¿Es
ética la piratería científica? ¿Acelera la transmisión de conocimiento y mejora
la calidad de este? Hoy Sci-Hub cuenta con cerca de 85 millones de artículos
científicos pirateados, al alcance de cualquiera. Y la comunidad científica lo
agradece.
Actualidad de la piratería científica
EL Viejo Topo
25 septiembre, 2022
La piratería científica desde la perspectiva ambiental; clave en la
democratización de la ciencia
El 5 de
septiembre de 2011 entró en funcionamiento el repositorio de artículos
científicos Sci-Hub. Fundado por la neurocientífica y desarrolladora de
software Alexandra Elbakyan, este repositorio hoy en día alberga cerca de 85
millones de artículos científicos pirateados, todos ellos de libre descarga y a
coste cero.
Hasta la puesta
en marcha de este repositorio, las grandes editoriales, revistas y repositorios
científicos poseían —y lo siguen haciendo, aunque ya en menor medida— el
monopolio de la literatura científica. Empresas como Elsevier, Springer, Taylor
& Francis y Wiley-Blackwell —entre otras— publican hoy en día cerca de la
mitad de los trabajos científicos a nivel mundial, lo que significa que existe
una verdadera centralización de los derechos de autor. En un ambiente
altamente competitivo como es de la ciencia, donde impera el dicho «publicar o
perecer» —del inglés «publish or perish»— se favorece que las revistas editadas
por estas empresas gocen de un elevadísimo prestigio, ya que todo científico
que quiera ser top intente —en ocasiones desesperadamente—
publicar en ellas, lo que a su vez retroalimenta positivamente el monopolio
aglutinador de los derechos de autor, concediendo siempre estos derechos a los
mismos actores.
Estas empresas
monopolísticas cobran a las universidades, laboratorios e instituciones de
investigación grandes sumas de dinero por estar suscritas a sus servicios. De
forma que, si no se pertenece a ningún organismo suscrito a dichos servicios y
se desea acceder a esta literatura de forma independiente, por cada artículo se
puedan llegar a pagar de 20 a 40 euros. Teniendo en cuenta que en un artículo
científico de calidad se citan en torno a 30 fuentes, cada artículo puede
llegar a costar entre 600 y 1.200 euros solo en referencias bibliográficas. Y
esto sin tener en cuenta todos los trabajos que se son leídos y descartados de
la publicación final.
El pago por el
acceso a la literatura científica quizá no suponga un gran problema para
aquellos científicos que trabajan en áreas que tradicionalmente han tenido
importantes fuentes de financiación. Para los grupos de investigación en
disciplinas como la física, la química, la biomedicina y la biotecnología —o el
de las instituciones que los financian— el gasto en acceso a la literatura puede
suponer una inversión ridícula si se compara con el gasto en personal,
tecnología, materiales, reactivos, instalaciones, etc. Sin embargo, la
aparición de Sci-Hub, y la piratería científica en general, ha supuesto toda
una revolución para disciplinas de ciencias ambientales como la ecología, la
botánica, la zoología, la entomología, la conservación, etc.
En estas
disciplinas la financiación no suele ser muy grande, y esto se debe
principalmente a tres factores. Primero, la naturaleza de la problemática a
estudiar generalmente es de fácil acceso y no requiere de tecnología punta o
grandes recursos si la comparamos, por ejemplo, con el estudio de enfermedades
como el cáncer y el Párkinson; o la investigación de partículas subatómicas en
grandes y costosos aceleradores, donde se pueden manejar presupuestos de
millones o incluso de cientos de millones de euros. Segundo, los resultados de
la gran mayoría de los estudios no tienen como fin último la producción de
patentes rentables a corto y medio plazo, sino que buscan el saber por el saber
o simplemente el estudio y la protección de determinadas especies y sus
hábitats, por lo que tienen una reducida o nula rentabilidad de la inversión,
haciéndolas poco llamativas a la inversión institucional. Y tercero, los
sectores del medio ambiente y la protección de la biodiversidad
tradicionalmente han tenido una baja demanda, tanto a nivel social como a nivel
institucional. Aunque esto haya cambiado en los últimos años, con la mayoría de
las grandes corporaciones queriendo vestirse los ropajes de una supuesta
sostenibilidad, la realidad es que estos gastos suelen ocupar los puestos más
bajos dentro de sus presupuestos.
Estos tres
factores generan una precariedad casi crónica dentro de las disciplinas
ambientales, con líneas de investigación con presupuestos muy ajustados por la
falta de financiación. Sin olvidar, que muchos de los científicos que se
dedican a estas áreas son científicos independientes que no viven directamente
de la investigación, y que trabajan solos o mediante colaboraciones con grupos
de investigación de forma altruista, tan solo por amor a la ciencia. Todo esto
hace que el acceso a la literatura científica de altos costes no sea asumible,
disminuyendo la calidad de las publicaciones, e incluso en muchas ocasiones,
impidiendo la puesta en marcha o la finalización de estas.
