La bacteria más grande del
mundo desafía a la microbiología
TERCERA INFORMACION /
25.06.2022
- Imaginen una persona tan alta como el Everest. Pues, a proporción, así es Thiomargarita magnifica en el mundo de las bacterias. Vive en los manglares de una isla caribeña y puede llegar a medir dos centímetros. Su descomunal tamaño y la presencia de ‘pepitas’ con ADN a lo largo de su membrana hacen replantear principios básicos en biología.
Representación artística de Thiomargarita magnifica
con una moneda de diez centavos de EE UU. / Foto del mangle de Pierre Yves
Pascal e ilustración de Susan Brand (Berkeley Lab)
La definición de bacteria por la RAE como
“microorganismo unicelular sin núcleo diferenciado” está en entredicho. La
especie Thiomargarita magnifica alcanza
fácilmente el centímetro de
longitud y se puede ver a simple vista, incluso
es más grande que algunas moscas. Si por microorganismo o microbio se entienden
aquellos que hay que ver al microscopio, esta ya no lo sería.
Los primeros ejemplares los encontró en 2009 el
investigador francés Olivier Gros del Institut de Systématique, Évolution, Biodiversité,
cuando en los manglares de la isla de Guadalupe, en el sur del Caribe,
descubrió unos finos y extraños filamentos blancos adheridos a hojas de
mangle en descomposición bajo el agua. Al principio no se sabía lo que eran.
Cinco años más tarde, en 2015, otro miembro del
equipo, la científica mexicana Silvina
González Rizzo, realizó los análisis moleculares que permitieron
identificar a este organismo como una bacteria del azufre, y también propuso su
nombre científico, según explica a SINC: “Se incluyó en el género Thiomargarita por su similitud
filogenetica con Thiomargarita namibiensis, la
bacteria más grande hasta aquel momento, con 750 micras (no llega al
milímetro), localizada en Namibia; y el nombre de ‘magnifica’ se debe a su tamaño (magnus en latín es grande),
aunque también pensé que quedaba bien por el significado que tiene
esta palabra en español”.
Después, Jean Marie
Volland, uno de los estudiantes de doctorado que se había
formado con Olivier Gros en Guadalupe, obtuvo una plaza de investigador en
los laboratorios LRC y JGI (Berkeley Lab) en
California. El instrumental de estas instituciones en EE UU permitieron
secuenciar el genoma de T.
magnifica, así como describir su estructura tridimensional.
Aunque se publicó un preprint en febrero, los
resultados del trabajo del equipo franco-estadounidense se han presentado esta
semana en la revista Science.
Las células de la mayoría de las especies bacterianas
miden alrededor de 2 micras, como E. coli,
pero T. magnifica tiene
una longitud media superior a
9000 micras. Los autores confirman que esta colosal bacteria
se puede ver a simple vista y que es unas 50 veces más grande que otras gigantes conocidas, lo que
hace replantear el tamaño máximo que pueden alcanzar estos microorganismos.
Pero, además, la compleja estructura que han
encontrado en su interior, con una distribución inédita del ADN, desafía aún
más los conceptos tradicionales de las células bacterianas.
Volland incide en estos dos aspectos: “Esta bacteria
es muy, muy grande, miles de veces más que otras de tamaño normal. Por hacer
una comparación, descubrirla es como encontrarse con un ser humano que fuera
tan alto como el monte Everest. Y lo segundo, que creo que es aún más
emocionante, es que tienen unas estructuras
que compartimentan el ADN, algo único que no se ha observado antes en las
bacterias”.
ADN
en ‘pepitas’ o pepins
Lo habitual en una célula bacteriana es que su ADN flote libremente en
el citoplasma, pero en T. magnifica está
en compartimentos llamados pepins unidos a la membrana, una
innovación característica de células más complejas. Estos orgánulos, que
también incorporan ribosomas, son
metabólicamente activos, según los análisis de los autores, y la actividad se
produce en toda la longitud de la célula bacteriana, en lugar de solo en su
extremo de crecimiento.
“Sabemos que los pepins almacenan el código
genético de la célula. El ADN se lee y se traduce en proteínas en su interior, y
parece que también participan en la producción
de energía para la célula, pero estamos lejos de comprender
todo el alcance de sus funciones bioquímicas”, comenta Volland a SINC, “y
tampoco sabemos cómo se forman y si desempeñan o no un papel en el tamaño
gigante de la célula”.
“El nombre de pepins viene del francés,
donde significa ‘semillas o pepitas’, como
las de la sandía, el kiwi y otras frutas”, aclara González Rizzo, que coincide
con su colega: “Por ahora no sabemos mucho sobre ellos, ya que es la primera
vez que se han observado e identificado en organismos procariontes como las
bacterias. Probablemente se van a necesitar cultivos estables de T. magnifica para estudiar en
detalle la formación, bioquímica y funciones de los pepins”.
