(O la
historia no contada de la lucha por la democracia
desde las
entrañas del Estado)
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Rodrigo M.
Rico Ríos
Asociación
Unificada de Militares Españoles (AUME)
Rebelión
Organizar el silencio
Y declararlo en huelga...
Antonio Gamoneda
Desmemoria y estigmatización: El
impacto de la Guerra Civil y su transformación durante la Dictadura.
El golpe de
Estado del 18 de julio de 1936 hace saltar en astillas a todas las fuerzas y
cuerpos de seguridad del Estado. Las fuerzas se dividen y porciones de éstas se
inclinan por uno u otro contendiente. Las motivaciones son diferentes: la
correlación de fuerzas, la presión popular, el predominio deológico de sus
mandos, a afinidad religiosa, la fidelidad al Gobierno, la localidad de
destino,...cualquiera de estos motivos o una combinación de varios podía hacer
inclinar la balanza en un puesto, un tercio, un cuartel, una comandancia, un
destacamento o una zona.
El caso de
la Guardia Civil es cuanto menos llamativo. Los datos de la implicación de ésta
en defensa del orden constitucional o del golpismo bailan según el historiador
que los expone. En estos análisis encontraremos estudios sobre el grado de
implicación cuantificando en algunos casos el número de miembros
constitucionalistas o golpistas y en otros casos las unidades.
Según Alpert
y basándose en otros estudios o en el Servicio Histórico Militar (Alpert, Michael, El ejército
republicano en la guerra civil, Ruedo Ibérico, Barcelona, 1977, pp. 24-25.) la ruptura de la Guardia Civil una
vez comenzada la guerra se expresaba así:108 comandancias republicanas y 109
comandancias franquistas (Ibídem,
p.26.8 López Corral, Miguel, La Guardia Civil, La esfera de los libros, Madrid,
2009, p.369). Según López Corral a partir del 21
de julio de 1936 «la institución quedó dividida en dos zonas, con un 59 por
ciento de sus efectivos en la republicana y el resto en la nacional». Y
González Calleja nos aporta otras cifras: «se mantuvieron leales a la República
el 70 por ciento del Cuerpo de Seguridad y Asalto, el 60 por ciento de los
Carabineros y el 55 % de la Guardia Civil.70 por ciento del Cuerpo de Seguridad
y Asalto, el 60 por ciento de los Carabineros y el 55 % de la Guardia Civil.» ( González Calleja, Eduardo, «El Estado ante la violencia». En Juliá, Santos
(dir.), Violencia política en la España del siglo XX, Taurus, Madrid, 2000,
p.388. El autor González Calleja cita como fuente a R. Salas Larrazabal,
«Génesis y actuación del ejército popular de la República», en Raymond Carr
(coord.), Estudios sobre la Repúblicay la guerra civil española, Madrid, Sarpe,
1985, p.240.).Todos los autores
citadossubrayan también que en algunos casos aquellas lealtades de la Guardia
Civil al gobierno eran laxas y volubles.
A pesar de
ello, llama la atención que un cuerpo que se había ganado sobradamente la
reputación de conservador, coaccionador de movimientos contestatarios, pilar
fundamental de la España caciquil y terrateniente, en una situación de altísima
tensión y de deflagración como fue el golpe de julio, mantuviese al menos la
mitad de sus efectivos al lado del gobierno del Frente Popular. Un hecho que no
se esperaban ni los propios rebeldes, buenos conocedores de esta institución
militarizada.
La lealtad
de la Benemérita al gobierno legítimo fue determinante en Madrid y Barcelona
para impedir la ejecución del golpe en los primeros días. Otras poblaciones
donde el papel de los guardias civiles también impidió el éxito del
golpismo
fueron: Valencia, Jaén, Huelva, Lérida, Jaca o Almería.
Son muchos
los guardias civiles anónimos que se mantuvieron a las órdenes del régimen
constitucional y que murieron durante la contienda o en la represión posterior.
Es obligación recordar al General Sebastián Pozas, director de la Guardia Civil
el 18 de julio de 1936, al Comandante José Rodríguez Medel destinado en Navarra
y fusilado por su fidelidad democrática, al Coronel Antonio Escobar Huerta,
católico y conservador, fusilado y que fue el principal artífice de la
reducción de los sublevados en Barcelona o a los miembros del Comité Central de
la Guardia Nacional Republicana (nombre que tomó la Guardia Civil en la zona republicana
por decreto del Presidente Azaña (Decreto, Gaceta de Madrid, nº244 de 31 de agosto de
1936. Se encuentra este decreto digitalizado en la página web oficial del
Boletín Oficial del Estado: www.boe.es) como el Teniente Eugenio García Gunilla,el Capitán
Restituto Castilla González o el Capitán Julián VegasJiménez ( López Corral, Miguel, La Guardia
Civil, La esfera de los libros, Madrid, 2009, p.375.).
Estos hechos
nos demuestran que a pesar de dominar el conservadurismo entre sus mandos, la
profesionalidad y su lealtad hizo un gran contrapeso en un contexto
tan tenso como aquella virulenta expresión de la lucha de clases. Esa es una de
las principales explicaciones de la partición de la institución en dos bloques
equilibrados, algo que no estaba en los cálculos de los conspiradores.
La Guardia
Civil fue diseñada y adoctrinada bajo una norma fundamental: su fidelidad y a partidismo.