¿No resulta
paradójico que el primer paso en la generación de conocimiento, como es su
adquisición, sea en muchos casos el paso limitante para el desarrollo de la
ciencia y en especial en disciplinas como las ciencias ambientales, donde
existe una gran actividad de científicos independientes? Realmente lo es.
Sin embargo,
pese a los inconvenientes que suponen los altos costes de acceso a la
literatura científica, las editoriales, revistas y repositorios están en su
derecho de fijar los precios de venta de los artículos. Al fin y al cabo,
funcionan como cualquier empresa privada, ofreciendo un servicio demandado —en
este caso servicios de edición, publicación y almacenamiento de bibliografía— y
obteniendo por ello un beneficio económico. Esto hace que la piratería vulnere
los derechos legales de estas entidades.
Llegados a este
punto podríamos preguntarnos si es ética la piratería científica, y si es ético
hacer uso de ella. Desde mi punto de vista las respuestas deberían ser un par
de rotundos síes; y existen razones de peso para ello.
Por un lado,
los científicos no obtienen retribuciones económicas por parte de las revistas
científicas al publicar sus artículos —en ocasiones incluso se paga por
publicar—. Hecho que es fundamental para la buena praxis de la ciencia. Si las
revistas pagaran por derechos de autor, los científicos podrían tener
incentivos en publicar aquello que les brindara mayores beneficios y, por
tanto, podrían verse tentados a falsear datos o llegar a interpretaciones
sesgadas de los resultados. Es decir, los científicos publican gratis. Y por
otro, en toda revista científica que se precie existe la revisión por pares.
Esto significa que cada artículo es revisado por dos —en ocasiones hasta tres—
académicos expertos en la temática tratada en dicho manuscrito. Los revisores,
al igual que en el primer caso, tampoco obtienen una retribución económica por
la misma razón, mejorar la calidad científica, eliminando los sesgos y el
tráfico de influencias. Es decir, los artículos son revisados gratis por la
comunidad de científicos. Entonces, ¿por qué deben pagar los científicos para
obtener el conocimiento que otros previamente han publicado de forma gratuita,
tras una escrupulosa revisión, también gratuita, cuando el beneficio lo obtiene
únicamente la revista o repositorio y no los implicados en la cadena de
generación de ese conocimiento? La respuesta es clara, la piratería científica
es ética. Es más, es necesaria y se debe seguir produciendo hasta que todas las
revistas pasen a ser de acceso libre.
A título
personal como autor y coautor de varios artículos científicos, estoy a favor de
que sean descargados desde repositorios como Sci-Hub, ya que el trabajo y
esfuerzo depositados en ellos por mí, y por toda la cadena de personas
partícipes, no debe ser objeto de fuente de riqueza de terceros. Además, esto
cobra especial importancia cuando en disciplinas como las ambientales, parte de
los autores publican y enriquecen la fuente de conocimiento simplemente por
amor a la ciencia, de una forma totalmente desinteresada, sin obtener beneficio
alguno más allá de la satisfacción personal y el reconocimiento entre colegas.
Por otro lado,
se debe romper otra lanza a favor de la piratería científica. Y es que esta
acelera la transmisión de conocimiento dentro de la comunidad y mejora la
calidad de este. Muchos de los que nos dedicamos a la ciencia de forma pasional
y no profesional, nos hemos encontrado en la situación de que un artículo en concreto
no se encontraba en la base de datos de Sci-Hub o cualquier otro repositorio.
Al no pertenecer a una institución con los servicios contratados del
repositorio dueño de los derechos de autor de dicho artículo, nuestro acceso no
va más allá de la información disponible en el resumen o abstract.
Entonces, nos vemos obligados a recurrir a colegas que sí trabajen de forma
profesional en alguna institución y esperar que tengan acceso. En el peor de
los casos su acceso se hace imposible, lo que implica que, si la información
contenida en este es de suma importancia, el artículo en redacción pierda
calidad y rigor. Y, en el mejor de los casos, supone pérdida de tiempo,
intercambio de mensajes entre colegas y una frase de agradecimiento al final
del manuscrito especialmente dedicada a la persona que nos consiguió el ansiado
artículo.
En definitiva,
los repositorios piratas como Sci-Hub a día de hoy siguen siendo fundamentales,
democratizando el acceso y el intercambio de conocimiento; permitiendo así,
hacer ciencia a todo científico, independientemente de su presupuesto, estatus
social o lugar de procedencia.
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