(Pleno de las Cortes Aragonesas, en las que el PSOE y el PAR en el gobierno, y PP en la oposión (igual que si estuviera en el gobierno) van a bendecir que alguien se lleve (nos quite) 9 millones de euros por cojer el telefono y dar citas para el médico, con la oposición de Izquierda Unida y Chunta Aragonesista, partidos a los que hay que votar en las proximas elecciones para que los mamelucos dejen de sangrar los presupuestos públicos y meterlos en los bolsillos de los mamones de la privatización)
Es elemental, mi querido Watson-lector. Si por una cosa que vale uno me cobran dos, me roban. Que yo me quede más contento que unas Pascuas después de haber sido robado, mi querido Watson-Lector, sigue siendo elemental: no me entero por donde me da el aire.
La privatización, pues, mi querido Watson-Lector, elemental: es un robo.
Los bandidos tales como el Cucaracha, Diego Corrientes, José María el Tempranillo o Los siete niños de Ecija, todos ellos héroes del trabuco y de la navaja barbera, fueron la genuina representación de la privatización en su más prístino y primigenio estado.
Aquellos heroicos bandidos, que paz tengan en el Seno del Señor, no necesitaban decretos ni leyes, ni consensos ni asesores, ni medios de comunicación que le dieran cobertura ideológica. Se bastaban así mismos para la realización de su trabajo.
Te salían por la revuelta del camino, bajando del monte a la carrera o de la parte de atrás de una peña, se plantaban delante de ti, y te decían: ni un paso más, dame todo lo que lleves encima o te rajo como a un melón.
Y así privatizaban aquellos insignes bandidos del trabuco y la navaja barbera, porque privatizar es privar a alguien de los que es suyo.
La Seguridad Social es nuestra (bueno también es nuestro el producto de nuestro trabajo del que también nos privan), pero como don Marcelino Iglesias no tiene, como aquellos heroicos bandoleros, los suficientes huevos, como para salirnos al paso a todos los aragoneses, brazos en jarras, y diciéndonos: ni un paso más, atajo de borregos, dadme ahora mismo los cinco euros y pico que os toca por cabeza o sus pongo moraos a todos a hostia limpia.
Pero don Marcelino Iglesias, aun sin huevos para robar claramente a todos los aragoneses, junto a los miembros del PSOE y del PAR (Partido Aragonés Regionalista) que le acompañan en su gobierno, junto al apoyo implícito que le prestan los miembros del Partido Popular en el Parlamento Aragonés, es más peligroso para la sociedad que un mono con una cuchilla de afeitar en la mano y todos aquellos bandoleros juntos.
Son casi nueve millones de euros (unos 5 y pico por habitante aragonés) los que don Marcelino Iglesias y todo su séquito político (un bandolerismo descafeinado) nos va a quitar a todos los aragoneses para dárselos a unos mamones que se van a constituir en empresa por cojer el teléfono y darnos cita cuando queramos ir al médico. Y en esto, mi querido Watson-Lector, consiste la privatización (o robo específico) de la Seguridad Social Aragonesa que va a llevar a la práctica el gobierno de don Marcelino Iglesias.
Zaragoza no se rinde, imposible. Ya está rendida y en manos de cuatro calicatres.
*
Es elemental, mi querido Watson-lector. Si por una cosa que vale uno me cobran dos, me roban. Que yo me quede más contento que unas Pascuas después de haber sido robado, mi querido Watson-Lector, sigue siendo elemental: no me entero por donde me da el aire.
La privatización, pues, mi querido Watson-Lector, elemental: es un robo.
Los bandidos tales como el Cucaracha, Diego Corrientes, José María el Tempranillo o Los siete niños de Ecija, todos ellos héroes del trabuco y de la navaja barbera, fueron la genuina representación de la privatización en su más prístino y primigenio estado.
Aquellos heroicos bandidos, que paz tengan en el Seno del Señor, no necesitaban decretos ni leyes, ni consensos ni asesores, ni medios de comunicación que le dieran cobertura ideológica. Se bastaban así mismos para la realización de su trabajo.
Te salían por la revuelta del camino, bajando del monte a la carrera o de la parte de atrás de una peña, se plantaban delante de ti, y te decían: ni un paso más, dame todo lo que lleves encima o te rajo como a un melón.
Y así privatizaban aquellos insignes bandidos del trabuco y la navaja barbera, porque privatizar es privar a alguien de los que es suyo.
La Seguridad Social es nuestra (bueno también es nuestro el producto de nuestro trabajo del que también nos privan), pero como don Marcelino Iglesias no tiene, como aquellos heroicos bandoleros, los suficientes huevos, como para salirnos al paso a todos los aragoneses, brazos en jarras, y diciéndonos: ni un paso más, atajo de borregos, dadme ahora mismo los cinco euros y pico que os toca por cabeza o sus pongo moraos a todos a hostia limpia.
Pero don Marcelino Iglesias, aun sin huevos para robar claramente a todos los aragoneses, junto a los miembros del PSOE y del PAR (Partido Aragonés Regionalista) que le acompañan en su gobierno, junto al apoyo implícito que le prestan los miembros del Partido Popular en el Parlamento Aragonés, es más peligroso para la sociedad que un mono con una cuchilla de afeitar en la mano y todos aquellos bandoleros juntos.
Son casi nueve millones de euros (unos 5 y pico por habitante aragonés) los que don Marcelino Iglesias y todo su séquito político (un bandolerismo descafeinado) nos va a quitar a todos los aragoneses para dárselos a unos mamones que se van a constituir en empresa por cojer el teléfono y darnos cita cuando queramos ir al médico. Y en esto, mi querido Watson-Lector, consiste la privatización (o robo específico) de la Seguridad Social Aragonesa que va a llevar a la práctica el gobierno de don Marcelino Iglesias.
Zaragoza no se rinde, imposible. Ya está rendida y en manos de cuatro calicatres.
*
No hay comentarios:
Publicar un comentario