Esta inercia impulsada en el siglo XIX se hizo notar en el 36. Terminada la guerra, y en plena creación de un nuevo
Estado, era inevitable el debate sobre las fuerzas del orden. Más aún si cabe
en una situación de excepcionalidad como era la posguerra y con un gobierno
dispuesto a encarcelar o aniquilar toda disidencia como era el franquista. La
facción de la Guardia Civil que había combatido en el frente franquista sufrió
una tenaz limpieza. Los años de contienda habían servido para una depuración
continua de las propias fuerzas que combatían con los africanistas, aplicando
severas sanciones en la zona nacional a aquellos miembros de la Guardia Civil
de los que se desconfiaba.
Terminada la
conflagración, continuaron los juicios y la dureza contra aquellas personas de
dudosa lealtad al franquismo y que pertenecieron a algún cuerpo de seguridad
(expulsiones, campos de concentración o fusilamientos). Franco no tenía fe alguna
en la Guardia de Asalto ni en el Cuerpo de Carabineros, y guardaba grandes recelos de la
Guardia Civil. Esto se materializó en la Ley de 15 de marzo de 1940, la cual
disolvió a la Guardia de Asalto e integró al Cuerpo de Carabineros en la
Guardia Civil.
Paralelamente
copó los mandos con cuadros exclusivamente del Ejército de Tierra, aquellos que
habían combatido hacía apenas un año junto al nuevo dictador. Con esta maniobra
pretendía controlar a este cuerpo y así borrar todo atisbo de desconfianza del
Gobierno de la «nueva España» hacia la nueva Guardia Civil La Guardia Civil
también amplió sus niveles de militarización al incorporarse un gran número de
oficiales del Ejército en sus puestos de mando.(...)Se impuso la fusión de la
Guardia Civil con el Cuerpo de Carabineros, y por Orden de 8 de abril de 1940
se estableció en el Instituto un Estado Mayor, compuesto por oficiales del Ejército de Tierra, que nutrían las jefaturas de la mayor parte de
los servicios y unidades orgánicas (González Calleja, Eduardo, «El Estado ante la
violencia». En Juliá, Santos (dir.), Violencia política en la España del siglo
XX, Taurus, Madrid, 2000, p.396). Sin embargo, a pesar de las purgas y la ley
transformadora, Franco seguía desconfiando de la Guardia Civil. Se sentía
traicionado por el papel jugado por ésta durante el golpe, por su timorata
adhesión al atentado contra la República.
Por ello
Franco estuvo barajando abiertamente la posibilidad de acabar definitivamente
con la Guardia Civil. Igualmente, en las alianzas que daban forma al franquismo
también se abrió la división de opiniones: el alto mando militar se posicionaba
en contra de la disolución del cuerpo, y el Ministro Serrano Suñer y sus
aliados falangistas la apoyaban.
El atentado
falangista contra los carlistas en el Santuario de Begoña en 1942, que
presenció en persona el Ministro de la Guerra General Varela, haría inclinar
definitivamente la balanza. El proyecto hitleriano de crear unas SS españolas a
partir de la Falange (el sueño del cuñadísimo)
se evaporó y el influyente Suñer fue relevado del Ministerio de Gobernación ( Ibídem pp.392-396) La Guardia Civil seguiría en pie. La persecución de cualquier colaborador o simpatizante de la República fue
durísima en los meses y años inmediatamente después de la guerra.
El número de
encarcelados al final de la contienda era de 100.242 personas y en 1940 alcanzó
los 280.000 (Ibídem.), y el número de muertos provocado
por la «pacificación» que puso en marcha el régimen se estima en más de 100.000 (Ibídem p.397) hasta 1952. Una masiva persecución sanguinaria en la
que colaboraron el Ejército, la Guardia Civil, la Policía Armada y los
distintos grupos paramilitares. Pero donde la Guardia Civil tuvo un papel
específico fue en el combate contra la guerrilla antifranquista, el maquis.
Esta
contienda abarcaba importantes zonas de la geografía nacional (noreste,
central, este, sureste y algunas zonas catalanas y aragonesas), tuvo como años
de auge del 1945 al 1947 y se da por extinta para 1952. En estas funciones de
carácter militar, la Benemérita extendía su largo brazo armado hacia todo aquel
sospechoso de colaboración o simpatía con estos grupos insurrectos. Esto último
daba pie a la arbitrariedad constante y a la generalización de la represión y
del miedo.
A su faceta
represora en la dictadura tenemos que añadir su protagonismo en el mundo
agrario. Esta intervención centenaria de la Guardia Civil por los pueblos de
España, continuó en la posguerra, apuntalando la contrarreforma agraria de
Franco, atendiendo a los chivatazos y ajustes de los pobladores contra los
republicanos y protegiendo a los terratenientes o sectores más influyentes de
la localidad. Para la población rural, que en 1950 representaba casi el 50% de
los españoles, la faz del Estado franquista venía representada por el tricornio
y la capa.
Si para unos
era la imagen del orden para otros era la de la tiranía, la tortura y la
muerte.
Para buena
parte de la población, durante décadas, la institución armada seguirá
equivaliendo a un cuerpo antidemocrático y hostil. Un estigma labrado por las
funciones encomendadas y por la meticulosa labor del régimen (y sucesores) de
borrar toda memoria histórica previa a la guerra que mostrase una Guardia Civil
democrática y constitucional. Militarización intensiva, acción
contrainsurgente, control social rural e Historia reescrita fueron los
elementos que esculpieron el imaginario colectivo.
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