80 años del
Pacto Molotov – Von Ribbentrop (una jugada maestra de la diplomacia soviética).
DIARIO
OCTUBRE / septiembre 13, 2019
Los tanques
polacos ocupan Cieszyn
Desde hace 80 años el imperialismo utiliza el Pacto de
no agresión entre Alemania y la URSS de 1939 para equiparar al III Reich con la
URSS y a Hitler con Stalin, la manida expresión de “los unos y los otros” o el
“ambos son iguales”.
Es una espina que tienen clavada en lo más hondo.
Entre 2006 y 2009 la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, el
Parlamento Europeo y la Asamblea Parlamentaria de la OSCE aprobaron el canon
ideológico por el cual el estallido de la Segunda Guerra Mundial se imputa a
ambos países y el día de la firma del tratado -el 23 de agosto de 1939- se
convierte en el Día Europeo del Recuerdo de las víctimas del stalinismo y el
nazismo.
El origen de esta ideología es la Guerra Fría. Al
final de la Segunda Guerra Mundial Reino Unido y Estados Unidos buscaban
justificar los nuevos planes de agresión militar contra la URSS y desviar la
atención de la opinión pública mundial de su propia colaboración con la
Alemania nazi. Luego, la caída de la URSS y el final de la Guerra Fría no
acabaron con la campaña intoxicadora sino todo lo contrario. La demonización
del Pacto se utilizó como pretexto para separar a los Estados bálticos y
Moldavia de la URSS y luego acelerar su integración en la UE y la OTAN.
Los imperalistas presentan el Pacto dentro de una
cadena de aberraciones históricas que manipulan hasta lo más evidente: cuando
se firmó, la Segunda Guerra Mundial ya había comenzado, y no sólo en Europa. En
1936 comenzó la guerra civil española (y la “no intervención”) y al año
siguiente estalló otra en el Lejano Oriente entre Japón y China.
En Europa, en septiembre de 1938 Polonia ocupó la
región checoslovaca de Cieszyn y en marzo de 1938 la Ucrania subcarpática fue
ocupada por Hungría. Alemania destruyó y ocupó Checoslovaquia el 14 de marzo de
1939, en violación de los términos del acuerdo anglo-francés-alemán-italiano,
conocido como los Acuerdos de Munich, que rigen la transferencia a Alemania de
los territorios checoslovacos de los Sudetes.
A principios de abril de 1939 Hitler ordenó la
ejecución del plan Fall Weiss para la invasión de Polonia, que estaba previsto
que comenzara el 25 de agosto del mismo año.
Con estos antecedentes, hay que tener muy mala baba
para acusar a la URSS de iniciar la Segunda Guerra Mundial por la firma de un
Pacto de no agresión.
Desde 1938 la URSS había estado en guerra en el Lejano
Oriente con Japón, uno de los futuros impulsores de la Segunda Guerra Mundial.
Al gobierno soviético se le plantéo, pues, un panorama muy peliagudo desde el
primer momento: una guerra en dos frentes simultáneamente. Por lo tanto, cuando
Alemania propuso a la URSS un acuerdo de no agresión, la suerte estaba echada.
Ningún país del mundo se hubiera negado a firmar.
Polonia había firmado un pacto de no agresión con Alemania en 1934. Inglaterra
y Francia habían firmado pactos mutuos de no agresión con Alemania en 1938.
Estonia y Letonia habían formalizado sus relaciones con Berlín en 1939. La
posición de Moscú fue la misma.
80 años después los historiadores con menos vergüenza,
verdaderos lacayos del imperialismo, pretenden que el Pacto entre Alemania y la
URSS constituía una conspiración entre dos “imperios totalitarios”.
No puede haber nada más irreprochable que la firma de
un Pacto de no agresión. La URSS sabía que Polonia iba a ser aplastada por el
III Reich, lo mismo que lo sabían los imperialistas británicos, por poner un
ejemplo. ¿Acaso la URSS debía convertirse en garante de la integridad de
Polonia, un país con el que había estado en guerra 20 años antes y que le había
arrebatado una parte de su territorio?, ¿debía la URSS abandonar su neutralidad
o ponerse del lado polaco?, ¿por qué motivo?
A pesar de todo (y de las permanentes muestras de
hostilidad del gobierno polaco), la URSS le ofreció garantías de seguridad, que
rechazaron.
Es igualmente falso que la URSS se repartiera el
territorio de Polonia con el III Reich. La URSS recuperó las fronteras que
había perdido durante la agresión de Polonia 20 años atrás. Dichas fronteras
(la línea Curzon) no las estableció la URSS sino un ministro británico de
Asuntos Exteriores y son las mismas que hoy existen porque fueron aprobadas en
1945 por el Tratado de Yalta, o sea, por los mismos que hoy critican el Pacto
de 1939.
Dicho Pacto fue otra jugada maestra de la diplomacia
soviética. Hasta entonces toda la política del imperialismo occidental,
esencialmente británico y francés, había consistido en estimular al III Reich
hacia el este a fin de que Alemania entrara en guerra con la URSS. Incluso
habían promovido durante años una cruzada antibolchevique para luchar
conjuntamente con Hitler en una guerra conjunta contra la URSS.
El tiro les salió por la culata y las instituciones de
la Unión Europea aún se lamentan de ello.
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