Cambios posibles en la
economía tras la pandemia
Por Manuel Acuña Asenjo / Chile
Rebelion
01/08/2020
Fuentes: Rebelión
Una de las
afirmaciones que más frecuentemente se escucha en estos meses de pandemia es
aquella según la cual, superada la crisis, la sociedad no será ya la misma. La
frase es perogrullesca, sin lugar a dudas. Porque, si existe algo de lo cual
estamos cierto, eso no es otro que el fenómeno del cambio.
De manera
que decir, en tiempos de pandemia, ‘la sociedad no será ya la misma’ es una
afirmación carente de sentido; salvo que, con ella, se quiera hacer referencia
a un hecho especial como lo es la posibilidad cierta que su forma de
funcionamiento no será ya la misma. Pero, para determinar si acaso aquello es
posible, necesariamente hemos de examinar la estructura de la sociedad en
comento y separar algunos de sus elementos.
LA ESTRUCTURA DEL MODO DE PRODUCCIÓN
Las
sociedades no se organizan sino en virtud de un modo o forma de producir,
circunstancia que no sucede porque sí, sino por el hecho simple que, antes de
filosofar o reflexionar, todo ser vivo necesita comer y encontrar un refugio
para reproducirse y perseverar, de esa manera, en la vida.
El modo de
producción vigente, llamado ‘modo de producción capitalista’ (pues su función
es producir ‘capital’) tiene una estructura específica que deriva de su calidad
de modo de dominación. Tiene, en consecuencia, dos clases principales que no
solamente lo caracterizan sino existen en él, contrapuestas la una con la otra,
en el carácter de elementos esenciales pues una de ellas produce el capital en
tanto la otra lo atesora. Poulantzas las denomina, ‘trabajadores’ y ‘no
trabajadores’, respectivamente, denominación que, desde ya, nos apresuramos a
compartir. De manera que las clases indicadas son los elementos estructurales
del modo de producción capitalista. La afirmación que, tras el período de
pandemia, la sociedad vaya a experimentar —o haya experimentado ya, en su
transcurso— ‘cambios estructurales’ no implicaría sino que tales elementos
desaparecerían, se transformarían o alterarían significativamente su
naturaleza, algo que, en verdad, no ha sucedido ni parece que vaya a suceder en
un futuro más o menos inmediato dadas las actuales condiciones. En
consecuencia, asegurar que, tras la pandemia, la sociedad no va a ser la misma,
no implica en modo alguno aseverar que las transformaciones esperadas deberían
afectar la estructura misma de ese modo de producción y, en consecuencia, de
toda la sociedad capitalista. Por el contrario, la estructura del modo de
producción tiende a permanecer inalterable, y solamente va a aceptar
transformaciones que no pongan en peligro su esencia misma. Lo que implica que
el proceso productivo no sólo mantendrá sus dos clases principales en perpetuo
antagonismo: vendedores y compradores de fuerza o capacidad de trabajo, según
la denominación clásica, sino, además, sus tres áreas normales de
funcionamiento —que le permiten separar a industriales, comerciantes y
banqueros, con sus respectivos y correspondientes estamentos bajo su mando, es
decir, trabajadores industriales, trabajadores del comercio y trabajadores de
la banca o del comercio del dinero—. De lo cual puede inferirse que el modo de
producción capitalista, en tanto no enfrente a un poder insuperable que lo
enfrente, derrote y se instale en su lugar, cumplirá tranquilamente su natural
ciclo de existencia. Así, cumplido el período incursivo de la pandemia, o
encontrada, en su caso, la vacuna que le ponga atajo, no parece que la
existencia de productores de plusvalor y captadores del mismo vaya a
experimentar variación alguna, aunque sí formas más tolerables de relaciones
humanas.
Podemos, de
esta manera, concluir en este aspecto, que las eventuales transformaciones del
modo de producción vigente post pandemia no serán estructurales: las clases
sociales se mantendrán como tales, del mismo modo que lo harán las actividades
derivadas de la producción. Así, pues, la afirmación según la cual ‘la sociedad
post pandemia’ no será la misma, no pasa de ser un juicio temerario, una
suposición sin fundamento, si se refiere a la naturaleza del modo de producción
capitalista. La estructura de dicho modo se mantendrá inalterable por lo cual
los fundamentos de dicha afirmación han de buscarse en otros lugares.
