El problema es el capitalismo
y no el clima
Por Julio C. Gambina
Rebelion / España
02/11/2021
Fuentes: Rebelión
Coincidieron
este fin de semana dos cónclaves mundiales centrados en el debate sobre el
“calentamiento global”, la COP 26 en Glasgow, Escocia y el G20 en Roma, Italia.
La preocupación
común es el clima, en un marco de crisis económica evidente, con desigualdad
social creciente, precios en alza preocupante y el deterioro ambiental derivado
de la emisión de gases de efecto invernadero producido por la forma de
producción contemporánea. El impacto sobre el ambiente es un problema acelerado
desde tiempos de la revolución industrial (1750), agigantada luego de la
segunda posguerra (1945) y de manera descontrolada en las últimas tres décadas
(1990-2021). La forma capitalista de producción conlleva estos resultados.
Un resumido y
didáctico análisis nos presenta Michael Roberts en su blog[1], graficando las
estadísticas de las responsabilidades en la emisión de CO2, con China a la
cabeza en la actualidad y EEUU lejos, en el acumulado histórico del desarrollo
capitalista. Señala el autor británico que China “es el mayor emisor de CO2 del
mundo” desde su lugar de país con mayor población en el planeta y fabricante
exportador del mundo. Agrega que “las emisiones acumuladas en la atmósfera en
los últimos 100 años provienen de los ricos anteriormente industrializados y
ahora consumidores de energía del Norte”. Destaca que EEUU es responsable de
acumular la emisión “del “20% del total mundial. China ocupa un segundo lugar
relativamente distante, con un 11%, seguida de Rusia (7%), Brasil (5%) e
Indonesia (4%).” En esa estadística aparece Argentina en el 14° lugar.
El tema es
importante y en el blog del FMI se puede leer un análisis relativo al tema y
América Latina y el Caribe.[2] En el texto señalan que “Las emisiones netas de
gases de efecto invernadero (GEI) de la región concuerdan con su tamaño
económico y población, alrededor del 8 por ciento del total mundial. Pero la
composición de las emisiones en ALC es muy diferente que la de otras regiones.”
Se enfatiza a continuación que “El sector energético contribuye mucho menos a
las emisiones totales en ALC (43 por ciento) en comparación con la media
mundial (74 por ciento). La agricultura, en cambio, contribuye 25 por ciento,
frente a una media mundial de 13 por ciento. El uso de la tierra, el cambio del
uso de la tierra y la silvicultura (UTCUTS) contribuyen 19 por ciento, mucho
más que la media mundial apenas superior a 1 por ciento.”
Ultima oportunidad
Pueden
utilizarse otras fuentes informativas y queda claro que no se puede ocultar la
catástrofe que amenaza a la humanidad, y los Estados nacionales y sus
articulaciones globales transitan de cumbres en cumbres para definir
compromisos que no cumplen. El resultado es alarmante al punto que el
Secretario General de Naciones Unidas sostiene que “Si no se actúa con
determinación, nos estamos jugando nuestra última oportunidad, literalmente, de
cambiar el rumbo de las cosas”.[3]
La alarma es un
llamado de atención al orden productivo, sustentado en la explotación creciente
de la fuerza de trabajo, con menos seguridad social, y en el recurrente y
extendido saqueo de los bienes comunes en el orden global, estimulando un
consumo en las élites que afecta las condiciones de vida del conjunto de la
sociedad. No hay solución al “calentamiento global” si no se asumen medidas
sobre ámbitos estratégicos de la producción mundial, caso de la energía, la
agricultura, el transporte, los servicios públicos esenciales, la salud, la
educación, tendientes a limitar y reducir la emisión de gases de efecto
invernadero, algo que no puede quedar en manos del “mercado”, es decir de los
inversores privados, las corporaciones transnacionales, en busca de ganancias y
rentabilidad de sus capitales.
El cometario
apunta tanto hacia el poder de las transnacionales petroleras y gasíferas, de
la alimentación y la biotecnología, entre muchas otras, como a la discusión
sobre las políticas de los Estados nación y los organismos mundiales relativos
al para qué, cómo y cuanta energía y producción, orientada a que necesidades
satisfacer. Son comentarios extensivos hacia la alimentación y, por ende, más
pensamiento y acción en satisfacer demandas sociales y derechos a la
alimentación y a la energía que estimular mercados, precisamente en un momento
donde el alza de precios se concentra en ambas producciones estratégicas para
la reproducción de la cotidianeidad social y natural.
La solución
provendrá más de las luchas y resistencias populares, especialmente de formas
alternativas de producción y reproducción socioeconómica que, de decisiones
públicas de los Estados Capitalistas, en cumbres como las del G20 en donde se
proponen discutir sobre las desigualdades y el aceleramiento de la recuperación
económica. Ambas cuestiones son resultado de la forma capitalista de
organización de la sociedad. Es lógico que el régimen del capital promueva el
restablecimiento de la tasa de ganancia antes que la satisfacción de millones
de empobrecidos en los pueblos del mundo. Eso es la desigualdad, producto del
orden capitalista. Cambiar el modelo productivo y de desarrollo es la base para
organizar un orden económico y social que remedie el daño ecológico y asegure
la reproducción metabólica del planeta.
Notas:
[1] Michael Roberts. “Cop-out 26”, en: https://thenextrecession.wordpress.com/2021/10/28/cop-out-26/
[2] Anna
Ivanova, Julie Kozack, Sònia Muñoz, y Jorge Roldos. Blog del FMI. “Cambio
climático en América Latina y el Caribe: Retos y oportunidades”, en: https://blog-dialogoafondo.imf.org/?p=16475
[3] Antonio
Guteres, en: https://news.un.org/es/story/2021/10/1499162
Julio C. Gambina. Doctor en Ciencias Sociales, UBA. Profesor Titular de
Economía Política en la UNR. Integra la Junta Directiva de la Sociedad
Latinoamericana y caribeña de Economía Política y Pensamiento Crítico, SEPLA.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante
una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para
publicarlo en otras fuentes.
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