Los cimientos para organizarse politicamente:
por una cultura militante revolucionaria
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por anonerror (no verificado) en Jue, 02/02/2023 - 15:08
KAOSENLARED /ALASBARRICADAS.ORG
En estos úlitmos años hemos puesto sobre la mesa la cuestión de organizarse
a nivel político, a raíz de que cada vez más militantes anarquistas se están
involucrando en espacios sociales amplios como los sindicatos laborales y de
vivienda. Pero nos estamos encontrando un techo que nos está limitando a la
hora de aspirar a proyectos más allá de la mera resistencia. La fórmula de la
síntesis (organizaciones o colectivos donde entra cualquier anarquista a pesar
de las diferencias ideológicas y estratégicas), de nuevo, está demostrando ser
incapaz de superar ese techo. Esta falta de organizaciones políticas y
estrategias propias nos deja en situación de trabajar para otros proyectos que
no son el nuestro.
¿Qué quedó de aquellos movimientos anarquistas que articulaban movimientos
de masas, creaba las estructuras de la nueva sociedad y lideraba revoluciones
sociales? De esas experiencias revolucionarias históricas podría decir que solo
quedan en algunas regiones del Sur Global, en la actual coyuntura del Estado español
es inexistente.
Buena parte del espacio libertario lleva desde la Transición sin referentes
claros y, en cierta medida, sin entender que nuestro trasfondo político y
militante está influenciado por el sustrato cultural occidental. La falta de
memoria, de experiencias acumuladas, de relevos y de romper temas tabú, son un
cúmulo de factores que han derivado en la situación actual del anarquismo, con
nuevas generaciones que repiten los errores de las anteriores y hechos que se
dan por asumidos sin cuestionamiento alguno. Somos en buena medida el resultado
de ésta herencia, sin plantearnos qué hay más allá de lo que siempre se ha
estado haciendo.
De dónde venimos
Para entrar en contexto, repaso la historia reciente del anarquismo español
en general. La época post-mayo del ‘68 en la cual las izquierdas fuera del
bloque soviético salieron derrotadas políticamente. Todo ello se juntaba con la
ofensiva neoliberal representada por el eje Reagan-Thatcher. A la par del
retroceso de los sindicatos de masas, esta derrota política provocó que las
tendencias de la izquierda revolucionaria occidental acaben encontrando una
salida hacia adelante en lo subcultural y vivencial. De ahí el movimiento punk,
el skin, el okupa (squats), bajo el lema “no future”, que descartaron la idea
de una revolución de masas y por tanto, construir un nuevo modelo de sociedad a
través de la revolución social.
Tras la muerte de Franco, los movimientos sociales volvieron a aflorar en
España, entre ellos el anarquismo (mención a parte tendría el MIL y la
resistencia armada, en cierto grado, vinculada a las luchas populares y
obreras). La CNT del interior que estaba en la clandestinidad, donde parte de
esa militancia pasó a los maquis y Defensa Interior, junto con sindicalistas
que se metieron a los sindicatos católicos y luego a CCOO, que en sus inicios
era combativo hasta que lo instrumentalizó el PCE, para agitar las luchas
obreras, vieron una oportunidad para volver a ser un movimiento de masas. Pero
la CNT del exilio se volvió conservadora. Boicoteaba el interior desde una
posición estancada y a la vez alejada del anarcosindicalismo de años 20-30 (que
construía movimientos de masas) y de la realidad del momento, quedándose en una
especie de guardián de las esencias y sobreideologizada. Esta tendencia, a la
legalización de la CNT después de los pactos de la Moncloa, comenzó a regresar
a España. Las divisiones internas ya estaban servidas: entre partidarios de
entrar en comités de empresa y elecciones sindicales y detractores de ello.
Ésto terminará en una dura excisión en el V Congreso, donde nacerá la CGT. El
Caso Scala terminaría por rematar la faena y la afiliación caerá a mínimos, no
solo al ver las duras peleas de la división, sino también por la infiltración
policial y las campañas masivas de criminalización del anarcosindicalismo.
