Elecciones 26-M
Mapa político en Madrid tras las elecciones
Brais Fernández
Vientosur
02.06.2019
Las elecciones
en Madrid arrojan unos resultados claros: victoria de las derechas, derrota de
las izquierdas. Pero no se trata simplemente de analizar los números, que son
evidencias indiscutibles. Se trata de intentar explicar y comprender ciertas
tendencias que se han expresado en estas elecciones y a partir de ahí, tratar
de armar nuevas estrategias políticas transformadoras. Por lo tanto, son unas
reflexiones preliminares que espero que sirvan, ante todo, para el debate, más
que para sentenciar o definir de forma cerrada lineas de análisis o de acción.
Los resultados
son conocidos. El PP consigue ser el partido más votado en la derecha,
Ciudadanos se estanca y Vox retrocede. En la izquierda, el PSOE es mayoritario
excepto en la ciudad de Madrid, Más Madrid logra capturar la herencia del voto
pos-15M y de Podemos, las opciones más a la izquierda se pegan un batacazo sin
paliativos.
Un apunte sobre
el voto popular
Es cierto que
no todos los barrios votan igual. Hay barrios de izquierdas y barrios de
derechas, hay barrios populares y barrios de clase media-alta. Estas
características semi-solidificadas no deberían hacernos creer que los barrios
son homogéneos: dentro de los barrios y ciudades, a pesar de que haya
tendencias de voto consolidadas, coexisten diferentes clases y segmentos
electorales. En los barrios y ciudades existe, por lo tanto, la lucha política.
La explicación
más común para explicar la victoria de la derecha es que en sus barrios ha
habido movilización electoral y que las clases populares se han abstenido. Creo
que lo que puede ser una explicación objetivamente cierta (las clases
medias altas votan más y los sectores sociales más empobrecidos menos) pero
puede esconder cierta pereza política.
Por ejemplo, la
victoria de Ahora Madrid en 2015 no se sustentó en la hegemonía de las clases
populares y de los sectores más proletarios de la ciudad de Madrid. Es decir,
quién marco la dinámica de la campaña y del discurso político fueron las clases
medias radicalizadas por el 15M, decididas a recuperar el Ayuntamiento. Con
esto no estoy criticando moralmente esa realidad. Pienso que en la clase media
descompuesta por la crisis se encontraba buena parte de la base material para
reconstruir una clase constituyente. Mi argumento tiene otra intención; de lo
que se trata es de romper con un posible mito que habla de un 2015 popular
frente a un 2019 de clase media. La diferencia entre la victoria y la
derrota ha sido precisamente la capacidad de despliegue hegemónico de las
clases medias que han dirigido el ciclo pos-15M: mientras que en 2015 todavía
tenían algo que ofrecer (entre otras cosas, una recuperación de la ciudad que incluía
a los sectores más subalternos), en 2019 el voto ha sido pasivo, sin dinámica,
lleno de inercia o extremadamente resistencialista. Esto se ha traducido en la
desmovilización de un pequeño sector que solo votó coyunturalmente en 2015: un
voto cuantitativamente pequeño, pero decisivo cualitativamente en una ciudad en
donde los conservadores son capaces de mantener a su base electoral activa,
incluso tras el batacazo que supuso ganar las elecciones generales en la
Comunidad de Madrid y perderlas a escala estatal. Dicho esto, apuntemos hacia
un tema fundamental para evitar malos entendidos: la mayoría de los votos son asalariados,
porque la composición del electorado es la que es. Cuando hablamos de hegemonía
de las clases medias nos referimos a dirección política.
Lo determinante
es que no se han conseguido superar los límites establecidos en 2015. Esto ha
tenido su reflejo en toda la región de Madrid y en todas las escalas
territoriales y se ha traducido en un fuerte retroceso político de la izquierda
pos 15M. En ningún momento de los últimos 4 años se ha conseguido partir de los
avances para consolidarlos en una nueva estructura popular, articulada en la
sociedad civil, que permitiese agregar de forma estable en los pueblos y
barrios; más bien, ha habido un fuerte retroceso en ese terreno. Esa
incapacidad para avanzar desde la victoria coyuntural a la hegemonía
estructural ha sido lo determinante en el resultado de las izquierdas. Eso
no significa, lógicamente, que toda las izquierdas se hayan visto afectadas por
igual, pero si que ha beneficiado por igual, a pesar de su retroceso, a las
derechas.
