La estrategia política de Pablo Iglesias
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Cuando en
esta entrada me refiero a la estrategia de Pablo Iglesias quiero distinguirla
de la más genérica estrategia de su, hoy por hoy, movimiento sociopolítico con
pretensiones de Partido político Podemos. Pues estimo que, sin perjuicio de la
cantidad de gente que le acompaña que son, en definitiva, quienes le hacen
líder del proyecto más allá de lo trabajado que él haya tenido en estos años la
difícil disciplina del liderazgo político (el líder se hace, más que nace a
pesar de ciertas aptitudes vitales, y más allá de su papel como arquitecto de
un proyecto político, el principio y fin de la arquitectura siempre será el
albañil), cada vez estoy más convencido de que la única persona que tiene
verdaderamente claro qué es Podemos y qué proyecto de Estado quiere desde
Podemos es el propio Pablo Iglesias. Y si acaso, más allá de los devaneos
teóricos sobre “democratizar la democracia”, “empoderar a la gente” o realizar
“procesos constituyentes de unidad popular” de Juan Carlos Monedero y otros
intelectuales orgánicos de este proyecto, como los indispensables para Iglesias
Jorge Moruno y Jorge Lago, la única persona aparte del propio Iglesias que
tiene claro qué ha de ser Podemos quizás sea Íñigo Errejón.
Estrategia y
táctica no son lo mismo, y menos en política. La táctica, según el DRAE, es el
“arte de poner en orden las cosas”, el “método o sistema para ejecutar o
conseguir algo” e incluso el “arte de disponer, mover y emplear la fuerza
bélica para el combate”. Según el mismo DRAE, la estrategia es el “arte de
dirigir las operaciones militares”, el “arte, traza para dirigir un asunto” y,
en un “proceso regulable” propio de las Matemáticas (y es una definición muy propia
de la Investigación Operativa), el “conjunto de reglas que aseguran una
decisión óptima en cada momento”. Partiendo de estas siempre discutibles
definiciones, podemos decir que la táctica está al servicio de la estrategia. Y
que el liderazgo político es aquel que pone la táctica propia al servicio de la
estrategia propia, en dialéctica con las tácticas y estrategias propias de los
grupos adversarios, enemigos, pero también aliados.
El caso es
que Pablo Iglesias, líder táctico y estratégico de Podemos, es más que
brillante en lo que los expertos en liderazgo llaman “pensamiento estratégico”.
Habría seis características para definirlo:
1.
Capacidad de anticipación desde el
presente a las diversas bifurcaciones del porvenir;
2.
Retar los convencionalismos tradicionales;
3.
Interpretar correctamente las
informaciones disponibles así como interpretaciones opuestas a las suyas;
4.
Velocidad, rigor, equilibrio y agilidad
en la toma de decisiones;
5.
Alinear la diversidad de líneas,
opiniones, corrientes y puntos de vista existentes que trabajan en sus líneas
tácticas y estratégicas; y
6.
Saber aprovechar, celebrar y aprender
tanto de los “éxitos” como de los “fracasos”, siendo una cosa u otra según la
coyuntura.
En un marco
político como el actual, con un bombardeo de información constante desde
diversos medios, incluida la inmediatez digital, donde los acontecimientos,
salvo para especialistas y obsesivos, tienen un impacto tremendo cuando
aparecen y, tan rápido como surgen, pasan a segundos, terceros o enésimos
planos por debajo de las nuevas novedades, la táctica y la estrategia políticas
parecen haberse orientado, para muchos teóricos, ideólogos, politólogos o
publicistas de la táctica y la estrategia, a la asimilación de esta inmediatez
y esta “liquidez” para “hacerla suya”, sin perder de vista la finalidad para la
que sus proyectos se ponen en marcha. De ahí la ambigüedad de los mapamundi
ideológico-políticos del presente y de ahí, también, la ambigüedad buscada de
los disfraces político-comerciales de muchos partidos políticos actuales, que
hace difícil clasificarlos en los tradicionales ejes políticos del siglo pasado
heredados de los siglos XVIII y XIX.