En la CNT se acabará imponiendo la línea ortodoxa del exilio entrados en
los ‘80, incapaces de remontar el duro golpe del Caso Scala y quedándose como
microsindicatos con apenas actividad sindical pero mucho de contracultural de
autoconsumo. En esa época el movimiento okupa y el punk tuvieron sus mejores
momentos y a la vez los peores: los barrios obreros comenzaban a sufrir el
azote de la droga con la complicidad de la policía y luego la posterior
estigmatización de los medios y la política del país. Una gran parte del
movimiento punk acabó también en la droga y en el nihilismo. Tampoco la CGT se
libraba del todo de esta influencia tribuurbanista y contracultural. Se hablaba
de un movimiento libertario con poca base social, muy identitario y endogámico.
Entrados en los ‘90-’00 llegaron las ideas del insurreccionalismo italiano.
La crítica a la burocratización de las centrales anarcosindicalistas, e incluso
de los resquicios de las viejas organizaciones del movimiento libertario como
la FIJL y la casi inexistente FAI propiciaron una huida hacia adelante a través
de la acción directa y el ataque directo contra el sistema. La oleada
insurreccionalista fue un toque de atención a las viejas glorias y se dieron
duras críticas hacia éstas, pero descartaron un punto clave para el desarrollo
de cualquier movimiento: el trabajo de base. No existía ninguna conexión con la
clase trabajadora en sí ni había voluntad de ello, algo que sí que lo tuvo el
MIL durante su existencia en ‘70, que atracaba bancos para financiar huelgas y
luchas sociales.
Esta oleada insurreccionalista terminaría siendo derrotada fácilmente al
carecer de dicha base. La criminalización del Estado no se hizo esperar: aislar
el anarquismo de la sociedad calificándolos de guerrillas urbanas y terrorismo
de baja intensidad. Han aprovechado para fabricar un nuevo enemigo interno a la
vez que desgastaba la bandera del terrorismo de ETA. En cuanto comenzaron los
golpes represivos, la actividad comenzó a girar en torno a eventos de
recuadación de dinero para los costes antirrepresivos y a volcarse en la lucha
anti-carcelaria, a los cuales siempre acudían las mismas caras. Cayeron en una
espiral repreresiva del cual no salieron, y muchas terminaron abandonando la
lucha sufriendo penas desorbitadas. Una lucha de grupos reducidos de personas
contra todo un aparato represivo sin una estrategia ni un vínculo con el pueblo
era un completo suicidio. A los pocos años, esta represión dejó un balance
desolador: montajes policiales, penas desorbitadas de prisión, multas…
Entretanto, la paranoia, el aislamiento, los personalismos, roles de poder
informales y los dramas internos fueron un desgaste en salud mental arrollador.
Los 2000 sería la década de la bonanza económica. El anarquismo fue pasando
esos años sin pena ni gloria entre las okupas, lo contracultural, saliendo de
las campañas antimilitaristas y haciendo campañas por apostatar (darse de baja
de la Iglesia Católica, básicamente). Paralelamente, surgían los movimientos
anti-globalización, que acostumbraban a organizar black blocs allá donde se
celebraban las cumbres. Entretanto, lxs anarquistas en parte participaban de
ese movimiento, pero sin ser tendencia organizada. En 2003 tuvieron lugar las
movilizaciones masivas contra la guerra de Iraq y las mentiras del 11M. El
anarcosindicalismo tendría poca influencia en este período. Las luchas más
sonadas fueron a la campaña de boicot al Mercadona y la SGAE (autores y
copyright, que también salpicó al portal alasbarricadas.org).
El anarquismo en el Estado español se quedó sin referentes fruto de la desmemoria y de la derrota política del ‘68. Por eso la
herencia actual del anarquismo en general es un amalgama de esta ortodoxia purista
e identitaria de la CNT del exilio, lo contracultural y vivencial de
aquella época dorada del movimiento punk y okupa, y las dinámicas informales propias
del insurreccionalismo italiano. No nos hemos reconstituido
como una fuerza política, al contrario, se rechazaba la
organización formal y el trabajo político, grandes errores que nos han
llevado a ser algo marginal, haciendo del anarquismo una parodia de sí mismo
donde nunca se planteó el traducir los principios y la ideología en línea
política, estrategia y táctica para tener capacidad para desarrollar un trabajo
de base real.