Un mapa de la
derecha madrileña
En Madrid es
seguramente el territorio en donde más movilizada se encuentra la derecha.
Empleamos movilización de forma particular, en el sentido de una acción
política consciente de su propia lucha. En otros territorios, la derecha ha
sido hegemónica pasivizando o agregando a amplios sectores sociales: en
Madrid la estrategia es una estrategia militante. Una derecha fuertemente ideologizada,
con bases azules en barrios clave y buscando penetrar en determinados
segmentos de los barrios y ciudades obreras en los que se sabía minoritaria,
como precondición para armar una mayoría social, tratando de superar los
límites de su composición de clase. Solo así se explica, a pesar de sus escasos
resultados, cómo el PP, Ciudadanos y Vox trataron de ensayar una estrategia
militante en Usera, el distrito del Ayuntamiento de Madrid gobernado por Rommy
Arce: se trataba de ensayar una penetración en distritos populares, apoyándose
en el resentimiento anti-progresista de sectores de las clases medias, pequeña
burguesía y sectores subproletarios.
Esta estrategia
no se ha terminado de desarrollar y ha sido parcialmente abandonada por una
derecha en crisis y recomposición: finalmente han optado por removilizar a su
electorado y confiar en la desmovilización de segmentos clave para la
izquierda. Esa táctica ha sido suficiente para que la derecha consiguiera una
mayoría de votos.
Dentro del
propio bloque de derechas, se constatan varias tendencias. Por una parte,
Ciudadanos, que partía como el gran favorito, no ha sido capaz de superar al
PP. Sus giros desconcertantes, tratando de ser el partido más liberal y
a la vez el partido más duro, provocan desconfianza en el sector del
electorado más volátil de la derecha. Ahora la elección de Ciudadanos es
extremadamente difícil y perderá haga lo que haga, porque en política, cuando
se llega a un punto de ebullición y no se consigue poner el agua a hervir,
empieza el retroceso. Al no sobrepasar al PP, Ciudadanos se ve obligado a
elegir entre buscar alianzas con el PSOE para conseguir algún tipo de poder
institucional o en dárselo al PP, asumiendo un rol subalterno dentro del bloque
de la derecha. Un abanico de opciones que implica crisis o estancamiento:
dilema difícil para el partido más tacticista que ha existido nunca en la
política española.
El PP consigue aguantar:
para un partido en una crisis descomunal, esto es todo un triunfo. Si
finalmente no lograse conformar una coalición derechista y Ciudadanos girase
hacia un pacto con el PSOE, su situación sería paradójica: entraría en crisis
por no poder mantener el poder institucional y todo lo que se deriva de el, y a
la vez, se posicionaría como la única oposición de derechas en todo el Estado.
Difícil paradoja para un partido que necesita tiempo para recomponerse y a la
vez, cargos para no hundirse.
El fenómeno Vox
está en una fase de declive, al menos en esta coyuntura. Sería interesante
analizar, retomando debates previos al ciclo electoral, cual ha sido la
evolución de su trayectoria. En Vox estaban y están implícitas dos
posibilidades de desarrollo. Por una parte, la hipótesis de un proyecto tercerista,
que busque construir un espacio nacional-populista de extrema derecha con
ciertos tintes neofascistas, al estilo Le Pen. Por otro lado, un
conservadurismo radicalizado, que como decía Miguel Urban, lo situase más cerca
del campo político que representa la derecha católica polaca que de la nueva
extrema derecha pop de Salvini.
Vox parece
estar desarrollándose en esta última dirección. Sus candidatos en las últimas
elecciones madrileñas fueron dos pesos pesados del partido, Rocío Monasterio y
Ortega Smith. Más que temibles, terminaron siendo dos candidatos frikis:
conservadores con ansias de soltar boutades para destacar en campaña,
pero en el fondo, gente de orden. El falangismo que profesa Ortega Smith
está más próximo al aguirrismo que al olvidado obrerismo de Hedilla.
Finalmente, su único discurso en los debates terminó siendo el mismo que el
resto de la derecha: una revolución fiscal ultra-neoliberal aderezada de
improperios contra la izquierda, en un intento desesperado por desatar una
guerra cultural que, en realidad, en esta coyuntura, solo beneficia a las opciones
más progres de la izquierda.
