Washington
versus China en el siglo XXI
La
geopolítica del declive mundial de Estados Unidos
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Rebelión
TomDispatch
13.06.2015
Traducido del
inglés para Rebelión por Sara Plaza
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Incluso para los más grandes imperios la
geografía es a menudo destino. Sin embargo, esto no se lo enseñarán en
Washington. Las elites políticas, de seguridad nacional y de política exterior
estadounidenses siguen ignorando los fundamentos de la geopolítica que han
conformado el destino de los imperios mundiales en los últimos 500 años. En
consecuencia, no han entendido el sentido y la importancia de los rápidos
cambios globales que se han producido en Eurasia y que están socavando la
ambiciosa estrategia de Washington para dominar el mundo de las últimas siete
décadas.
Una mirada superficial a lo que actualmente se
entiende por "sabiduría" interna en Washington revela una concepción
del mundo sorprendentemente insular. Fíjense por ejemplo en el científico
político de Harvard Joseph Nye Jr., conocido por haber creado el concepto de
"poder blando". Proporcionando una simple lista de las maneras en que
él cree que el poder militar, económico y cultural de Estados Unidos sigue
siendo único y superior, recientemente sostenía que no existe ninguna fuerza,
interna o global, capaz de eclipsar el futuro de Estados Unidos como principal
potencia mundial.
A
quienes señalan la emergente economía de Beijing y proclaman este "el
siglo chino", Nye les ofreció un listado de inconvenientes: la renta per
cápita de China "tardará décadas (si es que lo logra) en alcanzar" la
de Estados Unidos; de manera miope, ha "enfocado sus políticas
principalmente en su región"; no ha "desarrollado ninguna capacidad
significativa para la proyección de la fuerza global". Sobre todo, declaró
Nye, China sufre "desventajas geopolíticas en el equilibrio de poder
dentro de Asia, si se compara con Estados Unidos".
O
dicho de otro modo (y en esto Nye es representativo de todo un mundo de
pensamiento en Washington): con más aliados, barcos, combatientes, misiles,
dinero, patentes y películas taquilleras que ninguna otra potencia, Washington
gana definitivamente.
Si
el profesor Nye dibuja el poder con números, el último mamotreto del ex
secretario de Estado Henry Kissinger, modestamente titulado World Order[Orden
mundial] y aclamado en las reseñas como nada menos que una
revelación, adopta una perspectiva nietzscheana. El eterno Kissinger presenta
la política mundial como si fuera plástico, es decir, sumamente susceptible de
ser modelada por grandes líderes con deseos de poder. Según este criterio,
siguiendo la tradición de los grandes diplomáticos europeos Charles de
Talleyrand y el príncipe [Klemens von] Metternich, el presidente Theodore
Roosevelt fue un intrépido visionario que impulsó "el papel estadounidense
en la gestión del equilibrio Asia-Pacífico". Por otro lado, el sueño
idealista de Woodrow Wilson de la autodeterminación nacional le volvió un
inepto en geopolítica, mientras que Franklin Roosevelt estuvo ciego ante la
inflexible "estrategia global" del dictador soviético Joseph Stalin.
Harry Truman, por el contrario, superó la ambivalencia nacional para
comprometer a "Estados Unidos en la conformación de un nuevo orden
internacional", una política sabiamente seguida por los siguientes 12
presidentes.
Entre
los más "valientes", insiste Kissinger, estuvo el líder del
"coraje, la dignidad y la convicción", George W. Bush, cuya apuesta
firme por la "transformación de Iraq de uno de los estados más represivos
de Oriente Medio en una democracia multipartidista" habría tenido éxito de
no ser por el "implacable" empeño de Siria e Irán en subvertir su
trabajo. Desde esa perspectiva, no hay lugar para la geopolítica; lo único que
realmente importa es la visión audaz de los "hombres de Estado" y los
reyes.
Y
quizá esa sea una perspectiva reconfortante en Washington en un momento en el
que la hegemonía de Estados Unidos está desmoronándose en medio de un
desplazamiento tectónico del poder mundial.
Con
unos consagrados visionarios en Washington tan sorprendentemente obtusos en
cuestiones de geopolítica, quizá haya llegado el momento de volver a los
principios básicos. Eso significa regresar al texto fundacional de la
geopolítica moderna, el cual sigue siendo una guía indispensable pese a haber
sido publicado en una oscura revista de geografía británica hace más de un
siglo.
Sir
Halford inventa la geopolítica
En
una fría tarde londinense de enero de 1904, Sir Halford Mackinder, el director
de la London School of Economics, "cautivó" a las personas reunidas
en el auditorio de la Real Sociedad Geográfica (Londres) en [el número 1 de]
Savile Row, mientras pronunciaba una conferencia con el atrevido título "The Geographical Pivot of History"
["El pivote geográfico de la historia"] [1]. Esta conferencia
evidenció, a decir del presidente de la institución, "una brillantez
descriptiva [...] rara vez igualada en esta sala".
Mackinder
sostuvo que el futuro del poder mundial no radicaba, como imaginaba la mayoría
de los británicos, en controlar las vías marítimas mundiales sino una vasta
masa de tierra que él denominó "Euro-Asia". Apartando la atención de
Estados Unidos para colocar a Asia Central en el epicentro del globo, e
inclinando a continuación el eje de la Tierra un poquito más hacia el norte de
lo que lo hace la proyección de Mercator, Mackinder redibujó y, por lo tanto,
reconceptualizó la cartografía mundial.
