron de ser partidarios de Bernie Sanders a impulsores de la
derecha, promovió el «Hard Right Underbelly» (el lado más duro de la derecha).
Field caracteriza a Red Scare como representante de la
«izquierda dura», lo que no es cierto. Más importante aún, podría haber
explorado cómo el hecho de que el Partido Demócrata dejara de lado a Sanders y
a otros candidatos populistas de izquierda contribuyó al auge de la derecha.
Las críticas de
Field a la extraña campaña de Kamala Harris son notablemente moderadas, y
carecen de la pasión y la especificidad con la que describe los fallos de la
derecha. Aunque no es el tema aparente de este libro, las decisiones de los
líderes demócratas, gerontocráticos e inertes, podrían ayudar a explicar el
aparente monopolio de la nueva derecha sobre la novedad intelectual.
Las recetas de
Field para un liberalismo revitalizado, que podría atraer a una amplia franja
de estadounidenses, incluyen aspectos del populismo de izquierda. La triunfante
campaña de Zohran Mamdani para la alcaldía de Nueva York también podría servir
de modelo para ello. La Nueva Derecha no aceptaría a un candidato musulmán que
se ganara a una ciudad de inmigrantes con una política igualitaria optimista,
pero una nación que votó dos veces por Obama sí podría hacerlo. Como nos
recuerda Field, Estados Unidos siempre ha sido igualitario y pluralista. Las
«grandes ideas», como sostienen tanto Beyoncé como Jaffa, nunca pueden ser coto
privado de una élite.
Furious Minds es una historia intelectual sin parangón del presente. La
investigación, el alcance y la intimidad de Field con sus temas dan lugar a
muchas ideas y descubrimientos importantes, desde los más serios hasta los más
ridículos. Desentierra un artículo en el que Anton compara a Sócrates con un
seductor. Esto es representativo de la Nueva Derecha en general, que ha
respondido al llamamiento de Deneen en favor de una «teoría épica» con
ambiciones intelectuales y una contradicción básica, inspirada no solo en Leo
Strauss, sino también en Neil Strauss, autor de un libro de autoayuda sobre
cómo los hombres pueden manipular a las mujeres para que se acuesten con ellos.
Parece apropiado que los filósofos de la corte de Trump sean seductores.
Orlando Reade
es autor de What in Me Is Dark: The Revolutionary Life of Paradise Lost.
Fuente: Jacobin
Artículo
seleccionado por Carlos Valmaseda para la página Miscelánea de
Salvador López Arnal





