martes, 2 de junio de 2015

ORTEGA Y GASSET


ORTEGA Y LA CREACIÓN DE LA REVISTA ESPAÑA

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Ignacio Blanco
Sociología Crítica
29.05.2015

 Parte de la redacción de la revista ‘España’ (1915). De arriba abajo y de izquierda a derecha: (1) José Ruiz-Castillo, (2) Rafael de Penagos, (3) [no identificado], (4) Luis Bagaría, (5) Luis de Zulueta, (6) Gustavo Pittaluga, (7) Luis Bello, (8) Fernado Marco, (9) Luis García Bilbao, (10) José Ortega y Gasset, (11) José Martínez Ruiz, Azorín, (12) Pío Baroja y (13) Ramón Pérez de Ayala. Archivo de la Fundación José Ortega y Gasset-Gregorio Marañón (Madrid, España).

 El 29 de enero de 2015 se han cumplido justamente cien años del nacimiento de España. Semanario de la Vida Nacional. Con ser una de las revistas políticas más influyentes del primer cuarto del siglo xx, no es, sin embargo, de las más conocidas. Tampoco es frecuente vincular su existencia con la egregia figura de su fundador, José Ortega y Gasset, a quien sí se relaciona recurrentemente con otras de sus creaciones periodísticas acaso más afamadas, como El Sol (1917) o Revista de Occidente (1923). Por lo tanto, la efeméride se presenta como una ocasión propicia para recordar qué significó España en el mapa sociopolítico de aquella España.

El contexto intelectual viene definido por el regeneracionismo, que ya había dado sus frutos por esas fechas. En 1913, Ortega funda la Liga para la Educación Política Española. En 1914, pronuncia en el Teatro de la Comedia la conferencia «Vieja y nueva política», con enorme repercusión social, que se convirtió en el breviario de la generación del 14. A los pocos meses, el propio Ortega encabezaba un granado grupo de escritores, artistas y periodistas agrupados alrededor de la cabecera España. Estas tres iniciativas vinculadas con el «filósofo de El Escorial» comparten la misma génesis: servir de cauce para el torrente de incitaciones que espoleaba a aquellos hombres («gente ni del todo moza, ni del todo vieja», leemos en el primer editorial) y que se resume en el lema: «Es preciso reorganizar la esperanza española».

El punto de partida se puede anclar en la toma de conciencia de un Estado desmoralizado: «El desprestigio radical de todos los aparatos de la vida pública es el hecho soberano, el hecho máximo que envuelve nuestra existencia cotidiana», afirma Ortega en aquel primer editorial. «Todos sentimos que esa España oficial dentro de la cual o bajo la cual vivimos, no es la España nuestra, sino una España de alucinación y de inepcia». Pretenden estos intelectuales regenerar la vida política y cultural española partiendo desde la base, pues la coincidencia en el desánimo es compartida «con el más humilde de nuestros labriegos y el más sencillo de nuestros artesanos».

La ascendencia intelectual del joven Ortega (contaba 32 años) quedó patente al conseguir agrupar en la redacción a escritores ya consagrados como Baroja, Unamuno, Azorín o Pérez de Ayala, así como la adhesión de figuras indiscutibles como Antonio Machado, que en una carta de febrero de 1915 se muestra encantado con la revista y tilda a Ortega de «gran capitán». Curiosamente, la misma expresión empleará Eugenio d’Ors cuando se dirija al filósofo como «mi capitán» a propósito de su colaboración en España. Completan la lista de colaboradores de aquella primera época nombres como el poeta Luis García Bilbao (socio fundador que puso gran parte del capital inicial), Rafael de Penagos, Luis de Zulueta, Fernando de los Ríos, Fernando Vela, Gustavo Pittaluga, José Ruiz-Castillo (gerente de la editorial Renacimiento y socio fundador de España), Luis Bello o el caricaturista Luis Bagaría, cuyos dibujos de trazos inconfundibles y dramática ironía pudieron verse también en La Tribuna, El Sol y ABC, entre otros.

España fue un órgano del pensamiento progresista. Evitó cualquier connivencia con el poder político constituido, al menos durante 1915, año en que Ortega se mantuvo en la dirección. En esta primera época, España llevó su independencia económica y política hasta el extremo, como cuando renunció al «anticipo reintegrable» del Estado para sufragar el encarecimiento del papel con motivo de la Gran Guerra. También se abstuvo de entrar de lleno en la dialéctica entre germanófilos y aliadófilos, si bien sus editoriales hacían pensar que España defendía la causa aliada. «España —escribió Ortega— debe tomar el saber de Alemania y el mandar de Inglaterra. […] No creo que ningún español consciente pueda odiar a ninguno de los tres pueblos beligerantes».

El 15 de noviembre de 1915 Ortega firma la cesión de todos sus derechos sobre la publicación. Las causas de la renuncia son complejas, aunque la desilusión de Ortega con el proyecto se empieza a percibir desde verano. Por testimonios posteriores del propio Ortega, se puede deducir que el filósofo no encontró la acogida o tal vez el respaldo y calor social que imaginó durante la construcción de la empresa. También hay que considerar la desazón y el desánimo provocados por las terribles noticias que llegaban del frente y que, sin duda, inundaron el ánimo de quienes habían visto en Europa un ideal de salvación: «El momento es de una inminencia aterradora», escribía Ortega hace un siglo.

El caso es que en febrero de 1916 ya figura como director el socialista Luis Araquistáin. Este imprime a la revista un acusado giro hacia la izquierda que desembocará, tras la Revolución del 17, en una defensa directa del bolchevismo. Araquistáin sí aceptó subvenciones para atacar la causa alemana, con lo que España se sumaba al florido grupo de publicaciones proselitistas y doctrinales que siempre han poblado el panorama periodístico español. Cuando en 1922 Manuel Azaña tomó las riendas de la revista e intentó reconducirla hacia la prédica del liberalismo y la independencia con que fue alumbrada, ya era demasiado tarde. El último número fue el 415 y estaba fechado el 29 de marzo de 1924.


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