Europa: muchas sombras y
poca luz
Eduardo
Luque y Antonio J. Mayor
Viejo topo
04.08.2020
Los
opinadores y algunos “politólogos profesionales”, imbuidos unos y otros del
preclaro don de la profecía, festejaban hace pocas semanas que el “maná”
europeo en forma de ayudas financieras, fluiría rico y abundoso. Proclamaban y
proclaman todavía, aunque ahora en sordina, que la Unión Europea de los
mercaderes, la que no ha dudado en sangrar, desde el 2008, a los países del sur
y ha dejado exangüe a Grecia, ahora nos apoyará. Predicaban los nuevos
adivinos de las finanzas que, en un giro coperniquiano, España será salvada de
la crisis Covid-19 inyectando el dinero que necesitemos sin contrapartidas. La
estruendosa ovación que recibió Pedro Sánchez presentado como el paladín de las
finanzas y nuevo salvador de la patria, oculta en realidad terribles sombras.
La primera
fanfarria que han blandido los profesionales a sueldo del periodismo es que
nuestro país se librará de la visita de los “hombres de negro”. Es una de las
pocas cosas en las que podemos estar de acuerdo. No necesitamos a esos
personajes porque ya los tenemos en casa. No será un hombre de negro sino una
mujer. Es ministra de Asuntos económicos y transformación digital y se llama
Nadia Calviño. La actual ministra y fracasada postulante a presidir la Comisión
Europea, es una de las voces más neoliberales y ortodoxas del actual gobierno.
Sin exagerar la nota podemos afirmar que es la representante del capital
transnacional especialmente del alemán. Se siente ungida por la señora Merkel,
aunque de poco parece que ha servido su apoyo.
Sabemos que,
en las conversaciones previas al acuerdo europeo, la ministra evitó que se
materializara la propuesta de mutualización de la deuda a través de los
llamados coronabonos, cerrando la puerta al avance de quienes así lo proponían
(Francia e Italia principalmente). Para ello presentó una propuesta
alternativa, que no era sino secundar veladamente las posiciones defendidas por
Alemania; esa propuesta sentó las bases del acuerdo alcanzado. Se estableció un
grado de compromiso mucho más laxo por parte de los países más reacios y
criterios donde la competición entre Estados primaba sobre la cooperación. Al
rechazar la mutualización de la deuda, Nadia Calviño allanó el terreno a la
postura alemana y de los países del norte que no querían contribuir.
Finalmente,
rubricado el acuerdo sabemos que, aunque nominalmente es la Comisión la que se
endeuda, el préstamo no lo devolverá ésta sino los estados vía aportaciones a
la UE, lo que es en realidad un nuevo rescate encubierto a la
Banca Europea. La Comisión pedirá dinero en los mercados, no al BCE, como
podría hacer, ahorrando intereses. Los 750.000 millones de euros tendrán, por
otra parte, la mejor calidad crediticia, serán del tipo AAA, un auténtico
“chollo” para el sistema financiero europeo.
Es Alemania
la que está detrás de la dura negociación con los países del Norte. Berlín no
ha tenido una postura “progresista” ni neutral, como loa la prensa, ha velado
por sus intereses, como siempre. El papel de malo de la película lo ostentan el
primer ministro holandés Mark Rutte y el canciller austriaco Sebastian Kurz,
que han conseguido que sean los países próximos a Berlín los grandes
beneficiados. Así mismo, Merkel es la más interesada en no trastocar la
situación actual, que le permite controlar el mercado intraeuropeo. El Sur de
Europa, una vez impuesta la desindustrialización en España (fue la condición
para aceptar el euro) se convirtió en un gran mercado para los productos
alemanes prácticamente en régimen de monopolio[1].
Se nos adjudicó el papel de país de servicios turísticos, nuestras
exportaciones fueron el sol y la playa. Con estas premisas y el ejemplo de la
crisis del 2008 no podíamos esperar una ayuda desinteresada del Norte, es por
ello que las proclamas de los políticos españoles para reindustrializar a
nuestro país suenan a hueco. El diseño de esta UE ha significado un balón de
oxígeno para las economías centroeuropeas. Ahora los planes de reestructuración
profundizarán ese camino. Las ayudas que recibirá España se emplearán
fundamentalmente en comprar productos o servicios y pagar deudas (entre cuyos
principales tenedores se hallan también los alemanes). España no podrá
utilizar esos ingresos para generar industria o I+D propios.
