La última PAC antes del
desierto
TERCERAINFORMACIÓN
01/11/2019
Si la
situación que vivimos en el contexto de la PAC fuera un chiste, y les aseguro
que no lo es, podríamos recitar lo siguiente: “Se abre el telón y vemos una
región con un déficit hídrico en aumento, elevadas tasas de erosión,
incapacidad del suelo para retener el agua, problemas de polinización y una
política agraria “en obras”. Se cierra el telón, ¿cómo se llama la película?”
La respuesta bien podría ser: “La última PAC antes del desierto”.
Pero
hablemos, con seriedad, del contexto. En España, la temperatura máxima media
aumentará en el S. XXI entre 2,1 y 5,8º C y la temperatura mínima media lo hará
de 1,6 a 4,3º C. Las olas de calor se alargarán y las tendencias en
precipitaciones reducirán su frecuencia y aumentarán su intensidad. Esto se
traducirá en un mayor estrés hídrico, pérdida de suelo fértil y, en definitiva,
un menor rendimiento agrícola. Las tasas de erosión en cultivos herbáceos se
sitúan por encima de las 10 toneladas por hectárea en gran parte del sur de
Europa. En cultivos permanentes las pérdidas de suelo suelen superar las 40
toneladas por hectárea en suelo desnudo, llegando incluso a las 200 en terrenos
con mayor pendiente. El consumo de fertilizantes minerales se encuentra al
alza, y varios países presentan una tendencia al aumento en el uso de
pesticidas: 5,2% en el caso de España, 17,4% en Francia y 26,5% en el caso de
Austria. En resumen, si consideramos el coste del suelo que perdemos con tasas
de erosión de 40 toneladas por hectárea, el resultado es pérdidas de 2.600 €
por hectárea y año, inasumible para un agricultor.
Y este
desierto avanza como el enemigo común número uno, aunque no lo identifiquemos
como tal de forma conjunta. Y lo seguirá haciendo si no reducimos: la
superficie de suelo que se encuentra desnudo cada año; el abuso en
fertilización mineral, con el que reducimos el contenido en carbono y materia
orgánica de nuestros suelos, lo que afecta a la cantidad de agua que pueden
infiltrar, retener y ofrecer al cultivo cuando más lo necesita; y el uso de
pesticidas, con el que se desploman las tasas de polinización y de control
biológico de las plagas que afectan a nuestros cultivos. En definitiva, todos
estos indicadores nos muestran que tendremos menor resiliencia y rentabilidad
de las explotaciones agrarias, menor seguridad alimentaria y empobrecimiento de
nuestro patrimonio natural.
Ante estos
datos tan ilustrativos, nos preguntamos ¿es tan difícil entender que cuando se
habla de la pérdida de biodiversidad, entendida como cantidad y diversidad de
organismos presentes en un ecosistema, también se considera la
antropo-biodiversidad, entendida como la cantidad y diversidad de seres humanos
que lo habitan? Agricultores, ganaderos, sindicatos, industria, ecologistas y
profesionales de la administración, ¿qué va a hacer esta desertificación con
todos vosotros?
Es el
momento de enfrentarnos a nuestra Política Agrícola Común (PAC) y decirle, ¿qué
vamos a hacer con una condicionalidad reforzada si finalmente no contempla la
rotación de cultivos como escudo ante la degradación, o evitar suelo desnudo en
los periodos más sensibles, o si el uso de herramientas para gestión de
nutrientes es voluntario? ¿Cómo forjamos unos eco-esquemas potentes a nivel
nacional con menos del 30% del presupuesto en el primer pilar? ¿Cómo
pretendemos vencer si los fondos para nuestras flechas más precisas, las
medidas agroambientales, se ven reducidos de una manera tan drástica? ¿Es que
hemos dado ya la batalla por perdida?
Fundación
Global Nature sigue en la lucha y esta pasada semana ha estado ante las puertas
del Parlamento Europeo, con agricultores, ganaderos, diferentes entidades y la
ciudadanía, en general, de Europa. El objetivo es trasladar esta situación al
Parlamento. Porque es una lástima que el agricultor sienta amenazada su
producción por las medidas medioambientales, sin darse cuenta de que también
pueden ser su aliado. Es también un paso atrás que un determinado grupo
ecologista no entienda que las medidas a implementar en una explotación han de
tener también en cuenta los rendimientos del cultivo.
Existen
soluciones que empiezan por mirar al suelo
Las
soluciones existen y, en parte, pasan por entender que el elemento clave es el
suelo: como fuente de vida, riqueza y patrimonio natural. Las características
de este suelo para constituir nuestra mejor arma han de ser: fertilidad,
(química, física y biológica), alto contenido en carbono y materia orgánica,
alta capacidad de infiltración y retención de agua, abundancia y profundidad.
En esta misma línea, debemos consensuar que en la región meridional (una de las
más castigadas por el cambio climático a nivel mundial) estas características
sólo se cumplirán a través de medidas como la rotación de cultivos a nivel de
parcela y la diversificación de cultivos a nivel de explotación, la
implementación de cubiertas vegetales, un aumento de las enmiendas orgánicas y
la máxima imperante de mantener el suelo cubierto el mayor periodo de tiempo
posible.
Cabe añadir
que disponemos de herramientas y metodologías testadas a pie de campo que
permiten poner cara a todos estos retos climáticos en cada cuadrícula de 25x25
km del territorio europeo. Asimismo, pueden bajar a nivel de explotación
agraria en cada una de esas cuadrículas, atender sus especificidades y
desarrollar un plan de acción de adaptación a este cambio climático, como los
desarrollados, por ejemplo, por Fundación Global Nature en el proyecto Agriadapt.
¿Por qué no se ha empezado ya a desarrollar un mapa de riesgos por regiones que
nos ayude tanto a la adaptación de las explotaciones como a la toma de
decisiones informadas en políticas como la PAC? Existen los medios para
hacerlo, por lo que la respuesta sólo apunta a la ausencia de fondos o de
voluntad, aunque no olvidemos que lo segundo controla lo primero.
En este
momento, los Estados Miembros en el Consejo de Agricultura y el Parlamento
Europeo están considerando reducir o flexibilizar los objetivos
medioambientales y climáticos de la condicionalidad reforzada de la PAC
post-2020, concretamente los de protección del suelo, rotaciones e
infraestructuras ecológicas, con el grave perjuicio que ello supondría para la
sostenibilidad de la agricultura española en escenarios de cambio climático.
Además, el Comité de Agricultura y Desarrollo Rural y el Comité de Medio
Ambiente del propio Parlamento Europeo tienen serios problemas para ponerse de
acuerdo en el rumbo a seguir. Sin embargo, no hay razón para la desesperanza.
Lo que define un escenario son los conflictos que surgen entre los diferentes
actores, y una vez estamos definidos, es un buen momento para que nuestra
definición les ponga remedio. Para ello, es de vital importancia que ningún
actor desaparezca de la escena, pues el buen resultado de la obra depende de la
aportación de todos y cada uno de ellos. Nadie querría asistir a una obra de
teatro donde los roles no estuviesen bien distribuidos. Un momento, ¿roles? Tal
vez quise decir de nuevo fondos…
Queremos ver
un acto final en el que se plante cara a la desertificación, que hemos de
identificar como enemigo común número uno. ¡Hagámosle frente con una nueva PAC
que le frene, hagámosle frente con una nueva PAC que no sea la última antes del
desierto!
Daniel
Torres Hernández es técnico de la Fundación Global Nature
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