Los
cazadores mediterráneos hicieron viajes marítimos antes de los primeros
agricultores
TERCERAINFORMACION /
10.04.2025
Hasta ahora, se pensaba que las islas pequeñas y remotas de esta región no habían estado pobladas antes de la llegada de la agricultura. Un estudio publicado en Nature, que cuenta con participación española, documenta una travesía de más de 100 km en mar abierto, previa a esta transición tecnológica.
Los cazadores-recolectores
cruzaban al menos 100 km de aguas abiertas para llegar a la isla mediterránea
de Malta hace 8.500 años, mil años antes de la llegada de los primeros
agricultores. / Daniel Clark / MPI GEA
Los humanos modernos llegaron a Malta hace unos
8 500 años. Esta hazaña la llevaron a cabo cazadores-recolectores mesolíticos
que viajaron a través del mar Mediterráneo en una travesía de más de 100
kilómetros en mar abierto sin usar embarcaciones a vela. Según un estudio
publicado en Nature, liderado por Eleanor Scerri,
investigadora del Max Planck Institute of Geoanthropology (Alemania), junto con
la Universidad de Malta, estos grupos probablemente se desplazaban en canoas,
orientándose mediante las estrellas, las corrientes marinas y puntos de
referencia costeros.
Los cálculos hechos por los científicos estiman
que la travesía podría haber durado entre 24 y 30 horas, parte de las cuales se
habrían realizado durante la noche, y habría partido desde Sicilia u otras
zonas del sur de Italia.
“Estos cazadores-recolectores eran marineros
extremadamente capaces y con conocimientos, o no habrían podido cruzar
extensiones de agua abierta de esta distancia. Además, pudieron subsistir en
pequeñas islas diversificando su dieta: no solo se enfocaban en los recursos
terrestres, sino también en aves y alimentos marinos. Esto implica que los
agricultores no fueron las primeras personas en llegar a islas como Malta, y
que no encontraron un ecosistema intacto”, declara Scerri a SINC.
Estas conclusiones han sido posibles gracias al
análisis de los fósiles descubiertos en el yacimiento de Latnija,
al norte de la isla de Malta. Los restos arqueológicos recuperados sitúan la
ocupación humana de la isla mil años antes de la adopción de la agricultura en
la región.
El trabajo contó con la participación de un equipo internacional compuesto por 25 especialistas, entre los que se encuentran Ethel Allué y Aitor Burguet-Coca, investigadores del IPHES-CERCA y de la Universitat Rovira i Virgili (URV), expertos en arqueobotánica y piroarqueología, respectivamente. También forman parte del equipo los investigadores españoles Andrés Currás (Max Planck Institute of Geoanthropology) y Mario Mata González (Universidad de Malta).
Restos hallados en el
yacimiento durante las excavaciones. / Eleanor Scerri.
Un mundo mesolítico conectado
La existencia de tales viajes marítimos de larga
distancia implica un mundo mediterráneo mesolítico conectado, del que los
científicos no eran plenamente conscientes hasta ahora. Este hecho significa
que los últimos cazadores-recolectores de Europa también incluían culturas
marítimas sofisticadas, y que incluso pudieron haber tenido un papel en
la dispersión costera de la tecnología neolítica.
“Es posible que los agricultores avanzados en
las zonas costeras hayan podido difundir el Neolítico más rápidamente adoptando
las tecnologías marítimas de los últimos cazadores-recolectores de Europa, en
lugar de al revés. También es posible que hayan podido aprovechar las redes
mesolíticas de navegación de larga distancia para hacerlo. Estos
descubrimientos abren un nuevo conjunto de preguntas que debemos empezar a
hacer”, apunta la investigadora.
Algunas de las que se plantea el equipo de
científicos es sobre a dónde más fueron estas personas y qué impactos
tuvieron en los ecosistemas. Islas pequeñas como Malta tenían sus propia
fauna y flora endémica que a menudo se piensa que cambió (por ejemplo, con
animales que se extinguieron) sin la intervención de los humanos, porque se
pensaba que no podían llegar allí. “Ahora sabemos que sí llegaron, lo que trae
nuevamente a primer plano las causas de estos cambios”, recalca Scerri.
