La historia sugiere que la geopolítica global rara vez
termina de manera pacífica. Hoy una nueva guerra fría –con ejércitos
literalmente congelados– podría ser buena noticia, lo cual es la más deprimente
de todas las posibilidades.
Una guerra fría podría ser la
mejor noticia (2)
El Viejo Topo
21 marzo, 2022
Desde 1900 en
adelante, Estados Unidos ha buscado estrategias geopolíticas, aunque en lugares
distintos de Euroasia. La relación con Europa se ha inspirado en gran parte en
las ideas de Mackinder. Durante la Primera Guerra Mundial, y pese a muchas
dudas a nivel doméstico, el presidente Woodrow Wilson fue convencido de
intervenir en la discusión anglo-francesa y argumentar que una victoria de
Alemania llevaría a que una sola potencia sería capaz de dominar al mundo, y
que ello amenazaría los intereses estadunidenses vitales. Esa misma línea de
razonamiento llevó al presidente Franklin Roosevelt a apoyar que Estados Unidos
entrara a la Segunda Guerra Mundial en Europa, y a sus sucesores a desplegar
cantidades importantes de fuerzas militares para impedir que la Unión Soviética
(hoy Rusia) dominara el continente. Esta es, de hecho, la razón esencial de la
existencia de la OTAN.
En el escenario
Asia-Pacífico, sin embargo, Estados Unidos ha utilizado sobre todo el enfoque
de Mahan al buscar el control de bases militares en islas y teniendo la más
poderosa fuerza naval de la región. Sin embargo, cuando Estados Unidos ha
estado en guerra con Asia continental, como fueron los casos de Corea y
Vietnam, el resultado fue el desastre y la retirada. Como consecuencia, la
estrategia geopolítica de Washington en tiempos recientes se ha enfocado en
mantener bases militares en islas a lo largo de la región para garantizar que
su país mantenga una avasalladora superioridad naval.
Competencia entre poderes en el siglo XXI
Durante este
siglo, la cada vez más tensa guerra global contra el terror (GGCT) de Washington,
con sus costosas y fútiles invasiones a Afganistán e Irak, fueron consideradas
por muchos estrategas estadunidenses como distracciones dolorosas y erradas de
una tendencia global geopolítica de largo alcance. Surgió el temor de que China
y Rusia estuvieran aprovechando la oportunidad de avanzar en sus propias
ambiciones geopolíticas mientras Estados Unidos estaba distraído por el terrorismo
y la insurgencia.
Para 2018, el
liderazgo militar de alto rango ya estaba al límite de su paciencia con la
eterna guerra contra el terror, y proclamó una nueva doctrina estratégica de
la gran competencia entre poderes, que es un eufemismo perfecto para la
geopolítica.
En esta nueva
era de competencia entre poderes, nuestras ventajas bélicas sobre las
estrategias de nuestros rivales son desafiadas, explicó el secretario de
Defensa Mark Esper en 2019. Indicó que mientras el Pentágono gradualmente
dejaba de lado la GGCT, estamos trabajando para reubicar a nuestras
fuerzas y equipos a escenarios prioritarios que nos permitan competir mejor con
China y Rusia.
Explicó que
ello requería acción en dos frentes: en Europa, contra una Rusia cada vez más
asertiva y mejor armada, y en Asia, contra una China cada vez más poderosa.
Ahí, Esper buscaba acelerar un despliegue de fuerzas aéreas y navales, además
de crear una cooperación más estrecha con Australia, Japón, Corea del Sur –y
cada vez más– con India.
A la luz de la
derrota del país en la guerra en Afganistán, esa visión ha sido adoptada por la
administración Biden, al menos hasta la actual crisis, pues siempre vio a China
–y no a Rusia– como la mayor amenaza a los intereses geopolíticos de Estados
Unidos. Debido a su creciente riqueza, capacidad tecnológica y a sus avances
militares, China por sí sola era vista como capaz de desafiar el dominio de
Estados Unidos en el tablero de ajedrez geopolítico. China en particular
se ha vuelto rápidamente más asertiva, afirmó la Casa Blanca en su Guía
Intermedia de Seguridad Estratégica de marzo de 2021. Es el único
competidor potencialmente capaz de combinar su poderío económico, diplomático,
militar y tecnológico hasta convertirse en un reto sostenido para un sistema internacional
abierto y estable, agregó el reporte.
A principios de
febrero, para dar una guía de alto nivel a la lucha de toda la
nación para contrarrestar a China, la Casa Blanca difundió un documento
titulado Estrategia Indo-Pacífico, al tiempo que Rusia movilizaba a
sus fuerzas a lo largo de la frontera con Ucrania. Al describir a la región del
Indo-Pacífico como el verdadero epicentro de la actividad económica mundial, la
estrategia llamaba a hacer un esfuerzo multifacético para impulsar la posición
estratégica de Estados Unidos y –para usar otra palabra de otra era– contener
el surgimiento de China.
En una clásica
expresión de pensamiento geopolítico, decía: Nuestro objetivo no es
cambiar (a China) sino dar forma a un ambiente estratégico en el que podamos
operar, construyendo un equilibrio de influencia en el mundo que sea favorable
al máximo para Estados Unidos, nuestros aliados y socios.