¿DÓNDE, PUES, ES NECESARIO BUSCAR LOS CAMBIOS?
Dado que el
funcionamiento del modo de producción está en íntima correspondencia con el
desarrollo de las fuerzas productivas (Fp) y la forma que adquieren las
relaciones de producción (Rp), es posible que las formas de trato entre los
seres humanos adquieran nuevos aspectos o rasgos antes desconocidos. En este
caso, la referencia a que ‘la sociedad, luego de la pandemia, no será ya la
misma’, adquiere un significado más preciso. Ya no se trata de alterar la
estructura misma del modo de producción sino su forma de funcionamiento.
En efecto,
los modos de producción no funcionan en el aire, se instalan en una estructura
social que, en la moderna sociedad se denomina ‘Estado’. Pero dentro de ese
Estado —que es una organización social mediada por la fuerza—, el modo de
producción realiza el proceso productivo determinando tanto el ordenamiento
jurídico a la vez que las formas de relación humana, proceso que no sucede por
casualidad. Porque, debemos recordar que el modo de producción no es solamente
una forma de producir o de realizar la producción sino, además, y muy
principalmente, una forma de vida. Por eso, instalado ya dentro del Estado, la
actividad económica, base de la actividad humana, comienza a decidir la forma
que ha de adoptar no solamente el basamento jurídico de la sociedad sino las
formas culturales que van a imperar en esa formación social. Es dentro de esas
tres áreas donde sí es posible estimar la ocurrencia de cambios derivados de la
pandemia que asola a la humanidad, aunque no necesariamente. Para incursionar
dentro de esos temas, debemos hacerlo en referencia a las mismas. Sin embargo,
dada la extrema longitud del tema, en esta oportunidad lo haremos únicamente en
relación a la primera de tales regiones.
CAMBIOS EVENTUALES EN LA REGIÓN ECONÓMICA DEL MODO DE PRODUCCIÓN.
En la región
económica del modo de producción no solamente es posible que se produzcan
cambios sino que, con absoluta certeza, puede afirmarse que sí ocurrirán.
Porque, como ya lo señalásemos, el cambio es inherente a la naturaleza. En
consecuencia, también a las transformaciones que tienen lugar dentro del campo
de desarrollo de las fuerzas productivas (Fp) cuyo ritmo determina la
estructura de las relaciones de producción (Rp). De lo que podemos inferir que
los cambios en la región económica del modo de producción pueden producirse
tanto en su forma de funcionar, que es la que presenta su ‘forma de acumular’,
como en la propia estructura de esa región.
El sistema
capitalista tiene por finalidad producir ‘capital’ y el capital tiene como
característica su constante acrecentamiento. El capital se acumula. Por
consiguiente, al realizar la producción, la clase perceptora de plusvalor se ve
en la obligación de establecer una ‘forma de acumular’ o ‘modelo’ a través del
cual pueda realizar el proceso de acrecentamiento del capital. Y, puesto que
esa clase se presenta dividida, en forma de tres fracciones que se disputan el
derecho a dirigir el conjunto social (industrial, bancaria y comercial), una de
ellas (la industrial o la bancaria) asumirá ese rol. A aquella que se imponga
en tal disputa siempre prestará su apoyo la fracción comercial, que se nutre de
la actividad de ambas. Esta confrontación se da en el campo que, en muchos de
nuestros documentos, hemos denominado —siguiendo a Poulantzas— ‘Bloque en el
Poder’. Por consiguiente, los cambios en la región económica del modo de
producción se producirán tanto en la forma de acumular que adopte, como en los
aspectos propios de su funcionamiento que, constantemente, estarán exigiendo
mejorar la forma de realizar su cometido.
