Texto fechado el
10/V/1995, del Arxiu FFB (Universitat Pompeu Fabra. Biblioteca/CRAI de la
Ciutadella), aportado por Salvador López Arnal. Los que vivieron aquellos
tiempos, aquellos hechos, y los recuerdan, sin duda se emocionarán leyendo este
texto.
1966
El Viejo Topo
4 junio, 2024
Yo tenía que
haber terminado los estudios de filosofía aquel año. Durante el verano del 65
me había puesto a redactar la tesina de licenciatura. Me interesaban entonces
la historia y la crítica del gusto del marxista italiano Galvano della Volpe[1].
Ética y estética me parecían dos rostros del mismo dios; buscaba cómo volver a
juntar clasicismo ilustrado y romanticismo.
Me ayudaban y
me aconsejaban entonces Manuel Sacristán y José María Valverde[2].
El primero acababa de ser expulsado de la Universidad de Barcelona por
comunista. En aquella época los rectores no necesitaban mentir sobre esas
cosas. Así es que Francisco García Valdecasas, el rector de entonces, podía
estar convencido de que Sacristán era una autoridad en el campo de la lógica
formal y al mismo tiempo echarle de la Universidad, sin escrúpulos, por rojo[3].
Valverde era ya un cristiano de otra galaxia. De la galaxia William Morris[4]:
sensible, social, solidario, socialista de los de verdad.
Para mí el
curso 65-66 empezaba así: con Sacristán en la calle y Valverde yéndose por lo
de la compañía solidaria. Sin ética ni estética el curso universitario del 66
sólo podía ser monotonía o rebelión. Fue rebelión. Y eso que todavía no habían
llegado al país noticias de otras rebeliones estudiantiles en marcha o en
preparación.
Nunca he vuelto
a vivir una experiencia comunitaria y democrática como aquélla del año 66[5].
Y no lo digo por nostalgia de los años jóvenes. Ni tampoco por falta de
experiencias sociopolíticas posteriores. Luego he visto nacer el movimiento de
los profesores parias universitarios [los PNN]. He visto nacer el movimiento
ecologista en Cataluña[6].
Me ha tocado de cerca el nuevo movimiento feminista. He tenido algo que ver con
el movimiento pacifista de los 80[7].
Pero nada de esto se puede comparar a la experiencia del 66.
Había tantas
mentiras oficiales en el país y se respiraba un ambiente de remurimiento[8] tan
metido hasta el tuétano en los que mandaban por entonces que quizás tampoco
tuvo tanto mérito aquella rebelión. Decir la verdad y comunicársela a otros que
tienen ante los ojos el remurimiento es más fácil que contar verdades a medias.
La política en situación así suele hacerse ética colectiva. Es luego, en la
construcción de las democracias imperfectas y hasta demediadas, cuando todo se
hace complejo, complejo, complejo y todo depende, depende, depende. Que se dice
ahora.
Por suerte,
ignorábamos las palabras “complejo”, “depende”. Y sabíamos que el “sí, pero”
tampoco dice mucho en boca de alguien a quien le piden comprometerse.
Así que dejé de
ser una joven promesa de la filosofía licenciada barcelonesa y contesté que sí
a lo de arrimar el hombro a la creación del Sindicato Democrático de
Estudiantes de la Universidad de Barcelona[9].
Todavía recuerdo bien el cuchitril del viejo patio de la Facultad de Letras
donde ocurrió eso. Alguien me dijo luego, a un paso de allí, en los mingitorios
de la Facultad de Letras, a un paso del viejo bar: “La has parido”.
Efectivamente, la parí: ya no iba a ser el pingo almidonado[10] que
pude ser cuando tenía veintitrés años.
La experiencia
comunitaria y democrática, entre enero y octubre del 66, fue buena no sólo
porque teníamos la razón de nuestra parte, sino porque la gente que se metió en
ella era buena, generosa y casi siempre inteligente.
Aquella
experiencia comunitaria fue para mí al mismo tiempo la vivencia del amor. En
ella conocí a Neus Porta[11],
sin cuya sensibilidad e inteligencia yo hubiera sido otra cosa distinta de lo
que soy ahora. Los del remurimiento decían que fuimos a la Capuchinada para
dormir juntos las chicas con los chicos. Si no hubieran sido unos obsesos
podríamos haberles dicho, sin problema, que algo de eso hubo también. Y creo
que ahora, con el paso del tiempo, se puede decir ya. Por lo demás, Marsé lo
había escrito antes en Últimas tardes con Teresa. Y que me perdonen
los combatientes que decían no tener vida privada por aquellos tiempos.