Este desarrollo
de Vox está muy determinado por su composición de clase. Mientras que el
fascismo contra-revolucionario de los años 20 y 30 se articulaba en
torno a una pequeña burguesía depauperada por la crisis, que trataba de
recuperar su posición perdida a través de la guerra imperialista y del
genocidio interior, Vox representa a unas clases altas parasitarias que miran
con desprecio las miserias que viven sus hermanos pequeño-burgueses en
los barrios populares. Eso impulsó a Vox hacia una posición más
aristocratizante que populista, limitando su impacto a ser la voz y la
conciencia de la derecha, pero no un proyecto anti-establishment capaz de
tumbar el régimen para mantener el orden: su orden es el del 1978, su propuesta
es solo conservarlo con mayor virulencia.
Esto no
significa que Vox no pueda mutar en un futuro ni que su presencia no pueda
abonar el surgimiento de fenómenos más próximos a la nueva derecha radical que
al conservadurismo hispano. Tampoco da igual si tocan poder o no, sobre todo
para sectores oprimidos como el colectivo LGTBI o las mujeres; como no ha dado
igual que gobernase el PP o el PSOE. Sin embargo, deberíamos ser capaces de
analizar el rol político concreto que está jugando Vox en esta coyuntura, más
allá de la gradilocuencia tan propia del izquierdismo. Grandilocuencia, que,
curiosamente parecen utilizar los sectores más moderados y transformistas, como
Más Madrid, para justificar su proyecto de sustituir la vieja articulación
consensual bloquista (izquierda y derecha, PSOE contra el PP) por un
nuevo centro en torno al cual pivote la gobernabilidad, y del que estén
excluidos tanto Vox como la izquierda pos-eurocomunista que representa Unidas
Podemos. No se escandalicen y antes de calificar a este humilde marxista de
exagerado, recuerden que es exactamente así como se ha reequilibrado el sistema
político alemán. En el fondo, este parece ser el gran debate de la izquierda
pos-15M: en que lógica de recomposición del régimen opta por integrarse la nueva
izquierda una vez se ha abandonado todo tipo de horizonte constituyente.
Un mapa de la
izquierda madrileña
La izquierda no
consigue ganar ni el Ayuntamiento de Madrid ni la Comunidad de Madrid; en los
municipios, el dato más relevante es el retroceso y casi desaparición del
municipalismo independiente que surgió en 2015 y el retroceso de las fuerzas a
la izquierda del PSOE.
Seguramente a
alguien le sorprenda que incluyamos al PSOE en este bloque. Desde un punto de
vista de su práctica política, el PSOE es un partido de centro neoliberal, con
ramalazos progresistas, en ciertos terrenos de las libertades civiles. Sin
embargo, a nivel político, el PSOE es ahora mismo el principal partido de
izquierdas de España, re-ocupando ese imaginario entre un amplio sector de las
clases subalternas. No es casualidad: la dinámica de disminución de
expectativas, que se traduce tácticamente en subordinar toda la acción política
parlamentaria a la búsqueda de una alianza con los social-liberales,
abandonando las reformas estructurales que estos son incapaces de afrontar, ha
situado de nuevo a este partido en el centro de la escena política. Un centro
que se ha reconquistado desde la izquierda, pero que puede, como se está viendo
en las negociaciones abiertas con Ciudadanos, girar a la derecha.
El PSOE se ha
recompuesto combinando táctica política, marketing, aprovechando los errores
ajenos, pero también utilizando su inserción en el Estado y sus tentáculos en
la sociedad civil, una capacidad que infravaloró (infravaloramos) la izquierda
pos-15M. En el caso de las elecciones madrileñas, se impone como ganador en la
Comunidad y en muchos municipios del Sur de Madrid, pero no consigue recuperar
su rol de mayoritario en la Ciudad de Madrid.
Eso tiene que
ver con la figura de Manuela Carmena en el Ayuntamiento de Madrid, un tirón
inteligentemente aprovechado por Iñigo Errejón para montar su partido Más
Madrid y preparar su salto a la política estatal. En realidad, ambos ocupan
el mismo espacio político: el progresismo de centro izquierda. Esto no
significa que no haya diferencias importantes entre el PSOE y Más Madrid: sus
direcciones políticas provienen de lugares diferentes, sobre todo en el terreno
generacional. Vienen de experiencias distintas y por lo tanto, cada partido
hace énfasis en cuestiones distintas, con lenguajes que se dirigen de forma
particular a sus respectivos públicos. Mientras el PSOE tiene sólidos vínculos
con algunos segmentos de la clase obrera (que, insisto, quizás infravaloramos
en su momento o no supimos romper) y con el capital financiero (un partido
bifronte, con el voto de los sectores más empobrecidos y con un aparato
imbricado en el núcleo del poder capitalista), Más Madrid es un aparato
electoral de clase media, con una serie de cuadros muy cualificados y nucleados
en torno a un estratega particularmente inteligente, pero (todavía) sin
conexiones orgánicas con ningún sector social.