En los
próximos meses las ayudas a la “economía verde”, por ejemplo, o el sector de la
automoción se transformarán en ayudas indirectas a la industria del Norte
europeo como por ejemplo Volkswagen. Nuestro país podrá mantener algunas
plantas de montaje pero la investigación, el diseño, las nuevas patentes, la
nueva industria, basada en el vehículo eléctrico y los beneficios de los nuevos
modos de producción quedarán para Alemania. Ese país no va a permitir que nadie
le haga la competencia. Con el sur de Europa controlado, ahora mira hacia el
este europeo y las futuras relaciones comerciales con Rusia y China.
Cortinas de humo
Se inició
una danza, un maremágnum de rumores que perseguía la preparación psicológica de
la población. En medio del agrio debate en Bruselas, el gobierno de coalición
lanzó una cortina de humo, los llamados “Pactos de la Reconstrucción”. Se
vendió que eran unos nuevos “Pactos de la Moncloa (bis)”; en realidad los
acuerdos carecen de validez legislativa, son meras “reflexiones”. Unidas
Podemos hizo causa común con el PSOE y con las derechas que se prestasen: el
argumento de la «reconstrucción» nos ha tenido entretenidos durante dos meses.
Los debates parlamentarios en torno a la necesidad de la unión-sagrada, contra
el enemigo común: ¿Cuál?, ¿La UE, el Covid-19, la señora Merkel, el capitalismo
neoliberal tal vez…? Han llenado las páginas y ocupado horas de televisión. El
objetivo no confesado era ocultar, tras la polvareda parlamentaria, la cada vez
mayor pérdida de soberanía como país, los “asuntillos turbios” del emérito, así
como las noticias cada vez más preocupantes sobre el espionaje del caso BBVA y los
tejemanejes en Bruselas de los que ahora comenzamos a poder levantar la
alfombra.
¿Agonizará la UE?
La UE sigue,
a pesar de lo que se intenta hacer creer, terriblemente dividida. Al problema
del Brexit, con las negociaciones bloqueadas por parte de Reino Unido, se le
suman países que como Polonia o Bulgaria caminan por la senda del autoritarismo
disfrazado. En paralelo se fortalece una coalición de países del bloqueo
(Finlandia, Bélgica, Holanda, Austria) que reforzarán sus posiciones políticas
de cara a una aplicación restrictiva de los acuerdos alcanzados en el Plan de
Reestructuración Europea. Algunos de los gobiernos de estos países como el
austriaco o el belga, sienten el aliento de la extrema derecha muy cercano. La
desunión europea es tal que aún hoy no se han puesto de acuerdo sobre el
sistema de contabilización de infectados y fallecidos a consecuencia del
coronavirus; tampoco se ha consensuado la construcción una Europa
de la Salud con fondos y material común para combatir posibles rebrotes y, por
descontado, mucho menos sobre cómo atajar una competición fiscal en una suicida
carrera a la baja donde coexisten países que actúan como paraísos fiscales
detrayendo del resto miles de millones en tributación societaria. Priman los
intereses de las grandes corporaciones industriales. El Parlamento belga, por
ejemplo, puso sobre la mesa la condicionalidad de las ayudas a cambio de abrir,
aún más, el mercado de la sanidad española a las cuatro grandes aseguradoras de
ese país.
¿La gran victoria del gobierno de coalición?
El Plan de
Recuperación para Europa no es la manifestación de la solidaridad europea sino
todo lo contrario. Su gran y casi única virtud es su propia existencia, puesto
que de no haberse conseguido la implosión en el seno de la UE hubiera estado
más cercana. El anti-europeísmo en países como Italia alcanza cuotas enormes
entre la población. Se evidencia, una vez más, la existencia de varias
Europas; las del norte más ricas, que se nutren gracias a los desequilibrios
impuestos por los propios tratados y la expoliación de los países del sur a lo
que se suma el blanqueo de capitales o el “dumping Fiscal”. Un sistema
ampliamente utilizado en países que ahora adoptan una pose de superioridad
moral y honestidad financiera como Holanda, Bélgica y Austria o la todopoderosa
Alemania. Este último país ha violado, durante décadas, la normativa europea
sobre comisiones a terceros (sobornos), tanto es así que ha tenido que legislar
contra el método ampliamente extendido, de “gratificar” para obtener los contratos
en liza. Era tan común que incluso desgravaba en hacienda.
Las cuentas claras
La salvación
que vendrá de Europa es la única propuesta de la coalición gobernante.