Su
nuevo mapa mostraba África, Asia y Europa no como tres continentes separados,
sino como una masa de tierra unitaria, una auténtica "isla mundial".
El ancho y profundo "heartland" ("corazón
continental") –6.437 km desde el golfo Pérsico hasta el mar de Siberia
Oriental– era tan enorme que solo podría ser controlado desde sus "rimlands"
("márgenes continentales" [2]) en Europa Oriental o lo que él
denominó "marginal" marítimo en los mares circundantes.
El
"descubrimiento de la ruta que, pasando por el Cabo de Buena Esperanza,
conducía hasta la India" en el siglo XVI, escribió Mackinder, "dotó a
la cristiandad de la movilidad de poder más amplia que se conoce [...]
envolviendo con su influencia al poder terrestre euroasiático que hasta
entonces había amenazado su propia existencia". Esta enorme movilidad,
explicó más adelante, dio a los navegantes europeos "superioridad durante
aproximadamente cuatro siglos sobre la gente de tierra de África y Asia".
Sin
embargo, el "heartland" de esta vasta masa de tierra, una
"región pivote" que se extiende desde el golfo Pérsico hasta el río
Yantzé en China, sigue siendo nada menos que el punto arquimédico del poder
mundial futuro. "Quien gobierne el Corazón Continental dominará la Isla
Mundial", resumió más adelante Mackinder. "Quien gobierne la Isla
Mundial dominará el mundo" [3]. Más allá de la vasta masa de esa isla
mundial, que conforma el 60% de la superficie terrestre del planeta, se
encontraba un hemisferio de menor importancia cubierto de grandes océanos y
unas pocas "islas más pequeñas" lejanas. Se refería, por supuesto, a
Australia y las Américas.
Para
la generación anterior, la apertura del Canal de Suez y el transporte marítimo
a vapor habían "incrementado la movilidad del poder marítimo [con
relación] al poder terrestre". Pero los futuros ferrocarriles podían tener
"un papel muy destacado en la estepa", afirmaba Mackinder,
disminuyendo los costes del transporte marítimo y desplazando el centro
neurálgico del poder geopolítico tierra adentro. Con el tiempo, el "Estado
pivote" de Rusia podría, aliado con otra potencia como Alemania,
expandirse "por las tierras marginales de Eurasia", permitiendo
"el uso de amplios recursos continentales para la construcción de una
flota, y un imperio de alcance mundial estaría a la vista".
Durante
las dos horas siguientes, según iba leyendo un texto denso con la sintaxis
enrevesada y las referencias clásicas esperadas de un antiguo catedrático de
Oxford, su audiencia supo que estaba teniendo conocimiento de algo
extraordinario. Varias personas se quedaron después para realizar extensos
comentarios. Por ejemplo, el reconocido analista militar Spenser Wilkinson, el
primero en ocupar una cátedra de historia militar en Oxford, se declaró poco
convencido de la "moderna expansión de Rusia", insistiendo en que el
poder naval británico y japonés continuaría la histórica función de mantener
"el equilibrio entre las fuerzas dividas [...] en la región
continental".
Ante
la presión de su entendida audiencia para que tuviera en cuenta otros hechos y
factores, incluyendo el "aire como medio de locomoción", Mackinder
respondió: "Mi objetivo no es predecir un gran futuro para este o aquel
país, sino establecer una fórmula geográfica que usted pueda aplicar a
cualquier equilibrio político". En lugar de explicar hechos específicos,
Mackinder estaba elaborando una teoría general sobre la relación causal entre
geografía y poder mundial. "El futuro del mundo", repetía,
"depende del mantenimiento de [un] equilibrio de poder" entre las
potencias marítimas como Gran Bretaña y Japón situados en el marginal marítimo
y "las fuerzas internas expansivas" dentro del heartland euro-asiático
que pretendían contener.
Mackinder
no solo expresó una visión del mundo que influiría en la política exterior
británica durante varias décadas, sino que en aquel momento acababa de crear la
ciencia moderna de la "geopolítica": el estudio de cómo la geografía,
bajo determinadas circunstancias, puede conformar el destino de pueblos,
naciones e imperios enteros.
Aquella
noche en Londres fue, por supuesto, hace muchísimo tiempo. Era otra época.
Inglaterra todavía estaba de duelo por la muerte de la reina Victoria. Teddy
Roosevelt era presidente. Henry Ford acababa de abrir una pequeña fábrica de
automóviles en Detroit para fabricar su Modelo A, que tenía una velocidad punta
de 45,06 km/h. Solo un mes antes, el "Flyer" de los hermanos Wright
realizó su primer vuelo, alcanzando una altura de 36,57 m, para ser exactos.
Y
aún así, durante los siguientes 110 años las palabras de Sir Halford Mackinder
ofrecerían un prisma de excepcional precisión para entender la a menudo oscura
geopolítica detrás de los conflictos mundiales más importantes: dos guerras
mundiales, una Guerra Fría, las guerras de Estados Unidos en Asia (Corea y
Vietnam), dos guerras en el golfo Pérsico e incluso la interminable
pacificación de Afganistán. La pregunta hoy es: ¿Cómo puede ayudar Sir Halford
a entender no solo los siglos pasados, sino el próximo medio siglo?
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