La conclusión hasta aquí es que hay una parte del anarquismo ha renunciado
al objetivo revolucionario de construir un nuevo modelo de sociedad. No es la
excepción, en los países occidentales la influencia de la ideología liberal en
todos los aspectos de la vida desde los ‘70 (comienzo de la ofensiva del
proyecto neoliberal) ha apartado de los movimientos revolucionarios de este
objetivo último en la práctica. Otro ejemplo desastroso es el anarquismo
estadounidense en los 90-00, volcado hacia el individualismo y lo vivencial.
Mi perspectiva política
Parto de las lecturas de otras experiencias militantes de algunos
compañeros de Embat y de lecturas políticas del movimiento anarquista tanto
histórico como actual, cuyo denominador común es la de organizar movimientos de
masas y ser una fuerza política impulsora de las revoluciones sociales. Este
anarquismo en la actualidad queda reflejado en las revueltas populares y
movilizaciones masivas en Chile, Brasil, Ecuador, Argentina y Colombia, y en
las revoluciones sociales con inspiraciones en el anarquismo como la zapatista
y la kurda.
Este anarquismo social es el anarcocomunismo, la corriente política del anarquismo que tiene como estrategia general la
articulación de movimientos populares de masas (poder popular) y la apuesta
política de que dichas masas sean el sujeto político de la revolución social
(el pueblo trabajador) y como objetivo político la configuración del nuevo
modelo de sociedad, usando como modelo organizativo el dualismo: un nivel de
masas y un nivel político. Esta tendencia en la actualidad recoge la herencia
de las revoluciones sociales de la historia, las cuales destacan la mexicana de
1910, la Makhnovista del 1919, la comuna de Shinmin y Shangai en los años 20,
la revolución social del ‘36, junto con las experiencias sindicalistas
revolucionarias de Alemania e Italia de la misma época y el anarcocomunismo
búlgaro. A nivel teórico-organizativo, la línea comienza en la Alianza por la
Democracia Socialista de Bakunin, pasando la plataforma de Makhno, el partido
de Malatesta y llegando al especifismo latinoamericano.
En los años ‘20, con los makhnovistas en el exilio, se dio un importante
debate en torno a la organización anarquista. La publicación Dielo Truda fue la
que divulgó las experiencias makhnovistas y puso sobre la mesa un modelo para
la organización anarquista basada en la unidad ideológica, estratégica, táctica
y de acción: la plataforma. Este modelo fue criticado y Volin defendió un
modelo organizativo en el cual cabían anarquistas de cualquier tendencia:
individualistas, sindicalistas, colectivistas y comunistas. A la práctica, los
hechos les darían la razón al modelo plataformista, ya que el modelo de
síntesis era incapaz de desarrollar trabajo político porque a la hora de
discutir estrategias, responsabilidades y disciplina conjuntas era imposible el
acuerdo.
Aquí pongo como ejemplo la Federación Anarquista Comunista de Bulgaria,
quienes adoptaron el plataformismo como modelo organizativo mientras el
anarquismo a nivel internacional lo rechazó y se decantó por la síntesis. Esta
organización articuló, desde 1920, un movimiento popular de masas, consiguiendo
ser 3a fuerza política en un país muy convulso políticamente en aquella época,
habiendo sido capaz de sobrevivir a ejecuciones de militantes y dos golpes de
Estado fascistas hasta los años 40 que fue destruida por la represión
estalinista.
La II Guerra Mundial mató todas esas luchas revolucionarias. Sin embargo,
muchos luchadores siguieron combatiendo en la resistencia contra la ocupación
nazi en Francia o lucharon como partisanos.
En la post-guerra, el anarcocomunismo comenzó a sacar cabeza aunque muy
tímidamente. En los años ‘50 George Fontenis rescató el modelo plataformista y
escribió “El manifiesto comunista libertario”, un texto que recoge la herencia
de todas esas revoluciones históricas y planteará la necesidad de organizar el
anarquismo como opción política.
En Sudamérica, esta corriente se tradujo en el especifismo de la cual la
Federación Anarquista Uruguaya (FAU) fue pionera (1968). Fue realmente una
actualización del plataformismo en el cual el sujeto político ya no es
únicamente la clase trabajadora y pasa a ser el pueblo, de la cual la lucha de
clases sería un frente. Desde entonces, la corriente especifista se extendió y
de las cuales heredaron organizaciones como Resistencia Libertaria, y heredan
hoy Acción Socialista Libertaria, Federación Anarquista Rosario, Federación
Anarquista Río de Janeiro, Coordinadora Anarquista Brasilera, Vía Libre
(Colombia), entre otras.