Como toda
experiencia social interesante, aquella del 66 fue cosa de muchos y de gentes
diferentes. Importa poco dónde esté cada uno ahora. Las cosas sanas no se hacen
escribiendo recuerdos deformados por la memoria y por lo que cada cual ha
llegado a ser cuando se escribe. Luchando contra Franco y buscando una fórmula
de organización autónoma de los estudiantes en Barcelona se inventó algo que
hubiera encantado a uno de los nuestros héroes de entonces: el viejo Lukács[12],
el que nos había enseñado con sus libros que Mann tenía razón frente a Kafka y
con su vida que Kafka tenía razón frente a Mann.
Aquel algo
nuevo fue juntar viejos delegados estudiantiles con experiencia en la lucha
contra el SEU con jóvenes delegados estudiantiles convencidos de que había que
crear una organización propia y nueva. No era mucha la diferencia de edad, pero
los veteranos nos enseñaron mucho a los más jóvenes. Hay que nombrarles porque
casi nunca se les nombra al hablar de aquel año: Enric Argullol, Joan Clavera,
Albert Corominas, Javier Paniagua, Andreu Mas Colell[13],
Albert Ortega, Quim Viaplana…[14]
De ahí
salieron, entre enero y octubre del 66, algunas de las cosas que tal vez
quedarán para la historia de la democracia reciente en Cataluña, cuando, por
imperativo legal, las Neus eran todavía Nieves y los Jordis, Jorges. Por
ejemplo, el aprendizaje de la tolerancia mutua, empezando por la tolerancia
entre las lenguas, en las asambleas. O, por ejemplo, el invento de la
Capuchinada, donde se produjo el encuentro de los estudiantes universitarios
con la generación de la República y de la autonomía (¡qué descubrimiento la personalidad
de Jordi Rubió[15] durante
aquellas horas!). O, por ejemplo, la posibilidad de la comparación entre la
vivencia universitaria y la vivencia en los barrios obreros y en las fábricas
(¡cuánta misteriosa espera y cuánta idealización recíproca en los primeros
contactos barceloneses entre el SDEUB y CCOO!).
No todos
aprendimos ni vivimos todas estas cosas ni todos queríamos exactamente lo
mismo. Entonces ya lo sospechábamos. Luego lo hemos sabido. Y hemos sabido por
qué. Pero un movimiento comunitario y democrático, como fue aquel, está siempre
hecho de cosas así: de diferencias, de azares dominados en el último momento y
de generosidades que rebaten intereses.
Total: que en
vez de terminar la carrera de filosofía terminé el año 66 en la vieja cárcel
modelo, de galería en galería. He estado a punto de escribir, “como era de
esperar”. Pero no es verdad: esperábamos cosas mejores, aunque lo que vimos
durante el referéndum del 66[16] nos
puso pesimistas a algunos. En octubre del 66 perdí la beca con la que había
estudiado toda la carrera. Me abrieron un expediente que se cerró con la
prohibición de estudiar en cualquiera de las universidades españolas durante
tres años. Me detuvieron cuatro veces entre abril y diciembre y me abrieron
cuatro sumarios en el Tribunal de Orden Público. El Día de los Santos Inocentes
de 1966 me detuvieron por última vez. En esta ocasión en Palencia, donde pasaba
las Navidades con mis padres y hermanas[17].
Me condujeron en tren hasta Barcelona dos policías de allá. Uno decía ser
poeta. El otro, un enamorado de los castillos contemplados desde el tren. La
realidad empezaba a ser compleja. Era la primera vez que aquellos policías
venían a Barcelona. Les engañó, ya en la Estación de Francia, nada más llegar,
el más listo, el más simpático, el más rojo de los abogados que hemos tenido:
Josep Solé Barberà[18].
(¿Para cuándo el homenaje que se merece su memoria?).
Siempre me
produce mucha risa el recuerdo de aquel fin de año del 66. Estaba en la Modelo,
pensaba en lo que iba a ser de Neus y de mí y venía venir que no saldría de
allí si no era para hacer el servicio militar obligatorio. Sabía ya que me iban
a enviar al Sáhara. Allí estuve, en efecto, muchos meses del 67 y del 68
barriendo el desierto[19].