IMPOSICIÓN DE UNA FORMA DE ACUMULAR
La forma de
acumular (o ‘modelo’) vigente en Chile —denominada ‘economía social de
mercado’, ‘neoliberalismo’, ‘monetarismo’, ‘consenso de Washington’, etc.—, fue
impuesta bajo la dictadura militar pinochetista. La hegemonía dentro del Bloque
en el Poder quedó en poder de la fracción bancaria en estrecha alianza con la
fracción comercial. A pesar que, bajo la dictadura, no se vieron los ‘éxitos’
del modelo, si fue posible mostrarlos bajo los gobiernos post dictatoriales[1] pues
una de las tareas que se impuso la alianza opositora no fue abolirlo sino
mejorarlo. Los pilares sobre los que se construyó tal ‘éxito’ fueron varios;
entre otros, la entrega de la administración del dinero destinado a proveer la
jubilación de los trabajadores a unos organismos —llamados ‘Administradoras de
Fondos de Pensiones’ AFP— para especular con ellos, la mercantilización de la
salud —y la consecuente creación de las Instituciones de Salud Previsional
ISAPRES y hospitales privados—, la creación de Administradoras de Fondos
de Cesantía AFC y las Cajas de Compensación y, de todas maneras, la
mercantilización de la educación. Bajo los gobiernos post dictatoriales, y dada
la importancia adquirida por China como fábrica mundial, se instalaron sólidas
relaciones para la venta de materias primas a ese país, dejándose de lado
cualquier intento de desarrollar la abandonada industria nacional con las
consecuencias que era de esperar. Pero esa errada política tuvo otras consecuencias.
Roberto Pizarro las explica al señalar que
“Chile ha
priorizado los mercados de los países desarrollados y del Asia-Pacífico,
principales importadores de recursos naturales. Desde fines de los años noventa
(TLC Chile Canadá, en 1997), la política comercial prácticamente se ha
confundido con la política exterior. Se descuidaron, en cambio, las
relaciones con los vecinos. Ello le ha significado a Chile un distanciamiento
diplomático con los países de la región y, en el ámbito económico, la pérdida de
oportunidades para ampliar la producción y exportación de manufacturas, las que
siempre han tenido un mercado fértil en la vecindad”[2]
Era absurdo
no suponer que un sistema de esa naturaleza agravaría las diferencias sociales
y la pobreza de gran parte de la población, especialmente de los sectores de
mayor edad. El sistema de las AFP hizo crisis y, con él, gran parte del modelo
heredado de la dictadura lo que se expresó en la gran protesta popular iniciada
el 18 de octubre del año pasado y que, al parecer, aún no termina. La pandemia,
por tanto, vino solamente a agudizar un problema que ya estaba presente en el
corazón mismo de la sociedad chilena.
POSIBLES CAMBIOS EN LA FORMA DE ACUMULAR
Por eso,
suponemos nosotros que, superada la crisis del Covid 19, es posible que se
produzca una profunda revisión en torno a la vigencia de la forma de acumular o
‘modelo económico’. Las condiciones actuales, no solamente en Chile sino en el
planeta, así parecen indicarlo.
“Se puede
entender que el modelo económico actual se está acabando, lo que llevará a un
decrecimiento forzado acorde a una limitaciones físicas (climáticas y
energéticas) y que, posteriormente, migrará entrópicamente a otro modelo nuevo,
liderado por una Tercera Revolución Industrial mediante la digitalización e
interconexión de tecnologías disruptivas aplicadas a la energía, transporte y
comunicación, como ya está ocurriendo”[3].
Algo
parecido a lo que Pizarro nos dice, cuando insiste en que
“[…] resulta
imprescindible impulsar un nuevo modelo económico que coloque en su centro la
producción de bienes y servicios para responder a las necesidades de las
personas, en vez de atender prioritariamente los requerimientos de la
industrialización china. Ha sido un error colocar todos los esfuerzos en la
exportación de recursos naturales”[4].
Se puede
suponer posible, incluso, que la actual forma de acumular pueda ser abolida
hasta sus cimientos pues presenta inequívocos signos de agotamiento. Las
fuerzas productivas se han desarrollado a un nivel tal que exigen un cambio
drástico en las relaciones de producción pues, de lo contrario, puede abrirse
una época de revolución social. Es posible, por tanto, que ello ocurra. Pero no
nos ilusionemos.