Una mirada hacia nuestras experiencias recientes
La actualidad en el Estado Español tiene, sin embargo, unas experiencias de
anarquismo social muy enriquecedoras. Todo vino al calor del 15M, fue un ciclo
político que despertó conciencias e hizo que muchas personas nos replanteemos
todo. Hablaré aquí de las más sonadas y de las que más tengo por la mano.
- La FAGC (Federación Anarquista de Gran Canaria)
Nacieron como cualquier colectivo anarquista al uso hasta un punto en que,
según las palabras de Ruymán, en un momento que estaban repartiendo panfletos
sobre veganismo, un señor había tomado uno de ellos y a pocos metros lo
encontraron buscando comida en un contenedor. En ese momento a algunas personas
se les rompieron esquemas. ¿cómo es posible que hablemos de veganismo teniendo
personas que no tienen nada para llevarse a la boca? Ahí comenzó la ruptura.
Quienes se quedaron fueron los que se volcaron de lleno al trabajo de base,
comenzando por parar desahucios y poco a poco irían abriendo casas. Pasaron
muchas contradicciones y se encontraron que nada era perfecto: desde personas
que se aprovechaban para conseguir entrar en un piso y vender la llave hasta
gente que una vez hecho la entrada chantajeaba con denunciar si no cumplían con
lo que querían. Pero de ahí llegaron a construir la okupa más grande de España:
unas 200 personas en un bloque de viviendas, la Comunidad La Esperanza, todas
ellas gente que no tiene ni idea del anarquismo y con actitudes de mierda que
con pedagogía aprendieron a convivir. Ahora es una comunidad autogestionada en
que la FAGC había hecho de asesores.
Actualmente mientras escribo estas líneas el trabajo de la FAGC no ha
parado: han creado el Sindicato de Inquilinas de Gran Canaria, han okupado
huertos donde ahora viven personas sin papeles en autogestión y han conseguido
ganar el conflicto de la Marisma, una pequeña comunidad víctima de una estafa
inmobiliaria.
Sin saberlo, la FAGC acabó reproduciendo el modelo del dualismo
organizacional del anarcocomunismo, estando la FAGC actuando como organización
específica/política y el Sindicato de Inquilinas como organización de masas. La
diferencia es únicamente semántica y elles lo llaman “anarquismo de barrio”, un
anarquismo que se involucra en primera línea luchando al lado del pueblo
ofreciendo las herramientas y metologías del anarquismo al servicio de la clase
trabajadora y de la comunidad, no de forma asistencial, sino empoderándola.
- La FES-FEL (Frente Estudiantil y Social)
Actualmente la FEL ha tenido un cambio generacional, pero tuvo sus mejores
años durante las movilizaciones del 15M (~2012 en adelante). La etapa del FES
Zaragoza, que en poco tiempo acabarían siendo la FEL montando sus núcleos en la
UAM, Somosaguas, Carlos III (Madrid), habría sido de las mejores en el
movimiento estudiantil. Caso es de las experiencias del FES-FEL Zaragoza,
logrando a ser referentes del movimiento estudiantil en la Universidad de
Zaragoza durante unos cuantos cursos consiguiendo además implementar la unidad
táctica a través de una política de alianzas de otros actores del movimiento
estudiantil. Aquello impulsó aún más el movimiento estudiantil en la uni,
llegando a realizar huelgas exitosas y con un grado de participación
considerable, manteniendo además a raya a entidades estudiantiles
filofascistas.
- Apoyo Mutuo
Esta organización nació como una red de militantes allá por el 2015 que
pasó poco a poco a consolidarse como organización política que pretende ser de
ámbito Estado español. Actualmente el núcleo que está teniendo rodaje es en
Aragón, donde están sacando “Colectiviza!” una publicación de las luchas
sociales en Aragón y han tenido su I Congreso.