Extinción de especies
Los investigadores todavía están tratando de
reconstruir esta historia. Aunque los cazadores-recolectores mesolíticos
llegaron a Malta durante siglos, no extinguieron a todos los animales. Por
ejemplo, no sobreexplotaron algunas de las especies endémicas de
ciervos, ya que estas sobreviven hasta los períodos asociados con los primeros
agricultores. “Es posible que hayan influido en otros cambios, por ejemplo,
cambios vegetativos o incluso ecosistemas costeros”, sugiere la experta.
Podría tratarse de una historia ‘emergente’ que
involucrase tanto aspectos de conservación como recursos dirigidos a los
humanos. “Esperamos poder responder estas preguntas en el futuro con alta
precisión, dada la naturaleza asombrosa del yacimiento y la profundidad de los
sedimentos”, aclara Scerri.
El equipo ha identificado hasta ahora una gran variedad de especies animales, todas ellas con claros indicios de consumo humano. Destacan los restos de ciervo rojo, que hasta ahora se creía extinguido en Malta en aquella época, así como tortugas, aves de gran tamaño (algunas hoy ya desaparecidas), focas y diversos peces como el mero. También se han hallado miles de restos de moluscos marinos, como caracoles, erizos y cangrejos, muchos de ellos con señales evidentes de cocción. También se han hallado herramientas de piedra.
Más pistas gracias al ADN
Scerri espera obtener ADN antiguo y, con suerte,
isótopos de restos humanos para mostrar cuál era su ascendencia y dónde
pudieron haberse criado. “Estamos seguros de poder obtenerlo, y esperamos
encontrar dientes humanos de los cuales podamos extraer firmas isotópicas”,
explica.
Los investigadores también están explorando si
el yacimiento se utilizaba de manera estacional o no, observando los restos
faunísticos, incluidas las firmas isotópicas de los caracoles marinos recolectados
de la orilla, lo que da una idea de si se trata de una recolección durante todo
el año o solo estacional. Excavaciones adicionales también les darán
información sobre una mayor variedad de animales que explotaban.
“Usando una técnica llamada ZooMS, pudimos
‘huellizar’ fragmentos óseos no identificables, e incluso descubrir la
presencia de ballenas en este lugar, aunque no sabemos si estas se cazaban o si
fue un uso oportunista de animales varados. De cualquier manera, en el futuro
deberíamos tener información mucho más detallada que seguirá arrojando luz
importante sobre este período clave y este descubrimiento en concreto”,
concluye la científica.
Las huellas que deja el fuego
El estudio detallado del registro
piroarqueológico del yacimiento, es decir, las huellas del uso del fuego, el
tipo de combustible empleado y su relación con el entorno natural, ha recaído
en el equipo del IPHES-CERCA y la URV.
“Sin fuego, en muchos contextos arqueológicos no
podemos detectar actividad humana, sobre todo en aquellos yacimientos donde las
estructuras son escasas o inexistentes”, explica Ethel Allué,
investigadora del IPHES-CERCA y profesora asociada de la URV. “Nos habla de
cómo vivían, cómo se organizaban y cómo se adaptaban al paisaje”, añade.
El análisis de los hogares ha permitido
identificar sedimentos quemados, acumulaciones de cenizas y otras evidencias de
uso reiterado del fuego en un mismo espacio. “Por suerte, este registro estaba
muy bien conservado, lo que nos ha permitido ir más allá de su simple detección
y reconstruir prácticas humanas que de otro modo podrían haber pasado
desapercibidas”, destaca Aitor Burguet-Coca, investigador
postdoctoral Beatriu de Pinós del IPHES-CERCA.
La especie vegetal más utilizada como
combustible era el lentisco (Pistacia lentiscus), elegida por sus buenas
propiedades combustibles, a pesar de la presencia de otras especies en el
entorno. Esta selección apunta a un conocimiento profundo de los recursos
vegetales y de la ecología local. También se ha identificado la presencia de
palmito (Chamaerops humilis), una planta que podría haber tenido usos
complementarios como la construcción, la cestería o como combustible auxiliar.
Referencia:
Scerri, E.M.L. et al. “Hunter-gatherer sea
voyages extended to remotest Mediterranean islands”. Nature.
Fuente: SINC
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