Al implementar
este esquema, el equipo de seguridad nacional de Biden considera claves las
islas y los pasajes marítimos para una estrategia de contención ante China. Los
altos mandos enfatizaron la importancia de defender lo que llamaron
la primera cadena isleña, incluyendo Japón y Filipinas, que separa a China
del Pacífico. Justo en medio dedicha cadena se encuentra, desde luego, Taiwán,
que es reclamado por Pekín como su territorio y que ahora es considerado por
Washington esencial para la seguridad de Estados Unidos, en un típico precepto
de Mahan.
En este
contexto, el asistente de la Secretaría de la Defensa para asuntos del
Indo-Pacífico, Ely Ratner, dijo al comité de Relaciones Exteriores en
diciembre: Quisiera comenzar con un panorama de por qué la seguridad de
Taiwán es tan importante para Estados Unidos. Como saben, Taiwán se ubica en un
nodo crítico dentro de la primera cadena isleña, y sirve de ancla para una red
de aliados y socios de Estados Unidos que es crítica para la seguridad de la
nación y para la defensa de los intereses vitales de Estados Unidos en el
Indo-Pacífico.
Desde el punto
de vista de Pekín, sin embargo, esos esfuerzos para contener su crecimiento e
impedir el ejercicio de su autoridad sobre Taiwán son intolerables. Sus líderes
han insistido repetidamente en que la interferencia de Estados Unidos violaría
una línea roja y que ello llevaría a una guerra.
El tema de
Taiwán es la más grande caja de yesca entre China y Estados Unidos, dijo
recientemente Qin Gang, embajador chino ante Washington. Si las
autoridades de Taiwán, envalentonadas por Estados Unidos, siguen en el camino
por su independencia, esto muy probablemente acabaría en un conflicto militar
entre China y Taiwán, dos países muy grandes, agregó.
Con aviones
chinos volando repetidamente en el espacio aéreo de Taiwán y buques de guerra
estadunidenses patrullando el estrecho de Taiwán, muchos observadores esperaban
que Taiwán, y no Ucrania, fuera el lugar donde estallaría un conflicto militar
mayor surgido de la competencia entre poderes en esta época. Algunos sugieren
ahora de manera ominosa que el no responder en forma efectiva a la agresión rusa
en Ucrania podría provocar que los líderes chinos lancen una invasión a Taiwán.
Otros puntos álgidos
Desafortunadamente,
Ucrania y Taiwán no son en la actualidad los únicos sitios de conflicto en el
tablero del ajedrez global. Dado el impulso que tiene la competencia entre
poderes, existen otros puntos álgidos que han surgido debido a su posición
estratégica o su acceso a materias primas o ambos. Entre ellos los siguientes:
–La zona del
mar Báltico contiene a las tres repúblicas ex soviéticas de Estonia, Letonia y
Lituania, todas hoy miembros de la OTAN. Vladimir Putin idealmente quisiera
quitarles su membresía y ponerlas de nuevo bajo la hegemonía de Rusia.
–El mar del Sur
de China, que rodea no sólo al gigante asiático sino a Brunei, Indonesia,
Malasia, Filipinas y Vietnam. Pekín reclama para sí casi todo este territorio
marítimo y las islas que ahí se encuentran, y mediante la fuerza evita que
otros países ejerzan derechos de desarrollo en el área. Bajo las
administraciones Trump y Biden, Estados Unidos prometió ayudar a a esos países
a defenderse de la intimidación china.
–El mar del
Este de China cuenta con islas deshabitadas reclamadas tanto por esa nación
como por Japón. Cada uno de esos países ha enviado aviones de combate y barcos
al área para hacer valer sus intereses. A fines del año pasado, el secretario
de Estado, Antony Blinken, le aseguró al ministro japonés del Exterior que
Washington reconoce su reclamo sobre las islas y apoyará a su país militarmente
si China las ataca.
–La frontera
entre India y China, que ha sido lugar de enfrentamientos periódicos entre
militares de ambos países. Estados Unidos ha expresado su apoyo por la posición
de India, y busca estrechar los nexos militares con ese país.
–El Ártico es
reclamado en parte por Canadá, Groenlandia, Noruega, Rusia y Estados Unidos; se
cree que en él hay enormes reservas de petróleo, gas natural y minerales
valiosos. Algunas zonas son reclamadas por dos o más países, pero también es
considerado por Rusia un sitio seguro para sus submarinos nucleares
lanzamisiles, y por China como una potencial ruta comercial entre Asia y
Europa.
En años
recientes ha habido enfrentamientos y choques menores en todos estos lugares, y
cada vez son más frecuentes. Ante la invasión rusa a Ucrania, las tensiones se
incrementarán globalmente, así que estemos atentos a lo que ocurre en estos
sitios. La historia sugiere que la geopolítica global rara vez termina de
manera pacífica. Bajo las circunstancias, una nueva guerra fría –con
ejércitos literalmente congelados– podría ser buena noticia, lo cual es la más
deprimente de todas las posibilidades.
Artículo publicado originalmente en La Jornada.
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