Mirada desde el sur
EUROPA: UN CONTINENTE A LA DERIVA
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Brecha
31.12.2016
Observada desde el Sur, la Unión
Europea aparece desdibujada. El continente que jugó fuerte en América Latina en
la década de las privatizaciones neoliberales, haciéndose con empresa
estratégicas, parece haber perdido su propio perfil cuando el mundo atraviesa
su mayor crisis de dominación.
“Quien lleva la
batuta en Europa es Alemania y tiene una gran complementariedad económica con
Rusia”, sostiene el analista geopolítico Alfredo Jalife. El
aserto no sólo pega en la diana sino que consigue explicar lo sucedido en 2013,
el año de inflexión donde la Unión Europea terminó por someterse a la política
del Pentágono de cerco a Rusia para conseguir un cambio de régimen, o sea su
aniquilamiento como potencia geopolítica global.
Zbigniew
Brzezinsky -ex asesor de Seguridad Nacional de Carter y consultor de Obama-
hizo su apuesta al factor militar señalando en un tuit, a principios de febrero
de 2015, que “un pequeño contingente de tropas de Estados Unidos en los
países bálticos en forma continua deberá hacer más reticente a Putin para que
no cometa algo estúpido”.
En Europa
central se juega una vez más una partida de ajedrez entre Occidente y Oriente,
con repercusiones para todo el mundo. No por casualidad, la mayor parte de las
850 bases militares de Estados Unidos están en Europa. En total, son 342
instalaciones del Pentágono en suelo europeo, de ellas 179 en Alemania, 58 en
Italia (aunque varias fuentes aseguran que superan el centenar) y 27 en
Inglaterra.
Cuando existía
la Unión Soviética el discurso occidental decía que esas instalaciones tenían
por objetivo defender a Europa de una eventual invasión del Pacto de Varsovia.
Cuando desapareció el régimen soviético y Rusia se convirtió en un país
capitalista, los soldados y las bases siguieron en su lugar, no para defender a
Europa sino para mantenerla ocupada, o sea dentro del área de influencia de los
Estados Unidos.
¿QUIEN DIJO
EURO? Desde el fin de la segunda guerra mundial, Europa es
rehén de Estados Unidos. Ni siquiera la creación de la Unión Europea ha podido
fortalecer a la región que a través de la moneda única buscó hacer escuchar su
voz en el mundo.
El euro se
introdujo en los mercados el 1 de enero de 1999 con vocación de convertirse en
alternativa al dominio del dólar. Comenzó operando a 1,17 frente al dólar,
alcanzó su pico de 1,59 dólares por euro en julio de 2008. En poco tiempo se
convirtió en la segunda moneda de reserva del mundo. Pero la crisis de la zona
euro, más política que económica, provocó el hundimiento de su cotización que
en diciembre de 2015 se sitúa en torno a 1,09.
En paralelo, el
yuan chino comenzó a desplazar tanto al euro como al dólar y terminó siendo
aceptado por el FMI. A fines de noviembre, el FMI incorporó el yuan en los
Derechos Especiales de Giro (la canasta de divisas creada en la década de 1960
para complementar las reservas oficiales de sus miembros) pese a la oposición
de los funcionarios estadounidenses. El yuan se convirtió en la segunda moneda
más utilizada en el financiamiento comercial y la cuarta en los pagos
transfronterizos, ya que el Banco Popular de China tiene cuarenta acuerdos
bilaterales de permuta de divisas con otros tantos bancos oficiales del mundo.
El 18 de
diciembre el Congreso de Estados Unidos aceptó a regañadientes que el FMI
reformara el sistema de cuotas con la incorporación del yuan, siendo “el
cambio más importante dentro del FMI desde 1944, el año en que se construyeron
los acuerdos de Bretton Woods”, según el economista Ariel Noyola (Russia
Today, 21 de diciembre de 2015).
Lo cierto es
que el FMI necesita recursos y sólo China se los puede aportar. Por eso luego
de cinco años de negativas los parlamentarios estadounidenses dieron su brazo a
torcer. China es el gran vencedor al convertirse en el tercer país con más
poder por detrás de Estados Unidos y Japón. Los votos de China pasan de 3,8 a
6%, mientras Alemania, Francia, Italia y el Reino Unido disminuirán su
participación. No se trata de un cambio radical, ya que Estados Unidos mantiene
su poder de veto, sino de un cambio gradual que anticipa otros mayores.
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