Pero, mientras tanto, en la celda de la Modelo, o en el Virgen de
África, mientras navegábamos hacia El Aiún, entre vómito y vómito, no podía
dejar de reírme recordando la monumental bronca que los Creix echaron en Vía
Layetana a aquellos dos policías principiantes, el poeta y el de los castillos,
por haberse dejado acompañar en coche desde la Estación de Francia por un tal
Josep Solé Barberà, que durante el viaje iba dando instrucciones, en catalán,
al joven estudiante que yo era sobre lo que había de contestar a la Brigada
Político Social.
Más tiempo
tardé en cambio en aprender aquello otro de que: Lo peor es creer que
se tiene razón/ por haberla tenido[20].
Notas
[1] Sobre el filósofo italiano Gustavo Della Volpe escribió FFB su tesis
doctoral: Contribución a la crítica del marxismo cientificista,
Barcelona: PPU, 1984.
[2] Sin olvidar sus profesores de secundaria (que el autor nunca olvidó),
fueron tres, según sus propias manifestaciones, sus maestros universitarios:
Emilio Lledó, José M.ª Valverde y Manuel Sacristán.
[3] Sacristán fue expulsado de la Facultad de Económicas de la UB, donde
impartía clases de Fundamentos de Filosofía, vía no renovación de su contrato
laboral. Pudo volver el curso en 1972-1973 para ser expulsado de nuevo hasta
1976-1977.
[4] Véanse “William Morris, desde ninguna parte”, El Viejo Topo,
n.º 166, 2002, pp. 60-63, y “William Morris: soñador de nuestros sueños”
(2006). Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, nº. 133,
2016, pp. 13-35 (edición de Jorge Riechmann).
[5] El año de constitución del Sindicato Democrático de estudiantes de la
Universidad de Barcelona (SDEUB), formación en la que FFB, ya entonces
militante del PSUC, tuvo un papel relevante.
[6] FFB fue miembro fundador del Comité Antinuclear de Cataluña. Son
numerosísimos sus trabajos en el ámbito del ecologismo socialista-comunista
(hasta el final de sus días).
[7] Pacifista y anti-otánico. Son frecuentes sus escritos anti-otánicos
en los mientras tanto de los años ochenta.
[8] Un guiño a Sacristán, que inventó este término-concepto en “Nota
acerca de la constitución de una nueva filosofía”. Papeles de filosofía,
Barcelona: Icaria, 1984. pp. 7-12.
[9] Véase FFB, Por una Universidad democrática, Barcelona: El
Viejo Topo, 2009. “Por una Universidad democrática” es el título del
Manifiesto, escrito por Manuel Sacristán, que se aprobó durante la constitución
del SDEUB (la conocida como Capuchinada).
[10] Expresión de Gramsci. Véase FFB, “Apunte sobre Antonio Gramsci y
Simone Weil” https://www.elviejotopo.com/topoexpress/apunte-sobre-antonio-gramsci-y-simone-weil-1/
[11] Neus Porta i Tallada fue esposa y compañera del autor. Falleció en
agosto de 2011.
[12] Entre otras aproximaciones, véase FFB, “En el centenario de su
nacimiento: el viejo Lukács como teórico político”, mientras tanto,
nº 24, septiembre 1985, pp. 14-18.
[13] Es el mismo Andreu Mas Colell que fue Consejero de Economía
neoliberal en los gobiernos de Artur Mas.
[14] Algunos de ellos, Albert Corominas, por ejemplo, miembros del comité
universitario del PSUC.
[15] Jordi Rubió i Balaguer (1887-1982) fue uno de los intelectuales
antifranquistas que apoyó la constitución del SDEUB. Sacristán habló de él
elogiosamente en su intervención.
[16] Referéndum por la Ley Orgánica del Estado de octubre de 1966.
[17] Charo y Nieves Fernández Buey.
[18] Véase Andreu Mayayo, La voz del PSUC, Barcelona: RBA
editores, 2008.
[19] Con Quim Boix y Paco Téllez (militante comunista de la construcción),
miembros ambos del PSUC.
[20] Versos de José Angel Valente, Melancolía del desierto.
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