Debate
Dependencia y teoría del valor
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Claudio
Katz
Vientosur
13.07.2018
Incompatibilidades forzadas
Los intérpretes de la renta internacional cierran los
ojos ante la evidente familiaridad de sus descripciones con el enfoque
descalificado. Ambas tesis resaltan la centralidad de los desplazamientos
mundiales de plusvalía y describen cómo esos movimientos obstruyen el
desarrollo de las fuerzas productivas. Es cierto que el dependentismo ignoró la
renta en los años 70, pero ninguna teoría debutó sin lagunas. Lo importante es
registrar si esa carencia desmiente a Marini o si es coincidente con su
concepción.
La compatibilidad entre ambos enfoques ha sido
expuesta en una reciente comparación (Lastra, 2018). Ese análisis
destaca la relevancia asignada por las dos teorías a las transferencias de
valor. El primer enfoque estudia los movimientos de la plusvalía y el segundo
los desplazamientos de la renta. Otros estudiosos de la obra de Marini han
incorporado también variantes de la renta a su concepción (Carrizalez; Sauer,
2017).
La forzada contraposición (Iñigo Carrera, 2017:
xi-xviii) cuestiona en cambio a los autores (Laclau, 1973), que
esbozaron miradas dependentistas de la renta internacional. Estos últimos
planteos apuntalaron la síntesis marxista posterior entre el endogenismo
marxista y la teoría de la dependencia.
En lugar de profundizar esa confluencia se postula una
oposición, que divorcia
la renta de otras obstrucciones semejantes al desenvolvimiento latinoamericano.
Se ignora que las modalidades de esa sofocación son secundarias, frente al
trasfondo del problema que es el subdesarrollo. La teoría de la renta
internacional por sí misma aporta tan poco, como la simple descripción de un
ciclo dependiente o de una corriente de pagos financieros.
El interés de esos procesos radica en su
esclarecimiento del atraso regional. Si no generan en Argentina, Colombia o
Bolivia un efecto diferente a Suiza, Estados Unidos o Japón deben ser
observados como simples rasgos de la economía. Si por el contrario potencian la
perpetuación de las distancias con los países avanzados, corresponde
integrarlos a alguna teoría de la dependencia.
La negativa a registrar esa convergencia conduce a una
mirada ambigua sobre el efecto final de la renta. Se remarca que obstaculiza la
acumulación sostenida de capital, pero se rechaza su incidencia sobre el
subdesarrollo. Se describe cómo ingresa y sale del país, pero se objeta la
existencia de una sangría estructural de divisas. Este tipo de indefiniciones
ha sido señalada por varios autores (Anino; Mercatante, 2009). Es una
consecuencia de absolutizar la renta en desmedro de otros procesos, que tienen
los mismos efectos sobre la regresión estructural de la economía argentina.
Si sólo se mira el movimiento de la renta, el árbol
tapa al bosque y la excepción oscurece el resultado final. Se olvida que en la
propia tesis de la renta internacional, la absorción inicial de valor por parte
de los exportadores primarios queda neutralizada por la dinámica posterior del
capitalismo dependiente. Marini desconoció la renta, pero sus críticos la
desconectan de las contradicciones esclarecidas por el pensador brasileño. Por
eso divorcian el concepto de las desigualdades entre el centro y la periferia.
La consecuencia de ese razonamiento es un
posicionamiento político antidependentista. Los intérpretes de la renta
internacional impugnan cualquier confluencia del antiimperialismo con el socialismo.
Esta mirada propicia abordajes analíticos centrados en la “unidad mundial del
capitalismo”, que son contrapuestos a todas las variantes del nacionalismo
(Kornblihtt, 2017). Ese enfoque sólo reivindica afinidades con el
internacionalismo proletario (Iñigo Carrera, 2008: 27). Esa actitud desconoce
todos los antecedentes de confluencia de ambas tradiciones en la historia
latinoamericana.
Pero en cualquier interpretación es evidente que esas
controversias sólo pueden procesarse a través de la acción política. Por eso
los teóricos marxistas de la dependencia conectaron desde muy temprano su
concepción con la estrategia socialista de la revolución cubana. Sus críticos
prefieren optar por razonamientos abstractos, reflexiones puramente económicas
y evaluaciones filosóficas ancladas en el lenguaje dialéctico. Con esa lejanía
de la lucha de clases resulta imposible comprender y actuar en la realidad
latinoamericana.
El contraste con Venezuela
Los estudios de la renta petrolera (o minera) son
actualmente muy gravitantes. Es probable que resulten más decisivos para la
actualización de la teoría de la dependencia que los centrados en la esfera
agrícola. Ambas indagaciones difieren en varios planos.
