Debido a que la viabilidad de las
pensiones se está cuestionando de nuevo, volvemos a publicar en este blog el
artículo de Vicenç Navarro «Las pensiones son viables». Publicado en la revista
el VIEJO TOPO, Julio-Agosto 2009.
Graves errores metodológicos hechos por los economistas (y los medios de información y persuasión) liberales en sus diagnósticos del colapso de las pensiones.
Recientemente hemos visto una avalancha liberal que tiene como objetivo alarmar
a la población haciéndole creer que las pensiones no son viables. La Comisión
Europea, el Banco de España, el BBVA y el Partido Popular Europeo (del cual el
PP español forma parte) han publicado informes y documentos que alertan a la
población española de que hay que reducir las pensiones porque el sistema de
Seguridad Social que las financia no es sostenible. En defensa de sus posturas
presentan datos e información empírica que asumen que apoyan sus alarmas sobre
las cuales basan sus recomendaciones. Todos estos documentos tienen errores
graves que invalidan sus conclusiones, transformando tales documentos en
manifiestos políticos en lugar de informes científicos. Veamos tales errores.
1. Asumir que la esperanza de vida
mide los años que una persona vive
Tales documentos asumen erróneamente que el hecho de que la esperanza de vida
promedio de España haya pasado de ser 76 años a 80 años en veinticinco años
(1980-2005) quiere decir que el promedio español vive ahora cuatro años más.
Ello no es cierto. Hay que saber qué quiere decir esperanza de vida y cómo se
calcula. Supongamos que España tuviera sólo dos habitantes. Uno, Pepito, que
muere al día siguiente de nacer, y el otro, la Sra. María que tiene 80 años. La
esperanza de vida promedio de España sería 0 años más 80 años, dividido entre
dos, es decir, cuarenta años. Pero supongamos que en un país imaginario vecino,
hay también dos ciudadanos, uno, Juan, que en lugar de morir al día siguiente
de nacer, como Pepito en España, vive veinte años, y la otra persona es la Sra.
Victoria que tiene también 80 años como la Sra. María. En este país imaginario,
la esperanza promedio de vida es de 20 más 80, dividido entre dos, es decir 50
años, diez años más que en España. Ello no quiere decir (como constantemente se
malinterpreta este dato) que el ciudadano promedio de aquel país viva diez años
más que en España: lo que el dato dice es que hay diez años de vida más en el
promedio de aquel colectivo de dos personas sin clarificar que ello se deba a
que la Sra. Victoria viva diez años más que la Sra. María (lo cual no es cierto),
o que sea Juan el que vive veinte años más que Pepito. Todos los documentos que
favorecen la reducción de las pensiones concluyen que la Sra. María vive diez
años más, lo cual, repito, no es así.
Lo que ha estado ocurriendo en España
(y en Europa) es que la mortalidad infantil ha ido disminuyendo de una manera
muy marcada, con lo cual la esperanza de vida ha ido aumentando, pasando de 76
años a 80 años. Ello no quiere decir, como habitualmente se asume, que el
ciudadano español medio viva cuatro años más ahora que hace veinticinco años.
La mortalidad por cada grupo etario ha ido descendiendo (incluyendo entre los
ancianos), pero los años de vida que el ciudadano medio vive ahora no es de
cuatro años más que en 1980. Calcular las pensiones en base a esta lectura
errónea de los datos penaliza a la población pues asume que la gente vive más
años de lo que en realidad vive.