Desgraciadamente se han creado expectativas que no pueden cumplirse. Lo que
queda claro es que el Plan de Recuperación es un proyecto que beneficia
esencialmente a la gran banca europea y a las economías del Norte. La situación
de las instituciones financieras del continente es muy difícil (desde el 2009
han sido rescatadas 61 entidades); la situación del Deutsche Bank (el gran
banco europeo y alemán) es muy delicada y necesita fuertes inyecciones
financieras. El plan de rescate europeo contempla también esta realidad. Para
conseguir los famosos 750.000 millones del Plan de Recuperación para Europa se
recurrirá a los bancos privados, que lo financiarán. Ese dinero que se
devolverá en un plazo máximo de 40 años (2058) se hará con los intereses
correspondientes y a su vez será proporcionado por el Banco Central Europeo a
un interés inferior a 0. Es una muestra más del sinsentido económico. Europa,
como hemos dicho, podría haberse financiado utilizando el BCE con condiciones
netamente ventajosas, pero eso era quitarle un jugoso caramelo a la gran banca
y dentro de ella, cómo no, a la propia banca alemana.
El punto de
partida para la recuperación es muy diferente según países, los análisis del
FMI señalan que Alemania y Francia gastaron el 14% de su PIB en sostener a su
sistema productivo, Italia el 5% y España el 3,2%. Como vemos Alemania y Francia,
en este lapsus de tiempo, aprovecharán para modernizar su base productiva, cosa
que no hará España. La consecuencia es que la reconstrucción tendrá ritmos
diferentes en cada país; eso ahondará aún más la diferencia entre el Norte y el
Sur.
El pacto va acompañado
del presupuesto comunitario para 7 años y aquí encontramos otra piedra en el
zapato; una parte nada desdeñable de los fondos de reconstrucción post-pandemia
se nutren de otros programas de gasto ya comprometidos como el I+D, los fondos
de cohesión o la PAC, que se reducen. Así mismo, los países del bloqueo han
conseguido sucesivas rebajas en sus aportaciones al fondo común vía presupuesto
comunitario de unos 53.000 millones en siete años (+/- 7.600 millones de
Euros/año) a cambio de eliminar su capacidad de veto siendo sustituida por un
acuerdo de supervisión reforzada en la parte de crédito y de transferencias.
Esas deducciones que obtienen los países del norte serán pagadas por todos en
función de su RNB, por tanto el Norte gana (se mutualiza su beneficio) mientras
el sur se endeuda y contribuye con más aportaciones. El 70% del fondo que
llegará a España lo hará entre el 2021 y 2022 a razón de unos 27.000 millones
€/año (solo los ERTES en 2020 nos cuestan unos 5.500 millones/mes). En el Pacto
no se contempla en ningún momento la reindustrialización del Sur de la UE
Las condiciones
La UE no
ayuda porque sí, condiciona siempre, incluso los fondos de cohesión van
acompañados obligatoriamente del denominado Programa de Acción (Plan Nacional
de Reformas en el caso español) y han de pasar por el control de la Comisión
europea antes de ser adjudicados. Este control se reforzará. Los países que
como España precisen de la UE, deben enviar a Bruselas un plan de reformas e
inversión basada en las recomendaciones que no se cumplieron anteriormente,
como la reforma de pensiones y la apertura, aún mayor, del sistema sanitario a
la inversión privada. Pedro Sánchez debe enviar su plan de reformas a Bruselas
el 15 de octubre con medidas para los próximos tres años; el periodo en que se
comprometerán las ayudas del fondo anticrisis.
Los
préstamos condicionados implican una cesión de soberanía a la Comisión Europea
que comienza a constituirse como una entidad supranacional cuya soberanía y
capacidad de control crece a medida que merman las capacidades de los países
“rescatados” sobre los que aplicará, evidentemente, una serie de recortes
siempre acorde a criterios de austeridad velada o no, una austeridad que,
durante los últimos diez años, se ha mostrado como una de las herramientas más
valiosas para cercenar las economías, ahondar en la desigualdad, la
privatización de los servicios públicos, y generar pobreza estructural Es
posible que se cree una oficina propia al margen de las estructuras actuales de
la UE, una Agencia emisora encargada de la supervisión y distribución de los
fondos asignados. Es evidente y a nadie se le escapa que la propuesta de la
Comisión Europea como sujeto capaz de endeudarse de forma muy importante,
afianza su poder en detrimento de los parlamentos y ejecutivos nacionales
Las
diferentes obligaciones que tendremos que aceptar sí o sí, a cambio de la ayuda
financiera que vendrá tarde (se especula que no será antes del segundo semestre
del 2021) es un secreto que comenzaremos a desvelar en las próximas semanas,
aunque tenemos pistas importantes. El primer interrogante que sigue flotando en
el ambiente y que todo el mundo prefiere obviar es la vigencia del Pacto de
Estabilidad y Crecimiento que obliga a una determinada ortodoxia monetarista
(el corsé del 3% de desviación y el 60% de déficit seguirá balanceándose como
una espada de Damocles sobre el cuello). Aunque se ha aplicado la claúsula de
escape, esta se limita hasta el año 2022.