Todavía no se ha cultivado
en el laboratorio
De hecho, el estatus actual de la bacteria más grande
del mundo es de Candidatus (Ca.) Thiomargarita magnifica. El
primer término se utiliza cuando una especie o género está bien
caracterizado, pero aún no se ha logrado cultivar.
Por su parte, Volland añade otros retos que quedan por
delante: “Ahora tenemos muchas más preguntas que al principio del proyecto.
Desconocemos cómo se mantiene la estructura celular general de esta bacteria.
Sabemos que se alimenta de azufre y
que es quimiosintética, lo que
significa que es capaz de utilizar el dióxido de carbono para producir
biomoléculas complejas, pero no conocemos su función ecológica, y tampoco dónde
se pueden encontrar más o lo abundante que es en la naturaleza”.
¿Qué ventaja tiene ser
gigante?
Otra de las cuestiones clave es explicar por qué las
células de Thiomargarita magnifica son
tan grandes. “Ha evolucionado hacia el gigantismo, lo que significa que ser
gigante le ha dado una ventaja selectiva, pero no
sabemos cuál y todavía no tenemos datos para responder a esta pregunta”,
reconoce el investigador.
“Sin embargo –apunta– existen algunas hipótesis en la
comunidad científica para explicar por qué otras bacterias grandes se han hecho
tan grandes. Una es que convertirse en un gigante puede ser una forma de escapar del depredador y,
de hecho, si te haces cientos de veces más grande que él, ya no tienes que
preocuparte de que te coma. Otra hipótesis es que convertirse en una larga
célula filamentosa puede ser ventajoso para aprovechar mejor la energía química que
está disponible en el entorno de las grandes bacterias del azufre”.
En cualquier caso, los autores sospechan que
la compleja organización de su membrana probablemente es la que ha
permitido a esta bacteria adquirir su tamaño récord, sorteando las limitaciones
biofísicas y bioenergéticas típicas asociadas a este tipo de microorganismos.
En un artículo paralelo que también se publica
en Science, la
microbióloga Petra Anne Levin de
la Universidad Washington en San Luis (EE UU) valora el trabajo de sus
colegas: “Este descubrimiento se suma al grupo de grandes bacterias del
azufre y ayuda a resolver el rompecabezas sobre qué factores limitan el tamaño
de las células”.
Bacterias todavía más
grandes
Levin considera poco probable que T. magnifica represente el límite
superior de tamaño celular bacteriano y que, como demuestra este trabajo, “las
bacterias son infinitamente adaptables, siempre sorprendentes, y nunca se deben
subestimar”. Podría ser solo cuestión de tiempo que aparezca otra aún mayor.
El catedrático Ignacio
López-Goñi de la Universidad de Navarra, miembro de la
Sociedad Española de Microbiología (SEM), también destaca otros aspectos de este
estudio: “Los análisis de imágenes revelan que el interior del organismo está repleto
de copias del genoma, una poliploidía masiva sin precedentes,
con más de medio millón de copias del genoma, el mayor número para una sola
célula jamás descrito”.
Triple de genes que un procariota ‘normal’
“Y cuando se secuencia una de las
copias –prosigue–, se observa que esta bacteria contiene 11.788 genes, el triple de lo que
normalmente lleva un procariota [grupo de las bacterias y
arqueas, organismos sin núcleo], un genoma tan grande como el de la
levadura de panadería S. cerevisiae [un eucariota, con núcleo definido]”.
“Además posee un ciclo de desarrollo dimórfico (dos
tipos morfológicos diferentes) donde las copias del genoma se segregan de forma
asimétrica en lo que parecen aparentes células hijas. Pero cada filamento es una celda continua sin tabiques de
división –subraya López-Goñi–, incluidas las
constricciones parciales hacia el polo apical. Solo los pocos brotes más
apicales están separados del filamento por una constricción y constituyen
auténticas células hijas”.
Se cuestionan principios
fundamentales de la biología
La coautora González Rizzo considera que el
descubrimiento de Thiomargarita magnifica “nos
hace replantear y cuestionar ciertos principios fundamentales de la biología y
la evolución de los seres vivos. En particular, sobre el mundo procariota y
las nuevas versiones aparentemente posibles de este tipo de seres vivos”.
“Debido a su gran tamaño celular, que puede alcanzar hasta 2 cm de longitud, pero
sobre todo, a la presencia de esos ‘organelos’
unidos a la membrana en donde se encuentra el material genético, como
en el caso de las células eucariotas, puede ser considerada como la primera y
única bacteria que tiene hasta la fecha esta capacidad, desafiando así nuestro
concepto de célula bacteriana”, añade.
La investigadora mexicana concluye con una reflexión:
“El descubrimiento de esta bacteria sugiere que otras gigantes y complejas
también pueden estar ‘escondidas’ a plena
vista, haciendo que lo invisible se haga visible”.
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