2. Los promedios no son sensibles a las diferencias por clases sociales
Otro gran error es malinterpretar el significado de promedio Una persona se
puede ahogar en un río que tiene como promedio sólo diez centímetros de
profundidad. Tal río puede ir seco a lo largo de muchos kilómetros pero en
algunas zonas éste puede tener tres metros de profundidad, y es ahí donde el
lector se puede ahogar. Un promedio en sí no nos dice mucho si no sabemos
también las variaciones del promedio. Lo dicho tiene especial importancia en el
cálculo de la esperanza de vida y en la estimación de la longevidad (los años
que una persona vive). Las diferencias en longevidad por clase social son
enormes. Así, la diferencia en los años de vida existente entre una persona
perteneciente a la decila de renta más baja del país (los más pobres) y la
decila superior (los más ricos) en España es nada menos que de diez años (ha
leído bien, diez años). En EE.UU. son quince y en el promedio de los países de
la UE-15 son siete. Estas diferencias en longevidad se deben a que el nivel de
salud de la población depende, sobre todo, de la clase social a la cual se
pertenece. Un trabajador no cualificado (en paro frecuente durante más de cinco
años) tiene, a los sesenta años, el nivel de salud que un banquero tiene a los
setenta años. Este último sobrevivirá al primero diez años. Es profundamente
injusto pedirle al primero que continúe trabajando dos (y algunos piden cinco)
años más para pagar las pensiones del segundo que le sobrevivirá diez años. La
insensibilidad hacia esta realidad mostrada por estos informes es abrumadora.
Retrasar la edad de jubilación a toda la población trabajadora sin más, es una
medida que perjudica a las clases populares para beneficiar a las clases de
mayores rentas que viven más años.
3. El error del argumento alarmista: el crecimiento del porcentaje del PIB gastado en pensiones es excesivo
Este es uno de los errores metodológicos más importantes y frecuentes que
aparece en el informe de la Comisión Europea, y que ha sido reproducido en gran
número de artículos y editoriales. Tal argumento indica que el porcentaje del
PIB en pensiones subirá de un 8,4% en el año 2007 a un 15,1% del PIB en el año
2060, un porcentaje que estos informes señalan como excesivo, pues la sociedad
en el año 2060 no podrá absorber tales gastos pues restarán recursos necesarios
para otras actividades, programas o servicios a la población no pensionista. El
hecho de que el porcentaje de gasto en pensiones públicas alcanzará el 15,1% en
el 2060 se considera una noticia alarmante que requiere una intervención ya
ahora, disminuyendo los beneficios de los pensionistas.
En este argumento se ignora el
impacto del crecimiento de la productividad sobre el PIB del año 2060.
Supongamos que el crecimiento anual de la productividad es un 1,5%, un
crecimiento que incluso el Banco de España admite como razonable. En este caso,
el valor del PIB español será 2,23 veces mayor que el PIB del año 2007. Ello
quiere decir que si consideramos el valor del PIB del año 2007 como 100, el del
año 2060 será de 223. Pues bien, el número de recursos para los no pensionistas
en el año 2007 fue de 100 menos 8,4 (8,4 es la cantidad que nos gastamos aquel
año en pensionistas), es decir, 91,6. En el año 2060 los recursos a los
pensionistas serán el 15,1% de 223, es decir 33, y para los no pensionistas
será 223 menos 33, es decir, 192, una cantidad que es más del doble de la
existente en el año 2007, 91,6. Debido al crecimiento de la productividad, en
el año 2060 habrá más recursos para los no pensionistas que hoy, y ello a pesar
de que el porcentaje del PIB dedicado a pensiones es superior en el año 2060
que en el 2007. Los que alarman innecesariamente a la población olvidan un
hecho muy elemental. Hace cincuenta años, España dedicaba a las pensiones sólo
un 3% del PIB. Hoy es un 8%, más del doble que cincuenta años atrás. Y la
sociedad tiene muchos más fondos para los no pensionistas de los que había
entonces, aún cuando el porcentaje del PIB en pensiones sea mucho mayor ahora
que entonces. Por cierto, ya hace cincuenta años, cuando España se gastaba un
3% del PIB en pensiones, había voces liberales que decían que en cincuenta años
se doblaría o triplicaría tal porcentaje, arruinando el país. Pues bien,
estamos cincuenta años más tarde, y el país tiene más recursos para los no
pensionistas que existían entonces, aún cuando el porcentaje del PIB dedicado a
pensiones se ha doblado.
