Las consecuencias de un modelo injusto
El problema no es del campo, es de todos
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Esther Vivas
VIENTOSUR
ELPERIÓDICO.COM
18.02.2020
Todo un campo
de hinojos es el que ha tenido que arrancar Susanna Ferrando, campesina de la
huerta de Valencia, después de que la distribuidora que se lo había encargado
cultivar la haya dejado, como ella misma afirmaba, "tirada". Se
trataba de hinojo para la exportación para países del norte de Europa, pero
como este invierno las temperaturas han sido más cálidas la demanda ha caído y
ahora la distribuidora ya no quiere comprarle el hinojo que le había
encomendado. Lo ha denunciado en un vídeo en Youtube. Un despilfarro económico,
medioambiental y de horas de trabajo.
He aquí un
ejemplo de los muchos que podríamos poner de lo que algunos llaman ’la crisis del campo’.
Sin embargo no se trata de una crisis sino de una estafa, un conjunto
de malas prácticas que repercuten negativamente en campesinos y consumidores.
Un puñado de empresas controlan cada uno de los tramos de la cadena
agroalimentaria, desde las semillas, pasando por los pesticidas y los
fertilizantes químicos, la transformación de los alimentos hasta su
distribución final. Se trata de multinacionales que anteponen sus intereses
económicos al cuidado de la tierra, al derecho de los campesinos a obtener un
precio justo por lo que producen y al derecho de los consumidores a saber qué
comemos y a hacerlo de manera saludable. El problema no es del campo, es de
todos.
Lo que le
sucede al mundo agrario no es algo nuevo sino resultado de unas políticas que
desde hace décadas han convertido la alimentación en un mero negocio, y que han
contado con el apoyo de las instituciones públicas. Uno de los mejores ejemplos
lo tenemos en la PAC, la Política Agrícola Común, las
subvenciones que la Unión Europea destina a la agricultura, las
cuales en vez de ayudar a quienes cultivan la tierra benefician principalmente
a empresas de la industria agroalimentaria y a grandes terratenientes. Lo de
trabajar el campo, para quienes reparten la PAC, parece que es algo secundario.
Unos pocos, que de campesinos no tienen nada, se llevan la mayoría de las
ayudas.
Los
supermercados tienen también una gran responsabilidad en este modelo injusto, y
deciden qué comemos, a qué precio lo pagamos y qué retribución recibe el
campesinado. Lo paradójico del caso es que nosotros cada vez abonamos más
dinero por la fruta y la verdura que compramos y el productor recibe menos. Los
intermediarios se llevan la diferencia.
Susanna
Ferrando, en Youtube, afirmaba: "No me volverá a pasar". No en vano
lleva 12 años construyendo canales alternativos de comercialización, vendiendo
directamente a los consumidores, apostando por la agricultura ecológica con su
proyecto ’Camí de l’Horta’. Lo hizo una vez, y nunca más. Tiene alternativas a
este modelo depredador. Sin embargo para que esto no le suceda de nuevo a ella
ni a otros, la solución no se encuentra solo en sus manos sino también en las
nuestras, en el compromiso de los consumidores para apostar por otro modelo de
distribución, comprando en mercados campesinos, supermercados cooperativos,
grupos de consumo..., canales que ponen en el centro al campesinado, la salud y
la tierra.
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