Esta
ambigüedad calculada es usada, torpe o sabiamente, por amigos y enemigos
políticos, por defensores del Orden Establecido o por enemigos acérrimos del
mismo, por sujetos y grupos que vienen de la “extrema izquierda”, el comunismo,
el troskismo o la socialdemocracia o del fascismo, el nacionalsocialismo o el
neoliberalismo. Lo que todos tienen en común es que es una ambigüedad buscada,
defendida para protegerse de los reveladores de su disfraz que, no obstante, no
deja de ser un disfraz “estructural” en sentido institucional, en tanto que
esta ambigüedad es producto de, y solo es posible desarrollarla en, el conjunto
complejo de instituciones políticas, culturales y económicas de las democracias
de mercado pletórico capitalista, homologadas entre sí como si de mercancías
por la Organización Mundial de Aduanas se tratara. Y de ahí que, para ganar
políticamente en estas democracias homologadas, Pablo Iglesias (y otros, como
Zapatero antes que él a su manera) tenga clarísimo que el terreno de juego es
el que es, y que para cambiar esas reglas de juego hay que llegar al poder
político jugando a las reglas que le han impuesto. Esto motiva que Podemos, en
la mente de Iglesias y Errejón, sea la “necesaria” herramienta de cambio
político en España hacia una ruptura del Orden Establecido de la Transición,
régimen actual heredero del anterior como su última Ley Fundamental (la
Constitución de 1978). Pero una herramienta que, para vencer, tiene que
convertirse, a nivel de reglas fundamentales y a pesar de lo que digan Moruno,
Monedero y Lago, y por esa institucionalizada ambigüedad política
democrática (y democratista), en un Partido político atrápalo-todo.
Un Partido
político atrápalo-todo, o “partido-escoba”, busca el poder político atrayendo
la militancia y el voto de ciudadanos y residentes con derecho al voto en una
sociedad política de distintas ideologías, corrientes y puntos de vista
ideológicos. No busca “educar a las masas” en una ideología determinada, sino
que le voten para, desde el poder, “educar a las masas” con un mayor poder
político para poder hacerlo, como es el poder político del Estado. De ahí que
el nivel ideológico de comprensión y de elaboración del discurso (salvo para
los iniciados, grupos muy reducidos dirigidos por intelectuales orgánicos tipo
Monedero, Moruno o Lago, o el propio Iglesias) se adapte para ser comprensible,
asumible y defendible por el más “tonto del pueblo”, se haga un mayor énfasis
en el conjunto del todo poblacional con derecho al voto más que en un segmento
de clase social, se esté pendiente de las tendencias estadísticas de la llamada
“opinión pública” para organizar el discurso a vender en torno a esas
tendencias, dando igual si surgen de los vectores ascendentes o descendentes
del poder político (Carolina Bescansa se encargaría de dirigir esa tarea en
Podemos), o que haga su discurso también accesible a diversos grupos políticos,
económicos de poder, interés y otros lobbys. De ahí diversas estrategias que
Iglesias ha seguido, sigue y seguirá mientras le den provecho:
·
El aparecer constantemente en medios de
comunicación de todo tipo, dando igual si son los programas propios (La Tuerka,
Fort Apache) o ajenos (13TV, Intereconomía), más o menos cercanos (Cuatro, La
Sexta, Telesur) o incluso en medios para muchos bizarros (como la entrevista
que el videobloguero español Salvador Raya le hizo, y que puede encontrarse en
su canal de youtube). Lo importante es ir a donde a uno le inviten, siendo así
posible llegar desde a una sola persona hasta millones, desde aislados
ciudadanos en pueblos remotos de pocos habitantes a grandes empresarios con
mucho dinero que no saben qué hacer con él y que no temen aventurar en qué
invertir, incluso en proyectos políticos rupturistas.
·
El apelar constantemente a términos más
sociológicos que políticos como “gente” o “sentido común”, algo
indefectiblemente unido a la estrategia de no apelar directamente a las clases
obreras o populares, sino a la “ciudadanía”, como enseña la Escuela Itinerante
de Podemos dirigida por Carolina Bescansa e Íñigo Errejón qué están llevando a
todos los círculos de Podemos en España y fuera dando consignas discursivas
ante dudas planteadas al Partido en ciernes. Esto conlleva, traicionando o
“maquillando” al, adorado por Errejón e Iglesias, Ernesto Laclau en que el
sujeto político a nivel discursivo que ha de tornarse en “pueblo” (según su
libro “La Razón Populista”) ya no sea la “plebs”, las clases populares, sino el
“populus”, el conjunto de la ciuadadanía en sentido interclasista y liberal.
·
El renegar del tradicional eje
izquierda-derecha para, teniendo en cuenta el punto anterior, llegar al más
amplio espectro de la población posible, incluso votantes del PP que, también,
son “gente”, “pueblo” y “multitud”.
