sábado, 2 de abril de 2016

TERRORISMO. LOS GOBIERNOS NO QUIEREN ERRADICARLO, SINO ADMINISTRARLO COMO FUENTE DE CONTROL Y PODER. POLÍTICO QUE NO LO DENUNCIE ES CÓMPLICE; CIUDADANO QUE NO LO DENUNCIE UN INCONSCIENTE


 Mirada desde el Sur
EUROPA: UN CONTINENTE A LA DERIVA

2/3

 


Brecha
31.12.2016

DEMOCRACIA O ESTADO DE EXCEPCIÓN.
Por primera vez desde su creación, el think tank situado en Francia, Laboratorio Europeo de Anticipación Política (LEAP), sostiene que Europa ha perdido el tren de la democracia y su capacidad de liderazgo. Por eso sostiene que el viejo continente ingresó en un período de oscuridad cuyo destino es ser gobernada por “los nietos de Hitler, Petain, Mussolini…” (Geab N° 100, diciembre de 2015).
Esa fue la anticipación formulada en 2009 por su director, Franck Biancheri, si Europa no conseguía democratizarse. Días atrás el filósofo Giorgio Agamben volvió sobre tu tema favorito en un artículo titulado “Del estado de derecho al estado de seguridad” (Le Monde, 23 de diciembre de 2015). Sostiene que la prolongación del estado de emergencia a raíz de los atentados en Francia es parte de la transformación del Estado que estamos presenciando: “Es crucial, primero que nada, desmentir el propósito de las mujeres y hombres políticos irresponsables, según los cuales el estado de emergencia sería un escudo para la democracia”.
Recuerda que el estado de emergencia fue el dispositivo mediante el cual los poderes totalitarios se instalaron en Europa en las décadas de 1920 y 1930. “Cuando la gente se sorprende de los crímenes que pudieron cometerse impunemente en Alemania por los nazis, se olvida de que estos actos eran perfectamente legales, porque el país estaba sometido al estado de excepción y las libertades individuales estaban suspendidas”, reflexiona Agamben.
La cuestión es tanto más grave cuando las democracias occidentales están caminando hacia un “Estado de seguridad”, porque en la coyuntura actual “las razones de seguridad han tomado el lugar de aquello que se llamaba, en otro tiempo, la razón de Estado”. Invocando a Hobbes, argumenta que “el contrato que transfiere los poderes al soberano presupone el miedo recíproco y la guerra de todos contra todos: el Estado es aquello que viene precisamente a poner fin al miedo. En el Estado de seguridad, este esquema se invierte: el Estado se funda duraderamente en el miedo y debe, a toda costa, mantenerlo, pues extrae de él su función esencial y su legitimidad”.
La actual política de seguridad no aspira a impedir los actos terroristas, algo prácticamente imposible, “sino a establecer una nueva relación con los hombres, que es la de un control generalizado y sin límite”. Como la seguridad trabaja con el miedo, no se trata de impedir el terrori sino de administrarlo. “Se ve así a los países proseguir una política extranjera que alimenta el terrorismo que se debe combatir en el interior y mantener relaciones cordiales e incluso vender armas a Estados de los que se sabe que financian las organizaciones terroristas”.
Ante el paradigma de la seguridad caen la certeza judicial como criterio de verdad, por los informes policiales y los medios que dependen de la policía. La despolitización de los ciudadanos cierra el círculo del deslizamiento hacia un “Estado policíaco” que sería una de las características de los estados actuales. Algo que no deja de sorprender en Europa, que hasta hace poco tiempo se había mantenido al margen de las involuciones democráticas en curso.
UN AÑO FATÍDICO.
Según el LEAP, en Europa “las tendencias progresistas y reaccionarias estuvieron equilibradas hasta setiembre”, pero luego de la oleada inmigratoria y los atentados en París se produjo un brusco giro a la derecha. El miedo es el sentimiento dominante, que está empujando a buena parte de la sociedad hacia posiciones extremas, como lo muestran los resultados del Frente Nacional en Francia y el triunfo en Polonia de “un dinosaurio del mundo de ayer”, en referencia a la victoria del partido ultra conservador Ley y Justicia, que llevó a la presidencia a Andrzej Duda.
La reforma para quitarle poderes al Tribunal Constitucional levantó una oleada de preocupaciones en Bruselas que pidió “respeto al estado de derecho”, ya que las medidas adoptadas afectan la independencia de los jueces. El presidente del Parlamento Europeo, el alemán Martin Schulz, mostró su preocupación por la situación que vive Polonia con declaraciones en las que dijo que la llegada al gobierno de Ley y Justicia “tiene carácter de golpe de Estado” (Deutsche Welle, 23 de diciembre de 2015).
No es el único caso que muestra los desvaríos europeos. Meses atrás militares británicos dijeron que “un gobierno de Jeremy Corbyn podría enfrentar un motín del Ejército si intenta rebajarlos”, en referencia a su propuesta de retirarse de la OTAN o reducir las fuerzas armadas (The Independent, 20 de setiembre de 2015). “Habría renuncias masivas en todos los niveles y se enfrentaría a la perspectiva muy real de un evento que sería efectivamente un motín”, acotó un oficial de alta graduación. En tanto, el primer ministro francés, el socialista Manuel Valls, pronosticó “una guerra civil” en caso de que el Frente Nacional ganara las elecciones (The Telegraph, 11 de diciembre de 2015).
Ni qué hablar de las permanentes amenazas a las propuestas de independencia para Cataluña por parte del rey y la amenaza de utilizar a las fuerzas armadas si se convocara un referendo. El LEAP asegura que “una especie de colusión entre los sectores público y privado está teniendo lugar amenazando las libertades civiles, con el consentimiento de las poblaciones cada vez más aterrorizadas”.
El punto de inflexión fue 2013. Fue el año del golpe de Estado contra el gobierno de Ucrania, cuando la Unión Europea aceptó que grupos armados en la plaza Euromaidan –con evidente apoyo de los Estados Unidos- mataran decenas de civiles y policías hasta forzar la caída del presidente electo Víktor Yanukóvich. Bruselas participó de la conspiración urdida por Washington, con la excusa que los ucranianos querían ingresar a la Unión Europea, cuando en realidad se trataba de instalar un régimen anti ruso en las fronteras de Rusia.
La ofensiva de los neoconservadores estadounidenses contra el presidente Vladimir Putin, así como contra el sirio Bachar al Asad, es en los hechos una apuesta para revertir militarmente su decadencia, bloquear la Ruta de la Seda comercial entre China y Europa y reordenar el mapa de Medio Oriente a favor de Israel. En todo caso, una actitud que Bruselas no hubiera tolerado en otros países.
La fuerza de las armas sólo puede ser contenida, y eventualmente enfrentada, por potencias que tengan una visión clara del mundo, por gobiernos que cuenten con respaldo ciudadano y tengan la decisión para afrontar los conflictos. Por el momento, sólo Rusia, China, Irán, y parcialmente la India, parecen estar a la altura de los desafíos lanzados.
*++

No hay comentarios: