Economía mundial, el riesgo de
una tormenta perfecta
Rebelion
15/11/2021
Fuentes: Ganas
de escribir
Cuando las
economías se hundieron a causa de la Covid-19, los líderes políticos y los
economistas de los grandes organismos internacionales decían que no se sabía
cuándo llegaría la recuperación pero que, una vez que comenzara, las
economías registrarían una recuperación muy potente y duradera. Otros, por el
contrario, dijimos que eso no iba a ocurrir porque la economía internacional no
estaba afectada tan solo por los efectos del confinamiento sino también por una
crisis muy profunda que se había comenzado a manifestar ya antes de la
pandemia.
Los datos
macroeconómicos que se han ido conociendo en las últimas semanas nos han dado
la razón. Los precios están registrando las mayores subidas de las últimas tres
décadas y el crecimiento del PIB es bastante más bajo del estimado tan solo
hace unos pocos meses.
En España nos
sorprendió la subida de precios interanual a finales de septiembre (5,5%) por
haber sido la más elevada de los últimos 29 años, pero es justo el mismo record
que la de Alemania (4,5%) y un año menos que la de Estados Unidos (4,4%), la
más alta desde 1992, según los datos del Banco Mundial.
Los datos de
evolución del Producto Interior Bruto también han mostrado que las economías
han perdido ya el fuelle que se disparó con enorme potencia al acabar el
confinamiento.
En España, el
crecimiento ha estado muy por debajo del previsto. El Instituto Nacional de
Estadística registró un crecimiento interanual del 17,5% de mayo a junio de
este año. Sin embargo, el estimado para el periodo de junio a septiembre solo
ha sido del 2,7%, lo que da idea del frenazo. Sobre todo, si se tiene en cuenta
que el consumo de los hogares ha caído en el trimestre veraniego (-0,5%),
aunque no la inversión (2%), ni las exportaciones (6,4%).
En Alemania ha
ocurrido más o menos lo mismo. El PIB solo creció el 1,8% en el tercer
trimestre de este año, casi la mitad de lo previsto en abril y dos décimas
menos que España. Y una investigación reciente de David Blanchflower, profesor
de Dartmouth y ex miembro del Comité de Política Monetaria del Banco de
Inglaterra, y Alex Bryson, profesor de la University College de Londres,
sugiere que Estados Unidos entrará en recesión a final de año.
Quienes antes
decían que la recuperación sería potente y sin reservas, ahora señalan que nos
encontramos ante problemas «transitorios». Dicen que no hay que preocuparse
demasiado por la subida de precios porque se debe a circunstancias pasajeras
como el alza en los costes de la energía o los desajustes provocados por la
presión de la demanda retenida durante el confinamiento. La ralentización de la
actividad parece haberles sorprendido tanto que no terminan de explicarla.
A mi juicio, es
un error creer que nos encontramos ante un simple incidente como consecuencia
de la pandemia y, por tanto, pasajero y resoluble a poco que todo se vaya
normalizando.
Para entender
lo que nos está sucediendo hay que poner los datos que ahora se están empezando
a registrar en todo el mundo junto a los que teníamos antes de la pandemia.
Al hacerlo, se
podrá descubrir que no estamos sufriendo solamente el impacto de un simple
trastorno, por muy grave que haya sido el provocado por la Covid-19 y el
confinamiento que paralizó a gran parte de la actividad económica.
Sufrimos lo que
los médicos llaman «morbiilidad asociada». Es decir, la confluencia, no
necesariamente al mismo tiempo, de otros males con la enfermedad primaria.
El error es
creer que las economías han padecido o siguen padeciendo el efecto de la
pandemia como única enfermedad, cuando la realidad es que fue una patología
económica asociada a otra -la primaria- que ya se estaba padeciendo con
anterioridad.
Es verdad que
el confinamiento ha producido un bloqueo en los canales de suministro por
diferentes razones: muchas empresas productoras tuvieron que cerrar y no han
tenido capacidad material de recuperar el ritmo de producción anterior, otras
compradoras aumentaron sus pedidos excesivamente por prevención mal gestionada,
produciendo acaparamiento; y las de logística y transporte se han visto
afectadas por los cambios tan imprevistos y rápidos en la oferta y la demanda
cuando, además, hay problemas de rotación en los mercados laborales. Y también
es verdad que la demanda, en casi todas las economías, rebotó inicialmente con
fuerza tras el confinamiento, produciendo una inevitable presión sobre los
precios.
Pero la prueba
evidente de que no se trata tan solo de problemas de ajuste coyuntural es
que afectan de modo muy desigual a diferentes sectores. Y la complejidad del
desajuste lo demuestra el hecho de que no se esté resolviendo como dice la
economía convencional que debiera resolverse, mediante el mecanismos de los
precios. Estamos comprobando, efectivamente, que la subida de precios no solo
no reduce el exceso de demanda sino que incluso este aumenta a medida que se
van elevando.
Para entender
el presente hay que analizar lo que estaba ya sucediendo justo antes de la
pandemia.
En primer
lugar, un proceso que venía de largo de caída de la tasa de beneficio en la
industria como consecuencia del freno en la inversión productiva y de la
constante retención de la demanda de consumo a causa de la caída de la masa
salarial,
En segundo
lugar, el resquebrajamiento de la globalización dominante en las últimas
décadas como consecuencia de las asimetrías y brechas cada vez más grandes que
ha venido produciendo, no solo entre grupos sociales y naciones sino incluso
entre las diferentes franjas del capital, de las empresas.
En tercer
lugar, un acortamiento del ciclo económico como consecuencia de la continuada
aplicación de políticas económicas inadecuadas que frenan la extensión de las
fases expansivas o de recuperación y así impiden que se pueda crear suficiente
producción y empleo.
En cuarto
lugar, el continuado privilegio de la actividad financiera que ha creado una
economía drogo-deuda-dependiente con millones de empresas zombis que han de
dedicar todos sus beneficios, si es que llegan, a pagar la deuda, y que
paralizan el aumento de la productividad y la innovación. Un estudio de
Bloomberg calculó que así se encuentran 527 de las 3.000 mayores firmas de
Estados Unidos y algunas estimaciones señalan que a nivel global podrían estar
en esa situación más del 20% de las empresas.
En ese contexto
y por esas causas, ya antes de la pandemia se venía produciendo un proceso de
relocalización empresarial, de búsqueda de nuevos nichos de aprovisionamiento y
ventas y, sobre todo, el inicio de una auténtica revolución en el sistema
global de logística.
Esto último es,
en realidad, lo que explica (y no la pandemia) la mayor parte de los cuellos de
botella que vienen provocando la escasez de suministros que lleva consigo
tantas pérdidas (110.000 millones de dólares se calcula que está suponiendo
para la industria mundial del automóvil) y que está obligando a muchas empresas
a realizar movimientos estratégicos de gran calado para no desaparecer si las
perturbaciones prosiguen.
Durante el
confinamiento se observaron los primeros síntomas de la perturbación
(desacoplamientos, bloqueos de rutas, retraso de contenedores, aumento de
tarifas, escasez de transportistas..) y muchas empresas tuvieron que diversificar
rápidamente sus cadenas de aprovisionamiento para evitar riesgos. Eso exacerbó
los desajustes, ciertamente, pero si todo ello está resultando tan problemático
es porque se estaba produciendo un cambio crucial desde antes. Y la prueba es
que las cosas, en lugar de ir a mejor a medida que se han ido recuperando los
intercambios, están empeorando.
El sistema
global de logística había estado respondiendo a la crisis industrial y de la
globalización que he mencionado generando una auténtica revolución tecnológica
orientada a automatizar las redes globales mediante la digitalización y la
inteligencia artificial, un proceso desarrollado a través de estrategias
diferentes y con distintas velocidades y resultados, sobre todo, entre China y
Estados Unidos. Y aquí está la clave.
La pandemia ha
acelerado el proceso (tal y como ha ocurrido en otros momentos de la historia
en que se han producido shock inesperados) pero lo ocurrido con la pandemia no
es el proceso mismo.
Lo que está
sobre la mesa y genera los problemas que están sufriendo las empresas y las
economías en su conjunto no es la normalización del sistema de
aprovisionamiento anterior a la crisis de la Covid. Este no va a volver a ser
lo que era. Ahora se trata de algo más importante. La globalización ya no se va
a seguir guiando por la misma lógica de competencia anterior. El coste y el
precio van a dejar de ser determinantes de la ganancia y pasarán a serlo la
inmediatez y la seguridad y las empresas han de modificar sus estrategias de
producción, aprovisionamiento y localización. Este es el desorden en el nos
empezamos a mover y el que provoca la escasez y subidas de precios y por eso es
ingenuo creer que se va a resolver en cuestión de unos meses.
Lo que está en
juego es el rediseño y el control del nuevo sistema logístico global
digitalizado y automatizado gracias a la inteligencia artificial que está en
proceso de desarrollo y la readaptación productiva y espacial de las empresas
para adaptarse al cambio. La nueva guerra fría tendrá allí uno de sus escenarios
principales Quien lo domine, dominará el mundo en la nueva fase de la historia
cuyo nacimiento ha acelerado la Covid-19.
Muy pronto
vamos a ver cómo este tema pasa a primer plano de las agendas internacionales,
aunque de manera cada día más conflictiva entre las dos grandes potencias y sin
solución a corto plazo para los bloqueos en el suministro y la subida de
precios. Estos van a ir a más porque ni los gobiernos ni los bancos centrales
están en condiciones de poner orden para aliviarlos sin quebrar la lógica que
guía a un capitalismo neoliberal herido por su fracaso para hacerse sostenible
(concentrando la renta y la riqueza ha triunfado plenamente). De hecho, han
agudizado el problema al no haber tenido presente el cambio que se estaba
produciendo a la hora de inyectar los recursos tan cuantiosos que han
proporcionado a las economías. Si se siguen equivocando y desatan una crisis de
deuda tendremos la combinación que provocará una tormenta perfecta.
Fuente: https://juantorreslopez.com/economia-mundial-el-riesgo-de-una-tormenta-perfecta/
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