¿Pueden los pequeños
agricultores alimentar al mundo?
Rebelion /
08.08.2022
Fuentes: Growing Culture
Traducido por Eva Calleja
Una de las cosas sobre las que me solía preguntar durante mis primeros
meses de trabajo en el sistema alimentario era la productividad. Al crecer en
un país del mundo minoritario, prácticamente todos mis alimentos provenían de
granjas industriales a gran escala. Como resultado, yo, como muchos otros, creí
durante mucho tiempo que la agricultura industrial era un mal necesario, un
requisito desafortunado dada la cantidad de personas que ahora habitan el
planeta. Una vez que entendí la importancia de la agricultura a pequeña escala
para la biodiversidad y la conservación cultural, todavía me preguntaba si
estas granjas más pequeñas podrían “alimentar al mundo”.
Hoy quería
tomarme un poco de tiempo para explorar esta pregunta. Existe un debate sobre
el porcentaje de alimentos que producen los agricultores de pequeña escala y
los campesinos. Es una pregunta difícil de responder, pero increíblemente
importante. De hecho, si resulta quela agricultura a pequeña escala
alimenta a la mayoría del mundo, sería un gran golpe para el sistema agrícola
industrial, dados los daños ambientales y sociales generalizados que produce.
En los últimos años, los investigadores han intentado responder a esta
pregunta. Pero han surgido un par de estudios clave que nos señalan en la dirección
equivocada y crean consecuencias nefastas para la formulación de políticas.
Veamos.
En 2009, el grupo ETC publicó
un informe titulado ¿Quién nos alimentará?en el que cita la
estadística de que los pequeños agricultores alimentan al 70 por ciento del
mundo (es decir, producen el 70 por ciento de los alimentos que realmente se
destinan a la alimentación humana, frente a los cultivos que se desvían para
biocombustibles, alimento para animales u otros productos de uso
no-alimentario). Esta distinción es importante: no afirman que los pequeños
agricultores produzcan el 70 % de las calorías netas, sino el 70 % de los
alimentos que terminan siendo consumidos por los humanos.
Afirman, según
los datos disponibles, que el 50 por ciento de la producción mundial de
cultivos para consumo humano se puede atribuir a granjas a pequeña escala de
menos de 5 hectáreas (esto es relativamente poco controvertido en la investigación).
Luego, agregaron alimentos resultantes de prácticas como la caza y la
recolección, la pesca, el pastoreo, así como la producción de alimentos urbanos
y periurbanos a pequeña escala, que representaron un 20 por ciento adicional de
los alimentos consumidos. Estas formas de producción de alimentos son en su
mayoría informales y crónicamente infravaloradas, por lo que es difícil
determinar las cifras exactas, pero son, sin embargo, prácticas importantes con
las que la gente se alimenta en todo el mundo.
En los últimos
años se han publicado dos artículos que intentan “desacreditar” esta
estadística del 70 por ciento. Los dos artículos, publicados por Vincent Ricciardi et al. (2018) y Sarah Lowder et al. (2021), afirman que
los pequeños agricultores representan solo el 30 % de la producción mundial de
alimentos, bastante por debajo del 70 %. Esto ha dado lugar a una gran cantidad
de titulares que implican que estos hallazgos prueban que la agricultura a
pequeña escala es ineficiente e incapaz de alimentar al mundo y que, en su
lugar, deberíamos invertir en métodos industrializados. Como resultado de estos
documentos, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la
Alimentación (FAO) ha cambiado su posición del 70 al 30 por ciento, a pesar de
que los documentos están llenos de errores de método y suposiciones que
requieren un mayor escrutinio antes de ser aceptados universalmente.