Lo relevante de
Más Madrid no son tanto sus figuras como lo que representa políticamente: los
intereses transformistas de una fracción de clase media y sus formas
culturales, como bien ha escrito Esteban Hernández 1/.
Pero hay algo más de fondo, que tiene que ver con el proceso de mutación
política de la base social que ha sostenido el ciclo pos-15M. En ese sentido,
lo que representa Más Madrid es tanto la mutación y la hegemonía del ciclo
pos-15M por parte de esas fracciones sociales de clase media, que sufrieron una
profunda crisis material y moral en 2008, pero que, lejos de convertirse en una
nueva intelligentsia constituyente-revolucionaria, han devenido en una clase
restauradora.
Marx en los
Grundrisse decía que “la anatomía del hombre es la clave para la anatomía del
mono“. Esto significa que esta posibilidad ha estado presente durante todo el
ciclo y que no tenía resolución predeterminada. Hay, por lo tanto, una victoria
política de esta orientación transformista y restauradora en el campo de la
izquierda pos-15M y una derrota de los sectores constituyentes y rupturistas.
No es el momento de hacer un largo y farragoso análisis del ciclo, pero si
nombrar una paradoja que en mi opinión ayuda a explicar el auge de Mas Madrid y
la debacle de Podemos en la Comunidad, verificada en el reparto de votos y escaños.
Pablo Iglesias y su fracción ganaron VistaAlegre II con un programa
profundamente cesarista y autoritario en el plano interno, pero que prometía un
giro hacia una estrategia constituyente (esto es, mirando más allá de ser la
pata izquierda del PSOE) y hacia las clases populares, pero inmediatamente
después de su victoria adoptaron la estrategia de Errejón. En realidad, una vez
fijado ese terreno de juego, Errejón sólo hace aplicar la táctica de la manera
más coherente, de forma más cualificada y flexible. Si de lo que se trata es de
surfear la coyuntura saltándose la construcción estratégica y de entrar sin
complejos en la lógica gobernista, el límite de las alianzas y de los
principios es contingente, nunca normativo. Ya veremos hasta donde son capaces
de deslizarse los dirigentes de la izquierda transformista: una vez rotos todos
los anclajes, la batalla termina siendo, como siempre quisieron, discursiva.
La alianza que
encabezaba Podemos se ha hundido en la Comunidad de Madrid, arrastrando a IU y Anticapitalistas
en su derrota. No es de extrañar que Errejón le haya arrebatado el electorado a
Podemos y a la izquierda. La candidatura fue un despropósito desde el
principio, una suma de debilidades pésimamente articuladas y sin vocación de
hacer nada mínimamente serio. El acuerdo de unidad se impuso con las
pistolas en la cabeza tanto del periodismo progre como de la dirección
federal de IU, que debe considerar un gran triunfo que su partido forme parte
de un bloque más pequeño que la IUCM de Ángel Perez. Es cierto que IU y
Anticapitalistas se encontraban en una posición de debilidad objetiva para
competir en solitario, por razones exógenas pero también endógenas. Pero quizás
estemos extrayendo una lección parcial de quién es débil: sin esta alianza mal hecha,
quién se hubiera ido al extraparlamentarismo en la Comunidad de Madrid es
Podemos. Apuntemos ese dato para dejar de conceder un rol dirigente en la
izquierda a un espacio completamente en bancarrota en Madrid, sin militancia,
una marca que ya solo produce rechazo y un grupo parlamentario minorizado y
paralizado por el sectarismo de su partido. Sinceramente, es difícil pensar que
Podemos pueda tener algún futuro en la Comunidad de Madrid (en la Ciudad de
Madrid ya no existe): su única posibilidad de supervivencia consistiría en ser
capaz de trabajar cooperativamente en la reconstrucción de un polo
transformador y radical, que fuese pequeño inicialmente, pero con vocación de
bloque histórico amplio. Esta opción parece difícil, pues significaría que Podemos
rompe con su esencia y se transforma en otra cosa; más probable parece que
Podemos malviva en una lógica de autodestrucción cada vez más patética y cutre,
mientras las pequeñas camarillas de cadáveres políticos se pelean por las
migajas de un partido arruinado y el rencor a la traición de Errejón bloquea
cualquier tipo de oxigenación política.