- Embat
También al calor del 15M, Embat nació primero como un “procés” de
construcción de una organización política de Catalunya. Tuvo el proceso similar
a Apoyo Mutuo, comenzando a ser una Este proceso le llevó unos años de debates
y formaciones sobre cuestiones que estoy yo escribiendo en esta carta. La
organización como tal no se habrá formalizado hasta 2016-17. Desde entonces hay
militantes en CGT Ensenyament, en habitatge y sindical. Fue parte del grupo
motor del 1er Congrés d’Habitatge de Catalunya y también parte del grupo motor
de Batzac. Actualmente como organización política ya tiene terminada la línea
política.
Todas estas experiencias militantes están en nuestras memorias, pero gran
parte de las nuevas generaciones que se politizan no la conocen.
La praxis política del anarquismo dista mucho de ser una parodia de
rebeldía adolescente. Pongo los ejemplos del Estado español porque considero
que no es necesario buscar ejemplos lejanos (que los hay), sino que ya son
parte de la historia reciente y continúan a día de hoy a pesar de no ser tan
visibles en algunos casos. Son ejemplos a tomar porque necesitamos preservar la
memoria de estas experiencias para que no se pierda lo acumulado y poder aprender
de ellas.
Un cambio de cultura militante. Recuperar nuestra tradición socialista
El ciclo de muchos colectivos anarquistas vienen a ser períodos cortos
donde se hace activismo y en cuanto las circunstancias de la vida de las
personas del colectivo cambian, el colectivo muere. Así vuelta a empezar de 0.
Parece que nos guste reinventar la rueda para volver a hacer lo mismo, es la
pescadilla que se muerde la cola.
La debilidad del anarquismo actual radica en las pocas
responsabilidades y disciplina exigidas, así como la no-resuelta cuestión
del poder y los liderazgos nos llevan a ser incapaces de tomar decisiones con
agilidad. Se da mucha manga ancha a la libertad individual sin buscar ese equilibrio necesario
en la responsabilidad colectiva. La militancia en una organización
no es para que cada cual exponga su pedrada sino luchar por unos objetivos
políticos en base a una unidad estratégica y de acción usando la organización
como herramienta.
Es necesaria una disciplina interna y voluntaria, compromiso, decisión,
sentido de organización, visión estratégica, sinceridad, humildad y tener
visiones realistas. Capacidad para asumir liderazgos, saber cederlos, delegar,
crítica y autocrítica, ser constructive, transmitir conocimientos, escuchar,
comunicar… Si nos queremos tomar en serio el proyecto que asumimos, hemos de
trabajarnos estos aspectos. Estar en una organización no es para reafirmarse en
la identidad anarquista ni limpiarse la conciencia ni hacer colegas, estar en
una organización implica luchar por aquello que creemos colectivamente y
encontrar esta afinidad en el proceso.
Una disciplina militante tiene sentido si hay objetivos por los que luchar y tener estrategias para lograrlos, tanto para los
inmediatos como para los finalistas. Es por ello que una Línea Política es
esencial en una organización, ya que da el marco de actuación y marca las
estrategias a seguir.
Queremos abarcarlo todo (capacitismo, antiespecismo, transfeminismo,
antirracismo…) y estamos siendo débiles en todo. Nos creemos que todo es igual de importante sin tener siquiera una
línea política trabajada, sin conocernos a nosotres mismes ni de dónde venimos.
Seguimos haciendo lo mismo de siempre una y otra vez: anticarcelario, vivir
okupando haciendo kafetas, ponernos la etiqueta por delante, crear comunidades
endogámicas y herméticas (el ghetto anarco) con dinámicas tóxicas que vienen de
no cuestionar la ideología liberal y la moral cristiana de nuestra cultura
occidental. Negamos el poder reproduciendo roles de poder, negamos el liderazgo
reproduciendo liderazgos informales, incluso en otros espacios donde se
rechazan los partidos, se reproducen de manera informal el accionar partidista.
Acusamos de reformista todo aquello que no nos guste pero reproducimos la
ideología liberal en nuestros colectivos camuflado bajo un lenguaje radical,
cuando la diferencia entre reforma y revolución, radica en que lo primero
acepta el sistema de dominación con maquillaje, y lo segundo aspira a
implementar un modelo de sociedad construyendo un contrapoder propio. Tachamos
de marxista aquello de línea política y estrategia.