La renta petrolera opera con un caudal de reservas
limitadas y fechas estimadas de agotamiento. Se nutre de un tipo de extracción
de gran incidencia para el funcionamiento del capitalismo. Incluye, además,
barreras de ingreso y costos de explotación muy superiores a los imperantes en
el agro. En el universo de la energía el elemento diferencial está determinado
por la calidad, la proximidad y las condiciones de explotación de cada
yacimiento.
La presencia dominante del estado es también muy
superior. La propiedad privada ya no obstruye la inversión como ocurría en el agro.
La renta absoluta -que percibían de los latifundistas por su monopolio
territorial- carece de incidencia en la extracción de combustible.
En todos los países latinoamericanos el petróleo quedó
bajo la gestión integral del estado. En el relevante caso de Venezuela, la
renta que a principio del siglo XX disputaban las compañías extranjeras y los
terratenientes fue paulatinamente estatizada, mediante acciones impositivas. La
nacionalización de 1976 reforzó esa tendencia, que incluyó la creación de una empresa
estatal (PDVSA) en todos los eslabones de la actividad (Mommer, 1999).
La estimación de la renta petrolera tampoco afronta
las dificultades de su par agrario. Los contratos estadounidenses -adoptados
como referencia de las transacciones mundiales- discriminan ese concepto de los
impuestos y los beneficios. Esa codificación facilitó el cálculo del excedente,
cuando las compañías dominantes (“siete hermanas”) perdieron el control del
mercado. Allí comenzó la disputa por la renta entre el cartel productor (OPEP),
su adversario importador (AIEA) y las firmas intermediarias.
Al igual que sus colegas argentinos, los marxistas
venezolanos disintieron en la conceptualización de ese excedente. Quienes lo
caracterizaron como una renta internacional, describieron la magnitud de las
divisas ingresadas y su canalización posterior hacia el pago de las
importaciones. Señalaron que el intercambio favorable inicial quedó totalmente
neutralizado, en un país carente de producciones propias significativas
(Mommer, 1998: 305-310).
La dilapidación de divisas consolidó en Venezuela un
modelo de capitalismo rentista más vulnerable que el modelo argentino. El
consumismo improductivo y la ineficiencia de la gestión pública han obstruido
la gestación de la endeble industria que emergió en el Cono Sur.
Pero a diferencia de Argentina, este análisis de la
renta internacional no fue contrapuesto por el dependentismo. Al contrario, se
concibió al capitalismo rentista como una variante del capitalismo dependiente
(Trompíz, 2013). Con esos fundamentos se analizó el endeudamiento y las crisis
periódicas (Mora Contrera, 1987).
Esta mirada combinada de renta internacional y
dependentismo tuvo su traducción en el plano político. Permitió constituir una
vertiente de confluencia con el chavismo, para apuntalar el empalme del
antiimperialismo con el socialismo. Ese desemboque contrasta con lo ocurrido en
Argentina y demuestra las ramificaciones factibles de una matriz dependentista.
Miradas totalizadoras
Marini postuló una interpretación integral de las
causas del subdesarrollo, enriqueciendo la tradición forjada por varios
pensadores anticapitalistas. Absorbió además ideas innovadoras de otras
corrientes. Se distanció de las tesis convencionales que involucionaron
adoptando planteos liberales y mantuvo controversias con vertientes afines, que
se zanjaron en una confluencia.
Esa trayectoria indica un camino para la renovación de
las tesis dependentistas. La renovación exige comprender la nueva etapa
neoliberal del capitalismo mundializado, modificando conceptos insuficientes e
incorporando tesis faltantes.
La teoría del valor es el principio ordenador de ese
replanteo. Explica cómo la globalización productiva asentada en la explotación
de los trabajadores, remodela las fracturas entre el centro y la periferia
mediante transferencias de plusvalía. La omisión de este mecanismo impide a los
críticos del dependentismo comprender la lógica del subdesarrollo.
Reintegrar la teoría del valor a la explicación de la
dependencia es también vital, para desentrañar el esqueleto oculto del
capitalismo actual. No hay una mano invisible que guía a los mercados, ni
tampoco una sabia institución estatal que timonea la economía. El cimiento del
sistema es una competencia por beneficios surgidos de la explotación, que
multiplica el lucro de las minorías y el sufrimiento de las mayorías. La misma
indignación y rebeldía que en el pasado impulsó el estudio del subdesarrollo
orienta su investigación actual.
28-5-2018
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