¿Qué sabemos del Rescate?
El acuerdo
alcanzado denominado “Next Generation EU” significa que será la Comisión
Europea la que se endeudará como estructura supranacional. Es el significado
político más trascendente de este acuerdo, que como decimos implica modificar y
disminuir también el presupuesto comunitario, que queda en 1.074 billones de
euros para el período 2021-2027. De hecho la aprobación del rescate
financiero y la reducción de algunas partidas presupuestarias a cambio chocaron
ya con la posición del Parlamento Europeo.
Sigue
habiendo una gran confusión en la cifra final del rescate, puesto que una parte
del dinero tiene condiciones más laxas y otra parte es en forma de crédito que
los países podrán usar o no según lo necesiten. Los 750.000
millones totales tendrán una vigencia de tres años. El tira y afloja negociador
finalmente se saldó con 390.000 como ayuda y otros 360.000 como créditos a un
interés por definir. Será para los países receptores (como el nuestro) un
camino lleno de espinas y enormemente condicionado. El dinero no se activará,
como hemos dicho, hasta el 2021 y vendrá por tramos; cada receptor tendrá que
presentar sus planes a la Comisión, que los aprobará o no. La Comisión pedirá
opinión y voto a todos los países. La propuesta tendrá que ser ratificado por
mayoría cualificada. Si alguno de los países no está de acuerdo podrá tirar del
freno de mano y paralizar el proceso.
Dependiendo
de las fuentes recibiríamos unos 140.000 millones en total de la primera parte
de esa cifra, la menos condicionada; nuestro país recibirá alrededor de77.000
millones de euros en tres años. Eso dicen los hagiógrafos de la UE; la realidad
es muy otra. Una parte de esa cantidad se tiene que devolver en un monto total
aproximado de 52.000 millones. A la cifra inicial (75.000 millones) se le deben
descontar nuestra aportación al fondo común, los intereses de la deuda, los
recortes en algunas partidas del presupuesto europeo como en I+D o la PAG, los
nuevos impuestos que hemos de transferir (los pagaremos nosotros pero serán
transferidos en su totalidad a la Comisión Europea), como la tasa sobre
residuos plásticos (0.8€/KG), los impuestos digitales o la “tasa Tobin”…. En
definitiva la ayuda Neta y Real será +/- 25.000 millones en 3 años, poco menos
del 0,7% del PIB español por cada uno de los mismos.
La UE desde
el minuto cero ha hablado de Reformas. Si hay reformas, hay recortes. Por
ejemplo, las condiciones discutidas en el Parlamento belga para negociar en
Bruselas van en una dirección inequívoca. El primer ministro holandés Rutte insistió
en que para él lo más importante es la reforma laboral y de las pensiones en
España. Bélgica tiene, y como ese país otros muchos del norte europeo, un gran
lastre en su sistema público de pensiones. Muchos fondos europeos están muy
ligados a los fondos de inversión que precisan de una rentabilidad mínima anual
(un caso extremo sería los Fondos soberanos suecos o noruegos en los que las
pensiones están estrechamente unidas a las inversiones en activos financieros
que se cotizan en el mercado). La caída de las bolsas en los últimos años puso
a estos fondos en una difícil posición. Previendo una nueva crisis financiera
en las entidades europeas, los poderes económicos especialmente Black Rock (el
mayor fondo privado de pensiones del mundo) elaboró e hizo aprobar en el
Parlamento Europeo el PePP (Plan Pan-Europeo de prensiones privadas) fijando
así el marco legal para iniciar el ataque contra los sistemas públicos de toda
Europa. Hay pues un movimiento de fondo para privatizar, aún más, las pensiones
públicas europeas aprovechando la crisis de la Pandemia.
Los países
del bloqueo, incluida Alemania, exigieron otra claúsula de garantía extra, los
desembolsos se realizarán a posteriori tras una evaluación de los resultados.
Von der Leyen (la presidenta de la Comisión) afirmó: “Podemos garantizar que
esto se aplique de forma adecuada porque habrá objetivos, cuyo cumplimiento se
verificará, y entonces se desembolsarán los pagos”. Así, si el Ejecutivo
comunitario fuera demasiado “laxo” Holanda o cualquier otro Estado miembro
puede paralizar las ayudas.
El plan de
reconstrucción aprobado aparcará, lo veremos muy pronto, la parte de agenda
legislativa progresista del gobierno de coalición obligando a abrir, más
temprano que tarde, el baúl de las reformas. Ese que se dice olvidado en el
desván de la historia, una historia que se repetirá sin importar la evidencia
ni las víctimas de cada error o recorte anterior. La misma historia. Los mismos
errores. Las mismas consecuencias.
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