Esa ética militante por la que hemos pasado bastantes militantes y que
actualmente se sigue reproduciendo en algunos entornos, queda reducido a una
épica digna de cuentos de fantasía completamente desconectada de todo accionar
político real, reduciendo la política en lo vivencial. Esa es la ilusión de
radicalidad y de creer que eso es revolucionario. Pero la realidad no llega ni
a ser reformista, ya que en la práctica aceptan el liberalismo puesto que en
vez de confrontar el sistema articulando movimientos populares, crean falsas
“islas de libertad”. Al fin y al cabo, estilos de vida que el capitalismo
tolera.
Por tanto, todo anarquismo que no aspira a la creación y articulación de un
movimiento de masas con la finalidad de que las actuales estructuras de
autoorganización popular pasen a ser los futuros organismos de administración
de la futura sociedad, es liberalismo. Así es que tanto el
anarcoindividualismo como la práctica del anarquismo vivencial son liberales,
ya que a la práctica están de acuerdo con el sistema puesto que su accionar
político se basa en vivir el momento y realizar actividades de autoconsumo en
comunidades cerradas ajenas en su mayoría a los problemas de la sociedad bajo un
discurso radicaloide, renunciando a crear movimientos de masas y ser una opción
política, y por tanto, renunciar al objetivo final socialista o comunista
libertario. Este anarquismo vivencial no es más que liberalismo radical. Del
mismo modo se podría aplicar a otras tendencias que en la práctica no realizan
ningún trabajo de base.
No obstante, las experiencias de economía colectiva y de
infraestructuras libertarias no entran dentro de ese anarquismo viviencial si
dichas experiencias se conectan con las luchas populares. Por ejemplo, el
proyecto de Fraguas nació siendo vivencial pero a raíz de la amenaza de
desalojo, se reconvertió en un proyecto de repoblación rural y recuperación de
la memoria de ese pequeño pueblo. De la misma manera, Can Tonal (St Antoni de
Vilamajor) es una experiencia de economía colectiva que participa también de
las luchas sociales en el pueblo.
Ser opción de poder no significa tomar los aparatos del Estado, sino ser una opción política con capacidad material de implementar
nuestro modelo de sociedad tomando, no solo los medios de producción y la
economía, sino el control territorial y la administración política de la nueva
sociedad: el socialismo libertario, entendido éste como modelo en el cual
convivan diversos modelos como el colectivismo, el cooperativismo, el
comunismo, entre otros. Es el modelo que tienen los territorios zapatistas,
Rojava, los territorios mapuches, la Minga y los territorios naxalitas
(maoístas de India, muy cercanos a lo libertario). En otras palabras, es recuperar
la libertad y la soberanía de los pueblos: la capacidad de los pueblos para
decidir su propio destino y todos los aspectos de la vida. El anarquismo que yo
defiendo apunta a ésto. Recuperar la tradición socialista
consiste en volver a nuestros orígenes, y así lo demuestran todas
aquellas experiencias revolucionarias donde el anarquismo ha sido fuerza
política protagonista.
La ética militante del movimiento kurdo y de cualquier proceso
revolucionario queda reflejada en personas comprometidas con la causa del
pueblo, las cuales asumen la responsabilidad de, no solo crear la tesis
política de emancipación social sino materializarla. En el movimiento kurdo,
esta figura de máximo compromiso es el quadro, quien posee formación política,
capacidad de liderazgo y experiencias de organización comunitaria. De la misma
manera, la figura del ‘organiser’ del sindicalismo revolucionario anglosajón
(la línea sindical de IWW) son militantes sindicales y van allá donde se
necesite organizar campañas y secciones sindicales. En los movimientos
populares latinoamericanos se les denominan “líderes sociales”, que son
personas motoras y activadoras de luchas populares, pues se dedican a organizar
comunidades en lucha desde el arraigo territorial. Estos ejemplos de compromiso
distan muchísimo de la actual cultura militante y demuestran el error de crear
comunidades con base en la afinidad ideológica con nula proyección hacia el
pueblo y cero arraigo territorial. Hay que hacer política para el pueblo y la
clase trabajadora.
