La crítica de Marx en tiempos de coronavirus
Por Iván Montero
Rebelión
19/06/2020
Fuentes: Rebelión
La pandemia del
SARS-Cov-2 no sólo trajo consigo la agudización de las contradicciones del
capital. También actualizó la vigencia del pensamiento de Karl Marx y con ello
la alternativa anticapitalista de las y los trabajadores.
Es por ello que
a continuación presentamos algunos argumentos que el revolucionario formuló en El
Capital [1] y hoy toman gran relevancia.
Debido al desarrollo
de la sociedad moderna (la modernidad), producto –a su vez– del desarrollo de
la gran industria que aparejó condiciones insalubres para las y los
trabajadores, aparecieron tensiones sociales que se materializaron en la
legislación fabril inglesa durante la primera mitad del siglo XIX.
La crítica de
Marx hacia estas figuras de la modernidad es demoledora.
Las
mutilaciones, las muertes o las enfermedades que se generaban en las
fábricas y minas, en los hechos, no alcanzaban a ser contenidas por estas “magnificas”
leyes fabriles que “regulaban” el trabajo infantil o imponían sanciones a
aquellos capitalistas que no tomaran las más mínimas medidas sanitarias.
En las minas,
por ejemplo, cuando acudía un inspector a “verificar” el cumplimiento de la
ley, si algún trabajador se dirigían con él para quejarse por el aire
pestilente que respiraban, debido a la mala ventilación, se le despedía y lo
boletinaban para que no fuera contratado en otra mina.
Para 1865, en
Gran Bretaña, había 3 mil 527 minas y tan sólo 12 inspectores. Se
estimaba que cada mina podría ser visitada cada 10 años.
Otra
consecuencia del desarrollo de la gran industria fue la incorporación masiva de
trabajo infantil y femenino. El uso de la maquinaria aniquiló “el monopolio
masculino en el trabajo pesado”[2] lo que permitió el uso de niños pequeños
(desde los 6 años) y el uso de trabajo femenino, pues culturalmente el capital
lo considera inferior; en ambos casos le permitió fijar salarios inferiores y
así constituir un mercado de mano de obra barata.
Las leyes
también buscaron regular esta situación, se impuso a los industriales que los
niños menores de 14 años no podían trabajar solo a condición de acudir a
la enseñanza elemental. Lo cual por supuesto, no siempre era cumplido en medio
de la carencia y la pauperización de la población inglesa de aquellos
años.
Ante todas
estas injusticias, Marx –que era un sarcástico– decía: “¡He aquí las bellezas
de la ‘libre’ producción capitalista!”.[3]
La
imposibilidad estructural del capitalismo para combatir la pandemia
De estos
fragmentos que hemos extraído de El Capital, hay un punto que recobra
especial actualidad ante la pandemia del SARS-Cov-2. Se trata de las cláusulas
sanitarias de la legislación fabril.
Para Marx estas
cláusulas “se reducen a disposiciones sobre el blanqueo de las paredes y
algunas otras medidas de limpieza, o relativas a la ventilación y la
protección contra la maquinaria peligrosa”.[4]
Sin embargo,
“la necesidad de imponerle, por medio de leyes coactivas del estado, los más
sencillos preceptos de limpieza y salubridad”[5] se reducían a medidas
totalmente insuficientes ante las pésimas condiciones de los centros de
trabajo.
Y aún más,
cuando estos sencillos preceptos rebasan cierto punto, se “excluye todo
perfeccionamiento racional”.[6] Por ejemplo, para entonces –aunque ahora
también se puede corroborar–[7] se conglomeraba a miles de obreros en espacios
reducidos (sobre todo en los pequeños talleres), respirando diversos químicos y
vapores que terminaban dañando la salud pulmonar de las y los trabajadores. La
“gloriosa” ley no podía imponer que se destinaran los 150 metros cúbicos de
aire por obrero que recomendaban los médicos, pues si así lo hacían, atentaban
directamente contra la existencia del pequeño capitalista (que no cubría con
este requisito) subordinado a la gran industria y a las leyes de la libre
compra/venta de la fuerza de trabajo, es decir, una medida así terminaba
atentando contra las cadenas de valorización del capital.
Hoy –como
ayer–, ante la cuarentena recomendada por todas las autoridades sanitarias como
uno de los mínimos preceptos para contener el contagio, el capital puso el
grito en el cielo, pidió se levantara el confinamiento y se reabriera la
industria en todos los rincones del mundo. Debido a las disputas económicas
y políticas a nivel mundial, principalmente entre China y Estados
Unidos, la “ley coactiva de la competencia”[8] impuso una carrera por el
desconfinamiento.[9]
La extensión de
la cuarentena, no es más que el perfeccionamiento racional para salvar
vidas humanas; pero atenta contra “la producción de mercancías que contengan
más trabajo que el pagado por él (el capitalista, i. m.), o sea que contengan
una parte de valor que nada le cuesta al comprador y que sin embargo se
realiza mediante la venta de las mercancías”,[10] es decir, una cuarentena
prolongada suspende “La producción de plusvalor,… la ley absoluta de este modo
de producción.”[11]
Por ello, ante
esta contradicción, desde un principio quedó excluida su extensión por
las mismas autoridades sanitarias y no les quedó más que declarar que «el virus
estará con nosotros durante largo tiempo».[12]
Sus similares
del siglo XIX, ante una contradicción similar, en el fondo declararon que
“en realidad, la titis y otras enfermedades pulmonares de los obreros
constituyen una condición de vida del capital”.[13]
Lo que hoy nos
conduce a la siguiente conclusión: el SARS-Cov-2 es condición de vida del
capital, así como las diversas enfermedades que afectan a la población
trabajadora.
