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Brecha
31.12.2016
DEMOCRACIA O
ESTADO DE EXCEPCIÓN.
Por primera vez
desde su creación, el think tank situado en Francia, Laboratorio Europeo
de Anticipación Política (LEAP), sostiene que Europa ha perdido el tren de la
democracia y su capacidad de liderazgo. Por eso sostiene que el viejo continente
ingresó en un período de oscuridad cuyo destino es ser gobernada por “los
nietos de Hitler, Petain, Mussolini…” (Geab N° 100, diciembre de
2015).
Esa fue la
anticipación formulada en 2009 por su director, Franck Biancheri, si Europa no
conseguía democratizarse. Días atrás el filósofo Giorgio Agamben volvió sobre
tu tema favorito en un artículo titulado “Del estado de derecho al estado de
seguridad” (Le Monde, 23 de diciembre de 2015). Sostiene que la
prolongación del estado de emergencia a raíz de los atentados en Francia es
parte de la transformación del Estado que estamos presenciando: “Es crucial,
primero que nada, desmentir el propósito de las mujeres y hombres políticos
irresponsables, según los cuales el estado de emergencia sería un escudo para
la democracia”.
Recuerda que el
estado de emergencia fue el dispositivo mediante el cual los poderes
totalitarios se instalaron en Europa en las décadas de 1920 y 1930. “Cuando
la gente se sorprende de los crímenes que pudieron cometerse impunemente en
Alemania por los nazis, se olvida de que estos actos eran perfectamente
legales, porque el país estaba sometido al estado de excepción y las libertades
individuales estaban suspendidas”, reflexiona Agamben.
La cuestión es
tanto más grave cuando las democracias occidentales están caminando hacia un
“Estado de seguridad”, porque en la coyuntura actual “las razones de
seguridad han tomado el lugar de aquello que se llamaba, en otro tiempo, la
razón de Estado”. Invocando a Hobbes, argumenta que “el contrato que
transfiere los poderes al soberano presupone el miedo recíproco y la guerra de
todos contra todos: el Estado es aquello que viene precisamente a poner fin al
miedo. En el Estado de seguridad, este esquema se invierte: el Estado se funda
duraderamente en el miedo y debe, a toda costa, mantenerlo, pues extrae de él
su función esencial y su legitimidad”.
La actual
política de seguridad no aspira a impedir los actos terroristas, algo
prácticamente imposible, “sino a establecer una nueva relación con los hombres,
que es la de un control generalizado y sin límite”. Como la seguridad
trabaja con el miedo, no se trata de impedir el terrori sino de administrarlo. “Se
ve así a los países proseguir una política extranjera que alimenta el
terrorismo que se debe combatir en el interior y mantener relaciones cordiales
e incluso vender armas a Estados de los que se sabe que financian las
organizaciones terroristas”.
Ante el
paradigma de la seguridad caen la certeza judicial como criterio de verdad, por
los informes policiales y los medios que dependen de la policía. La
despolitización de los ciudadanos cierra el círculo del deslizamiento hacia un
“Estado policíaco” que sería una de las características de los estados
actuales. Algo que no deja de sorprender en Europa, que hasta hace poco tiempo
se había mantenido al margen de las involuciones democráticas en curso.
UN AÑO
FATÍDICO.
Según el LEAP,
en Europa “las tendencias progresistas y reaccionarias estuvieron
equilibradas hasta setiembre”, pero luego de la oleada inmigratoria y los
atentados en París se produjo un brusco giro a la derecha. El miedo es el
sentimiento dominante, que está empujando a buena parte de la sociedad hacia
posiciones extremas, como lo muestran los resultados del Frente Nacional en
Francia y el triunfo en Polonia de “un dinosaurio del mundo de ayer”, en
referencia a la victoria del partido ultra conservador Ley y Justicia, que
llevó a la presidencia a Andrzej Duda.
La reforma para
quitarle poderes al Tribunal Constitucional levantó una oleada de
preocupaciones en Bruselas que pidió “respeto al estado de derecho”, ya
que las medidas adoptadas afectan la independencia de los jueces. El presidente
del Parlamento Europeo, el alemán Martin Schulz, mostró su preocupación por la
situación que vive Polonia con declaraciones en las que dijo que la llegada al
gobierno de Ley y Justicia “tiene carácter de golpe de Estado” (Deutsche
Welle, 23 de diciembre de 2015).
No es el único
caso que muestra los desvaríos europeos. Meses atrás militares británicos
dijeron que “un gobierno de Jeremy Corbyn podría enfrentar un motín del
Ejército si intenta rebajarlos”, en referencia a su propuesta de retirarse
de la OTAN o reducir las fuerzas armadas (The Independent, 20 de
setiembre de 2015). “Habría renuncias masivas en todos los niveles y se
enfrentaría a la perspectiva muy real de un evento que sería efectivamente un
motín”, acotó un oficial de alta graduación. En tanto, el primer ministro
francés, el socialista Manuel Valls, pronosticó “una guerra civil” en
caso de que el Frente Nacional ganara las elecciones (The Telegraph, 11
de diciembre de 2015).
Ni qué hablar
de las permanentes amenazas a las propuestas de independencia para Cataluña por
parte del rey y la amenaza de utilizar a las fuerzas armadas si se convocara un
referendo. El LEAP asegura que “una especie de colusión entre los sectores
público y privado está teniendo lugar amenazando las libertades civiles, con el
consentimiento de las poblaciones cada vez más aterrorizadas”.
El punto de
inflexión fue 2013. Fue el año del golpe de Estado contra el gobierno de
Ucrania, cuando la Unión Europea aceptó que grupos armados en la plaza
Euromaidan –con evidente apoyo de los Estados Unidos- mataran decenas de
civiles y policías hasta forzar la caída del presidente electo Víktor
Yanukóvich. Bruselas participó de la conspiración urdida por Washington, con la
excusa que los ucranianos querían ingresar a la Unión Europea, cuando en realidad
se trataba de instalar un régimen anti ruso en las fronteras de Rusia.
La ofensiva de
los neoconservadores estadounidenses contra el presidente Vladimir Putin, así
como contra el sirio Bachar al Asad, es en los hechos una apuesta para revertir
militarmente su decadencia, bloquear la Ruta de la Seda comercial entre China y
Europa y reordenar el mapa de Medio Oriente a favor de Israel. En todo caso,
una actitud que Bruselas no hubiera tolerado en otros países.
La fuerza de
las armas sólo puede ser contenida, y eventualmente enfrentada, por potencias
que tengan una visión clara del mundo, por gobiernos que cuenten con respaldo
ciudadano y tengan la decisión para afrontar los conflictos. Por el momento,
sólo Rusia, China, Irán, y parcialmente la India, parecen estar a la altura de
los desafíos lanzados.
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