Queda por
analizar el papel de la izquierda clásica (IU) y de la izquierda alternativa
(Anticapitalistas y La Bancada), aliados en la Ciudad de Madrid en torno a Madrid
en Pie y en la Comunidad y en algunos municipios en una plataforma del
mismo nombre, sin el concurso de la Bancada en este caso, ya que es una
plataforma municipalista para la capital.
No voy a usar
el término autocrítica en esta parte del análisis, porque me suena
cínico; tengo la impresión de que autocrítica es sinónimo en el argot de
la nueva política de echar las culpas a los demás. En realidad, los
espejos no suelen ser herramientas para descubrirse a uno mismo, sino que
suelen servir para auto-engañarse. Así que intentemos continuar con la misma
linea critica-analítica que hemos intentado utilizar hasta ahora.
Los resultados
de este bloque son malos. En la Comunidad de Madrid, su alianza con Podemos
solo se ha traducido en dos diputadas para IU y en que Anticapitalistas se
quedase sin representación. A nivel de los municipal (excluyendo Madrid
Capital), donde el peso cuantitativo es fundamentalmente de IU, el resultado ha
sido calamitoso. IU es una marca electoral prácticamente en extinción, a pesar
del voluntarismo de muchos de sus militantes y de los intentos de la dirección
de Madrid de salvarla. La impresión es que IU tiene una serie de debilidades
estructurales (envejecimiento, desconexión con las luchas metropolitanas, un
proyecto no demasiado definido y poco hegemónico, que tiende a sustituir la
construcción del demandas mediatas por la identidad) que solo puede superar si
asume la tarea de jugar un papel central en la reconstrucción de la izquierda.
A pesar de todas las calumnias e insultos que ha sufrido la dirección de Madrid
los últimos meses, da la impresión de que este nuevo sector pretende construir
una salida dinámica y viva para un patrimonio histórico que sería una calamidad
dilapidar.
La izquierda
alternativa madrileña también debe iniciar un periodo de reflexión profundo,
que vaya más allá de las estructuras de los núcleos que la componen. Debe ser
por lo tanto, una reflexión basada en la discusión y en el debate público,
generando un ecosistema crítico en donde participen de una forma u otra los
cientos de militantes que se identifican con una política radical, si la
entendemos de forma plural y abierta, no exclusivamente partidaria.
Porque este fin
de ciclo tiene también una peculiaridad para la izquierda alternativa
madrileña: por primera vez en décadas, ha tenido representación institucional
tanto en el Ayuntamiento como en la Comunidad de Madrid, así como en muchos
municipios de la región. Practicamente, todas esas posiciones se han perdido.
Podríamos hacer el análisis fácil y conformarnos con decir que, puesto que lo
institucional tiene una importancia relativa, la perdida de estas posiciones
nos resulta indiferente. Es obvio que los resultados electorales dependen de
flujos políticos que van más allá de la capacidad o incapacidad de pequeños
núcleos militantes, pero también es cierto que depender de estos flujos hasta
tal punto que tus posiciones dependan exclusivamente de ellos refleja una
profunda debilidad organizativa y política.
Y ese es el
primer balance honesto que debe hacer la izquierda alternativa madrileña: que,
por mucha presencia pública e incidencia en los debates de la izquierda pos-15M
que haya tenido, siempre ha estado surfeando y acompañando un proceso que a
nivel político-electoral era hegemonizado por otros. Esto supone una debilidad
estructural, no porque no sea necesaria una política de alianzas a todos los
niveles, sino porque el no haber construido referentes electorales propios los
ha supeditado y los ha hecho dependientes siempre de los vaivenes de las
voluntades de la nueva clase política surgida del pos-15M. Un ejemplo clarísimo
es el caso de Ahora Madrid. Finalmente, y a pesar de que en torno a Madrid en
Pie-Municipalista se agruparon 6 concejales y las tres organizaciones con más
capacidad militante de la Ciudad (IU, Anticapitalistas y la Bancada) quién ha
gestionado y capitalizado todo el capital de Ahora Madrid ha sido la persona
que lo liquidó, Manuela Carmena. El neoprogresismo ha demostrado mucha más voluntad
de escisión que la izquierda alternativa; ir a las elecciones con marcas
viejas, creadas en el último momento o a rebufo de Podemos es garantía de
fracaso. Porque no se trata de la marca. Se trata de generar una base social
amplia, más allá de los círculos militantes, que sostenga una perspectiva
política de largo recorrido. Este camino es más arduo y complejo que acoplarse
como ala izquierda de la izquierda transformista (con la que, con
algunos sectores, se podría llegar a alianzas tácticas concretas en lo social e
incluso en lo electoral), pero es lo único que puede dotar a estas redes
militantes de capacidad política para incidir de forma decisiva en la esfera
pública.