Echemos un
vistazo a esta investigación, comenzando con el artículo de Ricciardi. Aunque
su objetivo era desacreditar la estadística del Grupo ETC (llamándola «estadística
zombi»), en realidad estaban respondiendo una pregunta completamente diferente
a la que afirmaban estar abordando. Midieron la producción de cultivos para
granjas a pequeña escala frente a granjas industriales, descuidando por
completo la cantidad de esa comida que alimentará a la gente. La realidad es
que las granjas industriales desvían un porcentaje significativo de los cultivos a
biocombustibles, alimento para animales y otros usos no alimentarios. Incluso
las calorías cultivadas para la alimentación animal, que se podría argumentar
que todavía contribuyen a la seguridad alimentaria, son muy ineficientes; las
organizaciones sin ánimo de lucro GRAIN e IATP estiman que por cada 100 calorías que se
destinan a animales, solo de 17 a 30 terminan en la carne que consumen los
humanos. Medir la producción por sí sola no nos dice mucho sobre la seguridad
alimentaria, que es la pregunta implícita en cuestión.
Además de eso,
su base de datos incluye solo 55 países (o dos quintas partes de la población
mundial). De hecho, más de la mitad de estos países son europeos, donde la
agricultura a pequeña escala es más marginal. Los investigadores ignoran
grandes franjas de África, el Sudeste Asiático y otras regiones donde los
pequeños agricultores representan un porcentaje significativo de la producción
de alimentos. Y, sin embargo, hacen afirmaciones radicales sobre la producción
mundial de alimentos por parte de los campesinos.
El equipo de
Ricciardi hizo referencia a otro estudio que utiliza una base de datos
que incluye muchos más países del Mundo Mayoritario. Descubrieron que si
aplicaban su metodología a este conjunto de datos, llegarían a la conclusión de
que el 76 por ciento de las calorías de los alimentos son producidos por
granjas de menos de cinco hectáreas, lo que es significativamente más alto
incluso que la estimación original del Grupo ETC. De cualquier manera, no tiene
sentido confiar en una base de datos que borra la gran mayoría de los países
donde existen pequeños agricultores, no incluye la mayoría de los métodos de
producción de alimentos que emplean y luego hace afirmaciones sobre su
capacidad para alimentar al mundo.
Al artículo de
Lowder et al. no le va mucho mejor. Los autores asumieron que la tierra y la producción
tienen una relación correlativa; si las grandes fincas constituyen el 80 por
ciento de la tierra agrícola, entonces las grandes fincas deben constituir el
80 por ciento de la producción de alimentos.
Pero la
realidad es que no todas las fincas son igualmente productivas. De hecho,
Ricciardi y su equipo descubrieron más tarde que las fincas pequeñas tienden a
producir más que las grandes por hectárea. En segundo lugar, para muchas fincas
grandes (más que las fincas más pequeñas), un porcentaje significativo de las
calorías producidas se desvía hacia biocombustibles, alimento para animales y
otros usos. De nuevo, Ricciardi et al. encontraron que las fincas de menos de 2
hectáreas dedican una mayor proporción de su producción a la alimentación, mientras
que las fincas de más de 1.000 hectáreas tienen la mayor proporción de pérdida
poscosecha. La simple medición de la producción no nos dice mucho sobre la
seguridad alimentaria. Y, sin embargo, la producción sigue siendo la métrica
dominante.
En última instancia,
el artículo de Lowder asume que, dado que los pequeños agricultores solo ocupan
una pequeña porción de tierra, también deben producir solo una pequeña porción
de los alimentos. Pero esa es la cuestión: mientras que los pequeños
agricultores ocupan una pequeña porción de la tierra, (a) producen más por
hectárea que las granjas a gran escala, y (b) dedican un mayor porcentaje de su
producción a alimentar a las personas, en lugar de a usos no alimentarios.
También pueden producir alimentos utilizando significativamente menos recursos
y sin las enormes externalidades ambientales y sociales de la agricultura
industrial.
Ambos
documentos también definen una » finca pequeña» como una finca de menos de 2
hectáreas, cuando la propia FAO ha declarado que crear un límite estándar para
el tamaño de la finca no es prudente porque lo que se considera «pequeño» varía
de un país a otro.
