Vicenç Navarro
Catedrático Emérito de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universitat Pompeu Fabra
Sociología Crítica
15.05.2019
El debate en las elecciones legislativas del 28 de abril se
centró primordialmente en el tema nacional (también conocido como el
tema territorial) y no en la preocupante situación económica y social en
la que vive el país, producto, en gran parte, de las políticas
públicas de claro corte neoliberal impuestas a la ciudadanía (y digo
impuestas pues no estaban incluidas en sus programas electorales) por
los partidos gobernantes durante los últimos diez años. Como
consecuencia de esta centralidad del tema nacional durante el período
electoral, la mayoría de los medios de información han prestado
ahora la mayor parte de su atención en analizar las implicaciones que
tales resultados electorales puedan tener para la resolución de dicho
conflicto, sin prestar mucha atención a otro gran tema como es el
significado que estas elecciones puedan tener para las posibilidades de
revertir aquellas políticas públicas responsables de la gran crisis
social. El hecho de que los medios no prestaran atención a este
tema es más que sorprendente, pues uno de los resultados electorales
de mayor interés del 28 de abril fue el gran rechazo de la
mayoría del electorado hacia las políticas económicas y sociales
aplicadas en los últimos diez años, las cuales, repito, han sido responsables del gran deterioro de la situación social del país.
Existe abundante evidencia de que las reformas laborales del gobierno Zapatero en 2010, y del gobierno Rajoy en 2012,
han creado una enorme precariedad y una bajada de salarios sin
precedentes, lo cual ha dado lugar a algunas situaciones muy alarmantes,
tales como el marcado deterioro del nivel de vida de las clases populares (que
son la mayoría de la ciudadanía), siendo hoy más bajo que al inicio de
la Gran Recesión en 2007 (solo a modo de ejemplo, la población en riesgo
de pobreza en España pasó de un 23,3% en 2007 a un 26,6% en 2017, con
un aumento de casi dos millones de personas en esta situación), o el
hecho de que sectores muy amplios de la juventud no vivirán en España
mejor que sus padres. Contribuyendo a este deterioro ha habido, además, grandes recortes del gasto público social (en
temas tan importantes como la sanidad, la educación, la vivienda, los
servicios sociales, las escuelas de infancia, los servicios
domiciliarios y muchos otros servicios), así como una reducción muy notable de las transferencias públicas(como las pensiones, que garantizan el bienestar de la población), políticas que han sido también claramente rechazadas por el electorado español, sin que ello se comentara en los medios.
LA FALSEDAD DE QUE LAS DERECHAS Y LAS IZQUIERDAS ESTUVIERAN IGUALADAS
En realidad, tal rechazo ha quedado ignorado (cuando no ocultado)
bajo la percepción, promovida por los mayores medios de información, de
que España está dividida en dos grandes bloques (las derechas y las
izquierdas) que supuestamente han tenido un número muy parecido de
votos, argumentando que la victoria en escaños de las izquierdas
se ha debido predominantemente a un sesgo de la ley electoral a su
favor, que les ha beneficiado.
Es cierto que el sistema electoral está sesgado para facilitar el
bipartidismo que ha caracterizado el periodo democrático hasta ahora. Y
ello explica que el PSOE, en esta ocasión, haya tenido más
parlamentarios de los que le corresponderían por el número de votos. Pero
hay otro sesgo en la ley electoral, que es el que, desde el principio,
ha discriminado a las clases populares urbanas, que son las que se
oponen de forma más mayoritaria a las políticas neoliberales y las que
votan en mayor medida a los partidos a la izquierda del PSOE.
Este era el objetivo principal que se perseguía en el diseño de tal ley
electoral (ver mi artículo “Cuestionando algunos de los análisis que se
han hecho sobre las elecciones del 9 de marzo”, El Viejo Topo, julio-agosto 2008). En
la mayor parte de las elecciones legislativas la mayoría de votos han
sido de izquierdas. Y las últimas del 28-A no fueron una excepción. Las
izquierdas consiguieron algo más de 1,2 millones de votos más que las
derechas.
De hecho, en un sistema estrictamente proporcional y sin “barreras”
por circunscripción, las izquierdas (excepto el PSOE) habrían conseguido
más escaños (ver mi último artículo “Lo que los medios de información
no dijeron sobre las elecciones del 28-A”, Público, 06.05.19).
Sumando todos los votos a partidos que se oponen a tales políticas
neoliberales, constituyeron una gran mayoría, y lo que también es muy
notorio e importante es que las izquierdas (el PSOE) que habían
gobernado antes aplicando políticas neoliberales (durante la etapa
Zapatero), bajo el gobierno Sánchez han dejado de hacerlo, proponiendo
un presupuesto (a instancias de Unidas Podemos) que significaba un
cambio muy importante de este partido, y que fue la causa de que se
revirtiera su descenso electoral. Los datos muestran que el
resultado de las elecciones, con un triunfo de las izquierdas, significó
un gran rechazo a las políticas neoliberales hasta ahora dominantes en
las esferas del poder financiero, económico, político y mediático del
país. Es más, las encuestas de opinión anteriores al periodo
electoral señalaron que incluso entre un 30 y 40% de votantes
tradicionales del PP y de C’s estaban en desacuerdo con las reformas
laborales y las políticas de austeridad. De ahí que lo llamativo
del 28-A fuera que no fuera noticia uno de los hechos más importantes
de aquel día: ese rechazo del neoliberalismo por parte de la gran
mayoría del electorado con la victoria de los partidos de izquierdas sobre los de derechas, resultado que en un
sistema estrictamente proporcional hubiera dado mayor representatividad
a los partidos, como Unidas Podemos y otras formaciones políticas, a la
izquierda del PSOE (que en realidad es un partido de centroizquierda).
