El partido en el arte y la
revolución
Arte, Libros, Pensamiento 21
agosto, 2020 León Trotsky
EL VIEJO TOPO
Queridos
camaradas: Su carta plantea problemas de gran importancia que, sin embargo, no
admiten en mi opinión soluciones generales y categóricas ajustadas a todos los
casos. Como organización, tenemos como punto de partida no sólo ideas políticas
definidas, sino determinados métodos filosóficos y científicos. Nos basamos en
el materialismo dialéctico, del cual se deducen conclusiones no sólo referentes
a la política y a la ciencia, sino también al arte. Sin embargo, existe una
gran diferencia en nuestra posición con respecto a estas conclusiones. No
podemos ejercer en el mismo grado un control riguroso igual sobre el arte que
sobre la política, a causa de la propia naturaleza de aquella actividad. El
partido está obligado a permitir una amplia libertad en el terreno del arte,
eliminando sin piedad únicamente aquello que esté contra las tareas
revolucionarias del proletariado; por otra parte, el partido no puede asumir la
responsabilidad inmediata y directa de las declaraciones de sus diversos
miembros en el dominio del arte, incluso aunque les haya concedido su tribuna.
Observar estas dos reglas –la existencia de la libertad necesaria para la
creación individual y el no hacer responsable al partido en los diversos
aspectos del arte– es esencialmente obligatorio en aquellos casos en que se
trate no de teóricos del arte, sino de los artistas en sí: pintores, literatos,
etc. Además, el partido debe ser capaz de distinguir claramente el momento en
que la generalización en el terreno del arte pasa directamente al campo de la
política. Sin hacer en esto ninguna concesión de principios, el partido debe
sin embargo limitarse, cuando se trate de artistas, a rectificaciones firmes,
pero comprensivas, de cualquier conclusión política falsa que se derive de sus
puntos de vista. Marx expresó esta idea con una frase humorística al hablar de
Freiligrath: «Los poetas son seres especiales». Lenin aplicó un criterio
diferente para calificar a Bogdánov, el teórico y político profesional, y a
Gorki el artista, a pesar de que durante algún tiempo Bogdánov y Gorki
estuvieron estrechamente asociados en política. Lenin procedió así teniendo en
cuenta que a causa de su actividad artística y de su popularidad, Gorki podría
proporcionar a la causa de la revolución un beneficio superior al daño que
pudieran producir sus declaraciones y actos erróneos, que por otra parte el
partido podría siempre corregir con tacto en el momento oportuno.
Considerada
desde este mismo punto de vista, la actividad filosófica se sitúa entre el arte
y la política, aunque mucho más cerca de la política que del arte. En
filosofía, el partido en sí ocupa una posición militante perfectamente
distinta, lo cual no sucede, al menos con la misma extensión, en el terreno del
arte. No merecen seria atención aquellas objeciones en el sentido de que,
mediante la dogmatización y canonización del materialismo dialéctico, el
partido impide el libre desenvolvimiento del pensamiento filosófico y
científico. Ninguna fábrica puede trabajar si no está basada en una técnica
determinada. Ningún hospital puede curar a sus enfermos si los médicos no
tienen en cuenta las enseñanzas ya establecidas por la patología.
Sería una
completa estupidez permitir a los diletantes que experimentasen arbitrariamente
en la fábrica o en el hospital, con el pretexto de que se consideran a sí
mismos innovadores. Los innovadores deben demostrar primero que tienen derecho
a influir prácticamente la tecnología y la medicina. El partido debe ejercer
una estrecha vigilancia con respecto a esos innovadores que no hacen más que
resucitar viejas teorías o que se encuentran todavía en un periodo de
investigación cuyos resultados no son seguros. Pero todo esto no quiere decir,
en modo alguno, que el partido pueda actuar en la esfera de la filosofía como
si todas las cuestiones estuvieran ya resueltas y no hubiera ya nada que
esperar de un nuevo desenvolvimiento del pensamiento científico. No es fácil
encontrar la línea política justa en esta cuestión. Sólo se puede lograr con la
experiencia y con una dirección flexible, lo mismo que en el fuego de la
artillería es preciso, para lograr dar en el blanco, hacer una serie de
disparos de los cuales unos no llegan y otros lo sobrepasan. Es innecesario
señalar que la pregunta refrente a cómo los puntos de vista filosóficos de una
determinada personalidad o de un determinado grupo se reflejan en el dominio de
la política y de la organización, tiene siempre una tremenda significación para
la elaboración de un control justo por parte del partido. Por esto Lenin luchó
sin piedad contra Gorki en 1917, cuando Lenin, por encima de toda otra
consideración, mantuvo la necesidad de la insurrección. Por otra parte, hay que
señalar como la mayor vergüenza de la burocracia estaliniana el que al Barbusse
novelista se le transforme en una figura política destacada, cuando
precisamente en política Barbusse va del brazo con Renner, Vandervelde, Monnet
y Paul Louis.
Quizás no
haya dado una contestación satisfactoria a las cuestiones prácticas que me
planteaban; pero lo que he manifestado anteriormente explica el porqué no podía
dar una respuesta de ese género, que requiere un conocimiento concreto de la
situación y de las condiciones personales. De todos modos, confío en que quizás
estas breves consideraciones les ayuden, aunque parcialmente, en la elaboración
de una política justa en este aspecto complicado y de tanta responsabilidad.
Con saludos comunistas,
Texto
incluido en el volumen editado por José Gutiérrez: André Breton,
León Trotsky-Diego Rivera Por un arte
revolucionario e independiente.
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