Este debate es
increíblemente importante. Estos dos documentos han dado lugar a una gran
cantidad de titulares frustrantes como este de Hannah Ritchie de Our World in
Data, que dice: «Los pequeños agricultores producen un tercio de los alimentos
del mundo, menos de la mitad de lo que afirman muchos titulares». Cuando
buscamos «qué cantidad de los alimentos en el mundo producen los pequeños
agricultores», estos son los resultados que aparecen, basados en
investigaciones que, en el mejor de los casos, son profundamente defectuosas.
Es importante
explorar ambos lados del debate. Necesitamos más investigación para determinar
qué vías agrícolas debemos seguir, teniendo en cuenta todas las externalidades
y los impactos ambientales. Pero estos documentos aportan poco al debate. Sus
suposiciones hacen que su investigación sea básicamente inútil para responder
la pregunta en cuestión. Y las implicaciones de estos documentos para
justificar la agricultura industrial son peligrosas. No podemos medir el éxito
solo en la producción. Debemos comenzar a ampliar las métricas para incluir la
biodiversidad, el impacto ambiental y la equidad.
Finalmente, la
forma en que se ha enmarcado el debate hasta el momento coloca injustamente
sobre los campesinos y los pequeños agricultores la responsabilidad de
demostrar que pueden producir suficientes alimentos para alimentar al mundo (a
pesar de que tenemos una gran cantidad de datos por países que muestran que las
granjas de pequeña escala superan la producción de las granjas a gran escala).
Debemos preguntarnos entonces por qué la agricultura industrial no tiene la
responsabilidad de justificar por qué el porcentaje de las calorías que
entregan a las personas es tan bajo; por qué hay tanto desperdicio; por qué se
distribuyen tantas calorías de manera ineficiente mientras se usan cantidades
tan grandes de tierra y recursos.
También es
probable que un factor que contribuya sea que aquellos que están en posiciones
de poder en la toma de decisiones estén en el Mundo de las Minorías, donde la
mayoría de los alimentos se producen industrialmente. Simplemente les parece
inverosímil que la agricultura a pequeña escala pueda realmente ser más
productiva por hectárea que las grandes granjas industriales. Pero la mayor
parte del mundo no obtiene sus alimentos de fuentes industriales. Algunos creen
que deberían hacerlo. Pero la eficacia del sistema industrial está lejos de
demostrarse, especialmente cuando se tienen en cuenta las pérdidas, el
desperdicio y los usos no alimentarios. De hecho, la evidencia apunta
directamente en la dirección opuesta.
Es importante
que todos nos preguntemos, ¿qué implicaría que la agricultura industrial no
pueda (y no lo hace) alimentar al mundo? A medida que la crisis climática se
profundiza, nos estamos dando cuenta colectivamente de los inmensos daños del
sistema industrial: degradación ambiental, consolidación corporativa,
explotación y eliminación cultural. ¿Qué pasaría si en realidad estamos
equivocados? De cualquier manera, el tiempo corre y el futuro de nuestros
sistemas alimentarios depende de que encontremos la respuesta correcta.
Qué nos ha inspirado esta semana
Este artículo del Transnational Institute
sobre pequeños agricultores y el potencial de la agroecología. Contiene la
estadística absolutamente asombrosa de que “en la Unión Europea, alrededor del
80 % de los subsidios y el 90 % de los fondos para investigación se destinan a
apoyar la agricultura industrial convencional”. Añade otra dimensión a la
conversación porque la financiación desigual de la investigación contribuye a
la infravaloración de los pequeños agricultores en los sistemas alimentarios.
Este artículo de la Alianza Global para el
Futuro de los Alimentos llamado Política del conocimiento (que quizás hayamos
compartido antes), pero es una mirada fantástica y profunda de esta
conversación, y recomendamos encarecidamente su lectura.
Este recurso, que también contiene un
ensayo en video que explica el papel de los pequeños agricultores en la
alimentación del mundo. Tiene mucha información excelente sobre el tema y la
desglosa de una manera realmente accesible.
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