·
El renegar incluso, y esto está menos
percibido, de otro eje esencial en la política española:
españolismo-separatismo, con todos los ismos que haya de por medio
(federalismo, confederalismo, regionalismo, etc.). De ahí ciertos ardides de
comunicación política de Iglesias y los suyos. En el País Vasco, al mismo
tiempo que se habla en herriko-tabernas sobre cómo ETA fue quién mejor entendió
lo que suponía el “papelito de 1978” (la Constitución actual), se afirma en
foros económicos en hoteles de Madrid (llegando así a lobbys abertzales en un
caso o liberal-conservadores españolistas en otro) que ETA ha causado un
“inmenso dolor” por “causas políticas” (sin especificar) y se condena su
“actividad política” (sin llegar a decir jamás la palabra terrorismo, salvo en
el caso de Juan Carlos Monedero). En Cataluña, por otra parte, al mismo tiempo
que se va a charlas organizadas por la CUP o se pone por las nubes a figuras
del separatismo como la monja Teresa Forcades y se apela al “derecho a decidir
de los catalanes” y a no “imponer unidades”, se apela al patriotismo español,
al federalismo, a la unidad de todos y al proyecto común de necesidad de
cambiar España entera y devolver a la “ciudadanía” la soberanía nacional
española. Así se busca el voto tanto de simpatizantes del PSE o el PSC, del PNV
o de CiU, de EB o ICV, como de Bildu-Amaiur o ERC y la CUP tanto en Cataluña
como en el País Vasco. Esto supone que Podemos, como partido atrápalo-todo, sea
un peligro no solo para Izquierda Unida o el PSOE (o que quite votos al PP),
sino que también lo es para Bildu, ERC o la CUP. Esto es porque, al igual que
Evo Morales en Bolivia o Chávez y Maduro en Venezuela, Pablo Iglesias trata a
los catalanes y a los vascos como estos líderes suramericanos a los indígenas
de sus respectivas naciones.
·
El apelar constantemente a la democracia
en cada discurso, porque como el propio Iglesias afirmaba en su conversación
con el rapero Nega de Los Chikos del Maíz en la publicación titulada “¡Abajo el
Régimen!”, ya practicamente nadie en España quiere el socialismo o la dictadura
del proletariado, y por ello, porque el terreno de juego es otro, hay que jugar
con los términos que el tablero tiene, y por ello la palabra democracia, que se
dice de muchas maneras, es disputada por Iglesias y Podemos a la democracia
realmente existente, que es la liberal-burguesa y coronada de 1978. Ya afirmó
Errejón en un artículo en Rebelión, parafraseando a otro “pensador” de cabecera
suyo, de Monedero y de Iglesias, el portugués Boaventura Da Sousa Santos, que
“socialismo es democracia sin fin”. Y por ello, el eje democracia
liberal-socialismo, también es desbordado y discutido, y la palabra democracia
sirve para hablar de socialismo sin nombrarlo.
·
A nivel interno de organización de
Podemos, y a expensas de ver qué pasa en su Congreso Constituyente de
noviembre, conectando con el punto anterior se ha apelado a la democracia
radical y directa para unificar en su torno a 1.250.000 votos en las
pasadas europeas y más de cien mil personas que se han adherido a Podemos desde
diversos puntos de España y del extranjero. Podemos es un proyecto no solo
demócrata, sino democratista. El democratismo es fundamentalismo democrático,
aquel que afirma que la democracia es la forma más excelsa de sociedad política
posible, siendo bárbaras todas las demás, radicalizándose cuando se afirma con
cara de trascendencia mística que “los problemas de la democracia se resuelven
con más democracia”, sin muchas veces saber qué es eso. Sustancializando
procedimientos es como Podemos, apoyado sobre generaciones de españoles
educados en ese democratismo desde las reformas educativas de José Luis Villar
Palasí, ministro de Educación en el último franquismo, que preparó el camino
con su Ley de Educación de 1970 a la LOECE de UCD de 1980, la LODE de Rubalcaba
de 1985, la LOGSE de 1990, la LOCE de 2002, la LOE de 2006 y la LOMCE de 2013,
funciona y se abre camino. Así, Iglesias trata de construir un proyecto
político fuerte, con un proyecto de organización explicitado en parte en el
documento “¡Claro que Podemos!” firmado por el mismo y el bunker de
Somosaguas (Errejón, Monedero, Bescansa y Luis Alegre, autoexpulsado de Izquierda
Anticapitalista, de la Facultad de Filosofía de la Complutense), con una clara
orientación centralista (criticada por Jaime Pastor, mentor de Izquierda
Anticapitalista) y que dividiría a Podemos en sectores más profesionales que
ideológicos o regionales (con matices, como el Partido Comunista de España
antes de las reformas que impuso Santiago Carrillo y que, hasta ahora, ningún
Secretario General del PCE ha cambiado) y que impediría la “doble militancia”
perjudicando claramente, entre otras organizaciones, a Izquierda
Anticapitalista, la organización troskista que Iglesias usó para conformar
institucionalmente Podemos para, ahora, tratar de “agradecerla los servicios
prestados” obligando a su autodisolución si no se hace lo que él, su
candidatura, quiere, perjudicando también a los círculos conformados y a su
democratismo, “traicionado” por quién, al mismo tiempo que apela a ello lo
limita buscando efectividad, centralismo democrático semi-leninista y seriedad.