El cambio de
un modelo no es una tarea que pueda realizar una formación social de la noche a
la mañana (con las salvedades de rigor a las que nos referiremos de inmediato).
Por el contrario: en la teoría general de los sistemas, es el todo el que hace
a la parte y no ésta a aquel. Como lo señalara, con acierto, en varias de sus
obras, André Gunder-Frank —y más actualmente Immanuel Wallerstein—, el sistema
capitalista mundial SKM es un ‘sistema mundial’; por algo así se le denomina.
Es el todo al cual han de acomodarse los otros subsistemas o partes. Tal
acomodación no solamente toma su tiempo, es decir, se realiza dentro de un
período más o menos prolongado dentro del cual las distintas formaciones
sociales planetarias van asumiendo el rol que han de jugar en el concierto
mundial; en ese período también lo hace el modo de cómo cada formación social
va a actuar dentro del sistema mundial. Es el período, además, en donde se van
organizando, paulatinamente, las nuevas condiciones sobre las que se va a
extraer el plusvalor a la clase trabajadora. Podemos, pues, aseverar que la
imposición de modelos o forma de acumular no son facultades privativas ni
expresión alguna de autonomía de cada estado sino, muy por el contrario, dan
cuenta de la absoluta necesidad que cada uno de ellos tiene de hacer concordar
y armonizar su funcionamiento a los requerimientos del sistema capitalista
mundial SKM.
POSIBILIDAD DE ORGANIZAR UN MODELO AL MARGEN DEL SKM
Organizar un
modelo de acumulación al margen del SKM, un modelo autónomo, propio, diferente,
si bien es posible, implica la adopción de una vía que se aparta del concierto
mundial. En principio. Una vía que, de adoptarse, no va a ser mirada con buenos
ojos y que, cuando ha sucedido, en no pocos casos, ha sido objeto de un rechazo
rotundo. Especialmente, cuando ha sido adoptada en contraposición a lo que
piensa o establece el Bloque en el Poder a nivel planetario o, como
corrientemente se dice, ‘el conjunto mundial’. En esos casos, acarrea, pues, la
aplicación de tratos hostiles e indiferentes hacia la formación social díscola,
a veces en el carácter de sanciones expresas (como lo es el bloqueo comercial);
en otros, bajo la forma de discriminación e, incluso, condiciones denigrantes
en la celebración de convenios o tratados internacionales. Los términos de
intercambio realizados de manera abusiva en la transacción de materias primas
con productos de alto desarrollo tecnológico, la fuga de cerebros desde las
formaciones sociales atrasadas hacia las de alto desarrollo científico al igual
que la fuga de artistas y deportistas, no obedecen sino a los intentos de
algunos estados en torno a obtener mayor grado de autonomía dentro del
concierto mundial. Demás está decir que la falta de recursos económicos en un
mundo globalizado se traduce, generalmente, en miseria y atrasos tecnológicos
de magnitud. La comunidad internacional, dependiente, en gran medida de la
política impuesta por el Bloque en el Poder a nivel planetario, tiende a aislar
al sujeto díscolo.
Si la
dictadura pinochetista pudo imponer en Chile el modelo neoliberal, tal logro
fue posible solamente porque contó con el apoyo irrestricto de la
administración norteamericana y la pasividad de los regímenes ‘comunistas’ de
entonces. No hay que olvidar que tanto los gobiernos de Rumania como de China
(al igual que el Vaticano) excusaron la mantención de relaciones diplomáticas
con la dictadura chilena manifestando, entre otras razones, su voluntad de tratar
con estados y no con gobiernos. La ex Unión Soviética no se involucró
directamente por impedírselo tanto los Acuerdos de Yalta como la existencia de
un enclave suyo en la América caribeña (Cuba), cuyo sostén le acarreaba desde
ya innumerables problemas. Así, el pueblo de Chile quedó entregado a su propia
suerte, y el gobierno norteamericano pudo observar con interés la posibilidad
de imponer el modelo chileno al resto del mundo.