A lo largo de
su investigación histórica, Marx hace notar cómo “El capital, por
consiguiente, no tiene en cuenta la salud y la duración de la vida del obrero,
salvo cuando la sociedad lo obliga a tomarlas en consideración”.[14] A la
sociedad capitalista “no le late un corazón en el pecho”[15], por lo que la
lucha contra el capitalismo también es una lucha contra la pandemia y por
la salud de las y los trabajadores todos.
Como vemos,
esta perspectiva deja entrever el carácter de clase y estructural del
capitalismo para combatir la actual pandemia. Lo cual se verifica con los
diversos enfoques y estrategias que han tomado los gobiernos capitalistas, que
a pesar de sus especificidades se han movido dentro de los imperativos de la acumulación
de capital.[16]
Addendum
La
industrialización en Inglaterra le permitió a Marx apreciar de mejor manera el
proceso de acumulación de capital.
Este proceso de
devastación, nada tiene que ver con el imaginario idílico que el burgués ha
hecho de sí mismo y del cual surgen los mitos fantásticos del
emprendedurismo; sino que por el contrario, la acumulación de capital va
“chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies”.[17]
Marx pudo notar
que la producción capitalista “no desarrolla la técnica y la combinación del
procesos social de producción sino socavando, al mismo tiempo, los dos
manantiales de toda riqueza: la tierra y el trabajador”.[18]
El sustento de
la producción capitalista es la explotación desmedida de la fuerza de trabajo,
la cual apareja necesariamente un uso irracional de recursos naturales.
Con el
desarrollo de esta producción, apareció la gran industria y en su
expansión se depuró la lucha directa entre trabajadores y capitalistas, ya que
se “hace madurar las contradicciones y antagonismos de la forma
capitalista”.[19] Las luchas de los trabajadores contra la explotación en
pequeños talleres, la manufactura, la industria a domicilio se convierten
también en luchas contra el gran capital, pues esta cadena productiva
intermedia (transitoria) se subordinada a los designios de la gran producción.
El campo no
escapa a la lógica de la acumulación de capital, en esta se encuentran la
llamada acumulación originaria del capital (que consiste en el proceso violento
de proletarización, el despojo masivo de los trabajadores de sus tierras y
medios de producción, verificable en diversos momentos de la historia),
la pauperización de los campesinos y los fenómenos de la
emigración, entre otros.
Por último,
cabe resaltar que el modo de producción capitalista “constriñe implacablemente
a la humanidad a producir por producir”[20] y a generar un
entornoviable para este tipo de producción, reduciendo la diversidad de las
potencias de la vida humana a un único objetivo: “el movimiento infatigable de
la obtención de ganancias”.[21]
Notas:
[1] Para ello usaré la edición de siglo XXI editores, Tomo 1, Vol. 1, Vol. 2 y
Vol. 3.
[2] Marx, K, El Capital, siglo XXI editores, Tomo 1, p. 575.
[3] Ibíd., p. 609
[4] Ibíd., p. 585.
[5] Ibíd., p. 586.
[6] Ibíd., p. 587.
[7] Cfr., Santiago Hernández, R y Montero, I., “Covid-19 exhibe las
condiciones precarias de las maquilas en Tehuacán”, disponible en: https://www.laizquierdadiario.mx/Covid-19-exhibe-las-condiciones-precarias-de-las-maquilas-en-Tehuacan.
[8] Ibíd., p. 387.
[9] Cfr., Montero, I., “En la carrera por el desconfinamiento, México se
subordina a EEUU” disponible en: https://rebelion.org/en-la-carrera-por-el-desconfinamiento-mexico-se-subordina-a-ee-uu/.
[10] Ibíd., p. 767.
[11] Ídem.
[12] Declaraciones hechas por el director general de la Organización Mundial de
la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus.
[13] Ibíd., p. 587
[14] Ibíd., p. 325
[15] Ibíd., p. 281
[16] En México, por ejemplo, el gobierno de López Obrador, aunque se
autodenomina de izquierda, después de algunas presiones locales y
extranjeras, decretó “las actividades productivas ligadas a la economía
exportadora vinculada al TLCAN (ahora T-MEC), tales como la industria automotriz,
aeroespacial, electrónica, entre otras” como actividades esenciales y con
ello pudieron reabrir en pleno asenso de contagios. Cfr., Ríos
Vera, J. L., “Los intereses del gran capital y su ofensiva necropolítica
sobre los trabajadores en México”, disponible en: https://rebelion.org/wp-content/uploads/2020/05/Los-intereses-del-gran-capital-y-su-ofensiva-necropol%C3%ADtica-lh.pdf.
[17] Ibíd., p. 950
[18] Ibíd., p. 613
[19] Ibíd., p. 608
[20] Ibíd., p. 731.
[21] Ibíd., p. 187
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