Tal propuesta de cambio de cultura militante es un proceso que nos debe
interpelar a toda la militancia, es un planteamiento que debe llevarse a cabo
desde el conjunto de las organizaciones anarquistas y de las diferentes
organizaciones de masas del pueblo, la clase trabajadora y el conjunto de
oprimides. Estar al lado del pueblo es nuestro deber y saber el encaje que
tendremos en el futuro movimiento libertario.
Unas palabras finales
Recuperar nuestra memoria es clave para situarnos y conocer nuestro papel.
He visto con rabia e impotencia cómo militantes libertarios acaban buscándose
otros espacios políticos tras ver que nada cambiaba y tanto por el cambio de
las circunstancias de vida personales, como tener problemas y necesidades a las
cuales no encontrarán en la militancia libertaria, o como tener la necesidad de
una militancia más a nivel político, se encontraron con el vacío. Caso es un
compañero que antes llevaban la editorial Klinamen de Madrid que terminó en Más
País (Héctor Tejero), es también Íñigo Errejón que vino de las JJLL de Madrid,
de Jordi Martí Font o David Fernández que terminaron en la CUP, y otras más
anarquistas que acabaron militando en los círculos de Podemos allá en
2014-2015.
Es un reflejo de que cómo las dinámicas autodestructivas de siempre
terminan quemando a la gente y la militancia más válida acabe trabajando para
otros proyectos políticos que no son el nuestro. Necesitamos ser una opción
política real y no una suerte de paraguas donde caben todas las frikadas
posibles haciendo del anarquismo una parodia de sí mismo y una estética de
rebeldía adolescente. Es la única manera de salir del círculo vicioso de siempre:
la militancia veterana se quema y se marcha, entra una generación nueva,
reproduce las mismas dinámicas y cuando se dan cuenta de que no funcionan,
están en minoría y al final acaban yéndose. Repitiéndose ese ciclo generación
tras generación ya que nada se acumula y constantemente se reinventa la rueda.
Afortunadamente, en la actualidad estamos observando cambios positivos: tanto la CGT como la CNT están creciendo en afiliación y secciones
sindicales, a la vez que se consolidan poco a poco las organizaciones políticas
del anarquismo social. Cada vez hay más militancia anarquista
participando en los movimientos sociales locales y están saliendo
debates para organizarse político. Por tanto, hay un cambio positivo en la
cultura militante, aunque es un proceso largo y requiere de consolidarla y
materializarla en un movimiento libertario estructurado en organizaciones de
distinto ámbito. Dar estos pasos hacia un anarquismo capaz de intervenir en la
sociedad ahora es clave para construir nuestro futuro.
La coyuntura política actual está sufriendo cambios acelerados ante una
creciente conflictividad social: desde el colapso de Líbano y Sri Lanka,
pasando por la toma del poder de los talibanes, las revueltas populares en
Latinoamérica y sus cambios de gobierno..., hasta las revueltas en Irán. Nos
encontramos ante un mundo cada vez más multipolar. Occidente ahora mismo es el
único bloque que aún preserva cierta paz social, pero tampoco exenta de
movilizaciones sociales y huelgas (Francia y en menor medida Reino Unido en
este último trimestre del 2022). La coyuntura post-covid en rasgos generales es
de crisis a todos los niveles, y ya hay quienes apuntan que el colapso ya está
en proceso.
Sin embargo, al capitalismo aún le queda vida por delante, vendiéndonos
falsas promesas de un futuro próspero a la vez que continúa provocando guerras.
La amenaza de la ultraderecha es real, la actual opinión pública está virando
hacia la derecha. Del mismo modo, estamos contemplando el rearme y la
reorganización de la ultraderecha. Todo ello con el horizonte del cambio
climático, el fin de los combustibles fósiles y la escasez mundial de recursos.
La reacción al momento político que vivimos contrasta entre aquellos
intentos de huida hacia adelante aparentando que todo va bien y que habrá
futuro, y aquellas perspectivas de lucha contra la incertidumbre y construir un
mundo nuevo. Si decidimos tomar el camino de luchar por el mundo que queremos
hemos de recuperar la esperanza. Aspirar a ser opción de poder no es más que
implementar el modelo de sociedad que queremos superando el capitalismo.
Evitemos caer en el basurero de la historia como perdedores, necesitamos estar
a la altura del momento histórico en que estamos y recuperar ese anarquismo
capaz de articular movimientos populares de masas e implementar el socialismo
libertario.
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