DIVISIÓN DEL TRABAJO A NIVEL INTERNACIONAL
Hasta la
imposición, a nivel internacional, del llamado ‘Consenso de Washington’, la
idea imperante en la fracción hegemónica del Bloque en el Poder a nivel
internacional pareció ser transformar ciertas regiones en el centro (o los
centros) financiero mundial, dejar a otras naciones (China, India y Rusia) la
tarea de proveer de bienes tangibles a toda la humanidad, reservando a América
Latina y África la de proveedores de materias primas, con las lógicas
excepciones de rigor (a Chile se le veía como un aliado inmejorable junto a los
miembros más destacados del sistema financiero mundial). Pero aquella división
internacional del trabajo no prosperó: los Estados Unidos —que se habían
erigido como centro financiero junto a Europa y Japón—, luego de la elección
del presidente Trump no sólo abandonaron esa forma de acumular, desarrollada
hasta ese momento tanto por demócratas como por republicanos, sino parecían más
interesados en sepultarla definitivamente; no ocurrió de manera diferente luego
de la elección de Johnson en Inglaterra quien, a poco de asumir dejó de lado
los postulados de los ‘thories’ por un programa neo keynesiano. Así, en los
años siguientes pudo verse, en Davos, el aparente contrasentido que mientras
China, la Unión Europea y Rusia abogaban por la defensa del modelo neoliberal,
USA e Inglaterra lo hacían en defensa de la imposición de una suerte de
neokeynesiamismo.
El
agotamiento de un modelo no sigue los mismos parámetros en todas las
formaciones sociales; menos aún cuando muchas de aquellas, para demostrar el
éxito de las medidas adoptadas, ocultan la verdadera miseria. Chile no sería
una excepción. El estallido social de 18 de octubre de 2019 lo demostraría ante
la comunidad internacional de modo sorpresivo y rotundo.
HACIA DÓNDE CAMINA EL SISTEMA CAPITALISTA MUNDIAL EN FASE ACTUAL
Es un hecho
cierto que Trump, con todas sus limitaciones como persona, ha sido el
sepulturero del modelo neoliberal. Estados Unidos ya no es el centro de la
actividad financiera como lo habían querido sus antecesores sino camina hacia
una fase de desarrollo tecnológico/industrial, algo que no agrada a los
sectores dominantes de otras naciones como Rusia, China y Europa, aunque por
distintas razones. Y eso puede ser una oportunidad para Chile.
“El
proteccionismo de Trump y ahora la pandemia son un llamado de atención para
modificar el modelo económico chileno y su forma de inserción en el mercado
mundial. Las condiciones de posibilidad para los cambios están presentes”[5].
Pero,
sorpresa: no es Trump el único que camina en una dirección contraria a quienes
le antecedieran en el cargo sino además su propio contendor, el demócrata Joe
Biden, hombre conocido por su abierta simpatía hacia el neoliberalismo,
partidario de las tarjetas de crédito y de la especulación financiera. En
efecto, una crónica del afamado periodista Zakaria Fareed, de la cadena
internacional de noticia CNN, aparecida en su última columna del ‘Washington
Post’, señala que el plan económico recientemente publicado por Joe Biden
promete
“[…]
garantizar que el futuro se haga en toda America”[6].
La crónica
expresa que, si bien eso podría sonar como el viejo slogan de Trump ‘Estados
Unidos Primero’, Fareed sostiene que la proposición de Biden
”[…] es
mucho mejor que el enfoque del presidente [pues] no es un llamado mercantilista
a los aranceles y a las guerras comerciales, distintivos de la presidencia de
Trump”[7],
sino, más
bien, un aumento masivo en
“[…] la
inversión en investigación y desarrollo”[8].
Si bien el
plan de Biden incluye, igualmente, una recomendación para el ‘Buy american’,
Fareed advierte que es necesario tener presente que ese tipo de iniciativas
“[…]
enviaron al mundo a una espiral descendente de proteccionismo y nacionalismo,
empobreciendo a la gente común y creando un clima internacional peligroso.
Tengamos en cuenta esa historia a medida que implementamos la próxima versión
de ‘Buy american’”[9].