¿POR QUÉ ESTE SILENCIO MEDIÁTICO?
La causa de este silencio es la misma causa de que se diera tanta
visibilidad al tema nacional o territorial a costa del tema social. La gran crisis social de España se oculta detrás del debate nacional.
No es casualidad que los partidos que han liderado los dos grandes
bloques, el españolista y el independentista (PP y C’s por un lado, y
CDC, hoy JxCat, por el otro), hayan sido los principales impulsores de
las políticas neoliberales. El conflicto de banderas (la borbónica
versus la estelada) ha ocultado una realidad de enorme importancia: la promoción de las mismas políticas económicas y sociales neoliberales,
argumentando que eran las únicas posibles, cuando, en realidad, la
evidencia científica mostraba que había otras políticas públicas que
podían haberse utilizado y que habrían ahorrado tanto sufrimiento a las
clases populares del país. Y lo que debería haber sido noticia
también es que los dirigentes políticos (y economistas) que apoyaron
tales políticas era conscientes del daño causado (lo que
intentaron justificar, como acabo de indicar, con el argumento de que no
había otras alternativas posibles). Sí que las había y no quisieron
implementarlas, pues eran conscientes de que las políticas que hicieron
tanto daño serían impopulares a nivel de calle, pero muy populares entre
los establishments económicos y financieros a los que sirven. La
enorme concentración de riqueza y el gran crecimiento de las
desigualdades han sido una consecuencia directa de la aplicación de
tales políticas. Y los dirigentes políticos y mediáticos eran plenamente
conscientes de ello. Los datos así lo confirman (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015). De
ahí que utilizaran el nacionalismo de ambos lados para conseguir la
transversalidad y los apoyos de grupos (incluyendo de las clases
populares) que, al votarles, estaban yendo claramente en contra de sus
propios intereses. Como ya indiqué en un artículo previo, hay
una correlación estadística positiva en España entre el supuesto
“patriotismo” de los candidatos y su ultraneoliberalismo. El ejemplo más claro es Vox,
que se presenta como el más patriota y máximo defensor de la “unidad de
la patria”, ocultando tras el discurso patriótico que es el partido más ultraneoliberal existente hoy en España, llegando incluso a proponer la completa privatización de las pensiones públicas,
como hizo el general Pinochet en Chile, algo que ha resultado ser un
auténtico desastre para las clases populares de aquel país. También Vox
propone la privatización de las escuelas públicas (como
hicieron las derechas suecas cuando gobernaban), lo cual causó un
deterioro muy notable del nivel educativo del país y una gran
polarización del sistema educativo.
¿HAY VOLUNTAD DE CAMBIO DENTRO DE LAS IZQUIERDAS?
Este es el tema más importante que existe hoy en España.
Es fácil de ver que el país necesita un cambio de dirección muy notable
en sus políticas económicas y sociales. Y tal cambio, al que se oponen
con intensidad, por cierto, los poderes fácticos financieros y
económicos del país, no puede llevarse a cabo con una fuerza política de izquierdas (en realidad, repito, de centroizquierda) que en las Cortes españolas es minoritaria.
No puede hacerse el cambio necesario y urgente que se necesita con un
gobierno en minoría que no avance sin un rumbo claro y trazado, virando
en función de las alianzas que sean posibles en cada momento, que es lo
que el PSOE propone hoy a través de los medios. Ello implicaría una
falta de compromiso y voluntad para llevar a cabo estos cambios, para
los cuales se requiere un compromiso firme para cuatro años a fin de revertir las políticas que hicieron tanto daño. Para tal proyecto de transformación hace falta, pues, una situación estable con un programa
pactado para toda una legislatura, con una dinámica de supervisión y
gestión llevada a cabo por una coalición de partidos que esté al frente
del gobierno central.
UNA ÚLTIMA OBSERVACIÓN A TÍTULO PERSONAL
No hay duda de que la población movilizada detrás de las
banderas tiene sentimientos nobles, que incluyen la defensa de la
identidad nacional que fuere. Y en España hay razones sólidas para aceptar y promover su plurinacionalidad, convirtiendo el Estado en una institución poliédrica, en lugar de radial, que favorezca la diversidad dentro de la solidaridad.
Las izquierdas en España (y también en Catalunya) siempre tuvieron una
visión plurinacional, como lo muestran los documentos de la resistencia
democrática antifranquista. La Transición inmodélica forzó un cambio,
dejando sin resolver el tema nacional. Pero también dejó de resolver el
tema social y democrático, de manera que España siempre ha tenido una
democracia incompleta y un bienestar insuficiente, una realidad que
todavía arrastramos (ver mi libro Bienestar insuficiente, democracia incompleta. De lo que no se habla en nuestro país, Anagrama, 2002). Es
un error gravísimo potenciar el conflicto nacional para ocultar el
conflicto social y democrático. En realidad, no se resuelve el primero
sin resolver el segundo. De ahí que las derechas (de los dos lados), y
muy en especial sus dirigentes, estén utilizando cínicamente las
movilizaciones nacionales para que no se hable de la crisis social que
han creado. Este artículo es una crítica y denuncia de tal cinismo.
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