4. Se equivocan constantemente en sus proyecciones demográficas
Cualquier demógrafo que tenga un mínimo de rigor sabe las enormes dificultades
en calcular cambios demográficos por periodos tan largos como cincuenta años. Y
un buen ejemplo de ello es que los bancos y las cajas publican cada diez años
informes anunciando el colapso de las pensiones en diez años. La Caixa (en
1998), el BBVA (en 2005 y en 2007), El Banco Santander (en 1992 y en 1999), el
Banco de España (en 1995, en 1999, en 2002 y en 2009) y una larga lista, han
predicho el colapso (utilizando un término menos contundente) de las pensiones
para diez o al máximo veinte años más tarde. En defensa de sus proyecciones
utilizan los mismos argumentos y los mismos datos (la Comisión Europea utiliza
prácticamente los mismos datos que publicó el informe de la Fundación de las
Cajas en 2007). Y una de las proyecciones más utilizadas es la de la evolución
de la pirámide demográfica, indicando que el porcentaje de ancianos está
creciendo muy rápidamente, y el de los jóvenes está bajando muy
sustancialmente, ignorando que, en aquellos países que financian las pensiones
a base de cotizaciones sociales como es el caso español, el punto clave no es
el número de jóvenes y adultos por anciano, sino el número de cotizantes y la
cantidad de cada cotización por beneficiario. Y tanto el uno como el otro están
subiendo, el primero como consecuencia de la integración de la mujer al mercado
de trabajo (si España tuviera la tasa de participación de la mujer en el mercado
de trabajo que tiene Suecia, habría tres millones más de cotizantes a la
seguridad social), y el segundo como consecuencia del aumento de la
productividad y de los salarios. Es más, toda la evidencia muestra que las
familias españolas desearían tener más hijos (dos por familia) que los que
tienen ahora. El desarrollo de la sociedad y de los servicios de ayuda a las
familias, como escuelas de infancia y servicios domiciliarios, permitiría el
incremento de la fecundidad, una de las más bajas del mundo. Hoy en Europa, los
países nórdicos, con un amplio desarrollo del estado del bienestar, tienen una
fecundidad mucho mayor que en el Sur de Europa.
Dos últimas observaciones. El hecho
de que el rigor y credibilidad de tales documentos liberales sea muy escaso no
quiere decir que no tuviera que haber cambios en las pensiones, cambios
distintos al retraso de la jubilación o disminución de sus beneficios que
proponen los liberales. Contrariamente a lo que se dice constantemente, las
pensiones, incluyendo las contributivas, son demasiado bajas, y ello como
consecuencia de que los salarios son demasiado bajos (ver el excelente capítulo
sobre las pensiones escrito por la profesora Camila Arza en el libro La
Situación Social en España. Vol. III. Biblioteca Nueva. 2009).
Otro cambio que debiera ocurrir es la
flexibilización de la edad de jubilación permitiendo que aquellas personas (la
mayoría profesionales) que desearan jubilarse más tarde pudieran hacerlo. La
jubilación debiera ser un derecho, no una obligación.
Debiera también prohibirse, como se
ha hecho en varios países, la prejubilación utilizada por el mundo empresarial
para realizar cambios en sus plantillas, penalizando el sistema de seguridad
social y al prejubilado, pues éste recibe una pensión menor. Tal prejubilación
le supone a España un recorte de ingresos equivalente a un 6% del PIB
Una última observación es que el
Estado debiera aumentar su aportación a las pensiones tal como lo hacen otros
países (como Dinamarca), en que las aportaciones procedentes de los impuestos
generales son mucho más intensas que en España. No hay nada sagrado en la
Biblia económica que diga que las pensiones tienen que pagarse a base de
cotizaciones sociales. La popularidad de las pensiones (entre todos los grupos
etarios) es tal que puede justificarse tal medida que contaría con gran apoyo
popular. España ya lo hizo con la sanidad (que estuvo financiada por la
Seguridad Social) y puede expandirlo a otras áreas.
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