Francia:
La izquierda en el pantano del pragmatismo
Por Debates
KAOSENLARED
9 de julio de 2024
La izquierda francesa
agrupada en el Nuevo Frente Popular (NFP) acaba de frenar el ascenso del
partido de Marine Le Pen (Asamblea Nacional), calificado de ultraderecha,
gracias a la alianza de varias fuerzas, desde los socialistas y Verdes hasta la
Francia Insumisa y los comunistas, entre las organizaciones más destacadas.
En NFP, Verdes y
Socialistas tienen la mayoría de los diputados (94 en 182 escaños), por encima
de los 71 que se le atribuyen a La Francia Insumisa de Jean-Luc Melénchon.
En cuanto al reparto de
diputados, todos los partidos y alianzas están lejos de la mayoría, con lo que
la izquierda deberá co-gobernar con la derecha de Macron. Además dentro del
Nuevo Frente Popular, algo más de la mitad de los elegidos son neoliberales,
caso de verdes y socialistas, firmemente alineados con la OTAN y la guerra.
El Frente propone en su
programa la subida del salario mínimo a 1.600 euros y reducir la jubilación a
los 60 años, y un sistema que permita regularizar la migración, uno de los
aspectos más debatidos en los últimos años. No dicen nada de la guerra de
Ucrania, lo que hace pensar que seguirán adelante con la política guerrerista.
El gran “triunfo” que
festeja la izquierda europea es haber frenado a la ultraderecha, a la que
menudo se refiere como “fascista”. Pero ahora va a tener que gobernar con una
parte de la derecha, por lo que no habrá cambios significativos en ningún
terreno, ni en la economía, ni en la política exterior, ni en relación con los
inmigrantes.
Creo que la izquierda ha
perdido el horizonte y ya no puede distinguir lo esencial de lo secundario. En
Europa hay guerra. Esa guerra tiende a ampliarse. Ahora Ucrania está
bombardeando con armamento occidental estaciones estratégicas en Rusia,
acercando el momento en que se utilicen armas nucleares. Polonia y Bielorrusia
están prontas para entrar en la guerra, mientras Estados Unidos, Reino Unido y
la OTAN desean acelerar el conflicto.
La cumbre de la OTAN que se
realiza esta semana en Washington, del 9 al 11 de junio, estará orientada a
profundizar la guerra en la convicción de que es posible derrotar a Rusia o,
por lo menos, desgastarla seriamente. Sin embargo, la mayoría de la opinión
pública europea desea una negociación que ponga fin al conflicto. Algo que el
Pentágono no parece dispuesto a aceptar.
No tomar posición respecto
a la guerra y cogobernar con la derecha es el camino seguro del fracaso y de la
pérdida de legitimidad. Pero el pragmatismo y el inmediatismo son demasiado
potentes en las direcciones de todos los partidos que se dicen de izquierda,
eluden el conflicto y apuestan al “mal menor”, que los lleva a no realizar
cambios y a seguir con las políticas neoliberales y guerreristas de la Unión
Europea.
La llamada “ultraderecha”
es un tigre de papel, parafraseando a Mao. Ya gobierna en Italia y no ha habido
cambios importantes. Pero sobre todo el mismo concepto de ultraderecha es una
construcción de la derecha “moderada”, o sea del campo socialista y
socialdemócrata, equivalente a los demócratas en Estados Unidos. Observemos los
medios y vemos que la “unidad” contra esa derecha, o contra Trump, es
cálidamente defendida por El País, Le Monde y The New York Times. Aprendieron a
subordinar a las izquierdas del tipo de Podemos, Sumar o La Francia Insumisa.
No sólo no les temen sino que saben usarlas para conseguir la gobernabilidad
neoliberal que desean. El gobierno de Pedro Sánchez es buena prueba de ello.
Pero cuando alguien dice
algo así, lo acusan de “hacerle el juego” a la ultraderecha o a Trump, y en
ocasiones a Putin. Esta derecha que se disfraza de centrista, es el cerrojo
ideológico que clausura el debate con quienes siguen luchando por cambios de
fondo, a quienes criminalizan por salirse del libreto aceptable para los
poderes.
Con ésta política de Frente
Popular, la izquierda pierde su relación con los sectores populares y los
inmigrantes, los verdaderos perdedores del neoliberalismo que, en buena medida,
votan por esa ultraderecha a cuyos votantes no logran comprender. La dirigente
alemana Sahra Wagenknecht, escindida de Die Linke (La Izquierda), acusó a sus
ex camaradas con toda razón: “Es incorrecto llamar nazis a quienes por
desesperación votan a la ultraderecha” (Publico, 7/07/2024).
Tan grave como eso es que
la izquierda le está dando una sobrevida a Macron, al que la primera vuelta
había dejado en el suelo.
Esta izquierda podría
reflexionar sobre el rumbo de Lula. Para derrotar a Bolsonaro, tejió la unidad
con la derecha “moderada”, a la que pertenece su vicepresidente Geraldo
Alckmin. Ahora es prisionero de esa alianza que no le permite hacer los cambios
que reclaman los movimientos. El pragmatismo lo está llevando a realizar un
gobierno mediocre, con baja aprobación y alta desmoralización entre quienes lo
apoyaron. Incluso Joao Pedro Stédile, coordinador del MST (Movimiento Sin
Tierra), acaba de decir que el gobierno de Lula es “una vergüenza” porque no
está haciendo nada por la reforma agraria (IHUOnline, 7/06/2024).
Sobre las ruinas del
gobierno de Lula, puede volver nuevamente Bolsonaro. Entonces dirán que hay que
unirse con la derecha “democrática” para impedir su victoria.
Al parecer, la imaginación y el compromiso con los pueblos no le permiten a esta izquierda ir más lejos, mientras se hunde sin remedio en el pantano del pragmatismo.
Raúl Zibechi
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