Así pues,
Iglesias lo que quiere, y ahí orienta su táctica y su estrategia políticas, es
que Podemos sea el mayor partido atrápalo-todo de la Historia de España y le
asegure todo el poder político posible en España. Teniendo como espejo la
Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de
Madrid, donde su sector ideológico domina la Facultad (sector que no inició él,
sino Ludolfo Paramio hace muchos años), busca “somosaguasizar España”. Por ello
apela a todos y a ninguno al mismo tiempo para conseguir ganar las elecciones
generales, su verdadero propósito. Podemos es Pablo Iglesias, en buena medida,
desde que él tiene uso de razón. Es probable, por tanto, que Podemos esté en su
cabeza desde antes incluso de entrar a las Juventudes Comunistas del PCE-IU, de
las que salió con 21 años para bregarse políticamente en los movimientos
antiglobalización para acabar, años después, en una orientación política de
tipo populista iberoamericano.
“La política
es cabalgar contradicciones”, gusta de decir Pablo Iglesias siempre. Y él está
acostumbrado, o eso cree, a cabalgar muchísimas con éxito. Claro que el
liderazgo político, que depende del éxito de la estrategia política seguida,
depende muchas veces de que las contradicciones no le cabalguen a uno. Esto
último ha pasado en Somosaguas: una Facultad en números rojos, que no ha podido
evitar aplicar Bolonia (como ninguna Universidad europea, por lo demás), que
está partida en dos o más facciones ideológicas, donde los rencores hacia todo
lo que el grupo ideológico de Iglesias en Somosaguas represente, incluso desde
personas cercanas ideológicamente a él, son enormes, y donde la represión
verdaderamente efectiva entró a la Facultad gracias a dicho sector ideológico
dominante desde Decanato, cuando este mismo año autorizó la entrada de la Policía
para detener a estudiantes que preparaban la acción fracasada de “rodear el
Congreso” (para poco después, aparecer como Tribuno suyo, en Intereconomía, el
mismísimo pupilo, Pablo Iglesias, de quién autorizó esa entrada de la Policía
en su Facultad). Una Facultad cabalgada por muchas contradicciones que es el
reflejo bizarro de lo que podría ser una España gobernada por Pablo Iglesias,
esté él en Podemos o no. Si esas contradicciones han estallado, no obstante, en
un microcosmos político como es una Facultad, ¿qué no podría pasar en una
nación entera de 47 millones de habitantes y de una importancia geoestratégica
esencial en el orden internacional como es España?
Ya mismo
esas mismas contradicciones empiezan a agudizar en Podemos, tratando de cabalgarse
con la ambigüedad calculada que Iglesias ha mimetizado del “enemigo”. La
ambigüedad ante ETA, ante el llamado “derecho a decidir”, ante las distinciones
entre ciudadanía, pueblo, plebe, multitud, clases sociales, así como otras
todavía por resolver (como la dicotomía europeísmo-antieuropeísmo), o la misma
y que amenaza con implosionar Podemos si no se hace lo que Pablo Iglesias
quiere (de ahí sus golpes en la mesa recientes afirmando, como Felipe González
en 1979 en un PSOE en proceso de desmarxistización, que no podría dirigir una
organización que no acepta su propuesta de organización, es decir, su
estrategia política), entre democratismo y centralismo semi-leninista, van a
determinar el futuro de una figura política que, o bien se convierte en el Rafael
Correa español, o bien se convierte en el Andrés Manuel López Obrador español.
Dos caras del populismo iberoamericano donde el más que inteligente, y muy
listo, Pablo Iglesias, podría verse reflejado. Cual Narciso. Aunque si acaba
como López Obrador, corremos todos el peligro de que se cumpla el refrán:
“Otros vendrán que bueno te harán”.
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