Esta forma
de mirar el futuro pareciera estar señalando, definitivamente, el deceso del
modelo neoliberal al menos en esta parte del planeta. Lo que nos conduce
inequívocamente a entender que es el momento para que nuestra nación adopte un
derrotero diferente. Como lo señala el analista anteriormente citado:
“El freno de
la globalización que se observa recientemente abre oportunidades de
transformación en nuestro país. En efecto, las políticas proteccionistas del
presidente Trump y ahora la dolorosa experiencia del COVID-19 han impuesto
restricciones sobre el movimiento de bienes, servicios, capital, mano de obra y
tecnologías. Todo indica que se acortarán las cadenas de valor internacionales,
y existirá la necesidad de encontrar autoabastecimiento en productos esenciales
para la salud y la alimentación y probablemente para algunos otros bienes.
Tendremos que apoyarnos en nuestras propias fuerzas y también implementando
entendimientos con países cercanos”[10].
Es, por lo
demás, uno de los aspectos relevantes del rumbo que ha estado tomando la
economía desde hace ya algunos años, de cuyo derrotero advirtiéramos, antes de
las elecciones presidenciales de 2017, a uno de los candidatos, en forma de
documentos sucesivos que le entregáramos, sin resultado alguno.
Podemos
terminar aquí señalando que, aún cuando las protestas tuvieran en Chile un
desenlace imprevisto que abrieran la posibilidad al establecimiento de una
sociedad más abierta, fraterna y solidaria, la vía a aplicar en materia
económica no pareciera ser otra que la indicada.
Una nueva
forma de acumular más autónoma, que introduzca particularidades en la forma de
realizar el conjunto Fp:Rp sí es posible. Las relaciones de producción pueden
ser alteradas para introducir en ellas las cordiales formas de la
participación. El hambre experimentada por gran parte de la población nacional[11] y
la espectacular respuesta de las organizaciones poblacionales a través de la
solidaridad y la cooperación, bajo el lema ‘Sólo el pueblo ayuda al pueblo’,
muestran formas inequívocas de un nuevo trato que necesariamente ha de
considerarse en toda reforma que se plantee. Aunque es materia que, en todo
caso, corresponderá decidirla a quienes tomen en sus manos la dirección de la
nación por voluntad popular. La participación en la convocatoria plebiscitaria
de octubre puede ayudar en ello. Sería una buena manera de conmemorar esa
revolución de octubre que aún no ha terminado.
Santiago,
julio de 2020
[1] Con
la expresión ‘mejorar’ nos referimos al perfeccionamiento del ‘modelo’ en
cuanto a extraer una cada vez mayor cuota de plusvalor a los sectores
dominados. La miseria si bien se intensificó con el advenimiento de la
dictadura, se institucionalizó bajo los gobiernos post dictatoriales y se
ocultó bajo un nutrido volumen de eufemismos entre los que podemos señalar el
cambio de ciertas expresiones como ‘personas en situación de calle’, ‘viviendas
de emergencia’, ‘inequidad’, en fin.
[2] Pizarro,
Roberto: “Economía y comercio después del coronavirus”, ‘Nuevo Observatorio’
(‘La Mirada’), N° 93, 09 de julio de 2020.
[3] Fernández,
Julio: “El fin del modelo económico actual y los cambios disruptivos que
vienen”, El Salto, 14 de mayo de 2020.
[4] Pizarro,
Roberto: “Corona virus y la economía chilena”, ‘El Desconcierto’, 20 de julio
de 2020.
[5] Pizarro
Hofer, Roberto: “Economía y política exterior después del COVID-19”, ‘El
Mostrador’, 10 de julio de 2020.
[6] Crónica: “Fareed: Biden’s economic plan
much better than Trump’s aproach”, Véase Chanel3000.com.
[7] Crónica:
Id. (6).
[8] Crónica:
Id. (6).
[9] Crónica:
Id. (6).
[10] Pizarro
Hofer, Roberto: Art. citado en (4).
[11] Solamente
en Cerro Navia, a mediados de julio, funcionaban sesenta ollas comunes; este
fenómeno se extendía a todo el país.
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