La izquierda
alternativa se encuentra en una encrucijada: ha desarrollado un discurso
dirigido hacia los sectores más empobrecidos y precarios de la población en un
contexto en donde estos sectores (con alguna excepción como lo que es capaz de
organizar heroicamente la PAH) no están políticamente activos. La fracción
políticamente activa y que ejerce un papel dirigente en la izquierda es la
clase media restauradora a la que aludíamos más arriba. Y ahí nos encontramos
con el gran límite de la izquierda alternativa: su discurso está enunciado para
los sectores precarizados de la población, pero no desde ellos y sin llegar a
construir una relación de interpelación con ellos. En realidad, todos los
debates políticos pos-15M terminan convirtiéndose en un debate entre intelligentsias
en el que la izquierda alternativa, más que conectar con la base social a la
que intenta apelar, termina convirtiéndose en la conciencia crítica de la clase
media restauradora.
A falta de
explosiones como la de los chalecos amarillos franceses, la izquierda
alternativa madrileña debe iniciar un proceso de reflexión profunda, que, en mi
opinión, debe abordar algunos temas clave:
1) Un proceso
en el que se reconozca la profunda debilidad de las partes y la necesidad de
alianzas unitarias estables. El proceso de Madrid en Pie Municipalista no
debería ser un punto y final, sino un punto de partida para estructurar una
alianza rebelde capaz de constituirse como proyecto político estable, no solo
en la capital, si no en toda la región.
2) Asumir la
necesidad de un rearme programático y táctico colectivo basado en conectar con
la tendencia más avanzada de las luchas, pero con vocación hegemónica, es
decir, con capacidad de diálogo con todos los sectores subalternos. Esto
significa ser capaces de construir demandas mediadas relacionadas con los
problemas reales de la gente trabajadora, salir de la polémica
intra-izquierdista y comenzar a asumir que una reconstrucción empieza por
asumir tu posición de minoría con vocación de transcenderla.
3) Abordar la
cuestión de la reconstrucción política de un proyecto radical desde los movimientos,
evitando hipostasiarlos o caer en la representación fetichista que elude la
necesidad de una construcción política consciente. Construir un proyecto
transformador y anticapitalista debería partir del reconocimiento de que las
tendencias restauracionistas también permean por abajo, que no es un
simple creación intelectual de un grupo astuto y pérfido de dirigentes, sino
una debilidad estructural producto de la falta de proyecto político propio de
las clases subalternas.
A modo de
conclusión
El resultado de
las elecciones en Madrid puede resolverse en dos direcciones: o la
configuración un nuevo centro frentepopulista concretado en una alianza
táctica entre el PSOE y Ciudadanos con el apoyo de Más Madrid (repartiéndose el
Ayuntamiento de la capital y la Comunidad) o lo que parece la salida más
natural, una alianza de bloque de derechas encabezado por el PP, como la que
ejerce el gobierno en Andalucía. En ese sentido, lo que ocurra en Madrid es
decisivo para toda la política española, pues definirá como se reconfigura el
nuevo escenario multipartidista.
Hemos tratando
de analizar el mapa y de apuntar algunas posibilidades, así como algunas tareas
urgentes para los que apostamos por un horizonte pos-capitalista. Obviamente,
ese texto tiene un carácter preliminar y la única pretensión de contribuir a
animar una discusión que ayude a la tarea de construir un proyecto
transformador, que, pese la difícil situación actual, sigue siendo más urgente
que nunca.
2/06/2019
Brais
Fernández, forma parte de la redacción de viento sur,
militante de Anticapitalistaa
Notas:
1/ https://blogs.elconfidencial.com/espana/postpolitica/2019-05-30/coalicion-errejon-ciudadanos-tecnocracia-bohemios-bobos_2045682/?utm_source=twitter&utm_medium=social&utm_campaign=BotoneraWeb
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